Espíritu y acción de un obispo

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LIBROS EN LOS OJOS
Pbro. Dr. Manuel Olimón Nolasco.
EN LAS ENTRAÑAS DE LA GUERRA FRÍA
Stephen Kinzer, The Brothers. John Foster Dulles, Allen Dulles, and their Secret World War, Times
Books. Henry Holt and Company, New York 2013, 404 pp., 10 pp. de fotografías.
La posibilidad de consultar los archivos que permanecieron secretos por décadas y que aclaran las
motivaciones de fondo de acontecimientos dentro del tiempo de la polarización Este-Oeste
conocido como “la guerra fría”, ha dado notable impulso a estudios historiográficos que ayudan a
aclarar este ciclo de la historia internacional contemporánea en que el secreto de Estado y el
sostenimiento propagandístico del miedo ante un enemigo definido aunque casi invisible se hicieron
pan cotidiano.
Este libro da a conocer, por medio del entretejido de la vida de dos hermanos, nacidos y educados
en un ambiente privilegiado y definidamente WASP (White, anglosaxon, protestant), John Foster y
Allen Dulles, mucho del trasfondo de los temores, más que de las certezas, de los años más intensos
de la llamada Guerra Fría, es decir, de los “rounds de sombra” entre las potencias que salieron
fortalecidas al terminarse los escenarios de la Segunda Guerra Mundial y que, al desaparecer el
enemigo común, el nazismo, se encontraron confrontadas: la URSS y Estados Unidos de América.
La etapa de mayor influencia y actividad de los hermanos Dulles fue cuando, durante el período
presidencial del General Dwight D. Eisenhower (1953-1961) tuvieron a su cargo John la Secretaría
de Estado y Allen la Agencia Central de Inteligencia (la CIA). Esta última, pasó a ser, al término de la
guerra un verdadero centro de poder y de conducción de la política y está claro que el cargo de
Secretario de Estado ni antes ni después tuvo un titular de tanta relevancia.
La línea vital de ambos personajes parecía, casi desde el principio, orientada a la política
internacional, pues no sólo contaron entre sus antepasados a dos Secretarios de Estado, sino que
en momentos trascendentes para el orden mundial en el siglo XX estuvieron presentes. Elemento
definitivo en su formación fue el estilo político intervencionista y supremacista de Woodrow Wilson,
el artífice de la “paz de Versalles” de 1918 que, aunque aparentemente exitoso, se mostró con el
paso del tiempo contraproducente y poco realista para evitar los rencores y las confrontaciones
sobre todo en el complejo ámbito europeo. Otro elemento fue la preparación para la abogacía en
instituciones de élite y el ejercicio de ésta en apoyo de corporaciones con intereses internacionales,
tanto en Europa como, sobre todo, en América Latina. El caso de la United Fruit, ligado íntimamente
al derrotero político de Guatemala y otros países del Centroamérica y el Caribe tiene especial
significado pero no es el único. Algo que también contribuyó a definir su línea fue el arraigo en ellos,
hijos y familiares de varios ministros de la Iglesia presbiteriana, fue el convencimiento en estos
ambientes de que Estados Unidos tenía la misión providencial no sólo de encabezar a las naciones
cristianas y difundir el cristianismo, sino de ser como su modelo y guía. La convicción de que la URSS
era un baluarte de ateísmo militante empeñado en un impulso definido para borrar la religión sobre
todo cristiana del mundo, estuvo clara en todo momento y contribuyó a un maniqueísmo que sólo
podía ver de un lado a los “buenos” y de otro a los “malos”, identificados sin matices con los bloques
geopolíticos de la posguerra. La vivencia religiosa y la orientación hacia la reflexión teológica fueron
especialmente intensas en la casa de John Foster. De hecho un hijo suyo, Avery, después de pasar
por una crisis religiosa, se convirtió al catolicismo, ingresó a la Compañía de Jesús y fue, durante su
larga vida, casi al final de la cual fue creado cardenal, uno de los teólogos más destacados de Estados
Unidos. 1
La postura de “blanco o negro”, arraigada en muchos respecto a la situación de la posguerra, fue
obstáculo notorio para comprender el fenómeno de la descolonización en vastas porciones del
mundo y la legitimidad de quienes vieron en la opción por el “Tercer Mundo” y en la organización
de países “No alineados” una decisión no sólo válida sino conveniente. La inmovilidad de la política
estadounidense en este punto derivó, por una parte, en la sospecha de que esas búsquedas eran
máscara de un neocolonialismo de corte socialista con sede en Moscú y por otra, en el intento de
alinear a como diera lugar con Estados Unidos, a Estados que recientemente habían adquirido su
independencia. Un ejemplo claro fue la negativa que John Foster hizo llegar al presidente egipcio
Gamal Abdel Nasser en 1956 de un préstamo para la construcción de la presa de Aswan,
1
Sobre su vida y obra es interesante: Ann-Marie Kirmse & alii, The Legacy of Avery Card. Dulles, S.J.,
Fordham University Press, New York 2011. A propósito de su conversión al catolicismo, Avery Dulles escribió:
“[…] Debo decir que entré a la Iglesia católica porque es el único lugar donde pude entrar en contacto vivo con
Cristo vivo.” (Lecture to Sodality Alumni, sept. 21, 1952) (Cita en The Legacy, p. 95). (Original en inglés.
Traducción mía).
condicionado a la situación del Canal de Suez. Al no aceptar Egipto las condiciones, la URSS, con
evidente ganancia política, otorgó el préstamo sin que aparecieran, al menos de manera pública,
motivaciones ajenas al objeto directo de esa enorme obra hidráulica.
Con meticulosidad y elementos reflexivos, no sólo informativos, las páginas de Kinzer presentan
las vidas y carreras de los Dulles con sus semejanzas y diferencias, entre estas últimas una de las
más notorias es la referente al estilo de vida personal, mucho más austera y dedicada a su esposa y
a su familia en el caso de John Foster y la de Allen más frívola y desenfadada.
Las trayectorias de ellos, a la hora de que Eisenhower se trasformó de vencedor de la guerra en
Europa en presidente de Estados Unidos, cobraron notoriedad y sus servicios se hicieron
prácticamente indispensables para el diseño de la política hacia el mundo en circunstancias de
polarización. Sin embargo, como también lo muestran los renglones de “The Brothers”, la
experiencia adquirida por Eisenhower en el teatro concreto de la guerra y su clara conciencia del
enorme costo en vidas y trayectoria de progreso y bienestar de las conflagraciones bélicas, sirvió
como elemento de moderación ante el radicalismo de las posturas de John Foster y las
informaciones no siempre correctas que Allen procesaba a partir de los datos de su red de espionaje.
La columna vertebral del libro que reseñamos es el resultado de la investigación sobre los intentos
(dos exitosos y otros fallidos) por borrar del escenario mundial a líderes
“tercermundistas” por medio de toda clase de juegos sucios e intervención abierta en asuntos
internos de Estados nominalmente soberanos. Esos intentos fueron, desde luego, mucho más allá
de la diplomacia e incluso del espionaje, pues se configuraron también con alianzas de tipo
subversivo en las naciones en juego y con propuestas de cambio de personajes o de régimen en ellas
y modificaron también las relaciones entre el gobierno y los ciudadanos en el mismo territorio de
Estados Unidos. Al darme cuenta de la trama de esos hechos, no he podido menos que traer a la
mente la reflexión que Hanna Arendt escribió en 1967: “[…] Existen muchos ejemplos incluso para
hacer una enumeración sucinta, pero el alba de un ‘gobierno invisible’ por medio de los servicios
secretos, cuya intervención en asuntos domésticos y en los sectores cultural, educativo y económico
de nuestra vida…es un signo demasiado ominoso para pasarlo de largo…Es un error creer que la
creación de una red de servicios secretos en este país después de la Segunda Guerra Mundial fue
respuesta a una amenaza directa a la sobrevivencia como nación del sistema de espionaje de la
Rusia soviética. La guerra condujo a Estados Unidos a la posición de ser la mayor potencia mundial
y fue ese poder mundial, más que la existencia nacional, la que fue desafiada por el poder
revolucionario del comunismo dirigido por Moscú.”2
----Las intervenciones documentadas para derrocar regímenes fueron éstas:
La primera se dió en Irán en la primavera y el verano de 1953, donde el primer ministro Mohammad
Mossadegh, quien al asumir el cargo en 1951 había obtenido el voto de confianza de los legisladores
para la nacionalización de la industria petrolera fue derrocado por un golpe militar, que se justificó
en un dudoso decreto del shah Mahommad Reza Pahlevi. Este último, en cuanto asumió el gobierno
de manera autoritaria borró toda huella de régimen democrático y sostuvo incólumes los intereses
de las compañías petroleras extranejras. Las consecuencias de estos hechos aún pueden notarse en
ese país y en la comarca circundante. En “The brothers”, el autor hizo un sucinto examen de la
situación, misma que estudió a fondo desde sus antecedentes hasta sus consecuencias en otra obra:
“All the Shah’s Men.”3
De mediados de 1953 a mediados de 1954, la preocupación—y lógicamente la ocupación—en el
Departamento de Estado fue Guatemala, donde un presidente populista y bien intencionado, el
Coronel Jacobo Arbenz, detectado como “comunista” sin demasiado análisis, amenazaba los
enormes intereses sobre todo de la United Fruit Company. No era casual que en ese tiempo “[…]
John Moors Cabot, secretario de Estado adjunto para asuntos interamericanos proviniera de una
familia poseedora de acciones de la United Fruit y su hermano Thomas había sido presidente de la
empresa. Otro miembro de esa familia, Henry Cabot Lodge, embajador estadounidense en las
Naciones Unidas la había defendido tan vigorosamente durante sus años como senador de
Massachusetts, que era conocido como ‘el senador de United Fruit.’”4 El operativo coordinado por
la CIA tuvo éxito no sólo por la cooperación de militares guatemaltecos opuestos a Arbenz sino por
el efecto de la propaganda que identificaba al comunismo como una amenaza a la religiosidad
católica. Contactos tenidos con el cardenal Francis Spellman, arzobispo de Nueva York, cuya manera
de pensar era coincidente con la del gobierno de Estados Unidos, consiguieron la emisión de una
2
The Origins of Totalitarianism, Harcourt, New York 1976, p. XX. (Texto original en inglés. Traducción mía.)
All the Shah’s Men. An American Coup and the Roots of Middle East Terror, John Wiley & Sons, Hoboken,
New Jersey (2) 2008. Esta segunda edición, publicada cuando en Estados Unidos se habló bastante de una
intervención armada en Irán con argumentos diversos, entre los que destacó el del “eje del mal” del presidente
Bush, contiene un interesante prólogo que advierte, con la argumentación histórica pertinente, de la futilidad y
riesgo de esa hipotética intervención: Preface to the 2008 Edition: The Folly of Attacking Iran, pp. IX-XXIII.
4
P. 186.
3
carta pastoral del arzobispo guatemalteco Mariano Rosell y Arellano que tuvo extraordinaria
difusión. En ella se identificaba el régimen de Arbenz y su política, sin mencionarlo de manera
expresa, con la conjura atea del comunismo internacional. (Tengo el recuerdo de haber visto
ejemplares de esa carta entre los libros del Seminario Diocesano de Tepic en 1964).
----La guerra de Corea, que quizá si se hubiese prolongado el período presidencial de Harry Truman
podría haber conducido a una victoria con futuro imprevisible o bien a un conflicto mundial en caso
de que se hubiera autorizado el uso de armamento nuclear, terminó en una situación ambigua y con
la partición del territorio, pues Eisenhower prefirió ese resultado antes que enfrascarse en un
conflicto cuyas repercusiones no podían preverse.
Esa situación ambigua dejó ante los ojos occidentales la visión de los peligros de un fortalecimiento
de China comunista y la posibilidad de expansión de su ideología al Sureste asiático y tal vez al
Pacífico insular. Se personificó este peligro en Ho Chi Minh, quien había encabezado desde los
tiempos de la Conferencia de Versalles la idea de la independencia de Vietnam. En Washington se
conocía bien su manera de pensar y se le identificó sin mucha dificultad como agente activo de la
expansión comunista. Las circunstancias que hacían inestable la región y preveían un conflicto bélico
largo y complejo, ayudaron a que Francia se retirara de sus antiguas posesiones en Indochina y
renunciara a ellas, por más que Estados Unidos deseaba que se involucrara en su defensa. En un
discurso ante el Overseas Press Club en Nueva York el 29 de marzo de 1954, John Foster Dulles
expresó: “[…] La imposición en el Suroeste asiático del sistema político de Rusia comunista y su
aliada China…será un grave reto para la comunidad de países libres. Estados Unidos siente que esa
posibilidad no puede ser aceptada pasivamente sino que debe ser abordada con acciones conjuntas.
Esto traerá consigo riesgos. Pero éstos son mucho menos que los que enfrentaremos en unos pocos
años si no nos resolvemos en la actualidad.”5
No hace falta relatar que la decisión de actuar sin el concurso de Francia llevó a la costosísima y
prolongada guerra de Vietnam de la que sobre todo el pueblo de Estados Unidos salió con una
conciencia diferente acerca de los males de las guerras y de su papel en el escenario mundial. Ho
Chi Minh ganó las elecciones que se convocaron al poco tiempo de la independencia como se
preveía y siguió en su puesto sin ser afectado más que en cuanto al aumento de su popularidad.
5
Cita en la p. 183.
----El liderazgo que el presidente Sukarno de Indonesia comenzó a tener entre los países “no
alineados” preocupó a los hermanos Dulles, quienes no podían creer que de hecho existiera esa “no
alineación” y la consideraban más bien coqueteo con la Unión Soviética y su sistema expansionista.
En la mira del Departamento de Estado y de la CIA, pues, estuvo también su régimen. Se tuvieron
en cuenta para la posibilidad del derrocamiento de Sukarno las diferencias étnicas, sociales y
políticas de los habitantes del archipiélago y se dio apoyo en armas y asesoría a militares
descontentos con el presidente y su gobierno. No obstante, la debilidad de las fuerzas contrarias al
régimen, la manera de actuar pacifista y condescendiente de Sukarno y la misma geografía del país,
hicieron imposible la caída del presidente a pesar de que “[…] recursos del Ejército, la Marina, la
Fuerza Aérea y los ‘marines’ estadounidenses armaron y entrenaron un ejército rebelde de más de
diez mil combatientes.”6
----En 1955 tuvo lugar en Bandung, Indonesia, la Primera Conferencia de los países “no alineados” a
la que fue invitada una delegación de Estados Unidos, invitación que no fue tomada en cuenta y más
bien fue despreciada. Ahí se vieron claros los liderazgos de Jawaharlal Nehru de la India, Sukarno y
Gamal Abdel Nasser, el líder egipcio. Este último, sobre todo a partir de la crisis del canal de Suez en
1956 y de que comenzó a recibir material bélico de la URSS, quedó claramente situado como blanco
de la política exterior excluyente de Estados Unidos. No obstante, después de que tanto Eisenhower
como los hermanos Dulles prefirieron optar por exigir el retiro de las tropas de Gran Bretaña e Israel
que habían invadido Egipto pues percibieron un aumento de la influencia europea en la región y el
surgimiento de Nasser como indiscutible héroe de la crisis, fue prácticamente imposible hacer algo
más que intentar reducir la influencia del presidente en el área árabe. Una operación bien
estructurada, denominada “Omega”, con matices diplomáticos y económicos tuvo relativo éxito en
cuanto a acercar un poco a Occidente al régimen egipcio.
----África y su larga historia de colonialismo europeo llegaron a un punto de llegada y a la vez de
partida diferente y colmado de retos, algunos de ellos insuperables, al poco tiempo de concluida la
Segunda Guerra. Excepto en Kenia, las independencias de las antiguas colonias inglesas y francesas
6
P. 220.
se sucedieron una tras otra casi sin actos violentos. Pero la economía endeble, el estado
fragmentado de las sociedades que en su seno tenían desde problemáticas tribales hasta
nacionalidades a medias, así como la casi inexistente posibilidad de liderazgos sólidos, hicieron que
su entrada a su nueva calidad en el concierto de las naciones augurara tiempos difíciles. Las
personalidades de Kwame Nkruman, líder de Ghana (la antigua Costa de Oro) y de Ahmed Sekoú
Touré de Guinea, marcaron una línea de neutralidad hacia las áreas de influencia tanto
estadounidense como soviética, que desconcertaron, entre otros, a los Dulles.
Si las antiguas posesiones de Francia y Gran Bretaña surgieron a la autonomía en medio de esa
problemática, el caso del Congo Belga, cuya historia a partir de 1885 se llenó de despojo,
marginación y mano dura, es aún más triste: “[…] Bélgica se había resistido a educar a sus súbditos
congoleses; en 1960, de acuerdo a un cálculo, sólo había diecisiete graduados universitarios en una
población de 13 millones. No había un solo congolés con experiencia en el gobierno o en la
administración pública…La economía estaba casi por completo en manos extranjeras. Los
habitantes estaban dispersos en un país del tamaño de Europa Occidental y representaban un
conjunto plural de tribus, culturas y lenguajes. No existía ni una élite educada o una clase media.
Dado que los oficiales belgas se habían negado a promover a los soldados nativos más allá del grado
de sargento, no existía ni siquiera un oficial congolés.”7
En ese ambiente surgió Patricio Lumumba, líder más de masas entusiastas que de un pueblo con
destino común, dueño de una retórica anticolonialista capaz de atraer a las masas. Al undécimo día
de asumir como primer ministro tras la declaración de independencia, presidida por el mismo rey
Balduino que tuvo que soportar un discurso incendiario improvisado por Lumumba, Moisés
Tshombe declaró independiente la región de Katanga, sitio de abundantes minas y se inició una
cruenta e irracional guerra civil que contó del lado de Katanga con armamento y elementos militares
europeos. Lumumba acudió más de una vez a la mediación de Organización de las Naciones
Unidas—de hecho el Secretario General Dag Hammarksjöld estuvo varias veces en el Congo y murió
en un accidente aéreo cumpliendo una de sus misiones de pacificación--y pidió ayuda a Khruschev.
En una situación confusa y con la intervención velada pero ahora más conocida de la CIA, el
presidente del Congo fue asesinado. Su importancia simbólica como líder de la autonomía de los
pueblos africanos fue aprovechada por la URSS y la universidad moscovita “de la Amistad de los
7
P. 258.
Pueblos” dedicada a estudiantes del Tercer Mundo recibió el nombre de Universidad Patricio
Lumumba con el que se conoce hasta el día de hoy.
----John Foster Dulles falleció el 24 de mayo de 1959. Por consiguiente, fue Allen el que sostuvo viva
la operación de quitar a Lumumba de su lugar.
El director de la CIA, insatisfecho con el protagonismo belga en el derrocamiento del presidente
congolés, quiso que fuera la agencia la que, ya en la presidencia de John F. Kennedy, echara abajo a
quien ha sido la pesadilla más persistente del gobierno de Estados Unidos dentro y aun después de
la etapa de la Guerra Fría: Fidel Castro, el carismático líder revolucionario cubano. Esa pretensión,
sin embargo, con todo y sus diferentes planes para realizarla, fue el fracaso más rotundo de Allen
Dulles y la causa de su retiro de la posición privilegiada que había gozado. Kennedy “pensó dos
veces” el peso del involucramiento estadounidense en una operación en Cuba y decidió no reforzar
la invasión de Bahía de Cochinos: “[…] Más de cien invasores murieron. La mayor parte de los
restantes fueron sometidos y llevados a prisión. Para Castro se trató de un éxtasis supremo y
triunfal. Kennedy quedó desconcertado: ‘--¿Cómo pude ser tan estúpido?’, se dice que expresó en
voz alta. Otros quedaron igualmente desconcertados. La crítica a la CIA tanto en la prensa como en
el Congreso subió con una intensidad sin precedentes. Allen no quedó exento. El artículo principal
de la revista ‘Time’ titulado ‘El desastre cubano’ cuestionó su misma concepción de la inteligencia.”8
----El libro de Stephen Kinzer no revela hechos totalmente desconocidos ni da pie a pensar en una
conspiración estadounidense forjada explícitamente para derrocar regímenes poco amistosos tanto
con la política como con la expansión económica de los mercados mundiales encabezados por las
grandes corporaciones con intereses en Wall Street, pero apunta datos que permiten no sólo
confirmar rumores y sospechas que han estado flotando en los ambientes interesados durante
cincuenta años sino sobre todo, ponderar hasta qué punto las personalidades fuertes colocadas en
ambientes propicios han podido mover enormes maquinarias de poder siguiendo lineamientos
ideológicos aparentemente sólidos. Con las posibilidades que nos brindan los estudios sobre la
etapa de la Guerra Fría—uno de ellos éste, de singular importancia--que ya toman distancia de los
hechos y las pasiones que la conformaron, es posible que valoremos esta época tan cercana a
8
P. 302.
nuestra generación no únicamente para conocer su intrincada trama y la fuerte dosis de vacío o de
especulación en que ese ambiente se desarrolló, sino para que podamos obtener lecciones de vida
para los tiempos en que nos encontramos inmersos.
(Tepic, 17 de febrero de 2014)
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