1 UNA MIRADA SOCIOLOGICA ACERCA DE LA PROBLEMATIZACIÓN DE LA CUESTIÓN: CONDICIONES SOCIALES, FAMILIA Y VIVIENDA Alicia B. Gutiérrez ¿Qué es “la mirada sociológica”? La problematización de la cuestión que envuelve a la familia y la vivienda, para nombrarla rápidamente y sin precisiones por el momento, constituye una porción de la realidad social que -como cualquier otra porción de la realidad social-, es compleja y puede ser vista de diferentes maneras, puede comprenderse y explicarse a partir de distintas miradas (desde diferentes disciplinas como la geografía, la economía, la arquitectura, el urbanismo, las ciencias políticas, la antropología, la psicología, la sociología, etc.) y, a la vez, desde diferentes perspectivas analíticas dentro de cada disciplina: en cada una de las que he nombrado, evidentemente, hay diferentes maneras de construir su objeto de análisis, ciertas perspectivas privilegian algunos aspectos que otras dejan de lado, se construyen categorías analíticas diferentes como herramientas para abordar el problema, tanto en sus aspectos relacionados con la producción de conocimiento específico, cuanto en la manera de proponer alternativas para incidir activamente en la situación que es investigada. Pensar en esos términos implica suponer que ninguna disciplina puede explicar completamente lo que allí ocurre: es necesario tomar de cada una los aspectos fundamentales para aproximarnos a conocer los diferentes aspectos que allí inciden. La “mirada sociológica” es pues, sólo una mirada posible, aquella que consiste en poner en relación dos aspectos fundamentales: la sociedad y el individuo. Más precisamente, la mirada sociológica intenta descubrir los condicionamientos sociales que tienen las acciones de los individuos como agentes sociales, es decir, como personas que actúan, piensan y viven en medios sociales que a la vez lo limitan y lo habilitan, que constituyen simultáneamente un ámbito de posibilidades y de imposibilidades, de recursos y de prohibiciones.... En la mirada sociológica que vengo a proponerles (teniendo en cuenta lo dicho acerca de las diferentes perspectivas analíticas dentro de la sociología) las prácticas sociales o las 2 acciones sociales no son producidas por “la sociedad”, como si los individuos fuesen meros autómatas que cumplen con una suerte de “libreto” escrito por otro y, con ello, quedan totalmente sometidos a los determinantes sociales sin tener capacidad de acción y de invención. Tampoco son el resultado de la libre decisión de gente “no condicionada”, es decir, que impulsados por motivaciones netamente internas, producen acciones totalmente libres del peso de los condicionantes externos y de su historia... Aquí las prácticas o acciones sociales son el resultado -sociológicamente hablando- de agentes sociales que están condicionados pero que también tienen capacidad de opción, de elección y de reflexión sobre lo que hacen y sobre los porqué hacen lo que hacen... Desde cierta mirada sociológica (especialmente la de Pierre Bourdieu, sociólogo francés contemporáneo) esos condicionamientos sociales son de dos tipos: están fuera de los individuos (son condiciones sociales externas) y están hechas “cuerpo” en ellos mismos (condiciones sociales incorporadas o habitus)1. Las condiciones objetivas externas, o, más precisamente, las estructuras objetivas externas, aluden a todo tipo de condicionamiento que uno puede situar “fuera del individuo”: el mercado laboral, el mercado escolar, el mercado de la vivienda, el nivel de ingresos, el vivir en el campo o la ciudad, la estructura de las organizaciones, la posición que los agentes ocupan en ellas, la posición que ocupan en los diferentes campos sociales y en el espacio social global, las normas sociales, las políticas que se implementan, etc., constituyen ejemplos de este tipo de condicionamientos. Todos ellos significan, a la vez, límites para las acciones y recursos para las mismas, abren ciertas posibilidades y cierran otras, implican prohibiciones pero también habilitan para actuar: vivir en la ciudad me permite actuar en un medio que facilita el acceso a servicios, por ejemplo: escuelas, hospitales y centros de salud, centros culturales y de recreación, servicio de transporte urbano para desplazarme, etc., pero me limita en otro tipo de actividades: no puedo implementar prácticas de agricultura o de cría de ganado con la misma facilidad que en un medio rural, etc. Una norma social (sea una ley jurídica como la prohibición de robar) o una norma fundada en la costumbre (hacer cola para formalizar un trámite) me indican un camino de acción, pero no la dirigen ni la determinan completamente... 1 Muchos de los trabajos de Pierre Bourdieu han sido traducidos al español. En Gutiérrez, Alicia, Pierre Bourdieu: las prácticas sociales, Universidad Nacional de Misiones-Universidad Nacional de Córdoba, 1995, puede encontrarse una aproximación a los conceptos claves de la perspectiva del autor. 3 Las condiciones incorporadas, o, más precisamente, las estructuras sociales incorporadas (habitus) se refieren a disposiciones a actuar más de cierta manera que de otra, a pensar más ciertas cosas que otras, a sentir más ciertas cuestiones que otras, a percibir más de cierta manera que de otra, etc., que los agentes sociales han ido incorporando a lo largo de su historia, y dentro de ciertas condiciones objetivas. Son esquemas de percepción y de acción que me proporcionan los límites de “lo que es posible” o “no posible”, “pensable” o “no pensable”, lo que “es para nosotros” o “no es para nosotros” que cada individuo va haciendo cuerpo a lo largo de su vida, según sea el medio social (condiciones objetivas externas) en las que va actuando. Para ser más precisa, estas “estructuras estructuradas estructurantes” (resultado de la historia de las condiciones objetivas y principio a partir del cual los agentes sociales definen sus prácticas y representaciones) están estrechamente ligadas al concepto de clase. Hablar de habitus de clase, supone asumir la hipótesis de que los mismos están estructurados de manera diferente en relación con las diferentes posiciones de clase de los agentes y grupos (y con las diferentes trayectorias de las mismas) y que los habitus son semejantes entre quienes comparten las mismas condiciones objetivas (y, especialmente, la historia de esas condiciones), produciendo un efecto llamado de “sistematización de habitus y prácticas”. Esta manera de entender las prácticas sociales supone que las mismas están condicionadas socialmente en una doble dimensión: por la situación y el contexto donde se desarrollan las acciones y por la manera de pensar, las tendencias a actuar y percibir “el mundo” de quien las produce (los habitus hechos cuerpo a lo largo de la vida). Ello implica entonces que la gente actúa como lo hace, según las estructuras objetivas que lo limitan y lo habilitan, y según esas mismas estructuras que incorporó a lo largo de una trayectoria social. También implica que cada uno mira el mundo, tiene una visión de las cosas, las percibe y evalúa según el lugar que ocupa en ese mundo: cada uno de los agentes sociales comprometidos en una situación determinada, actúa y percibe su acción y las de los otros, a partir de su lugar y, más precisamente, de su posición en el espacio social, que siempre es definida por relación al conjunto global de posiciones. Esta última proposición nos lleva a pensar que la realidad constituida por lo que hoy es objeto de estas reflexiones -como cualquier otra realidad- es vista y actuada desde diferentes puntos, según sean las 4 posiciones que ocupan en ella los distintos agentes: los que producen el bien “vivienda” (arquitectos, empresas constructoras, especialmente, y las diferentes posiciones que ocupan en el campo según el volumen y la estructura del capital que poseen), los que consumen el bien “vivienda” (los distintos agentes sociales o grupos de agentes como las familias, que a su vez se posicionan, también a partir de su volumen y estructura del capital, en diferentes posiciones del espacio social, a la que están asociadas diferentes “expectativas”, “posibilidades”, “gustos” en relación con la casa), algunas instancias decisivas como el Estado a través de sus políticas de vivienda y sus no-políticas de vivienda, la normatización de los créditos, de los alquileres, etc., y otras instituciones que también participan como los bancos públicos y privados que proporcionan créditos –o no- para la compra o construcción de las viviendas... Explicar y comprender las prácticas sociales implica a la vez, encontrar “causas” sociales de las acciones de los hombres y descubrir “sentidos”, representaciones de esas prácticas que llevan a actuar de esa manera y no de otra. Ello quiere decir también que el sociólogo debe identificar esas acciones en relación con quien las produce, ubicar a esos agentes en posiciones determinadas dentro del problema que le preocupa y encontrar los elementos explicativos de lo que hace y piensa, en las estructuras sociales externas y en las estructuras sociales que incorporó a lo largo de su trayectoria. También es necesario agregar que en el contexto de la propia acción, del ámbito profesional por ejemplo, la mirada sociológica recuerda que mis propias prácticas están condicionadas, mis propias miradas están ligadas a la posición que ocupo.... Pensarlo así, abre la posibilidad de reconocer no sólo los límites y las posibilidades de aquellos “otros” que intervienen en la situación -la gente de clase media que busca determinado tipo de vivienda en un barrio de la ciudad, la gente con recursos económicos, sociales y simbólicos -externos e incorporados- más importantes que aspira a vivir en una antigua casona de la ciudad o en un country o en un barrio cerrado de la periferia, la gente que está menos capitalizada, especialmente en recursos económicos que aspira acceder a poseer una vivienda a través de un Plan del Estado o incluso a partir de financiamientos internacionales canalizados por ONGs, etc., los límites y posibilidades relacionados con los recursos del Estado, especialmente en lo que se refiere a Políticas de vivienda) sino también mis límites propios 5 y de mis colegas y también medios posibles de encontrar caminos de cambio y recursos de transformación, en un contexto de compromiso y de conquista colectivo. Para precisar más la problemática de los condicionamientos sociales asociados a la familia y a la vivienda, se pueden plantear, desde la misma mirada sociológica, dos maneras de abordarla: la primera, hace hincapié y centra la atención en la familia y la segunda, en el contexto más amplio, que puede denominarse “el mercado de la casa” a) La vivienda en el marco de las estrategia de reproducción social En este sentido, es más apropiado hablar de “estrategias habitacionales”, y se parte de la hipótesis de que las mismas no pueden analizarse aisladamente del sistema global que constituyen las estrategias de reproducción social. Esta preocupación se enmarca pues, en líneas generales, dentro de la ya vieja problemática -pero no por ello menos vigente como problema- de las estrategias familiares de vida. Se considera éste un aspecto fundamental para analizar, para explicar y comprender, cuando se quiere dar cuenta de la reproducción de determinados grupos sociales, de la sociedad en su conjunto y de sus mecanismos de dominación-dependencia, centrando la mirada en los propios protagonistas de estos procesos. Se trata entonces de hacer hincapié en la gente que vive y organiza sus cosas para vivir, en los agentes sociales que producen prácticas, y en las condiciones materiales y simbólicas de su proceso de producción. En el marco del “sistema de estrategias de reproducción social”, las estrategias habitacionales son analizadas a través de los factores explicativos de las mismas: volumen y estructura del capital, estado de los instrumentos de reproducción, estado de la relación de fuerzas entre las clases y habitus incorporados. El juego de estos aspectos que permiten comprender y explicar las estrategias habitacionales y su relación con las otras estrategias de reproducción social, puede verse, tomando como caso un conjunto de familias residentes en un barrio pobre cordobés, en: Gutiérrez, Alicia, “Estrategia habitacional, familia y organización doméstica” en: Cuadernos de Antropología Social, Nº 10, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 1998, pp. 151-163. 6 b) El mercado de la vivienda o “el mercado de la casa” El planteo de esta manera de abordar el problema parte del supuesto que tradicionalmente es asignado a la economía el tratamiento de este aspecto central que constituye el “mercado de la casa”, como si las prácticas económicas fuesen prácticas con una existencia propia, con sus propios mecanismos de funcionamiento, etc. Se sostiene aquí que las prácticas económicas son prácticas sociales como cualquier otra y por lo tanto, están sujetas a los mismos tipos de condicionamiento que hemos mencionado: las estructuras objetivas externas (y su historia) y las condiciones objetivas incorporadas de los agentes que, desde distintas posiciones, participan de ese campo social específico que constituye el mercado de la vivienda. El planteo central puede resumirse así: Las decisiones económicas en materia de vivienda (comprar o alquilar, comprar una casa nueva o usada, una casa de tipo “tradicional” o una industrializada (“prefabricada”) dependen de dos factores fundamentales: 1) de las disposiciones económicas de los agentes (socialmente constituidas, en forma de habitus, a los que he hecho referencia), particularmente sus “gustos” y los medios económicos que pueden poner a su servicio. 2) Del estado de la oferta de viviendas Pero estos dos términos (que la teoría económica neoclásica trata como datos incondicionados) dependen a su vez, de manera más o menos directa, de todo un conjunto de condiciones económicas y sociales producidas por la “política de vivienda”. Ello significa que por medio de todas las formas de reglamentación y de ayuda financiera destinadas a favorecer tal o cual manera de satisfacer los gustos en materia habitacional (ayudas a los constructores o particulares –los préstamos, las exenciones, los créditos baratos-, el Estado –y todos aquellos que están en condiciones de imponer sus puntos de vista a través de e’l contribuye de manera muy vigorosa a producir el estado del mercado de la vivienda. Así, el mercado de las casas individuales (como cualquier mercado) es el producto de una doble construcción social, a la que el Estado hace una contribución decisiva: 7 construcción de la demanda, a través de la producción de las disposiciones individuales o de los sistemas de preferencia individuales (especialmente propiedad o alquiler) y también por medio de la asignación de los recursos necesarios, es decir, las ayudas estatales a la construcción o la vivienda, definida por leyes y reglamentos y la construcción de la oferta, a través de la política del Estado o de los bancos en materia de crédito a los constructores, que contribuye, junto con la naturaleza de los medios de reproducción utilizados, a definir las condiciones de acceso al mercado y, más precisamente la posición en la estructura del campo, extremadamente disperso de los constructores o de los fabricantes de casas, y por lo tanto las coacciones estructurales que pesan sobre las decisiones de cada uno de ellos en lo que se refiere a producción y publicidad. En consecuencia, el análisis debe consagrarse a describir el campo de producción y los mecanismos que determinan su funcionamiento y también la estructura de la distribución de las disposiciones económicas y, más especialmente, de los gustos en materia habitacional. También es necesario establecer, mediante un análisis histórico, las condiciones sociales de producción de ese campo particular y de las disposiciones que en él encuentran la posibilidad de realizarse más o menos completamente. Estos aspectos, puestos en juego en el análisis del “mercado de la casa” francés, pueden ser trabajados detalladamente en Bourdieu, Pierre, Las estructuras sociales de la economía, Buenos Aires, Manantial, 2001.