Sobre errores contractuales, intereses, causas torpes y otras

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SOBRE ERRORES CONTRACTUALES, INTERESES, CAUSAS TORPES Y
OTRAS CONTINGENCIAS EN PLEITOS RECIENTES SOBRE
PARTICIPACIONES PREFERENTES
Ángel Carrasco Perera
Catedrático de Derecho Civil
Centro de Estudios de Consumo
Universidad de Castilla-La Mancha
Alicia Agüero Ortiz
Centro de Estudios de Consumo
Universidad de Castilla-La Mancha
Fecha de publicación: 1 Octubre 2014
A lo largo del presente artículo daremos cuenta de las estrategias presentes en algunas
de las demandas de nulidad de participaciones preferentes (en adelante, «ppf») seguidas
por ciertos inversores para obtener el mejor resultado posible de la inversión frustrada.
1. SAP de León (Sección 2ª) núm. 155/2014 de 4 julio (JUR\2014\212335)
El caso de autos fue instado por la demanda interpuesta por la madre del Presidente
del Consejo de Administración de la entidad emisora, quien impugna la validez de
la adquisición de ppf por su difunto esposo.
1.1. Procedimiento de suscripción seguido en las contrataciones litigiosas
El esposo de la demandante y padre del Presidente del Consejo de
Administración de la entidad emisora realizó dos suscripciones de ppf,
siguiéndose en todas ellas un procedimiento ajeno al ordinario de
comercialización de ppf previsto para clientes corrientes, como consecuencia
del trato de favor recibido por la posición de su hijo en la entidad.
-
Primera suscripción (5 de noviembre de 2004; 375.000 €): El Consejo de
Administración de la entidad (cuyo presidente era el hijo de la demandante y
del adquirente) autorizó el 15 de julio de 2004 la emisión de ppf por un
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importe máximo de 150.000.000 €. Tras la aprobación, el hijo de la
demandante remitió un correo al Director de Planificación Comercial,
responsable de la comercialización del mercado minorista, en el que
solicitaba la reserva de ppf por cuantía de unos 360.000 € para su padre.
Posteriormente, solicitó que la cantidad reservada fuera mayor ya que
también adquirirían ppf el propio Presidente y su hija (en concreto se
reservaron 800 títulos). La operación se cristalizó sacando del monto total de
las preferentes a emitir la cuantía indicada, es decir, antes de que salieran a
mercado, operación que en ningún caso podría hacerse a ningún otro cliente,
y que tuvo lugar por ostentar la posición de Presidente del Consejo. La razón
de esta premura en la reserva fue que se trataba de una inversión más que
atractiva y que se preveía que iban a estar muy demandas, por lo que existía
posibilidad de la oficina no tuviera una cantidad tan grande de títulos como
la que se quería suscribir, de hecho los testigos afirman que cada oficina
tenía asignados cupos que a primera hora de la mañana ya estaban agotados.
-
Segunda suscripción (22 de diciembre de 2006; 245.000 €): esta adquisición
proviene de la venta de parte de los títulos adquiridos por el Presidente y su
hija. El Presidente ordenó que dichos títulos fueran vendidos a su padre,
esquivando la salida a venta al mercado secundario donde sería adjudicados
al mejor postor. Así pues, se adjudicaron los títulos a su padre sin pasar por
el mercado secundario, y se entregó a éste el tríptico informativo, que
asegura el testigo, sale automáticamente para imprimir al ejecutar una orden.
-
Renuncia a la amortización: La entidad remitió a todos los tenedores de ppf
en 2009 una carta en la que informaba de que podían amortizar sus ppf,
vendiendo a la par por el 100% del importe nominal de la emisión, o
mantener la inversión; los adquirentes optaron por mantener la inversión
probablemente ante su conformidad con los buenos rendimientos del
producto, confirmando así el consentimiento otorgado en las primeras
contrataciones1.
1
Como sucede en el caso de canje voluntario de ppf, por ej. en el canje voluntario de las ppf Caja Madrid
2004 por las ppf Caja Madrid 2009.
2
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1.2. Los pedimentos de la demanda (y del recurso de apelación) y las razones de
su desestimación
-
Nulidad de las órdenes por falta del consentimiento del otro cónyuge con
restitución recíproca de prestaciones
La demandante, adjudicataria de las ppf como consecuencia de la liquidación
de la sociedad de gananciales tras el fallecimiento de su marido, sostiene tal
pretensión alegando que no tuvo intervención alguna ni prestó su
consentimiento a la compra de dichas ppf (art. 1377 CC). Sin embargo, la
AP desestima con acierto tal pretensión recordando la jurisprudencia del TS
a este respecto, según la cual «el consentimiento de uno de los cónyuges,
cuando concurre el expreso del otro, puede revestir forma tácita o presunta,
tanto por su asentimiento como por su aquietamiento y conformidad a la
actividad dispositiva realizada y materializad por el otro (…) [que] puede
haberse producido (…) en épocas posteriores, en las que se desarrollan
conductas de conformidad y consentimiento»2; del mismo modo el TS
confirma que vale «incluso su pasividad o la no oposición de la mujer a la
enajenación conociendo la misma, e incluso el silencio puede ser revelador
del consentimiento»3. En fin, la AP leonesa desestima el motivo al entender
que existen pruebas sobradas determinantes de la certeza del asentimiento
tácito a la compra de ppf demandante, en particular, las siguientes:
a) No consta prueba de que el matrimonio estuviera desunido o roto;
b) El importe destinado a la adquisición de ppf procedía de la cuenta
conjunta de la pareja en modalidad indistinta, cuenta en la que la
demandante tenía domiciliada su pensión, lo que supone un indudable
conocimiento de la cuenta y de sus movimientos;
c) En el periodo comprendido entre los años 2004 y 2012 la entidad
remitió información fiscal sobre las ppf tanto a la demandante como a su
cónyuge de forma individualizada;
d) En las declaraciones del IRPF con tributación individual presentadas a la
AEAT por la demandante desde el 2008, en el apartado “rendimientos
del capital mobiliario a integrar en la base imponible del ahorro” figuran
como “dividendos y demás rendimientos por la participación en fondos
2
STS de 20 de junio de 1991.
SSTS 24 de mayo de 1995, 5 diciembre 1983, 6 diciembre 1986, 6 octubre 1988, 13 diciembre 1995,
entre otras.
3
3
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propios de las entidades” las cantidades de 15.965 € correspondientes al
50 % del rendimiento anual de las ppf (correspondiendo el otro 50 % a
su esposo).
Concluye la AP que queda acreditado el consentimiento y confirmación de
los actos dispositivos impugnados «y no sólo eso, se aprovechó de tales
negocios al percibir los intereses correspondientes como se refleja en las
declaraciones presentadas ante la Agencia Tributaria».
-
Subsidiariamente, nulidad de las órdenes por vicios del consentimiento
prestado con restitución recíproca de prestaciones
Tras una exposición de los requisitos del error para que vicie el
consentimiento (esencial, relevante y excusable), recuerda la STS de 20 de
enero de 2014 en virtud de la cual «lo que vicia el consentimiento por error
es la falta de conocimiento del producto contratado y los concretos riesgos
asociados al mismo (…) pero no el incumplimiento por parte de la entidad
financiera del deber de informar previsto en el art. 79. bis 3 LMV»4. Para
finalmente declarar que no se aprecia error alguno en el consentimiento del
contratante pues:
a) Pese a tener un perfil conservador, disponía de experiencia inversora, por
ejemplo en fondos de inversión tanto garantizados como de gestión
activa, cedulas hipotecarias, etc.;
b) Fue el propio contratante quien, a través de su hijo, propuso la compra de
ppf;
c) Es evidente que recibió el asesoramiento de su hijo (Presidente del
Consejo de Administración de la entidad emisora), «a quien por razón de
ello, y pese a lo manifestado por él mismo en el acto de juicio, es de
suponer un perfecto y cabal conocimiento de la naturaleza y
características de las ppf y riesgos que conllevaban (…) resultando
contrario a la más elemental lógica y normal acontecer de las cosas que
quien ostenta el cargo de Pte. Del Consejo de Administración que
autorizó la emisión de ppf, (…) pudiera invertir en un producto
desconociendo sus características y riesgos inherentes»;
d) Recibió el Tríptico-Resumen del Folleto Informativo;
e) Recibieron información fiscal en relación a los rendimientos de las ppf;
4
Aunque, en realidad, en este litigio no era del todo preciso traer a colación esta sentencia, ya que no se
produce incumplimiento por parte de la entidad, pues no había entrado en vigor la normativa MIFID, no
teniendo más obligación específica que la entrega del folleto informativo (el cual entregó).
4
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f) Tuvieron oportunidad de amortizar las ppf en el 2009, optando por
mantenerlas;
g) Y, en cuanto a la compra del año 2006, «ya tenían ppf desde el 2004 con
alta rentabilidad, con lo que conocían sobradamente el producto».
-
Subsidiariamente, resolución por incumplimiento de la entidad demandada
con obligación de restituir los daños y perjuicios causados
Tampoco considera la AP que la entidad demandada hubiera incumplido la
LMV, ni actuado de mala fe o negligentemente o en contra de los intereses
de su cliente, cuando aceptó las órdenes de compra, pues atendió a su
petición de suscripción, entregó el tríptico, y ofreció la amortización
correspondiente, siendo declinada por los adquirentes.
Finalmente, desestimados todos los pedimentos de la demanda y del recurso de
apelación, la AP condenó en costas a la parte demandante.
1.3. Comentario. Principio «In pari causa turpitudinis cessat repetitio» vs.
Oportunismo
Estamos ante el paradigma del oportunismo en materia de impugnaciones de
contrataciones de ppf y deuda subordinada. Como se dijo5, con bastante
anterioridad al «boom» de las ppf, «El contratante que se equivoca, incluso
sustancialmente, puede haber hecho un mal negocio a causa de circunstancias
concomitantes que nada tienen que ver con el error, ni están afectadas por él. O
puede ocurrir que estas mismas circunstancias (“el mercado”) condenen al
fracaso inmediato a un negocio que en el momento de celebrarse aparecía
próspero. Puede ser, repetimos, que el error fuera incluso esencial y además
excusable. Mas si la lesión económica, que es lo que en definitiva importa al
actor, ha sido producida concomitantemente por circunstancias objetivas o por
falsos cálculos de negocio del deudor (…); en tal caso la invocación del error es
una estrategia oportunista, el actor invoca el error para salirse de un mal
negocio».
Así ocurre indudablemente en este caso. La actora recurre a todas las estrategias
posibles para obtener la nulidad del contrato y así recuperar la inversión perdida
5
CARRASCO PERERA, A.: Derecho de Contratos. Aranzadi, 2010. ISBN 978-84-9903-696-0; pág. 312.
5
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por circunstancias concomitantes como es el rescate de la entidad emisora y con
él, la realización del único riesgo de pérdida del capital invertido que era la
quiebra de la entidad. Recurre al error sin aprensión, en primer lugar asegurando
no haber consentido la adquisición de ppf, aún cuando durante ocho años
aprovechó y declaró sus rendimientos a Hacienda; y, en segundo lugar, alegando
el desconocimiento del producto por ausencia de información suficiente
contando con la asesoría más cualificada imaginable, la de su hijo Presidente del
Consejo de Administración de la entidad que autorizó la emisión y «removió
cielo y tierra» para que pudieran adquirir el mayor número de ppf, en vista a la
gran rentabilidad del producto que, hasta 2012 fue una realidad. El error no se
produce en este caso, pues, sobre el objeto del contrato sino sobre su
comportamiento (beneficio) esperado, beneficio que durante ocho años se
produjo según sus expectativas momento en el que contó con la aquiescencia,
consentimiento y satisfacción del demandante, y que sólo produjo dudas cuando
aquella expectativa se vio frustrada.
Pero nótese además, que en este caso la propia parte demandante alega, para
justificar su error en el consentimiento, irregularidades en el procedimiento de
contratación de las ppf, irregularidades que –realizadas por la entidad- fueron
instadas y así conocidas y queridas por los propios contratantes. Por un lado,
mediante la contratación a instancia de los adquirentes6 fuera de las oficinas y
mediante la reserva del número de títulos querido previa la emisión de las ppf,
gracias al trato de favor recibido por la posición ostentada por el hijo de la
demandante en la entidad emisora. Por otro lado, mediante la adquisición de las
ppf vendidas por su hijo y nieta sin pasar por el mercado secundario, de nuevo
por el trato extraordinario recibido por provenir la orden del Presidente del
Consejo de Administración de la entidad.
Estamos por tanto, ante un caso típico de pleito planteado sobre una base
aparentemente neutral en el punto jurídico pero en el que las dos partes actúan
con oportunismo: in pari causa turpitudinis cessat repetitio.
6
Adviértase que se hizo entrega del Tríptico informativo de la emisión, única documento informativo
exigido previa la entrada en vigor de la normativa MIFID, en virtud de la cual sólo restaría por cumplir la
evaluación de la conveniencia del producto (test de conveniencia) que, insisto, (i) no era preceptiva antes
de la entrada en vigor de MIFID; y (ii) aún después de la entrad en vigor de la normativa MIFID no debe
realizarse si la prestación del servicio es realizado a iniciativa del cliente, como es el caso (art. 79. bis. 8 b
LMV).
6
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2. SAP Pontevedra (Sección 1ª) núm. 126/2014 de 4 abril. (JUR 2014\219636)
2.1. Los hechos y el fallo
En esta ocasión, el JPI declaró la nulidad por vicio del consentimiento de los
contratos de suscripción de ppf y deuda subordinada. Por este motivo, condenó a
la entidad financiera a restituir el capital invertido a los demandantes
incrementados con los intereses legales correspondientes, y ordenó a los
demandantes restituir a la entidad los rendimientos recibidos por dichos
productos financieros, pero sin verse incrementada esta cuantía en los intereses
legales. Frente a dicha sentencia, la entidad interpuso recuso de apelación
alegando, entre otros motivos, la incorrecta aplicación de los arts. 1307 en
relación al 1303 CC, puesto que la sentencia de instancia no restituía
correctamente a ambas partes a la situación patrimonial que tenían antes de la
contratación, al no imponer el abono de los intereses legales generados sobre los
rendimientos a los actores.
Por su parte, la AP de Pontevedra realiza una exposición de la interpretación del
alcance del art. 1303 CC efectuada por el TS, y sostenida por la entidad
demandada, en virtud de la cual «el precepto tiene como finalidad conseguir que
las partes afectadas vuelvan a tener la situación personal y patrimonial anterior
al evento invalidador (SSTS 22 de septiembre 1989, 26 de julio 2000), evitando
el enriquecimiento injusto de una de ellas a costa de la otra (SSTS 22 de
noviembre 1983, 24 febrero 1992, 30 de diciembre de 1996). Por consiguiente
cuando el contrato hubiese sido ejecutado en todo o en parte procede la
reposición de las cosas al estado que tenía al tiempo de la celebración (STS de
29 octubre 1956, 22 septiembre 1989, 28 septiembre 1996, 26 julio 2000)». De
conformidad con todo ello, sostiene la AP que la consecuencia de la nulidad del
contrato habrá de ser la restitución recíproca de las prestaciones, y así, que el
demandante deberá restituir a la entidad los títulos obtenidos tras el canje
forzoso del FROB y los rendimientos percibidos por las sumas entregadas.
Sin embargo, la AP considera que «la cuestión (…) está en determinar si dicha
suma (los rendimientos) debe o no devengar a su vez intereses, (…) o si, por el
contrario, procede realizar una interpretación analógica de las normas sobre
liquidación de estados posesorios (…) que se basa en la existencia de una
situación de buena fe por parte del cliente que adquiere productos bancarios
inducido por el error de la entidad financiera». Esto es, si el actor ha de devolver
los rendimientos con el interés legal, o si procede realizar una aplicación
7
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analógica de las normas sobre liquidación de estados posesorios (arts. 4517 y 452
CC). Así, cita la STS de 30 de abril de 2014 según la cual «aunque el artículo
1303 CC no lo mencione, el principio de buena fe se erige como criterio
determinante de la ordenación establecida (…) la posesión de buena fe
constituye “per se” el título de atribución de los frutos producidos, cuestión que
en el presente caso resulta extrapolable tanto al goce como al disfrute de la
vivienda por los compradores mientras duró su buena fe posesoria». Además,
argumenta la AP que en la tesis apelada «se daría la paradoja de que banco sí
habría obtenido una rentabilidad, no cuantificada, que no tendría que compensar
ya que con el dinero que se le entregó en depósito negoció en el mercado y
obtuvo rentabilidad, y por el contrario el cliente vería que por ese dinero no se le
daría retribución alguna y, además, no se compensaría por su pérdida de valor,
que se le entregaría el valor neto de la aportación inicial menos los intereses
(rendimientos) recibidos, y ese valor habría perdido valor por los sucesivos
incrementos del IPC durante los años de duración del depósito».
Finalmente, la AP niega que los rendimientos de las ppf y obligaciones
subordinadas deban restituirse con sus frutos civiles por las siguientes razones:
a) Porque la declaración de nulidad proviene de la existencia de un vicio
estructural en el negocio a consecuencia de la situación de error generada en
el cliente, por la actuación de la entidad financiera, entre quienes existe un
desequilibrio de información;
b) Porque el análisis de la conducta de la entidad permite considerarla como una
actuación de mala fe;
c) Porque, nos parece, que consolidaría una situación de enriquecimiento injusto
pues la entidad habrá obtenido rendimiento de las sumas depositadas por el
cliente en normal desarrollo del negocio bancario;
d) Porque la normativa de consumidores constituye base suficiente para
incrementar el estándar de la buena fe contractual;
e) Y porque la Ley 9/2012 afirma que han existido prácticas irregulares de
comercialización de ppf.
7
Párrafo primero: “El poseedor de buena fe hace suyos los frutos percibidos mientras no sea interrumpida
legalmente la posesión”.
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2.2. Comentario. Efectos de la declaración de nulidad: restitución e intereses
legales
Establece el art. 1303 CC que «Declarada la nulidad de una obligación, los
contratantes deben restituirse recíprocamente las cosas que hubiesen sido
materia del contrato, con sus frutos, y el precio con los intereses, salvo lo que se
dispone en los artículos siguientes». La obligación de restitución de las cosas
que hubiese sido materia del contrato (capital invertido, títulos entregados), con
sus frutos (rendimientos –«intereses en sentido impropio»- o cupones recibidos
por los adquirentes e intereses legales del dinero recibido como precio), es una
obligación legal, no contractual, impuesta por el propio CC. Debido a que lo
dado en cumplimiento de un contrato nulo o anulado carece de causa, procede la
restitución de las cosas entregadas por su virtud. Tal es el sentido del art. 1303
CC, cuya finalidad radica en devolver las cosas al estadio previo a la suscripción
del contrato, evitando que cualquiera de las partes se enriquezca injustamente; y
ello sólo puede conseguirse si (i) ambas partes restituyen lo recibido (capital la
entidad, y títulos el adquirente); y (ii) si ambas partes incrementan dichas
cuantías con el rendimiento obtenido, pues para ambas ha experimentado una
pérdida de valor con el paso del tiempo. Ciertamente, como consecuencia de los
efectos ex tunc que produce la declaración de nulidad, los intereses legales
debidos por el capital invertido deben calcularse desde la entrega del dinero8, lo
que supone que la entidad deba intereses legales desde la entrega del capital
invertido, y el adquirente deba el rendimiento de las ppf desde la recepción de
cada cupón.
No hay mayor misterio. De la misma forma que la entidad financiera no paga
“intereses de los intereses” (en la restitución legal no funciona implícitamente un
pacto de anatocismo del art. 317 CCom), el inversor no paga “intereses de los
rendimientos-frutos”. Es cierto que sustancialmente los frutos civiles son dinero,
pero el restituyente no tiene que pagar “dinero sobre dinero”, porque para ello
tendría que haberse producido la hipótesis del art. 1109 CC, que no es el caso.
Todo lo demás del argumentario de la sentencia sobra, porque no hay otras
razones adicionales fundadas en la “mala fe” del banco y en resto de tonterías
que suelen decirse en estos pleitos de preferentes.
8
STS 12 noviembre 1996 (RJ/1996/7919).
9
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Por esta razón, carece de sentido que la página web del Consejo General del
Poder Judicial presente la sentencia bajo el título «Los preferentistas con
contratos declarados nulos no tendrán que devolver los intereses percibidos. Los
efectos de la sentencia de la Audiencia de Pontevedra se proyectan como criterio
a seguir por los juzgados en las demandas sin sentencia y en las que se presenten
en el futuro»9 pues, (i) es vacuo que esta sentencia proyecte criterio ya que sus
conclusiones no son más que las derivadas del art. 1303 CC; y (ii) porque la
sentencia no dice ni puede decir que los preferentistas no deban restituir los –mal
llamados- «intereses» percibidos (cupones/rendimientos), sino que los
preferentistas no deben abonar intereses legales sobre dichos rendimientos –cosa
que nunca debió cuestionarse-. Ello pone de manifiesto la diligencia de nuestras
instituciones pues, o no se leyó la sentencia antes de la publicación de la noticia,
o no se entendió en absoluto, lo que es más preocupante.
3. Alegación de causa torpe como vía para evitar devolver los rendimientos de las
ppf y deuda subordinada
3.1. SAP de León (Sección 1ª) núm. 146/2014 de 25 julio (JUR\2014\220647)
Los demandantes ejercitaron acción de nulidad por vicios del consentimiento
presente en el contrato de suscripción de ppf firmado en junio de 2009.
Asimismo, solicitaron que, declarada la nulidad del contrato, se eximiera a los
demandantes de sus consecuencias (restitución a la entidad demanda de los
cupones –rendimientos- de las ppf recibidos desde la fecha de suscripción, art.
1303 CC) alegando la concurrencia de causa torpe (art. 1306.2 CC). El Juzgado
de Primera Instancia estimó en parte su demanda declarando la nulidad por
vicios del consentimiento del contrato, pero rechazó la concurrencia de causa
torpe, lo que comportaba la obligación de la entidad de devolver el importe
íntegro invertido a los contratantes más los intereses legales devengados; y la
obligación de los demandantes de devolver a la entidad los rendimientos
obtenidos por las ppf (ganancias de la inversión) desde el año 2009 con los
correspondientes intereses legales.
Contra esta resolución los actores presentaron recurso de apelación solicitando la
revocación de la sentencia de instancia, a los efectos de que se acordara la no
devolución por los actores de los rendimientos recibidos alegando la
9
http://www.poderjudicial.es/cgpj/es/Poder-Judicial/Sala-de-Prensa/Notas-de-prensa/-Los-preferentistascon-contratos-declarados-nulos-no-tendran-que-devolver-los-intereses-percibidos-
10
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concurrencia de causa torpe, por haber ocultado la entidad información para
lograr la contratación del producto.
El art. 1303 CC establece las consecuencias ordinarias de la declaración de
nulidad de una obligación, a saber, «los contratantes deben restituirse
recíprocamente las cosas que hubiesen sido materia del contrato, con sus frutos,
y el precio con los intereses» y sigue: «salvo lo que se dispone en los artículos
siguientes». Entre estos artículos se encuentra el art. 1306.2 CC referente a
contratos con causa u objeto ilícito no constitutivo de delito o falta, cuyo
apartado segundo establece «Cuando esté de parte de un solo contratante, no
podrá éste repetir lo que hubiese dado a virtud del contrato, ni pedir el
cumplimiento de lo que se le hubiera ofrecido. El otro, que fuera extraño a la
causa torpe, podrá reclamar lo que hubiera dado, sin obligación de cumplir lo
que hubiera ofrecido». Es decir que, cuando exista causa ilícita del contrato no
constitutiva de delito ni falta el contratante que no conociera la causa torpe vería
restituido lo que aportó, sin obligación de devolver lo que recibió u ofreció a
cambio.
Ahora bien, y como dice la AP de León, para que resulte de aplicación dicho
precepto la causa debe ser ilícita. La causa de un contrato es ilícita cuando se
opone a la ley o a la moral en su conjunto10, descansando a su vez la ilicitud de
la causa en la finalidad negocial inmoral o ilegal. Así pues, la AP de León, niega
la existencia de causa torpe por las siguientes razones: (i) la demanda persiguió
la declaración de nulidad por vicios del consentimiento y no por concurrencia de
causa torpe; y (ii) «porque la causa del contrato no resulta inmoral ni contraria a
las buenas costumbres y por tanto la norma aplicable es el art. 1303 CC. La
causa, en principio y al tiempo de celebrarse el contrato, no parece ilícita pues se
pretendía, por ambas partes, la obtención de un beneficio económico
(“prestación o promesa” de una cosa o servicio por la otra –art. 1274 CC-)
asumiendo los riesgos de las fluctuaciones del mercado, con independencia de la
falta de cumplimiento de los requisitos y obligaciones legales en el ámbito de la
prestación del consentimiento, que resulta determinante para considerar que el
contrato no se celebró válidamente, pero no implica la ilicitud de la causa».
En fin, la AP de León declara que los eventuales incumplimientos relativos a la
entrega de documentación impuesta por MIFID11 puede producir la deficiencia
10
SSTS de 19 de febrero de 2009; de 27 de marzo de 2007; 13 de marzo de 1997; 8-2-1963, 2-10-1972,
22-11-1979, 14-3 y 11- 12-1986; de 22-12-1981 y 24-7-1993).
11
En la Sentencia no se especifica cuál fue la documentación no entregada a los actores.
11
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del consentimiento prestado, y así la nulidad del contrato (art. 1303 CC), pero
que ello no hace menos lícita la causa que es y siempre fue la recepción de un
beneficio económico por ambas partes. De conformidad con ello, reitera la
obligación de los demandantes de devolver a la entidad las ganancias percibidas
como consecuencia de su inversión en ppf, de igual forma que la entidad viene
obligada a devolver el capital por aquéllos invertido con los intereses legales
devengados desde la entrega de la cantidad, volviendo las cosas a su estado
anterior como si la suscripción de ppf no se hubiese producido.
3.2. SAP de Pontevedra
(JUR\2014\221867)
(Sección
3ª)
núm.
235/2014
de
16
julio
En este caso, el Juzgado de Primera Instancia nº 2 de Cambados declaró la
nulidad de los contratos de suscripción de ppf condenando a la entidad a
reintegrar el capital invertido más intereses legales, eximiendo a los
demandantes de abonar cantidad alguna a la demandada por los rendimientos
percibidos durante el tiempo de vigencia de los contratos «conforme a los arts.
1265, 1266, 1303 y 1306 CC», es decir, por concurrir vicio del consentimiento
(arts. 1265 y 1266 CC) y mezclando consecuencias de la nulidad (arts. 1303 y
1306 CC).
La entidad demandada recurrió en apelación, declarando la AP de Pontevedra
que los efectos de la ineficacia contractual es la restitución de las prestaciones
(art. 1303 CC), por lo que revoca parcialmente la sentencia de instancia
ordenando que la cantidad que haya de ser devuelta por la entidad sea reducida
por la cuantía de los rendimientos de las ppf percibidos por los demandantes.
Además, recalca que éste es el criterio unificado concluido por la Junta de
Magistrados de las Audiencias Provinciales de Galicia, celebrada el 4 de
diciembre de 2013 en Santiago de Compostela en materia de ppf y deuda
subordinada. En efecto, en aquella Junta se acordó que «la restitución de
prestaciones como efecto de la ineficacia del contrato que pueda declararse,
supondrá la devolución por parte del adquirente de los intereses percibidos
(frutos), y por parte de la entidad financiera, el capital invertido más el interés
legal del dinero».
12
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3.3. Comentario. La pretensión de que la inversión haya ido bien
Las dos sentencias de sendas Audiencias son correctas. Evidentemente no puede
haber causa ilícita en la contratación de un producto financiero permitido por la
ley, y dotado de los rasgos estructurales impuestos también por ley imperativa.
Las normas de nulidad contenidas en los arts. 1305 y 1306 CC refieren a un tipo
muy cualificado de nulidad absoluta por ilicitud causal, en el primer caso la
causa ilícita constituye un delito o falta, en el segundo no (causa torpe). El art.
1275 CC establece que «es ilícita la causa cuando se opone a las leyes o a la
moral». Por tanto, la causa torpe es aquella causa ilícita (se opone a las leyes o a
la moral) que no constituye infracción penal12. Así por ejemplo, es ilícita la
causa en contratos en daño de tercero no contratante siempre que sea capaz de
producir efectivamente el daño13; contratos en fraude de derechos de
legitimarios14; préstamos a jugadores15; la compra de créditos y votos de
acreedores para obtener una posición de predominio en la junta de calificación
de la quiebra16, etc.
Sin embargo, y como bien declara la AP de León, nada de ilícito (inmoral o
contra legem) tiene la compraventa de productos bancarios, como pueden ser las
ppf, cuya causa no es otra que obtener un beneficio económico. Tampoco cabe
sostener que la licitud de la causa de estos contratos (obtener un beneficio
económico) torna ilícita cuando la contratación se efectúa con eventuales
deficiencias informativas. La falta de información puede afectar a la formación
del consentimiento del adquirente, vicio que conlleva la sanción del nulidad del
contrato con las consecuencias previstas en el art. 1303 CC. Pero ello en ningún
caso convierte a la «causa» del contrato en inmoral o contraria a la ley, pues la
causa no muta, sigue siendo la misma; lo que se altera es el iter de la
contratación que afecta, insistimos, no a la causa, sino al consentimiento.
Si antes decíamos que la alegación de error en el consentimiento cuando éste no
existía ni pudo existir, encubre una estrategia oportunista por la cual el
contratante en un negocio fallido sólo pretende salirse del mismo y evitar sus
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SSTS de 14 de marzo de 1986 y 2 de abril de 2002 (RJ 2002, 2485).
STS 27 enero 1966 (RJ 1966, 136).
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SSTS 20 de marzo 2000 (RJ, 2000, 2020); 1 abril 2000 (RJ, 2000, 2504); 23 octubre 2002 (RJ, 2002,
9481); 20 junio 2007 (RJ, 2007, 5574).
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STS 10 octubre 2008 (RJ 2008\5687).
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STS 20 julio 2006 (RJ 2006, 4734).
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consecuencias negativas, la alegación de causa torpe del art. 1306.2 CC da un
paso más allá. En efecto, quien alega causa torpe (no existiendo, como ocurre en
la contratación de productos bancarios) no pretende sólo salirse del negocio
infructuoso tornando las cosas a la situación anterior a la celebración del
contrato, sino que pretende llevar las cosas a la situación que se hubiera
producido si el negocio nunca hubiera fracasado. En el caso concreto, lo que se
persigue es alcanzar la situación que se habría producido si la entidad no hubiera
quebrado, no hubiera sido intervenida por el FROB, los valores no hubieran
perdido valor y siguiera habiendo contrapartes en el mercado secundario. Esto
es, se quiere recuperar las cantidades invertidas, con intereses legales, y los
rendimientos o cupones cobrados desde la contratación, como si se hubieran
vendido las ppf en el mercado secundario por su valor nominal. En fin, se quiere
decir que no se conocía ni quería el producto contratado en su versión frustrada,
pero sí se conoce y quiere el producto en su versión exitosa.
O, en otras palabras, se les pide a los contribuyentes que paguen de su bolsillo el
dinero invertido por el preferentista, pero se deja en el bolsillo del preferentista
los rendimientos obtenidos con el dinero que los españoles le pagan vía
restitución. Win-win.
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