Tercer articulo sobre tabacos, publicado por G.L. Pease en la sección Las Crónicas del Brezo y la Hoja de su web. Otra interesante oportunidad de disfrutar de una reflexión sobre una mezcla, escrita por el propio maestro mezclador que la creó. Traducción de Luigi y revisión de Erardo. Piccadilly - Ocho meses después 18 de Noviembre de 2003 Fue en Marzo del 2003 cuando la Colección Clásica fue introducida por primera vez. Las cuatro primeras mezclas, Piccadilly, Kensington, Charing Cross y Blackpoint, fueron inspiradas por algunos de los maravillosos tabacos londinenses del pasado. Mis intenciones nunca fueron de recrear una copia exacta de una determinada mezcla, viva o muerta, sino que representan algo como unas pinceladas impresionistas que atestiguan mis experiencias con esos grandes tabacos del ayer. De los cuatro, Piccadilly es el más ligero, y posiblemente el más inusual. Se compone de bonitas hojas de color rojo brillante y profundo de Virginia, de alto contenido de azúcar, y está salpicada con un poco de Perique y animada con suficiente Latakia como para satisfacer mi deseo incesante de esta hoja ahumada. Eso no quiere decir que nunca me canso de añadir más de ella. Algunos quisieran fumarla casi pura, pero eso embotaría los sentidos rápidamente y se resolvería en una experiencia monótona. No es mi caso. Me encanta la Latakia, sin embargo, prefiero utilizarla como una delicada especia y solo a veces la empleo con mano un poco más firme. Piccadilly pertenece a un reino más sutil, en cuanto concierne a la Latakia. Es lo suficientemente ligero para ser disfrutado en los días más calurosos, pero aún lo suficientemente pleno como para apreciarlo acompañando un buen libro en una noche de lluvia. Desde que he creado originariamente esa receta, le he tomado bastante cariño y es el tabaco que probablemente más fumo en estos días. Por supuesto, como voy guardando las camisas de manga corta y voy sacando de mi guardarropa los suéteres y los abrigos, las mezclas más plenas irán tomando su puesto en mi pipa más a menudo, pero este invierno ha sido benigno en California y todavía quedan un montón de días de Piccadilly por disfrutar. Mayormente, lo he estado fumando fresco, casi recién mezclado, y no lo había probado desde una de las primeras latas. Eso cambió hoy, cuando realicé que todavía me quedaban algunas latas de prototipo en un estante, polvorientas y escondidas detrás de otras. Pero... ¿Que demonio? Decir solamente que los componentes de la mezcla habían comenzado a entrar realmente en conjunto sería un poco subestimar ese proceso. Ha sido apenas añejada y sería difícil en este punto decir dónde se detiene el aroma de una variedad y comienza otro. No es perfecta todavía y sus lineas son borrosas e indistintas, haciendo que su imagen sea aún más impresionista en mi cabeza de lo que originariamente estaba buscando en mi nariz. Firmes notas, un olor ferroso de las montañas de Chipre, aromas a hierba de un paseo en un prado aún cubierto de bruma, salpicado de manzanilla y brezo. Es una mezcla rica. En la fumada, los aromas se mezclan. Es sus etapas iniciales, una mezcla es como una fiesta entre extraños. Todo el mundo entra, toma una copa, un poco de comida y comienza a vagar, tratando de averiguar con quien hablar, que decir. El más animado bailará y se reirá, mientras que el más tímido se sentará, esperando que alguien más se presente. Pero, encerrada en ese trocito de latón por unos meses, la mezcla se parece más a un desayuno entre los socios de un Club. Todos los tabacos se empiezan a conocer más íntimamente. Comparten sus secretos, cuentan historias y se convierten en amigos. Si bien cada miembro intenta retener algo de su originario carácter, se torna más y más difícil el seleccionar las voces individuales de cada conversación. Cada uno termina las frases del otro y todas las charlas se llevan a cabo sin esfuerzo, con una fácil y suave gracia. Después de ocho meses, todavía queda algún extraño en la fiesta, pero todo el mundo parece llevarse bien. Ninguno quiere llamar la atención más de la cuenta, contando chistes malos o bailando con una lampara en la cabeza. Se ha convertido en un buen ambiente de fumadas, en una fiesta agradable. Destapar esa lata fue la invitación, y estoy contento de haberla aceptado. Gregory L. Pease