Subdesarrollo y cómo se ha pasado de unas primeras explicaciones darwinistas sociales dadas en el siglo XIX a un neodarwinismo más sofisticado y complejo. En las páginas que siguen, trataremos de situar las primeras teorías que sobre "los otros países" aparecieron en los siglos XVIII y XIX, para proseguir con la permanencia de gran parte de sus planteamientos, sólo que ahora, desgraciadamente, convertidos en argumentos más cínicos e ideológicos. LAS PRIMERAS TEORÍAS SOBRE LOS "OTROS PUEBLOS" Si nos remontamos al inicio del conocimiento de la existencia de sociedades distintas de las europeas es indudable que la conquista de América, en mil cuatrocientos noventa y dos, sienta las bases del "descubrimiento" de otros pueblos muy diferentes de los conocidos hasta la fecha. La ampliación de los límites del mundo conocido, del Finisterre, rompía no sólo con los confines geográficos cuanto, sobre todo, con las fronteras mentales. Una nueva cosmovisión, la renacentista, se abría a la sofocante mirada teológica de la Edad Media. Es cierto, no obstante, que ya Marco Polo con su "Libro de las Maravillas" había introducido una naciente curiosidad por la misteriosa sociedad China, secularizando poco a poco las mentalidades y las concepciones del mundo. El viejo orden geocéntrico se desplomaba, y, con él, el heliocentrismo copernicano-galileiniano se consolidaba por todas las estructuras de la sociedad. Ahora bien, la gran disputa teológica no tardará en llegar: ^tendrán alma "los salvajes"? ... Las discusiones sobre "la humanidad" de los nuevos pueblos encontrados no pueden ocultar las ansias por las nuevas riquezas. El padre Bartolomé de las Casas tendrá que denunciar la destrucción de las Indias y la avidez de los conquistadores'. De esta situación, hay un tema que se va a repetir a lo largo de los tiempos en los que recientes "Dorados" van a ser colonizados: el debate sobre el tipo de "esencia humana" que tienen las razas encontradas. Esta controversia se hará común en las discusiones que los grupos dominantes entablen ante el surgimiento de nuevos sujetos sociales. Bárbaros, indígenas, mujeres u obreros serán valorados en su aparición histórica como sujetos pertenecientes a la Naturaleza. Su particularidad en cuanto idiosincrasia extraña será la negación de su condición cultural y humana. Así, su esencia dis' Casas, B. de las: Historia de las /ndias. México, Fondo de Cultura Económica, 1951. Ac[ualmente se encuentra en proceso de edición las Obras Completas en Alianza Editorial. 284 tintiva se perfilará ideológicamente como conducta salvaje o maquinal. Entre estos dos estereotipados términos se repetirá el carácter irreflexivo e irracional de los nuevos sujetos que van apareciendo en la Historia. Esta estrategia ideológica se constituirá paulatinamente en la coartada del poder. La Teología en los tiempos de la conquista americana, la antropología spenceriana en los momentos de la colonización anglosajona en Asia y en la India. En todos los casos, "el Otro" carecerá de alma y no será más que una simple especie "natural" entre las especies biológicas y zoológicas. No obstante, es paradójica la dirección que va a emprender el descubrimiento de "los otros pueblos". Por un lado, el extrañamiento más absoluto va a caracterizar la interpretación de sus costumbres y prácticas sociales hasta llegar a la negación de su esencia humana. Pero, por otro, el deslumbramiento también se va a dejar notar en las Utopías históricas de Moro, Campanella, e incluso Bacon. Los "pueblos salvajes" son ahora presentados como "pueblos felices". Los "buenos salvajes" van a ser una de las imágenes más perdurables durante los siglos XVII y XVIIL Los libros "Cartas Persas" de Montesquieu y"Emilio" de Rousseau serán representativos de esta percepción bondadosa de las nuevas sociedades. Las "Cartas Persas" estarán escritas con el propósito de presentar paradójicamente las costumbres de la sociedad europeaZ. Montesquieu jugará con el extrañamiento ante el despotismo existente en el ambiente parisino de finales del reinado de Luis XIV. Rica y Usbek son los dos persas que, epistolarmente, refieren los hábitos y tradiciones de una nobleza en declive y de una decadente burguesía que empieza a ascender socialmente. Frente a la corrupción y envilecimiento de una Francia de enormes desigualdades, el mundo persa aparece bajo el exotismo de la sensualidad del harem oriental y asiático. Montesquieu contrapondrá dos sociedades en las que la hipocresía domina la europea y la voluptuosidad prevalece en la asiática. Como solución, en la fábula de los troglogitas, Montequieu propondrá que sólo un derecho justo podrá perfeccionar a individuos y comunidades. Derecho que en "El espíritu de las leyes" se constituirá en el núcleo de una nueva concepción del poder. Sin embargo, lo singular de las "Cartas Persas" provendrá del reconocimiento de "otro pueblo" muy diferenciado del francés y de sus costumbres. Este recuerdo evocador de Persia hecho por Montesquieu, sin embargo, introduce la gran mayoria de tópicos que recomeron la imaginación europea sobre Asia. El erotismo, pues, con el que se describen las tradiciones per= Montesquieu, Ch. L. de Secondat: Oeuvres Completes. Paris, Gallimard, 1949-1951. Zó^ sas se convertirá en uno de los prejuicios más arraigados del pensamiento occidental durante siglos. Europa será así "la sociedad racional", mientras que Oriente se describirá como un lugar misterioso y apasionado. Este estereotipo reaparecerá de manera persistente en los relatos de viajeros y exploradores del siglo XIX, introduciéndose como uno de los errores más obstinados y continuados de la percepción de las sociedades orientales. Ahora bien, si el autor de "El espíritu de las leyes" comparó dos tipos de costumbres en gran medida imaginarias, Rousseau, por su parte, en "Emilio, o de la educación" no confrontará dos sociedades sino dos tipos humanos: "el hombre civilizado" y"el hombre salvaje". Emilio será educado en los principios de una instrucción libre y autónoma que le perfeccione como individuo y ciudadano. El sentido ilustrado de la sociedad con el lema kantiano del Sapere aude! recorre la obra rousseauniana. El descubrimiento libre de la Naturaleza con la inicial exaltación prerromántica de la belleza originaria del mundo, se contrapone a la podredumbre social en la que la avaricia, el vicio y, en general, la competición entre los individuos, dominan la totalidad de las relaciones humanas. Pero Emilio brillará por su hondura ética frente a la frivolidad parisina que conocerá en su viaje a la ciudad. En ambos casos, Montesquieu y Rousseau identificarán civilización con corrupción, y bondad con primitivismo. Esta perspectiva, sin embargo, se modificará con el desarrollo, a lo largo del siglo XIX, de la colonización anglosajona por Asia y África. La colonización endógena inglesa frente a la exógena española y portuguesa tendrá una estructura y objetivos muy diferenciados. Las colonizaciones exógenas se caracterizarán por producirse mediante guerras de colonización en las que colonizados y colonizadores lucharán hasta llegar a dominar o ser dominados por medios externos. La edificación de ciudades y la repoblación de ellas son los signos de este tipo de colonización. Por su parte, la colonización endógena se distinguirá por su índole más sofisticada y subyacente. La esclavitud de la población se irá haciendo a partir de una sutil estrategia de introducción de costumbres ajenas mediante la captación de las élites locales que se sienten más identificadas con los colonizadores que con sus mismos compatriotas. Las élites de la India, antes de la independencia, serían un singular ejemplo de este proceso de inf•iltración ideológica. Pero, a la par, el envío de científicos sociales (los antropólogos británicos de principios del siglo XIX serán representativos de este procedimiento) permitirá el conocimiento exacto y objetivo del conjunto de tradiciones y sistemas de "las otras sociedades". De este modo, la colonización anglosajona se va a caracterizar por 286 aunar ideología y militarismo de una forma diferente a como la colonización hispana utilizó la creencia religiosa en su penetración colonial'. En efecto, el catolicismo sirvió como ideología justificadora de la conquista española en Iberoamérica. Sin embargo, y como ya se ha comentado con anterioridad, las voces críticas como la del padre Las Casas denunciaron el atropello con el que se iban colonizando los nuevos territorios. Estas voces críticas, no obstante, apenas existieron en la colonización inglesa. Al contrario, el Darwinismo Social de Herbert Spencer va a propiciar una exculpación de la opresión de amplias zonas de Asia y África'. Mas, antes de pasar al análisis dé esta corriente teórica, es fundamental referirnos a una novela que está considerada como una de las Contrautopías más significativas del siglo XVIII: "Robinson Crusoe" de Daniel Defoe. En "Robinson Crusoe" aparece la contrautopía del hombre capitalista. Tras el naufragio, la supervivencia de Robinson nos será expuesta como la lucha del hombre frente a la Naturaleza y frente al medio. La soledad y el desamparo se convierten en el elemento básico para construir un entorno cómodo y adaptado a sus nuevas necesidades. En este medio hostil la medición del tiempo será la primera imposición del recuerdo de la civilización perdida. Pero, también, la rutina se establece como forma de existencia. En la narración se describirá con pormenor todos los deta]les de la nueva situación. El relato se altera desde el momento en el que "los salvajes" se presienten en la isla. Es aquí en donde aparece la figura contrapuesta de trernes. trernes es el esclavo, pero, también, el prisionero y hombre oprimido y dominado por un amo que es antes propietario que señor y jefe. La relación de dominación que se establece entre Robinson y TTernes se fundamenta en un sometimiento despótico a los dictados utilitaristas y pragmáticos del náufrago. Pero lo esencial de dicha relación será la consideración de trernes como cosa, como propiedad que pertenece a un dueño que, en ningún momento, le percibirá ni considerará como persona. La cosificación será la clave central para entender el mercado de esclavos. En ningún punto de la narración se considerará a Viernes un individuo, y mucho menos un semejante. Solamente se percibe al "otro" en cuanto mercancía o mano de obra. En la novela se describe con frío e inhumano detalle las nuevas formas de individualismo posesivos. Esta nueva forma ' Fieldhouse, D. K.: "Los imperios coloniales desde el sig[o XV//1". Madrid, Siglo XXI, 1984. ' Jones, G.: "Socia[ Darwinism and English Thought". Brigton, Harvester, 1980. ' Macpherson, C.B.: "La teoría política del individualismo posesivo". Barcelona, Fontanella, 1970. 287 de personalidad humana y social provendrá del capitalismo de la primera colonización por Asia y por África. Un modelo psicológico en el que desaparece el sentimiento clásico de empatía con los otros individuos que ya no serán percibidos como seres humanos, sino como esclavos, cosas o competidores. En "Robinson Crusoe" se distingue ya la mentalidad ideológica que se ha ido conformando en las élites del siglo XIX. El proceso colonizador desembocará en una doble estructura: la explotación interior del proletariado europeo y la dominación exterior de las poblaciones colonizadas. En ambos casos, las minorías hegemónicas suliyugan habitantes y pueblos, edificando una tenebrosa economía alimentada con la sangre de cientos de generaciones. Son los sombríos barracones de los niños de "Oliver Twist" y los tétricos callejones de las víctimas de Jack el Destripador en la hipócrita y puritana sociedad victoriana. El colonialismo y el imperialismo someten cuerpos y conciencias. Pero, asimismo, desarrollan ideologías y doctrinas en consonancia con los nuevos Robinsones posesivos. La mentalidad de la burguesía propietarista se implanta colectivamente; y mientras esto ocurre, Herbert Spencer elabora la más característica justificación teórica de la desigualdad colectiva: el Darwinismo Social. Es cierto que la teoría de la desigualdad entre las razas humanas fue una creación del marqués de Gobineau. Frente a la perspectiva rousseauniana de la igualdad entre los seres humanos, Gobineau defenderá las diferencias, desde el punto de vista de la imposibilidad de conciliar las diversas culturas y etnias del planeta. Enfrentado al pensamiento de la Ilustración, el marqués de Gobineau defenderá la lucha de razas como parte básica de la comprensión de la realidadb. Esta lucha de razas establecerá una doble estrategia defensiva de las élites de poder en los comienzos de la sociedad industrial. En primer lugar, se contrapondrá la lucha de razas a la lucha de clases, convirtiendo en un asunto biológico lo que era un proceso de sobreexplotación de la fuerza de trabajo. Y en segundo término, se desplazarán hacia "los otros pueblos" las tensiones y conflictos que el primer proceso de acumulación de capital estaba, lógicamente, produciendo. De este modo, el temor al Marxismo y al movimiento obrero desembocará en unas respuestas teóricas en las que la ideología defensiva del poder va a introducir una serie de argumentaciones en las que la desigualdad y la injusticia se defienden desde planteamien` Gobineau, J. A, de: "Selected Potirical Writings". L.ondres, Cpe, 1970. Zóó tos biologicistas y organicistas. La cristalización del biologicismo en el Darwinismo Social, entonces, será uno de los casos más curiosos para analizaz por su posterior influencia histórica. En efecto, Herbert Spencer extrapoló de una manera indebida los hallazgos biológicos de Chazles Darwin al terreno de la naciente ciencia sociológica. Pero lo que en Darwin era comprobación y constatación empírica, en Spencer se tratará de simples azgumentaciones imaginarias no documentadas. Así, en la obra de Spencer van a converger el Conservadurismo de Edmund Burke con los principios de la biología darwinista, en los que la teoría de la selección natural de la especie servirá de cobertura paza respaldar los principios ideológicos del capitalismo industrial. Sin embazgo, tanto en el Conservadurismo de Burke como en el Darwinismo Social de Spencer hay un punto común en el que coinciden los diferentes pazadigmas: el principio de jerarquía. La jerazquía social será la gran preocupación de las minorías dominantes ante el avance de los movimientos obreros y las primeras revueltas coloniales que aspiran a la independencia y a la libertad. De esta forma, Burke y Spencer expresarán las intenciones subyacentes de las élites asustadas ante la aparición de nuevas concepciones políticas frente a los procesos de dominación y explotación colectivos'. Por consiguiente, la diferenciación entre minorías y mayorías se convertirá en el problema central de los procesos históricos no sólo desde finales del siglo XIX sino, especialmente, del siglo XX. Se puede considerar que las primeras teorías sobre "los otros pueblos" van a estar organizadas desde la perspectiva de las nuevas burguesías coloniales que ideológicamente justifican su dominio económico y político. En estas condiciones, los argumentos con los que se justificarán los privilegios minoritarios no estarán alejados de los utilizados para defender su posición social en las metrópolis. No obstante, hay un elemento que, en gran medida, diferencia la dominación que se ejerce sobre el proletariado industrial de la que se aplica sobre los trabajadores indígenas. Se tratará del tema del biologicismo naturalizante; es decir, los pueblos colonizados son presentados como "salvajes" que se sitúan en una posición intermedia entre la Naturaleza y la Civilización. Con ello, la colonización será explicada como "una necesidad" de "civilizar a los salvajes", quedando justificada la colonización económica en cuanto "adaptación de los indígenas" a los beneficios del trabajo "civilizador". ' Macpherson, C. B.: "Burke". Madrid, Alianza Editorial, 1984. 289 Si comparamos los dos tipos de justificación ideológica desarrollados por los sectores hegemónicos a lo largo del siglo XIX en sus explicaciones sobre los hábitos del proletariado y las costumbres de los indígenas, se observa un evolucionismo diferenciador. El proletariado es presentado como "víctima de sus vicios", mientras que los nativos son explicados como "dominados por la ignorancia". Vicio e ignorancia se definen como las taras que "los civilizadores" deban limar para lograr sociedades "en orden". Este esquema intelectual característico del Darwinismo Social se transmitirá posteriormente a las teorías de la Modernización que a lo largo del Siglo XX considerarán que el subdesarrollo tiene su explicación en "la incapacidad" de las sociedades dependientes para establecer un sistema de valores con el que desarrollar tales sociedades. Los valores, en su sentido abstracto, serán así los culpables del lamentable estado de las sociedades asiáticas, africanas y latinoamericanas. Mas, la polisemia de las palabras no deja dudas y, de esta manera, mientras que el atraso es causado por unos valores simbólicos, el colonialismo irá incrementado sus valores económicos en sus cuentas y balances de resultados. La explotación social y económica, sin embargo, no será objeto de análisis en el pensamiento de Spencer o de Malthus. Muy al contrario, el biologicismo naturalizante que convierte a"los otros" (obreros, mujeres, nativos...) en seres pertenecien- ^ tes a la Naturaleza y no a la Historia, ejercerá una influencia inequívoca cuando la Primera Guerra Mundial cierre esta fase de acumulación capitalista. La Primera Guerra Mundial pondrá el punto final a una era en la que la colonización por Asia, África e Iberoamérica consolidó una geopolítica internacional que dividía el planeta entre países industriales avanzados y países desindustrializados atrasados. Esta situación tras la Segunda Guerra Mundial dará paso a una etapa en la que las teorías sobre qué se puede considerar como subdesarrollo reflejen las contradicciones de una posguerra que se dividirá en países de la órbita soviética y países de la órbita norteamericana. En esta división, dos perspectivas van a ser las representativas de dicho antagonismo: las teorías de la Modernización y las teorías de la Dependencia8. Ambas teorías darán respuestas contrapuestas, e incluso antagónicas, a los problemas provenientes de esta división del mundo en dos bloques irreconciliables. e Galindo, M.A. y Malgesini, G.: "Crecimiento económico. Principales teorías desde Keynes". Madrid, McGraw-Hill, 1993. 290