Durante la primera mitad del pasado siglo se realizaron en amplias

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Durante la primera mitad del pasado siglo se realizaron en
amplias zonas de Euskal Herria intensas repoblaciones de
pino para cubrir espacios deforestados, pero no tuvieron en
cuenta la existencia de un insecto que se alimenta de sus
finas hojas. Es la llamada procesionaria del pino, que se ha
convertido en una plaga prácticamente indestructible.
Texto y fotografía: Iñaki Vigor
ace medio siglo llamaban la atención los vuelos rasantes de avionetas que soltaban una
nube de polvo blanco sobre los pinares. Al día
siguiente solía aparecer en el periódico la noticia de que varias personas habían sido atendidas en
centros hospitalarios porque aquel polvo les había pillado de lleno mientras se encontraban dando un paseo
por el monte. Las fumigaciones se realizaban sin previo
aviso. Su objetivo era combatir la procesionaria del
pino, pero también afectaban a personas, animales y
cultivos cuando fallaba la puntería del piloto o el viento
propagaba la nube blanquecina fuera de los pinares.
Aquel polvo blanco tenía un nombre que se popularizó
rápidamente: dimilín.
Cuando llegaban las
avionetas con dimilín,
todo el mundo sabía
que tenía que ponerse
a cubierto, es decir, alejarse rápidamente de
los pinares.
Años más tarde,
cuando surgieron las
primeras organizaciones ecologistas, alertaron sobre los peligros
del dimilín. Su principal ingrediente activo
es el diflubenzurón, un
veneno que se ha utilizado durante décadas, en el que
se han gastado ingentes cantidades de dinero y que ha
sido totalmente ineficaz para acabar con la procesionaria. De hecho, está comprobado que, pasados unos
años, la presencia de procesionaria es similar en pinares
que han sido fumigados y en los que no lo han sido.
En el año 2009 la Comunidad Europea elaboró una
directiva para prohibir la fumigación desde avionetas
y helicópteros, porque «puede causar efectos negativos
significativos en la salud humana y el medio ambiente». El Estado español incorporó esta norma en
2012, pero dejó abierta la posibilidad de que el Ministerio de Medio Ambiente permitiera su uso «en casos
excepcionales». De hecho, en el año 2014 la Diputación
de Araba gastó 62.617 euros en fumigar pinares con di-
H
flubenzurón, y en Bizkaia el gasto ascendió a 139.000
euros.
En el conjunto de la CAV existen aproximadamente
130.000 hectáreas de pinus radiata o pino insigne, de
las que 21.200 (el equivalente a más de 25.000 campos
de fútbol) habían sido fumigadas en el año 2011, mediante helicópteros, para disminuir la presencia de estos parásitos. También se han aplicado otros métodos,
como colocar cajas nido para aves que se alimentan de
la oruga, tratamientos puntuales directos con cañones
nebulizadores o aplicación de productos fitosanitarios
directamente en los nidos. Todo ello ha sido inútil. La
plaga sigue creciendo.
En algunos lugares
de Euskal Herria se ha
recurrido incluso a
efectuar disparos de
mostacilla sobre los
blosones de procesionaria, o a cortar la
rama del pino donde
está el nido y quemarlo. Esta última «solución» se sigue utilizando en la actualidad,
pero requiere un gran
trabajo, conlleva peligro de incendios forestales y solo es factible
cuando solo hay unos pocos pinos infectados. Si hay
miles de ejemplares con procesionaria, como es habitual en los pinares vascos, resulta totalmente imposible
erradicarla.
Una plaga endémica. En el caso de Nafarroa, los tratamientos masivos aéreos se dejaron de realizar «por
la escasa selectividad que tienen sobre el resto de los
ecosistemas», explica Salomé Hernando, jefa de la sección de Gestión Forestal del Gobierno. Tomando datos
del Mapa Forestal de este herrialde, señala que la superficie arbolada ocupa unas 450.000 hectáreas, de las
que 97.300 (21%) son pinares. En concreto, existen unas
50.500 hectáreas de pino silvestre, 23.800 de pino laricio y 23.000 de pino carrasco, que son «las tres especies
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