IMAGEN CONFORME A SU SEMEJANZA

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Meditación Semanal 034
Min. Oscar Mata
IMAGEN CONFORME
A SU SEMEJANZA
Min. Oscar Mata
www.MyLordisJesus.com
OscarMata@MyLordisJesus.com
2009 Derechos Reservados
Permitida su impresión o utilización para fines no lucrativos. Cualquier utilización diferente deberá contar con la autorización del autor
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Meditación Semanal 034
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IMAGEN CONFORME A SU SEMEJANZA
“Entonces dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a
nuestra semejanza, y tenga dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo,
el ganado, y en toda la tierra, y sobre todo animal que se desplaza sobre la
tierra."” (Génesis 1:26).
Después de hacer tantas cosas maravillosas, Dios formaría a un ser diferente a
los animales que había creado. Desde el momento en que Dios lo diseñó, lo
nombró “Adán”, pues del hebreo esta palabra se vierte como “ser humano”. En
cuanto al nombre del primer ser humano (Adán), resulta importante comprender
la razón por la cual fue nombrado de esa forma. La Palabra de Dios expresa que
fue formado del polvo de la tierra y precisamente la versión “tierra” que aparece
en Génesis 2:7, en hebreo está escrito “adamah”, por lo que “Adam” hace
referencia a la materia prima utilizada para su formación. Por otro lado,
“adomeh”1 se vierte como “a semejanza”, lo que también expresa que el ser
humano es un “ser semejante”, porque fue hecho conforme a la semejanza de
Dios. Josefo también explicó: “A este hombre lo llamó Adán, que en lengua
hebrea significa rojo, porque fue hecho de tierra roja macerada.”2
Imagen es algo parecido o de igual o parecida manera. También es sinónimo
de aspecto, pero esto no implica que debamos entender que el hombre sería
hecho con cierto parecido en su aspecto al de Dios, pues es insostenible suponer
en Él forma, imagen y semejanza física. No podemos decir que ver a Dios es
como ver a un hombre, porque el gran Omnipotente no podría compararse con
nada de lo creado. Lo que expresa la Palabra de Dios es que el hombre sería
hecho a su imagen, conforme a su semejanza.
Al respecto, en el caso de la palabra semejanza, del hebreo “damut”, las
Escrituras revelan que no se trata de un simple parecido, sino de la posesión de
características similares a las de Dios. Por ejemplo, Dios le dio al hombre
inteligencia para comprender y razonar las cosas, le dio una voluntad propia,
pudiendo decidir por sí solo lo que quisiera hacer de su vida (libre albedrío) y le
dio sensibilidad para que tuviera la capacidad de sentir afectos y emociones. Las
Escrituras dicen “...que Dios hizo al hombre recto, pero los hombres se han
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Como aparece en Isaías 14:14
Flavio Josefo, Antigüedades de los Judíos, Tomo I, p. 10
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buscado muchas otras razones” (Eclesiastés 7:29). Estas características son
propias de Dios y en ellas y otras más, descansa la imagen de Dios conforme a su
semejanza.
Cuando Dios dice hagamos al ser humano a nuestra imagen conforme a
nuestra semejanza, nos remite a cualidades no físicas, sino trascendentes. Imagen
está escrito en el original como “tsalmenu”, que deriva de “tselem”. Por tselem
también puede entenderse como la capacidad intelectual y moral del ser humano;
tal como Dios entiende y distingue, el humano lo puede hacer (cada cual a su
determinado nivel y capacidad). Incluso sin buscar muy lejos, tenemos en
nuestro idioma castellano la expresión “imagen mental” o “imagen interior”, que
no remite a nada material, sino a una representación psíquica.
Semejanza como vimos antes, se refiere a estados interiores de similitud con
Dios y no a semejanzas físicas. En el caso del ser humano comparado con Dios,
la capacidad interior descrita es la de construir en nuestras vidas de modo de
asemejarnos a Dios como creador. A diferencia de todas las otras criaturas, el ser
humano es el único que puede crear, innovar dentro de sus límites, pues Dios nos
ha hecho semejantes a Él en este aspecto. En conclusión, la persona se asemeja a
Dios en aspectos trascendentales y no en vanas materialidades pasajeras.
El Omnisciente concedió al humano la dicha y la responsabilidad de ciertos
aspectos de su semejanza. No es para menos, pues Dios lo dotó de cualidades
maravillosas.
Querido lector, todos los seres humanos debemos aprovechar esas cualidades
dadas por Dios para hacer el bien y vivir con dignidad.
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