Marco Tulio Cicerón De la vejez 8 fertur Seriphio cuidam in iurgio respondisse, cum ille dixisset non eum sua, sed patriae gloria splendorem adsecutum: 'Nec hercule,' inquit, 'si ego Seriphius essem, nec tu, si Atheniensis clarus umquam fuisses.' Quod eodem modo de senectute dici potest. Nec enim in summa inopia levis esse senectus potest ne sapienti quidem, nec insipienti etiam in summa copia non gravis. todo consiste en eso. Según se cuenta, un tal Serifio en un debate dijo que Temístocles había conseguido prestigio por su patria, no por sí mismo. Temístocles le respondió: "¡Por Hércules!, aunque yo fuera Serifio y tú Temístocles, tú jamás habrías llegado a ser ilustre!" Ni siquiera el sabio puede afrontar la vejez de manera llevadera en medio de la más profunda indigencia, pero para el necio, aún en la suma abundancia, no deja de ser gravosa. 9. Aptissima omnino sunt, Scipio et Laeli, arma senectutis artes exercitationesque virtutum, quae in omni aetate cultae, cum diu multumque vixeris, mirificos ecferunt fructus, non solum quia numquam deserunt, ne extremo quidem tempore aetatis (quamquam id quidem maximum est), verum etiam quia conscientia bene actae vitae multorumque bene factorum recordatio iucundissima est. Las armas defensivas de la vejez, Escipión y Lelio, son las artes y la puesta en práctica de las virtudes cultivadas a lo largo de la vida. Cuando has vivido mucho tiempo, producen frutos maravillosos. La conciencia de haber vivido honradamente y el recuerdo de las muchas acciones buenas realizadas, resulta muy satisfactorio en el último momento de la vida. IV. 10. Ego Q. Maximum, eum qui Tarentum recepit, senem adulescens ita dilexi, ut aequalem; erat enim in illo viro comitate condita gravitas, nec senectus mores mutaverat. Quamquam eum colere coepi non admodum grandem natu, sed tamen iam aetate provectum. Anno enim post consul primum fuerat quam ego natus sum, cumque eo quartum consule adulescentulus miles ad Capuam profectus sum quintoque anno post ad Tarentum. Quaestor deinde quadriennio post factus sum, quem magistratum gessi consulibus Tuditano et Cethego, cum quidem ille admodum senex suasor legis Cinciae de donis et muneribus fuit. Hic et bella gerebat ut adulescens, cum plane grandis esset, et Hannibalem iuveniliter exsultantem patientia sua molliebat; de quo praeclare familiaris noster Ennius: Yo, siendo joven, aprecié como a un igual a Quinto Máximo, quien recobró Tarento siendo ya un anciano. En aquel varón existía una gran firmeza y ni siquiera la ancianidad pudo cambiar sus costumbres. Cuando comencé a cultivar su amistad todavía no era viejo, pero sí de avanzada edad. Yo nací al año siguiente de su primer consulado. Siendo yo adolescente y él en su cuarto consulado, marché junto con él como soldado a Cápua, y, cinco años después, a Tarento. Cuatro años más tarde fui cuestor, ejercí como magistrado siendo cónsules Tuditano y Cetego. Él, ya longevo, fue acérrimo defensor de la ley Cincia que no permitía obsequios ni regalos en la defensa de una causa. El llevaba los asuntos bélicos como un joven, aunque en realidad era ya un anciano. Con su paciencia aguantaba al joven y fogoso Aníbal. Acerca de esto manifestó con toda brillantez nuestro querido amigo Ennio: Unus homo nobis cunctando restituit rem, Noenum rumores ponebat ante salutem: Ergo plusque magisque viri nunc gloria claret. "Fue un hombre que nos puso a salvo en una situación difícil. No anteponía las críticas a la defensa de la república. Por lo tanto, honor y gloria para este varón ahora, en la hora de su muerte y para siempre". 11. Tarentum vero qua vigilantia, quo consilio recepit! cum quidem me audiente Salinatori, qui amisso oppido fugerat in arcem, glorianti atque ita dicenti; 'Mea opera, Q. Fabi, Tarentum recepisti,' 'Certe,' inquit ridens, 'nam nisi tu amisisses numquam recepissem.' Nec vero in ¡Con qué perspicacia y decisión recuperó Tarento! Recuerdo que Salinator, una vez perdida la ciudad, había huido a la fortaleza, y posteriormente se vanagloriaba a voz en grito: "Con mi colaboración, Quinto Fabio, has recobrado Tarento." "Ciertamente —le contestó Fabio