LOS PECADOS CAPITALES NOCIONES GENERALES Los pecados capitales son hábitos o malas inclinaciones que conducen a toda clase de vicios y desórdenes. Son siete: Soberbia, Avaricia, Lujuria, Ira, Gula, Envidia y Pereza. Se llaman capitales porque la palabra capital procede del latín caput que significa cabeza o fuente. Es decir, son cabeza y fuente de todos los demás pecados. La raíz común de los siete pecados capitales es el egoísmo, que antepone los propios gustos y caprichos a la ley de Dios. VIRTUDES CONTRARIAS A LOS SIETE PECADOS CAPITALES Hay siete virtudes contrarias que deben practicarse contra los siete pecados capitales: Contra la soberbia, humildad. Contra la avaricia, generosidad. Contra la lujuria, castidad. Contra la ira, paciencia. Contra la gula, templanza. Contra la envidia, caridad. Contra la pereza, diligencia. MEDIOS PARA LUCHAR CONTRA LOS PECADOS CAPITALES Para luchar contra los pecados capitales, es necesario practicar los siguientes medios: Rezar, porque sólo con el auxilio de Dios se podrá vencer. Hacer sacrificios. En las comidas, en las bebidas, en la imaginación, en los sentidos, en los deberes cotidianos, etc. 1. SOBERBIA. Es el amor desordenado de sí mismo, induce a la persona a estimarse más de lo que en realidad es. Algunos pecados derivados de la soberbia son: Presunción. Consiste en emprender cosas superiores a nuestras fuerzas. Vanagloria. El deseo desordenado de la propia alabanza y gloria. 1 Ambición. Consiste en el amor desordenado de la honra, de poseer dignidades y de mandar sobre los demás. Vanidad. Se manifiesta en el amor desordenado de la buena estima de los demás. Hipocresía. Consiste en disimular los propios defectos y fingir cualidades que no se poseen. Desobediencia. Consiste en rehuir a la Ley de Dios, a la Ley de la Iglesia y a los preceptos lícitos de los superiores o padres. Jactancia. Es hablar desordenadamente de las propias excelencias. Pertinacia. Es aferrarse excesivamente a los juicios propios opinables. Ostentación. Consiste en hacer alarde de riquezas, bienes, fortaleza, poder, hermosura o inteligencia propias. Altanería. Consiste en hablar del prójimo con desprecio. Existen varios defectos que tienen su origen en la soberbia, como son: la autosuficiencia, la susceptibilidad, el perfeccionismo, etc. CÓMO LUCHAR CONTRA LA SOBERBIA Contra la soberbia se debe luchar practicando la virtud de la humildad. Esta virtud modera la desordenada inclinación de la propia excelencia, dando el preciso conocimiento de nuestra pequeñez delante de Dios. MANIFESTACIONES DE LA SOBERBIA La persona que habitualmente se deja llevar por la soberbia, cree tener la razón en todo lo que dice o hace; actúa como si Dios no existiera; jamás agradece los favores que le hacen; es impaciente ante los demás; quiere ser el primero en todo y dominar a su prójimo; casi siempre está de mal humor; es muy conflictivo; no acepta los consejos de los demás porque se cree intachable; vanidoso, egoísta, autosuficiente; nunca tiene paz en el alma; se jacta de sus cualidades y bienes; no reconoce a Dios como único principio y último fin; se siente el centro de todo; se rebela ante los preceptos de Dios, de la Iglesia, de los superiores, etc. EFECTOS DE LA SOBERBIA Los efectos que produce la soberbia son: Provoca dimensiones en las familias, en el trabajo, en el deporte. Es origen de muchos pecados. 2 LOS PECADOS CAPITALES Priva de la gracia de Dios, porque el da abundantemente gracias a los humildes y las niega a los soberbios. Conduce al egoísmo. Causa gran tristeza y soledad en el alma. Induce a la mentira y al disimulo. Provoca corazones duros, rígidos e inflexibles. Lleva a no pedir perdón ni a Dios ni al prójimo. Conduce a la lujuria. Hace al soberbio sentirse único y singular. Provoca odio, ira y discordia. REMEDIOS PARA DOMINAR LA SOBERBIA Algunos remedios que se pueden poner para dominar la soberbia son: Rezar. Porque la oración ayuda a pensar en Dios y en el prójimo. Contemplar la humildad de Jesucristo Nuestro Señor “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (San Mateo 11,29). Imitar la vida de la Virgen María. Agradecer a Dios por la vida que nos ha dado (un beneficio inmenso porque el que nunca le daremos las gracias suficientes). Reconocer que Dios es la causa de todo lo bueno y que por consiguiente a él pertenece toda la honra y toda la gloria. Hacer muchos actos de contrición para pedir perdón a Dios por los pecados cometidos. Olvidarse de sí mismo y pensar en cómo podemos ayudar a los demás. Hacer examen de conciencia con el fin de conocerse sinceramente. ¿Cómo soy? ¿Cuál es mi principal defecto? Aceptar con agrado las correcciones que los demás nos hacen. Obedecer con prontitud y agrado los mandatos recibidos de los superiores. No tener miedo al ridículo, ni al qué dirán. Pedir perdón a los demás ante alguna falta conocida. Servir desinteresadamente y con alegría a toso los que nos rodean. No buscar un trato especial. 3 No ponerse como ejemplo en las conversaciones. Hablar siempre bien de todos. No dar tanta importancia a las humillaciones recibidas. Saber olvidarlas. Vivir la caridad con todas las personas. Ser dócil para aprender cosas buenas de los demás. Acudir con frecuencia a los Sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía. La soberbia es reina de todos los vicios (San Gregorio Magno). CONTRA LA SOBERBIA, HUMILDAD Imitemos a la Santísima Virgen que en su profunda humildad exclamó ante el Arcángel San Gabriel en el momento de la anunciación: “He aquí a la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra” (San Lucas 1, 38). Luchemos diariamente por vivir la virtud de la humildad, porque es fundamento y guarda de todas las virtudes (San Bernardo, Sermón I). 1. AVARICIA. Es el deseo desordenado de poseer bienes o riquezas. Los pecados derivados de la avaricia son: Dureza de corazón. Consiste en ir exclusivamente detrás del dinero, sin importar con frecuencia las necesidades del prójimo. Injusticia violenta. Es la manera brutal que se utiliza para adquirir dinero, joyas, autos, objetos, etc. Fraude. Engaño que se hace al prójimo por medio de la venta de cosas inservibles o el aumento innecesario de los precios en el comercio. Perjurio. Juramento falso y sin necesidad para conseguir bienes. Traición. Consiste en quebrantar la lealtad que debe existir ante los contratos y negocios. Tacañería. Se refiere a no gastar en las cosas necesarias o realizar algunos gastos indispensables, con excesiva resistencia. El avaro comete pecado mortal cuando quebranta gravemente la justicia como: robos, usura, engaños, fraude, etc. El pecado es venial cuando se opone sólo a la generosidad. 4 LOS PECADOS CAPITALES CÓMO LUCHAR CONTRA LA AVARICIA Contra la avaricia se debe luchar practicando la virtud de la generosidad. Esta virtud nos inclina a socorrer a cualquier persona, de modo especial a los pobres, tratando de ayudarles a sus necesidades espirituales y materiales. MANIFESTACIONES DE LA AVARICIA. La persona avara, habitualmente, tiene un afán desmesurado de poseer riquezas con el fin de atesorarlas y de esta manera poder sentirse segura de sí misma: en ocasiones, adquiere bienes terrenos a través de medios injustos (fraudes, traiciones, etc.) pone su corazón en esos bienes, al grado de despreciar los espirituales y eternos; no socorre a los pobres en sus necesidades porque no desea gastar su dinero. EFECTOS DE LA AVARICIA. Los efectos que produce la avaricia son: Inquietud del alma. Por el cuidado superfluo que tiene de adquirir y conservar riquezas. Gran temor hacia el futuro. El avaro no cree que no tendrá le necesario para subsistir. Desconfianza. Porque en lugar de poner su confianza en la Providencia Divina, la pone en sus riquezas. Una especie de Idolatría. Considera sus bienes como fin de su vida, <adorando> el dinero como a un ídolo. Tiranía. En muchas ocasiones, quien dispone de cuantiosas sumas de dinero, goza de un poder e influencia muy grandes que degeneran en esta mala inclinación. REMEDIOS PARA DOMINAR LA AVARICIA Para dominar la avaricia es preciso poner los siguientes remedios: Meditar la vida de Jesucristo Nuestro Señor que desde su nacimiento hasta su muerte en la Cruz, vivió la pobreza <el cual siendo rico se hizo pobre por nosotros> (II Corintios 8, 9). Meditar acerca de la inanidad que trae consigo la acumulación de bienes, estos se acaban y no podremos llevarlos a la otra vida. <No queráis amontonar tesoros para 5 vosotros en la tierra… atesorad más bien para vosotros tesoros en el cielo> (San Mateo 6, 19-20). Pensar que las riquezas no son el fin de nuestra vida, sino medios que Dios nos da para remediar nuestras necesidades y las de nuestro prójimo. Realizar muchas obras de misericordia (visitar a los enfermos en algún hospital o en sus casas, ayudándolos con medicinas, servicios, dinero; asistir a los pobres con despensas, cobijas, ropa; visitar asilos, orfanatorios, cárceles; dar nuestro tiempo a los demás; aconsejar, comprender, consolar, etc. Promover obras sociales, ejercitando la virtud de la solidaridad. Por ejemplo, dando algunas becas para estudiantes de pocos recursos; sostener algún patronato donde se promuevan obras de beneficencia; cuando se tienen posibilidades crear fuentes de trabajo; impulsar centros educativos, iniciativas culturales y medios de comunicación realmente orientados, etc. <Los deberes de justicia y de caridad se cumplen, cada vez más contribuyendo personalmente al bien común según la propia capacidad y la necesidad ajena> (Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et Spes, n. 30). CONTRA LA AVARICIA, GENEROSIDAD. El nacimiento de Jesucristo, es una lección elocuente de generosidad y de entrega sin límites, pues él que es Dios verdadero, el Creador de todas las cosas del universo, se hizo pobre por nosotros naciendo en una cueva de Belén. Aprendamos a ser parcos con nosotros mismos y ser muy generosos con los demás. La riqueza de un hombre puede liberar de la miseria a un gran número de pobres, sino lo impide la tacañería y la avaricia. (San Gregorio de Nisa, Sermón I, sobre el amor a los pobres). 3. LUJURIA Es la inclinación desordenada a los placeres sexuales. Los pecados derivados de la lujuria son: Fornicación. Cuando el acto sexual se realiza entre personas no casadas y con consentimiento mutuo. Adulterio. Es el acto carnal entre dos personas no unidas en matrimonio entre sí, de las cuales una, al menos, es casada. Puede ser simple cuando solamente una de las dos personas es casada y doble cuando los dos lo son. Incesto. Acto sexual realizado entre consanguíneos (hermano y hermana, padre e hija…) 6 LOS PECADOS CAPITALES Prostitución. Acto sexual realizado por dinero o por otros intereses. Homosexualidad. Acto sexual realizado entre personas del mismo sexo. Se llama lesbianismo o safismo cuando se realiza mujer con mujer. Bestialidad. Acto sexual realizado con animales. Masturbación. Acto deshonesto realizado con el propio cuerpo; también se le llama vicio solitario. Onanismo. Interrupción del acto sexual para derramar el semen fuera del lugar debido. Estupro. Acto sexual utilizando la violencia. Rapto. Acto sexual realizado con una mujer a la que se secuestró. Sodomía. Acto sexual realizado de modo contrario a la naturaleza. La Iglesia enseña que los pecados de lujuria realizados consciente y voluntariamente son pecados mortales; no existe parvedad de materia, es decir, que por sí mismos constituyen siempre pecado mortal. En cambio el uso natural de la capacidad de generación dentro del matrimonio es una realidad querida y bendecida por Dios. También existen otras situaciones y pecados que son causa o efectos de los anteriores (las conversaciones impuras, las lecturas de revistas o libros pornográficos, los bailes indecentes, la asistencia de películas o espectáculos licenciosos, las manifestaciones de afecto desordenado, las malas miradas, las modas provocativas). CÓMO LUCHAR CONTRA LA LUJURIA Contra la lujuria, se debe practicar la virtud de la castidad. Esta virtud, llamada también Santa Pureza, regula la búsqueda del deleite sexual según el dictamen de la recta razón ayudada por la fe. El sexo se ordena al matrimonio y éste a la procreación de modo primario y esencial. CONSECUENCIAS QUE TRAE DE LA LUJURIA La lujuria trae consigo muchas y graves consecuencias, por ejemplo, hace perder el gusto por la religión. La inteligencia se ciega, se oscurece con nuestro fin último, conduce a la obsesión, porque busca a toda costa el deleite carnal; vuelve a las personas muy egoístas, tímidas y tristes; puede ocasionar enfermedades psíquicas y venéreas; produce apego a los bienes terrenos; la voluntad se adormece; inclina a una inconstancia en los quehaceres 7 personales; rebaja al hombre a una condición inferior a la de los animales; arrastra a otros pecados: pereza, soberbia, intemperancia. REMEDIOS PARA DOMINAR LA LUJURIA Los remedios que se deben poner para dominar la lujuria son: Rezar mucho para pedir a Dios el don de la castidad. Huir de las tentaciones y ocasiones próximas a pecar. Acudir con frecuencia a los Sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía. Vivir la templanza en las comidas y bebidas, dando al cuerpo algo menos lo necesario. Cuidar los detalles en la modestia y en el pudor. Controlar la imaginación sobre temas impuros. Mantenerse ocupado todo el día para evitar la ociosidad y la pereza. Guardar los sentidos, principalmente la vista, porque a través de ella pueden entrar muchas cosas sucias. Desechar la lectura de libros, revistas y diarios inconvenientes. Evitar acudir a espectáculos (cine, teatro, televisión) cuando tienden a ser pornográficos. Hacer deporte. Vivir la higiene. Ser sinceros ante Dios, con nosotros mismos y en la dirección espiritual para no engañarnos. Es preferible hablar <antes> que <después> con el sacerdote, sobre las tentaciones de impureza que tenemos. Olvidarse de sí mismo y pensar en servir a los demás. Esforzarnos por aumentar nuestra devoción a la Santísima Virgen María, Madre Inmaculada. Cuidar ciertas posturas al sentarse o dormir para evitar tentaciones. CONTRA LA LUJURIA, CASTIDAD Es digna de ser amada la belleza de la castidad, cuyo paladeo es más dulce que el de la carne, pues la castidad encierra un fruto muy suave y es la belleza sin mancha de los Santos. La castidad ilumina la mente y da salud al cuerpo (San Isidoro, sobre el bien supremo II, 1, 9). Pidamos a la Santísima Virgen, Inmaculada Concepción, <bella como la luna, resplandeciente como el sol> (Cantar de los cantares, 6, 10) que nos ayude para vivir la 8 LOS PECADOS CAPITALES virtud de la castidad a través de una lucha continua y de una afirmación cotidiana al amor de Dios. 4. IRA Es el apetito desordenado de la venganza. Los pecados derivados de la ira son: El odio. Consiste en desear el mal al prójimo, ya sea porque es enemigo o bien porque resulta su presencia. La maldición. Cualquier palabra que expresa un mal deseo al prójimo. La venganza. Devolver un mal a otro por algún daño recibido. El furor. Consiste en manifestar mucha cólera al prójimo. La contumelia. Pronunciar palabras injuriosas contra el prójimo para dañar su honor. La blasfemia. Estriba en decir palabras injuriosas contra Dios, la Virgen, los Ángeles, los Santos o la Iglesia Católica. El rencor. Resentimiento tenaz que se conserva de una ofensa, con resistencia para perdonar. La impaciencia. Consiste en enojarse por no resistir los males propios o ajenos. La ira puede ser pecado mortal o venial. Es mortal cuando se desea el castigo a quien no lo merece, o más de lo que se merece, porque se quebranta la caridad y la justicia. Es venial cuando existe arranques espontáneos de mal humor debido a las circunstancias; o cuando los movimientos de odio no son deliberados. Jesucristo enseña: todo aquel que se encoleriza con su hermano sin razón, sujeto estará a condena y el que dijera a su hermano raca, reo será del sanedrín y el que le dijere necio, reo será del fuego del infierno. (San Mateo 5,22) CÓMO LUCHAR CONTRA LA IRA Se debe luchar practicando la virtud de la paciencia. Esta virtud ayuda a sufrir sin tristeza de ánimo los males presentes, propios o ajenos. <Sea todo hombre pronto para escuchar pero detenido en hablar y refrenado en la ira> (Santiago 1, 19). MANIFESTACIONES DE LA IRA La persona irascible, suele manifestar diversos grados de ira. Ante una contrariedad muestra impaciencia, muchas veces a través del mal humor, acompañado o no de caras 9 largas y modales bruscos; pueden venirle también un arrebato en el que se irrita desmedidamente, manifestando su desagrado con gestos desordenados; en ocasiones con violencia, no sólo de palabras sino también con golpes; puede llegar al furor que degenera más tarde en el odio y venganza, a tal grado de desear la muerte del otro. EFECTOS DE LA IRA Por mal carácter, las actitudes carentes de afabilidad y los exabruptos, producen en el iracundo los siguientes efectos: Se encuentra solo, en la soledad del egoísmo. Es un amargado y resentido. Se encuentra en eterno descontento. Por su rigidez, cierra el camino hacia la misericordia. Se mantiene en un estado de tristeza permanente. Deja en los que rodean mucho descontento, amarguras, heridas que quizá nunca se cierran, lamentos, corazones cerrados con indiferencia, frialdad, resentimientos y desconfianza. El pecado de ira nos aparta de Dios y nos lleva a cometer otros muchos pecados. REMEDIOS PARA DOMINAR LA IRA Para remediar la ira es conveniente: Considerar el ejemplo de Jesucristo Nuestro Señor y sus palabras: <Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón> (San Mateo 11, 29); <Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen> (San Mateo 5, 44). Llamó amigo a Judas Iscariote en el mismo momento en que lo entregaba para ser juzgado. Para no admitir odio ni rencor, conviene pensar en el juicio que sigue a la muerte, en el que necesitaremos de mucha misericordia de Dios. Pedir a Dios nos ayude a ser pacientes ante los problemas. Ya San Pablo decía a los romanos: nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce la paciencia, la paciencia la virtud probada y la virtud probada, la esperanza, esperanza que no defrauda (Romanos 5, 3-4). Llevar las contrariedades de la vida diaria sin quejas). Perdonar siempre cualquier agravio, olvidando las injurias. 10 LOS PECADOS CAPITALES Para saber perdonar las ofensas, debemos tener presente que si perdonamos las ofensas ajenas, Dios nos perdonará las nuestras y nos ennoblecemos al imitar a Dios que perdonó y sigue perdonando a los pecadores. Comprender los defectos ajenos. Evitar los malos recuerdos del pasado para no volverse a enojar. Recordar que todos somos hijos de un mismo Padre celestial; así al rezar el padre nuestro decimos: perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Reflexionar antes de actuar o decir algo peyorativo. Callar cuando se siente la indignación. Rechazar cualquier inclinación al pesimismo, a la amargura, a la envidia o a los celos. Si caímos en un pecado de ira, reparar de inmediato con un acto de contrición y de mansedumbre. Luchar por vivir habitualmente la serenidad, la alegría, la comprensión, el buen humor, la sonrisa…, en una palabra la caridad. CONTRA LA IRA, PACIENCIA La Coronación de espinas fue uno de los tantos padecimientos que sufrió Jesucristo; después de haberle azotado con ira, los soldados improvisaron una corona de espinas y se la colocaron sobre su cabeza hasta hacerle brotar sangre y Jesús callaba. Aprendamos de Cristo que sufrió por nosotros durante su pasión y muerte, manifestando una paciencia infinita hacia aquellos que lo maltrataron. La virtud de la paciencia, sabe soportar todo con un corazón magnánimo (Casiano, Instituciones, 7). 5. GULA. Es el apetito desordenado de comer y beber. Los pecados derivados de la gula son: En la comida. Comer fuera de hora y sin necesidad, con voracidad y glotonería, en cantidades excesivas, o bien, ingerir alimentos muy refinados y cuidadosamente condimentados para buscar mayor deleite. En la bebida. Tomar con exceso bebidas alcohólicas por puro placer o con el fin de cometer otros pecados; tales como fornicar, robar, etc. 11 La gula puede ser pecado mortal o venial. Es mortal cuando se ocasiona voluntariamente un daño a la salud; cuando se pierde el uso de razón en el caso de la embriaguez total; cuando supone un despilfarro grave o cuando se causa grave escándalo a los demás. Es venial cuando lleva al deleite de comer y beber inmoderadamente pero sin caer en los excesos graves expuestos anteriormente y sin que se quebrante algún precepto de importancia. CÓMO LUCHAR CONTRA LA GULA Contra la gula se debe practicar la virtud de la templanza. Esta virtud enriquece la voluntad y la inclina a refrenar los diferentes apetitos sensitivos hacia los bienes deleitables contrarios a la razón. Los bienes deleitables son: el placer de comer y el sexual; el primero está vinculado a la conservación del individuo, el segundo al de la especie. Estas tendencias no son malas en cuanto logran sus bienes deleitables dentro del orden racional, es decir, dentro de la consecución de sus fines respectivos para los que han sido constituidos por Dios, de acuerdo con el ser y actividad del hombre. El pecado o desorden en este campo, consiste en el uso de los goces de tales tendencias contra los fines naturales o bien, con exceso o fuera de la medida necesaria para la consecución de los mismos. La templanza se puede manifestar de distintas maneras, una de ellas es la sobriedad. Misma que mantiene en su justa medida moral el gusto por la comida y la bebida. EFECTOS DE LA GULA Los efectos que producen la gula son: La alegría necia, la bufonería, la impureza, las palabras necias y el embotamiento de la mente (Sto. Tomás de Aquino, 2-2, q. 148 a.5). Por el apetito desordenado en el comer y beber, se ocasionan daños al cuerpo y al alma (debilitamiento de la voluntad y torpeza de la mente). Provoca escándalo y malos ejemplos a los demás. Es una de las puertas por donde entra la lujuria y la inmundicia (vómitos y malestares físicos digestivos). Provoca la locuacidad en algunas personas, principalmente en la embriaguez que lleva a decir chistes o bromas de mal gusto y de poca educación. Debilita la vida intelectual y moral. 12 LOS PECADOS CAPITALES La embriaguez puede traer consecuencias graves tanto para el alma como para el cuerpo (la cirrosis hepática, indigestiones, pesadez física, aceleración de la muerte). Muchas veces pone en peligro el patrimonio familiar por los gastos indebidos. REMEDIOS PARA DOMINAR LA GULA Los remedios que se pueden poner para dominar la gula son: Meditar las palabras que enseña Jesucristo Nuestro Señor <si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame> (San Mateo 16, 24). Hacer pequeños sacrificios o mortificaciones para fortalecer la voluntad; así con esta práctica espiritual, se dejará por amor a Dios, algo que nos gusta y se aceptará aquello que desagrada a la inteligencia o a los sentidos. Saber huir de las ocasiones peligrosas y de las malas compañías, principalmente si se trata con lo relacionado al alcohol. Pedir ayuda a Dios para vivir la sobriedad. Levantarse de la mesa –al comer- con cierta sensación de levedad y vigor, quedarse con un poco de hambre. Consultar a un buen doctor para moderar el apetito, ni de más ni de menos. A manera de ejemplo, los pequeños sacrificios que podríamos hacer en cada comida (retrasar con un vaso con agua, no ponerle azúcar al café algún día, servirse una cucharada más de aquel platillo que no nos gusta, etc.). Si se tuvo la desgracia de contraer el vicio el alcohol, el remedio eficaz es la total abstención. Con la ayuda de Dios, del médico y de algún grupo dedicado a este tipo de ayuda, podrá lograrlo. Beber una o dos cervezas o una copa de vino no es malo, el desorden radica en el exceso. Comer con intención recta y sobrenatural, no como los animales que no buscan sino la satisfacción de su apetito. Es necesario comer para poder trabajar más y mejor y servir más a Dios y a los demás. San Pablo aconseja: ya comiereis, ya bebiereis, hacedlo todo para la gloria de Dios. (I Corintios 10, 31). Las personas que sólo piensan en comer y beber, deben recordar que existen muchos pobres que casi no comen; este pensamiento les llevará a ser generosos entregando 13 una porción de su propia comida a estas personas (pero que no sean los desperdicios). No seas insaciable ante cualquier clase de comida, no seas gotón al comer (Eclesiástico 37, 32). No hay que buscar lo superfluo, ni mimar el cuerpo más de lo que sea necesario para que sirva al alma (San Basilio, Discurso a los jóvenes). CONTRA LA GULA, TEMPLANZA Tomó entonces Pilato a Jesús y mandó a azotarle (San Juan 19, 1). Cada golpe que recibió Jesús, lo aceptó por amor a nosotros. Su espalda y su pecho quedaron convertidos en una gran llaga. ¿No es verdad que seguimos siendo sus verdugos cuando cometemos algún pecado? Cada pecado nuestro necesita ser reparado ¿cómo? Con un constante espíritu de penitencia y de mortificación en las comidas y bebidas, pues la penitencia purifica el alma, eleva el pensamiento, somete la carne propia al espíritu, hace al corazón contrito y humillado, disipa las nebulosidades de la concupiscencia, apaga el fuego de las pasiones (San Agustín, Sermón 73). 6. ENVIDIA. Es la tendencia a entristecerse por el bien ajeno, en cuanto rebaja nuestra gloria y excelencia. Los pecados derivados de la envidia son: Tristeza. Es afligirse al ver el bien ajeno. Odio. Deseo de un mal al prójimo. Detracción. Consiste en denigrar la fama de los demás, hablando mal de ellos. Calumnia. Cuando se le atribuye La envidia puede ser pecado mortal o venial. Es mortal cuando se opone directamente a la caridad, que manda nos alegremos bien del prójimo, cuanto mayor es el bien que se envidia, más grave es el pecado. Es venial cuando el sentimiento es poco advertido y poco voluntario. CÓMO LUCHAR CONTRA LA ENVIDIA Contra la envidia se debe luchar practicando la virtud de la caridad. La caridad nos lleva a amar a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo por amor a Dios. 14 LOS PECADOS CAPITALES MANIFESTACIONES DE LA ENVIDIA Como la envidia procede de la soberbia, el envidioso no desea tener superiores ni rivales; se entristece al ver que a su alrededor hay quienes tienen muchas virtudes o bienes materiales que él no tiene; le molesta ver que otros alcanzan triunfos y éxitos; le inquieta oír alabanzas que se hacen a otros, de tal manera, que tratan de atenuar eso elogios hablando mal de los alabados; si descubre alguna falta o pecado en el prójimo, lo propaga enseguida, aumentándolo; como no puede negar que su contrario es superior a él, le quita méritos y lo empequeñece; demostrando así que es pusilánime y pobre de espíritu; no tiene un juicio recto para amar la verdad. Empieza por envidiar los bienes ajenos y si no rechaza estos malos impulsos, acaba odiando a su prójimo. EFECTOS DE LA ENVIDIA Los efectos que produce la envidia son: Provoca angustia y falta de paz en el alma, porque el envidioso no consigue dominar a sus contrarios. Es fuente de odio, como el que tuvieron a José, sus propios hermanos (cfr. Génesis 37, 4). Destruye la fraternidad y con frecuencia corrompe la amistad. La Sagrada Escritura dice: el hombre es envidiado por su propio compañero (Eclesiástico 4, 4). Produce corazones secos, entenebrecidos, pobres y sin capacidad para amar. Pues donde existen envidias y espíritu de contienda, allí hay desconcierto y toda clase de maldad (Santiago 3, 16) Provoca resentimientos y heridas profundas. Así lo vemos con el rey Saúl: Irrítose mucho Saúl y le disgustó el suceso, pues decía ‘dan miríadas a David y a mí millares; sólo le falta ser rey’. Y desde aquel día en adelante miraba Saúl a David con ojos de envidia (I Samuel 18, 8-9). En ocasiones, el envidioso realiza trabajos excesivos con el fin de no ser alcanzado por nadie. Lleva a reír y a gozar ante las adversidades del prójimo. Tiende a sembrar divisiones entre familiares o conocidos por no aceptar su condición social o económica. 15 Ataca con palabras y obras al que ha conseguido triunfos y éxitos profesionales o bienes materiales. Puede llegar al crimen, a la manera de Caín que mató a su hermano, o como los fariseos que crucificaron a Jesucristo (cfr. San Mateo 27, 18). No seamos ambiciosos de vanagloria, provocándonos los unos a los otros y recíprocamente envidiándonos. (Gálatas 5, 26). REMEDIOS PARA DOMINAR LA ENVIDIA Los remedios para dominar la envida son: Recordar que todos somos hermanos, miembros del cuerpo Místico, cuya cabeza es Cristo y las buenas cualidades de unos redundan en los otros, es por eso que debemos alegrarnos al ver el bien ajeno como si fuera propio. Rezar para pedir a Dios un corazón grande y rebosante de generosidad. Meditar acerca de la entrega total y generosa de Jesucristo Nuestro Señor, de la Virgen María y de todos los santos. Servir a los demás desinteresadamente para no pensar en sí mismo. Practicar las obras de misericordia corporales y espirituales. Ver al prójimo, sea el que sea, como hijo de Dios y hermano nuestro; así descubriremos nuestros valores y lo apreciaremos. Reflexionar antes para no dejarse llevar por cualquier movimiento de envidia. Fomentar la emulación (es un sentimiento bueno que nos mueve a imitar y aun a superar, con la ayuda de Dios, las virtudes de nuestro prójimo. Es por eso que la Iglesia nos muestra a los Santos para que los imitemos, animándonos a una santa emulación. CONTRA LA ENVIDIA, CARIDAD Dios, en este mundo, padece frío y hambre en la persona de todos los necesitados, como dijo él mismo: ‘Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis’. El mismo Dios que se digna a dar en el cielo quiere recibir en la tierra (San Cesáreo de Arlés, Sermón 25, 1). Aprendamos a vivir la caridad ejercitando las obras de misericordia temporales y espirituales. La caridad produce gozo y alegría en el alma generosa. 16 LOS PECADOS CAPITALES 7. PEREZA. Es la tendencia a la ociosidad o al descuido de los propios deberes. Es también, un debilitamiento de la voluntad que rechaza cualquier esfuerzo y trabajo que son necesarios para poder cumplir las propias obligaciones. Los pecados derivados de la pereza son: Vagancia. Esto es, huir del trabajo. Indolencia. Consiste en realizar los propios deberes con lentitud. Negligencia. Actuar sin atención ni cuidado en los deberes propios o ajenos. Pusilanimidad. Tener pequeñez de ánimo para realizar los deberes y cumplir con los preceptos. Se opone directamente a la virtud de la magnanimidad. Tedio. Se refiere a la desgana o repugnancia para cualquier cosa que cueste esfuerzo. Inconstancia. Cambio de quehacer o de trabajo sin motivo suficiente. Acedia. Disgusto por todas las cosas que se relacionan con Dios. Suele denominarse también tibieza. Divagación de la mente. Se refiere a pensar cosas ilícitas. La pereza puede ser pecado mortal o venial. Es mortal cuando se omiten graves obligaciones. Es venial, cuando no hay plena advertencia o pleno consentimiento. CÓMO LUCHAR CONTRA LA PEREZA Contra la pereza se debe luchar practicando la virtud de la diligencia. Esta virtud mueve a las personas a obrar con esmero y con espíritu de servicio en los intereses propios o ajenos. MANIFESTACIONES DE LA PEREZA Cuando el hombre se deja dominar por el placer de la vida o de la inconstancia, aparece dicho pecado de muy diversas formas en el perezoso: pierde el tiempo sin hacer nada, aparenta realizar muchas cosas pero no lleva a su fiel cumplimiento su obligación concreta; escoge sus ocupaciones según el capricho del momento; realiza cualquier actividad sin energía ni ánimo; ante cualquier pequeña dificultad que se le presenta, cambia de trabajo; siempre está comenzando sin poner nunca las últimas piedras (no acaba bien lo que comenzó); pasa los días entre dormir, sestear y descansar; inventa excusas tontas con el fin de no cumplir sus obligaciones; tiene torpeza e indolencia en la guarda de los Mandamientos y de sus deberes religiosos. 17 EFECTOS DE LA PEREZA Los efectos que produce la pereza son: Provoca malos pensamientos y malos deseos. Produce divagaciones de la mente hacia las cosas ilícitas. Acarrea muchos vicios consigo, porque la ociosidad es la madre de todas las miserias y de los vicios (cfr. Proverbios 24, 31). Lleva a vivir a expensas de los demás (convierte al perezoso en un parásito), sin fruto ni beneficio. Trae consigo el ser despreciado por todos. Daña a la familia, a la sociedad y a la Iglesia, porque no produce frutos ni temporales ni espirituales. La vida del perezoso pierde sentido (se convierte en una persona inútil). REMEDIOS PARA DOMINAR LA PEREZA Pedir ayuda a Dios para fortalecer la voluntad. Alejar los pensamientos inútiles. Reflexionar frecuentemente acerca de los males que acarrean la pereza (a sí mismo, a la familia y a la sociedad). Seguir la idea popular "No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Tener en cuenta que el descanso consiste en realizar actividades que comporten menos esfuerzo (buscar una afición, practicar un deporte, tocar un instrumento musical, etc.) Así se evita el ocio. Hacer un buen examen de conciencia diariamente, puntualizando en qué cosas podemos ser más diligentes. Levantarse diariamente en punto, en hora fija, sin conceder ni un minuto a la pereza (cfr. Beato Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, n. 191). Acercarse a los Sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía para vivir en gracia de Dios y así poder vencer las negligencias. Seguir los consejos de un buen director espiritual. Luchar por aprovechar bien el tiempo, sabiendo que no es nuestro sino de Dios. Recordar que la pereza es una ofensa a Dios, porque lleva a omitir muchos actos buenos que podríamos hacer. Empezar y terminar cualquier quehacer, hasta el último detalle. Luchar por ser constantes y perseverantes. 18 LOS PECADOS CAPITALES Tener presente que el trabajo nos ayuda a santificarnos y a santificar a los demás que nos hace felices en esta tierra y en la otra. Controlar la imaginación sobre cosas ilícitas. Imitar la vida y el trabajo que realizó Jesucristo Nuestro Señor. Recordar las palabra de Jesucristo sobre la higuera (Dijo entonces el viñador: van ya tres años que vengo en busca del fruto de esta higuera y no lo hallo; córtala ¿por qué ha de ocupar la tierra en vano? Le respondió y dijo: déjala aun por este año que la cave y la abone, a ver si da fruto para el año que viene, si no, la cortarás. (San Lucas 13, 7-9). Y mientras estuvimos entre vosotros, os advertimos que el que no quiera trabajar no coma (II Tesalonicenses 3, 10). Eran nuestros sufrimientos los que llevaba, nuestros dolores los que le pesaban, mientras nosotros le creíamos azotado, herido por Dios y humillado. Ha sido traspasado por nuestros pecados, deshecho por nuestras iniquidades; el castigo, precio de nuestra paz, cae sobre él y a causa de sus llagas hemos sido curados […] él que llevaba los pecados de muchos e intercedía por los malhechores. (Isaías 53, 4-5, 12): CONTRA LA PEREZA, DILIGENCIA Por aquellos días partió María y se fue apresuradamente a las montañas de Judá. Y habiendo entrado en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. (San Lucas 1, 39-40). Aprendamos de la Santísima Virgen, a vivir el espíritu de servicio con diligencia. La palabra diligente viene del verbo diligo, que es amar, apreciar, escoger como fruto de una atención esmerada y cuidadosa. No es diligente el que se precipita, sino el que trabaja con amor, primorosamente. (Beato Josemaría Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, 81). Es señal manifiesta de amor a Dios, la prontitud en la observancia de los mandamientos divinos y en socorrer con prontitud y diligencia al prójimo. 19