EL PELIGRO DE LAS ENFERMEDADES VENEREAS POR CARLOS H A R M S ESPEJO Corone!, Comandante de la IT Brigada de Artillería. | ¡CUIDADO! ¡CUANTAS VECES BAJO APARIENCIA DE UNA LA MUJER HERMOSA SE O C U L T A N T O D O S PELIGROS DE LAS LOS ENFERMEDADES SEGUNDA SOCIALES! Es p r o p i e d a d d e l a u t o , Talleres SANTIAGO DE dki. I n s t i t u t o 1924 CHILE Geocírápkio Militar EDICION EL PELIGRO DE LRS Enfermedades Venéreas POR CARLOS H R R M S E 5 P E J O Coronel Comandante de la II Brigada de flrtillerfa -V IMPRENTft UMlVERSURRin = Estado 65 — S A N T I A G O 1924 = = A la Juventud de las Instituciones de mi Armadas Patria El Autor. INDICE Pa-. i 1 ]~>r losé S. Satas M., C i r u j a n o Tefe de ta Sección ExPrólog° ^ ¡ ¿ e n t a l de Higiene Militar PRIM ERA VII PARTE PROSTITUCIÓN I TI ITT IV Clases de prostitutas. . . Esclavitud Blanca Colectiva Reglamentada Esclavitud Blanca Individual no Reglamentada Consideraciones sobre la Reglamentación de las Esclavas Blancas SEGUNDA 11 11 13 13 PARTE P E R J U I C I O S DERIVADOS D E LA PROSTITUCION I II III IV V El Peligro de la Esclavitud Blanca Gonorrea Chancro Sífilis ; Interesantes Principios Científicos sobre las Enfermedades Venéreas TERCERA 17 18 21 23 25 PARTE CONTINENCIA I La Continencia es posible, necesaria y conveniente II La Incontinencia se opone al espíritu militar III Medios para alcanzar la Continencia CUARTA 27 29 33 PARTE PROFILAXIA I Objeto de la Profilaxia II Necesidad de la Profilaxia III Medidas profilácticas recomendables Conclusión 37 37 39 40 PRÓLOGO DEL CIRUJANO JEFE DE LA SECCIÓN EXPERIMENTAL DE HIGIENE MILITAR Dr. JOSÉ S. SALAS M. El señor Coronel Ilarms me ha distinguido pidiéndome un prólogo para su estudio «El Peligro de las Enfermedades Venéreas*. Desde sus primeras páginas el folleto consigue interesar en grado sumo y bien pronto disipa airosamente la sospecha primera de un tema médico. El señoa Coronel Ilarms es un Higienista Social, actividad que no presupone ciencia determinada. Y es un Higienista valiente, vigoroso y sincero al pintar con realismo indiscutible el cuadro repugnante de nuestros fccos de propagación del mal. Es un estudio que le pertenece; trata con originalidad temas de todos conocidos, pero descritos por muy pocos con la verdad con que se les pinta en estas páginas. Los acápites médicos están discretamente acortados; son la enunciación de la ciencia que debe desarrollar el tecnicismo profesional. En todo programa razonado de Higiene Social hacen falta escritos como el que tengo el agrado de estudiar. Constituyen ellos itn prólogo eficaz a la obra médica pura. Desde el punto de vista de la educación emocional, son el consejo amistoso de un corazón patriota abierto al sentimiento generoso de querer la elevación moral y física de sus conciudadanos. Y en el caso presente, ade. más, este libro constituye en el Ejército la opinión del Jefe, la Qc. ción del Coronel que, en protectora solicitud, alarga la mano para tomar del brazo principalmente al conscripto que va a delinquí arrastrado por la práctica establecida de las costumbres o por un pernicioso y falso concepto de la hombría. La sencilla obra del señor Coronel Harms tiene un gran papel que desempeñar en un plan razonado de Higiene Social. Un programa moderno que se oponga al desarrollo de las enfer. medades venéreas, comprende las actividades siguientes: EDU. CACIÓN, PREVENCIÓN, CURACION. Se hace educación enseñando la profilaxia individual en la exposición al contagio. Se hace prevención combatiendo la prostitución y todos los focos de contagio. El estudio de las costumbres locales es la base de las determinaciones preventivas. Se hace prevención, contando con la declaración obligatoria de la enfermedad que presupone educación sobre el problema total. Se hace curación contando con la voluntad del individuo qt¡e necesita estar educado para comprender las medidas de reclusión, o de castigo, caso de existir delito, o principalmente para apreciar la longitud, la perseverancia y los cuidados que necesita un tratamiento de resultados positivos. Nada hacemos hoy sin la base única de educación: en este caso educación para prevenir el mal para el individuo y para la sociedad, educación para legislar, educación para cambiar la orientación de las costumbres, que en su relajación progresiva favorecen la difusión del contagio y sobre todo educación para saber curar el mal. Repito que no hay que ser técnico para reclamar un lugar en las filas del Ejército Educacional que ha de oponerse al avance éreo. Sólo se necesita tener alma patriota y espíritu cívico para obrero en la jornada de redención racial. En este sentido todo ¡ loq}ie s e t0^0 1° 1ue s e escriba, está bien, es contribución preiosa venida de otros criterios, de otras actividades que no sean alusivamente médicas. El problema venéreo tiene un gravísimo aspecto social y ahí todos deben reclamar su puesto. El señor Coronel Harms tiene su puesto de Iligienesta Social lo desempeña bien. Su obra no es técnica y, en este sentido, hasta sus pequeños lunares son simpáticos, porque aroma de almas es ¡o primero que se aspira en su librito: amor al prójimo, a su raza y a su pueblo. V D R . JOSÉ S . SALAS M . , C i r u j a n o Jefe de la Sección Experimental de Higiene Militar N . ° 2 . PRIMERA PARTE Prostitución I. CLASES DE PROSTITUTAS Existen dos clases de prostitutas: las que continua y públicomercian con el vicio sexual y las privadas o clandestinas. Estas, no se inscriben en la Municipalidad; aquéllas, sí. Las primeras constituyen la «Esclavitud Blanca Colectiva Reglamentada» y las segundas la «Esclavitud Blanca Individual no Reglamentada». Así se ha dado en llamar científicamente a aquellas sociedades, y a sus miembros «Esclavas Blancas». camente II.—ESCLAVITUD BLANCA COLECTIVA REGLAMENTADA Las prostitutas públicas tienen sus casas de diversión (seles llama también lenocinios, lupanares o prostíbulos) donde viven y reciben a los clientes que acuden a comprarles un momento de placer. Allí permanecen bajo la autoridad de algún severo patrón o patrona que desvergonzadamente las explota. La humillante situación de servir él las mismas de mercadería del vicio ofertada al sexo masculino que la alquila por un tiempo determina- do, las hace acreedoras de parte del dueño de casa (siendo mUy raro que éste les dé la mitad del dinero que ganan por prestars e \ a alimentación, pieza y ropa, derechos que apenas ven c u ^ plidos, sobre todo referente a vestuario, el que se ven obl¡. gadas a comprar a un alto precio al patrón. Este busca medi0s como cargarle más deudas, con cuyas amarras les hace m^y difícil el retirarse de la casa. Varias son las causas por las cuales las mujeres se corroí^, pen o son pervertidas. La principal es la ambición desmedida al lujo, a las comodidades, con deseos de comer y vestir de una manera que se diga que son de una categoría social superior a la que les corresponde. Otra causa que las lleva a la perdición son las seducciones de los hombres en general, y principalmente las de algunos dueños de burdeles que ofrecen a las jóvenes un empleo que les dará mucho dinero, ricas comodidades y gran bienestar, grandezas que más exageran cuando se trata de llevar a las niñas a otro pueb lo. Así se las atrae y ellas se venden como una mercadería; se las encierra en un centro de perversión, donde después, a medida que físicamente se van gastando, se las estima en menos, y así el valor de ellas como mercadería va descendiendo cada día más. También son factores que arras, tran a tan bajo nivel moral a las mujeres, la descendencia de padres alcohólicos o de atacados por enfermedades sociales, la anormalidad de las facultades mentales, o una vida sin freno en la niñez y en el período de la pubertad. Allí, en esos antros del vicio, entre cantares y cuadros deshonestos se excitan las pasiones con el alcohol, se finge amistad y amor y se oferta alegrías pasajeras; se trata nada más que de un negocio pecuniario; con tal fin es esa comedia. Los dueños del burdel, que se desvelan por acumular la mayor cantidad de dinero posible, además de las utilidades del préstamo de las esclavas blancas, adquieren las de las bebidas alcohólicas, que expenden violando la ley que allí las prohibe, y las originadas de la explotación hecha a los clientes, a quienes las prostitutas, a fin de captarse un buen concepto ante el dueño, estimulan a que gasten lo más que puedan en bebidas alcohólicas y piden dinero para que siga la música o por cualquier otro pretexto que inventan. La clientela que da vida a tan asqueroso mercado, es formada generalmente por individuos, cual más cual menos, de bajas inclinaciones. Muchísimos son los solicitantes, la mayoría jóvenes célibes, que movidos por anhelos impuros acuden a esas cavernas de la maldad a apaciguar su pasión. Es muy común, después de un festín entre ciertos amigos o después de cualquier manifestación en que han abundado los licores, acudir a las casas de diversión para dar por bien terminada la fiesta, visita que muchos hacen para despedirse de su vida de soltero. Todos los que van allí, principalmente los que gustan excederse en bebidas alcohólicas, no pueden menos de ser, si es que no se desean voluntaria y torpemente un enorme daño a sí mismos, unos rudos ignorantes acerca de principios naturales de bien individual propio, pues no toman en cuenta que con tales relaciones ilícitas comprometen su propia salud y su vida. III.—ESCLAVITUD BLANCA INDIVIDUAL NO REGLAMENTADA Las prostitutas privadas o clandestinas son las que más disimulan el vicio y más fingen amor. Atienden a sus clientes a domicilio, o en las casas de citas u otros lugares que se prestan para el objeto que ambos persiguen, o van a buscar ocasiones a los asilos de perversión. Equivalen a las públicas por el fin que se proponen en su negociación y porque sufren los mismos accidentes de contagio, en mayor grado sí, porque no están sometidas a control alguno de sanidad. En lo que más se diferencian es en que 110 están reglamentadas, o sea, que no forman parte de alguna casa de diversión que esté inscrita con sus miembros en la Municipalidad. IV.—CONSIDERACIONES SOBRE LA REGLAMENTACIÓN ESCLAVAS BLANCAS DE LAS Las casas de tolerancia, ya que se ha insinuado su reglamentación, vale decir que, aunque sean vigiladas por la Autoridad Sanitaria Municipal, desde ningún punto de vista son nece- sarias, pues no responden a exigencias biológicas, ni a princi. pios de higiene, y están en pugna, por ser factores de perversión, de enfermedad y de muerte, con los más legítimos intereses del individuo, de la familia, de la sociedad y de la Patria, Bien podría creerse, por estar autorizadas tales casas en el país, que tienen razón de existir y que es lícito visitarlas para saciar bajos apetitos. De ninguna manera, y si por especiales circunstancias se las ha tolerado y reglamentado, ha sido para tender, en vista de que son perjudicialísimas, primeramente hacia su disminución y después, poco a poco, hacia su completo exterminio. De otro modo, si la Municipalidad las hubiese autorizado como lícitas, esto sería como dar patente para que se comercie con el vicio y se siembre el contagio. Lo más lógico sería que estas casas no existieran, ni libres, ni toleradas reglamentadas y vigiladas; pues, ni por muy estrictos que sean los reglamentas a que estén sometidas, ni por muy bien vigiladas que sean, no dejarán nunca de ser repugnantes centros adonde acudan individuos infectados que contagien a las mujeres que a su vez dañen a los hombres sanos que momentos después las visiten, constituyéndose así, entre clientes y rameras, rameras y clientes, y en un medio circundante de envenenamiento alcohólico y de libertinaje, ese foco de corrupción en que germina y se desarrolla la espantosa epidemia de males de trascendencia social. Por otra parte, si es cierto que las esclavas blancas públicas son asistidas por la autoridad médica que les anota en las respectivas libretas que deben llevar consigo el estado de sanidad en que se hallan, esto no ofrece ninguna garantía de buena conservación, pues la prostituta que en un momento dado fué reconocida sana, minutos después puede haberse hecho contagiosa. Prueba de que no deben existir las casas de tolerancia, es también lo que entre las naciones más civilizadas se ha establecido y a : en algunas, como en Francia y en Austria, a la vez que el control sanitario del vicio con rumbo a disminuir o a desarraigar el mal, la ley que veda se abran nuevos asilos de perversión; y en otras, como en Alemania, Holanda, Suiza, B r e t a ñ a y Países Escandinavos, la prohibición total de \ls establecimientos. A igual término parece que se llegará algún día, aunque lene n t e , en nuestra República, en la cual la Liga Chilena de aviene Social ha echado ya las «bases de la futura Ley contra i esclavitud blanca y de la transformación del sistema actual A la reglamentación del vicio por el de la represión científica ^ la inmoralidad y de las enfermedades sociales». G SECIUNDA PARTK Perjuicios derivados de la Prostitución I.—EL. PELIGRO DE LA ESCLAVITUD TJI.AXCA Las esclavas blancas o prostitutas, tanto públicas como privadas, llevan en sí el germen de gravísimos males que trasmiten a sus víctimas cuando en íntimo comercio con ellas les procuran el placer sexual que ofrecen. Podrán presentarse aparentando modestia o revestidas de vanidosos artificios, y en todo caso, siempre deseosas de seducir, serán como pintados frutos que ocultan el veneno o como halagadoras sirenas que a los que las siguen obligan hundirse en un negro abismo de pasión. Está científicamente calculado que por cada cien de ellas, más de 90 atraviesan por el período de contagio. Todas constituyen un temible peligro para el hombre, el hogar y la Patria, puesto que son la fuente de los perjuicios más desastrosos que afligen a la humanidad. Ni la mejor reglamentación y más cuidadosa vigilancia, repitiendo y recalcando lo anteriormente dicho, son capaces de hacer que desaparezca de las esclavas blancas el tejido de pequeñísimos microbios que dan origen a las enfermedades venéreas. . Independientemente de toda autoridad sanitaria esos gérmenes se inoculan en los centros genitales y en la sangr¿ de las prostitutas, se desarrollan en ellos, y de ahí principa], mente se transmiten a los órganos reproductores de los hom. bres que toman relaciones sexuales íntimas con cilios. Contribuye a acelerar y a hacer más intenso el contagio otro azote para el individuo, la sociedad y la raza: el alcoholismo' Las bebidas alcohólicas sirven de atractivo y de incitante <[e las pasiones; anublan la inteligencia e impiden el dominio sobre sí mismo en el individuo que, alcoholizado, más pronto puede inficionarse, y en las prostitutas hacen más contagiosos los gérmenes propagadores de la corrucpión. Los enormes perjuicios derivados de la prostitución, se descargan directamente sobre el sujeto que visita las casas de lolerancia con el fin de proporcionarse la satisfacción ilícita del deseo sexual. En primer lugar, se perjudica económicamente si se atiende a que tiene que pagar a un subido precio las bebidas alcohólicas, o, al menos, por los derechos a que se obliga por el contrato; en seguida, siendo dificilísimo que escape del contagio, se perjudica física y moralmente; daña sus órganos genitales, su cerebro (por tanto su inteligencia), todo su cuerpo y pervierte su mente y corazón. Estos males, por lo general, se extienden a las esposas y a los inocentes hijos y atañen a los intereses de la sociedad, de la Patria y de la Raza. Los principales perjuicios originados por la prostitución, son los llamados Enfermedades de Trascendencia Social o Enfermedades Venéreas, que comprenden la Gonorrea, el Chancro y la Sífilis. 1[. — (¡ONORRKA La gonorrea es producida por un germen llamado -gonococo». El hombre que se une a una mujer gonorreica, recibe los gonococos en el conducto urinario o uretra, donde se multi- . rápidamente; tales microbios se introducen en los te.jiv a "causa de esto se siente primero, sobre todo al orinar, c o s q u i l l e o en l a uretra que a los pocos días se convierte en 11 ", r ¿¡ el mal va en aumento, es común que junto con ori0 inmediatamente después, se despida tíangre por el pene. ar U ' f 1 gonococo produce en la parte en que se ha localizado, un v'enenamiento llamado gonocócico. 6 Si a p e n a s iniciada la enfermedad se acudiese a un médico y , e "siguiese un tratamiento, seguramente se conseguiría local i z a r la enfermedad, evitando así peores consecuencias y facilitando la mejoría completa. Cuando se sufre de gonorrea, a menudo el pene, cuya erecc i ó n se hace frecuente y va acompañada de agudos dolores, expele un pus que viene por la uretra, muy infeccioso, nutrido de gonococos. La gonorrea, en su curso de gravedad, puede afectar el sistema nervioso; entonces hace decaer completamente de ánimo ¡x quien la sufre, le entristece e incapacita en el desarrollo de s us actividades. Puede atacar también los dos testículos que guarda el escroto, o sea, la bolsa que está debajo del pene. Los testículos tienen la misión de producir el semen que al macho inyecta en la hembra, y pueden estos órganos importantísimos corromperse de tal manera, que el enfermo quede imposibilitado para engendrar. Además, pueden sufrir grandes deterioros otros órganos necesarios para la procreación, como las vesículas seminales y la próstata. Las primeras, situadas dentro del cuerpo y cerca de la vejiga, son como pequeñas celdas que nutren a los testículos del semen que necesitan. La próstata es una glándula que está colocada alrededor del cuello de la vejiga, debajo de las vesículas seminales, y por ella pasa el semen, al que ahí se agrega el jugo prostático. Cuando los gonococos se introducen en las vesículas seminales o en la próstata, o en ambas, la purgación se hace más intensa, el enfermo sufre-atrozmente y es posible que sólo salve de un envenenamiento a la sangre mediante una dolorosa operación. Cuando los gonococos han traspasado los tejidos y llegado a la sangre, atacan también otros órganos, como el corazón, los riñones, el cerebro, las articulaciones y los ojos. i n los gonococos han penetrado bien en la sangre, crecen y ultipl' c a n en las paredes del corazón y al suceder esto, el í n c j 0 muere indefectiblemente de gonorrea al corazón. 11 J3}1 a i gentencia hay para el enfermo que llegue a tener afee&-"los i _ _ ríñones rtfiAc de r\c>tales folocmicrobios, mu»rr\l*\iAco el p1 íMi'jrfr»ventrículo \rPn l"ririil/i cuarto tados , i cerebro. l'na vez t l u e " o s gonococos llegan a las articulaciones, el en• n l o queda tullido y sólo una continua asistencia médica dría s a l v a r l e después de algunos meses de tratamiento. a enfermedad que suele contraerse a los ojos, cuando se ifre de gonorrea, es más conocida. Generalmente los que ties i g n purgación sufren irritaciones a los ojos. El pus expelido ' or el pene es tan infeccioso, que una partícula que de alguna juanera llegara a los ojos bastaría para producir la ceguera. S u c e d e a veces que el enfermo cree que ya está sano, pero t o d a v í a nota, de vez en cuando, sobre todo en las mañanas, alguna humedad que sale del conducto uretral; entonces no está sano,, y bien puede ser que esté lejos de estarlo. Si en semejantes condiciones quisiese contraer matrimonio sería una torpeza, pues al realizarlo podría causar la esterilidad absoluta a su esposa o ser padre de hijos ciegos. Es muy conocida la frecuencia con que la gonorrea se hace crónica. III.—CHANCRO Es seguro que el hombre que contraiga relaciones sexuales-' con una mujer afectada de chancro se contagie también. Las primeras señales de este envenenamiento se notan en una úlcera que mana de una irritación o llaga de los órganos genitales. Después, no poco a poco, sino rápidamente, sobre todo si no se combate el mal con la prontitud que exige, puede convertirse esa irritación en una corrupción que abarque todo el centro genital y lo destruya. Los microbios pueden extenderse a través del conducto linfático y afectar las glándulas de la ingle, la que se hincha produciendo bubones llenos de pus que causan dolores muy .agudos y que obligan a una urgentísima operación. En esta enfermedad los microbios se concretan a - s ólo la región reproductora. Puede «uceder que después ; lta , c '" 0 peración, cuando ya se ha hecho muy grave el chancro, de I a f ^ n s j g a un buen resultado, debido a que el pus que se ha 110 S£ ido en la ingle es absorbido por la sangre, a la cual enve'° rI11 ' F i n a l m e n t e , la acumulación de pus, o absceso, puede 11cne 1 ' 'a r o m p e r los vasos sanguíneos, y entonces rápidamente el Enfermo se va en sangre y muere. IV. SÍFILIS Cuando un hombre ha tenido contacto sexual con una mu• - sifilítica, suele aparecerle en el pene una pequeña llaga; después se le levantan en la ingle bubones que aunque no producen dolores ni revientan a menudo como en el caso de chanco exigen pronto cuidado. Transcurridos algunos meses, suele aparecer en la piel un sarpullido que demuestra, que el contagio verdaderamente ha entrado en el cuerpo. Como puede .lContecer que los microbios que p roducen la sífilis se extiendan •t través de todo el organismo humano, es necesario que el enfermo se entregue, cuanto antes, en manos de un profesional correspondiente, y una vez en tratamiento, éste debe durar rres, cuatro años o los necesarios, hasta q u e el médico le dé de alta, como completamente curado de la sífilis. Esta enfermedad llena de compromisos para con sus semejantes al sujeto afectado. El que la sufre debe distanciarse cuanto más pueda de quienes le rodean, no tanto por disimular cuanto por no contagiarlos. Así el sifilítico debe abstenerse de prestar sus ropas y todos los objetos de su uso, porque indirectamente puede contagiar al que beba en un mismo vaso que él, o al que use de un cigarrillo que él ha empezado, o de su pañuelo o toalla, o al que tuviere cerca y frente a frente al estornudar. Cuando el sifilítico demora en acudir a un cirujano o acepta los perjudiciales consejos de algún charlatán, no tardan en aparecerle primero asquerosas llagas en el cuerpo y en el rostro; en seguida los huesos se le reblandecen, el cabello poco a poco se le va cayendo y el cerebro se le llena de tumores que son EL QUE CARA ESTORNUDA DE A SU OTRO LO EN LA ACERCA SEPULTURA a ¿ e que se vuelva un estúpido; así, tristemente, después de haber s u f r i d o lentos y angustiosos achaques, llega a un dolorísimo fin. . ^ I N T E R E S A N T E S PRINCIPIOS CIENTÍFICOS ' FERMEDADES VENÉREAS SOBRE LAS EN- V 1 La ignorancia es la causa principal de la ruina física y moral producida por la prostitución. 2 Más del 90% de las prostitutas públicas y clandestinas e s t á n infectadas de alguna enfermedad venérea. 3. El 80% de las enfermedades venéreas se adquiere en estado de ebriedad. 4. De todas las enfermedades conocidas, la sífilis y la gonorrea son las que más perjuicios originan al individuo, a su hogar, a su descendencia y a su raza. 5. La gonorrea es causa del 80% de las mujeres que mueren de enfermedades a los órganos reproductivos. 6. La gonorrea es causa del 50% de la esterilidad absoluta. 7. La gonorrea es una de las consecuencias de la esterilidad después del primer embarazo. 8. La gonorrea es causa del 80% de los niños que nacen ciegos y del 25% de todas las cegueras. 9. La sífilis es una de las causas más frecuentes de los abortos y muerte de los fetos en el vientre materno. 10. A un 80% alcanza la mortalidad de los niños sifilíticos. 11. La sífilis es una de las causas de la deficiencia mental en la niñez. 12. La sífilis es la causa principal en los casos de parálisis y de reblandecimiento cerebral (apoplegía) en la edad adulta. 13. La sífilis es causa del 18% de los locos internados en los manicomios. 14. La sífilis es causa de enfermedades al corazón, venas, arterias y otros órganos vitales. 15. La sífilis mal t r a t a d a disminuye la vida en un tercio de FU duración media. 16. La gonorrea y la sífilis atacan a todas las edades y a todas las clases sociales del mundo entero. 17. Las enfermedades venéreas son las más evitables de todas las enfermedades. 18. La única medida que absolutamente libra de las enfermedades venéreas, es la continencia. TERCERA PARTE Continencia I . — L A CONTINENCIA ES POSIBLE, NECESARIA Y CONVENIENTE He aquí una gran virtud que consiste en refrenar las pasioy afectos del ánimo y en vivir con sobriedad y templanza. Es recomendada como la medida indiscutiblemente más eficaz para huir de las enfermedades venéreas. Es una virtud necesarísima, tanto por los daños que acarrea el no practicarla, cuanto porque en ella estriban los mayores bienes de felicidad que puede alcanzar el hombre sobre la tierra, cuales son el de vivir con una mente sana e inteligencia despejada capaz de comprender los más altos deberes, cuya práctica dé la paz a la conciencia, y el de vivir por largos años con una excelente salud que infunda vigor al cuerpo, para que unido a las robustas dotes del espíritu constituya el verdadero hombre dispuesto a luchar seguro del triunfo en las actividades que le incumban durante la vida. Aquí se trata de abstenerse antes del matrimonio de los goces que proporcionan las relaciones sexuales, las que únicamente son lícitas para los casados, pero sólo con la propia esposa. Es un grave error creer que para el desarrollo o la salud del cuerpo son indispensables tales relaciones; y más grave error nes aun es creer que el privarse de ellas, o sea, guardar la continen. cia, es antihigiénico e imposible de practicar. Vale, por todo lo que se viene tratando, ceder 1& palabra j eminentes autoridades sobre la materia. Dicen: «Es absolutamente falsa y sin ningún fundamento cientí. fico la opinión de qu- los jóvenes que no puedan casarse pron. to, deban, por motivos de salud, buscar fuera del matrimonio lo que sólo dentro de él es lícito» (Del Dr. Beagle, Profesor del Colegio Real de Londres). «La abstinencia o continencia sexual no es en manera alguna impracticable para un joven' de constitución normal asiduo al trabajo intelectual y físico, si se abstiene excita^ ciones artificiales, principalmente de toda substancia narcotica, y en especial del alcohol, pues esas substancias paralizan la exflexión y la voluntad. La continencia guardada hasta el matrimonio, es saludabilísima para el joven, no sólo desde el punto de vista moral y estético, sino también higiénico». (Del Dr. Forel, Profesor de la Universidad de Zurich, Suiza). «Es necesario, por sobre todas las cosas, enseñar a los jóvenes que la continencia y la castidad no sólo no son perjudiciales, sino que deben ser especialmente recomendadas desde el punto de vista medicinal e higiénico». (Declaración firmada por 150 eminencias médicas en el Congreso de Bruselas, celebrado en Septiembre de 1902). «Ninguno de nosotros conoce una enfermedad o un síntoma de debilidad que podamos atribuir al hecho de llevar una vida moral y continente». (Afirmación de todos los Médicos de la Facultad de Medicina de Cristianía, Noruega). «Según la experiencia médica, la continencia sexual no ha causado nunca enfermedades ni ha perjudicado la salud de ningún individuo normal». (Declaración de 56 Médicos norteamericanos, Profesores de diversas Universidades). «La experiencia de muchos siglos demuestra que la abstención o limitación de las relaciones sexuales no sé opone al desarrollo corporal ni intelectual de la juventud». (Advertencia a los Estudiantes, firmada por los Profesores de Higiene de 20 Universidades alemanas). «Los solteros no necesitan de la vida sexual; la continenc'a eleva los sentimientos morales y aleja en absoluto a l hombre de peligros psíquicos, corporales y económicos», me! Dr. Moore, Profesor de la Universidad de Chile). «Las enseñanzas de la historia son muy obscuras, pero hay u n punto en que todas están claras y acordes, y es precisamente e n demostrar que la salud y la vida de los pueblos dependen de un comercio severamente ajustado a la ley moral y encaminada exclusivamente a la conservación de la raza, y que la decadencia y la ruina son inevitables en cuanto comienza a no buscarse en el comercio sexual sino el placer». (Del doctor Max Gruber). Y así, millones de testimonios más de sapientísimos doctores, que al ser publicadcs, formarían una enorme biblioteca, cuyo número de volúmenes sería abrumador. Se trataría de la publicación de lo que sostiene cada uno de los doctores y todos ellos, pues, no es de suponer que alguno se expusiese a negar que la continencia es posible, conveniente y aun necesaria, en cuyo caso merecería se le advirtiese que «el médico que acondeja la vida sexual ilegítima comete un infame delito; podría aconsejar también el robo y el asesinato». (Del Dr. Ziemann, de Londres). De lo que antecede se desprende, por consiguiente, que el gran principio moral, social, científico y experimental que salva con mayor eficacia de los peligros de las enfermedades venéreas es la virtud de la continencia, cuya práctica es posible sin ser dañina, antes bien es garantía de salud y felicidad, por tanto conveniente, y además es necesaria por los espantosos perjuicios que la satisfacción ilícita del apetito sexual, origina al individuo, a la familia, a la raza y al mundo entero. v ¡goriza, II.—LA INCONTINENCIA SE OPONE AL ESPÍRITU MILITAR El espíritu militar no se concibe, y así el de toda institución bien organizada, sin la conciencia y el sentimiento del deber. El espí i tu militar es amor sin límites a la Patria, es disciplina y es sacrificio. El soldado debe custodiar con amor y abnegación los inte- LAS ENFERMEOADES SET PROPAGAN USANDO CUCHILLOS. TENEDOfífS. CIGARROS o vasos, ere. èrre, p r e s t a d o s p o r o t r o s c o m p a ñ e r o s «nfcrmos. C O M O P A R T E DE NUESTRA P R E P A R A C I O N N A V A L Y MILITAR TODOS LOS ALISTADOS DEBEN MANTENERSE FÍSICAMENTE APTOS. . sagrados de la Patria; debe cumplir al pie de la letra y m e n o r dilación las órdenes y deberes que por su estado ¿l11 atañen, y debe, para desempeñar satisfactoriamente su ' 6 .-cica carrera, no omitir sacrificio alguno, ni aun el de ofrenf r su vida, cuando fuere necesario, en pró de los más caros y blimes ideales de la Patria. triple aspecto del noble espíritu militar va íntimamente nida I a virtud de la continencia. " por eso, no es verdadero soldado el que acude a divertirse | a S casas de prostitución, ni el que contrae relaciones sexuales ilícitas; no es verdadero soldado el que no vive con verdadera pureza. ¿Cuál es el verdadero soldado? El que amando entrañablemente a su Patria cumple fielmente con sus obligaciones y ejercita las dotes de abnegación v de sacrificio. ' Si el soldado entiende lo que es amor a la Patria y cree amarla debe por amor a ella ser casto; si piensa cumplir fielmente c0'n sus obligaciones, debe ser casto; si desea ejercitarse en la abnegación y sacrificio, nada más favorable que hacerlo por medio de la represión del bajo apetito sexual prohibido. Si no procede así, no es verdaderamente soldado. El trato sexual deshonesto, frente a frente se opone al espíritu m i l i t a r . Claro está, porque, a manera del alcoholismo, tuerce al hombre, le entorpece en el cumplimiento de sus deberes, pues le hace aborrecer el trabajo y amar la pereza, le debilita las energías intelectuales, morales y físicas, le arrastra a menudo a otra clase de vicios y, en resumen, le degrada y embrutece. El hombre de armas que diariamente suele ocupar diez c más horas en adiestrarse en su carrera, necesita inteligencia para entender y aprender las lecciones cuotidianas; necesita un cuerpo vigoroso con músculos ágiles que venzan las dificultades de los ejercicios. N a d a de ello conseguirá si no practica una vida arreglada, si no deja los vicios del alcohol y de los placeres carnales; necesita de la continencia para adquirir aquellas cualidades. «La continencia contribuye a robustecer el organismo y es condición evidente de longevidad». (Del Dr. Surbled). Puede decirse, con el doctor Fernet, que el semen constituye al hombre de cualidades sobresalientes, y en efecto: «La reabsorción del semen se hace sin peligro alguno para el individuo comunicando a sus miembros vigor, lucidez a su inteligencia, firmeza a su voluntad y agilidad a todo su cuerpo». (Es el sentir de numerosos eminentes doctores). «Cuando el joven estimula artificialmente la segregación de ese fluido con pensamientos impuros, con la lectura de libros obscenos, ccn la contemplación de cuadros lascivos, asistiendo a representaciones inmorales, con viciosas compañías, con mujeres provocadoras, esa segregación es anormal y superior a las fuerzas de la naturaleza y contribuye a gastarla y a destruirla». (De Silvano Stall). «La naturaleza se venga arruinando el cuerpo y el alma de cuantos abusan de sus fuerzas». (Del Dr. Foerster, Profesor de Pedagogía de la Universidad de Zurich). Si el soldado no aprovecha de las ventajas que le ofrece la continencia para estar más en armonía con el espíritu militar y se entrega a los excesos impuros df la incontinencia, es evidente que se hace un gran mal a sí mismo, a la vez que de diversas maneras perjudica a la Institución a que pertenece y a la P a t r i a que tiene derecho, como aquella, a esperar de él frutos dignos de una inteligente comprensión de los más sagrados deberes, de una voluntad firme y valerosa y de una robusta virilidad. Los desastres producidos por la incontinencia en hombres que eran formidables o de espíritu guerrero, están bien manifiestos en la historia. Así Dalila, deseando perder a Sansón, no tuvo más que entregársele. Baltazar, rey de Babilonia, murió en medio de las mujeres voluptuosas que formaban su serrallo. Persia, cuyos reyes se rodeaban de concubinas, detuvo su brillante carrera cuando más esperaba extender sus dominios, bajo Darío, que fué derrotado por las formidables huestes de Alejandro el Grande. Parmenión, uno de los generales del — - ffran macedonio, encontró en el campamento enemigo 329 muJgj-es del rey vencido, fuera de las que antes habían logrado ^ G r e c i a y Roma, n a c i o n e s p o d e r o s í s i m a s e n o t r o decayeron p o r h a b e r s e s u m i d o en la i n c o n t i n e n c i a . tiempo, A Aníbal, célebre general cartaginés, debilitadas las fuerzas físicas de sus soldados por los excesos cometidos en Capua, a las puertas de Roma, no lo fué dado apoderarse de esta ciu dad, objeto de sus penosas campañas, y fué vencido. Siempre la incontinencia ha estado principalmente reñida c o n el espíritu militar y con las buenas cualidades que debe poseer todo el que se dedique a la carrera de las armas. «En la antigüedad, todos aquellos de quienes se esperaba alguna cosa extraordinaria, estaban obligados a la continencia. Los antiguos germanos, cuyas fuerzas y desarrollo físico excitaron el asombro de los romanos, no se casaban hasta cumplidos 25 años, guardando hasta entonces la más rígida continencia. César y Tácito cuentan q u e era un oprobio, entre estos castos pueblos, el haber conocido mujeres antes de la edad en que se les permitía el matrimonio». (Del Dr. Seraine). Se deduce, por consiguiente, de todo lo que antecede, que la incontinencia se opone al espíritu militar. III. MEDIOS PARA ALCANZAR LA CONTINENCIA Principalmente, queriendo de veras alcanzarla, porque en este caso, sobre todo si se trata de enérgicas voluntades de valerosos guerreros, querer es poder. No hay duda que a quien pretenda conseguir un fin, hacia él dirige los medios convenientes. Pues bien, el que decididamente desee vivir en continencia, debe emplear todo? los medios necesarios para conseguir ese fin; de otra manera, se traicionaría a sí mismo. ¿Cuáles son esos medios? Resaltan a primera vista, pues al punto se presentan ante quien desee practicar dicha virtud. Ante todo, hay que rechazar los pensamientos, p a l a b r ^ conversaciones y lecturas sobre cosas obscenas; hay que de las ocasiones peligrosas, como son los sitios de tráficos y e§ pectáculos escandalosos, de las malas compañías, de la oci0' sidad y hay que evitar los vicios de la glotonería y alcohol lismo. De todos estos factores, unos llevan y otros arrastran hacia la concupiscencia. Si se condesciende con ellos, con algunos es muy difícil y con otros es imposible encadenar el b a j o movimiento sexual. Se necesita para vencer en las luchas contra el vicio, cerrar los ojos y los oídos a todo lo que directa o indirectamente lleve a él. Debe permanecer en el individuo clara y serena la inte, ligencia y constituirse la voluntad dominadora sobre sí misma sobre las circunstancias y sobre los demás, para que así, corrí' pletamente libre, pueda imperar sobre los factores que se oponen a la continencia. De esta manera, sin ver ni oir cosas impuras, sin tener nublada la mente ni abatida la voluntad por un medio circundante en que a menudo se recuerda el placer venéreo, el individuo es una fortaleza invulnerable a los hábitos viciosos. En la lucha diaria, se dominará una y otra vez y cada triunfo templará su espíritu en la continencia, porque «el alma varonil es siempre señora del cuerpo que anima». (Bossuet). A nadie conviene mejor refrenar las rebeldías sexuales que al soldado, porque sin ello no es tal. A él corresponde, por consiguiente, alejarse con ahinco de las ocasiones que puedan inducirlo a caer en faltas indignas de su rango. Decir soldado, es como decir amor sublime a la Patria, sacrificio, continencia, valor, voluntad firme y obediente y noble altivez. El soldado que se entrega a relaciones sexuales ilícitas, no ama de veras a su Patria, no cumple con su deber, desprestigia su hidalga carrera, mancha su dignidad y se arrastra. El soldado debe nutrir su mente de ideas puras, dignas y útiles, cualidades que deben poseer sus conversaciones y lecturas; debe aprovechar el tiempo ordenadamente, y en los días de licencia debe visitar sus parientes, concurrir, sin compañeros corrompidos, a círculos provechosos o entretenerse en juegos aludables, lejos de la cantina, y muy lejos de los lupanares. \ s { le será fácil practicar la continencia. ' Tal v e z parecerán rigurosos y absurdos tales principios a fiijien no guarda tal virtud, o buenos sólo para teoría e imposibles de ser llevados a la práctica. No es así, porque ellos, como , a ge ha probado, están en íntima armonía con la ciencia médica, I a experiencia y la higiene. Cuesta sí, mucho cuesta vencer las bajas inclinaciones; oe ro esto no significa que ello sea imposible. Como por la repetición de actos las cosas se hacen más fácilmente, en este paso, así como el individuo que no se vence es dominado cada v e z más por los malos hábitos, el que se vence se hace día a día ¡ñas fuerte. «La castidad es difícil para el adulto bien constituido; pero deja de serlo a medida que la observa».—(Del Dr. Hyrtel, de Viena). CUARTA PARTE Profilaxia I. OBJETO DE LA PROFILAXIA Decir profilaxia, es como decir preservación, precaución o prevención. Como se ve, se t r a t a de precaverse de algo, y en este caso, contra un gran peligro, cual es el de las Enfermedades Venéreas. . Es preciso estar preparado contra estos gravísimos males que constituyen el azote más funesto para la humanidad. ¿Y en qué debe consistir esa preparación? En no transigir ni una sola vez con el vicio que origina tan repugnantes enfermedades, o sea, con la incontinenciaLa profilaxia, se dedica, y este es su fin principal, a estor bar la aparición del contagio venéreo, y si esto no consigue, trata no sólo de que no se extienda, sino de que desaparezca. I I . — N E C E S I D A D D E LA PROFILAXIA Desde una época lejana, cuando recién empezaron a ser notadas las infecciones venéreas, fueron tomando éstas rápidamente mucho desarrollo, sobre todo la sífilis, hasta los tiempos modernos. Pero a medida que el tiempo ha seguido avanzan^ al par que la civilización, el mal venéreo, que antes había sus más fuertes latigazos a la humanidad, no ha sido relativ a ; mente tan temible, gracias a los progresos de la ciencia dica que ha encontrado en la profilaxia la potencia preventiva y exterminadora que ahogue en su misma cuna el contagio. Las enfermedades de trascendencia social son produci(Jas por microbios que es fácil exterminar mientras viven en la sy, perficie del cuerpo, pero una vez que se han localizado en ór. ganos internos es muy difícil destruirlos y, como ya se ha visto pueden hacer tanto perjuicio que hasta causen la muerte. aquí la necesidad de emplear, y cuanto antes posible, remedios no sólo para que no se propague, sino también para que desaparezca el mal empezado, fin qúe cumplen satisfactoriamente en un 9 0 % de los casos de enfermedades sociales, las medidas profilácticas. No hay que creer, por tanto, que la profilaxia es un preventivo absolutamente seguro contra las enfermedades venéreas, ni hay que pensar, que por tener medios para librarse del contagio, sean lícitas las relaciones sexuales antes del matrimonio. La necesidad de la profilaxia, aumenta si se toman en cuenta los intereses de la Patria. Es innegable que de la buena salud de los ciudadanos en general y de los individuos de tropa en particular, depende la eficiencia del Ejército. Cabe, por consiguiente, sobre todo al soldado, usar de medidas profilácticas, cuando, vencido por el deleite sexual, se expone al contagio; y en general a todo ciudadano, porque los males de uno solo pueden extenderse a muchos, y a por el roce diario de la vida, ya por las relaciones ilícitas o por el matrimonio, y así los perjuicios pueden propagarse de un individuo a la comunidad o a la familia. Esto contribuiría a debilitar el vigor de la raza y redundaría en desmedro de la eficiencia del Ejército que requiere individuos sanos, robustos, de alma varonil y mente sana, que comprendan y cunplan sus sagrados deberes para la mejor salvaguardia de la Patria. III.—MEDIDAS PROFILÁCTICAS RECOMENDABLES picho ya en artículos anterioíes que hay que evitar para caer en excesos impuros y que la profilaxia no es un prev e n t i v o infalible contra los males venéreos, como únicamente ¡o es la continencia, conviene hablar sobre todo de las media s sanitarias que urge adoptar cuando el individuo se ha eX puesto al contagio. E n t o n c e s es necesario lavarse los órganos genitales con agua, ojalá tibia, y jabón. También, para mayor seguridad de quedar libre del contagio, es muy bueno emplear los comunes y tan c o n o c i d o s desinfectantes de permanganato, ácido bórico y yodo, cuyas maneras de usarlos no son menos conocidas. La purificación debe hacerse con una prontitud y proligidad tanto mayor cuanto más probabilidades haya de contagio. Así. si el acto sexual o coito se ha efectuado repetidamente y en momentos de embriaguez con prostitutas desaseadas, sin usar condón (aparato de goma transparente que se vende en las Boticas para cubrir el pene y no infectarse), la desinfección urge hacerla inmediatamente después de haber abusado de los órganos genitales y con gran cuidado, porque si ocurren dichas circunstancias, aunque no sean todas, es muy difícil quedar inmune del contagio. Otro procedimiento recomendable para evitar la infección después del acto sexual, es el siguiente: 1) Urinación para arrastrar, en lo posible, los microbios fuera del conducto uretral; 2) Aseo de los órganos genitales con agua jabonosa, ojalá entre tibia y caliente, usando algodón para quitar los microbios que haya sobre el pene; 3) Desinfección interna del pene con una solución de oxicianuro de mercurio o sublimado corrosivo al 1 por 2,000, o sea, un gramo por cada 2 litros de agua; 4) Secarse prolijamente con un pañito que no se volverá a usar; 5) Aplicación de la pomada de calomelano, frotando el órgano viril, principalmente la parte del frenillo y los pliegues n0 de la piel o prepucio. También se debe aplicar la pomada en región velluda o pubiana, si tiene granos o erupciones; 6) Instilación en la uretra de unas cuantas gotas de una so. lución antigonocóccica, de preferencia una sal orgánica de plat a Si la infección venérea se ha declarado ya, como puede ceder que se convierta en una seria enfermedad, no otra n ^ dida hay que tomar primeramente que la de acudir pronto cirujano, quien aplicará al paciente el tratamiento necesario hasta que la enfermedad totalmente haya desaparecido. Conclusión He aquí que ya están diseñadas, breves y sencillas, las pá. ginas de este modesto trabajo, cuyo único móvil ha sido el bien del individuo, de la sociedad y de la Patria. Ojalá que los jóvenes a los cuales han sido dedicadas, una vez que las hayan leído y meditado, comprendan sus más íntimos deberes y los practiquen, ya sabedores de en qué consiste la verdadera hombría. Con esto, se vería complacido el autor cuyo mejor anhela es que dentro de las Instituciones Armadas, al mismo tiempo que se reciban las enseñanzas patrióticas y cívicas, se cultiven las virtudes qu atañen a la dignidad y conservación física del hombre, al bienestar de la familia y a la vigorización de la Raza.