Radio María - Colombia Maria Plena de Gracia Escuelas Radiofónicas Marianas RADIO MARÍA DE COLOMBIA 5 CARTILLA Diciembre de 2015 Unidad Radio María - Colombia UNIDAD 1 Indice Contenido Objetivos 5 5 MARÍA LA MADRE DE DIOS Y LA LLENA DE GRACIA 2 1. Introducción a los dogmas marianos 6 . El dogma 8 . La evolución del dogma 10 . La evolución del dogma mariano 13 2. Los dogmas marianos 18 . Maternidad divina 18 . Inmaculada Concepción 29 . Perpetua virginidad 38 . Perfecta santidad. 45 . Asunción a los cielos. 59 3. Mediación Universal - La maternidad Espiritual de María 66 1. Fundamento de la maternidad espiritual de María. 68 2. Verdadero sentido de la maternidad espiritual de María. 70 3. Las etapas de la maternidad espiritual de María. 74 4. Extensión de la maternidad espiritual de María. 80 5. María, Madre de la Iglesia. 81 Bibliografía 82 3 Unidad Radio María - Colombia UNIDAD 2 87 Contenido Objetivos 87 HEREJÍAS ANTIMARIANAS 1. Las herejías anti-marianas de la historia 88 • Adversarios de la maternidad divina o humana de María 89 • Adversarios de la virginidad perfecta. 93 • Adversarios de la santidad. 98 • Adversarios del Concepción. • Adversarios del dogma de la Asunción. 100 • Adversarios de la Corredención y de la Mediación universal 101 • Adversarios del culto mariano 103 2. María Santísima y los protestantes 106 Bibliografía 116 dogma de la Inmaculada 4 fgfgfgfgfg 99 Unidad Didáctica 1 Contenido El dogma. La evolución del dogma. La evolución del dogma mariano. Los dogmas marianos: Maternidad divina. Inmaculada Concepción. Perpetua virginidad. Perfecta santidad. Asunción a los cielos. Objetivos: • Conocer el desarrollo histórico y el contenido teológico de los dogmas marianos 5 • Definir qué es un dogma y en qué consiste la evolución del dogma. • Lograr en los estudiantes un claro conocimiento de las verdades fundamentales que la Iglesia católica expone en torno a la Madre de Dios. • Identificar cuáles son los fundamentos dogmáticos del culto que la Iglesia tributa a la Madre de Dios Unidad 1 MARÍA LA MADRE DE DIOS Y LA LLENA DE GRACIA La doctrina fundamental de la Iglesia en torno a la Madre de Dios se halla condensada aquí en dos capítulos distintos, tras una oportuna “Introducción a los dogmas marianos”. En el primer capítulo: La Maternidad divina y la plenitud de gracia; en el segundo: su Maternidad espiritual y su Mediación universal, respecto de los fieles individualmente y de toda la Iglesia. En uno y otro ofrecemos en breve síntesis el desenvolvimiento del núcleo sustancial y de la teología mariana más segura, tratada especialmente a la luz de los principios tomistas y llena de sugestiones sobre la maravillosa armonía de la doctrina católica en torno a la eminente dignidad de la Madre de Dios, a su plenitud y al desarrollo progresivo de su gracia interior, en torno, finalmente, a su maternidad espiritual. 6 1. INTRODUCCIÓN A LOS DOGMAS MARIANOS. Nunca como ahora resulta necesario poner bien en claro los fundamentos dogmáticos del culto que tributa la Iglesia a la Madre de Dios. Vivimos actualmente en una época en la cual, por misteriosa acción del Espíritu Santo, la figura de María va adquiriendo cada día mayor relieve dentro de la única legítima predicación del Evangelio, que es la predicación llevada a cabo por la Iglesia católica. Radio María - Colombia Ahora bien, este fenómeno – tan consolador para todo el que quiera comprenderlo – despierta algunas veces inquietudes o al menos deja maravillados a quienes tienen menos luz. No pretendemos hablar aquí de los protestantes, cuyas razones de disentimiento son demasiado evidentes, habiendo rechazado ellos toda guía de fe distinta de la Escritura. Pero hay también entre los católicos quienes piensan, e incluso afirman, que estamos empezando a exagerar, y que, si continuamos de esta manera, acabaremos poniendo en segundo lugar el único Mediador, entre Dios y los hombres, Cristo Jesús. Tampoco faltan quienes, sin llegar a tanto, consideran, sin embargo, el actual movimiento mariano como una adición al Evangelio, debida al fervor de la devoción de los pueblos meridionales, bellísima si se quiere, pero sin sólido fundamento en él. No podemos negar, por otra parte, que la excesiva e ingenua credulidad de que han dado prueba algunos en estos últimos años, respecto a supuestas apariciones y mensajes de Nuestra Señora, y algunas expresiones que oímos a veces e incluso que encontramos en los libros, escritos muchas veces con la mejor intención, no contribuyen ciertamente a disipar estas erróneas prevenciones. 7 Esto no puede hacerlo más que una exposición, no retórica, sino sólida y clara, de la Mariología, es decir de aquella parte de la ciencia teológica que trata de Nuestra Señora. Aquí, dado el carácter de la obra, nos limitaremos a insinuar los principios fundamentales, Unidad 1 Radio María - Colombia con la esperanza de animar a cuantos deseen mayor información y conocimiento, a enfrentarnos con los trabajos en los cuales se trata la materia de manera más abundante 1 Sin embargo, es necesario, antes de que tratemos de cada uno de los dogmas marianos, decir algo sobre el dogma en general y sobre la forma en que el dogma se desarrolla. El dogma. “Dogma”, en el lenguaje teológico, significa una verdad revelada por Dios y propuesta como tal por el magisterio infalible de la Iglesia. Contiene, por tanto, dos elementos: el primero, interno y objetivo, es la verdad revelada por Dios; el segundo, externo y jurídico, es la proclamación de esta verdad por parte del magisterio infalible de la Iglesia. En primer lugar, el dogma es una verdad revelada por Dios, una verdad que el mismo Dios ha querido comunicar a los hombres. Ahora bien, Dios, al revelar, puede dirigirse a una persona determinada en particular o a todo el género humano. En el primer caso tenemos una revelación privada, que exige la obligación de la fe exclusivamente en aquella persona a quien es dirigida; en el segundo, una revelación pública que ha de ser aceptada por todos, en cuanto que lleguen a conocerla. Una revelación del primer tipo sería, por ejemplo, la revelación recibida por Santa Margarita María de Alacoque, que tiene por 8 1 Cfr., por ejemplo, CAMPANA, E., Marìanel dogma cattolico, Torino, 1936; BERTETTO, Marìanel dogma cattolico, Torino, 1949. objeto la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Revelación pública, en cambio, destinada a todos los hombres, es la revelación cristiana, llamada así porque nos fue transmitida principalmente por medio de nuestro Señor Jesucristo. El dogma es una verdad que pertenece a la revelación cristiana, que ha de encontrarse, por consiguiente, en la Sagrada Escritura o en la Tradición, que, tomadas en conjunto, constituyen el llamado “depositum fidei, que contiene todas las verdades comprendidas en la revelación cristiana. La Sagrada Escritura o Biblia es el conjunto de los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento reconocidos por la Iglesia como inspirados por Dios. Han sido escritos por autores humanos, pero bajo el influjo especialísimo de Dios (la inspiración), que ha hecho, no sólo que cuanto está en ellos contenido sea verdad infaliblemente, sino también que Dios sea el autor de los mismos libros. La Tradición se extiende también a aquellas verdades que Cristo reveló a sus Apóstoles, o que también después de la Ascensión les fueron manifestadas por el Espíritu Santo, para que las transmitiesen a todos los hombres, pero que no han sido registradas en los libros inspirados. 9 En segundo lugar, para tener un dogma es necesario que la verdad revelada sea propuesta como tal por el Magisterio infalible de la Iglesia. El depósito de la fe ha sido confiado por Jesucristo mismo a los Apóstoles, cuya cabeza fue constituido Pedro, y a sus sucesores, que son los obispos, con su cabeza el Papa. Papa y obispos constituyen lo que suele llamarse la Iglesia “docente”, que posee el derecho y la obligación de enseñar cuáles son Unidad 1 Radio María - Colombia las verdades que pertenecen a la fe, y que para el cumplimiento de esta misión, gracias a la asistencia del Espíritu Santo, prometida por Cristo, goza del privilegio de la infalibilidad. Lo cual ocurre de manera extraordinaria, en el caso en que sea promulgada una definición solemne por un Concilio aprobado por el Papa, o también por el solo Papa, de forma ordinaria, a través de la enseñanza dada comúnmente por los obispos en comunión con la Sede Romana, quienes, en las diversas diócesis esparcidas por el mundo, atestiguan de manera absoluta que una determinada verdad ha de ser creída por todos. Adviértase que una cosa puede ser dogma de fe exclusivamente en virtud del magisterio ordinario, que, como hemos dicho, también es infalible. Sin embargo, la máxima claridad la adquiere el dogma cuando es propuesto de forma solemne en una definición solemne; porque en tal caso todos pueden reconocer fácilmente el ejercicio del magisterio infalible de la Iglesia. La evolución del dogma. La revelación pública quedó cerrada con la muerte de los Apóstoles, ni podemos esperar que Dios añada algo a ella. Los Apóstoles fueron, efectivamente, designados por el mismo Jesucristo como portadores de su mensaje, al cual debían todos creer para conseguir la salvación (Mt., 28,18ss.). La Iglesia, por consiguiente no tiene más que la misión de custodiar el depósito de la revelación, predicándolo a todas las generaciones hasta la consumación de los siglos. Podría parecer que por ello mismo debiera 10 estar excluida la posibilidad de que, conforme van pasando los siglos, se vaya enriqueciendo el contenido dogmático del cristianismo. Pero no es así. El progreso, efectivamente, puede venir gracias a una mejor inteligencia de las verdades reveladas y consiguientemente de una enseñanza cada vez más explícita de ellas por parte de los pastores de la Iglesia. Los Apóstoles predicaron toda la revelación cristiana, sin quitar ni poner nada. Pero la predicaron de una manera concreta, sin distinguir analíticamente las diversas verdades que han de ser aceptadas con fe, sin deducir todas las consecuencias que estaban contenidas en ellas e insistiendo principalmente en las líneas fundamentales del mensaje evangélico. Conforme iban pasado los siglos, la Iglesia, meditando en el tesoro de verdades que había recibido en custodia, lo comprendió cada vez más profundamente, y como consecuencia de ello, su enseñanza se fue enriqueciendo más y haciéndose más abundante. En este único sentido puede hablarse de una evolución de los dogmas, no como si la sustancia misma de la revelación pudiese enriquecerse o cambiar. Solamente puede haber un dogma nuevo cuando una verdad, que ha sido creída siempre implícitamente por la Iglesia, es claramente propuesta por el magisterio eclesiástico, en un momento determinado, en forma ordinaria o extraordinaria, como verdad revelada. 11 Primera causa de esta evolución del dogma es el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia. Bajo su influjo, las investigaciones de los teólogos, la devoción del pueblo, la atención de los obispos, es movida Unidad 1 a considerar de una manera atenta esta o aquella verdad que pertenece a la fe, para entenderla mejor, para descubrir todas sus consecuencias. Son, además, ocasión muchas veces para el desarrollo del dogma los herejes, quienes, al negar algunas de las verdades que pertenecen al depósito de la revelación, hacen necesaria una definición explícita de ella. Suelen distinguirse tres estadios en la evolución del dogma. El primero, de pacífica posesión, en el cual la verdad que será proclamada algún día como dogma es creída por todos, pero todavía sólo implícitamente, en cuanto que está contenida en otras verdades que pertenecen a la fe común. El estadio de controversia, en cambio, es aquel en el cual comienza la explicitación. Algunos ven claramente que le verdad se halla contenida en el depósito de la revelación, otros lo niegan o, por lo menos, lo ponen en duda. Estos últimos, durante este segundo período, no pueden ser considerados como herejes. Pueden ser hasta grandes teólogos y grandes santos, pero que todavía no ven del todo claro. Ellos mismo, de hecho creen implícitamente aquella verdad que explícitamente niegan, en cuanto que admiten con fe sincera todo lo que Dios ha revelado y se someten de antemano a todo eventual juicio de la Iglesia. 12 Pero, sin embargo, no puede darse la posibilidad de que una verdad que será dogma de fe en su día, pueda ser negada en un momento determinado por toda la Iglesia o sea profesada exclusivamente por la Iglesia Romana, cuyo obispo, el Papa, es infalible. El tercero y último estadio es el que se inaugura con la proclamación del nuevo dogma por parte de la Iglesia docente. Nuevamente nos encontramos en Radio María - Colombia un estadio de pacífica posesión, pero ya no implícito, sino explícito. La evolución del dogma mariano. Antes de considerar cada uno de los dogmas marianos, echemos aquí, una vez más, una mirada de conjunto al puesto que la Madre de Jesús ocupa en la revelación cristiana. De esta manera resultará más fácil comprender cómo todas las verdades que en el curso de los siglos ha ido enseñando la Iglesia cada vez más explícitamente, a propósito de Ella y de sus relaciones con la obra del Redentor, se funden en una síntesis armoniosa. Se equivocaría ciertamente quien creyese que se puede hacer esto fundados exclusivamente en la Sagrada Escritura, que no contiene más que una parte de la Revelación. Hay, sin embargo, un texto del Antiguo Testamento que interpretado a la luz de toda la revelación posterior y siguiendo las indicaciones del Magisterio eclesiástico, se presta muy bien para nuestro propósito. Se trata del llamado Protoevangelio, es decir, de la primera promesa de salvación que se hizo a la Humanidad después del pecado original. 13 Nos encontramos en un momento altamente dramático para la historia del hombre. Dios ha obligado a nuestros progenitores a confesar su desobediencia y se decide a arrojarlos del Paraíso terrenal, lejos de su íntima familiaridad, privados de la gracia y de los demás dones sobrenaturales, condenados juntamente con sus descendientes a una vida de trabajo y de calamidades. Pero antes de Unidad 1 pronunciar la condenación, Dios hace brillar a sus ojos un rayo de esperanza. Volviéndose al diablo, que bajo las apariencias de una serpiente los ha inducido a rebelarse contra Dios, les anuncia que no podrá gozar sin perturbaciones de su triunfo: “Pondré enemistades entre ti y la mujer, y entre su descendencia y la tuya, Ella te aplastará la cabeza; mientras que tú armarás asechanzas a su calcañar” (Gen, 3, 15) No sabemos hasta qué punto Adán y Eva comprendieron el sentido de estas palabras. Más para nosotros, que vivimos en la plenitud de los tiempos, después de que el plan salvífico de Dios ha tenido cumplimiento, no puede caber duda. El futuro debelador del demonio, que surgirá en la estirpe de Adán es Cristo, al que llama San Pablo segundo Adán, el Verbo encarnado, quien con su obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz, reparó no sólo la desobediencia de su primer progenitor según la carne, sino también la desobediencia de todos los demás hombres su hermanos. Junto a Él, partícipe de sus enemistades con el diablo y de su triunfo, aparece una mujer, María, la mujer bendita que ya desde el siglo II será reconocida como la nueva Eva, íntimamente unida con Jesús con la obra de nuestra salvación. 14 Cuáles sean en concreto los dones que María ha recibido de su Hijo, todavía no se dice, así como tampoco hasta qué punto le conviene a Ella el título de Corredentora. Pero ya en el sentido general del Protoevangelio se nos manifiesta cómo verdaderamente María es inseparable de Jesús su Hijo y cómo la verdad fundamental que predica el cristianismo no puede representarse mejor que con la Radio María - Colombia figura tantas veces reproducida en nuestras iglesias, de una mujer que tiene en sus brazos un niño, iluminada por la luz que se difunde de la aureola del mismo niño. Se comprende de esta manera que la posición de María en la revelación cristiana no es precisamente periférica, porque adquiere todo su relieve de la figura de Jesús, al cual no podrá jamás igualarse. El dogma Mariano ha seguido el proceso de explicación que hemos expuesto. Ya en los libros inspirados del Nuevo Testamento se nos habla ciertamente de la mujer que es Madre de Jesús (Gal, 4,4), de su singular plenitud de gracias (Lc.,1,28), de su dignidad excelsa, por la cual algún día será reconocida bienaventurada por todas las generaciones (Lc.,1,48); de la omnipotencia de su intercesión (Jo.,2,11). Los primeros escritores eclesiásticos la llaman santa sin restricción alguna, celebrando su virginidad inmaculada, que defienden contra las calumnias de los judíos, y desarrollan el paralelo-antítesis entre Eva y María, por medio del cual atribuyen a María en la obra de nuestra salvación el puesto que Eva tuvo en la obra de nuestra ruina. Sin embargo, todavía no se enuncian explícitamente todos sus privilegios. Únicamente conforme van pasando los siglos, la reflexión cristiana se va haciendo más atenta en recoger las mínimas palabras de la Sagrada Escritura que se refieren a Ella, en profundizar todo lo que de Ella se ha dicho desde el principio, y la figura de la Virgen va manifestando de esta manera cada vez más toda su majestad y su belleza. 15 Precisamente a los tiempos en que vivimos estaba reservada la gloria y la alegría de un conocimiento Unidad 1 totalmente singular de María, a causa de la definición solemne de su Asunción, pronunciada por Pío XII el día 1 de noviembre de 1950, que ha sido como complemento de la definición de la Inmaculada Concepción, de que fue autor Pío IX el 8 de diciembre de 1854. La causa de este progresivo desarrollo del dogma mariano lo hemos de ver en la limitación de nuestra inteligencia. Era imposible que los hombres a quienes se presentaba por primera vez la revelación cristiana descubriesen en seguida todos sus aspectos particulares. Como quien contempla un cuadro de un gran artista, admira primeramente la armonía del conjunto, y únicamente después se da cuenta de la belleza de cada uno de los detalles de los cuales está constituida la perfección del conjunto, así ocurría en las primeras generaciones cristianas que estaban en contacto con los Evangelios. Absortas en la contemplación del misterio del Verbo Encarnado, consustancial con el Padre en su Divinidad, consustancial con nosotros sus hermanos, en su humanidad, sólo progresivamente fueron dándose cuenta de las consecuencias que se derivaban para una madre de esta comunidad de naturaleza con nosotros, y qué dones Él quiso dar efectivamente a su Madre. Dios mismo la quería así, para que primeramente se fuese consolidando la fe en la divinidad de Jesús, con el cual, creatura alguna, ni siquiera su Madre, podría jamás igualarse. 16 De todo lo que hemos dicho se deduce claramente que el dogma mariano no es algo extrínseco a la revelación cristiana, sino que pertenece a su misma esencia, que está constituida por el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, convertido en hermano Radio María - Colombia nuestro. Por consiguiente, no tiene fundamento alguno el temor de algunos católicos que vienen a pensar que la Iglesia avanza demasiado en su culto a María, que toma actualmente tanto incremento; y en ir enseñando, conforme avanzan los años, cada vez con mayor claridad, cuál es la naturaleza absolutamente única del puesto que ella ocupa en la economía de la redención. Esto no supone una deformación del cristianismo, sino una ilustración cada vez más perfecta sobre su pleno sentido. Tampoco el culto a María puede hacernos olvidar a Jesús, porque el honor que rendimos a la Madre es un simple reflejo del que tributamos al Hijo. El fundamento de toda la gloria de María consiste en el hecho de que Ella es la Madre de Jesús. Ya se entiende que, para excluir toda falsa interpretación, y para fundar una devoción a María verdaderamente teológica, será siempre necesario que los que hablan o escriben de Ella se mantengan lo más posible en contacto con lo que nos enseñan las fuentes de la revelación y los documentos del magisterio eclesiástico. En el libro del Apocalipsis, el último de la Biblia, se nos describe la visión misteriosa tenida por el Apóstol San Juan; una mujer aparece en el cielo, vestida de sol, con su cabeza circundada de estrellas y la luna bajo sus pies (Apoc., 12,1ss.). Esta mujer, según la interpretación de autorizados exegetas, representa a la Iglesia, pero a la Iglesia descrita con los rasgos de María para indicar la íntima unión entre una y otra. 17 Sin Jesús, la Iglesia no sería Iglesia, como reconocen unánimemente, todos los cristianos; pero también sin María, porque es imposible dividir lo que Dios ha unido. Quiera Nuestra Señora, con su materna intercesión, hacer comprender esta verdad a todos Unidad 1 Radio María - Colombia nuestros hermanos separados, que han dividido, contra su naturaleza, al Hijo de la Madre. 2. LOS DOGMAS MARIANOS Maternidad divina. • Doctrina de la Iglesia. El dogma fundamental de la Mariología: la Maternidad divina de la Virgen Santísima fue objeto de una primera e indirecta definición por parte del Papa San Dámaso I (366.384), en el Concilio Romano IV (a. 380), en el siguiente anatematismo: “Condenamos a aquellos que afirman que (en Cristo) hay dos Hijos: uno, anterior a todos los siglos, y otro, existente después de tomar carne de la Virgen” (DB 64). Los Símbolos contienen en términos explícitos, por lo menos equivalentes, la profesión de fe en la Maternidad divina de María. Entre ellos merece especial mención el símbolo de la Iglesia Romana, que se remonta aproximadamente al año 400. En él se afirma: “Creemos en Jesucristo…, el cual en los últimos tiempos bajó de los cielos y tomó carne del Espíritu Santo y de la siempre Virgen Madre de Dios María, y se hizo hombre”2. Este símbolo era enviado por los Romanos Pontífices a todos los obispos que 18 2 Cfr. W. M. Pettz, Il símbolo pre-efectivo della Cancellería papale, circa l!anno 400. debían ser consagrados en toda la Iglesia; de él, por consiguiente, sacó San Cirilo, obispo de Alejandría, la seguridad y claridad de su doctrina cristológica 3 El Papa San Celestino I (422-432), en el Sínodo Romano de 430 proclamó solemnemente la fe de la Iglesia Romana en la dignidad de María, Madre de Dios, y esta misma creencia de la Sede Apostólica la expresó en su carta dirigida a San Cirilo. Su ejemplo fue seguido por el Papa Sixto III (432- 440) en la fórmula de consagración de la basílica de Santa María la Mayor (31 de julio de 432), y en el epígrafe inscrito en los magníficos mosaicos, que fue posteriormente destruido. 4 El Concilio de Éfeso (a.431) aprobó la segunda carta de San Cirilo a Nestorio, a la cual se añadieron después los famosos anatematismos, el primero de los cuales sentenciaba: “Si alguno no confiesa que el Emmanuel es verdaderamente Dios, y, por consiguiente, que la Santísima Virgen es Madre de Dios (porque dio a luz según la carne al Verbo de Dios hecho carne), sea anatema” (DB 113). El Concilio de Calcedonia (a.451) se limitó a una afirmación indirecta de la Maternidad divina, al afirmar en su profesión de fe que “… en los últimos tiempos, el mismo (Verbo), por nosotros y por nuestra salvación, fue engendrado de María Virgen, Madre de Dios (Theotócos), según la humanidad” (DB 148). 19 Pero es en el II Concilio de Calcedonia (V Concilio Ecuménico, a. 553) cuando encontramos la primera definición conciliar, aunque indirecta, del dogma 3 Cfr. H. Rahner, La Mariología nella Patristica latina, en le vol. De Straeter, S.J., Mariología, ed. Ital. Torino, 1953, p. 141 4 Cfr. W. M. Pettz, o.c., p.28 Unidad 1 mariano fundamental. En realidad el Concilio no hace más que renovar y confirmar el anatematismo de San Cirilo contra Nestorio, porque los padres pensaban que los anatematismos formaban parte de las actas auténticas del Concilio de Éfeso. En el canon 6 del Concilio de Constantinopla se lee: “Si alguno afirma que la santa y gloriosa Virgen María abusivamente y no verdaderamente es llamada Madre de Dios (Theotócos), o que Ella es tal, únicamente por vía de relación, como si un puro y simple hombre, y no Dios, es decir, el Verbo, se hubiese encarnado en Ella y nacido de ella…;o si alguno la confiesa madre del hombre, o Chirstotócos, es decir, Madre de Cristo, como si Cristo no fuese Dios, y no confiesa que Ella es propiamente y verdaderamente Madre de Dios, sea anatema” (DV 218; cfr. can. 2. 2; DB 214). Antes de esta definición conciliar eran claras las afirmaciones explícitas contenidas en la epístola dogmática del Papa León I Magno a Flaviano, patriarca de Constantinopla (13 de Junio de 449). Pero supera a todas las demás por su claridad e insistencia la profesión de fe del Papa Juan II en la carta a los senadores de Constantinopla (marzo de 534). En ella se afirma: “Nos enseñamos que con razón la gloriosa, santa y siempre Virgen María es proclamada por los católicos Madre de Dios, en el sentido más verdadero y propio de la palabra, porque de ella tomó Él carne humana. Por tanto puesto que propiamente y verdaderamente el Hijo de Dios se encarnó en Ella, nosotros la reconocemos como Madre de Dios, que de Ella fue concebido y dado a luz” (DB 202), 20 Pero la voz de la Iglesia, que canta la Maternidad divina de María, no se extinguió en el siglo VI, ni se fue debilitando en el curso de los siglos. Al contrario, ha Radio María - Colombia ido resonando cada vez más amplia y valiente. Baste recordar las solemnes declaraciones del Concilio de Letrán (a.649), bajo el Papa San Martín I; del III Concilio de Constantinopla (a.a. 608- 681); de los Concilios de Florencia (a. 1441) y de Trento (a.1555) de los Papas Benedicto XIV (a. 1743), Pío IX (bula Ineffabilis Deus, a. 1854) y León XII (encíclica Octobre mense, a.1891). En nuestros días, el sumo Pontífice Pío XI, en la encíclica Lux veritatis (publicada con ocasión del XV centenario de Éfeso, a.1931), volvió a reafirmar profundamente la gloriosa verdad, dando al mismo tiempo la razón teológica: “En verdad, si el Hijo de la bienaventurada Virgen María es Dios, ciertamente la que lo engendró debe ser llamada con todo derecho Madre de Dios. Si la persona de Cristo Jesús es única, y ésta es divina, sin duda alguna María debe ser llamada por todos no solamente Madre de Cristo hombre, sino Madre de Dios, o Theotócos.” El Sumo Pontífice Pío XII, en la Encíclica Sempiternus Rex (con ocasión del XV Centenario del Concilio de Calcedonia, 8 de septiembre 1951), ha apelado nuevamente a la definición dogmática de dicho Concilio sobre la divinidad de Jesucristo, para descubrir en ella el fundamento de la fe católica en la maternidad divina de María: fe que el Padre Santo expresa con acentos conmovedores en la invocación final (AAS 43 (1951), 635). Las definiciones de los Concilios y las declaraciones de los Pontífices son otras tantas etapas en el camino triunfal recorrido por la humilde virgen de Nazareth a través de la historia casi bimilenaria de la humanidad cristiana. Camino tanto más admirable y prodigioso cuanto que Ella misma lo anunció en su cántico profético. “Desde este momento todas las generaciones me llamarán bienaventurada” (Lc., 1,48). 21 Unidad • Testimonio de la Sagrada Escritura. La Iglesia no ha creado ni ha impuesto arbitrariamente a los fieles las verdades de fe, como pretenden quienes llaman a la religión “opio del pueblo”. Y mucho menos, como pretendieron afirmar los modernistas, los dogmas de fe son frutos espontáneos de la conciencia cristiana que se van desarrollando a lo largo de los siglos. La divinidad de Jesucristo aparece claramente afirmada en los Evangelios; en muchos textos del Nuevo Testamento la expresión “Hijo de Dios” trasciende el simple significado de “Mesías” y equivale a la afirmación de verdadero y natural Hijo de Dios. Por consiguiente, la doctrina de Nicea, de Éfeso, de Calcedonia, es el eco fiel de la catequesis de Pablo y de Juan; y ésta es la transmisión oral y escrita de la doctrina misma de Jesús (San Pío X, Decreto del Santo Oficio Lamentabili a. 1907. DB 2006-2031). Por tanto, aunque no encontremos en la Sagrada Escritura, con términos expresos, la afirmación de que María es la madre de Dios, pero desde el momento que es llamada repetidas veces “Madre de Jesús” (Mt., 1,16) y Jesús es declarado abiertamente “Hijo de Dios” (1Jo., 5,20), es más que legítimo deducir que María, verdadera y propiamente es Madre de Dios. 22 Más aún: tenemos afirmaciones equivalentes en la Sagrada Escritura. El ángel Gabriel promete a la Virgen de Nazareth, en nombre de Dios, que el hijo que Ella concebirá por virtud superior, será llamado el Santo, el Hijo del Altísimo, el Rey de un reino imperecedero (Lc.1, 31-33). Su prima Isabel, llena del Espíritu Santo, al saludar a María, exclama. “¿Y de dónde a Radio María - Colombia mí que venga la madre de mi Señor a visitarme?” (Lc.1, 43). San Pablo escribe: “Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer” (Gal, 4, 4). Por consiguiente no se equivocaba, ni se dejaba guiar por un sentimiento ciego la conciencia cristiana cuando leía en los textos citados arriba, y en muchos otros, el testimonio de la perla más esplendorosa que refulge en la cabeza de la “llena de Gracia”: la divina maternidad. • La voz de la Tradición. No una, sino cientos y miles son las voces de los Padre y de los teólogos que exaltan la prerrogativa mariana de la maternidad divina. Es un coro potente, que domina, que dirige e interpreta el sentimiento y las voces de todo el pueblo cristiano y llena con su eco todos los siglos. El espacio limitado no nos permite más que individuar a los cantores más antiguos y más famosos de la maternidad divina y recoger los acentos más significativos y armoniosos. San Ignacio de Antioquía; Arístides, ateniense; San Justino, San Ireneo. San Hipólito, Tertuliano; Clemente de Alejandría, Orígenes, Lactancio, San Atanasio, San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Niza, San Epifanio, San Hilario, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, San Agustín, San Cirilo de Alejandría, San León Magno, San Juan Damasceno, los dos doctores de la Iglesia de Siria, Afraates y San Efrén. Su voz se va haciendo más clara, más sonora, más imponente conforme vamos avanzando en el tiempo, hasta llegar a confundirse con la voz de los grandes Concilios que hemos citado antes, cuyos celebradores y defensores fueron ellos. 23 Unidad Radio María - Colombia Antes del Concilio de Nicea (a.325) afirman comúnmente los Padres que María concibió, engendró, crió a Dios; o que el Hijo de Dios fue concebido y nació de María. Desde el siglo III en adelante, María es llamada Theotócos, Madre de Dios y Engendradora de Dios. En el Concilio de Éfeso (a. 431) esta fórmula queda solemnemente consagrada y se convierte en objeto de fe explicita para todos los católicos. Pero antes que en los Padres y en los Concilios, la fe explicita en la divina maternidad de María aparece en la Sagrada Liturgia, documento elocuentísimo de la fe tradicional de la Iglesia según el conocido axioma: lex orandi lex credeni. Efectivamente, hace muy poco tiempo se ha encontrado un fragmento de un papiro griego del siglo III, que reproduce la antífona Sub tuum praesidium: en ella la Santísima Virgen es invocada con el título de “Theotócos”. En el mismo tiempo San Hipólito Romano (s. II-III) es el primero entre los teólogos de la Iglesia antigua que usa la expresión “Theotócos” en su obra escrita en griego5. Esta expresión se hará clásica, especialmente en la Iglesia alejandrina6. ¡María, Madre de Dios! ¿Cuál es, en la mente de la Iglesia y de la Tradición, el genuino y profundo sentido de este dogma mariano central? María es Madre, no de la Divinidad, o del Verbo en cuanto a su naturaleza divina; sino Ella es engendradora del Verbo de Dios, el cual, en Ella y de Ella tomó carne humana. Es decir, el Hijo de Dios no pasó a través del cuerpo virginal de María como a través de un canal el agua que corre por él, no tomando un cuerpo humano 24 5 6 Contra haeresim Noeti, an. 200-210; Mg 10, 817. Cfr. H. Rahner, art. Cit. P. 135 ficticio, aparente, como se atrevieron a afirmar los docetas en el siglo II. Ni, como pretendieron afirmar los monofisitas en el siglo IV, una partícula de la inmutable naturaleza divina del Verbo se convirtió en carne humana, independientemente del concurso materno de María. Y tampoco como pretendieron obstinadamente Nestorio y sus secuaces, María fue únicamente engendradora del hombre- Cristo, al cual fue concedida, en premio de sus méritos, la unión puramente moral con el Verbo de Dios, quien, por consiguiente, habitaba en Cristo ni más ni menos que como en un templo espiritual, para recibir en Él el homenaje de adoración y de amor: nada de esto excogitado y muy defendido por la herejía. El desarrollo ideológico que el dogma de la maternidad divina alcanzó gracias a los trabajos de los teólogos y especialmente del Doctor Angélico, no ha representado el paso de las tinieblas a la luz, sino el crecimiento de la luz desde la aurora hasta el plendor meridiano de una verdad, que brilló ya con luz divina en la inteligencia de la Virgen en el momento de la Anunciación. La contribución en profundizamiento y esclarecimiento de Santo Tomás resumió el dogma capital de la mariología en las siguientes proposiciones. 1 25 1. La bienaventurada Virgen no es madre del homo assumptus; ni es Madre del Verbo de Dios, como una persona resultante de la natural generación humana. Porque la persona del Verbo preexistente a la Asunción, es anterior a ella porque es eterna y porque Unidad Radio María - Colombia es el fin de la predestinación de la naturaleza humana, engendrada por la Virgen, para la unión hipostática con el Hijo de Dios 7 2 2. La bienaventurada Virgen es Madre del Verbo de Dios, no en cuanto que Él es hijo del Padre sino en cuanto que subsiste en la naturaleza humana que ha asumido. Por lo cual, aunque la conveniencia aparezca menor, María hubiera podido ser igualmente Madre del Padre o del Espíritu Santo según la naturaleza humana. 8 3 3. La Virgen no es madre del Verbo de Dios en cuanto que precisamente es Dios, es decir, subsiste en la naturaleza divina; ni mucho menos en cuanto que constituye una sola cosa con la naturaleza divina. “Sino ella es Madre, según la naturaleza humana, de una persona que posee al mismo tiempo la divinidad y la humanidad”.9 26 7 8 9 4 4. La Virgen es Madre del Verbo, no de una manera puramente accesoria, es decir en el sentido de que la naturaleza humana engendrada por Ella y dotada de una existencia propia, haya sido asumida por la persona del Verbo de Dios en el primer instante de su concepción. ¡No! Ella es Madre de Dios en el sentido más propio Cfr. Summa Theol., 3, q.4, a.3; q. 24, a.1. Cfr. ib., q.3,a.8. Cfr.ib. q.35, a.4 ad 2. y formal de la palabra, e inmediatamente porque el Verbo de Dios comunicó su propia subsistencia y su misma existencia a la naturaleza humana concebida por la Virgen desde el primer instante de la concepción, de manera que ella no existiese sino con Él y por Él, y tengamos que concebirle a Él como principio y término de la misma Asunción.10 5 5. María Santísima es simplemente y únicamente Madre de Dios. ¿En qué sentido? No ciertamente en el sentido defendido por Apolinar y sus seguidores, como si al alma de Cristo no estuviese dotada de inteligencia humana, y por ello, no siendo Él verdadero hombre, tampoco la Virgen podría ser llamada madre del hombre-Dios. Igualmente, no en el sentido pretendido por los monofisistas, para los cuales la naturaleza humana, habiendo sido absorbida en el momento mismo de la asunción por la naturaleza divina infinita, como una gota que se pierde en el océano, Cristo no fue verdadero y perfecto hombre, ni, por consiguiente, la Virgen fue verdadera madre de Dios según la naturaleza humana. Sino en un sentido plenamente ortodoxo; en cuanto que Cristo no es verdadera y propiamente hombre, o sea una persona subsistente en la naturaleza humana, sino en cuanto el Verbo 27 10 Cfr. ib., 3, q.6, a.5; Didacus Álvarez, O.P., Comm., in III P Summ. Theol., q.2, a.8m disp. 14. Roma, 1613, p.122; Hugon, E., Q.P.,Marie pleine de grace, Paris, 1926; R. Garrigou-Lagrange, O.P., La Mere du Sauveur et notre vie intérieure, Paris, 1949. Unidad Radio María - Colombia mismo de Dios, y no otro, existe y subsiste en la naturaleza humana concebida y engendrada por la Virgen. 11 Con pleno derecho, por consiguiente, la Teología saluda en la maternidad divina la dignidad más excelsa, la diadema más fúlgida que puede ceñir la frente de una simple creatura.“Por el hecho de ser Madre de Dios, escribe el Aquinatense, la bienaventurada Virgen está revestida de una dignidad casi infinita, a causa del bien infinito que es el mismo Dios. Por tanto, no se puede concebir nada más elevado que Ella, como nada puede haber más excelso que Dios”.12 Sus relaciones de consanguinidad con el Hijo de Dios hacen ciertamente que Ella, según la célebre frase del cardenal Cayetano, “confine casi con la Divinidad”, y contraiga relaciones de especial afinidad con las tres divinas Personas, convirtiéndose en “Hija primogénita y predilecta del eterno Padre”, “Hija de su Hijo”, según la gracia y la redención, “Esposa del Espíritu Santo”, en la milagrosa concepción del Verbo. 28 La maternidad divina de María, en su concepto integral, es el modelo más elevado y perfecto, después de la unión hipostática verificada en Cristo, de la fecundidad natural en la unión entre la creatura y Dios. La Virgen, efectivamente, no fue solamente Madre del Verbo según la carne, es decir, físicamente, 11 12 Cfr. Summ, Theol, 3, q.4, a.3. Summ. Theol., 1, q.25, a.6 ad 4. habiendo cooperado activamente, ni más ni menos que las demás mujeres para la concepción de su hijo; ni fue exclusivamente madre humanamente, o sea con una maternidad consciente y libre, como es propio de un ser dotado de inteligencia y de libertad; sino que, y esto es lo que vale más, fue también Madre del Verbo espiritualmente, o sea con la fe más ardiente en su Divinidad. Sabiamente exclama San Agustín: “María fue más bienaventurada por haber dado a luz por la fe a Cristo que por haberle concebido en su carne. La fecundidad materna no hubiera producido bien ninguno a María, si no hubiese Ella hospedado a Cristo antes en su corazón que en su carne” (De Virginitate, c.3) Inmaculada Concepción • Doctrina de la Iglesia. El Sumo Pontífice Pío IX, en su Bula Ineffabilis Deus, de 8 de diciembre de 1854, proclamaba ante todo el mundo católico la Inmaculada Concepción de María. Con el juicio infalible propio de las definiciones dogmáticas, sentenciaba. “La doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María, en el primer instante de su Concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en virtud de los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de pecado original, ha sido revelada por Dios y, por tanto, ha de ser creída firme e inviolablemente por todos los fieles”. 29 Unidad 1 En orden de tiempo, por tanto la Inmaculada Concepción es el primero de los privilegios que adornan la frente de la creatura elegida, predestinada para ser Madre de Dios. Pero como declara el mismo Papa, la maternidad divina, que el mayor de los privilegios marianos, fue el motivo determinante en los decretos divinos: “Y ciertamente era del todo conveniente que una Madre tan venerable resplandeciese siempre adornada con los fulgores de la santidad más perfecta, y, totalmente inmune de la mancha del pecado original, consiguiese el triunfo más completo sobre la antigua serpiente; porque a Ella había determinado Dios Padre dar al Unigénito Hijo suyo engendrado en su seno, igual a Él mismo y amado como Él mismo - de tal manera que Él fuese por naturaleza Hijo único y común de Dios Padre y de la Virgen; porque el mismo Hijo había determinado hacerla su madre de una manera sustancial, porque el Espíritu Santo había querido que de Ella fuese concebido y naciese aquel del cual Él mismo procede.” En virtud de su concepción inmaculada, María, aunque verdadera hija de Adán, como nos atestiguan las genealogías de los Evangelistas San Mateo y San Lucas, no fue arrastrada en la universal ruina espiritual que siguió al pecado de los progenitores. Sabemos, efectivamente, por el Génesis y después nos lo confirman e ilustran San Pablo, en la carta a los Romanos (c.5) y el Concilio de Trento (Sess. V.DB 788), que Adán constituido por Dios en la santidad y en la justicia, habiendo desobedecido al mandamiento de Dios, en vez de transmitir a sus descendientes, juntamente con la naturaleza humana, de la cual era el principio o la cabeza física y moral, los dones de Dios, 30 Radio María - Colombia transmitió el pecado y la muerte. Triste herencia, que alcanzó, desde el primer instante de su concepción incluso a los párvulos “que no habían pecado a imitación de la transgresión de Adán” (Rom, 5,14). María, en cambio, desde el momento de su primera entrada en el mundo, devastado por la riada del pecado original, es preservada inmune, única libertada en el universal naufragio. Ella es la Purísima: plena de gracia, y de todas las virtudes y dones sobrenaturales, en el alma y en el cuerpo. Llena de gracia en el tiempo, porque no hubo ni siquiera un instante en el cual estuviese privada de ella, llena de gracia en todo su ser, porque, como parece insinuar la Bula, no sólo el alma de la Virgen fue preservada de la culpa, que es la muerte espiritual del alma, sino también su cuerpo fue inmune de la concupiscencia o fómite de la culpa, que es indicio y consecuencia natural del pecado original. La plenitud de gracia es, por tanto, la razón de ser, el constitutivo positivo y formal de la Inmaculada Concepción. Dios Omnipotente, o sea las tres Personas de la Santísima Trinidad, a cuya divina naturaleza individua nos configura misteriosamente la gracia, fue la causa primera eficiente de la concepción inmaculada de María. Los méritos de Jesucristo, salvador del género humano, redentor único y universal, fueron la causa meritoria; como la maternidad del Verbo Redentor debía ser la causa final. María Inmaculada es, por tanto, espiritualmente hija de su Hijo, el divino Salvador, y no hija espiritual de Adán inocente o pecador. La gracia, que entró en su alma desde el mismo momento en que salió de las manos creadoras 31 Unidad 1 de Dios, y fue infundida en el cuerpo engendrado por sus padres, no era la gracia de la justicia original: es decir, gracia simplemente elevante, sino la gracia de Cristo Salvador, la gracia redentora. Su gracia fue, por tanto, una gracia juntamente preservadora del débito personal de la culpa original, en la cual hubiera debido incurrir como hija de Adán, y preservadora de la mancha del pecado de origen, prevenido por la gracia del Redentor. De esta manera María fue también redimida, pero de una manera singular eminentísima (“Sublimiori modo redemplta”, bula Ineffabilis Deus). Ella no fue sanada ni purificada, sino creada por Dios intacta, inviolada, toda hermosa y toda santa: ¡La Santísima! En Ella sola, entre los descendientes de Adán por vía de generación natural, tuvo lugar una concepción santa e inmaculada en su fruto. Ella, por consiguiente, con todo derecho, pudo reivindicar para sí sola toda la gloria de un origen sin mancha; reveló su propio nombre cuando respondió a Bernardita. “Yo soy la Inmaculada Concepción” (25 marzo 1958). En aquel mismo día, el ángel Gabriel la había saludado: ¡Ave, gratia plena! 32 Tal es el contenido dogmático de la definición pronunciada por el Sumo Pontífice Pío IX. Pero otras actas, menos solemnes, pero también muy importantes precedieron en la historia de la Iglesia al gesto triunfal del Papa de la Inmaculada. Recordemos: el Concilio de Letrán (a. 649), que llama a María “siempre virgen e inmaculada”; el Concilio de Constanza (a.1416); el Concilio de Basilea (a. 1439), Radio María - Colombia cuyo decreto a favor de la Inmaculada Concepción fue confirmado por el Concilio de Avignon (a. 1457); el Concilio de Trento (a.1546), el cual declara que no es intención suya incluir a “la bienaventurada e inmaculada Virgen María” en el decreto concerniente a la universalidad del pecado original. Entre los Papas, se distinguieron Sixto IV, San Pío V, Clemente VIII, Paulo V, Gregorio XV, Alejandro VII, Clemente XI; los cuales, defendiendo la legitimidad de tal creencia y el culto a la Inmaculada contra las acusaciones de herejía, de error y de pecado, favorecieron, concediendo abundantes indulgencias, su culto. A la bula Ineffabilis Deus, de Pío IX, hicieron eco la Encíclica Ad diem ilum, de San Pío X, en el 50 aniversario de la definición dogmática (a. 1904), y la Encíclica Fulgens corona, de Pío XII, en el primer centenario de la solemne proclamación (a. 1954). • Testimonios de la Sagrada Escritura. El Evangelio no tiene ni una palabra respecto a la Virgen María antes de la Anunciación. ¿Hemos, por ello, de deducir que la verdad de su concepción Inmaculada es ajena al sagrado texto? Indudablemente que no. Los Sumos Pontífices, intérpretes infalibles de la revelación divina, señalan en las páginas del Antiguo y del Nuevo Testamento las primeras insinuaciones del insigne privilegio mariano. 33 En Gen, 3,15, el mismo Dios anuncia la enemistad entre la mujer y su descendencia, por una parte, y la Unidad 1 serpiente diabólica y sus aliados por otra: lucha que será coronada con la total victoria de los primeros. Ahora bien: la Tradición nos atestigua y los Sumos Pontífices Pío IX y Pío XI lo confirman, que la mujer del sagrado texto, en sentido literal, pleno y perfecto, “designa a la Madre de Jesucristo”, el vencedor de Satanás. Es, por tanto, lógico concluir que, según el sentido cristiano, “la Santísima Virgen, unida a Él por un lado estrechísimo e indisoluble, fue, juntamente con Él y por medio de Él, la eterna enemiga de la venenosa serpiente, y aplastó su cabeza con su pie virginal”, permaneciendo inmaculada e invulnerable. Esto exigía una victoria perfecta. En el evangelio encontramos tres afirmaciones, las cuales, o por un nexo de suma conveniencia o por necesaria inclusión, nos revelan la concepción inmaculada. María es llamada “Madre de Jesús, Hijo de Dios”. ¿Cómo podríamos concebir, por tanto, que la hija predilecta del Eterno Padre, la Madre del Verbo, la Esposa del Espíritu Santo, haya sido, aunque sólo fuese por un solo instante, presa y aliada del enemigo de Dios por antonomasia, el demonio? Además, María es saludada por el Arcángel Ave, gratia plena; Dominus tecum” (Lc., 1,28). Ahora bien: con este singular y solemne saludo, jamás oído antes de ahora, se demostraba que la Madre de Dios era la sede de todas las gracias, estaba adornada con todos los carismas del Espíritu Divino; más aún, era un tesoro casi infinito y un abismo inagotable de los mismos carismas. 34 Al saludo de Gabriel hace armonioso eco el de Isabel, la cual, movida por el Espíritu de Dios, Radio María - Colombia dirigiéndose a María, exclama: “Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu seno”. “Por consiguiente, no sólo no estuvo sujeta jamás a maldición, sino que fue también, juntamente con su Hijo, partícipe de perpetua bendición” (Pío IX) • La voz de la Tradición. En los primeros siglos de la Iglesia los Padres y escritores eclesiásticos saludan a la Virgen con los títulos más expresivos, exaltando, en espontánea y maravillosa porfía de devoción, su santidad suma, su dignidad y la inmunidad de todo pecado, su total victoria sobre el cruelísimo enemigo del género humano. No se vaya a creer que los Padres y los fieles pretendían dejar algún instante de la vida terrena de María bajo la sombra fría del pecado. Efectivamente, Alejandro VII, “expresó el verdadero pensamiento de la Iglesia declarando que, desde la antigüedad, la piedad de los fieles hacia la bienaventurada Madre María Virgen había creído que su alma, desde el instante primero de su creación y de su infusión en el cuerpo, por especial gracia y privilegio de Dios en virtud de los méritos de Jesús, su Hijo y Redentor del género humano, había sido preservada inmune de toda mancha de pecado original, y había celebrado solemnemente en este sentido, la festividad de su Concepción” (Pío IX). 35 Unidad 1 Radio María - Colombia Entre los asertores más o menos explícitos del insigne privilegio mariano, hemos de recordar: en la Iglesia oriental, griega y siria: a San Epifanio; a San Efrén, siro; a San Sofronio, patriarca de Jerusalén; a San Germán, Patriarca de Constantinopla; a San Andrés de Creta, a San Juan Damasceno. En la Iglesia latina de la Edad Media: Eadmero, monje inglés, discípulo de San Anselmo; a San Pedro Pascasio, de la Orden Mercedaria y a los franciscanos Guillermo de Ware, a Duns Escoto, a Pedro Zureolo. preservar a una persona de incurrir en la enemistad con otra. Por lo cual fue conveniente y probable que la Bienaventurada Virgen fuese preservada por el Redentor de incurrir en la mancha de pecado original, que hace al alma enemiga de Dios. Potuit, decuit, ergo fecit: he aquí el gozne del célebre argumento esgrimido por los teólogos de la Inmaculada; lo que constituyó, por decirlo así, su caballo de batalla en la lucha plurisecular contra los adversarios del sublime privilegio mariano. En Los siglos XI- XIII, cuando se agitó claramente la cuestión de la santidad de María en el primer instante de su concepción humana, aparecieron dentro de la Iglesia latina los primeros disentimientos. San Bernardo, San Buenaventura, San Alberto Magno, Santo Tomás, son considerados comúnmente como no partidarios del privilegio de la concepción inmaculada, porque les pareció a ellos inconciliable con la prerrogativa de Redentor Universal propia de Cristo. Argumento teológico bellísimo el de Escoto, que, hubiera quedado, sin embargo, como confiesa su mismo autor, en el puro plano de la hipótesis si no hubiese sido confirmado por la creencia tradicional y por la aprobación del supremo magisterio., quienes le aseguraron la definitiva y completa victoria. A Escoto y a otros insignes teólogos franciscanos hemos de atribuir particularmente el mérito de haber demostrado la posibilidad y la conveniencia de una redención preservativa, la cual salva al mismo tiempo, y de manera incluso más brillante, la eficacia y la universalidad de la redención operada por Cristo, y el honor de María, su dignísima Madre. Cristo, Mediador y Redentor perfectísimo, tuvo que ejercitar en el grado más elevado la mediación a favor de su Madre. Ahora bien: el grado o modo más perfecto de mediación y redención consiste en 36 Lo mismo hemos de decir de los otros argumentos tomados de la Divina Maternidad, de la perpetua y perfecta Virginidad, de la Asunción corporal y de la Realeza universal. Incluso los privilegios que parecen encerrar ya en su concepto esencial la prerrogativa de la concepción inmaculada, como la plenitud de gracia y la santidad perfecta, y la misión de nueva Eva y Corredentora del género humano, no parecen realmente demostrativos si los consideramos a la luz del razonamiento teológico, fuera de la luz superior que sobre ellos derrama la tradición, con el sentir de los fieles y principalmente por el magisterio de la Iglesia. Podemos dirigir a María, juntamente con la liturgia de la Iglesia universal, haciendo nuestras las palabras mismas de su místico Esposo, el Verbo 37 Unidad 1 Radio María - Colombia encarnado, aquel sublime saludo: Tota pulchra es, María, et macula originalis non est in Te. – Tu gloria Jerusalem, tu laetitia Israel, tu honorificentia populi nostri! Perpetua Virginidad. • Doctrina de la Iglesia San Siricio (a. 392) es el primero de los Padres en proclamar y defender oficialmente la perfecta y perpetua virginidad de la Madre de Dios. San León Magno exalta “la inviolada virginidad de María” (a.449). El Concilio de Letrán, reunido bajo Martín I (a.649), sentencia que: “Quienquiera que no confiese, de acuerdo con los Santos Padres, que propia y verdaderamente la Madre de Dios, la santa y siempre virgen María…, concibió sin semen viril, del Espíritu Santo, al mismo Verbo de Dios, y de manera incorruptible le dio a luz, permaneciendo su virginidad intacta también después del parto, sea excomulgado” (DB 256). El Concilio III de Constantinopla (a.680) renueva contra los monoteletas idéntica profesión de fe, celebrando “la limpia virginidad de María, antes del parto, en el parto y después del parto, sin detrimento alguno”. 38 La fe en la perfecta y perpetua virginidad de la Madre de Dios era ya un dogma de fe en los principios del cristianismo porque era admitido por el sentir sobrenatural de los fieles y proclamado por el magisterio ordinario y universal de la Iglesia. Efectivamente, lo encontramos expresado en las diversas fórmulas del Símbolo Apostólico y en el Símbolo Niceno-Constantinopolitano. Declarado por numerosos Concilios generales o particulares; resuena con dulcísimas notas en la liturgia de Oriente y de Occidente, como un eco de las enseñanzas dogmáticas y pastorales. No hemos, por consiguiente, de maravillarnos de que, después del dogma de la maternidad divina, el dogma de la perfecta virginidad de María haya sido el más celebrado entre los privilegios marianos en el curso de los siglos. Muchas veces las impías negaciones de los herejes fueron las que provocaron solemnes y decididas afirmaciones por parte de los defensores de la verdad divina y de las glorias más hermosas de la fe cristiana. Las Encíclicas marianas de los últimos Sumos Pontífices: León XIII, Pío X, Pío XI y los radiomensajes del Sumo Pontífice Pío XII, rivalizan en alabar la virginidad de María con las actas de Inocencio III (a.1208), del IV Concilio Lateranense (a. 1215), del II Concilio de Lyon (a.1274), del Concilio de Florencia (a.1441), Sixto IV (a. 1476), de Paulo IV (a.1555), de Clemente VIII (a.1603), de Alejandro VIII (a. 1690). La doctrina católica se resume en las siguientes proposiciones: Virgen antes del parto: es decir, María concibió al Verbo de Dios en cuanto a su naturaleza humana, sin ninguna intervención de varón. 39 Unidad 1 Virginidad en el parto: es decir, que María dio a luz a su Hijo divino permaneciendo intacta en el sello de su virginidad, que en manera alguna fue roto o lacerado o mínimamente alterado al paso del cuerpo verdadero y real de Cristo a través de su seno inviolado. La misma liturgia nos invita a admirar un ejemplo en la encarnación de la luz de su fuente luminosa: Sicut sidus radium, profert Virgo filium, pari forma. Pero un ejemplo más convincente, y casi una confirmación la tenemos en la resurrección del cuerpo del Redentor, salido glorioso y triunfante del sepulcro, antes de que al ángel hubiese retirado la piedra del sepulcro cerrado. Virgen después del parto: es decir, que María, incluso después del nacimiento de Jesús, hasta su muerte no tuvo trato conyugal ninguno con su castísimo esposo José; por consiguiente, no tuvo otros hijos, ni su perfecta integridad de mente, de sentidos y de carne sufrió más mínima ofensa voluntaria o involuntaria. • Testimonios de la Escritura 40 El profeta Isaías nos ofrece el único y evidente testimonio del Antiguo Testamento a favor de la virginidad de la Madre del Mesías. Predice al rey Acaz una señal divina, un portento: “He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un Hijo, y le pondrán el nombre de Emmanuel” (7,14). Todos los exegetas católicos están de acuerdo en admitir y en defender, contra los vanos ataques de los protestantes liberales y de los racionalistas modernos, el sentido literal mesiánico Radio María - Colombia del texto de Isaías. En esta tesis tienen el voto de la tradición judía y cristiana. Una virgen (almah) concebirá y dará a luz permaneciendo virgen; de lo contrario, ¿cómo podría hablar el profeta de una señal dada por el Señor, por el Omnipotente? Pero ya en el Génesis (3, 15) la virginidad de María había tenido, aunque veladamente, su primer anuncio. Porque ¿cómo podría la mujer, madre de la progenie vencedora de la serpiente, tener parte en el triunfo perfecto de su Hijo si no era quedando exenta de la maldición pronunciada contra la pecadora Eva: “Darás a luz con dolor a tus hijos”? Pues bien: ¿qué otra cosa podría asegurarle un triunfo semejante mejor que una virginidad perfecta en el parto? En el Evangelio quienes deponen a favor de la virginidad perfecta y perpetua de María son los dos historiadores de la infancia de Jesús, San Mateo y San Lucas. Ella será virgen antes del parto porque concebirá en virtud del Altísimo y por milagrosa intervención del Espíritu Santo; de esta manera su virginidad, a la que se ha consagrado con firme propósito, juntamente con su esposo (“¿Cómo será posible esto, si no conozco varón?” – Lc., 1,34-, o sea “nunca querré conocerlo” conyugalmente, a pesar de estar “desposada con un hombre por nombre José”), en vez de ofuscarse y desvanecerse, resplandecerá de gloria celestial con la aureola de una divina fecundidad. “Por lo cual, el santo que nacerá de Ti será llamado el hijo de Dios: hijo de Dios porque ha sido concebido por virtud divina; hijo de Dios, porque es Dios en persona, al cual convenía un parto así. 41 Unidad 1 María, según el Evangelio, es también virgen en el parto. San Mateo es quien lo hace resaltar cuando advierte que en el Nacimiento de Jesús se verificó el vaticinio de Isaías. “He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo” (Mt., 1,28) San Lucas, queriendo insinuar también el parto virginal, cuenta que María, con sus propias manos, envolvió al recién nacido en humildes pañales y lo puso en el pesebre (Lc., 2,7), no impedida, en este dulcísimo oficio maternal, por los dolores que obstaculizan el libre movimiento de las recién paridas. De nuevo encontramos en San Lucas una confirmación indirecta de la virginidad en el parto. María presenta al niño Jesús en el Templo para observar la ley que prescribe la consagración de los primogénitos al Señor (Lc., 2, 23-24); pero la Virgen no realiza ninguna ceremonia para borrar en sí misma la mancha del parto, como estaba prescrito para las madres ordinarias (Lev.12, 28). El Papa Alejandro VIII condenó una proposición de los jansenistas, quienes argüían de las purificaciones hecha en el Templo, la necesidad de la purificación que tuvo la Virgen (DV 1314). 42 María, finalmente, también a la luz del Evangelio, resulta virgen después del parto. No existe, efectivamente ningún motivo serio para mantener que ella dejó de cumplir su voto de virginidad perpetua manifestado al ángel (Lc.1, 34). Sabemos, además que María y José “iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de Pascua” (Lc., 2, 41); lo cual nos indica que la Madre no tenía que permanecer en casa ocupándose en el cuidado de hijos pequeños. En cuanto a Jesús, es llamado por sus conciudadanos Radio María - Colombia “el hijo de María” (Mc.6, 3), o sea el hijo primogénito y unigénito al mismo tiempo; mientras que lo que son llamados “sus hermanos”, no aparecen nunca como hijo de María, sino de una hermana, y son por consiguiente primos del Salvador. Finalmente, Jesús al morir en le leño de la cruz, confía a su discípulo predilecto Juan su Madre, diciéndole: “He aquí a tu Madre” (Jo. 19,26). Ahora bien, esto nos hace suponer que María no tiene hijos naturales, a los cuales hubiera pertenecido, por obligación, tener cuidado de Ella. De esta manera coinciden los cuatro evangelistas en revelarnos la perfecta y perpetua virginidad de la Madre de Dios. • La voz de la Tradición. Por los Padres de los primeros siglos la virginidad de María es considerada como una verdad fundamental del cristianismo; verdad que ha de insertarse en la regla de fe obligatoria para todos los creyentes. Los asertores más elocuentes o los defensores más acérrimos de este blanco privilegio mariano son: San Justino, San Ignacio, Tertuliano, San Hipólito, Orígenes, San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín, San Gregorio Nacianceno, San Juan Crisóstomo. Padre y teólogos, en plena armonía con el sentir de los fieles, de los cuales son ellos, en cierto modo, inspiradores, custodios y defensores, han visto en la perfecta y perpetua virginidad de María una perla brillantísima e inalienable de su corona de Madre de Dios. Las singulares relaciones de afinidad que la 43 Unidad 1 vinculan con las tres divinas Personas de la Santísima Trinidad; la consanguinidad con el Verbo divino que en Ella, mística rosa, se hizo carne13 ; la grandeza inaudita del portento que la hizo “en su virginidad fecunda”; el designio divino de la Encarnación, que la asociada a su Hijo en la obra de purificación y santificación del género humano: son otros tantos bellísimos argumentos que reaparecen muchas veces en labios de los Padres, de los teólogos, de los poetas cristianos, para iluminar ante los ojos de la inteligencia cristiana la pureza inmaculada del cuerpo de María, hecho digno de ser santuario por excelencia de la Divinidad, el Templo del Espíritu Santo, el tálamo nupcial, donde “como Esposo que sale de su tálamo” el Sol de Justicia, Jesucristo, “se lanzó como un héroe exultante para correr su carrera” (Ps.18, 6) Radio María - Colombia María fue verdaderamente: “Vergine sola al mondo, senza esemplo – che il cielo innamorò di sue bellezze – cul nè prima fu, nè seconda”14 María fue totalmente, exclusivamente y siempre de Jesús. Lo amó como ninguna madre terrena podrá amar jamás a su propio hijo único. Y Él fue totalmente y exclusivamente, bajo el aspecto humano, de Ella, considerándose digno de ser “su Hijo”: “Tu, ad liberandum suscepturus hominem, non horruisti Virginis uterum”. Perfecta santidad. • Doctrina de la Iglesia. El casto seno de la Virgen fue verdaderamente el paraíso de la Encarnación, adornado con las flores más graciosas de todas las virtudes sobrenaturales. “En ti la misericordia, en ti la piedad, en ti la magnificencia, en ti se reúne cuanto existe en las creaturas de bondad”; de esta manera la exalta el Doctor melifluo, San Bernardo, en su cántico a la Virgen (Paraíso, 33, 18-21). Aquel jardín de belleza espiritual, plantado por Dios en el alma y en el cuerpo de nuestros primeros padres y simbolizado por el Edén, en el cual fueron colocados ellos, volvió a florecer en toda su magnificencia en la Virgen, nueva Eva, Madre del nuevo Adán. Virgen en su mente, en su corazón y en sus sentidos gracias a su Inmaculada Concepción; virgen también en su cuerpo, gracias a la virtud divina que la hizo Madre de un hombre-Dios, 44 13 Dante Par., 23, 73-74. La inmunidad de María “de toda mancha de pecado original” no fue más que la aurora radiante, no velada por niebla alguna de culpa o de fómite, de su larga jornada sobre la tierra. Pero la Sagrada Escritura nos advierte que. “El sendero de los justos es como una luz que despunta, que avanza, va creciendo, hasta que llega a la plenitud del día” (Prov., 4, 18). Pues bien: si esto es verdad de los justos en general, ¿quién podría describir el progreso en el bien realizado por la gracia divina en el alma de la Inmaculada, desde los primeros actos de virtud hasta el mediodía esplendente de su santidad? La obra maestra del supremo Artífice, cual es la Madre de Dios, es un misterio de belleza espiritual tan sublime que únicamente la luz de la divina Revelación es capaz de 45 14 Petrarca, Alla Vergine, ENCICLOPEDIA MARIANA Unidad 1 manifestárnoslo dignamente. Recojamos, pues, estos rayos de luz superior reflejados en el magisterio de la Iglesia, en la Tradición y en la doctrina de los teólogos, y concentrémoslos en la imagen de la “umile et alta piú che creatura”. Pío IX, refiriéndose al primer principio de la Mariología, “la maternidad divina”, deduce de él, como lógica consecuencia, la incomparable belleza espiritual de María. “Dios – afirma en la Bula Ineffabilis Deus -, desde el principio y antes de los siglos, escogió y predestinó para su Hijo una Madre, en la cual habría de encarnarse y de la cual después, en la feliz plenitud de los tiempos, habría de nacer; y, con preferencia a cualquier otra creatura, la colmó de tal amor que se complació en ella sola con una singularísima benevolencia. Por ello admirablemente la colmó, más que a todos los ángeles y a todos los santos, de la abundancia de todos los dones celestiales, tomados del tesoro de su divinidad. De esta manera, Ella, perfectamente libre siempre de toda mancha de pecado, enteramente bella y perfecta, posee tal plenitud de inocencia y de santidad, mayor que la cual no puede concebirse otra, después de Dios, y cuya profundidad ninguna inteligencia es capaz de comprender, fuera de la inteligencia de Dios. Y ciertamente era absolutamente conveniente que una Madre tan venerable resplandeciese siempre adornada con los fulgores de la santidad más perfecta”. 46 León XIII viendo en la santidad de María, con razón, la estrella más fúlgida de la corona que adorna su frente real, escribe: “Esta sobreabundancia de gracia –el Radio María - Colombia más eminente de todos sus privilegios innumerables – es lo que eleva a la Virgen muy por encima de todos los hombres y de todos los ángeles, y la aproxima, más que cualquier otra creatura, a Cristo. “Gran cosa es en cualquier santo poseer tanta gracia que baste para la salvación de muchos; pero si tuviese tanta que bastase para la salvación de todos los hombres del mundo, esto sería el máximo; lo cual se verifica en Cristo y en la bienaventurada Virgen” (Santo Tomás: opusc.VIII, super salut, angel; León XIII, Encíclica Magnae Dei Matris, 8-9-1892). Pío XI hace digno eco en las palabras de sus predecesores cuando afirma: “De este dogma de la maternidad divina, como el chorro de una fuente escondida, deriva a María una gracia singular, y de tal dignidad que, después de Dios, es lo más grande que puede pensarse” (Encíclica Lux veritatis. 25- 121931). No menos explicito es Pío XII al señalar en la maternidad divina el secreto de la incomparable santidad de María. “! Madre de Dios! ¡Qué inefable título! La gracia de la maternidad divina es la llave que abre, a la débil indagación humana, las innumerables riquezas del alma de Nuestra Señora, e impone al mismo tiempo a toda creatura la más alta veneración hacia Ella” (Radiomensaje C”est avec un douce, 196-1947). Estas riquezas del alma de María son las virtudes y los dones del Espíritu Santo, que, como arroyos que brotan de una profunda, limpidísima fuente, brotan de la plenitud de gracia con que Dios la dotó desde el primer instante de su Concepción Inmaculada. No hemos, por consiguiente, de maravillarnos de que 47 Unidad 1 Radio María - Colombia todas las facultades de María, enriquecidas por tan excelsas virtudes y hábitos operativos, bajo el influjo de una gracia actual suavísima y eficacísima, hayan producido toda clase de flores y frutos espirituales, que en el Evangelio y por el Apóstol son llamados “bienaventuranzas y frutos del Espíritu Santo”. Esta admirable fecundidad interior y exterior, gracias a la cual aparece la Virgen a la humanidad de los fieles como un modelo de perfección cristiana, espejo tersísimo de todas las virtudes más acabadas, aparece atestiguada luminosamente por los Romanos Pontífices León XIII (Encíclica Magnae Dei Matris) y San Pío X (Encíclica Ad diem illum). Pío XII, por su parte, invita a todos los devotos de María a admirar en Ella la ausencia de toda, aún la más mínima, mancha de culpa actual o de imperfección. “La beatísima Virgen María –escribe el Santo Padre en la Encíclica Fulgens corona (8-9-1953)-, que en todo el curso de su vida –unas veces en el gozo de que fue inundada suavísimamente, a veces en la tribulación y en los atroces dolores, por los cuales mereció el título de Reina de los mártires -, jamás se alejó, ni siquiera lo más mínimo, de los mandamientos y de los ejemplos de su divino Hijo. Nos parece que repite a todos y cada uno de nosotros aquellas palabras que pronunció durante las bodas de Cana, como señalando a Jesús a los siervos del banquete: “Haced cuanto Él os dijere” (Jo., 2,5). 48 fgfgfgfgfg • Testimonios de la Sagrada Escritura. En el Antiguo Testamento la santidad excepcional de la Virgen Madre fue prefigurada en el tipo de la Esposa de los Cantares. Y precisamente a estas diversísimas y emocionantes imágenes con que es descrita la belleza física y espiritual de la misteriosa Esposa, “toda bella e inmaculada” suele recurrir la Iglesia, cuando pretende revelarnos el misterio de la gracia vivido por aquella alma predilecta de Dios. “Al recurrir al Cantar de los Cantares – escribe el P. Bea, la Iglesia ha introducido en el culto a María valores íntimos y delicados de sentimiento. La Iglesia no procede arbitrariamente. Un camino directo nos lleva desde el primero e íntimo sentido de la alegoría del Cantar de los Cantares hasta su referencia a la Madre de Dios. La relación de gracia y de amor cantada en el Cantar de los Cantares encuentra su primera realización en las relaciones entre Dios y su pueblo, después en las relaciones entre Cristo y su Iglesia; además en las relaciones entre Cristo y el alma, las cuales podemos decir que se hallan idealmente expresadas y hechas perfectas en María y en Cristo, y en María y Dios. De esta manera la referencia del Cantar de los Cantares a María corresponde plenamente a su fin y a sus líneas fundamentales”15 Entre los evangelistas, es principalmente San Lucas, llamado por ello, con todo derecho, “el pintor de la Virgen”, quien nos ha dejado un retrato espiritual de María sobrio de líneas, pero fascinador y riquísimo de contenido. “Una mirada retrospectiva –escribe el P. A. Merk, como conclusión de su semblanza de 15 La figura di Marian el V.T., en Straeter, P., Mariologia, Torino, 1952, p.34. 49 Unidad 1 María en el Nuevo Testamento – nos hace surgir la imagen de la Virgen como aparece diseñada en la Sagrada Escritura, con trazos finos y precisos. Nos aparece humana, perfecta desde todo punto de vista, comprensiva, prudente y afectuosa, exquisitamente femenina, benignamente misericordiosa, suavemente delicada, pronta para interceder por nosotros y para sacrificarse… Aparece a nuestros ojos la más amable y admirable de las creaturas humanas, que nos ha dado al Speciosus prae filiis hominum, al que supera a todos en belleza. La persona y el destino de María no están trazados por lo que son en sí mismos, sino exclusivamente en relación con Cristo y con su alegre mensaje a la Humanidad. Pero las breves y sencillas líneas de la Sagrada Escritura revelan claramente el desarrollo de su vida espiritual conducida por Dios. Desde aquella generosa entrega a la voluntad de Dios en el momento de la Anunciación, María se va elevando paso a paso hasta una perfecta semejanza con Cristo y una participación más íntima en su obra de salvación. De esta manera el Espíritu Santo ha trazado, en escasas y sencillísimas líneas, pero con una eficacia magistral, la figura luminosa de la más alta personalidad de la estirpe humana” 16 50 • La voz de la Tradición. La conciencia, cada vez más clara que van adquiriendo, al correr de los siglos, la Iglesia docente y el pueblo cristiano, de la excelsa santidad de la Madre de Dios, se refleja elocuentemente en algunas afirmaciones de los Padre y escritores eclesiásticos, tanto en Oriente como en Occidente. El dogma de la divina maternidad 16 En Straeter, Mariología, pp. 79-80. Radio María - Colombia de María, definido entre la ansiosa expectación del pueblo de Éfeso, en 431, fue como el faro luminoso que manifestó de forma más radiante aún, a los devotos de la Theotócos, los tesoros de sabiduría, de ciencia y de bondad de Dios derramados de manera exuberante en el alma de la “Bendita entre todas las mujeres”. No faltaron, sin embargo, también en los siglos precedentes, solemnes testimonios de admiración incondicionada por la sublime perfección de la Panhagia: la Santísima. El poeta sirio, San Efrén, en el siglo IV, dirigiéndose a Cristo, pone en labios de la iglesia de Nisibe esta exclamación: “Sólo Tú y tu Madre tenéis la gracia de la perfecta belleza, porque no hay mancha en Ti, ni hay mancha en tu Madre. Junto a vosotros dos no existe ninguno de mis hijos que se pueda asemejar a vosotros”. Basilio, obispo de Seleucia, se pregunta admirado: “¿Quién no ha de quedar admirado de que María supere a todos los santos a quienes honramos?” En el siglo V, Antipatro de Bostra afirma que “María aparece a los ojos de Dios superior a todas las potestades”. En el siglo VI, Anastasio I de Antioquía presenta a Nuestra Señora como a “la única graciosa, hermosa, pura, santa entre las vírgenes”. En el siglo VII resuena en Jerusalén la voz poderosa del patriarca Sofronio, el cual exalta a María sobre los coros de los ángeles, “porque brilla en pureza más que toda la creación. Por lo cual yo te aclamo, añade: “Salve, llena de gracia, porque eres más rica de gracias que todas las creaturas. Ciertamente, muchos santos ha habido antes que Tú, pero ninguno ha sido santificado como Tú, ninguno ha sido beatificado como Tú, ninguno ha sido magnificado como Tú, ninguno ha sido rodeado como Tú de espléndido 51 Unidad 1 fulgor, ninguno ha sido elevado como Tú hasta las cimas más excelsas. Y verdaderamente con razón, porque nadie se ha acercado a Dios como Tú, nadie ha recibido como Tú la gracia de Dios” 17 No inferiores a estas alabanzas de los Padre Griegos son los elogios tributados a las grandezas espirituales de María por los Padres latinos, entre los cuales ocupan el primer lugar San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín, San León Magno, San Pedro Crisólogo, y, último en el tiempo, pero de los primeros en su devoción a María, San Bernardo. La Sagrada Liturgia, voz de la Iglesia orante y homenaje práctico de fe, ha rivalizado con los Padres, doctores y oradores sagrados en magnificar la excelsa figura de la Virgen. También se inspira casi siempre en la dignidad casi infinita de la Madre de Dios para los sublimes elogios dirigidos a María, los cuales podrían parecer más bien fruto de una exaltación mística poco ortodoxa y más bien sentimental. Radio María - Colombia coros de los querubines y de los serafines en lo alto de los cielos, he contemplado las milicias de los ángeles en las fiestas celestiales, he contemplado el don de la gracia hecho a nuestros Padres (en el Antiguo Testamento); he contemplado la grandeza de los profetas, la gracia concedida a los Apóstoles de curar a los enfermos, la palma concedida a los mártires, la recompensa de las vírgenes y de los monjes por sus renuncias, pero no he podido encontrar a nadie que haya podido beneficiarse de tanta gracia del Altísimo como se derramó sobre Ti, Virgen santa”18 • La doctrina de los teólogos. En una liturgia oriental leemos. “Oh Virgen, ¿quién podría exponer toda tu grandeza y quién podría proclamar dignamente tu gloria? ¡Tú te levantas sobre todas las cosas y las superas a todas en nobleza! Los cielos y los cielos de los cielos cantan tus alabanzas, porque fuiste hecha Madre del que te creó. Te exaltan los ángeles y los arcángeles, porque has engendrado a Aquél que te creó. ¡Cuán grande debe ser la gracia concedida a esta santa Virgen! He contemplado los Tarea específica de la ciencia teológica, desde el siglo XIII hasta nuestros días, ha sido la de indagar los filones de oro de la Sagrada Escritura y de la Tradición, para encontrar en ellos los testimonios más conspicuos sobre la Virgen y componerlos después en una grandiosa síntesis, de la cual los mosaicos de los ábsides de las antiguas basílicas romanas, con sus brillantes colores, no son más que una pálida imagen. El homenaje de la teología católica a la santidad de la Madre del Verbo divino ha sido el fruto del pensamiento humano, iluminado y fecundado por la luz de la Revelación divina. Por lo cual, los frutos nacidos de un tan sublime connubio no pueden considerarse como productos de vacua y ociosa imaginación, alimentada por un morboso sentimentalismo, sino la expresión noble a inmarcesible de una ciencia divino-humana, digno homenaje a la Madre del Hombre –Dios. 17 103 18 52 Cit. Por Ortiz de Urbina, I., en Straeter, Mariología, p. 53 G. Engberding, en el vol. Cit. De Straeter, p. 222. Unidad 1 Las líneas esenciales de la Mariología católica, en el tema de la santidad, nos ofrecen la siguiente encantadora fisonomía de María: En la Virgen tenemos una doble santidad. Una, casi sustancial, llamada entitativa, que consiste en una perfecta consagración de todo su ser natural a la misión de su maternidad divina. Toda la persona de María puede llamarse santa en su ser, porque estaba destinada a ser Madre del que es tres veces Santo. La otra santidad, en cambio, es la santidad moral y personal, que revistió a toda la naturaleza de la Inmaculada, derramándose por la esencia de su alma, santificada por la gracia habitual, hasta sus potencias cognoscitivas y afectivas, elevadas y hechas idóneas para los actos sobrenaturales mediante los hábitos de las virtudes infusas y dones del Espíritu Santo. De esta manera se convirtió María en Madre de Dios, no sólo según la carne, sino lo que importa más para la santidad, como partícipe de la naturaleza divina, hija adoptiva por excelencia de la Santísima Trinidad, Madre de Dios también según el espíritu, porque fue capaz de reproducir en su inteligencia y en su corazón en las tres divinas Personas, como misterioso fruto de fe y de amor: “Quienquiera que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mt., 12,50). 54 La santidad moral fue en María excelentísima, porque fue efecto de repetidas inundaciones o “plenitud de gracia” que la inundaron en los momentos más solemnes de su vida: su Concepción Inmaculada, la Presentación en el Templo, la Anunciación, el sacrificio Radio María - Colombia de Jesús y con Jesús en el Calvario, Pentecostés, su Tránsito, su Asunción gloriosa a los cielos. Así como la dignidad de Madre de Dios es casi infinita, de la misma manera la santidad de María alcanzó, desde el primer instante de su existencia, cumbres sublimes, inaccesibles a toda otra pura creatura. Con esto no pretendemos decir que la plenitud de gracia con que María fue dotada tantas veces fuese infinita, como la de su Hijo; y mucho menos absoluta, ni en cuanto a su intensidad o excelencia, ni en cuanto a la extensión y fecundidad de efectos sobrenaturales. María, efectivamente recibió, sucesivamente, la abundancia de favores celestiales en una medida proporcionada a las diversas misiones para las que Dios la iba destinando. Fue su plenitud, por consiguiente, una plenitud relativa. Sin embargo, como el fin supremo de su existencia, de todos sus privilegios y actividades fue siempre una maternidad digna del Hijo de Dios, Redentor del género humano, es evidente que la abundancia de gracias, de virtudes y de dones que el Altísimo derramó sobre Ella debió ser proporcionada a una misión que trascendía a todas las demás misiones, la que era, por consiguiente, incomparable. “La bienaventurada Virgen María – enseña Santo Tomás- recibió tal plenitud de gracia, que estuvo muy próxima al Autor de la gracia: de forma que fuese digna de concebir en Sí misma a Aquél que está lleno de gracia, y, dándolo a luz, de difundir en cierto modo la gracia sobre toda la Humanidad” 19 19 Summ. Theol., 3, q.27, a.5 ad 1. 55 Unidad 1 La plenitud de gracia y de santidad de María es, por consiguiente, la plenitud propia de la Madre de Dios y Corredentora del linaje humano, o sea de la Mediadora entre Cristo y la Humanidad. Por tanto es semejante, aunque no igual, a la gracia del Hijo, en virtud del “principio de analogía” o de conformidad, que regula las relaciones espirituales entre Ella y su Unigénito, del cual es al mismo tiempo Madre e Hija, modelo único según su ser físico, copia fidelísima según su fisonomía espiritual. Además, la gracia de la Virgen es semejante, pero incomparablemente más excelente que la gracia concedida a cualquier otra creatura, en virtud del “principio de sobre eminencia”, que afirma que la Madre de Dios y la Corredentora es superior a todos en plenitud de dones celestiales, convenientes para sus prerrogativas incomparables. Por lo cual, mientras que a Jesucristo compete, en el orden de la gracia, la absoluta plenitud de eficiencia y de influjo, y a los santos la relativa plenitud de simple suficiencia, a María se aplica la relativa plenitud de preeminencia, de abundancia y de redundancia. De estos principios brotan, como lógicas consecuencias y corolarios, las siguientes afirmaciones, que, revistiendo de luz solar a la mujer del Apocalipsis, acaban por trazarnos su imagen espiritual: 56 1 1ª.La Virgen, porque estaba destinada a ser Madre de Dios y Esposa Mística del Redentor, recibió, desde el primer instante de su existencia, una abundancia de carismas celestiales más grande y excelente que la concedida a los ángeles y a los santos en su primera santificación o justificación. Es doctrina teológicamente cierta, admitida por todos y Radio María - Colombia confirmada por su Santidad Pío IX en la Bula Ineffabilis Deus con las palabras arriba citadas. 2 2ª.La Virgen, siempre a causa de sus excepcionales relaciones con Dios trino y con el Verbo encarnado, Redentor del mundo, recibió, ya desde el principio, mayor abundancia de dones sobrenaturales de la que poseyeron ángeles y santos en su estado definitivo de gloria. También esta doctrina es comúnmente admitida, porque es considerada muy probable por las razones teológicas tantas veces mencionadas. En su favor milita la autoridad de la Bula de Pío IX. 3 3ª.La Virgen, no sólo en el momento de su bienaventurado tránsito, o cuando concibió y dio a luz al Verbo de Dios, sino desde el primer instante de su Concepción Inmaculada, fue enriquecida con tal abundancia de gracias que superó las gracias todas de la asamblea entera de los ángeles y de los santos en la gloria celestial. Como es fácil intuir, resuenan aquí las notas más altas al himno a la santidad de María: notas tan sublimes que no todos son capaces de percibirlas, por lo cual no es de admirar que la dicha opinión, aún cuando muy probable y verosímil, no consiga un asentimiento universal. La resistencia de algunos es motivada tal vez por no tener presente que en el dominio de los valores morales, como es en sumo grado la santidad, la primacía ha de atribuirse sobre todo a la calidad, no a la cantidad, como el valor intrínseco del diamante o del oro no teme la comparación con cualquier cantidad de otros metales preciosos. 57 Unidad 1 Esto supuesto, es fácil imaginar las cumbres de santidad a que llegó la Virgen. Ella, efectivamente, comenzó sus ascensiones hacia el Altísimo por donde otros ni siquiera han conseguir llegar. Con razón, por consiguiente, aplica la Iglesia a María, aunque en sentido extensivo y metafórico, las palabras del salmo 88 sobre la Jerusalén terrena: “Sus fundamentos están en los montes santos. Ama el Señor las puertas de Sión sobre todas las moradas de Jacob. ¡Cosas gloriosas han sido dichas de ti, oh ciudad de Dios!! Y Él mismo ha echado tus fundamentos, el Altísimo!” Tales admirables ascensiones hacia la meta suprema de la visión de Dios, el alma de María pudo realizarlas mientras que era todavía viadora sobre la tierra, es decir, mientras estaba lejos de la glorificación de toda su persona, reservada a Ella también en premio en sus altísimos méritos. Pero si la ausencia de la visión beatífica fue condición indispensable para su aumento de gracia, de virtudes, de dones y de méritos en la persona de la Madre de Dios mientras vivía sobre la tierra, una plenitud de ciencia infusa sobrenatural, debida un influjo especial del Espíritu Santo, fue la norma directiva de la conducta moral de María. Todo en Ella fue luminoso y santo, cada vez más luminoso y más santo: pensamientos, afectos, propósitos, acciones. El amor de Dios, vínculo de perfección, y primero de los mandamientos, más que un deber, fue una necesidad encendidísima de su corazón de Madre del Verbo. Y como la caridad es la reina y la vida de todas las demás virtudes, y el vínculo de los dones del Espíritu Santo, no hubo virtud ni don que no alcanzase en Ella un grado heroico, superlativo. He aquí por qué la Iglesia, en las Letanías Lauretanas, 58 Radio María - Colombia saluda e invoca a la Virgen. Mater purissima… Virgo prudentissima… Regina sanctorum ómnium. A Ella dirige el poeta- teólogo, por boca de San Bernardo, la plegaria tan conocida, en la cual el elogio de su sublime santidad resuena con acentos que revelan la más alta admiración: “Virgen y Madre, Hija de tu Hijo, humilde y alta más que otra creatura…; en Ti magnificencia, en Ti piedad, en Ti magnificencia se unifican, y cuanto de bondad hay en las creaturas” 20 Asunción a los cielos • Doctrina de la Iglesia. Su Santidad Pío XII, desde lo alto de su trono levantado sobre la escalinata de la plaza de San Pedro el 1 de noviembre del Año Santo 1950, ante la multitud inmensa de fieles católicos venidos de todas las naciones del mundo libre, proclamaba, con oráculo infalible, la Asunción corporal de María Santísima a los cielos. 59 He aquí sus palabras textuales. “A gloria de Dios Omnipotente, que ha derramado en María su especial benevolencia, a honra de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, a mayor gloria de su augusta Madre y para gozo y exultación de toda la Iglesia, por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, y Nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos como dogma revelado por Dios que: la Inmaculada 20 Dante, Par., 33, 12, 19-21 Unidad 1 Madre siempre Virgen María, terminando el curso de su vida terrena, subió a la gloria celestial en alma y cuerpo” (Bulla Munificentissimus Deus). ¿Cómo se ha llegado a este nuevo dogma de fe, que disipa para siempre de la mente de los fieles toda duda sobre la gloria incluso corporal de la Madre del Redentor? Ningún acta de Concilios ecuménicos o del magisterio solemne de los Romanos Pontífices ha precedido a la definición pronunciada por su Santidad Pío XII. Sin embargo sabemos que la Iglesia no crea nuevas verdades de fe, ni improvisa las definiciones dogmáticas. La Asunción corporal de María era ya dogma de fe, aunque no definido, aun antes de que Pío XII la sancionase con sentencia definitiva, no sólo como hecho dogmático en conexión con las verdades de fe, sino como verdad revelada por Dios. Ella, efectivamente, ha sido objeto de enseñanza por parte del Magisterio ordinario y universal de la Iglesia durante muchos siglos, y, como tal, era creída por los fieles de todo el mundo. De lo cual dio claro e indudable testimonio la respuesta afirmativa enviada por casi la totalidad del cuerpo episcopal al Sumo Pontífice, cuyo parecer solicitó, respecto a la definibilidad de la Asunción corporal de la Santísima Virgen y a la conveniencia de la definición misma (Litt. Deiparae Virginis Mariae de 1 de mayo de 1946). 60 En el Concilio Vaticano (1870), 204, entre obispos y teólogos habían solicitado la definición de la Asunción como una verdad que era objeto de firmísima fe por parte de la Iglesia, porque se deriva de la Radio María - Colombia tradición divino –apostólica, y, por consiguiente, de la Revelación. Pero la venerable asamblea no juzgó que había llegado todavía el momento de la solemne definición como tampoco lo creyó antes el Sumo Pontífice Pío IX, el cual no parece dudar de una posible definición cuando respondía a las instancias de la reina Isabel de España. “La Asunción, de la manera como es creída por los fieles, está lógicamente unida con la Inmaculada”. A Pío XII le había reservado Dios la gloria y el mérito de ser “el Papa de la Asunción”. Pero, ¿cuál ha sido, para el Sumo Pontífice, el motivo principal que lo indujo a proceder a la deseada definición? El mismo nos lo indica en la Bula dogmática: “Este singular consenso del episcopado y de los fieles (Bula Ineffabilis Deus) en considerar definible como dogma de fe la Asunción corporal a los cielos de la Madre de Dios, presentándonos la concorde enseñanza del magisterio ordinario y la fe concorde del pueblo cristiano, manifiesta por sí mismo, de una manera cierta e infalible, que tal privilegio es verdad revelada por Dios y contenida en aquel divino depósito que Cristo confío a su Esposa para que la custodiase fielmente e infaliblemente lo declarase” (Cfr. Conc. Vat., De fide católica, c. 4) 61 También de los labios augustos del Papa podemos recoger los otros argumentos teológicos, que han provocado, por así decirlo, el sentir unánime del episcopado y de los fieles. La fe, efectivamente, de la Iglesia docente y de la discente no es fruto de revelación directa, como la de los profetas y de los Apóstoles, sino que ella saca sus motivos del tesoro Unidad 1 de la palabra divina contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición divino-apostólica. Así ha ocurrido también con la creencia en la Asunción corporal de la Virgen: “La augusta Madre de Dios –arcanamente unida a Jesucristo desde toda la eternidad “con el mismo decreto” (Bulla Ineffabilis Deus) de predestinación, Inmaculada en su concepción, Virgen intacta en su divina maternidad, generosa compañera del divino Redentor, que ha conseguido un triunfo total sobre el pecado y sobre sus consecuencias, al final, como suprema coronación de sus privilegios – fue preservada inmune de la corrupción del sepulcro y, vencida la muerte, como su Hijo, fue levantada en alma y cuerpo a la gloria del cielo, donde resplandece como Reina a la diestra de su Hijo, Rey inmortal de los siglos” (Bulla Munificentissimus Deus). • Testimonios de la Sagrada Escritura. ¿Es posible encontrar la revelación de la Asunción corporal de la Virgen en el Antiguo Testamento? Algunos, incluso entre los católicos de nuestros días, han considerado esto como una presunción, al menos según el sentido literal. 62 Limitándose, en cambio, al sentido acomodado, o impropio, no han faltado como la misma Bula nos recuerda, santos Padres y teólogos, que en los pasados siglos se han complacido en hallar en el Antiguo Testamento como el preludio de la glorificación Radio María - Colombia corporal de la Madre del Mesías. En los Salmos (131, 8; 44, 10, 14-16), en el Cantar de los Cantares (3, 6; 4, 8; 6, 8) y en Isaías (60, 13) hállanse textos que se adaptan perfectamente a significar el triunfo de la Virgen sobre la muerte y su gloria celestial. Pero, permaneciendo dentro de los límites del sentido literal, el Sumo Pontífice ve en el Génesis (3, 15), interpretado a la luz de la Tradición primitiva, el primer anuncio de la victoria de la mujer también sobre la muerte, como incluida en el pleno triunfo de Ella y de su Hijo contra la serpiente enemiga. Y concluye. “Por lo cual, así como la resurrección de Cristo fue parte esencial y signo final de esta victoria, igualmente también para María la común lucha debía terminarse con la glorificación de su cuerpo virginal”. “En el Nuevo Testamento los doctores escolásticos –prosigue la Bula pontifica – consideraron con particular interés las palabras Ave, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita eres entre las mujeres (Lc., 1, 28), porque veían en el misterio de la Asunción un complemento de la plenitud de gracia concedida a la Virgen beatísima y una bendición singular, en oposición a la maldición de Eva.” Además, en un sentido que el Sumo Pontífice no declara abiertamente si es literal o acomodado, la Asunción corporal de María refulge en la visión apocalíptica del Apóstol predilecto, al cual el Señor moribundo confío a su Madre: “También en aquella mujer vestida de sol, que el Apóstol Juan contempló en la isla de Patmos (Apoc., 12, ss.), los teólogos han visto insinuada la Asunción de la Virgen Madre de Dios”. 63 Unidad 1 No faltan actualmente teólogos y exégetas que se inclinan a ver en la visión de San Juan el primer germen de la tradición apostólica explícita a favor de la glorificación corporal de María. El Apóstol, en efecto, contempla a la persona de María, tipo de la Iglesia glorificada en alma y en cuerpo. Ahora bien el Apocalipsis fue escrito en el año 95 (14 de Domiciano), cuando el tránsito de la Virgen, del cual por lo menos San Juan fue testigo seguro, ya había ocurrido. Es, por consiguiente, verosímil que él nos recuerde su triunfo en su visión de Patmos. • La voz de la Tradición. 64 El testimonio claro y explicito de los Padres a favor de la Asunción corporal de María, según las enseñanzas de la Bula Munificentíssimus Deus, no se remonta más allá del siglo V o VI. Los indicios y los hechos más significativos de tal creencia están indicados por el Sumo Pontífice, remontando el curso de los siglos, según el método teológico llamado “regresivo”. Estos son: los innumerables templos dedicados a Dios en honor de María Virgen asunta a los cielos; las sagradas imágenes que nos describen el singular triunfo, las ciudades y regiones colocadas bajo su patrocinio, el Rosario mariano, que, en uno de sus misterios gloriosos, hace mención expresa de la Asunción, la festividad litúrgica celebrada desde la antigüedad en Oriente y en Occidente. A estos testimonios que se confunden, por así decirlo, con la práctica misma de la Iglesia y señalan, indudablemente, en contenido doctrinal de su fe (puesto que “la norma de la verdadera fe se manifiesta Radio María - Colombia en la práctica de la plegaria litúrgica” y en la vida toda de la Iglesia), otros testimonios, más explícitos y directos, se van añadiendo. El coro de los Padres y de los doctores, los cuales, comenzando desde el siglo IV, con San Epifanio, hasta el siglo XVIII, con San Alfonso María de Ligorio, exaltan ininterrumpidamente, con acentos cada vez más claros, extensos e imponentes, la incorrupción del cuerpo virginal de la Madre de Dios, su anticipada resurrección, la final glorificación en la patria del cielo. Doctores y teólogos han competido en iluminar las diversas razones de conveniencia que demuestran que es, más plausible, casi necesaria, frente a la conciencia cristiana, la victoria de la Inmaculada Virgen Madre de Dios y esposa del Redentor incluso sobre la muerte. La divina maternidad, la Inmaculada Concepción, su intacta y perpetua virginidad, su santidad singular, su asociación a Cristo en la perfecta y perpetua victoria contra el demonio, el pecado y sus consecuencias. Son otros tantos títulos que reclaman para María el triunfo sobre la muerte. Parece, finalmente, “casi imposible” concebir, como advierte con razón el mismo Sumo Pontífice, que Jesús, Dios omnipotente y sapientísimo, además de Hijo amantísimo, dejase que su Madre fuese víctima de la corrupción del sepulcro y no se apresurase más bien a honrarla con un triunfo anticipado, “asumiéndola” consigo por virtud divina hasta el cielo. La misma perfecta glorificación de la Virgen Corredentora exigía que su cuerpo tuviese parte en la bienaventuranza del alma, iluminada ya por la visión de la augustísima Trinidad. Y precisamente, gracias a la redundancia de la gloria del alma sobre su cuerpo virginal, éste se hace impasible, inmortal, sutil, ágil y luminoso. 65 Unidad Radio María - Colombia A la gloria de la resurrección tenía pleno derecho (de condigno) la Virgen, como también todos los demás justos, miembros de Cristo, vencedor de la muerte; en cambio, no podría tener ningún derecho verdadero y propio para recibir el privilegio de una anticipada resurrección y asunción, por lo cual, la Asunción fue para Ella, a diferencia de la de Cristo, un privilegio singular, concedido, con suma liberalidad, por “el munificentísimo Dios”. Privilegio, sin embargo, convenientísimo, merecido por Ella, al menos en sentido lato (de congruo), como Madre de Dios, Inmaculada, Virgen, Consorte del divino Redentor. Porque a la corona de sus privilegios insignes no podía faltar “esta fúlgida gema”. María a la maternidad divina, coloca lógicamente el capítulo de la maternidad espiritual inmediatamente a continuación de la maternidad divina en un tratado de mariología, y no, como ocurre generalmente hacia el final del tratado. Otra razón, además, exige este lugar: y es que los demás privilegios de María le han sido concedidos no solamente en vista de su maternidad divina, sino también en vista de su maternidad espiritual, es decir, en vista de su función de Madre del Cristo total” He aquí el plan que vamos a exponer en este entrañable capítulo de la maternidad espiritual de María sobre nosotros: 3. MEDIACION UNIVERSAL La Maternidad Espiritual De María Inmediatamente después del estudio sobre la maternidad divina de María, se impone el de su maternidad espiritual sobre nosotros. Esta segunda es –como veremos- una consecuencia necesaria e inevitable de aquélla. 66 “La conexión necesaria –escribe a este propósito Neubert21 que une la maternidad espiritual de 21 Cf. E. Neubert, María en el dogma, versión de la 2ª ed. Francesa (Bilbao 1955) p.55-56 1. Fundamento de la maternidad espiritual de María. 2. Verdadero sentido de la maternidad espiritual de María. 3. Las etapas de la maternidad espiritual de María. 67 4. Extensión de la maternidad espiritual de María. 5. Perfección de la maternidad espiritual de María. 6. María, Madre de la Iglesia. Unidad 1. Fundamento teológico de la maternidad espiritual de María. “La solución de la cuestión sobre el fundamento teológico de la maternidad espiritual de María depende de la solución del problema sobre el nexo que existe entre la maternidad divina y la maternidad espiritual. Aquellos (poquísimos) para quienes la maternidad divina de María Santísima no es más que la maternidad del Hombre-Dios no ven evidentemente nexo entre maternidad divina y maternidad espiritual. Aquellos, en cambio, para quienes la maternidad divina de María es la maternidad del Hombre-Dios Redentor en cuanto tal (es decir, en cuanto Redentor, Cabeza de la humanidad, que Él ha venido a regenerar a la vida sobrenatural), ven un nexo estrechísimo entre la maternidad divina y la maternidad espiritual de María Santísima. Para éstos, pues, el verdadero fundamento de la maternidad espiritual se encuentra en nuestra incorporación a Cristo. En virtud de la encarnación redentora, en efecto, el Verbo encarnado en el seno virginal de María queda constituido Cabeza mística de toda la humanidad (síntesis de toda la creación), y la humanidad queda constituida Cuerpo místico suyo. Cristo, en efecto, puede ser considerado bajo un doble aspecto: como HombreDios y como Redentor. Como Hombre-Dios tiene un cuerpo físico, como todos los demás hombres; como Redentor del género humano, en cambio tiene un Cuerpo místico, que es la sociedad de todos los que creen en Él (Rom 12,5). La Virgen Santísima, pues, al engendrar física y naturalmente a Cristo, engendraba espiritual y sobrenaturalmente a todos los cristianos, miembros místicos de Cristo, o sea todo el género 68 Radio María - Colombia humano. Se sigue que tanto la Cabeza como sus místicos miembros son frutos del mismo seno, el de María; y que María queda constituida así Madre del Cristo total, es decir, de la Cabeza y de sus miembros, aunque de modo diverso: físicamente de la Cabeza, espiritualmente de los miembros. Así –ya lo veremosSan Pío X en la encíclica Ad diem illum. Todo esto es consecuencia de una maternidad divina soteriológica, o sea, de la maternidad del HombreDios Redentor en cuanto tal; de una maternidad, ordenada por sí misma, en virtud del plan divino, a la redención, a la regeneración sobrenatural de la humanidad caída. Esto se deduce, como veremos, de la Escritura, de la Tradición y de un modo clarísimo de la enseñanza del magisterio eclesiástico. En breve: la maternidad espiritual de María Santísima respecto a todos los cristianos es una prolongación de su maternidad divina y física respecto a Cristo…: somos hijos en el Hijo (filii in Filio), en quien estamos como incluidos, a quien estamos incorporados” En cabio, los que no admiten (y son bien pocos, un número casi despreciable) esa maternidad divina soteriológica (o sea, con finalidad redentora), encuentran el fundamento de la maternidad espiritual de María Santísima en las palabras de Cristo en la cruz: “He aquí a tu madre.He ahí a tu hijo” (Jn 19, 2627)… Pero las citadas palabras de San Juan, no tienen un valor causativo, sino solamente declarativo o proclamativo de la maternidad espiritual de María”22 69 22 Cf. Roschini, La Madre de Dios según la fe y la teología (Madrid 1955) Vol 1 p. 384-86 Unidad Radio María - Colombia La maternidad espiritual de María es el complemento de su maternidad divina, puesto que Ella es la Madre del Cristo total: Madre física de Cristo-Cabeza, y Madre espiritual de todos los miembros de su Cuerpo místico. 2. Verdadero sentido de la maternidad espiritual de María. Es preciso ante todo, determinar el verdadero sentido de la maternidad espiritual de María sobre nosotros, puesto que corren en el mundo –a este respectoconceptos faltos o incompletos23 a) SENTIDO FALSO: MATERNIDAD METAFÓRICA. 70 A los ojos de algunos, María es llamada nuestra madre porque nos ayuda y nos ama como si fuera nuestra Madre. Aplicándole, pues, este nombre suave, expresamos tan sólo una maternidad metafórica, todo lo inefablemente dulce que se quiera, pero una simple maternidad figurada y no una maternidad verdadera. Otros ven, en el título de Madre la expresión de los cuidados que María se toma para alimentarnos y elevarnos. Nos prodiga innumerables favores espirituales para 23 Cf. Neubert. o.c., p.56-59, de donde tomamos esta doctrina. fortificar nuestra vida sobrenatural, para desarrollarla, para preservarla de todo mal. Nos rodea de tantos favores naturales en salud y enfermedad, en todas las circunstancias de nuestra vida, que jamás madre verdadera ha hecho le centésima parte por el más querido de su hijos. Sin embargo, ¿una nodriza es acaso una madre? b) SENTIDO INCOMPLETO: MATERNIDAD APOPTIVA. Para otros, María es nuestra Madre por adopción. Cuando estaba para perder a su Hijo único, Jesús le dio en su lugar al discípulo predilecto, y en la persona de Juan a todos sus discípulos presentes y futuros, cuando le dijo: “Mujer, he ahí a tu hijo”. Y a Juan. “He ahí a tu madre” (Jn 19, 26-27). En aquel momento María habría adoptado por hijos suyos a los que el amor de su Hijo le confiaba y desde aquel momento los habría tratado como si ella los hubiera dado al mundo. En verdad que las palabras de Cristo en la cruz se refieren a la maternidad espiritual de María. Pero querer fundamentar en esas palabras el fundamento de su maternidad sería hacer de ella una idea superficial. Sería entonces algo puramente accidental, apoyándose sobre unas palabras que Nuestro Señor hubiera podido no pronunciar; siempre algo extrínseco a María y a nosotros. Una adopción no es más que una ficción legal; da al adoptado los derechos de un hijo, pero no puede hacer un hijo verdadero; 71 Unidad Radio María - Colombia ella le confiere los bienes exteriores, pero no puede hacer que haya recibido su naturaleza del padre o de la madre que lo adopta. Ahora bien: de hecho la maternidad espiritual de María es una realidad mucho más íntima que una simple adopción humana, una realidad ligada toda la misión, a toda la razón de ser de la Virgen. c) SENTIDO VERDADERO: MARÍA NOS TRANSMITE LA VIDA SOBRENATURAL. ¿Qué es, pues, esta maternidad espiritual? Por esta maternidad entendemos que María nos ha dado la vida sobrenatural tan verdaderamente como nuestras madres nos han dado la vida natural; y que, como nuestras madres lo hacen en nuestra vida natural, Ella nutre, protege, acrecienta y extiende nuestra vida sobrenatural a fin de conducirla a su perfección. 72 Todos comprenden la realidad de la vida natural. La vemos, la tocamos, la sentimos, la percibimos en todas nuestras actividades exteriores e interiores; se confunde, por decirlo así, con nuestro yo, pues no tenemos conciencia de nuestro yo sino sintiéndonos vivir. Es la gran realidad tan querida, que para conservarla hacemos, si es preciso, el sacrificio de todos los demás bienes terrenos: fortuna, placeres, ambiciones… Pues bien: al lado de esta vida natural, la fe nos enseña que hay para el cristiano otra vida, llamada sobrenatural o espiritual, o también estado de gracia. Pero como esta vida no puede verse, ni tocarse, ni constatarse directamente, les parece a muchos cristianos algo vago, etéreo, inconsistente; algo más bien negativo –la ausencia de pecado graveo, si algo positivo, una relación exterior de amistad entre Dios y el alma. Y, sin embargo, esta vida sobrenatural es una realidad muy superior a cualquier otra realidad creada, muy superior en particular a esta vida natural que nos es tan querida, puesto que los mártires han sacrificado alegremente ésta o aquélla, puesto que nosotros todos debemos estar en la disposición de perder nuestra vida natural antes que el estado de gracia, puesto que el Hijo de Dios se ha encarnado y ha dado su vida para merecernos esta vida de la gracia. ¿Qué es, pues, esta vida sobrenatural tan impalpable y, sin embargo, tan preciosa? No es otra cosa que la misma vida de Dios, la vida de Cristo en nosotros. Por ella, nos dice San Pedro, llegamos a ser “partícipes de la misma naturaleza divina” (1Pe 1,4). Y san Pablo prorrumpe: “no soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20). Y en otro lugar: “Mi vida es Cristo” (Flp 1,21). Por otra parte, nos enseña que nosotros formamos un cuerpo con Jesucristo, que es nuestra Cabeza (1Cor 12 y en otros sitios). Ahora bien: en un cuerpo, la misma vida anima la cabeza y los miembros. 73 Unidad Radio María - Colombia Pero, ya antes que Pedro y antes que Pablo, Jesucristo había enseñado a sus discípulos: “Yo soy la vida, vosotros los sarmientos. El que mora en mí y yo en él, éste dará mucho fruto” (Jn 15,5). La misma savia circula en la cepa y en los sarmientos; la misma vida circula en Cristo y en sus discípulos. Ahora bien: esta participación de la vida infinita, eterna, de Dios, nos la comunica María. ¿Cómo nos la comunica? Se puede responder con muy pocas palabras: “Nuestra vida es Cristo. María nos ha dado a Cristo. Luego Ella nos ha dado la vida”. O también –puesto que nuestra participación en la vida de Cristo es por la gracia- se podría formular el argumento en esa otra forma. “La gracia es nuestra vida sobrenatural. María nos ha merecido y nos distribuye toda gracia. Luego Ella nos da nuestra vida sobrenatural y, por consiguiente, es nuestra verdadera Madre en el orden sobrenatural o de la gracia” 74 3. Las etapas de la maternidad de María. Si queremos ahora examinar más de cerca y de una manera exhaustiva todo el proceso preparatorio, constitutivo y completivo de la maternidad espiritual de María sobre todo el Cuerpo místico de Cristo y sobre cada uno de nosotros en particular, podemos distinguir hasta ocho aspectos o momentos, caracterizados por diversos acontecimientos de gran importancia en la vida de María y por la diversidad de su influjo materno. Estos aspectos o momentos distintos son los siguientes24 1. Maternidad predestinada. La Santísima Virgen fue eternamente predestinada por Dios para ser la Madre física de Cristo Redentor y, por lo mismo, la Madre espiritual de todos los redimidos, o sea, de todo el género humano. En este sentido se puede y debe decir que en la mente divina María fue Madre espiritual nuestra desde antes que Ella naciera, o sea, desde toda la eternidad. 2. Maternidad dispositiva o preparatoria. Comprende desde la Concepción Inmaculada hasta la Encarnación. Se trata, naturalmente, de una maternidad en potencia, puramente dispositiva o preparatoria, pero no realizada todavía. Santo Tomás señala tres etapas en el proceso de santificación o perfeccionamiento de la gracia de María. He aquí sus propias palabras25 75 “Hubo en la Bienaventurada Virgen triple perfección de gracia. La primera, dispositiva, por la cual se hacía idónea para ser Madre de Cristo, y ésta fue la perfección de la santificación (o sea, en su Concepción inmaculada). La segunda, perfección le vino a la bienaventurada Virgen de la presencia del 24 Cf. Bernardo Cueva, S.M., Doctrina y vida marianas (Madrid 1953) n.134-43. 25 Cf: III 27,5 ad 2.El paréntesis explicativo es nuestro. Unidad 1 Hijo de Dios encarnado en sus virginales entrañas. La tercera es la perfección final que posee en la gloria” 3. Maternidad esencialmente constitutiva. La maternidad espiritual de María, predestinada eternamente por Dios y preparada desde el instante de su concepción inmaculada, vino a constituirse esencialmente, esto es, a ser una inefable realidad en el momento mismo de la encarnación del Verbo en sus purísimas entrañas, pues en aquél mismo instante concibió y engendró físicamente a Cristo como Redentor de la humanidad, y, por consiguiente, concibió y engendró espiritualmente a todos los redimidos, o sea, a todo el género humano. Esta doctrina no puede ser negada ni puesta en tela de juicio por ningún católico, ya que ha sido enseñada expresa y formalmente por el magisterio oficial de la Iglesia, por lo que muchos teólogos la consideran, con razón, como una verdad perteneciente al tesoro de la fe católica. 4. Maternidad gestativa. Este aspecto de la maternidad espiritual de María abarca desde la encarnación hasta Belén. Durante este período, más aún que en el que precedió a la encarnación, los actos todos de María tenían un alcance maternal y corredentor. Llevaba ya en sus entrañas al Cristo total, y hacia él polarizaba su existencia. De este modo nos iba formando en su purísimo seno a la vez que formaba a nuestro Redentor. 76 Radio María - Colombia 5. Alumbramiento formal. Nuestro alumbramiento como hijos espirituales de María comenzó en el portal de Belén, al dar a la luz a Cristo, nuestra Cabeza. Pero no se completó de una manera formal y definitiva hasta el Calvario, cuando se consumó de hecho la redención del mundo por Jesucristo Redentor y María Corredentora. Escuchemos a un ilustre mariólogo explicando esta etapa de nuestro alumbramiento dolorosísimo en el calvario26 “El misterio de la encarnación se completa con el misterio de la redención. Con su muerte consumó Jesucristo “la destrucción de aquel que tenía el imperio de la muerte, esto es, el diablo” (Heb 2,14), y nos mereció definitivamente el vivir de su vida. Ahora bien. La cooperación de María a la redención fue no menos consciente y real que su cooperación a la encarnación. Por consiguiente, lo mismo que nuestra regeneración espiritual, iniciada en el misterio de la encarnación, recibió su cumplimiento en el de la redención, así la maternidad espiritual de María, que consumó en el primer misterio, se consumó en el segundo. En Nazareth María nos concibió y en el Calvario nos dio a luz. Y la que, siempre virgen, no conoció más que el gozo en el nacimiento de su Primogénito, probó mortales angustias en el alumbramiento de los otros hijos suyos”. 26 Neubert, o.c., p. 60-61 77 Unidad 1 6. Proclamación de la maternidad espiritual. Para que a nadie cupiera la menor duda de que María es real y verdaderamente nuestra Madre espiritual, el mismo Redentor del mundo, agonizante en la cruz, quiso proclamarlo solemnemente a la faz del mundo entero, cuando, dirigiéndose a su Madre, le dijo con inefable ternura. “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Y luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu Madre (Jn 19, 2627). Ahora bien, según el testimonio de la tradición cristiana, confirmado por innumerables documentos del magisterio de la Iglesia, San Juan representaba en aquellos momentos a toda la humanidad redimida por Cristo. María es, pues, por expresa declaración de Cristo moribundo, La Madre espiritual de todo el género humano. 7. Maternidad distributiva o de generación individual. He aquí cómo explica este aspecto de la maternidad espiritual de María un excelente mariólogo contemporáneo27 “Hasta ahora hemos estudiado la maternidad espiritual globalmente, señalando los títulos que confieren a la Santísima Virgen el derecho a esa maternidad. Pero María es Madre de hecho de cada uno de nosotros individualmente considerado. 78 La base siempre es la misma: la ley de la asociación con Cristo. En virtud de esta ley, la Madre participa del ministerio del Hijo en sus múltiples manifestaciones. Y entre ellas la santificación de las almas. Retuérzase más aún esta ley con el oficio de dispensadora de todas las gracias. 27 Cf. P. Bernardo Cueva, o.c., n.139-40 Radio María - Colombia Esta fase distributiva de la maternidad espiritual se verifica en el bautismo. ¿Cómo actúa en él la Santísima Virgen? Reconocen los teólogos la presencia de María y su intervención maternal, pero no han llegado a precisar todavía la naturaleza de esta acción. Nos hablan de una causalidad misteriosa y eficacísima. Destacan la oración y los méritos de la Madre para obtener la aplicación de la gracia a cada uno de sus hijos. Ponen de relieve la disposición que crea en el alma para el influjo sacramental. Señalan que purifica y regenera al bautizado, transfiriéndole el valor meritorio y satisfactorio de la pasión y muerte de Jesucristo. En fin, acción real, eficaz y maternal y por la que la Madre celestial nos engendra a la vida de la gracia. Es difícil de explicar, como toda realidad suprasensible; pero la fe nos la garantiza plenamente”. 8. Maternidad consumativa o gloriosa. La Virgen María no es nuestra Madre espiritual tan sólo durante el transcurso de esta vida terrena y mortal, sino que lo será –y, por cierto de una manera perfectísima, puesto que lo será inamisiblemente, o sea, sin posibilidad de dejar de serlo jamás- allá arriba en el cielo, por toda la eternidad. En la hora de nuestra muerte, María, como Madre amorosísima, estará a nuestro lado para recoger nuestro último suspiro (sobre todo al lado de aquellos hijos que se lo hayan pedido nada menos que cincuenta veces todos los días a través de las avemarías del santísimo rosario). ¿Cómo podríamos pensar que María nos deje solos en aquel trance supremo, del que depende nuestra eternidad feliz o desgraciada? Por eso la verdadera y tierna devoción a María es una de las señales más claras y eficaces de eterna predestinación. 79 Unidad 1 Si el alma antes de entrar en el cielo necesita alguna purificación ultraterrena, la Virgen María, como Madre dulcísima, la visitará y consolará en medio de los tormentos del purgatorio, apresurando la hora de su liberación. Pero la etapa definitiva de la maternidad espiritual de María es la que hemos denominado consumativa o gloriosa, o sea, cuando el hijo espiritual de María nazca a la gloria del cielo para siempre. Esa es la suprema aspiración de María, a ella encaminada todos sus desvelos maternales. 4. Extensión de la maternidad espiritual de María. Los mariólogos suelen preguntarse cuánta sea la extensión de la maternidad espiritual de María, o sea, sobre qué personas o seres creados recae. Para resolver con acierto esta cuestión hay que tener en cuenta que nuestra filiación mariana tiene por raíz y fundamento nuestra incorporación a Cristo como miembros de su cuerpo místico y como pecadores redimidos por Él y corredimidos por ella. Esta es la doble raíz y fundamento de nuestra filiación mariana – encarnación y redención-, sin las cuales no podríamos ni seríamos en modo alguno, hijos de María, que, probablemente, ni siquiera hubiera existido. Por consiguiente la maternidad espiritual de María se extenderá a todos aquellos a quienes se extienda la influencia de Cristo como Verbo encarnado y como Redentor de la humanidad. Radio María - Colombia 5. María, Madre de la Iglesia. Para gloria de la Virgen y consuelo nuestro. Nos proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores, que la llaman Madre amorosa, y queremos que ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título. “La divina maternidad es el fundamento de su especial relación con Cristo y de su presencia en la economía de la salvación operada por Cristo, y también constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia, por ser Madre de Aquel que desde el primer instante de la encarnación en su seno virginal se constituyó en cabeza de su Cuerpo místico que es la Iglesia. María, pues, como Madre de Cristo, es también Madre de los fieles y de todos los pastores, es decir de la Iglesia28 fgfgfgfgfg 80 81 28 Pablo VI, apartes del Discurso de clausura de la tercera sesión del concilio Vaticano II. Puede verse en Documentos del Concilio Vaticano II. BAC 3ª ed. 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Análisis de textos A la luz de los párrafos que citamos a continuación de diversos Doctores de la Iglesia, explicite en cada caso la razón por la que niegan o afirman la Inmaculada Concepción de María. 1. La Bienaventurada Virgen no tuvo posibilidad de gracia, puesto que había de ser concebida en el vientre de su madre por la concupiscencia que ya estaba presente en (nuestros primeros) Padres. (San Alberto Magno, In 3 Sent. D. 3., a.3). 2. Si el alma de la Virgen no hubiese sido nunca contaminada por el contagio del pecado original, ésto derogaría la dignidad de Cristo fundada en su condición de salvador universal de todos los hombres (St. Tomás, 3, q.27m a,2m ad 2) 3. María necesitó en grado sumo a Cristo redentor. Ella, en efecto, hubiese contraído 85 Unidad 1 Radio María - Colombia el pecado original a causa de la propagación común y universal, si no hubiese sido preservada por la gracia del Mediador. Y así como los demás tuvieron necesidad de Cristo para que por sus méritos se les perdonara el pecado ya contraído, así ella tuvo mucho más necesidad del Mediador que la preservara del pecado, a fin de que no le debiese contraer ni lo contrajera… La Madre de Dios nunca fue de hecho enemiga de Dios a causa del pecado actual, y ni siquiera a causa del pecado original; lo hubiese sido sin embargo, si no hubiera estado preservada. (Duns Escoto, In III, d. 18, q.1, n.12s. 17). 4. Dios pudo hacer que la Bienaventurada Virgen fuese concebida Inmaculada; fue conveniente, luego lo hizo. (Francisco Mayronis, In III Sent., d.3, 1.2) Unidad Didáctica 2 Contenido Las herejías anti marianas en la historia: Adversarios de la Maternidad divina o humana de María. Adversarios de su perfecta virginidad. Adversarios de la santidad. Adversarios del dogma de la Inmaculada Concepción. Adversarios del dogma de la Asunción. Adversarios de la Corredención y de la Mediación universal. Adversarios del culto a María. María y los protestantes Objetivos: fgfgfgfgfg 86 • Evitar minimalismos o maximalismos en la doctrina en torno a la Santísima Virgen María y a su devoción. • Hacer un estudio, con el apoyo del actual catecismo de la Iglesia católica, sobre la auténtica enseñanza mariológica a la luz de su Magisterio. • Que los estudiantes posean elementos para una seria defensa doctrinal frente a las deformaciones de las verdades en relación a la Madre de Dios. • Corregir errores de una falsa piedad mariana, en aras de una espiritualidad sana desde la mejor mariología. 87 Unidad 2 HEREJIAS ANTIMARIANAS I. LAS HEREJÍAS ANTIMARIANAS EN LA HISTORIA “Gaude, María Virgo, cunctas haereses sola interemisti in universo mundo”. Esta antífona, que los jansenistas suprimieron en el Breviarium parisiense, indica, en perfecta consonancia con el vaticinio del Génesis (3,15), la victoria de la mujer, bendita entre todas, sobre Satanás, el padre de todos los errores. María, al hacernos visible al Verbo, la verdad sustancial, inmutable y eterna, desenmascaró al error en todas sus formas. Lo que ella hizo una vez, “Lumen aeternum mundo effundens”, lo repite y lo va realizando a través de los siglos. Toda la verdad religiosa consiste en el recto conocimiento de las relaciones de lo infinito con lo finito, de lo invisible con lo visible, de lo divino con lo humano en Jesucristo, que une en sí mismo estos dos extremos. 88 Todo error, por tanto, consiste en falsear, de un modo o de otro, la relación de lo finito con lo infinito, es decir, el concepto mismo y la constitución íntima de Cristo, que es el arquetipo y el fundamento de todas las relaciones del hombre con Dios. Y como Jesucristo es lo que es, es decir, el Hombre- Dios, gracias a María (en cuanto su realidad teándrica se formó en el seno de María), la Virgen es como la manifestación rigurosamente exacta de las verdades y de los errores cristológicos. Radio María - Colombia Adversarios de la maternidad divina o humana de María En la Iglesia primitiva, los Docetas, quienes, por aversión (de tendencia maniquea) a la materia, negaron la realidad humana de Jesús, rechazaron también necesariamente su verdadero nacimiento de María; la herejía opuesta, de los Ebionitas, que negaban la divinidad del Salvador, hicieron de María la Madre terrena de un simple hombre. Contra los Ebionitas afirmó San Juan el origen eterno del Verbo: In principio erat Verbum, mientras que en oposición a los Docetas, presentes ya entre las filas de los primeros cristianos, afirmó la realidad de la Encarnación: Et Verbum caro factum est. Las dos herejías iniciales se prolongaron, bajo formas y nombres diversos, en la historia de la Iglesia: de una parte, los Gnósticos, los Marcionitas, los Maniqueos, en lucha contra la divinidad de Jesucristo y la maternidad divina de María; de la otra parte, los Antidicomarianitas, Elvidio, joviniano, quienes negando la virginidad perpetua de María (en la línea de los Evionitas y de aquellos judíos que calumniaron a la Virgen como quaestuaria y como mujer pública), echaron manchas sobre el origen terreno del Redentor. 89 En las solemnes afirmaciones de los primeros apologistas y padres de la Iglesia (San Ignacio, San Justino, San Ireneo), como entre los valerosos campeones de la fe de los siglos III y IV (San Cipriano, Orígenes, San Epifanio, San Ambrosio, San Jerónimo, San Gregorio Nacianceno, San Gregorio Niseno, San Unidad 2 Agustín), la humanidad de Cristo es defendida con la demostración de la verdadera maternidad de María y su divinidad con la virginidad perpetua, ante partum, in partu, post partum, de la Madre: la Virgen destruye las herejías y es exaltada por la fe; María manifiesta a Jesucristo y es glorificada por su Hijo; lo viste de carne y es vestida por Él de luz; et vestis illum et vestiris ab illo. En el siglo V, Nestorio, aun combatiendo contra las dos herejías precedentes cristológico- marianas, de los Ebionitas y de los Docetas, por concepciones filosófico-teológicas heredadas de la escuela de Antioquía, no supo armonizar lo humano y lo divino en Jesús en el vértice de la Persona eterna del Verbo. Los Ebionitas se equivocaron en la divinidad, los Docetas en la humanidad. Nestorio en la unión de la humanidad con la divinidad. Él admitió que el hombre Jesús, nacido de María, subsistencia perfecta, se unió no ontológicamente, sino moralmente con la Persona del Verbo, de manera que constituyese, de dos personas ontológicamente perfectas, una única persona moral. En esta concepción, Dios y el hombre eran dos en Cristo y por medio de esta dualidad de personas, el hombre quedaba separado de Dios; María, por tanto podía ser llamada Madre de Cristo (Christotócos) o sea madre del hombre unido a Dios (Cristo), pero no Madre de Dios (Theotócos). 90 Precursores de Nestorio en el camino de la negación de la maternidad divina de María fueron, en el siglo III, los adopcionistas, quienes, con su maestro Pablo de Samosata, creían que Jesús era hijo de Dios sólo adoptivo, no natural; en los siglos IV y V, algunos representantes de la escuela llamada antioquena: Diodoro de Tarso, Teodoro de Mopsuestia, Radio María - Colombia coincidieron en negar a Cristo una verdadera y propia filiación divina. Nestorio reconocía también a la Virgen el título de Habitaculum Altissimi (Theodócos), y llegó incluso a admitir, aunque con repugnancia, el de Madre de Dios (Theotócos), pero con la condición de no separarlo del apelativo más exacto de Madre del hombre (Anthropotócos) Cristo. El título puro y simple de Madre de Dios parecía a Nestorio una novedad antitradicional y peligrosa, y desafiaba al obispo Cirilo a que lo encontrase en las Actas del Concilio de Nicea (325). Pero este título se halla contenido en los escritos del gran adversario de los arrianos y campeón de la fe católica, San Atanasio, por lo cual no le fue difícil al intrépido Cirilo replicar demostrando que el apelativo de Madre de Dios (Theotócos), aunque ausente de las actas del célebre Concilio, era, sin embargo, la expresión más exacta de la doctrina que afirmaba la divinidad de Cristo, solemnemente definida en Nicea. Aquella que era Madre de Cristo Hombre- Dios, con todo derecho era proclamada por el pueblo cristiano, antes aún de que interviniese el magisterio de la Iglesia, con su infalible definición, Madre de Dios. 91 Y precisamente a consecuencia de la lucha dirigida por Nestorio contra este glorioso título de la Virgen se desarrolló la controversia nestoriana, que tuvo su epílogo en el Concilio de Éfeso (431), donde fue solemnemente definida la maternidad divina de Nuestra Señora. Pero ya antes de la definición de Éfeso y de la victoriosa batalla sostenida por San Cirilo de Alejandría, Procio, obispo de Cizico, recordando las antiguas decisiones de los Padres y de los Concilios, desde el púlpito, estando presente Unidad 2 Nestorio sentado en su trono patriarcal, hizo esta solemne afirmación: “Decir que Jesucristo es un puro hombre, es ser judío; afirmar que Jesucristo es solamente Dios y no tiene naturaleza humana, es ser maniqueo; enseñar que Cristo y el Verbo divino son dos, es estar separado de Dios”. Y continuando, el valerosos defensor de la ortodoxia, afirmó que Cristo nacido de María y del Verbo nacido de Dios son una misma realidad, aparecida en el mundo por medio de María, verdadera Madre de Dios. Radio María - Colombia en esencia, sino que se limitó a declararse Hijo de Dios exclusivamente por causa de su misión y de las relaciones más íntimas que tenía con la Divinidad. Racionalistas y modernistas de nuestros tiempos se han mostrado concordes en considerar la maternidad divina de María ajena a la fe de la Iglesia primitiva; según ellos, María fue considerada en los primeros tiempos como una mujer excelente; después como Virgen- Madre, y, finalmente, o sea en el siglo V, se llegó a proclamarla Madre de Dios. Otros defensores de la maternidad divina de María, contra los nestorianos, fueron los obispos San Modesto de Jerusalén y San Germán de Constantinopla. El error de Nestorio fue pronto desenmascarado y castigado porque nació con la desgracia de todas las herejías, encontrarse ya el sitio ocupado por la verdad. Esta excelsa verdad, íntimamente unida con los privilegios de la santidad, virginidad, plenitud y gracia en María, desde el día en que fue acogida con entusiásticas demostraciones por el pueblo fiel que aclamaba a los Padre del Concilio de Éfeso, ha ido siendo cada vez más conocida y mejor por las generaciones cristianas, que, en la Edad Media, con espíritu exquisitamente caballeresco, se agruparon en torno de María, convertida en símbolo de perfección y en ideal de alta y devota contemplación. 92 En el siglo XVII negaron abiertamente la maternidad divina de María los protestantes de tendencia racionalista, es decir, los Socinianos y Unitarios, para los cuales Cristo no era Dios en persona, sino un puro hombre, enviado por Dios, como Moisés y los profetas. Según ellos, por consiguiente, Cristo no afirmó nunca en el Evangelio su igualdad con Dios Adversarios de la virginidad perfecta. Negadores de la virginidad antes del parto. Antes todavía de que en el seno de la Iglesia de Cristo se levantasen voces protervas contra la prerrogativa filial de la Madre de Jesús, entre los judíos del tiempo de Cristo y del período apostólico, sin excluir a quienes creían que Jesús era el verdadero Mesías, circuló la opinión de que Jesús había nacido de trato carnal entre José y María; o que era hijo de María y de un soldado romano, por nombre Pantera. ¿Qué pensaban aquellos presuntuosos conocedores de la Escritura de la famosa profecía de Isaías? 93 En los siglos II y III prestaron amplio crédito a éstos los Ebionitas, Carpócrates, Cerinto, quienes vieron en Jesucristo el fruto del matrimonio natural entre José y María. En el siglo XVI la secta protestante de los anabaptistas se atrevió a renovar la infame acusación contra la concepción virginal del Mesías. Unidad 2 En tiempos próximos a nosotros, racionalistas (Venturini, Paulus, Renán, Harnack) y algunos modernistas (por ejemplo, Turmel), han pretendido reducir la doctrina católica de la virginidad y santidad de María a una leyenda, a un mito, no muy distinto en su origen de las fábulas de la mitología pagana, o han afirmado simplemente que tal creencia se derivó de una adulteración helenística del primitivo relato evangélico, según el cual Cristo fue concebido de una manera totalmente natural. A la voz diabólica del error ha respondido en todos los siglos la voz divinamente elevada de los testigos y los defensores de la verdad. También la verdad divina de la concepción virginal de Cristo tuvo, desde los siglos II y III sus testigos y defensores. Recordemos: San Ignacio de Antioquía, San Justino, Arístides, San Ireneo, Tertuliano, San Hipólito, Clemente Alejandrino, Orígenes. Sus afirmaciones, eco fiel de la confesión explícita contenida en la fórmula romana del símbolo apostólico, son tan claras, tan concordes, tan reveladoras de la común creencia de los fieles, que indujeron al mismo racionalista Harnack a reconocer que, para los cristianos del siglo II, tal verdad era ya dogma de fe, unánimemente admitido. 94 Negadores de la virginidad in partu, Tertuliano, para defender mejor la realidad tangible del cuerpo de Cristo contra los ataques de los Docetas, se creyó en el deber de afirmar únicamente que María, habiendo concebido virginalmente al Hijo de Dios en su seno, lo dio, sin embargo, a luz, rompiendo el sello de su virginidad. El incauto apologista empuñaba de esta manera una espada de dos filos, que encontramos, sin embargo, también en manos del joven escritor Orígenes. Radio María - Colombia En el siglo IV, el monje Joviniano hizo propia esta vana e ignominiosa sentencia, seguido en ella, durante los siglos VI y VII, por algunos cristianos de España. La condenación del Concilio XI de Toledo (675) no impidió que la opinión herética apuntase de una forma nueva en Alemania, en el siglo IX. Allí, efectivamente, algunos fieles, con intención de salvar la integridad virginal del seno de María, intentaron explicar el parto de una manera monstruosa, es decir, como si el Cuerpo de Cristo hubiese salido a la luz sin pasar por el camino normal del seno materno. En el siglo XVI la prerrogativa mariana del parto virginal pareció vana a los ojos puritanos de los presuntos renovadores del cristianismo, los protestantes. Se distinguieron entre ellos los socinianos. M. Bucero, Pedro Partire. T. Beza y otros, dignos precursores todos de los futuros protestantes liberales. En los siglos XIX y XX, racionalistas y modernistas no se han mostrado más indulgentes para el parto virginal de María, de lo que fueron para su concepción virginal. En el libro de oro de los defensores del nacimiento virginal de Cristo brillan, desde la más remota antigüedad, los nombres de Ignacio de Antioquía, San Ireneo, San Epifanio, San Gregorio Taumaturgo, San Zenón de Verona, San Gregorio Nacianceno, San Gregorio Niseno, San Proclo de Constantinopla, San Hilario, San Juan Crisóstomo, San Efrén Siro, San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín, San Cirilo de Alejandría, San Pedro Crisólogo. Sus testimonios que van resonando a través de los siglos con un ritmo cada vez más amplio de ecos entusiastas, es recogido en el siglo IX por Ratramo y Pascasio 95 Unidad 2 Radberto monjes de Corbie en Francia, y opuestos a las insensatas explicaciones del parto de María surgidas en Alemania. Negadores de la virginidad post partum. Cuantos, por motivos muy comprensibles y poco honorables, han sostenido o sostienen que el estado de virginidad es menos excelente que el matrimonio, siéntense movidos a arrancar de la corona de los privilegios marianos la perla de una perpetua y perfecta castidad. El caballo de batalla de su atestado antimariano, o la piedra de escándalo de su interesada herejía es y ha sido siempre la conocida afirmación evangélica. “los hermanos” de Jesús. Por tanto, concluyen y han concluido siempre, María tuvo otros hijos, además de Jesús, y no ciertamente con una concepción o parto virginal. En el siglo II y III, los primeros en levantar la voz contra el privilegio de la inviolada virginidad de María fueron los Ebionitas, Teodoro de Bizancio y el gnóstico Valentín. En el siglo IV llevaron la voz cantante: Elvidio, Joviniano, Bonoso de Sardes a los que hicieron eco en Oriente: Eunomio y los Antidicomarianistas, recordados y refutados por San Epifanio. 96 En el siglo XVI, muchos protestantes, incluso admitiendo la concepción y el parto virginal, negaron a María, por los poco nobles motivos arriba indicados, la aureola de la perpetua y perfecta virginidad. En nuestros tiempos, los racionalistas han convertido casi en un deber renovar contra la purísima y siempre inmaculada Madre de Jesús las acusaciones mil veces levantadas y mil veces refutadas, basadas en Radio María - Colombia autoridades de la Escritura y de la Tradición. ¡Cuántas veces la crítica liberal, con tal de no rendirse, se ve obligada a combatir con armas enmohecidas o despuntadas! Los primeros asertores de la virginidad perpetua de María, a quienes el batallador Jerónimo opone a Elvidio y joviniano, como los testigos más antiguos de una verdad recogida de labios mismos del Apóstol y guardián de María, San Juan, fueron, en el siglo II: Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna, Justino, Hegesipo. A ellos siguieron, como eslabones áureos de una ininterrumpida cadena, de doctrina tradicional, en los siglos III y IV: Clemente de Alejandría, Orígenes, San Hilario, San Juan Crisóstomo, San Agustín. La espaciosa dificultad constituida por la afirmación de “los hermanos” del Señor, no les turba. Ellos, efectivamente, la resuelven o afirmando que no se trata de hijos de María, sino de José, nacido de un matrimonio anterior; o, con Hegesipo y San Jerónimo, atendiéndose al uso bíblico y en armonía con el contexto evangélico, ven designados en “los hermanos” del Señor o sus parientes más próximos o sus primos. Esta explicación, la más tradicional, está confirmada por el hecho de que “los hermanos” de Jesús nunca son llamados “hijos de María”. De esta manera, como hacia observar San Jerónimo, a Elvidio, la fe católica exalta, no sólo la intemerata virginidad de María, sino también la de su castísimo esposo San José. 97 Unidad 2 Radio María - Colombia Adversarios de la santidad. En tiempos de San Bernardo, de San Buenaventura, de Santo Tomás, de Escoto, de Gersón, las pocas voces de tímidos adversarios de los privilegios de María fueron sofocadas por el coro de alabanzas, de admiración, de canto y de plegaria que se levantó en toda la cristiandad y que tuvo su epílogo en los inmortales terceros del último canto de la Divina Comedia. En el siglo de la reforma protestante, Lutero y Calvino, con sus secuaces, se atrevieron a enfangar la veste cándida de “la llena de gracia”, de la “Santísima”. Ellos, en efecto, verdaderas víctimas de la inspiración privada en la interpretación de los libros sagrados, acusaron a María de no pocos pecados: ya sea de incredulidad (Lc.1, 34), ya de negligencia en el cuidado de su Hijo (Lc.2, 43), ya de desesperada angustia y de impaciencia en buscarlo (Lc.2, 48), ya de vanagloria y de ostentación en pedirle un milagro (Jo.2,3), además de ambición y de importunidad cuando, utilizando su poder autoritario sobre su Hijo, le hizo anunciar que Ella y sus hermanos estaban fuera esperándolo (Mt. 12, 47). 98 Adversario de la santidad perfecta de María, aunque no de su concepción inmaculada, fue también Miguel Bayo (1513-1589), célebre profesor de la Universidad de Lovaina. En efecto, entre sus proposiciones condenadas por San Pío V (1 octubre 1567), encontramos la siguiente: “Nadie fuera de Cristo, se halla exento del pecado original, por lo cual, la bienaventurada Virgen murió a consecuencia del pecado contraído por Adán, y todos sus sufrimientos en esta vida, al igual que los de los demás justos, fueron castigo del pecado actual o del original” (DB, 1073). Contra los novatores, nada beneméritos de las glorias de María, levantaron su voz de protesta los defensores católicos de la perfecta santidad de María, jamás ensombrecida por la más mínima sombra del pecado venial o de imperfección. Entre ellos brillaron: San Roberto Bellarmino, San Pedro Canisio, San Lorenzo de Brindis, J.B.Novati, P. Hipólito Marracci. Adversarios del dogma de la Inmaculada Concepción. La Solemne definición de la Inmaculada Concepción de María, pronunciada por el inmortal Pío IX (8 diciembre 1854), acogida con vibrante entusiasmo de fe por todo el orbe católico, fue, en cambio objeto de innumerables ataques por parte de los llamados viejos católicos de Munich, de Baviera (Dollinger, Schulte) y por diversos grupos de no católicos, como los protestantes racionalistas o modernistas (A. Harnack, J. Herzog, L. Durand, H. Reville), los greco rusos cismáticos (Metrofánes, Crisópulos, Sebastós, Kymenetés, Teófanes, Prakopoviez) y por algunos escritores de tendencias jansenistas o galicanas (J.J. Labonde, J.B. Bordres- Demoulin, H. Huest). Todos estos se aliaron, como progenie genuina de ella con la serpiente enemiga de la mujer privilegiada, 99 Unidad 2 cooperando de esta manera al cumplimiento más amplio de la profecía del Génesis. “Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre su estirpe y la tuya; Ella te aplastará la cabeza y tú harás asechanzas a su talón” (3,15). Adversarios del dogma de la Asunción. Lutero, cabeza de los reformadores protestantes, cuando ya la fe en la Asunción corporal de María, era sólida y unánime, tanto en el mundo católico como entre los cismáticos-ortodoxos, se atrevió a levantar su satánica duda y proponer la abrogación de la festividad de la Asunción. Los protestantes liberales de nuestros días, contagiados de racionalismo y poco propensos a admitir la inmortalidad personal de la misma alma, no consideran la fe católica sino como el parto de mentes exaltadas, cuyos primeros ejemplos tenemos en los apócrifos de los primeros siglos. Las Iglesias protestantes de Inglaterra, de Alemania, de Francia, de Suiza, de Holanda, además de autorizados exponentes de las Iglesias ortodoxas, han acogido la reciente definición dogmática de la Asunción, pronunciada por el Pontífice Pío XII, con señales de desilusión y de manifiesto desacuerdo. Echan en cara a la Iglesia de Roma la importunidad 100 Radio María - Colombia y arbitrariedad de semejante gesto, el cual no contribuirá, según ellos, más que a aumentar la división entre las Iglesias de Cristo, cuando todo hacía esperar una reconciliación, necesaria para el triunfo de la idea cristiana en el mundo. En realidad, considerando el dogma de la Asunción como “un mito sin fundamento histórico”; y acusando a Roma de favorecer de esta manera un desarrollo de la devoción a María que pone en peligro grave la fe en Cristo único mediador” (por lo cual concluyen: “En nombre de la verdad bíblica, más aún, de la verdad pura y simple, hemos de oponer a esta afirmación un “no” categórico”), protestantes y ortodoxos no hacen más que ahondar ese abismo de herejía y de cisma que, por su culpa, los tiene durante tantos siglos separados de la única verdadera Iglesia de Cristo. La Iglesia católica, apostólica, romana. Adversarios de la Corredención y de la Mediación universal. Ninguna de las prerrogativas marianas ha de escapar a la “insidia” de la herejía, verdadera simiente de Satanás. En la exultación profética de su alma, María cantó en el umbral de la casa de Isabel: “Desde este momento todas las generaciones, me llamarán bienaventurada” (Lc.1, 48). Sí, todas las generaciones, pero no todos sus componentes. A “la Madre de mi Señor” no le faltará el obsequio moralmente universal, es decir católico; pero disminuirá, sin embargo, la veneración de tantos cristianos incrédulos. También Ella, como su Hijo se 101 Unidad 2 alzará como signo de contradicción, de salvación o de ruina, entre los pueblos. El santo anciano Simeón es quien se lo anuncia de antemano, para que ninguna sombra de ilusión ofusque su alma: “Y una espada atravesará tu alma y de esta manera se manifestarán los pensamientos de muchos corazones” (Lc.2, 35) Los negadores, por consiguiente, de las dos nuevas perlas en la corona de María: la Corredención y la Mediación, o sea de su eficaz cooperación con el divino Salvador en la adquisición y distribución de todas las gracias necesarias para la salvación, estuvieron ya, aunque no de manera clara, presentes al espíritu del Autor del Génesis y del Vidente del Templo. La historia nos la da a conocer: fueron y son los protestantes, desde Lutero y Calvino, hasta nuestros días. Ellos están persuadidos de que el recurso a María, no sólo es inútil, sino injurioso para el único Mediador, Cristo Jesús. También con ocasión de la proclamación del dogma de la Asunción, han hecho resonar la vieja y estúpida acusación: “No sólo la piedad romana, sino la misma fe romana se orienta hacia otro objeto y hacia otra intercesión distinta de la del único Mediador”. ¡Pobres hijos pródigos del seno de su Padre celestial, que están faltos del cariño y de la protección de su Madre espiritual! Tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen lo que la Sagrada Escritura y la Tradición revelan a todo buen cristiano, que, escuchando la palabra infalible del Romano Pontífice, escucha la palabra misma de Cristo. Los protestantes, en cambio, convencidos de que “la interpretación de la Escritura y de la Tradición apostólica está confiada exclusivamente a un riguroso método científico”, acaban poniéndose en manifiesta oposición con la misma escritura y con la Tradición, en la cual muchos de ellos no consiguen ni siquiera 102 Radio María - Colombia leer las verdades fundamentales del cristianismo. Los jansenistas no se distinguieron ciertamente por su estima hacia la obra que María ha realizado y sigue realizando actualmente en el misterio de la redención de los hombres. Parece algo impregnado de su espíritu Luis Antonio Muratori al escribir que la devoción a María no es moralmente necesaria para alcanzar la salvación eterna (Epistolario, lett. 1273). Adversarios del culto mariano. La veneración tributada o negada a María se halla, evidentemente, en la lógica correspondencia con la idea que nos formamos de Ella. Deben considerarse, por tanto, adversarios del culto a María, tanto quienes, por exceso, pretenden rendirle honores propiamente divinos, cuanto quienes, por defecto, le niegan todo homenaje de culto. En el siglo IV, los coliridianos, entre quienes predominan las mujeres, considerando a María como un ser sobrehumano, porque era Madre de Dios, la veneraban como diosa, ofreciéndole en sacrificio tortas (Epifanio, Adv.Haer., 78-79). En el extremo opuesto se levantaron, también en el siglo IV, los antidicomarianitas, los cuales, como su mismo nombre indica, y nos asegura San Epifanio, se oponían a todo acto de culto verdadero hacia María, a quien consideraban Madre de Jesús de una forma puramente natural. 103 Unidad 2 Los iconoclastas de los siglos VIII y IX destruyeron, juntamente con las imágenes de Cristo, también las de la Virgen, con el pretexto de favorecer de esta manera un culto más espiritual, y, por ello, más digno de María. En realidad, no hicieron más que cortar las alas del alma en su ascensión natural de las cosas visibles hacia las invisibles, de la imagen de la Virgen hacia su gloriosa y celestial figura. Cuando en el siglo XVI se rompió el equilibrio, sobre el cual está apoyado el cristianismo, de la unión entre lo humano y lo divino en Cristo, necesariamente comenzaron a aflorar los errores antimarianos. El protestantismo, negando la visibilidad de la Iglesia, intentó destruir, con una especia de docetismo eclesiológico, la prolongación de la realidad sensible de la Encarnación, y rechazó, por tanto, todas las manifestaciones externas del culto, sobre todo del culto mariano, de esta manera se introdujo en la “Reforma” la aversión a María, de la cual han dado demasiadas pruebas los seguidores de Lutero, de Calvino, de Cranmer y de Knoz. Newman, alma naturalitez cathólica, a pesar de ser anglicano, sintió hacia María una sincera admiración una filial ternura, que, sin embargo, no llegó a infundir en quienes estuvieron próximos a él y le fueron queridos. Únicamente quienes con él y siguiendo su ejemplo, dieron el paso decisivo hacia Roma, aceptaron con entusiasmo de neófitos la fe y la devoción a María. Este es un índice seguro de que únicamente donde está todo Cristo, el Christus totus, cabeza y miembros, está toda la fe, toda la piedad, incluso la mariana. 104 Radio María - Colombia En el siglo XVII, el jansenismo, turbando el otro elemento de la economía divina del cristianismo, o sea el elemento interno de la Gracia, pretendió detener la ola saludable de la sangre derramada por todos y rechazó las intervenciones maternales de María en la obra de la salvación; entonces toda la Europa septentrional se vio atravesada por una ola de indiferencia hacia María. El síntoma más evidente de esta profunda crisis interna de la cristiandad apareció en el libro de Widenfeldt, Monita salutaria B. Mariae Virginis Ad cultores suos indiscretos (1673), en el cual, en formas aparentemente de verdadera devoción, se hallaba, en realidad, un código de impiedad contra María. Las glorias de María, obra profundamente sentida y pensada por el hombre más piadoso del siglo XVII, San Alfonso María de Ligorio, fue la que sirvió, más que ninguna otra cosa, para detener el error y para difundir en el mundo católico el aliento de pura y verdadera devoción a la Madre de Dios. Precisamente en el siglo de san Alfonso, la edad de las luces, se llegó a la más manifiesta negación de todo lo sobrenatural, que, infiltrándose en el siglo XVIII, terminó en las primeras grandes negaciones del materialismo. 105 Era la lógica de las cosas: de la negación de la Iglesia a la negación de Cristo, de la negación de Cristo a la negación de Dios. En el momento en que se atacaba el fondo mismo de la religión, Dios, revelado en Cristo, dispuso la Providencia que, por obra de los santos, por deseo del pueblo fiel; por voluntad de Pontífices iluminados y dignos, se llegase a las más grandes afirmaciones religiosas con la proclamación de los dogmas de la Inmaculada (1854) y de la Asunción (1950). Unidad 2 A los negadores de todo lo sobrenatural la Iglesia ha opuesto el tipo más puro de la perfección, la realización más alta de la Gracia, mientras que a los asertores del materialismo ha presentado la imagen de una creatura inmortal, que señala a los hombres desde el cielo la meta ultraterrena de sus destinos. II. MARÌA Y LOS PROTESTANTES La oposición de los protestantes contra el culto mariano tiene sus raíces en la tesis más general que rechaza el culto y la invocación de los santos, afirmando que Cristo es el único mediador entre el hombre y Dios. Así se explica que los primeros reformadores hagan, por una parte, el elogio de la dignidad y de las virtudes de María Santísima, y que de la otra parte se declaren contrarios a toda veneración e invocación de la Madre de Jesús. El mismo Lutero, en su comentario al Magnificat, publicado en 1521, tres años después de su ruptura con la Iglesia, habla muchas veces de María con gran reverencia y devoción. Explicando las palabras: “Fecdit mihi magna qui potens est”, dice: “Las grandes cosas son que María ha sido hecha Madre de Dios…, de donde se sigue todo honor, toda felicidad; ella, de entre todo el género humano, es la única persona superior a todos, a la cual nadie es igual, porque Ella tiene un Hijo juntamente con el Padre celestial, y tal Hijo”29. 106 El fundador del protestantismo profesa y enseña la inmunidad de María de todo pecado, su perpetua virginidad, su fidelidad constante a la voluntad de Dios, e incluso su inmaculada concepción (al menos 29 Luthers Werke, Wimarer Ausgabe, vol. VII, P. 572 Radio María - Colombia hasta 1527) y hasta cierto punto también la Asunción corporal de María a los cielos30. Ulrico Zuinglio, el reformador suizo, habla de manera idéntica. Cuando en 1522 comenzaron a circular rumores de que él hubiese ultrajado a María llamándola pecadora, mujer tonta, protestó él enérgicamente, diciendo que podía “jurar que jamás en su vida se le había pasado por la mente tal desprecio de la digna Madre de Dios”, y publicó un “sermón sobre la Virgen eternamente pura, María, Madre de Jesucristo, Salvador nuestro”. En él explica las prerrogativas de María e ilustra sus virtudes, resumiendo su propia fe con estas palabras: “Creo firmemente, según las palabras del Evangelio, que una virgen pura dio a luz al Hijo de Dios, y permaneció virgen pura e intacta en el parto y también después del parto por toda la eternidad. Confío también firmemente que Ella fue exaltada por Dios al gozo eterno sobre todas las creaturas, tanto bienaventurados como ángeles”31. También Juan Calvino profesa muchas veces su reverencia hacia la “Virgen María”, la cual, según él, conservó siempre la virginidad, y alaba su fe, humildad, modestia; la llama nuestro modelo y nuestra maestra32. 107 Ninguno de los corifeos de la Reforma concede, sin embargo, que podamos o debamos invocar a María, que haya de ser considerada como mediadora ante Dios o ante Cristo y abogada nuestra. Lutero mismo, a los principios, se halla un poco dudoso. El opúsculo 30 Cfr. H. Grisar, Luther (1911), vol., p. 797. 31 Cfr. Stimmen aus Maria Laach, 43 (1892), P. 464 32 J.Calvini, Opera quae superfuerunt (ed. Brunsvigensis), vol, 59 (Index nominum et rerum), p.129. Unidad 2 sobre el Magnificat comienza con las palabras: “La misma dulce Madre de Dios me impetre el espíritu de explicar útil y profundamente este cántico suyo”, y, al final, afirma: “Esto me conceda Cristo por la intercesión de su madre querida”33. En el mismo opúsculo había afirmado también: “Debemos invocar a María, a fin de que Dios nos dé y haga, según su voluntad, lo que le pedimos” 34; pero ya un año más tarde dice en un sermón para la fiesta de la Natividad de María, que debemos ciertamente honrar a María, pero “que estemos atentos a honrarla de una manera justa”, y protesta contra el título dado a María en la Salve Regina, de “Reina de la misericordia, vida, dulzura, esperanza nuestra”35. Poco a poco se va acostumbrando también él a hablar de María como “diosa” o como “ídolo”, a atribuir a los católicos “la adoración” de María, a rechazar las peregrinaciones y otras prácticas36. Según iba avanzando la lucha, su animosidad contra el culto a María va creciendo cada vez más. Mucho más clara es, desde el principio, la actitud de Calvino. Según él, los “papistas” convierten a María en un “ídolo” 37 “He aquí la cantinela de los papistas: Roga Patrem, iube Natum”38” “Cuando atribuimos a Ella el oficio de abogada, de mediadora entre Dios y los hombres, cuando decimos que Ella es la vida, la luz, la esperanza: ¿qué dejamos para Nuestro Señor 108 33 34 35 36 37 38 Luthers Werke, W.A., vol VII, pp. 545, 607. Cfr. H.Grisar, 1.c.,p.796. Ibid., p.799 Ibíd., p.798. Calvini, Opera, vol.35, p.309; cfr. vol.29, p.273. Ibid.,vol.43, p.38 Radio María - Colombia Jesucristo?”39. Llamarla “tesorera de la gracia” es una blasfemia contra Dios, y atribuirle un título frívolo e imaginario40. Idéntica actitud encontramos en las Confesiones, es decir, en las fórmulas oficiales de fe para las diversas sextas del protestantismo. La Confessio Augustina (1530), redactada por el hábil Melanchton y en general más bien conciliadora, en el artículo 21 rechaza la invocación de los santos, sin hacer excepción alguna respecto de María. En la Apología Confessionis Augustanae (1531) Melanchton concede que María es “digna amplissimis honoribus” y que ora por la Iglesia, pero establece que no por ello debemos invocarla ni ponerla en igualdad con Cristo, “como hacen los católicos”. También en otras fórmulas de confesión se habla de María con respecto y reverencia, pero sin admitir que se la invoque. Los artículos de Schmakalden (1537) la llaman “pura, santa, siempre Virgen” (art. 414), la “fórmula concordiae” (1577), convertida después en documento fundamental del credo protestante, habla de la “bendita Virgen”, de la “madre de Dios”41. La inmaculada concepción es expresamente negada en la “Declaratio Thoruniensis” (1645), fórmula confesional de los reformados (calvinianos) del Brandeburgo, la cual dice: “Todos los hombres, excepto Cristo, han nacido en pecado original, incluso la santísima Virgen María” 42 109 39 Ibid. vol. 29, p.213. 40 Ibid., vol.46, p.309 41 Cfr. Herder-Correspondenz,3 (1948-1949), 530; Prot. Realencycloppdie, vol. XII, p.325 42 Cfr. K. Algermissen, Konfessioskunde, 6ª ed. (1950), p.783. Unidad 2 La práctica religiosa del culto a María no es la misma en todos los grupos protestantes, y depende generalmente de su actitud general hacia la Iglesia católica y la Tradición. La intransigencia más aguda se encuentra en el calvinismo, el cual pretende haber acabado totalmente con imágenes, estatuas, altares, peregrinaciones y otras prácticas de devoción a María de los “papistas” y habla algunas veces de María con verdadero desprecio. Más tolerante es el protestantismo luterano, el cual en algunas regiones seguía celebrando las fiestas marianas de la Purificación y de la Anunciación a principios del siglo XIX43 El significado a este respecto, que no pocas de las poesías en que se exaltan las grandezas de María, han sido compuestas por protestantes luteranos, como por ejemplo, por Novalis (1772-1801), e incluso por Goethe. El protestante Pablo de Lagarde (1827-1891) afirma: “Verdaderos ríos de bendición y de poesía, brotados de la imagen de Nuestra Señora, se han derramado sobre la Humanidad”44. El protestante Sebastián Bach nos ha dejado su solemne Magníficat a cinco voces. Teólogos luteranos, como Augusto Vilmar (1800-1868) intentaron crear una mariología protestante en la cual se manifestase toda la santidad y la gloria particular de la Madre de Dios, sin que, por otra parte, se abandonasen los principios fundamentales del protestantismo. 110 Estas tendencias se hallan particularmente en autores que se adhieren al pietismo o le son favorables; en 43 Cfr. O.Simmel, en Stimmen der Zeit, 148 (1951), p.381 ss. 44 Cfr. Religión, en Geschichte und Gegenwart, vol. III, 2ª ed. P.2016. Radio María - Colombia cambio, los representantes del grupo ortodoxo luterano siguen hablando, hasta nuestros tiempos, de “mariolatría45, y considerando a la mariología católica como apostasía y como herejía contraria a la doctrina evangélica, simple especulación teológica, falta de todo fundamento bíblico46 La situación de los territorios de lengua inglesa es parecida. También allí el puritanismo, derivado del calvinismo, mantiene la línea más intransigente, y no quiere ni siquiera admitir el canto del Magnificat o la recitación pública del credo apostólico, porque en él se habla de María. En Escocia, el presbiterianismo, aunque proveniente del calvinismo, atenúo un poco esta intransigencia, sin llegar a admitir, sin embargo, un verdadero culto a María. En la misma Inglaterra debemos distinguir dos ramas diversas del anglicanismo. La baja Iglesia rechaza la devoción a María; la Iglesia liberal, como no se preocupa de los demás dogmas, tampoco se preocupa de los dogmas marianos, contentándose con las normas morales y éticas para la práctica. La alta Iglesia, en cambio, es más positiva respecto al culto mariano. En ella se ha hablado siempre de María con cierto respeto e incluso con veneración, y se ha conservado también, incluso hasta nuestros días, la celebración de las festividades de la Anunciación y del Purificación. 111 45 Así, por ejemplo, Zoekler, en Prot. Realencycl., 1.c., p.323 ss. 46 Así W. Kunneth (Erlangen), en la reunión de la “Academia Evangélica” de Tutzing (3-5 junio 1950); cfr. Orientierung, 14 (1950), p.155 ss Unidad 2 Autores anglicanos conceden lealmente que la Iglesia católica no enseña una “mariolatría”, sino que distingue entre “dulía” y “latría” y reivindica para María un culto exclusivamente de “hiperdulía” ; sin embargo, así hablan, el pueblo católico no observa esta distinción doctrinal y da a María también un culto de “latría”47 El movimiento de Osford (Keeble, Newman, Pusey), con el anglocatolicismo derivado de él, utiliza en su liturgia también himnos que invocan a María, celebra la fiesta de la Asunción, permite la recitación del Rosario48 Las numerosas sectas americanas (por ejemplo, baptistas, metodistas, presbiterianos, episcopalianos, congregacionalistas) siguen generalmente también en su mariología la rama protestante de la cual se derivan, y no ofrecen aspectos especiales. El tema mariológico ha adquirido particular interés en nuestros tiempos dentro de aquellos sectores del protestantismo que buscan la unidad e las Iglesias (movimiento ecuménico), también por la razón de que los disidentes orientales profesan una gran devoción a la Madre de Dios. En la conferencia pancristiana de Edimburgo (1973), la mariología fue llamada “la punta del corazón de una teología ecuménica” y en la sesión IV de la conferencia fue propuesta, tras serias discusiones, la siguiente resolución: “El puesto de la Madre de Cristo ha sido considerado por la 112 47 Cfr. Ensycolpedia Britannica, 14ª ed., vol.XIV (1929), p. 1000; K. Algermissen, 1.c.,pp.606-614; C.M.Corr, The Assumption of Our Lady and the Church of England, en “Marianum”, 19 (1952), p`p.64-73. 48 Cfr. C. Lovera Di Castiglione, Il movimiento di Oxford, Brescia, 1935. Radio María - Colombia sesión, y todos han convenido en que Ella debe tener un puesto eminente en el aprecio de los cristianos. Recomendamos a las Iglesias un ulterior estudios de esta cuestión”49 En una reunión de teólogos protestantes tenida en los primeros días de marzo en 1949 en Heidelberg, para discutir la cuestión de unión con las Iglesias orientales, el profesor Wolf (Göttingen) confesaba que los protestantes se habían equivocado al abandonar la mariología 50 El teólogo luterano Hans Asmussen ha publicado recientemente una mariología protestante: “María, Madre de Dios”, en la cual dice: “Sin María no tenemos a Jesús” El autor ni siguiera niega la acción mediadora de María: “Ella, siguiendo a Cristo, toma parte en su mediación” Sin embargo, no pretende afirmar, sin más, que debamos “invocar” a María 51 No pocos teólogos protestantes se dan cuenta actualmente de que el culto a María de la Iglesia católica no es una simple aberración, sino que el dogma mariano se halla íntimamente ligado a no pocas doctrinas de la religión cristiana que interesan también a los protestantes52 Esta nueva actitud se ha manifestado especialmente con ocasión de la solemne definición de la Asunción. Las declaraciones contrarias al nuevo dogma de la parte protestante fueron numerosas y en ocasiones excesivamente vivas. Pero, con raras excepciones, los 113 49 Cfr. Herder-Korrespondenz, 1, c., 528. 50 Ibid., p. 404. 51 M. Asmussen, Maria, die Mutter Gottes (1950); véase pp.13, 51 ss, 61. 52 Cfr. G. Ebeling, en Zeitschr, f. theol, und Kirche, 47 (1950), pp. 383-391. Unidad 2 autores de las protestas demostraban una verdadera veneración a la Madre de Jesús. Así escriben, por ejemplo, los dos arzobispos anglicanos. “Hemos de hacer constar ante todo públicamente que la Iglesia de Inglaterra rinde honor y reverencia a la Madre de Nuestro Señor Jesucristo”53. Los obispos luteranos alemanes declaran: “Según el testimonio de la Sagrada Escritura, María, la Madre de Jesús, fue tomada al servicio de Dios de manera particular, dando a luz, como Virgen, al Hijo de Dios. Por lo cual, hemos de llamarla, con los Padres, Madre de Dios y ocupa, por consiguiente, un puesto especial entre todo el género humano”54. El boletín The Living Church, de la Iglesia episcopaliana de los Estados Unidos, escribe: “La bienaventurada Virgen nos pertenece a todos nosotros. La Iglesia episcopaliana la honra en dos grandes fiestas y la Sagrada Escritura nos enseña a llamarla “llena de gracia” a aquella cuya pureza y obediencia la hicieron portadora del Verbo eterno”55 La oposición se dirige, por consiguiente, no ya contra el culto a María, como tal, sino proviene de principios extraños a la cuestión estrictamente mariana. Es decir, de los principios fundamentales del protestantismo, sobre todo del principio básico de la llamada “Reforma”: la Sagrada Escritura, fuente única y norma de la fe. 114 Viene después la cuestión de la doctrina sobre Cristo, único mediador entre Dios y los hombres, la cual excluye la invocación de los santos; por consiguiente, 53 Declaración enviada a la Prenda el 17 de agosto de 1950 desde el Palacio Lambeth. 54 Cfr. He3rder-Korrespondenz, 5 (1950-1951), p.151 ss 55 “The living Church”, 12 noviembre 1950, p.5 Radio María - Colombia también de María, y, finalmente, la negación de la potestad del sucesor de Pedro para enseñar y para definir con infalibilidad los dogmas de la fe. En resumen, podemos, pues, decir: el protestantismo ha hecho ciertamente verdaderos progresos en la estima y veneración de María Santísima como persona individual; ha llegado también, acá y allá, a una mayor inteligencia de la posición particular de la Madre de Cristo en la Iglesia; pero respecto a los puntos fundamentales de los cuales depende una mariología justa, sigue en un punto negativo, y no podrá salir de él hasta que no haya hecho una revisión de estos principios básicos del protestantismo mismo. fgfgfgfgfg 115 Unidad Radio María - Colombia BIBLIOGRAFIA Ejercicios Unidad didáctica II 1. Sobre el tema Herejías antimarianas, cfr. H. LESÊTRE, Marie, en D. Bibl., III, c. 808-809;A.D”Alèx, X. Le Bachelet, A. No-von, J. Bainvel, Marie, en Dafc, III, c. 115-200; G. Gennaro, Ebioniti, en Enc. Catt., V, C.3-4; L. De Grandmaisson, La Conception virginale du Chirst, en “Etudes”, 91, (1902), 503 ss; M. Juegie, Nestorio, en Enc. Catt., VIII, c.1782-1783; K. Algermissen, La Chiesa e le Chiese, Brescia, 2ª ed., • Leer: “María, victoriosa de todas las herejías. Revista “Cristiandad”, agosto de 1973 • Puede encontrar este artículo en internet “idd0098d.eresmas.net” dirección • Leer en internet “clerus.org y leer el artículo sobre las herejías, haciendo énfasis en las herejías marianas 1944, Índice analítico. Mariología. 2. Sobre el tema María y los protestantes en concreto, cfr. 116 H. QUILLET, Antidicomarianites, en DTC 1, c. 13781382; J.Forget, Jovinien, en DTC VIII, c. 1578; P. Hoffer, La dévotion à Marìe au dèclin du XVII siècle. Autour du Jansénisme, París, 1938; C. Crivelli, Marie et les protestans, en H. Du Manoir, Maria, I, París, 1949, pp. 675-694; E. Bôminghaus, Storia del culto a Maria dopo il Concilio di Trensto, en P. Sträter, Mariologia, trad. ital., Roma, 1952, pp. 249-302 pueden consultarse, además, los mejores tratados de Mariología, por ejemplo, Roschini, Campana, Alastruey, Lépiecier, Terriern, Bertetto. 117 Unidad SINTONÍCENOS EN COLOMBIA App Smartphone www.radiomariacol.org • Antioquia Medellín 1320 AM Turbo 1460 AM Urrao 1450 AM • Atlántico Barranquilla 1580 AM • Caldas Manizales 1500 AM • Cundinamarca Bogotá 1220 AM • Valle del Cauca Cali 1260 AM • Risaralda Pereira 1360 AM • Santander Bucaramanga 1390 AM Socorro 1590 AM SINTONÍCENOS EN DIFERIDO • Antioquia El Retiro 89.4 FM Sonsón 104.4 FM • Bolívar Margarita 89.0 FM • Boyacá Chivatá 89.6 FM Monguí 94.1 FM Socha 94.1 FM • Cesar Valledupar 95.7 FM Aguachica 96.7 FM • Cundinamarca Cucunubá 97.1 FM Chocontá 101.3 FM Fúquene 101.3 FM Gachalá 106.4 AM Mesitas del Colegio 107.4 FM Pacho 94.4 FM Susa 107.8 FM Zipaquirá 107.4 FM • Nariño Boca de Satinga 107.1 FM • Putumayo Puerto Guzmán 107.3 FM • • Sibundoy 107.3 FM Risaralda Belén de Umbría 95.3 FM Santander Coromoro 107.7 FM Encino 88.2 FM Gámbita 101.4 FM Landázuri 107.2 FM Mogotes 103.2 FM Puente Nacional 91.1 FM Santa Helena del Opón 91.2 FM Vélez 107.7 FM Onzaga 91.2 FM CONTÁCTENOS Info.col@radiomaria.org FB Radio Maria Colombia Twitter @rmariacolombia Sede Principal Bogotá, Cundinamarca Carrera 21 A No. 151-23 Línea Gratuita Nacional 018000180169 En Bogotá Tel. 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