superyo Orientación para padres Altibajos adolescentes Tras las primeras espinillas se configura todo un universo de transición entre la pubertad y la edad adulta. Anticipar los cambios físicos y emocionales propios de la etapa permite afrontarlos con mayor serenidad / Adriana Gibbs foto ideasstock.com Laura solía llegar a casa y sentarse un rato con sus padres a conversar sobre su día. Una tarde –tenía para entonces 11 años– entró y, sin más, se metió en su cuarto y cerró la puerta. Sus padres intuyeron que, con Laura, el momento había llegado. El paso de la infancia a la edad adulta, explica la psicóloga Cecilia Cortés, presenta dos momentos: la pubertad –cuando se da la maduración biológica reproductora– y la propia adolescencia, una etapa que hace referencia al desarrollo de otras esferas: la intelectiva, la social y la afectiva. Uno de los estereotipos más comunes de la “metamorfosis” es el del joven rebelde, a menudo en desacuerdo con sus padres. La adolescencia “suele verse como un período amenazador en la vida de los hijos, y no necesariamente tiene que ser así. Estudios recientes han puesto de manifiesto que a la mayoría de los adolescentes 47+SALUD superyo adolescentes foto ideasstock.com propios puntos de vista que, con frecuencia, no son compartidos por sus padres. En su intento por alcanzar un sentido de identidad diferente al de sus familiares, los adolescentes suelen pasar mucho tiempo en compañía de sus amigos. Si bien la conducta puede llegar a irritar, es una manera importante de lograr un sentido de individualidad. “Los padres suelen sentirse rechazados y, en cierto sentido, lo son. Sin embargo, aunque los enfrentamientos y discusiones sean frecuentes, los adolescentes pueden tener un alto concepto de ellos. Y es que los conflictos no suelen tener que ver con su personalidad, sino más bien con el proceso de independencia que se ha iniciado. Los padres, entonces, tienen que ser flexibles ante ciertas conductas a pesar de que se sientan preocupados”, subraya Cortés. Universo adolescente realmente les gustan sus padres y creen que se llevan bien con ellos. Considero que esta transición puede ser una etapa creativa y maravillosa, tanto para los hijos como para los padres, si se maneja adecuadamente”, explica Cortés, quien hizo su máster en Familia y se desempeña asesorando a padres e hijos. Los cambios –detalla la especialista– suelen comenzar a los 11 años en las mujeres y sobre los 13 en los hombres. La primera menstruación para las chicas o el cambio de voz en los chicos son acontecimientos importantes. Y a medida que crecen comienzan a pensar y sentir de forma diferente, y cambian las relaciones con la familia: los padres se hacen para ellos menos imprescindibles. Los primeros desacuerdos suelen surgir cuando los adolescentes comienzan a desarrollar sus 48+SALUD Cuatro de cada diez adolescentes –precisa la especialista– en algún momento se han sentido tan tristes que han llorado y deseado alejarse de todos; y uno de cada cinco piensa que la vida no vale la pena. En cualquier caso, son sentimientos que pueden derivar en un estado depresivo que no necesariamente es evidente para los demás, pero que con frecuencia afecta el rendimiento escolar: “es difícil concentrarse adecuadamente cuando se está preocupado por uno o por lo que ocurre en casa. Aunque la presión para aprobar los exámenes suele proceder de los padres o profesores, los adolescentes también se presionan a sí mismos”. Los cambios físicos pueden, además, llegar a ser muy preocupantes para los jóvenes. El sobrepeso, por ejemplo, es una causa frecuente de infelicidad. Si son criticados o se ríen de su aspecto pueden disgustarse consigo mismos y llegar a deprimirse de forma significativa. Trastornos como la bulimia o la anorexia ocurrirán con mayor probabilidad si los que se someten a superyo adolescentes una dieta estricta tienen una pobre opinión de sí mismos, se encuentran bajo tensión o han tenido un problema de sobrepeso en la infancia. Las preocupaciones también pueden ponerse de manifiesto en forma de presunción excesiva sobre la capacidad sexual y las experiencias. “Más de la mitad de los adolescentes –afirma Cortés– tendrá su primera experiencia sexual completa antes de los 16 años. Y cuando se comienza tempranamente se tiene un mayor riesgo de embarazos no deseados y de enfermedades de transmisión sexual. Es fundamental, entonces, que los jóvenes reciban información sobre el tema”. Espacio para negociar La adolescencia es tiempo de cambios. Los padres sienten que han perdido cualquier tipo de influencia sobre sus hijos y los hijos se toman a mal cualquier restricción de sus libertades y de la capacidad para decidir. Una de las tareas de los padres es la de construir un entendimiento mutuo en torno a las normas: deben ser claras y aplicarse con justicia y de forma consistente. Además, deben ser razonables y menos restrictivas a medida que el adolescente madura y se hace más responsable. “Los padres necesitan diferenciar qué es importante y qué no lo es, porque no puede haber reglas para todo. Aunque algunas cosas no sean negociables, en otras debería existir un margen para la discusión. Los castigos como no poder salir o quedarse sin paga funcionan mejor si son establecidos con anterioridad a la infracción, pero no se debe amenazar si no se va a imponer la sanción”, recomienda Cortés. “La idea es la de establecer puentes con los hijos. Ellos sólo acudirán a sus padres si saben que no los avasallarán, sermonearán o criticarán. Al igual que sucede con el inicio de la pubertad, con el tiempo se notará una disminución en los altibajos de la adolescencia y se tendrá un hijo más comunicativo, responsable e independiente”. • Claves para actuar 1. Educarse Es recomendable leer libros sobre la adolescencia: los padres que saben lo que les espera pueden enfrentarse mejor a las situaciones de cambio. 2. Hablar lo antes posible Las primeras preguntas de los hijos –sobre su cuerpo, las diferencias entre niños y niñas o de dónde vienen los bebés– deben ser respondidas. Cuanto antes se establezca la comunicación, más probabilidades se tendrá de mantenerla durante los años de la adolescencia. 3. Mantener las exigencias sin dejar de ser flexibles No deben eludirse las conversaciones sobre las drogas, el alcohol y el cigarrillo. Hablar abiertamente antes de que se vean expuestos a la situación, aumenta las posibilidades de que los hijos actúen de forma responsable cuando llegue el momento. 4. Conocer a los amigos Y a los padres de los amigos, para así ayudarse unos a otros y estar al tanto de las actividades de los hijos sin que se sientan vigilados. 5. Reconocer las señales de alerta El aumento o pérdida extrema de peso, los trastornos del sueño, las variaciones drásticas en la personalidad, el cambio repentino de amigos, el bajo rendimiento escolar o indicios de consumo de drogas son signos de problemas que requieren ayuda profesional. 6. Respetar su privacidad Cuando se trata de formar a un futuro adulto, tener algo de privacidad se convierte en un derecho. Si bien los padres también tienen su derecho (saber dónde están sus hijos y qué hacen) no deben esperar a que les den “todos” los detalles.