Plena de Gracia

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Radio María - Colombia
Maria
Plena de Gracia
Escuelas Radiofónicas Marianas
RADIO MARÍA DE COLOMBIA
5
CARTILLA
Diciembre de 2015
Unidad
Radio María - Colombia
UNIDAD 1
Indice
Contenido
Objetivos
5
5
MARÍA LA MADRE DE DIOS Y LA LLENA DE GRACIA
2
1. Introducción a los dogmas marianos
6
. El dogma
8
. La evolución del dogma
10
. La evolución del dogma mariano
13
2. Los dogmas marianos
18
. Maternidad divina
18
. Inmaculada Concepción
29
. Perpetua virginidad
38
. Perfecta santidad.
45
. Asunción a los cielos.
59
3. Mediación Universal - La maternidad Espiritual de María
66
1.
Fundamento de la maternidad espiritual de María.
68
2.
Verdadero sentido de la maternidad espiritual de María.
70
3.
Las etapas de la maternidad espiritual de María.
74
4.
Extensión de la maternidad espiritual de María.
80
5.
María, Madre de la Iglesia.
81
Bibliografía
82
3
Unidad
Radio María - Colombia
UNIDAD 2
87
Contenido
Objetivos
87
HEREJÍAS ANTIMARIANAS
1. Las herejías anti-marianas de la historia
88
•
Adversarios de la maternidad divina o humana de
María
89
•
Adversarios de la virginidad perfecta.
93
•
Adversarios de la santidad.
98
•
Adversarios del
Concepción.
•
Adversarios del dogma de la Asunción.
100
•
Adversarios de la Corredención y de la Mediación
universal
101
•
Adversarios del culto mariano
103
2. María Santísima y los protestantes
106
Bibliografía
116
dogma
de
la
Inmaculada
4
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99
Unidad Didáctica
1
Contenido
El dogma. La evolución del dogma. La evolución del
dogma mariano.
Los dogmas marianos: Maternidad divina. Inmaculada
Concepción.
Perpetua virginidad. Perfecta santidad. Asunción a
los cielos.
Objetivos:
• Conocer el desarrollo histórico y el contenido
teológico de los dogmas marianos
5
• Definir qué es un dogma y en qué consiste la
evolución del dogma.
• Lograr en los estudiantes un claro conocimiento
de las verdades fundamentales que la Iglesia
católica expone en torno a la Madre de Dios.
• Identificar cuáles son los fundamentos dogmáticos
del culto que la Iglesia tributa a la Madre de Dios
Unidad 1
MARÍA LA MADRE DE DIOS Y LA
LLENA DE GRACIA
La doctrina fundamental de la Iglesia en torno a la
Madre de Dios se halla condensada aquí en dos
capítulos distintos, tras una oportuna “Introducción
a los dogmas marianos”. En el primer capítulo:
La Maternidad divina y la plenitud de gracia; en el
segundo: su Maternidad espiritual y su Mediación
universal, respecto de los fieles individualmente y
de toda la Iglesia. En uno y otro ofrecemos en breve
síntesis el desenvolvimiento del núcleo sustancial
y de la teología mariana más segura, tratada
especialmente a la luz de los principios tomistas y
llena de sugestiones sobre la maravillosa armonía de
la doctrina católica en torno a la eminente dignidad
de la Madre de Dios, a su plenitud y al desarrollo
progresivo de su gracia interior, en torno, finalmente,
a su maternidad espiritual.
6
1. INTRODUCCIÓN A LOS DOGMAS
MARIANOS.
Nunca como ahora resulta necesario poner bien
en claro los fundamentos dogmáticos del culto
que tributa la Iglesia a la Madre de Dios. Vivimos
actualmente en una época en la cual, por misteriosa
acción del Espíritu Santo, la figura de María va
adquiriendo cada día mayor relieve dentro de la
única legítima predicación del Evangelio, que es la
predicación llevada a cabo por la Iglesia católica.
Radio María - Colombia
Ahora bien, este fenómeno – tan consolador para todo
el que quiera comprenderlo – despierta algunas veces
inquietudes o al menos deja maravillados a quienes
tienen menos luz. No pretendemos hablar aquí de
los protestantes, cuyas razones de disentimiento
son demasiado evidentes, habiendo rechazado
ellos toda guía de fe distinta de la Escritura. Pero
hay también entre los católicos quienes piensan, e
incluso afirman, que estamos empezando a exagerar,
y que, si continuamos de esta manera, acabaremos
poniendo en segundo lugar el único Mediador, entre
Dios y los hombres, Cristo Jesús.
Tampoco faltan quienes, sin llegar a tanto, consideran,
sin embargo, el actual movimiento mariano como una
adición al Evangelio, debida al fervor de la devoción
de los pueblos meridionales, bellísima si se quiere,
pero sin sólido fundamento en él.
No podemos negar, por otra parte, que la excesiva
e ingenua credulidad de que han dado prueba
algunos en estos últimos años, respecto a supuestas
apariciones y mensajes de Nuestra Señora, y algunas
expresiones que oímos a veces e incluso que
encontramos en los libros, escritos muchas veces
con la mejor intención, no contribuyen ciertamente a
disipar estas erróneas prevenciones.
7
Esto no puede hacerlo más que una exposición, no
retórica, sino sólida y clara, de la Mariología, es decir
de aquella parte de la ciencia teológica que trata de
Nuestra Señora. Aquí, dado el carácter de la obra, nos
limitaremos a insinuar los principios fundamentales,
Unidad 1
Radio María - Colombia
con la esperanza de animar a cuantos deseen mayor
información y conocimiento, a enfrentarnos con los
trabajos en los cuales se trata la materia de manera
más abundante 1
Sin embargo, es necesario, antes de que tratemos de
cada uno de los dogmas marianos, decir algo sobre el
dogma en general y sobre la forma en que el dogma
se desarrolla.
El dogma.
“Dogma”, en el lenguaje teológico, significa una
verdad revelada por Dios y propuesta como tal por
el magisterio infalible de la Iglesia. Contiene, por
tanto, dos elementos: el primero, interno y objetivo,
es la verdad revelada por Dios; el segundo, externo y
jurídico, es la proclamación de esta verdad por parte
del magisterio infalible de la Iglesia.
En primer lugar, el dogma es una verdad revelada
por Dios, una verdad que el mismo Dios ha querido
comunicar a los hombres. Ahora bien, Dios, al revelar,
puede dirigirse a una persona determinada en
particular o a todo el género humano. En el primer
caso tenemos una revelación privada, que exige la
obligación de la fe exclusivamente en aquella persona
a quien es dirigida; en el segundo, una revelación
pública que ha de ser aceptada por todos, en cuanto
que lleguen a conocerla. Una revelación del primer
tipo sería, por ejemplo, la revelación recibida por
Santa Margarita María de Alacoque, que tiene por
8
1
Cfr., por ejemplo, CAMPANA, E., Marìanel dogma
cattolico, Torino, 1936; BERTETTO, Marìanel dogma cattolico,
Torino, 1949.
objeto la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Revelación pública, en cambio, destinada a todos
los hombres, es la revelación cristiana, llamada así
porque nos fue transmitida principalmente por medio
de nuestro Señor Jesucristo.
El dogma es una verdad que pertenece a la revelación
cristiana, que ha de encontrarse, por consiguiente, en
la Sagrada Escritura o en la Tradición, que, tomadas
en conjunto, constituyen el llamado “depositum
fidei, que contiene todas las verdades comprendidas
en la revelación cristiana. La Sagrada Escritura o
Biblia es el conjunto de los libros del Antiguo y del
Nuevo Testamento reconocidos por la Iglesia como
inspirados por Dios. Han sido escritos por autores
humanos, pero bajo el influjo especialísimo de Dios
(la inspiración), que ha hecho, no sólo que cuanto está
en ellos contenido sea verdad infaliblemente, sino
también que Dios sea el autor de los mismos libros.
La Tradición se extiende también a aquellas verdades
que Cristo reveló a sus Apóstoles, o que también
después de la Ascensión les fueron manifestadas por
el Espíritu Santo, para que las transmitiesen a todos
los hombres, pero que no han sido registradas en los
libros inspirados.
9
En segundo lugar, para tener un dogma es necesario
que la verdad revelada sea propuesta como tal por el
Magisterio infalible de la Iglesia.
El depósito de la fe ha sido confiado por Jesucristo
mismo a los Apóstoles, cuya cabeza fue constituido
Pedro, y a sus sucesores, que son los obispos, con
su cabeza el Papa. Papa y obispos constituyen lo
que suele llamarse la Iglesia “docente”, que posee
el derecho y la obligación de enseñar cuáles son
Unidad 1
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las verdades que pertenecen a la fe, y que para el
cumplimiento de esta misión, gracias a la asistencia
del Espíritu Santo, prometida por Cristo, goza del
privilegio de la infalibilidad. Lo cual ocurre de manera
extraordinaria, en el caso en que sea promulgada una
definición solemne por un Concilio aprobado por el
Papa, o también por el solo Papa, de forma ordinaria,
a través de la enseñanza dada comúnmente por los
obispos en comunión con la Sede Romana, quienes,
en las diversas diócesis esparcidas por el mundo,
atestiguan de manera absoluta que una determinada
verdad ha de ser creída por todos.
Adviértase que una cosa puede ser dogma de fe
exclusivamente en virtud del magisterio ordinario,
que, como hemos dicho, también es infalible. Sin
embargo, la máxima claridad la adquiere el dogma
cuando es propuesto de forma solemne en una
definición solemne; porque en tal caso todos pueden
reconocer fácilmente el ejercicio del magisterio
infalible de la Iglesia.
La evolución del dogma.
La revelación pública quedó cerrada con la muerte de
los Apóstoles, ni podemos esperar que Dios añada
algo a ella. Los Apóstoles fueron, efectivamente,
designados por el mismo Jesucristo como portadores
de su mensaje, al cual debían todos creer para
conseguir la salvación (Mt., 28,18ss.). La Iglesia, por
consiguiente no tiene más que la misión de custodiar
el depósito de la revelación, predicándolo a todas
las generaciones hasta la consumación de los
siglos. Podría parecer que por ello mismo debiera
10
estar excluida la posibilidad de que, conforme
van pasando los siglos, se vaya enriqueciendo el
contenido dogmático del cristianismo. Pero no es
así. El progreso, efectivamente, puede venir gracias
a una mejor inteligencia de las verdades reveladas
y consiguientemente de una enseñanza cada vez
más explícita de ellas por parte de los pastores de la
Iglesia.
Los Apóstoles predicaron toda la revelación cristiana,
sin quitar ni poner nada. Pero la predicaron de una
manera concreta, sin distinguir analíticamente las
diversas verdades que han de ser aceptadas con
fe, sin deducir todas las consecuencias que estaban
contenidas en ellas e insistiendo principalmente en
las líneas fundamentales del mensaje evangélico.
Conforme iban pasado los siglos, la Iglesia,
meditando en el tesoro de verdades que había
recibido en custodia, lo comprendió cada vez más
profundamente, y como consecuencia de ello, su
enseñanza se fue enriqueciendo más y haciéndose
más abundante. En este único sentido puede
hablarse de una evolución de los dogmas, no como
si la sustancia misma de la revelación pudiese
enriquecerse o cambiar. Solamente puede haber
un dogma nuevo cuando una verdad, que ha sido
creída siempre implícitamente por la Iglesia, es
claramente propuesta por el magisterio eclesiástico,
en un momento determinado, en forma ordinaria o
extraordinaria, como verdad revelada.
11
Primera causa de esta evolución del dogma es el
Espíritu Santo, que guía a la Iglesia. Bajo su influjo,
las investigaciones de los teólogos, la devoción
del pueblo, la atención de los obispos, es movida
Unidad 1
a considerar de una manera atenta esta o aquella
verdad que pertenece a la fe, para entenderla mejor,
para descubrir todas sus consecuencias. Son, además,
ocasión muchas veces para el desarrollo del dogma
los herejes, quienes, al negar algunas de las verdades
que pertenecen al depósito de la revelación, hacen
necesaria una definición explícita de ella.
Suelen distinguirse tres estadios en la evolución
del dogma. El primero, de pacífica posesión, en
el cual la verdad que será proclamada algún día
como dogma es creída por todos, pero todavía sólo
implícitamente, en cuanto que está contenida en
otras verdades que pertenecen a la fe común. El
estadio de controversia, en cambio, es aquel en el cual
comienza la explicitación. Algunos ven claramente
que le verdad se halla contenida en el depósito de
la revelación, otros lo niegan o, por lo menos, lo
ponen en duda. Estos últimos, durante este segundo
período, no pueden ser considerados como herejes.
Pueden ser hasta grandes teólogos y grandes santos,
pero que todavía no ven del todo claro. Ellos mismo,
de hecho creen implícitamente aquella verdad que
explícitamente niegan, en cuanto que admiten con fe
sincera todo lo que Dios ha revelado y se someten de
antemano a todo eventual juicio de la Iglesia.
12
Pero, sin embargo, no puede darse la posibilidad
de que una verdad que será dogma de fe en su día,
pueda ser negada en un momento determinado por
toda la Iglesia o sea profesada exclusivamente por
la Iglesia Romana, cuyo obispo, el Papa, es infalible.
El tercero y último estadio es el que se inaugura con
la proclamación del nuevo dogma por parte de la
Iglesia docente. Nuevamente nos encontramos en
Radio María - Colombia
un estadio de pacífica posesión, pero ya no implícito,
sino explícito.
La evolución del dogma mariano.
Antes de considerar cada uno de los dogmas
marianos, echemos aquí, una vez más, una mirada de
conjunto al puesto que la Madre de Jesús ocupa en
la revelación cristiana. De esta manera resultará más
fácil comprender cómo todas las verdades que en el
curso de los siglos ha ido enseñando la Iglesia cada
vez más explícitamente, a propósito de Ella y de sus
relaciones con la obra del Redentor, se funden en una
síntesis armoniosa.
Se equivocaría ciertamente quien creyese que se
puede hacer esto fundados exclusivamente en la
Sagrada Escritura, que no contiene más que una
parte de la Revelación. Hay, sin embargo, un texto
del Antiguo Testamento que interpretado a la luz
de toda la revelación posterior y siguiendo las
indicaciones del Magisterio eclesiástico, se presta
muy bien para nuestro propósito. Se trata del llamado
Protoevangelio, es decir, de la primera promesa de
salvación que se hizo a la Humanidad después del
pecado original.
13
Nos encontramos en un momento altamente
dramático para la historia del hombre. Dios ha
obligado a nuestros progenitores a confesar su
desobediencia y se decide a arrojarlos del Paraíso
terrenal, lejos de su íntima familiaridad, privados
de la gracia y de los demás dones sobrenaturales,
condenados juntamente con sus descendientes a
una vida de trabajo y de calamidades. Pero antes de
Unidad 1
pronunciar la condenación, Dios hace brillar a sus
ojos un rayo de esperanza. Volviéndose al diablo,
que bajo las apariencias de una serpiente los ha
inducido a rebelarse contra Dios, les anuncia que
no podrá gozar sin perturbaciones de su triunfo:
“Pondré enemistades entre ti y la mujer, y entre su
descendencia y la tuya, Ella te aplastará la cabeza;
mientras que tú armarás asechanzas a su calcañar”
(Gen, 3, 15)
No sabemos hasta qué punto Adán y Eva
comprendieron el sentido de estas palabras. Más
para nosotros, que vivimos en la plenitud de los
tiempos, después de que el plan salvífico de Dios ha
tenido cumplimiento, no puede caber duda. El futuro
debelador del demonio, que surgirá en la estirpe
de Adán es Cristo, al que llama San Pablo segundo
Adán, el Verbo encarnado, quien con su obediencia
hasta la muerte, y muerte de cruz, reparó no sólo
la desobediencia de su primer progenitor según la
carne, sino también la desobediencia de todos los
demás hombres su hermanos. Junto a Él, partícipe
de sus enemistades con el diablo y de su triunfo,
aparece una mujer, María, la mujer bendita que ya
desde el siglo II será reconocida como la nueva Eva,
íntimamente unida con Jesús con la obra de nuestra
salvación.
14
Cuáles sean en concreto los dones que María ha
recibido de su Hijo, todavía no se dice, así como
tampoco hasta qué punto le conviene a Ella el
título de Corredentora. Pero ya en el sentido
general del Protoevangelio se nos manifiesta cómo
verdaderamente María es inseparable de Jesús su
Hijo y cómo la verdad fundamental que predica el
cristianismo no puede representarse mejor que con la
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figura tantas veces reproducida en nuestras iglesias,
de una mujer que tiene en sus brazos un niño,
iluminada por la luz que se difunde de la aureola del
mismo niño.
Se comprende de esta manera que la posición de
María en la revelación cristiana no es precisamente
periférica, porque adquiere todo su relieve de la
figura de Jesús, al cual no podrá jamás igualarse.
El dogma Mariano ha seguido el proceso de
explicación que hemos expuesto. Ya en los libros
inspirados del Nuevo Testamento se nos habla
ciertamente de la mujer que es Madre de Jesús (Gal,
4,4), de su singular plenitud de gracias (Lc.,1,28), de su
dignidad excelsa, por la cual algún día será reconocida
bienaventurada por todas las generaciones (Lc.,1,48);
de la omnipotencia de su intercesión (Jo.,2,11). Los
primeros escritores eclesiásticos la llaman santa
sin restricción alguna, celebrando su virginidad
inmaculada, que defienden contra las calumnias de
los judíos, y desarrollan el paralelo-antítesis entre
Eva y María, por medio del cual atribuyen a María en
la obra de nuestra salvación el puesto que Eva tuvo
en la obra de nuestra ruina. Sin embargo, todavía
no se enuncian explícitamente todos sus privilegios.
Únicamente conforme van pasando los siglos, la
reflexión cristiana se va haciendo más atenta en
recoger las mínimas palabras de la Sagrada Escritura
que se refieren a Ella, en profundizar todo lo que de
Ella se ha dicho desde el principio, y la figura de la
Virgen va manifestando de esta manera cada vez más
toda su majestad y su belleza.
15
Precisamente a los tiempos en que vivimos estaba
reservada la gloria y la alegría de un conocimiento
Unidad 1
totalmente singular de María, a causa de la definición
solemne de su Asunción, pronunciada por Pío XII
el día 1 de noviembre de 1950, que ha sido como
complemento de la definición de la Inmaculada
Concepción, de que fue autor Pío IX el 8 de diciembre
de 1854.
La causa de este progresivo desarrollo del dogma
mariano lo hemos de ver en la limitación de nuestra
inteligencia. Era imposible que los hombres a
quienes se presentaba por primera vez la revelación
cristiana descubriesen en seguida todos sus aspectos
particulares. Como quien contempla un cuadro de
un gran artista, admira primeramente la armonía
del conjunto, y únicamente después se da cuenta
de la belleza de cada uno de los detalles de los
cuales está constituida la perfección del conjunto, así
ocurría en las primeras generaciones cristianas que
estaban en contacto con los Evangelios. Absortas en
la contemplación del misterio del Verbo Encarnado,
consustancial con el Padre en su Divinidad,
consustancial con nosotros sus hermanos, en su
humanidad, sólo progresivamente fueron dándose
cuenta de las consecuencias que se derivaban para
una madre de esta comunidad de naturaleza con
nosotros, y qué dones Él quiso dar efectivamente
a su Madre. Dios mismo la quería así, para que
primeramente se fuese consolidando la fe en la
divinidad de Jesús, con el cual, creatura alguna, ni
siquiera su Madre, podría jamás igualarse.
16
De todo lo que hemos dicho se deduce claramente
que el dogma mariano no es algo extrínseco a la
revelación cristiana, sino que pertenece a su misma
esencia, que está constituida por el misterio de la
Encarnación del Hijo de Dios, convertido en hermano
Radio María - Colombia
nuestro. Por consiguiente, no tiene fundamento
alguno el temor de algunos católicos que vienen a
pensar que la Iglesia avanza demasiado en su culto a
María, que toma actualmente tanto incremento; y en ir
enseñando, conforme avanzan los años, cada vez con
mayor claridad, cuál es la naturaleza absolutamente
única del puesto que ella ocupa en la economía
de la redención. Esto no supone una deformación
del cristianismo, sino una ilustración cada vez más
perfecta sobre su pleno sentido. Tampoco el culto
a María puede hacernos olvidar a Jesús, porque el
honor que rendimos a la Madre es un simple reflejo
del que tributamos al Hijo. El fundamento de toda
la gloria de María consiste en el hecho de que Ella
es la Madre de Jesús. Ya se entiende que, para
excluir toda falsa interpretación, y para fundar una
devoción a María verdaderamente teológica, será
siempre necesario que los que hablan o escriben de
Ella se mantengan lo más posible en contacto con
lo que nos enseñan las fuentes de la revelación y los
documentos del magisterio eclesiástico.
En el libro del Apocalipsis, el último de la Biblia, se
nos describe la visión misteriosa tenida por el Apóstol
San Juan; una mujer aparece en el cielo, vestida de
sol, con su cabeza circundada de estrellas y la luna
bajo sus pies (Apoc., 12,1ss.). Esta mujer, según la
interpretación de autorizados exegetas, representa a
la Iglesia, pero a la Iglesia descrita con los rasgos de
María para indicar la íntima unión entre una y otra.
17
Sin Jesús, la Iglesia no sería Iglesia, como reconocen
unánimemente, todos los cristianos; pero también
sin María, porque es imposible dividir lo que Dios
ha unido. Quiera Nuestra Señora, con su materna
intercesión, hacer comprender esta verdad a todos
Unidad 1
Radio María - Colombia
nuestros hermanos separados, que han dividido,
contra su naturaleza, al Hijo de la Madre.
2. LOS DOGMAS MARIANOS
Maternidad divina.
• Doctrina de la Iglesia.
El dogma fundamental de la Mariología: la Maternidad
divina de la Virgen Santísima fue objeto de una
primera e indirecta definición por parte del Papa San
Dámaso I (366.384), en el Concilio Romano IV (a.
380), en el siguiente anatematismo: “Condenamos a
aquellos que afirman que (en Cristo) hay dos Hijos:
uno, anterior a todos los siglos, y otro, existente
después de tomar carne de la Virgen” (DB 64).
Los Símbolos contienen en términos explícitos,
por lo menos equivalentes, la profesión de fe en
la Maternidad divina de María. Entre ellos merece
especial mención el símbolo de la Iglesia Romana,
que se remonta aproximadamente al año 400. En él
se afirma: “Creemos en Jesucristo…, el cual en los
últimos tiempos bajó de los cielos y tomó carne del
Espíritu Santo y de la siempre Virgen Madre de Dios
María, y se hizo hombre”2. Este símbolo era enviado
por los Romanos Pontífices a todos los obispos que
18
2
Cfr. W. M. Pettz, Il símbolo pre-efectivo della
Cancellería papale, circa l!anno 400.
debían ser consagrados en toda la Iglesia; de él, por
consiguiente, sacó San Cirilo, obispo de Alejandría,
la seguridad y claridad de su doctrina cristológica 3
El Papa San Celestino I (422-432), en el Sínodo
Romano de 430 proclamó solemnemente la fe de la
Iglesia Romana en la dignidad de María, Madre de
Dios, y esta misma creencia de la Sede Apostólica la
expresó en su carta dirigida a San Cirilo. Su ejemplo
fue seguido por el Papa Sixto III (432- 440) en la
fórmula de consagración de la basílica de Santa María
la Mayor (31 de julio de 432), y en el epígrafe inscrito
en los magníficos mosaicos, que fue posteriormente
destruido. 4
El Concilio de Éfeso (a.431) aprobó la segunda carta de
San Cirilo a Nestorio, a la cual se añadieron después
los famosos anatematismos, el primero de los cuales
sentenciaba: “Si alguno no confiesa que el Emmanuel
es verdaderamente Dios, y, por consiguiente, que la
Santísima Virgen es Madre de Dios (porque dio a luz
según la carne al Verbo de Dios hecho carne), sea
anatema” (DB 113). El Concilio de Calcedonia (a.451)
se limitó a una afirmación indirecta de la Maternidad
divina, al afirmar en su profesión de fe que “… en los
últimos tiempos, el mismo (Verbo), por nosotros y por
nuestra salvación, fue engendrado de María Virgen,
Madre de Dios (Theotócos), según la humanidad”
(DB 148).
19
Pero es en el II Concilio de Calcedonia (V Concilio
Ecuménico, a. 553) cuando encontramos la primera
definición conciliar, aunque indirecta, del dogma
3
Cfr. H. Rahner, La Mariología nella Patristica latina, en
le vol. De Straeter, S.J., Mariología, ed. Ital. Torino, 1953, p. 141
4
Cfr. W. M. Pettz, o.c., p.28
Unidad 1
mariano fundamental. En realidad el Concilio no hace
más que renovar y confirmar el anatematismo de San
Cirilo contra Nestorio, porque los padres pensaban
que los anatematismos formaban parte de las actas
auténticas del Concilio de Éfeso. En el canon 6 del
Concilio de Constantinopla se lee: “Si alguno afirma
que la santa y gloriosa Virgen María abusivamente
y no verdaderamente es llamada Madre de Dios
(Theotócos), o que Ella es tal, únicamente por vía
de relación, como si un puro y simple hombre, y no
Dios, es decir, el Verbo, se hubiese encarnado en Ella
y nacido de ella…;o si alguno la confiesa madre del
hombre, o Chirstotócos, es decir, Madre de Cristo,
como si Cristo no fuese Dios, y no confiesa que Ella
es propiamente y verdaderamente Madre de Dios,
sea anatema” (DV 218; cfr. can. 2. 2; DB 214).
Antes de esta definición conciliar eran claras las
afirmaciones explícitas contenidas en la epístola
dogmática del Papa León I Magno a Flaviano,
patriarca de Constantinopla (13 de Junio de 449). Pero
supera a todas las demás por su claridad e insistencia
la profesión de fe del Papa Juan II en la carta a los
senadores de Constantinopla (marzo de 534). En ella
se afirma: “Nos enseñamos que con razón la gloriosa,
santa y siempre Virgen María es proclamada por los
católicos Madre de Dios, en el sentido más verdadero
y propio de la palabra, porque de ella tomó Él
carne humana. Por tanto puesto que propiamente y
verdaderamente el Hijo de Dios se encarnó en Ella,
nosotros la reconocemos como Madre de Dios, que
de Ella fue concebido y dado a luz” (DB 202),
20
Pero la voz de la Iglesia, que canta la Maternidad
divina de María, no se extinguió en el siglo VI, ni se fue
debilitando en el curso de los siglos. Al contrario, ha
Radio María - Colombia
ido resonando cada vez más amplia y valiente. Baste
recordar las solemnes declaraciones del Concilio
de Letrán (a.649), bajo el Papa San Martín I; del III
Concilio de Constantinopla (a.a. 608- 681); de los
Concilios de Florencia (a. 1441) y de Trento (a.1555)
de los Papas Benedicto XIV (a. 1743), Pío IX (bula
Ineffabilis Deus, a. 1854) y León XII (encíclica Octobre
mense, a.1891). En nuestros días, el sumo Pontífice
Pío XI, en la encíclica Lux veritatis (publicada con
ocasión del XV centenario de Éfeso, a.1931), volvió
a reafirmar profundamente la gloriosa verdad, dando
al mismo tiempo la razón teológica: “En verdad, si
el Hijo de la bienaventurada Virgen María es Dios,
ciertamente la que lo engendró debe ser llamada con
todo derecho Madre de Dios. Si la persona de Cristo
Jesús es única, y ésta es divina, sin duda alguna María
debe ser llamada por todos no solamente Madre de
Cristo hombre, sino Madre de Dios, o Theotócos.”
El Sumo Pontífice Pío XII, en la Encíclica Sempiternus
Rex (con ocasión del XV Centenario del Concilio
de Calcedonia, 8 de septiembre 1951), ha apelado
nuevamente a la definición dogmática de dicho
Concilio sobre la divinidad de Jesucristo, para
descubrir en ella el fundamento de la fe católica en
la maternidad divina de María: fe que el Padre Santo
expresa con acentos conmovedores en la invocación
final (AAS 43 (1951), 635). Las definiciones de los
Concilios y las declaraciones de los Pontífices son
otras tantas etapas en el camino triunfal recorrido por
la humilde virgen de Nazareth a través de la historia
casi bimilenaria de la humanidad cristiana. Camino
tanto más admirable y prodigioso cuanto que Ella
misma lo anunció en su cántico profético. “Desde
este momento todas las generaciones me llamarán
bienaventurada” (Lc., 1,48).
21
Unidad
• Testimonio de la Sagrada Escritura.
La Iglesia no ha creado ni ha impuesto arbitrariamente
a los fieles las verdades de fe, como pretenden
quienes llaman a la religión “opio del pueblo”.
Y mucho menos, como pretendieron afirmar los
modernistas, los dogmas de fe son frutos espontáneos
de la conciencia cristiana que se van desarrollando
a lo largo de los siglos. La divinidad de Jesucristo
aparece claramente afirmada en los Evangelios; en
muchos textos del Nuevo Testamento la expresión
“Hijo de Dios” trasciende el simple significado de
“Mesías” y equivale a la afirmación de verdadero y
natural Hijo de Dios. Por consiguiente, la doctrina de
Nicea, de Éfeso, de Calcedonia, es el eco fiel de la
catequesis de Pablo y de Juan; y ésta es la transmisión
oral y escrita de la doctrina misma de Jesús (San Pío
X, Decreto del Santo Oficio Lamentabili a. 1907. DB
2006-2031).
Por tanto, aunque no encontremos en la Sagrada
Escritura, con términos expresos, la afirmación de que
María es la madre de Dios, pero desde el momento
que es llamada repetidas veces “Madre de Jesús”
(Mt., 1,16) y Jesús es declarado abiertamente “Hijo
de Dios” (1Jo., 5,20), es más que legítimo deducir
que María, verdadera y propiamente es Madre de
Dios.
22
Más aún: tenemos afirmaciones equivalentes en la
Sagrada Escritura. El ángel Gabriel promete a la Virgen
de Nazareth, en nombre de Dios, que el hijo que Ella
concebirá por virtud superior, será llamado el Santo,
el Hijo del Altísimo, el Rey de un reino imperecedero
(Lc.1, 31-33). Su prima Isabel, llena del Espíritu
Santo, al saludar a María, exclama. “¿Y de dónde a
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mí que venga la madre de mi Señor a visitarme?”
(Lc.1, 43). San Pablo escribe: “Envió Dios a su Hijo,
nacido de mujer” (Gal, 4, 4). Por consiguiente no se
equivocaba, ni se dejaba guiar por un sentimiento
ciego la conciencia cristiana cuando leía en los textos
citados arriba, y en muchos otros, el testimonio de la
perla más esplendorosa que refulge en la cabeza de
la “llena de Gracia”: la divina maternidad.
• La voz de la Tradición.
No una, sino cientos y miles son las voces de los Padre
y de los teólogos que exaltan la prerrogativa mariana
de la maternidad divina. Es un coro potente, que
domina, que dirige e interpreta el sentimiento y las
voces de todo el pueblo cristiano y llena con su eco
todos los siglos. El espacio limitado no nos permite
más que individuar a los cantores más antiguos y
más famosos de la maternidad divina y recoger los
acentos más significativos y armoniosos.
San Ignacio de Antioquía; Arístides, ateniense; San
Justino, San Ireneo. San Hipólito, Tertuliano; Clemente
de Alejandría, Orígenes, Lactancio, San Atanasio,
San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Niza,
San Epifanio, San Hilario, San Juan Crisóstomo, San
Ambrosio, San Agustín, San Cirilo de Alejandría, San
León Magno, San Juan Damasceno, los dos doctores
de la Iglesia de Siria, Afraates y San Efrén. Su voz se
va haciendo más clara, más sonora, más imponente
conforme vamos avanzando en el tiempo, hasta llegar
a confundirse con la voz de los grandes Concilios que
hemos citado antes, cuyos celebradores y defensores
fueron ellos.
23
Unidad
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Antes del Concilio de Nicea (a.325) afirman
comúnmente los Padres que María concibió,
engendró, crió a Dios; o que el Hijo de Dios fue
concebido y nació de María. Desde el siglo III en
adelante, María es llamada Theotócos, Madre de Dios
y Engendradora de Dios. En el Concilio de Éfeso (a.
431) esta fórmula queda solemnemente consagrada
y se convierte en objeto de fe explicita para todos los
católicos.
Pero antes que en los Padres y en los Concilios, la fe
explicita en la divina maternidad de María aparece en
la Sagrada Liturgia, documento elocuentísimo de la
fe tradicional de la Iglesia según el conocido axioma:
lex orandi lex credeni. Efectivamente, hace muy
poco tiempo se ha encontrado un fragmento de un
papiro griego del siglo III, que reproduce la antífona
Sub tuum praesidium: en ella la Santísima Virgen es
invocada con el título de “Theotócos”. En el mismo
tiempo San Hipólito Romano (s. II-III) es el primero
entre los teólogos de la Iglesia antigua que usa la
expresión “Theotócos” en su obra escrita en griego5.
Esta expresión se hará clásica, especialmente en la
Iglesia alejandrina6.
¡María, Madre de Dios! ¿Cuál es, en la mente de
la Iglesia y de la Tradición, el genuino y profundo
sentido de este dogma mariano central? María es
Madre, no de la Divinidad, o del Verbo en cuanto a
su naturaleza divina; sino Ella es engendradora del
Verbo de Dios, el cual, en Ella y de Ella tomó carne
humana. Es decir, el Hijo de Dios no pasó a través del
cuerpo virginal de María como a través de un canal el
agua que corre por él, no tomando un cuerpo humano
24
5
6
Contra haeresim Noeti, an. 200-210; Mg 10, 817.
Cfr. H. Rahner, art. Cit. P. 135
ficticio, aparente, como se atrevieron a afirmar los
docetas en el siglo II. Ni, como pretendieron afirmar
los monofisitas en el siglo IV, una partícula de la
inmutable naturaleza divina del Verbo se convirtió
en carne humana, independientemente del concurso
materno de María. Y tampoco como pretendieron
obstinadamente Nestorio y sus secuaces, María fue
únicamente engendradora del hombre- Cristo, al
cual fue concedida, en premio de sus méritos, la
unión puramente moral con el Verbo de Dios, quien,
por consiguiente, habitaba en Cristo ni más ni menos
que como en un templo espiritual, para recibir en Él
el homenaje de adoración y de amor: nada de esto
excogitado y muy defendido por la herejía.
El desarrollo ideológico que el dogma de la
maternidad divina alcanzó gracias a los trabajos de
los teólogos y especialmente del Doctor Angélico,
no ha representado el paso de las tinieblas a la luz,
sino el crecimiento de la luz desde la aurora hasta
el plendor meridiano de una verdad, que brilló ya
con luz divina en la inteligencia de la Virgen en el
momento de la Anunciación.
La contribución en profundizamiento y esclarecimiento
de Santo Tomás resumió el dogma capital de la
mariología en las siguientes proposiciones.
1
25
1. La bienaventurada Virgen no es madre del
homo assumptus; ni es Madre del Verbo
de Dios, como una persona resultante de
la natural generación humana. Porque la
persona del Verbo preexistente a la Asunción,
es anterior a ella porque es eterna y porque
Unidad
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es el fin de la predestinación de la naturaleza
humana, engendrada por la Virgen, para la
unión hipostática con el Hijo de Dios 7
2
2. La bienaventurada Virgen es Madre del Verbo
de Dios, no en cuanto que Él es hijo del Padre
sino en cuanto que subsiste en la naturaleza
humana que ha asumido. Por lo cual, aunque
la conveniencia aparezca menor, María hubiera
podido ser igualmente Madre del Padre o del
Espíritu Santo según la naturaleza humana. 8
3
3. La Virgen no es madre del Verbo de Dios en
cuanto que precisamente es Dios, es decir,
subsiste en la naturaleza divina; ni mucho
menos en cuanto que constituye una sola cosa
con la naturaleza divina. “Sino ella es Madre,
según la naturaleza humana, de una persona
que posee al mismo tiempo la divinidad y la
humanidad”.9
26
7
8
9
4
4. La Virgen es Madre del Verbo, no de una manera
puramente accesoria, es decir en el sentido de
que la naturaleza humana engendrada por Ella
y dotada de una existencia propia, haya sido
asumida por la persona del Verbo de Dios en
el primer instante de su concepción. ¡No! Ella
es Madre de Dios en el sentido más propio
Cfr. Summa Theol., 3, q.4, a.3; q. 24, a.1.
Cfr. ib., q.3,a.8.
Cfr.ib. q.35, a.4 ad 2.
y formal de la palabra, e inmediatamente
porque el Verbo de Dios comunicó su propia
subsistencia y su misma existencia a la
naturaleza humana concebida por la Virgen
desde el primer instante de la concepción,
de manera que ella no existiese sino con Él y
por Él, y tengamos que concebirle a Él como
principio y término de la misma Asunción.10
5
5. María Santísima es simplemente y únicamente
Madre de Dios. ¿En qué sentido? No
ciertamente en el sentido defendido por
Apolinar y sus seguidores, como si al alma
de Cristo no estuviese dotada de inteligencia
humana, y por ello, no siendo Él verdadero
hombre, tampoco la Virgen podría ser llamada
madre del hombre-Dios. Igualmente, no en el
sentido pretendido por los monofisistas, para
los cuales la naturaleza humana, habiendo
sido absorbida en el momento mismo de la
asunción por la naturaleza divina infinita, como
una gota que se pierde en el océano, Cristo
no fue verdadero y perfecto hombre, ni, por
consiguiente, la Virgen fue verdadera madre
de Dios según la naturaleza humana. Sino en
un sentido plenamente ortodoxo; en cuanto
que Cristo no es verdadera y propiamente
hombre, o sea una persona subsistente en la
naturaleza humana, sino en cuanto el Verbo
27
10
Cfr. ib., 3, q.6, a.5; Didacus Álvarez, O.P., Comm., in
III P Summ. Theol., q.2, a.8m disp. 14. Roma, 1613, p.122;
Hugon, E., Q.P.,Marie pleine de grace, Paris, 1926; R.
Garrigou-Lagrange, O.P., La Mere du Sauveur et notre vie
intérieure, Paris, 1949.
Unidad
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mismo de Dios, y no otro, existe y subsiste en
la naturaleza humana concebida y engendrada
por la Virgen. 11
Con pleno derecho, por consiguiente, la Teología
saluda en la maternidad divina la dignidad más excelsa,
la diadema más fúlgida que puede ceñir la frente
de una simple creatura.“Por el hecho de ser Madre
de Dios, escribe el Aquinatense, la bienaventurada
Virgen está revestida de una dignidad casi infinita,
a causa del bien infinito que es el mismo Dios. Por
tanto, no se puede concebir nada más elevado
que Ella, como nada puede haber más excelso que
Dios”.12
Sus relaciones de consanguinidad con el Hijo de Dios
hacen ciertamente que Ella, según la célebre frase del
cardenal Cayetano, “confine casi con la Divinidad”, y
contraiga relaciones de especial afinidad con las tres
divinas Personas, convirtiéndose en “Hija primogénita
y predilecta del eterno Padre”, “Hija de su Hijo”,
según la gracia y la redención, “Esposa del Espíritu
Santo”, en la milagrosa concepción del Verbo.
28
La maternidad divina de María, en su concepto
integral, es el modelo más elevado y perfecto,
después de la unión hipostática verificada en Cristo,
de la fecundidad natural en la unión entre la creatura
y Dios. La Virgen, efectivamente, no fue solamente
Madre del Verbo según la carne, es decir, físicamente,
11
12
Cfr. Summ, Theol, 3, q.4, a.3.
Summ. Theol., 1, q.25, a.6 ad 4.
habiendo cooperado activamente, ni más ni menos
que las demás mujeres para la concepción de su hijo;
ni fue exclusivamente madre humanamente, o sea con
una maternidad consciente y libre, como es propio
de un ser dotado de inteligencia y de libertad; sino
que, y esto es lo que vale más, fue también Madre del
Verbo espiritualmente, o sea con la fe más ardiente
en su Divinidad. Sabiamente exclama San Agustín:
“María fue más bienaventurada por haber dado a luz
por la fe a Cristo que por haberle concebido en su
carne. La fecundidad materna no hubiera producido
bien ninguno a María, si no hubiese Ella hospedado
a Cristo antes en su corazón que en su carne” (De
Virginitate, c.3)
Inmaculada Concepción
• Doctrina de la Iglesia.
El Sumo Pontífice Pío IX, en su Bula Ineffabilis Deus,
de 8 de diciembre de 1854, proclamaba ante todo el
mundo católico la Inmaculada Concepción de María.
Con el juicio infalible propio de las definiciones
dogmáticas, sentenciaba. “La doctrina que sostiene
que la beatísima Virgen María, en el primer instante
de su Concepción, por singular gracia y privilegio
de Dios Omnipotente, en virtud de los méritos
de Jesucristo, Salvador del género humano, fue
preservada inmune de toda mancha de pecado
original, ha sido revelada por Dios y, por tanto, ha
de ser creída firme e inviolablemente por todos los
fieles”.
29
Unidad 1
En orden de tiempo, por tanto la Inmaculada
Concepción es el primero de los privilegios que
adornan la frente de la creatura elegida, predestinada
para ser Madre de Dios. Pero como declara el mismo
Papa, la maternidad divina, que el mayor de los
privilegios marianos, fue el motivo determinante
en los decretos divinos: “Y ciertamente era del
todo conveniente que una Madre tan venerable
resplandeciese siempre adornada con los fulgores
de la santidad más perfecta, y, totalmente inmune
de la mancha del pecado original, consiguiese el
triunfo más completo sobre la antigua serpiente;
porque a Ella había determinado Dios Padre dar al
Unigénito Hijo suyo engendrado en su seno, igual a
Él mismo y amado como Él mismo - de tal manera
que Él fuese por naturaleza Hijo único y común de
Dios Padre y de la Virgen; porque el mismo Hijo
había determinado hacerla su madre de una manera
sustancial, porque el Espíritu Santo había querido
que de Ella fuese concebido y naciese aquel del cual
Él mismo procede.”
En virtud de su concepción inmaculada, María,
aunque verdadera hija de Adán, como nos atestiguan
las genealogías de los Evangelistas San Mateo y
San Lucas, no fue arrastrada en la universal ruina
espiritual que siguió al pecado de los progenitores.
Sabemos, efectivamente, por el Génesis y después
nos lo confirman e ilustran San Pablo, en la carta a los
Romanos (c.5) y el Concilio de Trento (Sess. V.DB 788),
que Adán constituido por Dios en la santidad y en
la justicia, habiendo desobedecido al mandamiento
de Dios, en vez de transmitir a sus descendientes,
juntamente con la naturaleza humana, de la cual era el
principio o la cabeza física y moral, los dones de Dios,
30
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transmitió el pecado y la muerte. Triste herencia, que
alcanzó, desde el primer instante de su concepción
incluso a los párvulos “que no habían pecado a
imitación de la transgresión de Adán” (Rom, 5,14).
María, en cambio, desde el momento de su primera
entrada en el mundo, devastado por la riada del
pecado original, es preservada inmune, única
libertada en el universal naufragio. Ella es la Purísima:
plena de gracia, y de todas las virtudes y dones
sobrenaturales, en el alma y en el cuerpo. Llena de
gracia en el tiempo, porque no hubo ni siquiera un
instante en el cual estuviese privada de ella, llena de
gracia en todo su ser, porque, como parece insinuar
la Bula, no sólo el alma de la Virgen fue preservada
de la culpa, que es la muerte espiritual del alma, sino
también su cuerpo fue inmune de la concupiscencia
o fómite de la culpa, que es indicio y consecuencia
natural del pecado original. La plenitud de gracia es,
por tanto, la razón de ser, el constitutivo positivo y
formal de la Inmaculada Concepción.
Dios Omnipotente, o sea las tres Personas de la
Santísima Trinidad, a cuya divina naturaleza individua
nos configura misteriosamente la gracia, fue la causa
primera eficiente de la concepción inmaculada de
María. Los méritos de Jesucristo, salvador del género
humano, redentor único y universal, fueron la causa
meritoria; como la maternidad del Verbo Redentor
debía ser la causa final. María Inmaculada es, por
tanto, espiritualmente hija de su Hijo, el divino
Salvador, y no hija espiritual de Adán inocente o
pecador. La gracia, que entró en su alma desde el
mismo momento en que salió de las manos creadoras
31
Unidad 1
de Dios, y fue infundida en el cuerpo engendrado
por sus padres, no era la gracia de la justicia original:
es decir, gracia simplemente elevante, sino la gracia
de Cristo Salvador, la gracia redentora.
Su gracia fue, por tanto, una gracia juntamente
preservadora del débito personal de la culpa original,
en la cual hubiera debido incurrir como hija de Adán,
y preservadora de la mancha del pecado de origen,
prevenido por la gracia del Redentor. De esta manera
María fue también redimida, pero de una manera
singular eminentísima (“Sublimiori modo redemplta”,
bula Ineffabilis Deus). Ella no fue sanada ni purificada,
sino creada por Dios intacta, inviolada, toda hermosa
y toda santa: ¡La Santísima! En Ella sola, entre los
descendientes de Adán por vía de generación natural,
tuvo lugar una concepción santa e inmaculada en su
fruto. Ella, por consiguiente, con todo derecho, pudo
reivindicar para sí sola toda la gloria de un origen sin
mancha; reveló su propio nombre cuando respondió
a Bernardita. “Yo soy la Inmaculada Concepción” (25
marzo 1958). En aquel mismo día, el ángel Gabriel la
había saludado: ¡Ave, gratia plena!
32
Tal es el contenido dogmático de la definición
pronunciada por el Sumo Pontífice Pío IX. Pero
otras actas, menos solemnes, pero también muy
importantes precedieron en la historia de la Iglesia al
gesto triunfal del Papa de la Inmaculada.
Recordemos: el Concilio de Letrán (a. 649), que llama
a María “siempre virgen e inmaculada”; el Concilio de
Constanza (a.1416); el Concilio de Basilea (a. 1439),
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cuyo decreto a favor de la Inmaculada Concepción
fue confirmado por el Concilio de Avignon (a. 1457);
el Concilio de Trento (a.1546), el cual declara que
no es intención suya incluir a “la bienaventurada e
inmaculada Virgen María” en el decreto concerniente
a la universalidad del pecado original.
Entre los Papas, se distinguieron Sixto IV, San Pío V,
Clemente VIII, Paulo V, Gregorio XV, Alejandro VII,
Clemente XI; los cuales, defendiendo la legitimidad
de tal creencia y el culto a la Inmaculada contra
las acusaciones de herejía, de error y de pecado,
favorecieron, concediendo abundantes indulgencias,
su culto. A la bula Ineffabilis Deus, de Pío IX, hicieron
eco la Encíclica Ad diem ilum, de San Pío X, en el
50 aniversario de la definición dogmática (a. 1904), y
la Encíclica Fulgens corona, de Pío XII, en el primer
centenario de la solemne proclamación (a. 1954).
• Testimonios de la Sagrada Escritura.
El Evangelio no tiene ni una palabra respecto a la Virgen
María antes de la Anunciación. ¿Hemos, por ello, de
deducir que la verdad de su concepción Inmaculada
es ajena al sagrado texto? Indudablemente que no.
Los Sumos Pontífices, intérpretes infalibles de la
revelación divina, señalan en las páginas del Antiguo
y del Nuevo Testamento las primeras insinuaciones
del insigne privilegio mariano.
33
En Gen, 3,15, el mismo Dios anuncia la enemistad
entre la mujer y su descendencia, por una parte, y la
Unidad 1
serpiente diabólica y sus aliados por otra: lucha que
será coronada con la total victoria de los primeros.
Ahora bien: la Tradición nos atestigua y los Sumos
Pontífices Pío IX y Pío XI lo confirman, que la mujer
del sagrado texto, en sentido literal, pleno y perfecto,
“designa a la Madre de Jesucristo”, el vencedor de
Satanás. Es, por tanto, lógico concluir que, según el
sentido cristiano, “la Santísima Virgen, unida a Él por
un lado estrechísimo e indisoluble, fue, juntamente
con Él y por medio de Él, la eterna enemiga de la
venenosa serpiente, y aplastó su cabeza con su pie
virginal”, permaneciendo inmaculada e invulnerable.
Esto exigía una victoria perfecta.
En el evangelio encontramos tres afirmaciones,
las cuales, o por un nexo de suma conveniencia o
por necesaria inclusión, nos revelan la concepción
inmaculada. María es llamada “Madre de Jesús, Hijo
de Dios”. ¿Cómo podríamos concebir, por tanto,
que la hija predilecta del Eterno Padre, la Madre
del Verbo, la Esposa del Espíritu Santo, haya sido,
aunque sólo fuese por un solo instante, presa y aliada
del enemigo de Dios por antonomasia, el demonio?
Además, María es saludada por el Arcángel Ave,
gratia plena; Dominus tecum” (Lc., 1,28). Ahora bien:
con este singular y solemne saludo, jamás oído antes
de ahora, se demostraba que la Madre de Dios era
la sede de todas las gracias, estaba adornada con
todos los carismas del Espíritu Divino; más aún, era
un tesoro casi infinito y un abismo inagotable de los
mismos carismas.
34
Al saludo de Gabriel hace armonioso eco el de
Isabel, la cual, movida por el Espíritu de Dios,
Radio María - Colombia
dirigiéndose a María, exclama: “Bendita tú eres entre
todas las mujeres, y bendito el fruto de tu seno”.
“Por consiguiente, no sólo no estuvo sujeta jamás a
maldición, sino que fue también, juntamente con su
Hijo, partícipe de perpetua bendición” (Pío IX)
• La voz de la Tradición.
En los primeros siglos de la Iglesia los Padres y
escritores eclesiásticos saludan a la Virgen con los
títulos más expresivos, exaltando, en espontánea y
maravillosa porfía de devoción, su santidad suma,
su dignidad y la inmunidad de todo pecado, su total
victoria sobre el cruelísimo enemigo del género
humano.
No se vaya a creer que los Padres y los fieles
pretendían dejar algún instante de la vida terrena de
María bajo la sombra fría del pecado. Efectivamente,
Alejandro VII, “expresó el verdadero pensamiento
de la Iglesia declarando que, desde la antigüedad,
la piedad de los fieles hacia la bienaventurada Madre
María Virgen había creído que su alma, desde el
instante primero de su creación y de su infusión en
el cuerpo, por especial gracia y privilegio de Dios en
virtud de los méritos de Jesús, su Hijo y Redentor del
género humano, había sido preservada inmune de
toda mancha de pecado original, y había celebrado
solemnemente en este sentido, la festividad de su
Concepción” (Pío IX).
35
Unidad 1
Radio María - Colombia
Entre los asertores más o menos explícitos del insigne
privilegio mariano, hemos de recordar: en la Iglesia
oriental, griega y siria: a San Epifanio; a San Efrén,
siro; a San Sofronio, patriarca de Jerusalén; a San
Germán, Patriarca de Constantinopla; a San Andrés
de Creta, a San Juan Damasceno. En la Iglesia latina
de la Edad Media: Eadmero, monje inglés, discípulo
de San Anselmo; a San Pedro Pascasio, de la Orden
Mercedaria y a los franciscanos Guillermo de Ware, a
Duns Escoto, a Pedro Zureolo.
preservar a una persona de incurrir en la enemistad
con otra. Por lo cual fue conveniente y probable que
la Bienaventurada Virgen fuese preservada por el
Redentor de incurrir en la mancha de pecado original,
que hace al alma enemiga de Dios. Potuit, decuit,
ergo fecit: he aquí el gozne del célebre argumento
esgrimido por los teólogos de la Inmaculada; lo que
constituyó, por decirlo así, su caballo de batalla en la
lucha plurisecular contra los adversarios del sublime
privilegio mariano.
En Los siglos XI- XIII, cuando se agitó claramente la
cuestión de la santidad de María en el primer instante
de su concepción humana, aparecieron dentro de
la Iglesia latina los primeros disentimientos. San
Bernardo, San Buenaventura, San Alberto Magno,
Santo Tomás, son considerados comúnmente como
no partidarios del privilegio de la concepción
inmaculada, porque les pareció a ellos inconciliable
con la prerrogativa de Redentor Universal propia de
Cristo.
Argumento teológico bellísimo el de Escoto, que,
hubiera quedado, sin embargo, como confiesa su
mismo autor, en el puro plano de la hipótesis si no
hubiese sido confirmado por la creencia tradicional y
por la aprobación del supremo magisterio., quienes
le aseguraron la definitiva y completa victoria.
A Escoto y a otros insignes teólogos franciscanos
hemos de atribuir particularmente el mérito de
haber demostrado la posibilidad y la conveniencia
de una redención preservativa, la cual salva al
mismo tiempo, y de manera incluso más brillante, la
eficacia y la universalidad de la redención operada
por Cristo, y el honor de María, su dignísima Madre.
Cristo, Mediador y Redentor perfectísimo, tuvo que
ejercitar en el grado más elevado la mediación a
favor de su Madre. Ahora bien: el grado o modo
más perfecto de mediación y redención consiste en
36
Lo mismo hemos de decir de los otros argumentos
tomados de la Divina Maternidad, de la perpetua y
perfecta Virginidad, de la Asunción corporal y de la
Realeza universal. Incluso los privilegios que parecen
encerrar ya en su concepto esencial la prerrogativa
de la concepción inmaculada, como la plenitud de
gracia y la santidad perfecta, y la misión de nueva
Eva y Corredentora del género humano, no parecen
realmente demostrativos si los consideramos a la luz
del razonamiento teológico, fuera de la luz superior
que sobre ellos derrama la tradición, con el sentir
de los fieles y principalmente por el magisterio de
la Iglesia. Podemos dirigir a María, juntamente con
la liturgia de la Iglesia universal, haciendo nuestras
las palabras mismas de su místico Esposo, el Verbo
37
Unidad 1
Radio María - Colombia
encarnado, aquel sublime saludo: Tota pulchra es,
María, et macula originalis non est in Te. – Tu gloria
Jerusalem, tu laetitia Israel, tu honorificentia populi
nostri!
Perpetua Virginidad.
• Doctrina de la Iglesia
San Siricio (a. 392) es el primero de los Padres en
proclamar y defender oficialmente la perfecta y
perpetua virginidad de la Madre de Dios. San León
Magno exalta “la inviolada virginidad de María”
(a.449). El Concilio de Letrán, reunido bajo Martín
I (a.649), sentencia que: “Quienquiera que no
confiese, de acuerdo con los Santos Padres, que
propia y verdaderamente la Madre de Dios, la santa y
siempre virgen María…, concibió sin semen viril, del
Espíritu Santo, al mismo Verbo de Dios, y de manera
incorruptible le dio a luz, permaneciendo su virginidad
intacta también después del parto, sea excomulgado”
(DB 256). El Concilio III de Constantinopla (a.680)
renueva contra los monoteletas idéntica profesión
de fe, celebrando “la limpia virginidad de María,
antes del parto, en el parto y después del parto, sin
detrimento alguno”.
38
La fe en la perfecta y perpetua virginidad de la
Madre de Dios era ya un dogma de fe en los
principios del cristianismo porque era admitido por
el sentir sobrenatural de los fieles y proclamado
por el magisterio ordinario y universal de la Iglesia.
Efectivamente, lo encontramos expresado en las
diversas fórmulas del Símbolo Apostólico y en el
Símbolo Niceno-Constantinopolitano. Declarado
por numerosos Concilios generales o particulares;
resuena con dulcísimas notas en la liturgia de Oriente
y de Occidente, como un eco de las enseñanzas
dogmáticas y pastorales. No hemos, por consiguiente,
de maravillarnos de que, después del dogma de
la maternidad divina, el dogma de la perfecta
virginidad de María haya sido el más celebrado entre
los privilegios marianos en el curso de los siglos.
Muchas veces las impías negaciones de los herejes
fueron las que provocaron solemnes y decididas
afirmaciones por parte de los defensores de la
verdad divina y de las glorias más hermosas de la fe
cristiana. Las Encíclicas marianas de los últimos Sumos
Pontífices: León XIII, Pío X, Pío XI y los radiomensajes
del Sumo Pontífice Pío XII, rivalizan en alabar la
virginidad de María con las actas de Inocencio III
(a.1208), del IV Concilio Lateranense (a. 1215), del II
Concilio de Lyon (a.1274), del Concilio de Florencia
(a.1441), Sixto IV (a. 1476), de Paulo IV (a.1555), de
Clemente VIII (a.1603), de Alejandro VIII (a. 1690).
La doctrina católica se resume en las siguientes
proposiciones:
Virgen antes del parto: es decir, María concibió
al Verbo de Dios en cuanto a su naturaleza humana,
sin ninguna intervención de varón.
39
Unidad 1
Virginidad en el parto: es decir, que María dio
a luz a su Hijo divino permaneciendo intacta en el
sello de su virginidad, que en manera alguna fue
roto o lacerado o mínimamente alterado al paso
del cuerpo verdadero y real de Cristo a través de su
seno inviolado. La misma liturgia nos invita a admirar
un ejemplo en la encarnación de la luz de su fuente
luminosa: Sicut sidus radium, profert Virgo filium,
pari forma. Pero un ejemplo más convincente, y casi
una confirmación la tenemos en la resurrección del
cuerpo del Redentor, salido glorioso y triunfante del
sepulcro, antes de que al ángel hubiese retirado la
piedra del sepulcro cerrado.
Virgen después del parto: es decir, que María,
incluso después del nacimiento de Jesús, hasta
su muerte no tuvo trato conyugal ninguno con su
castísimo esposo José; por consiguiente, no tuvo
otros hijos, ni su perfecta integridad de mente,
de sentidos y de carne sufrió más mínima ofensa
voluntaria o involuntaria.
• Testimonios de la Escritura
40
El profeta Isaías nos ofrece el único y evidente
testimonio del Antiguo Testamento a favor de la
virginidad de la Madre del Mesías. Predice al rey Acaz
una señal divina, un portento: “He aquí que la Virgen
concebirá y dará a luz un Hijo, y le pondrán el nombre
de Emmanuel” (7,14). Todos los exegetas católicos
están de acuerdo en admitir y en defender, contra los
vanos ataques de los protestantes liberales y de los
racionalistas modernos, el sentido literal mesiánico
Radio María - Colombia
del texto de Isaías. En esta tesis tienen el voto de
la tradición judía y cristiana. Una virgen (almah)
concebirá y dará a luz permaneciendo virgen; de
lo contrario, ¿cómo podría hablar el profeta de una
señal dada por el Señor, por el Omnipotente? Pero
ya en el Génesis (3, 15) la virginidad de María había
tenido, aunque veladamente, su primer anuncio.
Porque ¿cómo podría la mujer, madre de la progenie
vencedora de la serpiente, tener parte en el triunfo
perfecto de su Hijo si no era quedando exenta de
la maldición pronunciada contra la pecadora Eva:
“Darás a luz con dolor a tus hijos”? Pues bien: ¿qué
otra cosa podría asegurarle un triunfo semejante
mejor que una virginidad perfecta en el parto?
En el Evangelio quienes deponen a favor de la
virginidad perfecta y perpetua de María son los dos
historiadores de la infancia de Jesús, San Mateo y
San Lucas. Ella será virgen antes del parto porque
concebirá en virtud del Altísimo y por milagrosa
intervención del Espíritu Santo; de esta manera
su virginidad, a la que se ha consagrado con firme
propósito, juntamente con su esposo (“¿Cómo será
posible esto, si no conozco varón?” – Lc., 1,34-, o
sea “nunca querré conocerlo” conyugalmente, a
pesar de estar “desposada con un hombre por
nombre José”), en vez de ofuscarse y desvanecerse,
resplandecerá de gloria celestial con la aureola de
una divina fecundidad. “Por lo cual, el santo que
nacerá de Ti será llamado el hijo de Dios: hijo de Dios
porque ha sido concebido por virtud divina; hijo de
Dios, porque es Dios en persona, al cual convenía un
parto así.
41
Unidad 1
María, según el Evangelio, es también virgen en el
parto. San Mateo es quien lo hace resaltar cuando
advierte que en el Nacimiento de Jesús se verificó el
vaticinio de Isaías. “He aquí que la Virgen concebirá
y dará a luz un hijo” (Mt., 1,28) San Lucas, queriendo
insinuar también el parto virginal, cuenta que María,
con sus propias manos, envolvió al recién nacido en
humildes pañales y lo puso en el pesebre (Lc., 2,7),
no impedida, en este dulcísimo oficio maternal, por
los dolores que obstaculizan el libre movimiento de
las recién paridas.
De nuevo encontramos en San Lucas una confirmación
indirecta de la virginidad en el parto. María presenta
al niño Jesús en el Templo para observar la ley
que prescribe la consagración de los primogénitos
al Señor (Lc., 2, 23-24); pero la Virgen no realiza
ninguna ceremonia para borrar en sí misma la mancha
del parto, como estaba prescrito para las madres
ordinarias (Lev.12, 28). El Papa Alejandro VIII condenó
una proposición de los jansenistas, quienes argüían
de las purificaciones hecha en el Templo, la necesidad
de la purificación que tuvo la Virgen (DV 1314).
42
María, finalmente, también a la luz del Evangelio,
resulta virgen después del parto. No existe,
efectivamente ningún motivo serio para mantener
que ella dejó de cumplir su voto de virginidad
perpetua manifestado al ángel (Lc.1, 34). Sabemos,
además que María y José “iban todos los años a
Jerusalén para la fiesta de Pascua” (Lc., 2, 41); lo cual
nos indica que la Madre no tenía que permanecer en
casa ocupándose en el cuidado de hijos pequeños.
En cuanto a Jesús, es llamado por sus conciudadanos
Radio María - Colombia
“el hijo de María” (Mc.6, 3), o sea el hijo primogénito
y unigénito al mismo tiempo; mientras que lo que
son llamados “sus hermanos”, no aparecen nunca
como hijo de María, sino de una hermana, y son por
consiguiente primos del Salvador. Finalmente, Jesús
al morir en le leño de la cruz, confía a su discípulo
predilecto Juan su Madre, diciéndole: “He aquí a
tu Madre” (Jo. 19,26). Ahora bien, esto nos hace
suponer que María no tiene hijos naturales, a los
cuales hubiera pertenecido, por obligación, tener
cuidado de Ella. De esta manera coinciden los cuatro
evangelistas en revelarnos la perfecta y perpetua
virginidad de la Madre de Dios.
• La voz de la Tradición.
Por los Padres de los primeros siglos la virginidad de
María es considerada como una verdad fundamental
del cristianismo; verdad que ha de insertarse en la
regla de fe obligatoria para todos los creyentes.
Los asertores más elocuentes o los defensores más
acérrimos de este blanco privilegio mariano son:
San Justino, San Ignacio, Tertuliano, San Hipólito,
Orígenes, San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín,
San Gregorio Nacianceno, San Juan Crisóstomo.
Padre y teólogos, en plena armonía con el sentir de
los fieles, de los cuales son ellos, en cierto modo,
inspiradores, custodios y defensores, han visto en
la perfecta y perpetua virginidad de María una perla
brillantísima e inalienable de su corona de Madre
de Dios. Las singulares relaciones de afinidad que la
43
Unidad 1
vinculan con las tres divinas Personas de la Santísima
Trinidad; la consanguinidad con el Verbo divino que
en Ella, mística rosa, se hizo carne13 ; la grandeza
inaudita del portento que la hizo “en su virginidad
fecunda”; el designio divino de la Encarnación, que
la asociada a su Hijo en la obra de purificación y
santificación del género humano: son otros tantos
bellísimos argumentos que reaparecen muchas
veces en labios de los Padres, de los teólogos, de
los poetas cristianos, para iluminar ante los ojos de
la inteligencia cristiana la pureza inmaculada del
cuerpo de María, hecho digno de ser santuario por
excelencia de la Divinidad, el Templo del Espíritu
Santo, el tálamo nupcial, donde “como Esposo que
sale de su tálamo” el Sol de Justicia, Jesucristo, “se
lanzó como un héroe exultante para correr su carrera”
(Ps.18, 6)
Radio María - Colombia
María fue verdaderamente: “Vergine sola al mondo,
senza esemplo – che il cielo innamorò di sue bellezze
– cul nè prima fu, nè seconda”14
María fue totalmente, exclusivamente y siempre de
Jesús. Lo amó como ninguna madre terrena podrá
amar jamás a su propio hijo único. Y Él fue totalmente
y exclusivamente, bajo el aspecto humano, de Ella,
considerándose digno de ser “su Hijo”: “Tu, ad
liberandum suscepturus hominem, non horruisti
Virginis uterum”.
Perfecta santidad.
• Doctrina de la Iglesia.
El casto seno de la Virgen fue verdaderamente el
paraíso de la Encarnación, adornado con las flores
más graciosas de todas las virtudes sobrenaturales.
“En ti la misericordia, en ti la piedad, en ti la
magnificencia, en ti se reúne cuanto existe en las
creaturas de bondad”; de esta manera la exalta el
Doctor melifluo, San Bernardo, en su cántico a la
Virgen (Paraíso, 33, 18-21). Aquel jardín de belleza
espiritual, plantado por Dios en el alma y en el cuerpo
de nuestros primeros padres y simbolizado por el
Edén, en el cual fueron colocados ellos, volvió a
florecer en toda su magnificencia en la Virgen, nueva
Eva, Madre del nuevo Adán. Virgen en su mente, en
su corazón y en sus sentidos gracias a su Inmaculada
Concepción; virgen también en su cuerpo, gracias a
la virtud divina que la hizo Madre de un hombre-Dios,
44
13
Dante Par., 23, 73-74.
La inmunidad de María “de toda mancha de pecado
original” no fue más que la aurora radiante, no velada
por niebla alguna de culpa o de fómite, de su larga
jornada sobre la tierra. Pero la Sagrada Escritura nos
advierte que. “El sendero de los justos es como una
luz que despunta, que avanza, va creciendo, hasta
que llega a la plenitud del día” (Prov., 4, 18). Pues
bien: si esto es verdad de los justos en general, ¿quién
podría describir el progreso en el bien realizado por
la gracia divina en el alma de la Inmaculada, desde
los primeros actos de virtud hasta el mediodía
esplendente de su santidad? La obra maestra
del supremo Artífice, cual es la Madre de Dios, es
un misterio de belleza espiritual tan sublime que
únicamente la luz de la divina Revelación es capaz de
45
14
Petrarca, Alla Vergine, ENCICLOPEDIA MARIANA
Unidad 1
manifestárnoslo dignamente. Recojamos, pues, estos
rayos de luz superior reflejados en el magisterio de la
Iglesia, en la Tradición y en la doctrina de los teólogos,
y concentrémoslos en la imagen de la “umile et alta
piú che creatura”.
Pío IX, refiriéndose al primer principio de la Mariología,
“la maternidad divina”, deduce de él, como lógica
consecuencia, la incomparable belleza espiritual de
María. “Dios – afirma en la Bula Ineffabilis Deus -,
desde el principio y antes de los siglos, escogió y
predestinó para su Hijo una Madre, en la cual habría
de encarnarse y de la cual después, en la feliz plenitud
de los tiempos, habría de nacer; y, con preferencia
a cualquier otra creatura, la colmó de tal amor que
se complació en ella sola con una singularísima
benevolencia. Por ello admirablemente la colmó,
más que a todos los ángeles y a todos los santos,
de la abundancia de todos los dones celestiales,
tomados del tesoro de su divinidad. De esta manera,
Ella, perfectamente libre siempre de toda mancha
de pecado, enteramente bella y perfecta, posee tal
plenitud de inocencia y de santidad, mayor que la
cual no puede concebirse otra, después de Dios,
y cuya profundidad ninguna inteligencia es capaz
de comprender, fuera de la inteligencia de Dios. Y
ciertamente era absolutamente conveniente que
una Madre tan venerable resplandeciese siempre
adornada con los fulgores de la santidad más
perfecta”.
46
León XIII viendo en la santidad de María, con razón, la
estrella más fúlgida de la corona que adorna su frente
real, escribe: “Esta sobreabundancia de gracia –el
Radio María - Colombia
más eminente de todos sus privilegios innumerables
– es lo que eleva a la Virgen muy por encima de todos
los hombres y de todos los ángeles, y la aproxima,
más que cualquier otra creatura, a Cristo. “Gran cosa
es en cualquier santo poseer tanta gracia que baste
para la salvación de muchos; pero si tuviese tanta que
bastase para la salvación de todos los hombres del
mundo, esto sería el máximo; lo cual se verifica en
Cristo y en la bienaventurada Virgen” (Santo Tomás:
opusc.VIII, super salut, angel; León XIII, Encíclica
Magnae Dei Matris, 8-9-1892).
Pío XI hace digno eco en las palabras de sus
predecesores cuando afirma: “De este dogma de
la maternidad divina, como el chorro de una fuente
escondida, deriva a María una gracia singular, y de
tal dignidad que, después de Dios, es lo más grande
que puede pensarse” (Encíclica Lux veritatis. 25- 121931). No menos explicito es Pío XII al señalar en
la maternidad divina el secreto de la incomparable
santidad de María. “! Madre de Dios! ¡Qué inefable
título! La gracia de la maternidad divina es la llave que
abre, a la débil indagación humana, las innumerables
riquezas del alma de Nuestra Señora, e impone al
mismo tiempo a toda creatura la más alta veneración
hacia Ella” (Radiomensaje C”est avec un douce, 196-1947).
Estas riquezas del alma de María son las virtudes y
los dones del Espíritu Santo, que, como arroyos que
brotan de una profunda, limpidísima fuente, brotan
de la plenitud de gracia con que Dios la dotó desde
el primer instante de su Concepción Inmaculada. No
hemos, por consiguiente, de maravillarnos de que
47
Unidad 1
Radio María - Colombia
todas las facultades de María, enriquecidas por tan
excelsas virtudes y hábitos operativos, bajo el influjo
de una gracia actual suavísima y eficacísima, hayan
producido toda clase de flores y frutos espirituales,
que en el Evangelio y por el Apóstol son llamados
“bienaventuranzas y frutos del Espíritu Santo”.
Esta admirable fecundidad interior y exterior, gracias
a la cual aparece la Virgen a la humanidad de los
fieles como un modelo de perfección cristiana,
espejo tersísimo de todas las virtudes más acabadas,
aparece atestiguada luminosamente por los Romanos
Pontífices León XIII (Encíclica Magnae Dei Matris) y
San Pío X (Encíclica Ad diem illum). Pío XII, por su
parte, invita a todos los devotos de María a admirar
en Ella la ausencia de toda, aún la más mínima,
mancha de culpa actual o de imperfección. “La
beatísima Virgen María –escribe el Santo Padre en la
Encíclica Fulgens corona (8-9-1953)-, que en todo el
curso de su vida –unas veces en el gozo de que fue
inundada suavísimamente, a veces en la tribulación
y en los atroces dolores, por los cuales mereció el
título de Reina de los mártires -, jamás se alejó, ni
siquiera lo más mínimo, de los mandamientos y de
los ejemplos de su divino Hijo. Nos parece que repite
a todos y cada uno de nosotros aquellas palabras
que pronunció durante las bodas de Cana, como
señalando a Jesús a los siervos del banquete: “Haced
cuanto Él os dijere” (Jo., 2,5).
48
fgfgfgfgfg
• Testimonios de la Sagrada Escritura.
En el Antiguo Testamento la santidad excepcional
de la Virgen Madre fue prefigurada en el tipo de
la Esposa de los Cantares. Y precisamente a estas
diversísimas y emocionantes imágenes con que es
descrita la belleza física y espiritual de la misteriosa
Esposa, “toda bella e inmaculada” suele recurrir la
Iglesia, cuando pretende revelarnos el misterio de la
gracia vivido por aquella alma predilecta de Dios. “Al
recurrir al Cantar de los Cantares – escribe el P. Bea,
la Iglesia ha introducido en el culto a María valores
íntimos y delicados de sentimiento. La Iglesia no
procede arbitrariamente. Un camino directo nos lleva
desde el primero e íntimo sentido de la alegoría del
Cantar de los Cantares hasta su referencia a la Madre
de Dios. La relación de gracia y de amor cantada
en el Cantar de los Cantares encuentra su primera
realización en las relaciones entre Dios y su pueblo,
después en las relaciones entre Cristo y su Iglesia;
además en las relaciones entre Cristo y el alma, las
cuales podemos decir que se hallan idealmente
expresadas y hechas perfectas en María y en Cristo,
y en María y Dios. De esta manera la referencia
del Cantar de los Cantares a María corresponde
plenamente a su fin y a sus líneas fundamentales”15
Entre los evangelistas, es principalmente San Lucas,
llamado por ello, con todo derecho, “el pintor de la
Virgen”, quien nos ha dejado un retrato espiritual de
María sobrio de líneas, pero fascinador y riquísimo
de contenido. “Una mirada retrospectiva –escribe
el P. A. Merk, como conclusión de su semblanza de
15
La figura di Marian el V.T., en Straeter, P., Mariologia,
Torino, 1952, p.34.
49
Unidad 1
María en el Nuevo Testamento – nos hace surgir la
imagen de la Virgen como aparece diseñada en la
Sagrada Escritura, con trazos finos y precisos. Nos
aparece humana, perfecta desde todo punto de vista,
comprensiva, prudente y afectuosa, exquisitamente
femenina, benignamente misericordiosa, suavemente
delicada, pronta para interceder por nosotros y para
sacrificarse… Aparece a nuestros ojos la más amable
y admirable de las creaturas humanas, que nos ha
dado al Speciosus prae filiis hominum, al que supera
a todos en belleza. La persona y el destino de María
no están trazados por lo que son en sí mismos, sino
exclusivamente en relación con Cristo y con su alegre
mensaje a la Humanidad. Pero las breves y sencillas
líneas de la Sagrada Escritura revelan claramente el
desarrollo de su vida espiritual conducida por Dios.
Desde aquella generosa entrega a la voluntad de
Dios en el momento de la Anunciación, María se va
elevando paso a paso hasta una perfecta semejanza
con Cristo y una participación más íntima en su obra
de salvación. De esta manera el Espíritu Santo ha
trazado, en escasas y sencillísimas líneas, pero con
una eficacia magistral, la figura luminosa de la más
alta personalidad de la estirpe humana” 16
50
• La voz de la Tradición.
La conciencia, cada vez más clara que van adquiriendo,
al correr de los siglos, la Iglesia docente y el pueblo
cristiano, de la excelsa santidad de la Madre de Dios,
se refleja elocuentemente en algunas afirmaciones de
los Padre y escritores eclesiásticos, tanto en Oriente
como en Occidente. El dogma de la divina maternidad
16
En Straeter, Mariología, pp. 79-80.
Radio María - Colombia
de María, definido entre la ansiosa expectación del
pueblo de Éfeso, en 431, fue como el faro luminoso
que manifestó de forma más radiante aún, a los
devotos de la Theotócos, los tesoros de sabiduría, de
ciencia y de bondad de Dios derramados de manera
exuberante en el alma de la “Bendita entre todas
las mujeres”. No faltaron, sin embargo, también en
los siglos precedentes, solemnes testimonios de
admiración incondicionada por la sublime perfección
de la Panhagia: la Santísima.
El poeta sirio, San Efrén, en el siglo IV, dirigiéndose
a Cristo, pone en labios de la iglesia de Nisibe esta
exclamación: “Sólo Tú y tu Madre tenéis la gracia de
la perfecta belleza, porque no hay mancha en Ti, ni
hay mancha en tu Madre. Junto a vosotros dos no
existe ninguno de mis hijos que se pueda asemejar
a vosotros”. Basilio, obispo de Seleucia, se pregunta
admirado: “¿Quién no ha de quedar admirado
de que María supere a todos los santos a quienes
honramos?” En el siglo V, Antipatro de Bostra afirma
que “María aparece a los ojos de Dios superior a
todas las potestades”. En el siglo VI, Anastasio I de
Antioquía presenta a Nuestra Señora como a “la única
graciosa, hermosa, pura, santa entre las vírgenes”. En
el siglo VII resuena en Jerusalén la voz poderosa del
patriarca Sofronio, el cual exalta a María sobre los
coros de los ángeles, “porque brilla en pureza más
que toda la creación. Por lo cual yo te aclamo, añade:
“Salve, llena de gracia, porque eres más rica de
gracias que todas las creaturas. Ciertamente, muchos
santos ha habido antes que Tú, pero ninguno ha sido
santificado como Tú, ninguno ha sido beatificado
como Tú, ninguno ha sido magnificado como Tú,
ninguno ha sido rodeado como Tú de espléndido
51
Unidad 1
fulgor, ninguno ha sido elevado como Tú hasta las
cimas más excelsas. Y verdaderamente con razón,
porque nadie se ha acercado a Dios como Tú, nadie
ha recibido como Tú la gracia de Dios” 17
No inferiores a estas alabanzas de los Padre Griegos
son los elogios tributados a las grandezas espirituales
de María por los Padres latinos, entre los cuales
ocupan el primer lugar San Ambrosio, San Jerónimo,
San Agustín, San León Magno, San Pedro Crisólogo,
y, último en el tiempo, pero de los primeros en su
devoción a María, San Bernardo.
La Sagrada Liturgia, voz de la Iglesia orante y homenaje
práctico de fe, ha rivalizado con los Padres, doctores
y oradores sagrados en magnificar la excelsa figura
de la Virgen. También se inspira casi siempre en la
dignidad casi infinita de la Madre de Dios para los
sublimes elogios dirigidos a María, los cuales podrían
parecer más bien fruto de una exaltación mística
poco ortodoxa y más bien sentimental.
Radio María - Colombia
coros de los querubines y de los serafines en lo alto de
los cielos, he contemplado las milicias de los ángeles
en las fiestas celestiales, he contemplado el don de
la gracia hecho a nuestros Padres (en el Antiguo
Testamento); he contemplado la grandeza de los
profetas, la gracia concedida a los Apóstoles de curar
a los enfermos, la palma concedida a los mártires, la
recompensa de las vírgenes y de los monjes por sus
renuncias, pero no he podido encontrar a nadie que
haya podido beneficiarse de tanta gracia del Altísimo
como se derramó sobre Ti, Virgen santa”18
• La doctrina de los teólogos.
En una liturgia oriental leemos. “Oh Virgen, ¿quién
podría exponer toda tu grandeza y quién podría
proclamar dignamente tu gloria? ¡Tú te levantas sobre
todas las cosas y las superas a todas en nobleza! Los
cielos y los cielos de los cielos cantan tus alabanzas,
porque fuiste hecha Madre del que te creó. Te exaltan
los ángeles y los arcángeles, porque has engendrado
a Aquél que te creó. ¡Cuán grande debe ser la gracia
concedida a esta santa Virgen! He contemplado los
Tarea específica de la ciencia teológica, desde el
siglo XIII hasta nuestros días, ha sido la de indagar
los filones de oro de la Sagrada Escritura y de la
Tradición, para encontrar en ellos los testimonios
más conspicuos sobre la Virgen y componerlos
después en una grandiosa síntesis, de la cual los
mosaicos de los ábsides de las antiguas basílicas
romanas, con sus brillantes colores, no son más
que una pálida imagen. El homenaje de la teología
católica a la santidad de la Madre del Verbo divino
ha sido el fruto del pensamiento humano, iluminado
y fecundado por la luz de la Revelación divina.
Por lo cual, los frutos nacidos de un tan sublime
connubio no pueden considerarse como productos
de vacua y ociosa imaginación, alimentada por un
morboso sentimentalismo, sino la expresión noble
a inmarcesible de una ciencia divino-humana, digno
homenaje a la Madre del Hombre –Dios.
17
103
18
52
Cit. Por Ortiz de Urbina, I., en Straeter, Mariología, p.
53
G. Engberding, en el vol. Cit. De Straeter, p. 222.
Unidad 1
Las líneas esenciales de la Mariología católica, en
el tema de la santidad, nos ofrecen la siguiente
encantadora fisonomía de María:
En la Virgen tenemos una doble santidad. Una, casi
sustancial, llamada entitativa, que consiste en una
perfecta consagración de todo su ser natural a la
misión de su maternidad divina. Toda la persona de
María puede llamarse santa en su ser, porque estaba
destinada a ser Madre del que es tres veces Santo.
La otra santidad, en cambio, es la santidad moral
y personal, que revistió a toda la naturaleza de la
Inmaculada, derramándose por la esencia de su alma,
santificada por la gracia habitual, hasta sus potencias
cognoscitivas y afectivas, elevadas y hechas idóneas
para los actos sobrenaturales mediante los hábitos
de las virtudes infusas y dones del Espíritu Santo. De
esta manera se convirtió María en Madre de Dios, no
sólo según la carne, sino lo que importa más para
la santidad, como partícipe de la naturaleza divina,
hija adoptiva por excelencia de la Santísima Trinidad,
Madre de Dios también según el espíritu, porque
fue capaz de reproducir en su inteligencia y en su
corazón en las tres divinas Personas, como misterioso
fruto de fe y de amor: “Quienquiera que hiciere la
voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es
mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mt., 12,50).
54
La santidad moral fue en María excelentísima, porque
fue efecto de repetidas inundaciones o “plenitud
de gracia” que la inundaron en los momentos más
solemnes de su vida: su Concepción Inmaculada, la
Presentación en el Templo, la Anunciación, el sacrificio
Radio María - Colombia
de Jesús y con Jesús en el Calvario, Pentecostés, su
Tránsito, su Asunción gloriosa a los cielos.
Así como la dignidad de Madre de Dios es casi infinita,
de la misma manera la santidad de María alcanzó,
desde el primer instante de su existencia, cumbres
sublimes, inaccesibles a toda otra pura creatura. Con
esto no pretendemos decir que la plenitud de gracia
con que María fue dotada tantas veces fuese infinita,
como la de su Hijo; y mucho menos absoluta, ni en
cuanto a su intensidad o excelencia, ni en cuanto a
la extensión y fecundidad de efectos sobrenaturales.
María, efectivamente recibió, sucesivamente, la
abundancia de favores celestiales en una medida
proporcionada a las diversas misiones para las
que Dios la iba destinando. Fue su plenitud, por
consiguiente, una plenitud relativa. Sin embargo,
como el fin supremo de su existencia, de todos sus
privilegios y actividades fue siempre una maternidad
digna del Hijo de Dios, Redentor del género humano,
es evidente que la abundancia de gracias, de virtudes
y de dones que el Altísimo derramó sobre Ella debió
ser proporcionada a una misión que trascendía a todas
las demás misiones, la que era, por consiguiente,
incomparable. “La bienaventurada Virgen María –
enseña Santo Tomás- recibió tal plenitud de gracia,
que estuvo muy próxima al Autor de la gracia: de
forma que fuese digna de concebir en Sí misma a
Aquél que está lleno de gracia, y, dándolo a luz,
de difundir en cierto modo la gracia sobre toda la
Humanidad” 19
19
Summ. Theol., 3, q.27, a.5 ad 1.
55
Unidad 1
La plenitud de gracia y de santidad de María es,
por consiguiente, la plenitud propia de la Madre de
Dios y Corredentora del linaje humano, o sea de la
Mediadora entre Cristo y la Humanidad. Por tanto es
semejante, aunque no igual, a la gracia del Hijo, en
virtud del “principio de analogía” o de conformidad,
que regula las relaciones espirituales entre Ella y su
Unigénito, del cual es al mismo tiempo Madre e Hija,
modelo único según su ser físico, copia fidelísima
según su fisonomía espiritual. Además, la gracia de la
Virgen es semejante, pero incomparablemente más
excelente que la gracia concedida a cualquier otra
creatura, en virtud del “principio de sobre eminencia”,
que afirma que la Madre de Dios y la Corredentora
es superior a todos en plenitud de dones celestiales,
convenientes para sus prerrogativas incomparables.
Por lo cual, mientras que a Jesucristo compete, en el
orden de la gracia, la absoluta plenitud de eficiencia y
de influjo, y a los santos la relativa plenitud de simple
suficiencia, a María se aplica la relativa plenitud de
preeminencia, de abundancia y de redundancia.
De estos principios brotan, como lógicas consecuencias
y corolarios, las siguientes afirmaciones, que,
revistiendo de luz solar a la mujer del Apocalipsis,
acaban por trazarnos su imagen espiritual:
56
1
1ª.La Virgen, porque estaba destinada a
ser Madre de Dios y Esposa Mística del Redentor,
recibió, desde el primer instante de su existencia,
una abundancia de carismas celestiales más grande
y excelente que la concedida a los ángeles y a los
santos en su primera santificación o justificación. Es
doctrina teológicamente cierta, admitida por todos y
Radio María - Colombia
confirmada por su Santidad Pío IX en la Bula Ineffabilis
Deus con las palabras arriba citadas.
2
2ª.La Virgen, siempre a causa de sus
excepcionales relaciones con Dios trino y con el Verbo
encarnado, Redentor del mundo, recibió, ya desde el
principio, mayor abundancia de dones sobrenaturales
de la que poseyeron ángeles y santos en su estado
definitivo de gloria. También esta doctrina es
comúnmente admitida, porque es considerada muy
probable por las razones teológicas tantas veces
mencionadas. En su favor milita la autoridad de la
Bula de Pío IX.
3
3ª.La Virgen, no sólo en el momento de su
bienaventurado tránsito, o cuando concibió y dio a
luz al Verbo de Dios, sino desde el primer instante de
su Concepción Inmaculada, fue enriquecida con tal
abundancia de gracias que superó las gracias todas
de la asamblea entera de los ángeles y de los santos
en la gloria celestial. Como es fácil intuir, resuenan
aquí las notas más altas al himno a la santidad de
María: notas tan sublimes que no todos son capaces
de percibirlas, por lo cual no es de admirar que la
dicha opinión, aún cuando muy probable y verosímil,
no consiga un asentimiento universal. La resistencia
de algunos es motivada tal vez por no tener presente
que en el dominio de los valores morales, como es en
sumo grado la santidad, la primacía ha de atribuirse
sobre todo a la calidad, no a la cantidad, como el
valor intrínseco del diamante o del oro no teme la
comparación con cualquier cantidad de otros metales
preciosos.
57
Unidad 1
Esto supuesto, es fácil imaginar las cumbres de
santidad a que llegó la Virgen. Ella, efectivamente,
comenzó sus ascensiones hacia el Altísimo por donde
otros ni siquiera han conseguir llegar. Con razón, por
consiguiente, aplica la Iglesia a María, aunque en
sentido extensivo y metafórico, las palabras del salmo
88 sobre la Jerusalén terrena: “Sus fundamentos
están en los montes santos. Ama el Señor las puertas
de Sión sobre todas las moradas de Jacob. ¡Cosas
gloriosas han sido dichas de ti, oh ciudad de Dios!!
Y Él mismo ha echado tus fundamentos, el Altísimo!”
Tales admirables ascensiones hacia la meta suprema
de la visión de Dios, el alma de María pudo realizarlas
mientras que era todavía viadora sobre la tierra, es
decir, mientras estaba lejos de la glorificación de toda
su persona, reservada a Ella también en premio en
sus altísimos méritos. Pero si la ausencia de la visión
beatífica fue condición indispensable para su aumento
de gracia, de virtudes, de dones y de méritos en la
persona de la Madre de Dios mientras vivía sobre la
tierra, una plenitud de ciencia infusa sobrenatural,
debida un influjo especial del Espíritu Santo, fue la
norma directiva de la conducta moral de María. Todo
en Ella fue luminoso y santo, cada vez más luminoso
y más santo: pensamientos, afectos, propósitos,
acciones. El amor de Dios, vínculo de perfección, y
primero de los mandamientos, más que un deber,
fue una necesidad encendidísima de su corazón de
Madre del Verbo. Y como la caridad es la reina y la
vida de todas las demás virtudes, y el vínculo de los
dones del Espíritu Santo, no hubo virtud ni don que
no alcanzase en Ella un grado heroico, superlativo.
He aquí por qué la Iglesia, en las Letanías Lauretanas,
58
Radio María - Colombia
saluda e invoca a la Virgen. Mater purissima… Virgo
prudentissima… Regina sanctorum ómnium. A Ella
dirige el poeta- teólogo, por boca de San Bernardo,
la plegaria tan conocida, en la cual el elogio de su
sublime santidad resuena con acentos que revelan
la más alta admiración: “Virgen y Madre, Hija de tu
Hijo, humilde y alta más que otra creatura…; en Ti
magnificencia, en Ti piedad, en Ti magnificencia se
unifican, y cuanto de bondad hay en las creaturas” 20
Asunción a los cielos
• Doctrina de la Iglesia.
Su Santidad Pío XII, desde lo alto de su trono
levantado sobre la escalinata de la plaza de San
Pedro el 1 de noviembre del Año Santo 1950, ante
la multitud inmensa de fieles católicos venidos de
todas las naciones del mundo libre, proclamaba,
con oráculo infalible, la Asunción corporal de María
Santísima a los cielos.
59
He aquí sus palabras textuales. “A gloria de Dios
Omnipotente, que ha derramado en María su especial
benevolencia, a honra de su Hijo, Rey inmortal de los
siglos y vencedor del pecado y de la muerte, a mayor
gloria de su augusta Madre y para gozo y exultación
de toda la Iglesia, por la autoridad de Nuestro Señor
Jesucristo, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo,
y Nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos
como dogma revelado por Dios que: la Inmaculada
20
Dante, Par., 33, 12, 19-21
Unidad 1
Madre siempre Virgen María, terminando el curso de
su vida terrena, subió a la gloria celestial en alma y
cuerpo” (Bulla Munificentissimus Deus).
¿Cómo se ha llegado a este nuevo dogma de fe, que
disipa para siempre de la mente de los fieles toda
duda sobre la gloria incluso corporal de la Madre del
Redentor? Ningún acta de Concilios ecuménicos o
del magisterio solemne de los Romanos Pontífices ha
precedido a la definición pronunciada por su Santidad
Pío XII. Sin embargo sabemos que la Iglesia no crea
nuevas verdades de fe, ni improvisa las definiciones
dogmáticas. La Asunción corporal de María era ya
dogma de fe, aunque no definido, aun antes de que
Pío XII la sancionase con sentencia definitiva, no sólo
como hecho dogmático en conexión con las verdades
de fe, sino como verdad revelada por Dios.
Ella, efectivamente, ha sido objeto de enseñanza
por parte del Magisterio ordinario y universal de
la Iglesia durante muchos siglos, y, como tal, era
creída por los fieles de todo el mundo. De lo cual dio
claro e indudable testimonio la respuesta afirmativa
enviada por casi la totalidad del cuerpo episcopal al
Sumo Pontífice, cuyo parecer solicitó, respecto a la
definibilidad de la Asunción corporal de la Santísima
Virgen y a la conveniencia de la definición misma (Litt.
Deiparae Virginis Mariae de 1 de mayo de 1946).
60
En el Concilio Vaticano (1870), 204, entre obispos y
teólogos habían solicitado la definición de la Asunción
como una verdad que era objeto de firmísima
fe por parte de la Iglesia, porque se deriva de la
Radio María - Colombia
tradición divino –apostólica, y, por consiguiente, de
la Revelación. Pero la venerable asamblea no juzgó
que había llegado todavía el momento de la solemne
definición como tampoco lo creyó antes el Sumo
Pontífice Pío IX, el cual no parece dudar de una posible
definición cuando respondía a las instancias de la
reina Isabel de España. “La Asunción, de la manera
como es creída por los fieles, está lógicamente unida
con la Inmaculada”.
A Pío XII le había reservado Dios la gloria y el mérito
de ser “el Papa de la Asunción”. Pero, ¿cuál ha
sido, para el Sumo Pontífice, el motivo principal
que lo indujo a proceder a la deseada definición?
El mismo nos lo indica en la Bula dogmática: “Este
singular consenso del episcopado y de los fieles (Bula
Ineffabilis Deus) en considerar definible como dogma
de fe la Asunción corporal a los cielos de la Madre
de Dios, presentándonos la concorde enseñanza
del magisterio ordinario y la fe concorde del pueblo
cristiano, manifiesta por sí mismo, de una manera
cierta e infalible, que tal privilegio es verdad revelada
por Dios y contenida en aquel divino depósito que
Cristo confío a su Esposa para que la custodiase
fielmente e infaliblemente lo declarase” (Cfr. Conc.
Vat., De fide católica, c. 4)
61
También de los labios augustos del Papa podemos
recoger los otros argumentos teológicos, que han
provocado, por así decirlo, el sentir unánime del
episcopado y de los fieles. La fe, efectivamente, de
la Iglesia docente y de la discente no es fruto de
revelación directa, como la de los profetas y de los
Apóstoles, sino que ella saca sus motivos del tesoro
Unidad 1
de la palabra divina contenida en la Sagrada Escritura
y en la Tradición divino-apostólica. Así ha ocurrido
también con la creencia en la Asunción corporal de
la Virgen:
“La augusta Madre de Dios –arcanamente
unida a Jesucristo desde toda la eternidad
“con el mismo decreto” (Bulla Ineffabilis
Deus) de predestinación, Inmaculada en
su concepción, Virgen intacta en su divina
maternidad, generosa compañera del divino
Redentor, que ha conseguido un triunfo total
sobre el pecado y sobre sus consecuencias,
al final, como suprema coronación de sus
privilegios – fue preservada inmune de la
corrupción del sepulcro y, vencida la muerte,
como su Hijo, fue levantada en alma y cuerpo
a la gloria del cielo, donde resplandece como
Reina a la diestra de su Hijo, Rey inmortal de
los siglos” (Bulla Munificentissimus Deus).
•
Testimonios de la Sagrada Escritura.
¿Es posible encontrar la revelación de la Asunción
corporal de la Virgen en el Antiguo Testamento?
Algunos, incluso entre los católicos de nuestros días,
han considerado esto como una presunción, al menos
según el sentido literal.
62
Limitándose, en cambio, al sentido acomodado, o
impropio, no han faltado como la misma Bula nos
recuerda, santos Padres y teólogos, que en los pasados
siglos se han complacido en hallar en el Antiguo
Testamento como el preludio de la glorificación
Radio María - Colombia
corporal de la Madre del Mesías. En los Salmos (131,
8; 44, 10, 14-16), en el Cantar de los Cantares (3, 6;
4, 8; 6, 8) y en Isaías (60, 13) hállanse textos que se
adaptan perfectamente a significar el triunfo de la
Virgen sobre la muerte y su gloria celestial.
Pero, permaneciendo dentro de los límites del
sentido literal, el Sumo Pontífice ve en el Génesis
(3, 15), interpretado a la luz de la Tradición primitiva,
el primer anuncio de la victoria de la mujer también
sobre la muerte, como incluida en el pleno triunfo
de Ella y de su Hijo contra la serpiente enemiga. Y
concluye. “Por lo cual, así como la resurrección de
Cristo fue parte esencial y signo final de esta victoria,
igualmente también para María la común lucha debía
terminarse con la glorificación de su cuerpo virginal”.
“En el Nuevo Testamento los doctores escolásticos
–prosigue la Bula pontifica – consideraron con
particular interés las palabras Ave, llena de gracia,
el Señor está contigo, bendita eres entre las mujeres
(Lc., 1, 28), porque veían en el misterio de la Asunción
un complemento de la plenitud de gracia concedida
a la Virgen beatísima y una bendición singular, en
oposición a la maldición de Eva.”
Además, en un sentido que el Sumo Pontífice no
declara abiertamente si es literal o acomodado,
la Asunción corporal de María refulge en la visión
apocalíptica del Apóstol predilecto, al cual el Señor
moribundo confío a su Madre: “También en aquella
mujer vestida de sol, que el Apóstol Juan contempló
en la isla de Patmos (Apoc., 12, ss.), los teólogos han
visto insinuada la Asunción de la Virgen Madre de Dios”.
63
Unidad 1
No faltan actualmente teólogos y exégetas que
se inclinan a ver en la visión de San Juan el primer
germen de la tradición apostólica explícita a favor
de la glorificación corporal de María. El Apóstol, en
efecto, contempla a la persona de María, tipo de
la Iglesia glorificada en alma y en cuerpo. Ahora
bien el Apocalipsis fue escrito en el año 95 (14 de
Domiciano), cuando el tránsito de la Virgen, del cual
por lo menos San Juan fue testigo seguro, ya había
ocurrido. Es, por consiguiente, verosímil que él nos
recuerde su triunfo en su visión de Patmos.
• La voz de la Tradición.
64
El testimonio claro y explicito de los Padres a favor de
la Asunción corporal de María, según las enseñanzas
de la Bula Munificentíssimus Deus, no se remonta
más allá del siglo V o VI. Los indicios y los hechos
más significativos de tal creencia están indicados por
el Sumo Pontífice, remontando el curso de los siglos,
según el método teológico llamado “regresivo”.
Estos son: los innumerables templos dedicados a
Dios en honor de María Virgen asunta a los cielos;
las sagradas imágenes que nos describen el singular
triunfo, las ciudades y regiones colocadas bajo su
patrocinio, el Rosario mariano, que, en uno de sus
misterios gloriosos, hace mención expresa de la
Asunción, la festividad litúrgica celebrada desde la
antigüedad en Oriente y en Occidente.
A estos testimonios que se confunden, por así
decirlo, con la práctica misma de la Iglesia y señalan,
indudablemente, en contenido doctrinal de su fe
(puesto que “la norma de la verdadera fe se manifiesta
Radio María - Colombia
en la práctica de la plegaria litúrgica” y en la vida
toda de la Iglesia), otros testimonios, más explícitos y
directos, se van añadiendo. El coro de los Padres y de
los doctores, los cuales, comenzando desde el siglo IV,
con San Epifanio, hasta el siglo XVIII, con San Alfonso
María de Ligorio, exaltan ininterrumpidamente, con
acentos cada vez más claros, extensos e imponentes,
la incorrupción del cuerpo virginal de la Madre de
Dios, su anticipada resurrección, la final glorificación
en la patria del cielo.
Doctores y teólogos han competido en iluminar las
diversas razones de conveniencia que demuestran que
es, más plausible, casi necesaria, frente a la conciencia
cristiana, la victoria de la Inmaculada Virgen Madre de
Dios y esposa del Redentor incluso sobre la muerte.
La divina maternidad, la Inmaculada Concepción, su
intacta y perpetua virginidad, su santidad singular, su
asociación a Cristo en la perfecta y perpetua victoria
contra el demonio, el pecado y sus consecuencias.
Son otros tantos títulos que reclaman para María el
triunfo sobre la muerte. Parece, finalmente, “casi
imposible” concebir, como advierte con razón el
mismo Sumo Pontífice, que Jesús, Dios omnipotente
y sapientísimo, además de Hijo amantísimo, dejase
que su Madre fuese víctima de la corrupción del
sepulcro y no se apresurase más bien a honrarla
con un triunfo anticipado, “asumiéndola” consigo
por virtud divina hasta el cielo. La misma perfecta
glorificación de la Virgen Corredentora exigía que
su cuerpo tuviese parte en la bienaventuranza del
alma, iluminada ya por la visión de la augustísima
Trinidad. Y precisamente, gracias a la redundancia de
la gloria del alma sobre su cuerpo virginal, éste se
hace impasible, inmortal, sutil, ágil y luminoso.
65
Unidad
Radio María - Colombia
A la gloria de la resurrección tenía pleno derecho (de
condigno) la Virgen, como también todos los demás
justos, miembros de Cristo, vencedor de la muerte; en
cambio, no podría tener ningún derecho verdadero
y propio para recibir el privilegio de una anticipada
resurrección y asunción, por lo cual, la Asunción fue
para Ella, a diferencia de la de Cristo, un privilegio
singular, concedido, con suma liberalidad, por “el
munificentísimo Dios”. Privilegio, sin embargo,
convenientísimo, merecido por Ella, al menos en
sentido lato (de congruo), como Madre de Dios,
Inmaculada, Virgen, Consorte del divino Redentor.
Porque a la corona de sus privilegios insignes no
podía faltar “esta fúlgida gema”.
María a la maternidad divina, coloca lógicamente el
capítulo de la maternidad espiritual inmediatamente
a continuación de la maternidad divina en un tratado
de mariología, y no, como ocurre generalmente
hacia el final del tratado. Otra razón, además, exige
este lugar: y es que los demás privilegios de María
le han sido concedidos no solamente en vista de
su maternidad divina, sino también en vista de su
maternidad espiritual, es decir, en vista de su función
de Madre del Cristo total”
He aquí el plan que vamos a exponer en este
entrañable capítulo de la maternidad espiritual de
María sobre nosotros:
3. MEDIACION UNIVERSAL
La Maternidad Espiritual De María
Inmediatamente después del estudio sobre la
maternidad divina de María, se impone el de su
maternidad espiritual sobre nosotros. Esta segunda
es –como veremos- una consecuencia necesaria e
inevitable de aquélla.
66
“La conexión necesaria –escribe a este propósito
Neubert21 que une la maternidad espiritual de
21 Cf. E. Neubert, María en el dogma, versión de la 2ª ed.
Francesa (Bilbao 1955) p.55-56
1. Fundamento de la maternidad espiritual de
María.
2. Verdadero sentido de la maternidad espiritual
de María.
3. Las etapas de la maternidad espiritual de
María.
67
4. Extensión de la maternidad espiritual de María.
5. Perfección de la maternidad espiritual de
María.
6. María, Madre de la Iglesia.
Unidad
1. Fundamento teológico de la maternidad espiritual
de María.
“La solución de la cuestión sobre el fundamento
teológico de la maternidad espiritual de María
depende de la solución del problema sobre el nexo
que existe entre la maternidad divina y la maternidad
espiritual. Aquellos (poquísimos) para quienes la
maternidad divina de María Santísima no es más que la
maternidad del Hombre-Dios no ven evidentemente
nexo entre maternidad divina y maternidad espiritual.
Aquellos, en cambio, para quienes la maternidad
divina de María es la maternidad del Hombre-Dios
Redentor en cuanto tal (es decir, en cuanto Redentor,
Cabeza de la humanidad, que Él ha venido a regenerar
a la vida sobrenatural), ven un nexo estrechísimo
entre la maternidad divina y la maternidad espiritual
de María Santísima. Para éstos, pues, el verdadero
fundamento de la maternidad espiritual se encuentra
en nuestra incorporación a Cristo. En virtud de la
encarnación redentora, en efecto, el Verbo encarnado
en el seno virginal de María queda constituido
Cabeza mística de toda la humanidad (síntesis de
toda la creación), y la humanidad queda constituida
Cuerpo místico suyo. Cristo, en efecto, puede ser
considerado bajo un doble aspecto: como HombreDios y como Redentor. Como Hombre-Dios tiene un
cuerpo físico, como todos los demás hombres; como
Redentor del género humano, en cambio tiene un
Cuerpo místico, que es la sociedad de todos los que
creen en Él (Rom 12,5). La Virgen Santísima, pues, al
engendrar física y naturalmente a Cristo, engendraba
espiritual y sobrenaturalmente a todos los cristianos,
miembros místicos de Cristo, o sea todo el género
68
Radio María - Colombia
humano. Se sigue que tanto la Cabeza como sus
místicos miembros son frutos del mismo seno, el de
María; y que María queda constituida así Madre del
Cristo total, es decir, de la Cabeza y de sus miembros,
aunque de modo diverso: físicamente de la Cabeza,
espiritualmente de los miembros. Así –ya lo veremosSan Pío X en la encíclica Ad diem illum.
Todo esto es consecuencia de una maternidad divina
soteriológica, o sea, de la maternidad del HombreDios Redentor en cuanto tal; de una maternidad,
ordenada por sí misma, en virtud del plan divino, a
la redención, a la regeneración sobrenatural de la
humanidad caída. Esto se deduce, como veremos, de
la Escritura, de la Tradición y de un modo clarísimo de
la enseñanza del magisterio eclesiástico. En breve: la
maternidad espiritual de María Santísima respecto
a todos los cristianos es una prolongación de su
maternidad divina y física respecto a Cristo…: somos
hijos en el Hijo (filii in Filio), en quien estamos como
incluidos, a quien estamos incorporados”
En cabio, los que no admiten (y son bien pocos, un
número casi despreciable) esa maternidad divina
soteriológica (o sea, con finalidad redentora),
encuentran el fundamento de la maternidad espiritual
de María Santísima en las palabras de Cristo en la
cruz: “He aquí a tu madre.He ahí a tu hijo” (Jn 19, 2627)… Pero las citadas palabras de San Juan, no tienen
un valor causativo, sino solamente declarativo o
proclamativo de la maternidad espiritual de María”22
69
22
Cf. Roschini, La Madre de Dios según la fe y la
teología (Madrid 1955) Vol 1 p. 384-86
Unidad
Radio María - Colombia
La maternidad espiritual de María es el complemento
de su maternidad divina, puesto que Ella es la Madre
del Cristo total: Madre física de Cristo-Cabeza, y
Madre espiritual de todos los miembros de su Cuerpo
místico.
2. Verdadero sentido de la maternidad
espiritual de María.
Es preciso ante todo, determinar el verdadero sentido
de la maternidad espiritual de María sobre nosotros,
puesto que corren en el mundo –a este respectoconceptos faltos o incompletos23
a) SENTIDO FALSO: MATERNIDAD
METAFÓRICA.
70
A los ojos de algunos, María es llamada
nuestra madre porque nos ayuda y nos ama
como si fuera nuestra Madre. Aplicándole,
pues, este nombre suave, expresamos tan
sólo una maternidad metafórica, todo lo
inefablemente dulce que se quiera, pero
una simple maternidad figurada y no una
maternidad verdadera.
Otros ven, en el título de Madre la expresión
de los cuidados que María se toma para
alimentarnos y elevarnos. Nos prodiga
innumerables favores espirituales para
23
Cf. Neubert. o.c., p.56-59, de donde tomamos esta
doctrina.
fortificar nuestra vida sobrenatural, para
desarrollarla, para preservarla de todo mal.
Nos rodea de tantos favores naturales en salud
y enfermedad, en todas las circunstancias de
nuestra vida, que jamás madre verdadera ha
hecho le centésima parte por el más querido
de su hijos. Sin embargo, ¿una nodriza es
acaso una madre?
b) SENTIDO INCOMPLETO: MATERNIDAD
APOPTIVA.
Para otros, María es nuestra Madre por
adopción. Cuando estaba para perder a su
Hijo único, Jesús le dio en su lugar al discípulo
predilecto, y en la persona de Juan a todos sus
discípulos presentes y futuros, cuando le dijo:
“Mujer, he ahí a tu hijo”. Y a Juan. “He ahí a
tu madre” (Jn 19, 26-27). En aquel momento
María habría adoptado por hijos suyos a los
que el amor de su Hijo le confiaba y desde
aquel momento los habría tratado como si ella
los hubiera dado al mundo.
En verdad que las palabras de Cristo en la cruz
se refieren a la maternidad espiritual de María.
Pero querer fundamentar en esas palabras el
fundamento de su maternidad sería hacer de
ella una idea superficial. Sería entonces algo
puramente accidental, apoyándose sobre unas
palabras que Nuestro Señor hubiera podido no
pronunciar; siempre algo extrínseco a María y
a nosotros. Una adopción no es más que una
ficción legal; da al adoptado los derechos de
un hijo, pero no puede hacer un hijo verdadero;
71
Unidad
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ella le confiere los bienes exteriores, pero no
puede hacer que haya recibido su naturaleza
del padre o de la madre que lo adopta. Ahora
bien: de hecho la maternidad espiritual de
María es una realidad mucho más íntima que
una simple adopción humana, una realidad
ligada toda la misión, a toda la razón de ser
de la Virgen.
c) SENTIDO VERDADERO: MARÍA NOS
TRANSMITE LA VIDA SOBRENATURAL.
¿Qué es, pues, esta maternidad espiritual?
Por esta maternidad entendemos que
María nos ha dado la vida sobrenatural tan
verdaderamente como nuestras madres
nos han dado la vida natural; y que, como
nuestras madres lo hacen en nuestra vida
natural, Ella nutre, protege, acrecienta y
extiende nuestra vida sobrenatural a fin
de conducirla a su perfección.
72
Todos comprenden la realidad de la vida
natural. La vemos, la tocamos, la sentimos,
la percibimos en todas nuestras actividades
exteriores e interiores; se confunde, por
decirlo así, con nuestro yo, pues no tenemos
conciencia de nuestro yo sino sintiéndonos
vivir. Es la gran realidad tan querida, que para
conservarla hacemos, si es preciso, el sacrificio
de todos los demás bienes terrenos: fortuna,
placeres, ambiciones…
Pues bien: al lado de esta vida natural, la fe
nos enseña que hay para el cristiano otra
vida, llamada sobrenatural o espiritual, o
también estado de gracia. Pero como esta
vida no puede verse, ni tocarse, ni constatarse
directamente, les parece a muchos cristianos
algo vago, etéreo, inconsistente; algo más
bien negativo –la ausencia de pecado graveo, si algo positivo, una relación exterior de
amistad entre Dios y el alma. Y, sin embargo,
esta vida sobrenatural es una realidad muy
superior a cualquier otra realidad creada, muy
superior en particular a esta vida natural que
nos es tan querida, puesto que los mártires
han sacrificado alegremente ésta o aquélla,
puesto que nosotros todos debemos estar en
la disposición de perder nuestra vida natural
antes que el estado de gracia, puesto que el
Hijo de Dios se ha encarnado y ha dado su
vida para merecernos esta vida de la gracia.
¿Qué es, pues, esta vida sobrenatural tan
impalpable y, sin embargo, tan preciosa? No
es otra cosa que la misma vida de Dios, la
vida de Cristo en nosotros. Por ella, nos dice
San Pedro, llegamos a ser “partícipes de la
misma naturaleza divina” (1Pe 1,4). Y san Pablo
prorrumpe: “no soy yo quien vivo, es Cristo
quien vive en mí” (Gal 2, 20). Y en otro lugar:
“Mi vida es Cristo” (Flp 1,21). Por otra parte,
nos enseña que nosotros formamos un cuerpo
con Jesucristo, que es nuestra Cabeza (1Cor
12 y en otros sitios). Ahora bien: en un cuerpo,
la misma vida anima la cabeza y los miembros.
73
Unidad
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Pero, ya antes que Pedro y antes que Pablo,
Jesucristo había enseñado a sus discípulos:
“Yo soy la vida, vosotros los sarmientos. El que
mora en mí y yo en él, éste dará mucho fruto”
(Jn 15,5). La misma savia circula en la cepa y en
los sarmientos; la misma vida circula en Cristo
y en sus discípulos.
Ahora bien: esta participación de la vida
infinita, eterna, de Dios, nos la comunica María.
¿Cómo nos la comunica? Se puede responder
con muy pocas palabras: “Nuestra vida es
Cristo. María nos ha dado a Cristo. Luego Ella
nos ha dado la vida”.
O también –puesto que nuestra participación
en la vida de Cristo es por la gracia- se podría
formular el argumento en esa otra forma. “La
gracia es nuestra vida sobrenatural. María
nos ha merecido y nos distribuye toda gracia.
Luego Ella nos da nuestra vida sobrenatural y,
por consiguiente, es nuestra verdadera Madre
en el orden sobrenatural o de la gracia”
74
3. Las etapas de la maternidad de María.
Si queremos ahora examinar más de cerca y
de una manera exhaustiva todo el proceso
preparatorio, constitutivo y completivo de la
maternidad espiritual de María sobre todo
el Cuerpo místico de Cristo y sobre cada
uno de nosotros en particular, podemos
distinguir hasta ocho aspectos o momentos,
caracterizados por diversos acontecimientos
de gran importancia en la vida de María y por
la diversidad de su influjo materno.
Estos aspectos o momentos distintos son los
siguientes24
1. Maternidad predestinada.
La Santísima Virgen fue eternamente predestinada
por Dios para ser la Madre física de Cristo Redentor
y, por lo mismo, la Madre espiritual de todos los
redimidos, o sea, de todo el género humano. En este
sentido se puede y debe decir que en la mente divina
María fue Madre espiritual nuestra desde antes que
Ella naciera, o sea, desde toda la eternidad.
2. Maternidad dispositiva o preparatoria.
Comprende desde la Concepción Inmaculada hasta
la Encarnación. Se trata, naturalmente, de una
maternidad en potencia, puramente dispositiva o
preparatoria, pero no realizada todavía. Santo Tomás
señala tres etapas en el proceso de santificación o
perfeccionamiento de la gracia de María. He aquí sus
propias palabras25
75
“Hubo en la Bienaventurada Virgen triple perfección
de gracia. La primera, dispositiva, por la cual se
hacía idónea para ser Madre de Cristo, y ésta
fue la perfección de la santificación (o sea, en su
Concepción inmaculada). La segunda, perfección le
vino a la bienaventurada Virgen de la presencia del
24
Cf. Bernardo Cueva, S.M., Doctrina y vida marianas
(Madrid 1953) n.134-43.
25
Cf: III 27,5 ad 2.El paréntesis explicativo es nuestro.
Unidad 1
Hijo de Dios encarnado en sus virginales entrañas. La
tercera es la perfección final que posee en la gloria”
3. Maternidad esencialmente constitutiva.
La maternidad espiritual de María, predestinada
eternamente por Dios y preparada desde el instante
de su concepción inmaculada, vino a constituirse
esencialmente, esto es, a ser una inefable realidad
en el momento mismo de la encarnación del Verbo
en sus purísimas entrañas, pues en aquél mismo
instante concibió y engendró físicamente a Cristo
como Redentor de la humanidad, y, por consiguiente,
concibió y engendró espiritualmente a todos los
redimidos, o sea, a todo el género humano.
Esta doctrina no puede ser negada ni puesta en tela
de juicio por ningún católico, ya que ha sido enseñada
expresa y formalmente por el magisterio oficial de la
Iglesia, por lo que muchos teólogos la consideran,
con razón, como una verdad perteneciente al tesoro
de la fe católica.
4. Maternidad gestativa.
Este aspecto de la maternidad espiritual de María
abarca desde la encarnación hasta Belén. Durante
este período, más aún que en el que precedió a
la encarnación, los actos todos de María tenían
un alcance maternal y corredentor. Llevaba ya en
sus entrañas al Cristo total, y hacia él polarizaba
su existencia. De este modo nos iba formando en
su purísimo seno a la vez que formaba a nuestro
Redentor.
76
Radio María - Colombia
5. Alumbramiento formal.
Nuestro alumbramiento como hijos espirituales de
María comenzó en el portal de Belén, al dar a la luz a
Cristo, nuestra Cabeza. Pero no se completó de una
manera formal y definitiva hasta el Calvario, cuando
se consumó de hecho la redención del mundo por
Jesucristo Redentor y María Corredentora.
Escuchemos a un ilustre mariólogo explicando esta
etapa de nuestro alumbramiento dolorosísimo en el
calvario26
“El misterio de la encarnación se completa con el
misterio de la redención. Con su muerte consumó
Jesucristo “la destrucción de aquel que tenía el
imperio de la muerte, esto es, el diablo” (Heb 2,14), y
nos mereció definitivamente el vivir de su vida. Ahora
bien. La cooperación de María a la redención fue no
menos consciente y real que su cooperación a la
encarnación. Por consiguiente, lo mismo que nuestra
regeneración espiritual, iniciada en el misterio de
la encarnación, recibió su cumplimiento en el de
la redención, así la maternidad espiritual de María,
que consumó en el primer misterio, se consumó en
el segundo. En Nazareth María nos concibió y en
el Calvario nos dio a luz. Y la que, siempre virgen,
no conoció más que el gozo en el nacimiento de
su Primogénito, probó mortales angustias en el
alumbramiento de los otros hijos suyos”.
26
Neubert, o.c., p. 60-61
77
Unidad 1
6. Proclamación de la maternidad espiritual.
Para que a nadie cupiera la menor duda de que María
es real y verdaderamente nuestra Madre espiritual, el
mismo Redentor del mundo, agonizante en la cruz,
quiso proclamarlo solemnemente a la faz del mundo
entero, cuando, dirigiéndose a su Madre, le dijo con
inefable ternura. “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Y luego
dijo al discípulo: Ahí tienes a tu Madre (Jn 19, 2627). Ahora bien, según el testimonio de la tradición
cristiana, confirmado por innumerables documentos
del magisterio de la Iglesia, San Juan representaba
en aquellos momentos a toda la humanidad redimida
por Cristo. María es, pues, por expresa declaración
de Cristo moribundo, La Madre espiritual de todo el
género humano.
7. Maternidad distributiva o de generación
individual.
He aquí cómo explica este aspecto de la
maternidad espiritual de María un excelente
mariólogo contemporáneo27
“Hasta ahora hemos estudiado la maternidad
espiritual globalmente, señalando los títulos que
confieren a la Santísima Virgen el derecho a esa
maternidad. Pero María es Madre de hecho de cada
uno de nosotros individualmente considerado.
78
La base siempre es la misma: la ley de la asociación
con Cristo. En virtud de esta ley, la Madre participa del
ministerio del Hijo en sus múltiples manifestaciones.
Y entre ellas la santificación de las almas. Retuérzase
más aún esta ley con el oficio de dispensadora de
todas las gracias.
27
Cf. P. Bernardo Cueva, o.c., n.139-40
Radio María - Colombia
Esta fase distributiva de la maternidad espiritual se verifica
en el bautismo. ¿Cómo actúa en él la Santísima Virgen?
Reconocen los teólogos la presencia de María y su
intervención maternal, pero no han llegado a precisar
todavía la naturaleza de esta acción. Nos hablan de
una causalidad misteriosa y eficacísima. Destacan la
oración y los méritos de la Madre para obtener la
aplicación de la gracia a cada uno de sus hijos. Ponen
de relieve la disposición que crea en el alma para el
influjo sacramental. Señalan que purifica y regenera
al bautizado, transfiriéndole el valor meritorio y
satisfactorio de la pasión y muerte de Jesucristo. En
fin, acción real, eficaz y maternal y por la que la Madre
celestial nos engendra a la vida de la gracia. Es difícil
de explicar, como toda realidad suprasensible; pero
la fe nos la garantiza plenamente”.
8. Maternidad consumativa o gloriosa.
La Virgen María no es nuestra Madre espiritual tan
sólo durante el transcurso de esta vida terrena y
mortal, sino que lo será –y, por cierto de una manera
perfectísima, puesto que lo será inamisiblemente, o
sea, sin posibilidad de dejar de serlo jamás- allá arriba
en el cielo, por toda la eternidad. En la hora de nuestra
muerte, María, como Madre amorosísima, estará
a nuestro lado para recoger nuestro último suspiro
(sobre todo al lado de aquellos hijos que se lo hayan
pedido nada menos que cincuenta veces todos los
días a través de las avemarías del santísimo rosario).
¿Cómo podríamos pensar que María nos deje solos
en aquel trance supremo, del que depende nuestra
eternidad feliz o desgraciada? Por eso la verdadera
y tierna devoción a María es una de las señales más
claras y eficaces de eterna predestinación.
79
Unidad 1
Si el alma antes de entrar en el cielo necesita alguna
purificación ultraterrena, la Virgen María, como
Madre dulcísima, la visitará y consolará en medio
de los tormentos del purgatorio, apresurando la
hora de su liberación. Pero la etapa definitiva de
la maternidad espiritual de María es la que hemos
denominado consumativa o gloriosa, o sea, cuando
el hijo espiritual de María nazca a la gloria del cielo
para siempre. Esa es la suprema aspiración de María,
a ella encaminada todos sus desvelos maternales.
4. Extensión de la maternidad espiritual de María.
Los mariólogos suelen preguntarse cuánta sea la
extensión de la maternidad espiritual de María, o sea,
sobre qué personas o seres creados recae.
Para resolver con acierto esta cuestión hay que tener
en cuenta que nuestra filiación mariana tiene por raíz
y fundamento nuestra incorporación a Cristo como
miembros de su cuerpo místico y como pecadores
redimidos por Él y corredimidos por ella. Esta es la
doble raíz y fundamento de nuestra filiación mariana –
encarnación y redención-, sin las cuales no podríamos
ni seríamos en modo alguno, hijos de María, que,
probablemente, ni siquiera hubiera existido. Por
consiguiente la maternidad espiritual de María se
extenderá a todos aquellos a quienes se extienda la
influencia de Cristo como Verbo encarnado y como
Redentor de la humanidad.
Radio María - Colombia
5. María, Madre de la Iglesia.
Para gloria de la Virgen y consuelo nuestro. Nos
proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia,
es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de
los fieles como de los pastores, que la llaman Madre
amorosa, y queremos que ahora en adelante sea
honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con
este gratísimo título.
“La divina maternidad es el fundamento de su
especial relación con Cristo y de su presencia en
la economía de la salvación operada por Cristo, y
también constituye el fundamento principal de las
relaciones de María con la Iglesia, por ser Madre de
Aquel que desde el primer instante de la encarnación
en su seno virginal se constituyó en cabeza de su
Cuerpo místico que es la Iglesia. María, pues, como
Madre de Cristo, es también Madre de los fieles y de
todos los pastores, es decir de la Iglesia28
fgfgfgfgfg
80
81
28
Pablo VI, apartes del Discurso de clausura de
la tercera sesión del concilio Vaticano II. Puede verse en
Documentos del Concilio Vaticano II. BAC 3ª ed. (Madrid
1966)
Unidad 1
Radio María - Colombia
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83
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84
fgfgfgfgfg
Ejercicios Unidad didáctica 1
Lea la bula “Inefabilis Deus” y defina cómo entiende
Usted el dogma de la Inmaculada Concepción.
Del mismo modo destaque
“Munificientisimus Deus”
de
la
bula
De Pio XII, cómo se define allí la Asunción de la
Santísima Virgen María.
Análisis de textos
A la luz de los párrafos que citamos a continuación de
diversos Doctores de la Iglesia, explicite en cada caso
la razón por la que niegan o afirman la Inmaculada
Concepción de María.
1. La Bienaventurada Virgen no tuvo
posibilidad de gracia, puesto que había de
ser concebida en el vientre de su madre por
la concupiscencia que ya estaba presente en
(nuestros primeros) Padres. (San Alberto Magno,
In 3 Sent. D. 3., a.3).
2. Si el alma de la Virgen no hubiese sido nunca
contaminada por el contagio del pecado
original, ésto derogaría la dignidad de Cristo
fundada en su condición de salvador universal
de todos los hombres (St. Tomás, 3, q.27m
a,2m ad 2)
3. María necesitó en grado sumo a Cristo
redentor. Ella, en efecto, hubiese contraído
85
Unidad 1
Radio María - Colombia
el pecado original a causa de la propagación
común y universal, si no hubiese sido
preservada por la gracia del Mediador. Y así
como los demás tuvieron necesidad de Cristo
para que por sus méritos se les perdonara el
pecado ya contraído, así ella tuvo mucho más
necesidad del Mediador que la preservara del
pecado, a fin de que no le debiese contraer ni
lo contrajera… La Madre de Dios nunca fue de
hecho enemiga de Dios a causa del pecado
actual, y ni siquiera a causa del pecado original;
lo hubiese sido sin embargo, si no hubiera
estado preservada. (Duns Escoto, In III, d. 18,
q.1, n.12s. 17).
4. Dios pudo hacer que la Bienaventurada
Virgen fuese concebida Inmaculada; fue
conveniente, luego lo hizo. (Francisco
Mayronis, In III Sent., d.3, 1.2)
Unidad Didáctica
2
Contenido
Las herejías anti marianas en la historia: Adversarios
de la Maternidad divina o humana de María.
Adversarios de su perfecta virginidad. Adversarios de
la santidad. Adversarios del dogma de la Inmaculada
Concepción. Adversarios del dogma de la Asunción.
Adversarios de la Corredención y de la Mediación
universal. Adversarios del culto a María. María y los
protestantes
Objetivos:
fgfgfgfgfg
86
• Evitar minimalismos o maximalismos en la doctrina
en torno a la Santísima Virgen María y a su devoción.
• Hacer un estudio, con el apoyo del actual
catecismo de la Iglesia católica, sobre la auténtica
enseñanza mariológica a la luz de su Magisterio.
• Que los estudiantes posean elementos para una
seria defensa doctrinal frente a las deformaciones
de las verdades en relación a la Madre de Dios.
• Corregir errores de una falsa piedad mariana, en
aras de una espiritualidad sana desde la mejor
mariología.
87
Unidad 2
HEREJIAS ANTIMARIANAS
I. LAS HEREJÍAS ANTIMARIANAS EN LA
HISTORIA
“Gaude, María Virgo, cunctas haereses sola
interemisti in universo mundo”. Esta antífona, que los
jansenistas suprimieron en el Breviarium parisiense,
indica, en perfecta consonancia con el vaticinio del
Génesis (3,15), la victoria de la mujer, bendita entre
todas, sobre Satanás, el padre de todos los errores.
María, al hacernos visible al Verbo, la verdad
sustancial, inmutable y eterna, desenmascaró al
error en todas sus formas. Lo que ella hizo una vez,
“Lumen aeternum mundo effundens”, lo repite y lo
va realizando a través de los siglos. Toda la verdad
religiosa consiste en el recto conocimiento de las
relaciones de lo infinito con lo finito, de lo invisible con
lo visible, de lo divino con lo humano en Jesucristo,
que une en sí mismo estos dos extremos.
88
Todo error, por tanto, consiste en falsear, de un modo
o de otro, la relación de lo finito con lo infinito, es
decir, el concepto mismo y la constitución íntima
de Cristo, que es el arquetipo y el fundamento de
todas las relaciones del hombre con Dios. Y como
Jesucristo es lo que es, es decir, el Hombre- Dios,
gracias a María (en cuanto su realidad teándrica se
formó en el seno de María), la Virgen es como la
manifestación rigurosamente exacta de las verdades
y de los errores cristológicos.
Radio María - Colombia
Adversarios de la maternidad divina o
humana de María
En la Iglesia primitiva, los Docetas, quienes, por
aversión (de tendencia maniquea) a la materia,
negaron la realidad humana de Jesús, rechazaron
también necesariamente su verdadero nacimiento
de María; la herejía opuesta, de los Ebionitas, que
negaban la divinidad del Salvador, hicieron de María
la Madre terrena de un simple hombre.
Contra los Ebionitas afirmó San Juan el origen eterno
del Verbo: In principio erat Verbum, mientras que
en oposición a los Docetas, presentes ya entre las
filas de los primeros cristianos, afirmó la realidad
de la Encarnación: Et Verbum caro factum est. Las
dos herejías iniciales se prolongaron, bajo formas
y nombres diversos, en la historia de la Iglesia:
de una parte, los Gnósticos, los Marcionitas, los
Maniqueos, en lucha contra la divinidad de Jesucristo
y la maternidad divina de María; de la otra parte,
los Antidicomarianitas, Elvidio, joviniano, quienes
negando la virginidad perpetua de María (en la línea
de los Evionitas y de aquellos judíos que calumniaron
a la Virgen como quaestuaria y como mujer pública),
echaron manchas sobre el origen terreno del
Redentor.
89
En las solemnes afirmaciones de los primeros
apologistas y padres de la Iglesia (San Ignacio,
San Justino, San Ireneo), como entre los valerosos
campeones de la fe de los siglos III y IV (San Cipriano,
Orígenes, San Epifanio, San Ambrosio, San Jerónimo,
San Gregorio Nacianceno, San Gregorio Niseno, San
Unidad 2
Agustín), la humanidad de Cristo es defendida con la
demostración de la verdadera maternidad de María y
su divinidad con la virginidad perpetua, ante partum,
in partu, post partum, de la Madre: la Virgen destruye
las herejías y es exaltada por la fe; María manifiesta
a Jesucristo y es glorificada por su Hijo; lo viste de
carne y es vestida por Él de luz; et vestis illum et
vestiris ab illo.
En el siglo V, Nestorio, aun combatiendo contra las
dos herejías precedentes cristológico- marianas, de
los Ebionitas y de los Docetas, por concepciones
filosófico-teológicas heredadas de la escuela de
Antioquía, no supo armonizar lo humano y lo divino
en Jesús en el vértice de la Persona eterna del Verbo.
Los Ebionitas se equivocaron en la divinidad, los
Docetas en la humanidad. Nestorio en la unión de la
humanidad con la divinidad. Él admitió que el hombre
Jesús, nacido de María, subsistencia perfecta, se
unió no ontológicamente, sino moralmente con la
Persona del Verbo, de manera que constituyese, de
dos personas ontológicamente perfectas, una única
persona moral. En esta concepción, Dios y el hombre
eran dos en Cristo y por medio de esta dualidad de
personas, el hombre quedaba separado de Dios;
María, por tanto podía ser llamada Madre de Cristo
(Christotócos) o sea madre del hombre unido a Dios
(Cristo), pero no Madre de Dios (Theotócos).
90
Precursores de Nestorio en el camino de la negación
de la maternidad divina de María fueron, en el siglo
III, los adopcionistas, quienes, con su maestro Pablo
de Samosata, creían que Jesús era hijo de Dios sólo
adoptivo, no natural; en los siglos IV y V, algunos
representantes de la escuela llamada antioquena:
Diodoro de Tarso, Teodoro de Mopsuestia,
Radio María - Colombia
coincidieron en negar a Cristo una verdadera y propia
filiación divina.
Nestorio reconocía también a la Virgen el título de
Habitaculum Altissimi (Theodócos), y llegó incluso
a admitir, aunque con repugnancia, el de Madre
de Dios (Theotócos), pero con la condición de no
separarlo del apelativo más exacto de Madre del
hombre (Anthropotócos) Cristo. El título puro y
simple de Madre de Dios parecía a Nestorio una
novedad antitradicional y peligrosa, y desafiaba al
obispo Cirilo a que lo encontrase en las Actas del
Concilio de Nicea (325). Pero este título se halla
contenido en los escritos del gran adversario de los
arrianos y campeón de la fe católica, San Atanasio,
por lo cual no le fue difícil al intrépido Cirilo replicar
demostrando que el apelativo de Madre de Dios
(Theotócos), aunque ausente de las actas del célebre
Concilio, era, sin embargo, la expresión más exacta
de la doctrina que afirmaba la divinidad de Cristo,
solemnemente definida en Nicea. Aquella que era
Madre de Cristo Hombre- Dios, con todo derecho era
proclamada por el pueblo cristiano, antes aún de que
interviniese el magisterio de la Iglesia, con su infalible
definición, Madre de Dios.
91
Y precisamente a consecuencia de la lucha dirigida
por Nestorio contra este glorioso título de la Virgen
se desarrolló la controversia nestoriana, que tuvo
su epílogo en el Concilio de Éfeso (431), donde
fue solemnemente definida la maternidad divina
de Nuestra Señora. Pero ya antes de la definición
de Éfeso y de la victoriosa batalla sostenida por
San Cirilo de Alejandría, Procio, obispo de Cizico,
recordando las antiguas decisiones de los Padres y
de los Concilios, desde el púlpito, estando presente
Unidad 2
Nestorio sentado en su trono patriarcal, hizo esta
solemne afirmación: “Decir que Jesucristo es un
puro hombre, es ser judío; afirmar que Jesucristo es
solamente Dios y no tiene naturaleza humana, es ser
maniqueo; enseñar que Cristo y el Verbo divino son
dos, es estar separado de Dios”. Y continuando, el
valerosos defensor de la ortodoxia, afirmó que Cristo
nacido de María y del Verbo nacido de Dios son una
misma realidad, aparecida en el mundo por medio
de María, verdadera Madre de Dios.
Radio María - Colombia
en esencia, sino que se limitó a declararse Hijo de
Dios exclusivamente por causa de su misión y de las
relaciones más íntimas que tenía con la Divinidad.
Racionalistas y modernistas de nuestros tiempos se
han mostrado concordes en considerar la maternidad
divina de María ajena a la fe de la Iglesia primitiva;
según ellos, María fue considerada en los primeros
tiempos como una mujer excelente; después como
Virgen- Madre, y, finalmente, o sea en el siglo V, se
llegó a proclamarla Madre de Dios.
Otros defensores de la maternidad divina de María,
contra los nestorianos, fueron los obispos San Modesto
de Jerusalén y San Germán de Constantinopla.
El error de Nestorio fue pronto desenmascarado y
castigado porque nació con la desgracia de todas
las herejías, encontrarse ya el sitio ocupado por la
verdad. Esta excelsa verdad, íntimamente unida con
los privilegios de la santidad, virginidad, plenitud
y gracia en María, desde el día en que fue acogida
con entusiásticas demostraciones por el pueblo fiel
que aclamaba a los Padre del Concilio de Éfeso, ha
ido siendo cada vez más conocida y mejor por las
generaciones cristianas, que, en la Edad Media, con
espíritu exquisitamente caballeresco, se agruparon en
torno de María, convertida en símbolo de perfección
y en ideal de alta y devota contemplación.
92
En el siglo XVII negaron abiertamente la maternidad
divina de María los protestantes de tendencia
racionalista, es decir, los Socinianos y Unitarios, para
los cuales Cristo no era Dios en persona, sino un
puro hombre, enviado por Dios, como Moisés y los
profetas. Según ellos, por consiguiente, Cristo no
afirmó nunca en el Evangelio su igualdad con Dios
Adversarios de la virginidad perfecta.
Negadores de la virginidad antes del parto. Antes
todavía de que en el seno de la Iglesia de Cristo se
levantasen voces protervas contra la prerrogativa
filial de la Madre de Jesús, entre los judíos del
tiempo de Cristo y del período apostólico, sin excluir
a quienes creían que Jesús era el verdadero Mesías,
circuló la opinión de que Jesús había nacido de trato
carnal entre José y María; o que era hijo de María y
de un soldado romano, por nombre Pantera. ¿Qué
pensaban aquellos presuntuosos conocedores de la
Escritura de la famosa profecía de Isaías?
93
En los siglos II y III prestaron amplio crédito a éstos
los Ebionitas, Carpócrates, Cerinto, quienes vieron
en Jesucristo el fruto del matrimonio natural entre
José y María.
En el siglo XVI la secta protestante de los anabaptistas
se atrevió a renovar la infame acusación contra la
concepción virginal del Mesías.
Unidad 2
En tiempos próximos a nosotros, racionalistas
(Venturini, Paulus, Renán, Harnack) y algunos
modernistas (por ejemplo, Turmel), han pretendido
reducir la doctrina católica de la virginidad y santidad
de María a una leyenda, a un mito, no muy distinto
en su origen de las fábulas de la mitología pagana, o
han afirmado simplemente que tal creencia se derivó
de una adulteración helenística del primitivo relato
evangélico, según el cual Cristo fue concebido de
una manera totalmente natural.
A la voz diabólica del error ha respondido en todos
los siglos la voz divinamente elevada de los testigos y
los defensores de la verdad. También la verdad divina
de la concepción virginal de Cristo tuvo, desde los
siglos II y III sus testigos y defensores. Recordemos:
San Ignacio de Antioquía, San Justino, Arístides,
San Ireneo, Tertuliano, San Hipólito, Clemente
Alejandrino, Orígenes. Sus afirmaciones, eco fiel de
la confesión explícita contenida en la fórmula romana
del símbolo apostólico, son tan claras, tan concordes,
tan reveladoras de la común creencia de los fieles, que
indujeron al mismo racionalista Harnack a reconocer
que, para los cristianos del siglo II, tal verdad era ya
dogma de fe, unánimemente admitido.
94
Negadores de la virginidad in partu, Tertuliano, para
defender mejor la realidad tangible del cuerpo de
Cristo contra los ataques de los Docetas, se creyó en
el deber de afirmar únicamente que María, habiendo
concebido virginalmente al Hijo de Dios en su seno,
lo dio, sin embargo, a luz, rompiendo el sello de su
virginidad. El incauto apologista empuñaba de esta
manera una espada de dos filos, que encontramos,
sin embargo, también en manos del joven escritor
Orígenes.
Radio María - Colombia
En el siglo IV, el monje Joviniano hizo propia esta
vana e ignominiosa sentencia, seguido en ella,
durante los siglos VI y VII, por algunos cristianos de
España. La condenación del Concilio XI de Toledo
(675) no impidió que la opinión herética apuntase
de una forma nueva en Alemania, en el siglo IX. Allí,
efectivamente, algunos fieles, con intención de salvar
la integridad virginal del seno de María, intentaron
explicar el parto de una manera monstruosa, es decir,
como si el Cuerpo de Cristo hubiese salido a la luz sin
pasar por el camino normal del seno materno.
En el siglo XVI la prerrogativa mariana del parto virginal
pareció vana a los ojos puritanos de los presuntos
renovadores del cristianismo, los protestantes. Se
distinguieron entre ellos los socinianos. M. Bucero,
Pedro Partire. T. Beza y otros, dignos precursores todos
de los futuros protestantes liberales.
En los siglos XIX y XX, racionalistas y modernistas
no se han mostrado más indulgentes para el parto
virginal de María, de lo que fueron para su concepción
virginal.
En el libro de oro de los defensores del nacimiento
virginal de Cristo brillan, desde la más remota
antigüedad, los nombres de Ignacio de Antioquía,
San Ireneo, San Epifanio, San Gregorio Taumaturgo,
San Zenón de Verona, San Gregorio Nacianceno,
San Gregorio Niseno, San Proclo de Constantinopla,
San Hilario, San Juan Crisóstomo, San Efrén Siro, San
Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín, San Cirilo de
Alejandría, San Pedro Crisólogo. Sus testimonios
que van resonando a través de los siglos con un
ritmo cada vez más amplio de ecos entusiastas,
es recogido en el siglo IX por Ratramo y Pascasio
95
Unidad 2
Radberto monjes de Corbie en Francia, y opuestos
a las insensatas explicaciones del parto de María
surgidas en Alemania.
Negadores de la virginidad post partum. Cuantos,
por motivos muy comprensibles y poco honorables,
han sostenido o sostienen que el estado de virginidad
es menos excelente que el matrimonio, siéntense
movidos a arrancar de la corona de los privilegios
marianos la perla de una perpetua y perfecta castidad.
El caballo de batalla de su atestado antimariano, o
la piedra de escándalo de su interesada herejía es y
ha sido siempre la conocida afirmación evangélica.
“los hermanos” de Jesús. Por tanto, concluyen y han
concluido siempre, María tuvo otros hijos, además de
Jesús, y no ciertamente con una concepción o parto
virginal.
En el siglo II y III, los primeros en levantar la voz
contra el privilegio de la inviolada virginidad de
María fueron los Ebionitas, Teodoro de Bizancio y el
gnóstico Valentín.
En el siglo IV llevaron la voz cantante: Elvidio,
Joviniano, Bonoso de Sardes a los que hicieron
eco en Oriente: Eunomio y los Antidicomarianistas,
recordados y refutados por San Epifanio.
96
En el siglo XVI, muchos protestantes, incluso
admitiendo la concepción y el parto virginal, negaron
a María, por los poco nobles motivos arriba indicados,
la aureola de la perpetua y perfecta virginidad.
En nuestros tiempos, los racionalistas han convertido
casi en un deber renovar contra la purísima y siempre
inmaculada Madre de Jesús las acusaciones mil
veces levantadas y mil veces refutadas, basadas en
Radio María - Colombia
autoridades de la Escritura y de la Tradición. ¡Cuántas
veces la crítica liberal, con tal de no rendirse, se ve
obligada a combatir con armas enmohecidas o
despuntadas!
Los primeros asertores de la virginidad perpetua de
María, a quienes el batallador Jerónimo opone a
Elvidio y joviniano, como los testigos más antiguos
de una verdad recogida de labios mismos del Apóstol
y guardián de María, San Juan, fueron, en el siglo II:
Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna, Justino,
Hegesipo. A ellos siguieron, como eslabones áureos
de una ininterrumpida cadena, de doctrina tradicional,
en los siglos III y IV: Clemente de Alejandría,
Orígenes, San Hilario, San Juan Crisóstomo, San
Agustín. La espaciosa dificultad constituida por la
afirmación de “los hermanos” del Señor, no les turba.
Ellos, efectivamente, la resuelven o afirmando que
no se trata de hijos de María, sino de José, nacido
de un matrimonio anterior; o, con Hegesipo y San
Jerónimo, atendiéndose al uso bíblico y en armonía
con el contexto evangélico, ven designados en “los
hermanos” del Señor o sus parientes más próximos
o sus primos. Esta explicación, la más tradicional,
está confirmada por el hecho de que “los hermanos”
de Jesús nunca son llamados “hijos de María”. De
esta manera, como hacia observar San Jerónimo, a
Elvidio, la fe católica exalta, no sólo la intemerata
virginidad de María, sino también la de su castísimo
esposo San José.
97
Unidad 2
Radio María - Colombia
Adversarios de la santidad.
En tiempos de San Bernardo, de San Buenaventura,
de Santo Tomás, de Escoto, de Gersón, las pocas
voces de tímidos adversarios de los privilegios de
María fueron sofocadas por el coro de alabanzas, de
admiración, de canto y de plegaria que se levantó
en toda la cristiandad y que tuvo su epílogo en los
inmortales terceros del último canto de la Divina
Comedia.
En el siglo de la reforma protestante, Lutero y Calvino,
con sus secuaces, se atrevieron a enfangar la veste
cándida de “la llena de gracia”, de la “Santísima”.
Ellos, en efecto, verdaderas víctimas de la inspiración
privada en la interpretación de los libros sagrados,
acusaron a María de no pocos pecados: ya sea de
incredulidad (Lc.1, 34), ya de negligencia en el
cuidado de su Hijo (Lc.2, 43), ya de desesperada
angustia y de impaciencia en buscarlo (Lc.2, 48), ya
de vanagloria y de ostentación en pedirle un milagro
(Jo.2,3), además de ambición y de importunidad
cuando, utilizando su poder autoritario sobre su Hijo,
le hizo anunciar que Ella y sus hermanos estaban
fuera esperándolo (Mt. 12, 47).
98
Adversario de la santidad perfecta de María, aunque
no de su concepción inmaculada, fue también Miguel
Bayo (1513-1589), célebre profesor de la Universidad
de Lovaina. En efecto, entre sus proposiciones
condenadas por San Pío V (1 octubre 1567),
encontramos la siguiente: “Nadie fuera de Cristo,
se halla exento del pecado original, por lo cual, la
bienaventurada Virgen murió a consecuencia del
pecado contraído por Adán, y todos sus sufrimientos
en esta vida, al igual que los de los demás justos,
fueron castigo del pecado actual o del original” (DB,
1073).
Contra los novatores, nada beneméritos de las glorias
de María, levantaron su voz de protesta los defensores
católicos de la perfecta santidad de María, jamás
ensombrecida por la más mínima sombra del pecado
venial o de imperfección. Entre ellos brillaron: San
Roberto Bellarmino, San Pedro Canisio, San Lorenzo
de Brindis, J.B.Novati, P. Hipólito Marracci.
Adversarios del dogma de la Inmaculada
Concepción.
La Solemne definición de la Inmaculada Concepción
de María, pronunciada por el inmortal Pío IX (8
diciembre 1854), acogida con vibrante entusiasmo
de fe por todo el orbe católico, fue, en cambio objeto
de innumerables ataques por parte de los llamados
viejos católicos de Munich, de Baviera (Dollinger,
Schulte) y por diversos grupos de no católicos, como
los protestantes racionalistas o modernistas (A.
Harnack, J. Herzog, L. Durand, H. Reville), los greco
rusos cismáticos (Metrofánes, Crisópulos, Sebastós,
Kymenetés, Teófanes, Prakopoviez) y por algunos
escritores de tendencias jansenistas o galicanas (J.J.
Labonde, J.B. Bordres- Demoulin, H. Huest). Todos
estos se aliaron, como progenie genuina de ella
con la serpiente enemiga de la mujer privilegiada,
99
Unidad 2
cooperando de esta manera al cumplimiento
más amplio de la profecía del Génesis. “Pondré
enemistades entre ti y la mujer, entre su estirpe y la
tuya; Ella te aplastará la cabeza y tú harás asechanzas
a su talón” (3,15).
Adversarios del dogma de la Asunción.
Lutero, cabeza de los reformadores
protestantes,
cuando ya la fe en la Asunción corporal de María, era
sólida y unánime, tanto en el mundo católico como
entre los cismáticos-ortodoxos, se atrevió a levantar
su satánica duda y proponer la abrogación de la
festividad de la Asunción.
Los protestantes liberales de nuestros días,
contagiados de racionalismo y poco propensos a
admitir la inmortalidad personal de la misma alma,
no consideran la fe católica sino como el parto de
mentes exaltadas, cuyos primeros ejemplos tenemos
en los apócrifos de los primeros siglos.
Las Iglesias protestantes de Inglaterra, de Alemania,
de Francia, de Suiza, de Holanda, además de
autorizados exponentes de las Iglesias ortodoxas,
han acogido la reciente definición dogmática de la
Asunción, pronunciada por el Pontífice Pío XII, con
señales de desilusión y de manifiesto desacuerdo.
Echan en cara a la Iglesia de Roma la importunidad
100
Radio María - Colombia
y arbitrariedad de semejante gesto, el cual no
contribuirá, según ellos, más que a aumentar la
división entre las Iglesias de Cristo, cuando todo
hacía esperar una reconciliación, necesaria para el
triunfo de la idea cristiana en el mundo. En realidad,
considerando el dogma de la Asunción como “un
mito sin fundamento histórico”; y acusando a Roma
de favorecer de esta manera un desarrollo de la
devoción a María que pone en peligro grave la fe en
Cristo único mediador” (por lo cual concluyen: “En
nombre de la verdad bíblica, más aún, de la verdad
pura y simple, hemos de oponer a esta afirmación
un “no” categórico”), protestantes y ortodoxos no
hacen más que ahondar ese abismo de herejía y de
cisma que, por su culpa, los tiene durante tantos
siglos separados de la única verdadera Iglesia de
Cristo. La Iglesia católica, apostólica, romana.
Adversarios de la Corredención y de la
Mediación universal.
Ninguna de las prerrogativas marianas ha de escapar
a la “insidia” de la herejía, verdadera simiente de
Satanás. En la exultación profética de su alma,
María cantó en el umbral de la casa de Isabel:
“Desde este momento todas las generaciones, me
llamarán bienaventurada” (Lc.1, 48). Sí, todas las
generaciones, pero no todos sus componentes. A
“la Madre de mi Señor” no le faltará el obsequio
moralmente universal, es decir católico; pero
disminuirá, sin embargo, la veneración de tantos
cristianos incrédulos. También Ella, como su Hijo se
101
Unidad 2
alzará como signo de contradicción, de salvación o de
ruina, entre los pueblos. El santo anciano Simeón es
quien se lo anuncia de antemano, para que ninguna
sombra de ilusión ofusque su alma: “Y una espada
atravesará tu alma y de esta manera se manifestarán
los pensamientos de muchos corazones” (Lc.2, 35)
Los negadores, por consiguiente, de las dos nuevas
perlas en la corona de María: la Corredención y la
Mediación, o sea de su eficaz cooperación con el
divino Salvador en la adquisición y distribución
de todas las gracias necesarias para la salvación,
estuvieron ya, aunque no de manera clara, presentes
al espíritu del Autor del Génesis y del Vidente del
Templo. La historia nos la da a conocer: fueron y
son los protestantes, desde Lutero y Calvino, hasta
nuestros días. Ellos están persuadidos de que el
recurso a María, no sólo es inútil, sino injurioso para
el único Mediador, Cristo Jesús. También con ocasión
de la proclamación del dogma de la Asunción, han
hecho resonar la vieja y estúpida acusación: “No sólo
la piedad romana, sino la misma fe romana se orienta
hacia otro objeto y hacia otra intercesión distinta
de la del único Mediador”. ¡Pobres hijos pródigos
del seno de su Padre celestial, que están faltos del
cariño y de la protección de su Madre espiritual!
Tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen lo que
la Sagrada Escritura y la Tradición revelan a todo
buen cristiano, que, escuchando la palabra infalible
del Romano Pontífice, escucha la palabra misma de
Cristo. Los protestantes, en cambio, convencidos de
que “la interpretación de la Escritura y de la Tradición
apostólica está confiada exclusivamente a un riguroso
método científico”, acaban poniéndose en manifiesta
oposición con la misma escritura y con la Tradición,
en la cual muchos de ellos no consiguen ni siquiera
102
Radio María - Colombia
leer las verdades fundamentales del cristianismo.
Los jansenistas no se distinguieron ciertamente
por su estima hacia la obra que María ha realizado
y sigue realizando actualmente en el misterio de la
redención de los hombres. Parece algo impregnado
de su espíritu Luis Antonio Muratori al escribir que la
devoción a María no es moralmente necesaria para
alcanzar la salvación eterna (Epistolario, lett. 1273).
Adversarios del culto mariano.
La veneración tributada o negada a María se halla,
evidentemente, en la lógica correspondencia con la
idea que nos formamos de Ella. Deben considerarse,
por tanto, adversarios del culto a María, tanto quienes,
por exceso, pretenden rendirle honores propiamente
divinos, cuanto quienes, por defecto, le niegan todo
homenaje de culto.
En el siglo IV, los coliridianos, entre quienes
predominan las mujeres, considerando a María
como un ser sobrehumano, porque era Madre de
Dios, la veneraban como diosa, ofreciéndole en
sacrificio tortas (Epifanio, Adv.Haer., 78-79). En
el extremo opuesto se levantaron, también en el
siglo IV, los antidicomarianitas, los cuales, como su
mismo nombre indica, y nos asegura San Epifanio, se
oponían a todo acto de culto verdadero hacia María,
a quien consideraban Madre de Jesús de una forma
puramente natural.
103
Unidad 2
Los iconoclastas de los siglos VIII y IX destruyeron,
juntamente con las imágenes de Cristo, también las
de la Virgen, con el pretexto de favorecer de esta
manera un culto más espiritual, y, por ello, más digno
de María. En realidad, no hicieron más que cortar las
alas del alma en su ascensión natural de las cosas
visibles hacia las invisibles, de la imagen de la Virgen
hacia su gloriosa y celestial figura.
Cuando en el siglo XVI se rompió el equilibrio, sobre
el cual está apoyado el cristianismo, de la unión entre
lo humano y lo divino en Cristo, necesariamente
comenzaron a aflorar los errores antimarianos. El
protestantismo, negando la visibilidad de la Iglesia,
intentó destruir, con una especia de docetismo
eclesiológico, la prolongación de la realidad sensible
de la Encarnación, y rechazó, por tanto, todas las
manifestaciones externas del culto, sobre todo del
culto mariano, de esta manera se introdujo en la
“Reforma” la aversión a María, de la cual han dado
demasiadas pruebas los seguidores de Lutero, de
Calvino, de Cranmer y de Knoz.
Newman, alma naturalitez cathólica, a pesar de ser
anglicano, sintió hacia María una sincera admiración
una filial ternura, que, sin embargo, no llegó a
infundir en quienes estuvieron próximos a él y le
fueron queridos. Únicamente quienes con él y
siguiendo su ejemplo, dieron el paso decisivo hacia
Roma, aceptaron con entusiasmo de neófitos la fe y
la devoción a María. Este es un índice seguro de que
únicamente donde está todo Cristo, el Christus totus,
cabeza y miembros, está toda la fe, toda la piedad,
incluso la mariana.
104
Radio María - Colombia
En el siglo XVII, el jansenismo, turbando el otro
elemento de la economía divina del cristianismo,
o sea el elemento interno de la Gracia, pretendió
detener la ola saludable de la sangre derramada por
todos y rechazó las intervenciones maternales de
María en la obra de la salvación; entonces toda la
Europa septentrional se vio atravesada por una ola de
indiferencia hacia María. El síntoma más evidente de
esta profunda crisis interna de la cristiandad apareció
en el libro de Widenfeldt, Monita salutaria B. Mariae
Virginis Ad cultores suos indiscretos (1673), en el cual,
en formas aparentemente de verdadera devoción, se
hallaba, en realidad, un código de impiedad contra
María.
Las glorias de María, obra profundamente sentida y
pensada por el hombre más piadoso del siglo XVII,
San Alfonso María de Ligorio, fue la que sirvió, más
que ninguna otra cosa, para detener el error y para
difundir en el mundo católico el aliento de pura y
verdadera devoción a la Madre de Dios. Precisamente
en el siglo de san Alfonso, la edad de las luces, se llegó
a la más manifiesta negación de todo lo sobrenatural,
que, infiltrándose en el siglo XVIII, terminó en las
primeras grandes negaciones del materialismo.
105
Era la lógica de las cosas: de la negación de la Iglesia
a la negación de Cristo, de la negación de Cristo a la
negación de Dios.
En el momento en que se atacaba el fondo mismo
de la religión, Dios, revelado en Cristo, dispuso la
Providencia que, por obra de los santos, por deseo
del pueblo fiel; por voluntad de Pontífices iluminados
y dignos, se llegase a las más grandes afirmaciones
religiosas con la proclamación de los dogmas de la
Inmaculada (1854) y de la Asunción (1950).
Unidad 2
A los negadores de todo lo sobrenatural la Iglesia
ha opuesto el tipo más puro de la perfección, la
realización más alta de la Gracia, mientras que a los
asertores del materialismo ha presentado la imagen
de una creatura inmortal, que señala a los hombres
desde el cielo la meta ultraterrena de sus destinos.
II. MARÌA Y LOS PROTESTANTES
La oposición de los protestantes contra el culto
mariano tiene sus raíces en la tesis más general que
rechaza el culto y la invocación de los santos, afirmando
que Cristo es el único mediador entre el hombre y
Dios. Así se explica que los primeros reformadores
hagan, por una parte, el elogio de la dignidad y de las
virtudes de María Santísima, y que de la otra parte se
declaren contrarios a toda veneración e invocación de
la Madre de Jesús. El mismo Lutero, en su comentario
al Magnificat, publicado en 1521, tres años después
de su ruptura con la Iglesia, habla muchas veces de
María con gran reverencia y devoción. Explicando las
palabras: “Fecdit mihi magna qui potens est”, dice:
“Las grandes cosas son que María ha sido hecha
Madre de Dios…, de donde se sigue todo honor,
toda felicidad; ella, de entre todo el género humano,
es la única persona superior a todos, a la cual nadie
es igual, porque Ella tiene un Hijo juntamente con el
Padre celestial, y tal Hijo”29.
106
El fundador del protestantismo profesa y enseña la
inmunidad de María de todo pecado, su perpetua
virginidad, su fidelidad constante a la voluntad de
Dios, e incluso su inmaculada concepción (al menos
29 Luthers Werke, Wimarer Ausgabe, vol. VII, P. 572
Radio María - Colombia
hasta 1527) y hasta cierto punto también la Asunción
corporal de María a los cielos30.
Ulrico Zuinglio, el reformador suizo, habla de manera
idéntica. Cuando en 1522 comenzaron a circular
rumores de que él hubiese ultrajado a María llamándola
pecadora, mujer tonta, protestó él enérgicamente,
diciendo que podía “jurar que jamás en su vida se
le había pasado por la mente tal desprecio de la
digna Madre de Dios”, y publicó un “sermón sobre la
Virgen eternamente pura, María, Madre de Jesucristo,
Salvador nuestro”. En él explica las prerrogativas de
María e ilustra sus virtudes, resumiendo su propia
fe con estas palabras: “Creo firmemente, según las
palabras del Evangelio, que una virgen pura dio a luz
al Hijo de Dios, y permaneció virgen pura e intacta
en el parto y también después del parto por toda
la eternidad. Confío también firmemente que Ella
fue exaltada por Dios al gozo eterno sobre todas las
creaturas, tanto bienaventurados como ángeles”31.
También Juan Calvino profesa muchas veces su
reverencia hacia la “Virgen María”, la cual, según
él, conservó siempre la virginidad, y alaba su fe,
humildad, modestia; la llama nuestro modelo y
nuestra maestra32.
107
Ninguno de los corifeos de la Reforma concede, sin
embargo, que podamos o debamos invocar a María,
que haya de ser considerada como mediadora ante
Dios o ante Cristo y abogada nuestra. Lutero mismo,
a los principios, se halla un poco dudoso. El opúsculo
30
Cfr. H. Grisar, Luther (1911), vol., p. 797.
31
Cfr. Stimmen aus Maria Laach, 43 (1892), P. 464
32
J.Calvini, Opera quae superfuerunt (ed.
Brunsvigensis), vol, 59 (Index nominum et rerum), p.129.
Unidad 2
sobre el Magnificat comienza con las palabras: “La
misma dulce Madre de Dios me impetre el espíritu
de explicar útil y profundamente este cántico suyo”,
y, al final, afirma: “Esto me conceda Cristo por la
intercesión de su madre querida”33. En el mismo
opúsculo había afirmado también: “Debemos invocar
a María, a fin de que Dios nos dé y haga, según su
voluntad, lo que le pedimos” 34; pero ya un año más
tarde dice en un sermón para la fiesta de la Natividad
de María, que debemos ciertamente honrar a María,
pero “que estemos atentos a honrarla de una manera
justa”, y protesta contra el título dado a María en
la Salve Regina, de “Reina de la misericordia, vida,
dulzura, esperanza nuestra”35. Poco a poco se va
acostumbrando también él a hablar de María como
“diosa” o como “ídolo”, a atribuir a los católicos “la
adoración” de María, a rechazar las peregrinaciones
y otras prácticas36. Según iba avanzando la lucha, su
animosidad contra el culto a María va creciendo cada
vez más.
Mucho más clara es, desde el principio, la actitud de
Calvino. Según él, los “papistas” convierten a María
en un “ídolo” 37 “He aquí la cantinela de los papistas:
Roga Patrem, iube Natum”38” “Cuando atribuimos a
Ella el oficio de abogada, de mediadora entre Dios y
los hombres, cuando decimos que Ella es la vida, la
luz, la esperanza: ¿qué dejamos para Nuestro Señor
108
33
34
35
36
37
38
Luthers Werke, W.A., vol VII, pp. 545, 607.
Cfr. H.Grisar, 1.c.,p.796.
Ibid., p.799
Ibíd., p.798.
Calvini, Opera, vol.35, p.309; cfr. vol.29, p.273.
Ibid.,vol.43, p.38
Radio María - Colombia
Jesucristo?”39. Llamarla “tesorera de la gracia” es una
blasfemia contra Dios, y atribuirle un título frívolo e
imaginario40.
Idéntica actitud encontramos en las Confesiones, es
decir, en las fórmulas oficiales de fe para las diversas
sextas del protestantismo. La Confessio Augustina
(1530), redactada por el hábil Melanchton y en general
más bien conciliadora, en el artículo 21 rechaza la
invocación de los santos, sin hacer excepción alguna
respecto de María. En la Apología Confessionis
Augustanae (1531) Melanchton concede que María
es “digna amplissimis honoribus” y que ora por la
Iglesia, pero establece que no por ello debemos
invocarla ni ponerla en igualdad con Cristo, “como
hacen los católicos”. También en otras fórmulas de
confesión se habla de María con respecto y reverencia,
pero sin admitir que se la invoque.
Los artículos de Schmakalden (1537) la llaman
“pura, santa, siempre Virgen” (art. 414), la “fórmula
concordiae” (1577), convertida después en
documento fundamental del credo protestante, habla
de la “bendita Virgen”, de la “madre de Dios”41. La
inmaculada concepción es expresamente negada en la
“Declaratio Thoruniensis” (1645), fórmula confesional
de los reformados (calvinianos) del Brandeburgo, la
cual dice: “Todos los hombres, excepto Cristo, han
nacido en pecado original, incluso la santísima Virgen
María” 42
109
39
Ibid. vol. 29, p.213.
40
Ibid., vol.46, p.309
41
Cfr. Herder-Correspondenz,3 (1948-1949), 530; Prot.
Realencycloppdie, vol. XII, p.325
42
Cfr. K. Algermissen, Konfessioskunde, 6ª ed. (1950), p.783.
Unidad 2
La práctica religiosa del culto a María no es la
misma en todos los grupos protestantes, y depende
generalmente de su actitud general hacia la Iglesia
católica y la Tradición. La intransigencia más aguda
se encuentra en el calvinismo, el cual pretende haber
acabado totalmente con imágenes, estatuas, altares,
peregrinaciones y otras prácticas de devoción a María
de los “papistas” y habla algunas veces de María con
verdadero desprecio.
Más tolerante es el protestantismo luterano, el cual en
algunas regiones seguía celebrando las fiestas marianas
de la Purificación y de la Anunciación a principios del
siglo XIX43
El significado a este respecto, que no pocas de las
poesías en que se exaltan las grandezas de María,
han sido compuestas por protestantes luteranos,
como por ejemplo, por Novalis (1772-1801), e
incluso por Goethe. El protestante Pablo de Lagarde
(1827-1891) afirma: “Verdaderos ríos de bendición
y de poesía, brotados de la imagen de Nuestra
Señora, se han derramado sobre la Humanidad”44. El
protestante Sebastián Bach nos ha dejado su solemne
Magníficat a cinco voces. Teólogos luteranos, como
Augusto Vilmar (1800-1868) intentaron crear una
mariología protestante en la cual se manifestase toda
la santidad y la gloria particular de la Madre de Dios,
sin que, por otra parte, se abandonasen los principios
fundamentales del protestantismo.
110
Estas tendencias se hallan particularmente en autores
que se adhieren al pietismo o le son favorables; en
43
Cfr. O.Simmel, en Stimmen der Zeit, 148 (1951), p.381
ss.
44
Cfr. Religión, en Geschichte und Gegenwart, vol. III, 2ª
ed. P.2016.
Radio María - Colombia
cambio, los representantes del grupo ortodoxo
luterano siguen hablando, hasta nuestros tiempos, de
“mariolatría45, y considerando a la mariología católica
como apostasía y como herejía contraria a la doctrina
evangélica, simple especulación teológica, falta de
todo fundamento bíblico46
La situación de los territorios de lengua inglesa es
parecida. También allí el puritanismo, derivado del
calvinismo, mantiene la línea más intransigente, y no
quiere ni siquiera admitir el canto del Magnificat o la
recitación pública del credo apostólico, porque en él
se habla de María. En Escocia, el presbiterianismo,
aunque proveniente del calvinismo, atenúo un poco
esta intransigencia, sin llegar a admitir, sin embargo,
un verdadero culto a María.
En la misma Inglaterra debemos distinguir dos
ramas diversas del anglicanismo. La baja Iglesia
rechaza la devoción a María; la Iglesia liberal, como
no se preocupa de los demás dogmas, tampoco se
preocupa de los dogmas marianos, contentándose
con las normas morales y éticas para la práctica. La
alta Iglesia, en cambio, es más positiva respecto al
culto mariano. En ella se ha hablado siempre de María
con cierto respeto e incluso con veneración, y se ha
conservado también, incluso hasta nuestros días, la
celebración de las festividades de la Anunciación y
del Purificación.
111
45
Así, por ejemplo, Zoekler, en Prot. Realencycl., 1.c.,
p.323 ss.
46
Así W. Kunneth (Erlangen), en la reunión de la
“Academia Evangélica” de Tutzing (3-5 junio 1950); cfr.
Orientierung, 14 (1950), p.155 ss
Unidad 2
Autores anglicanos conceden lealmente que la
Iglesia católica no enseña una “mariolatría”, sino que
distingue entre “dulía” y “latría” y reivindica para
María un culto exclusivamente de “hiperdulía” ; sin
embargo, así hablan, el pueblo católico no observa
esta distinción doctrinal y da a María también un
culto de “latría”47
El movimiento de Osford (Keeble, Newman, Pusey),
con el anglocatolicismo derivado de él, utiliza en su
liturgia también himnos que invocan a María, celebra
la fiesta de la Asunción, permite la recitación del
Rosario48
Las numerosas sectas americanas (por ejemplo,
baptistas, metodistas, presbiterianos, episcopalianos,
congregacionalistas) siguen generalmente también
en su mariología la rama protestante de la cual se
derivan, y no ofrecen aspectos especiales.
El tema mariológico ha adquirido particular interés
en nuestros tiempos dentro de aquellos sectores del
protestantismo que buscan la unidad e las Iglesias
(movimiento ecuménico), también por la razón de que
los disidentes orientales profesan una gran devoción
a la Madre de Dios. En la conferencia pancristiana
de Edimburgo (1973), la mariología fue llamada “la
punta del corazón de una teología ecuménica” y
en la sesión IV de la conferencia fue propuesta, tras
serias discusiones, la siguiente resolución: “El puesto
de la Madre de Cristo ha sido considerado por la
112
47
Cfr. Ensycolpedia Britannica, 14ª ed., vol.XIV (1929),
p. 1000; K. Algermissen, 1.c.,pp.606-614; C.M.Corr, The
Assumption of Our Lady and the Church of England, en
“Marianum”, 19 (1952), p`p.64-73.
48
Cfr. C. Lovera Di Castiglione, Il movimiento di Oxford,
Brescia, 1935.
Radio María - Colombia
sesión, y todos han convenido en que Ella debe tener
un puesto eminente en el aprecio de los cristianos.
Recomendamos a las Iglesias un ulterior estudios de
esta cuestión”49
En una reunión de teólogos protestantes tenida en
los primeros días de marzo en 1949 en Heidelberg,
para discutir la cuestión de unión con las Iglesias
orientales, el profesor Wolf (Göttingen) confesaba que
los protestantes se habían equivocado al abandonar
la mariología 50 El teólogo luterano Hans Asmussen ha
publicado recientemente una mariología protestante:
“María, Madre de Dios”, en la cual dice: “Sin María no
tenemos a Jesús” El autor ni siguiera niega la acción
mediadora de María: “Ella, siguiendo a Cristo, toma
parte en su mediación” Sin embargo, no pretende
afirmar, sin más, que debamos “invocar” a María 51
No pocos teólogos protestantes se dan cuenta
actualmente de que el culto a María de la Iglesia
católica no es una simple aberración, sino que el
dogma mariano se halla íntimamente ligado a no
pocas doctrinas de la religión cristiana que interesan
también a los protestantes52
Esta nueva actitud se ha manifestado especialmente
con ocasión de la solemne definición de la Asunción.
Las declaraciones contrarias al nuevo dogma de la
parte protestante fueron numerosas y en ocasiones
excesivamente vivas. Pero, con raras excepciones, los
113
49
Cfr. Herder-Korrespondenz, 1, c., 528.
50
Ibid., p. 404.
51
M. Asmussen, Maria, die Mutter Gottes (1950); véase
pp.13, 51 ss, 61.
52
Cfr. G. Ebeling, en Zeitschr, f. theol, und Kirche, 47
(1950), pp. 383-391.
Unidad 2
autores de las protestas demostraban una verdadera
veneración a la Madre de Jesús.
Así escriben, por ejemplo, los dos arzobispos
anglicanos. “Hemos de hacer constar ante todo
públicamente que la Iglesia de Inglaterra rinde honor y
reverencia a la Madre de Nuestro Señor Jesucristo”53.
Los obispos luteranos alemanes declaran: “Según el
testimonio de la Sagrada Escritura, María, la Madre
de Jesús, fue tomada al servicio de Dios de manera
particular, dando a luz, como Virgen, al Hijo de Dios.
Por lo cual, hemos de llamarla, con los Padres, Madre
de Dios y ocupa, por consiguiente, un puesto especial
entre todo el género humano”54. El boletín The Living
Church, de la Iglesia episcopaliana de los Estados
Unidos, escribe: “La bienaventurada Virgen nos
pertenece a todos nosotros. La Iglesia episcopaliana
la honra en dos grandes fiestas y la Sagrada Escritura
nos enseña a llamarla “llena de gracia” a aquella cuya
pureza y obediencia la hicieron portadora del Verbo
eterno”55
La oposición se dirige, por consiguiente, no ya
contra el culto a María, como tal, sino proviene
de principios extraños a la cuestión estrictamente
mariana. Es decir, de los principios fundamentales
del protestantismo, sobre todo del principio básico
de la llamada “Reforma”: la Sagrada Escritura, fuente
única y norma de la fe.
114
Viene después la cuestión de la doctrina sobre Cristo,
único mediador entre Dios y los hombres, la cual
excluye la invocación de los santos; por consiguiente,
53
Declaración enviada a la Prenda el 17 de agosto de
1950 desde el Palacio Lambeth.
54
Cfr. He3rder-Korrespondenz, 5 (1950-1951), p.151 ss
55
“The living Church”, 12 noviembre 1950, p.5
Radio María - Colombia
también de María, y, finalmente, la negación de la
potestad del sucesor de Pedro para enseñar y para
definir con infalibilidad los dogmas de la fe.
En resumen, podemos, pues, decir: el protestantismo
ha hecho ciertamente verdaderos progresos en la
estima y veneración de María Santísima como persona
individual; ha llegado también, acá y allá, a una mayor
inteligencia de la posición particular de la Madre
de Cristo en la Iglesia; pero respecto a los puntos
fundamentales de los cuales depende una mariología
justa, sigue en un punto negativo, y no podrá salir
de él hasta que no haya hecho una revisión de estos
principios básicos del protestantismo mismo.
fgfgfgfgfg
115
Unidad
Radio María - Colombia
BIBLIOGRAFIA
Ejercicios Unidad didáctica II
1. Sobre el tema Herejías antimarianas, cfr.
H. LESÊTRE, Marie, en D. Bibl., III, c. 808-809;A.D”Alèx,
X. Le Bachelet, A. No-von, J. Bainvel, Marie, en
Dafc, III, c. 115-200; G. Gennaro, Ebioniti, en Enc.
Catt., V, C.3-4; L. De Grandmaisson, La Conception
virginale du Chirst, en “Etudes”, 91, (1902), 503 ss;
M. Juegie, Nestorio, en Enc. Catt., VIII, c.1782-1783;
K. Algermissen, La Chiesa e le Chiese, Brescia, 2ª ed.,
• Leer: “María, victoriosa de todas las herejías.
Revista “Cristiandad”, agosto de 1973
• Puede encontrar este artículo en
internet “idd0098d.eresmas.net”
dirección
• Leer en internet “clerus.org y leer el artículo
sobre las herejías, haciendo énfasis en las herejías
marianas
1944, Índice analítico. Mariología.
2. Sobre el tema María y los protestantes en
concreto, cfr.
116
H. QUILLET, Antidicomarianites, en DTC 1, c. 13781382; J.Forget, Jovinien, en DTC VIII, c. 1578; P. Hoffer,
La dévotion à Marìe au dèclin du XVII siècle. Autour
du Jansénisme, París, 1938; C. Crivelli, Marie et les
protestans, en H. Du Manoir, Maria, I, París, 1949, pp.
675-694; E. Bôminghaus, Storia del culto a Maria dopo
il Concilio di Trensto, en P. Sträter, Mariologia, trad.
ital., Roma, 1952, pp. 249-302 pueden consultarse,
además, los mejores tratados de Mariología, por
ejemplo, Roschini, Campana, Alastruey, Lépiecier,
Terriern, Bertetto.
117
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•
Antioquia
Medellín 1320 AM
Turbo
1460 AM
Urrao
1450 AM
•
Atlántico
Barranquilla 1580 AM
•
Caldas
Manizales 1500 AM
•
Cundinamarca
Bogotá 1220 AM
•
Valle del Cauca
Cali 1260 AM
•
Risaralda
Pereira 1360 AM
•
Santander
Bucaramanga 1390 AM
Socorro 1590 AM
SINTONÍCENOS EN DIFERIDO
•
Antioquia
El Retiro 89.4 FM
Sonsón 104.4 FM
•
Bolívar
Margarita 89.0 FM
•
Boyacá
Chivatá 89.6 FM
Monguí 94.1 FM
Socha 94.1 FM
•
Cesar
Valledupar 95.7 FM
Aguachica 96.7 FM
•
Cundinamarca
Cucunubá 97.1 FM
Chocontá 101.3 FM
Fúquene 101.3 FM
Gachalá 106.4 AM
Mesitas del Colegio 107.4 FM
Pacho 94.4 FM
Susa 107.8 FM
Zipaquirá 107.4 FM
•
Nariño
Boca de Satinga 107.1 FM
•
Putumayo
Puerto Guzmán 107.3 FM
•
•
Sibundoy 107.3 FM
Risaralda
Belén de Umbría 95.3 FM
Santander
Coromoro 107.7 FM
Encino 88.2 FM
Gámbita 101.4 FM
Landázuri 107.2 FM
Mogotes 103.2 FM
Puente Nacional 91.1 FM
Santa Helena del Opón 91.2 FM
Vélez 107.7 FM
Onzaga 91.2 FM
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