El fantasma del comunismo en Guatemala

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El fantasma del comunismo en Guatemala
20 05 13 -- Juan José Guerrero
En Guatemala, el comunismo hizo su aparición más como un ente a tenerle miedo que como
un sistema a ser implantado por la fuerza. El impacto de la revolución cubana en el
hemisferio occidental y los actores externos de la Guerra Fría magnificaron el fantasma que
venía como anillo al dedo a quienes, en nombre de la democracia, lo blandían como chinchín
cada vez que alguien hablaba de justicia.
Eufemísticamente, los mandamases de aquella época invocaban a la democracia en
cualquier discurso pero su cultura era antidemocrática. Este contrasentido era el resultado de
la aglutinación de relaciones sociales exageradamente violentas, consecuencia de las
estructuras económicas excluyentes, del racismo y la falta de espacios para la participación
sociopolítica. Aunado a ello, los organismos de justicia eran débiles, corrompidos y
parcializados. Así, contribuyeron al incumplimiento de la ley y al irrespeto de los derechos
humanos.
De esa cuenta, cualquier persona se valía del fantasma del comunismo para imponer su ley:
Expropiaciones, robos a mansalva, explotación del campesinado y aprovechamiento del
estamento obrero. Cualquier protesta era comunismo puro y como tal se reducía al silencio. Y
en nombre del anticomunismo se cometieron atrocidades inimaginables, todas en forma de
terrorismo de Estado. Estas conductas humanas propiciaron los conflictos, ciertamente,
aprovechados por los actores —ahora también internos— de la Guerra Fría.
Detonaron como resultado las conflagraciones domésticas en donde las poblaciones civiles
fueron las más afectadas.
Las superpotencias se aprovecharon de estas luchas no sólo en Guatemala. Experimentaron
nuevas armas, proveyeron materiales bélicos, diseñaron y ensayaron nuevas estrategias de
guerra y, en América Latina, nosotros contribuimos con los campos de batalla, los y las
combatientes de uno y otro lado, los heridos, los muertos, las viudas y los huérfanos. Y
ahora, nos está tocando reconstruir nuestro entretejido social en medio de dudosas corrientes
económico políticas como el neoliberalismo, que propugna por la reducción de la intervención
estatal en aras de la empresa privada. Vaya ganga.
Vale decir que los gurús de tales corrientes nunca dejaron de regañar y clamar por la
democracia.
Con uno de ellos tuve un cómico encuentro en Cobán, el año 1969. Una tarde de abril, cinco
patojos jugábamos en el parque de la localidad cuando, a un miembro del grupo se le ocurrió
bañar al resto con un cubetazo de agua tomado de la fuente. Los agraviados devolvimos el
chaparrón de inmediato. Ni siquiera sabíamos de quién era el recipiente. Corrimos, nos
mojamos y nos carcajeamos hasta que de pronto, hizo su aparición uno de los señorones del
pueblo. Liberacionista consumado, siempre cargaba su pistolón al cinto. Se plantó frente a
nosotros y nos espetó:
—¡Patojos incultos, no parecen estudiantes!
Yo le pregunté: —¿Por qué lo dice?
Respondió: —¡Porque son unos incultos, malcriados y comunistas!
Para esa época, el fantasma del comunismo campeaba en Cobán como un duende malo. Yo
volví a preguntar: —¿Por qué comunistas? ¿Qué es comunismo?
Me respondió: —Comunismo es, comunismo es, comunismo es… —y al no poder definirlo
soltó una caterva de improperios, nos mentó la madre y nos amenazó mostrando su arma.
A pesar de ser tan solo unos adolescentes, ninguno se arredró y el gurú tuvo que marcharse
sobre sus pasos.
Cuando se hubo ido escuchamos un palmoteo proveniente del Palacio de Gobernación. Era
el Gobernador de turno quien, desde una ventana, se reía y no cesaba de repetir: — ¡Muy
bien muchachos! ¡Muy bien muchachos!
Nuestro alboroto terminó en el despacho del Gobernador. Nos invitó a tomar un café y nos
explicó muy didácticamente qué era el comunismo. El personaje era un militar muy
académico quien, entre otros méritos, fundó la Casa de la Cultura de Alta Verapaz. Esa vez,
también nos explicó que gracias a anticomunistas como el del pistolón, el país iba hacia un
desastre.
Pues bien, a ese tipo de fantasmas se está invocando de nuevo. Los gurús, nacionales y
extranjeros no paran su cantaleta y los señores del pistolón andan buscando de nuevo
a quién regañar. Y no debe ser porque, en cuanto dictaduras y autoritarismos concierne,
Guatemala tiene raigambre y herencia. El poder, todo el poder, concentrado en una persona
o en pocas personas sin respeto a lo legal e institucional ha sido una constante. Ello ha
provocado el sistemático bloqueo a la expresión y la participación política de los pueblos, y tal
conducta ya no debe tener cabida.
¿No es acaso el momento de sentarnos a dialogar? Debemos desterrar los fantasmas y dar
paso al ángel de la luz para que, como «las campanadas de las ocho de la noche en el
silencio…», en la novela El Señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias, destierre todos los
males y nos retorne la esperanza.
Frase Importante 1:
En nombre del anticomunismo se cometieron atrocidades inimaginables, todas en forma de
terrorismo de Estado
Entradilla:
No puede ser buena aquella doctrina, corriente filosófica o ideología que coarte la libertad de
la persona. ¿Quién en su sano juicio querría practicarla? Sería algo así como casarse con un
terrorífico fantasma.
Tipo de opinión:
Columna
Categoría columna:
opinión
Nombre de Blog/Columna:
Altazor
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