XVI ENCUENTRO NACIONAL DE PROFESORES DE DERECHO ROMANO 22 AL 24 DE MAYO FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES UNIVERSIDAD NACIONAL DE CORDOBA 2003 OBLIGACIONES QUE NACEN DE LOS DELITOS Trabajo de Investigación realizado por la Docente de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba María Angélica Calvo Leal. SUMARIO I. Introducción conceptual II. Delitos del Derecho Civil. Ley de las XII Tablas III. Fuentes IV. Damnum Iniura Datum V. Ley Aquilia VI. Conclusión VII. Bibliografía OBLIGACIONES QUE NACEN DE LOS DELITOS I.-INTRODUCCION CONCEPTUAL En oportunidad del XVI Encuentro Nacional de Profesores de Derecho Romano, decidimos abordar la temática de las Obligaciones que nacen de los delitos, (delictum maleficium) que son todos los hechos ó actos violatorios del derecho y que éste sanciona con una pena. Se agrupaban en dos grandes categorías: I.- La de los delitos públicos (crimina pública) y II.- La de los delitos privados (delicta privata). Los primeros interesaban directamente a la sociedad porque afectaban primordialmente el orden social y en consecuencia, su persecución podía ser intentada por cualquier miembro de la comunidad y la pena que imponían los tribunales creados por el Estado significaba un castigo que se daba al delincuente para a los particulares y por ésa razón solamente podían ser perseguidos por las personas que reparar la ofensa inferida a la sociedad. II.- Los segundos eran aquellos actos que afectaban directamente a los habían sufrido las consecuencias del delito, entrañando la pena un resarcimiento por los daños que el acto ilícito acarreaba a los damnificados. Nos avocaremos a los delitos privados, dado que fueron fuente creadora de obligaciones desde que el ofendido tenía acción para exigir del ofensor el cumplimiento de una prestación que consistía en el pago de una pena pecuniaria, por lo general, equivalente al perjuicio causado. En materia delictual se presenta un fenómeno semejante a la esfera del derecho civil, al admitirse otros actos ilícitos generadores de obligaciones que no eran reconocidos como delicta, pero que el derecho pretoriano sancionó con acciones “in factum”.. II.- DELITOS DEL DERECHO CIVIL.- LEY DE LAS XII TABLAS El delito privado encuentra su primera reglamentación legal en la Ley de las XII Tablas que prácticamente contenía un catálogo de delitos con sus correspondientes sanciones. Del análisis de sus normas se desprende que el vetusto código permitía que la víctima de un delito, en determinados casos pudiera ejercer la venganza privada limitándose la ley a reglar la forma de aplicar el castigo. Es así que cuando se trataba del delito de injurias autorizaba la aplicación de la ley del talión que daba derecho al ofendido a inferir al ofensor otro daño de igual naturaleza al que él hubiera experimentado. (Tabla VIII, 2.) “Contra el que rompe un miembro y no transige, la pena del talión” En el caso del delito de “furtum”, castigaba al ladrón sorprendido “in fraganti” con la pena de azotes, autorizando al damnificado a retenerlo en calidad de esclavo (Tabla VIII, 15.). “Disposición que condena el hurto manifiesto con pena con pena de flagelación y entrega a la víctima, si el ladrón es libre y púber; con flagelación y composición si es impúber y si es esclavo debía ser azotado con varas y precipitado a la roca Tarpeya”. Deviene así que, en cuanto a la responsabilidad por los delitos privados, la legislación decenviral tendió sobretodo, a fijar una pena a favor del ofendido, que a consagrar un castigo que sancionara la culpabilidad del delincuente. En la evolución del delito privado, conforme a los principios dados por la jurisprudencia clásica, la graduación de la pena se regula teniendo en cuenta la intención criminal del autor del hecho, tratando de que el castigo signifique un resarcimiento equitativo del perjuicio que el delito hubiera provocado a la víctima. A pesar de este evidente avance con relación a la época de la Ley de las XII Tablas, el delito continúa desarrollándose dentro de la esfera del “ius privatum” tanto que el ofendido debía recurrir a las reglas del procedimiento civil para obtener la condena del culpable. Con el derecho imperial se introduce la modalidad de reprimir los delitos privados con la acción civil ordinaria y de perseguir criminalmente a los ofensores mediante la aplicación de penas especiales. Este progreso en el campo delictual hizo que la víctima pudiera optar entre exigir el resarcimiento pecuniario dado por el daño sufrido ó demandar el castigo del delincuente subscribiendo la acusación criminal por el procedimiento de la “cognitio extraordinem”. III. FUENTES. Las fuentes romanas señalan como típicos delitos privados del derecho civil I.- al hurto “furtum”, II.- a la rapiña (vi bona rapta), III. al daño injustamente causado “damnum iniura datum” y IV.- a la injuria “iniura”.Las encontramos citadas en Gayo, III, 182. “Pasemos ahora a las obligaciones que nacen de un delito, tales como las de quién hiciera un furtum, la de quién arrebatara violentamente los bienes (rapiña), la de quién causara algún daño, la de quién cometiera alguna iniura, las cuales todas ellas forman un único género de obligación, mientras que las obligaciones nacidas de un contrato se agrupan en cuatro géneros ...” Inst., 4, 1 pr., “(Pasemos ahora a hablar de las acciones. Si preguntáramos) cuantos de géneros de acciones existen, se considera lo más correcto responder que hay dos, las acciones in rem y las acciones in personam. En efecto, aquellos que han dicho que son cuatro debido a que existen cuatro géneros de sponsio, no han advertido que han clasificado en la categoría - géneros – ciertas - especies de acciones”. Gayo, IV, 112;: “No todas las acciones que le competen a favor ó en contra de alguien, ya sea ipso iure ó concedidas por el pretor, competen equitativamente al heredero ó suelen ser dadas contra él. En efecto, hay una precisa regla de derecho según la cual las acciones penales nacidas de los delitos no competen contra el heredero ni le son dadas contra él, como por ejemplo, la actio furti, la actio vi bonorum raptorum, la actio iniuriarum, la actio damni iniuriae. Pero al heredero del mismo – es decir del actor - estas acciones le competen y no le son denegadas, excepto la actio iniuriarum y alguna otra similar que se encuentre” Paulo, Dig., 37, 6, 2, 4 “El hijo emancipado, si tiene acción de injurias, no debe llevar nada a colación, porque tiene más bien la persecución de la vindicta, que la de una cantidad, pero si tuviera la acción de hurto, la deberá llevar a la colación” Gayo, IV, 75; “Los delitos de los filiifamilias ó de los esclavos como por ejemplo si hicieran un furtum ó cometieran una iniuria han dado nacimiento a las acciones noxales, por las cuáles resulta lícito al pater ó al dominus ó soportar el tener que pagar lo que se estime en el juicio ó hacer el abandono en noxa. En efecto, resultaba inicuo que la malicia de ellos resultara más dañosa para los patres ó los domini que el valor de sus propios cuerpos”. Inst, 4, 8 pr; De las acciones noxales.- “Por los delitos de los esclavos, como si hubiesen cometido un hurto, ó arrebatado bienes, ó causado un daño, ó inferido una injuria, se han establecido las acciones noxales, por las que se permite al dueño condenado, ó que se pague la estimación del litigio, ó que dé el esclavo en noxa”. Inst., 4, 8, 4; “Más las acciones noxales han sido establecidas, ó por las leyes, ó por el edicto del pretor; por las leyes, como la del hurto por la Ley de las XII Tablas, y la de daño injusto por la Ley Aquilia; por el edicto del pretor, como la de las injurias y la de los bienes arrebatados con violencia”. Ulpiano, Dig., 9, 4, 2, pr.: “Si un esclavo mató sabiéndolo su dueño, obliga al dueño por el todo, porque se entiende que el mismo dueño mató; pero si ignorándolo, hay la acción noxal, porque por el delito del esclavo no debió quedar obligado a más, que ha entregarlo por el daño”. Ulpiano, Dig., 9, 4, 2, 1: “... Opinó Celso, que si en todo ó en parte hubiere sido enajenado el esclavo ó manumitido, el daño no sigue al causante; porque el esclavo no delinquió en nada, si obedeció a su dueño que se lo mandaba. Y, a la verdad, si se lo mandó, puede decirse esto, pero si no se lo prohibió ¿de qué modo excusaremos el hecho del esclavo? Pero Celso hace la diferencia entre la Ley Aquilia y la de las XII Tablas; porque por la ley antigua, si el esclavo cometió un hurto sabiéndolo su señor, ó causó algún otro daño, hay la acción noxal a nombre del esclavo, y el dueño no queda obligado en su propio nombre, más en la Ley Aquilia, dice, el dueño se obliga en su nombre, no en del esclavo. Da la razón de una y otra ley: La de las XII Tablas, como si hubiere querido que en este particular los esclavos no obedecieran a sus dueños; de la Ley Aquilia somo si perdonare al esclavo que obedeció a su señor y hubiera de haber perecido, si no lo hubiera hecho. Pero si pareciera bien lo que escribe Juliano en el libro octogésimo sexto, que si el esclavo cometió un hurto, ó causó un daño, esto corresponde también a las leyes posteriores, podrá decirse, que también en nombre del esclavo se puede intentar en contra del dueño la acción noxal, de suerte que el que se da contra el dueño de la Ley Aquilia, no excuse al esclavo, sino que grave al Señor. Pero nosotros aprobamos la opinión de Juliano, cuya opinión está fundada en razón, y es aprobada por Marcelo en sus notas a Juliano” Paulo, Dig., 9, 4, 4, 2: “Cuando el dueño se obligue por razón de su conocimiento, se ha de ver si se ha de dar acción también en nombre del esclavo, si acaso el Pretor no quiso que se exigiera al dueño una sola pena; ¿luego quedará sin castigo el dolo del esclavo? Esto es injusto, y antes bien se obligará de ambos modos el dueño, pero exigida una pena, que el actor hubiera elegido, se extingue la otra”. Las acciones emergentes de los delitos privados que entran dentro del marco del “ius civile” tenían el carácter de perpetuas, lo que hacía que el ofendido pudiera accionar en cualquier momento, sin que el transcurso del tiempo afectara su derecho. En cuanto a las acciones que sancionaban los delitos pretorianos, escapaban a la regla de la perpetuidad, porque normalmente se extinguían por el transcurso de un año, que debía contarse desde el momento en que se cometió el delito ó desde que el ofendido se encontraba en condiciones de ejercitarlas. La prescripción anual, típica de las acciones creadas por el derecho honorario, no jugaba cuando se tratara de aquellas acciones criminales otorgadas por el magistrado “ad exemplum iuris civilis”. La encontramos en Gayo IV, 111. “A veces sin embargo, (las dá a perpetuidad cuando) imita el derecho legal: tales son las acciones (que atribuye) a los (bonorum ) possessores y a los otros que están en lugar del heredero”. También la actio furti manifesti, no obstante que está fundada en la iurisdictio del propio pretor es dada a perpetuidad, y esto con razón, puesto que substituyendo a una pena capital se ha constituído una pena pecuniaria.” A los fines de avanzar en ésta pesquisa tratararemos a continuación IV.- “DAMNUM INIURA DATUM”, ubicado como ya lo adelantáramos dentro de la tríada de delitos privados del “ius civile” ó sea el daño en propiedad ajena. Es el acto ilícito ejecutado por una persona con ó sin intención de dañar que ocasionare un perjuicio a otra. Para Arangio Ruiz, más que un daño, debió ser calificada de acción de dañar, es considerada como el más interesante de los delitos privados en razón de que la jurisprudencia romana elaboró las normas que lo regulan demostrando un alto grado de casuística, lo que ha hecho que ocupe una posición destacada en la legislación justinianea y que su desarrollo haya permitido que la doctrina moderna asentara sobre sólidas bases la teoría del delito civil. Esta materia fue reglamentada en un plesbicito de probablemente 286 a. de J.C., la Lex Aquilia. Esta vino a sustituir, como una reglamentación general, las diversas reglas para determinados casos de daños en propiedad ajena que encontramos dispersas en la Ley de las XII Tablas: I.- “la actio de pauperie”, para daño causado por un “quadrupes”, si el comportamiento del animal había sido “contra naturam”, ó sea, contrario a la manera normal de comportarse el animal; la encontramos en D. 47.2.68.2.: “Respondieron los antiguos, que está sujeto a la acción de hurto el que con dolo malo hubiese llamado a juicio a un mulatero, si mientras tanto se hubiesen perdido las mulas”. D 9.1.1.pr. “Si se dijere que un cuadrúpedo había causado daño, derivase una acción de la Ley de las XII Tablas; cuya ley quiso ó que se diese lo que causó el perjuicio, esto es, el animal que hizo el daño, ó que se ofreciese el importe del daño”. II.- La “actio de pastu pecoris”, para el daño causado por el ganado de uno en el predio de otro. D. 19., 5, 14,3: “Si de un árbol tuyo cayera la bellota en mi fundo, y yo la consumiera habiendo introducido ganado para que paste, escribe Aristón, que no le parece que haya acción legítima, que yo pueda ejercitar, porque no puede intentarse ni la de la Ley de las XII Tablas sobre el pasto del ganado porque no pasta en lo tuyo, ni la de pauperies, ni la de daño con injuria; y así se habrá de ejercitar la del hecho”. III. - La “actio de arboribus succisis”, para el caso de la tala de árboles ajenos (PLINIO, op.cit., 17.1.7). IV.- La “actio de aedibus incensis”, en el caso de que se causara el incendio de una casa ajena. D. 47, 9, 9: “El que hubiere incendiado una casa, ó un montón de trigo puesto junto a la casa, se manda que atado y azotado sea quemado vivo, si a sabiendas y deliberadamente hubiere hecho esto; pero si por casualidad, esto es, por negligencia, se manda a que se resarza el daño; ó, si no fuera solvente, es castigado con más tenidad, más en la denominación de casa se comprende toda especie de edificios”. V. LA LEY AQUILIA. Se componía de tres capítulos. I.- El primero trataba de la muerte dada a esclavos ó animales ajenos.- II.- El segundo, del fraude cometido por el “adstipulator” que perdonaba la deuda al sujeto pasivo de la obligación correal. III.- El daño causado, en propiedades ajenas, con consecuencias distintas a las previstas en el primer capítulo. En los casos referentes al primero, la indemnización era el valor más alto que el esclavo ó el animal hubieran tenido en el último año, lo cuál podía ser superior al daño sufrido (piénsese en un esclavo que hubiera contraído, los últimos doce meses, una enfermedad incurable). La encontramos en D. 9, 2, 2 : “Dispónese en el capítulo primero de la Ley Aquilia: que el que hubiere matado con injuria al esclavo ó a la esclava ajenos a un cuadrúpedo, ó a una res, sea condenado a pagar al dueño el precio mayor que aquello tuvo en aquél año”. En Gayo III, 210: “La acción por daños causados injustamente entre (actio damni iniuriae) está reglado por la Ley Aquilia, en cuyo primer capítulo está establecido que: si alguien matara injustamente un esclavo ajeno ó un cuadrúpedo que se halle comprendido en un rebaño, sea condenado a dar al dueño tanto cuánto fuera el máximo valor que hubo tenido dicha cosa en ése año”. La indemnización fijada para casos del tercer capítulo era el valor más alto en los últimos treinta días. También en éste caso, la indemnización podía exceder considerablemente del daño sufrido, ya que, aún habiéndose causado un daño parcial, parece que se debía una indemnización por el valor total del objeto, sin que en los textos se encuentre mención alguna que el culpable podía reclamar, cuando menos, los restos del objeto dañado. Pare el cálculo del daño, se tenía en cuenta no sólo el valor comercial general, sino también las circunstancias especiales del caso, como el hecho de que la muerte de un esclavo podía dejar incompleta la orquesta privada del señor. La encontramos en D. 9.2.22: “Por lo tanto, si matase al esclavo que bajo pena prometió entregar, la utilidad viene comprendida en este juicio” D. 9. 2. 27. 5: “Más en el tercer capítulo dice la misma Ley Aquilia: Respecto a las demás cosas, excepto el esclavo y las reses que hayan sido muertos, si alguien hiciese daño a otro, porque hubiere quemado, quebrado ó roto alguna cosa con injuria, sea condenado a pagar al dueño tanto cuanto aquella cosa valiere en los treinta días próximos”. En Gayo lo encontramos en III, 217: En el capítulo tercero se preveé toda otra clase de daño. Así, en éste capítulo se establece una acción para el caso de que alguien hubiera causado heridas a un esclavo ó a un cuadrúpedo que se halle comprendido en un rebaño ó matare ó causare heridas, como por ejemplo: un perro ó una bestia feroz – como un oso ó un león -. Tambien el daño causado injustamente a los otros animales, lo mismo que en todas las cosas que carecen de ánima, resulta vindicado por ésta parte de la ley. En efecto, la acción de éste capítulo se ha establecido para el caso de quemaduras, ruptura ó fractura, aunque en realidad podría haberse dicho solamente ruptura ya que ésta denominación comprende todas éstas causas; en efecto, se entiende por ruptum todo aquello que de algún modo resulta físicamente dañado ...” Así, todo “quod interest” entra en el cálculo del daño, pero sin incluir consideraciones puramente sentimentales, como el hecho de que el perro accidentado fuese el animal predilecto de la señora de la casa. Posteriormente a la recepción la jurisprudencia alemana comprendió en la indemnización aquiliana también una suma “por el dolor físico y por deformaciones corporales”. Sin embargo, los juristas, trataron primero de fundar tales indemnizaciones en consideraciones pecuniarias, como “por esta deformación esta mujer necesita una dote superior para poder encontrar marido ...”, a la cual los autores inconformes con esta innovación revolucionaria contestaban que, desde luego, “non forma, sed virtute sibi maritum quaerere debet” (la mujer debe buscarse a un marido, no con ayuda de su belleza, sino por medio de su virtud). De todos modos, a fines del siglo XVIII, ya existía una “communis opinio” de que el dolor y las deformaciones, merecen una indemnización, independiente de todo perjuicio patrimonial. A mediados de éste siglo, se nota la tendencia de añadir, a las indemnizaciones por el daño material y el dolor físico, otra indemnización por el daño psíquico. Contrariamente al principio romano, enunciado en D. 9. 2. 33 pr,: “Si mataste a mi esclavo, opino que no se ha de apreciar la afección, como si alguno hubiere matado a tu hijo natural, que tú quisieras estimarlo en mucho, sino en cuánto valiera para todos. También dice Sexto Pedio que las cosas se aprecian no según la afección, ni la utilidad de cada cual, sino con arreglo a lo común. Así pues, que el que posee a su hijo natural, no es con él más rico, porque hubo de comprarlo en muy grande precio; si otro lo poseyera; y que aquel que posea un hijo ajeno, no tiene el importe en que podría venderlo a su padre; porque por la Ley Aquilia conseguimos el daño, y decimos que se perdió lo que ó pudimos percibir, ó nos vemos obligados a gastar” Ya anteriormente a nuestro siglo, encontramos un divertido ejemplo de daño psíquico al revés, cuando la Universidad de Tubinga negó en 1628, una indemnización al padre y a la viuda de la víctima, por ser ésta un hombre a todas luces insoportable. De esta excursión al derecho romano postjustinianeo, regresemos ahora a la Lex Aquilia clásica. Para completar el perfil de la aplicación de ésta ley, debemos añadir todavía que ella se refiere únicamente al “damnum iniura datum”, es decir el daño causado en forma antijurídica. Por tanto la defensa legítima (siempre que en ella se haya observado la moderatio). C. 8. 4. 1. y el consentimiento de la víctima: D. 9. 2. 4. 7.: “Dice Juliano que aquel a quién se le prestaron vestidos, no puede, si se les hubieren rasgado ejercitar la acción de la Ley Aquilia, sino que ésta compete al dueño” Colocan fuera del alcance de la Lex Aquilia el daño causado. El campo original de este “damnum iniura datum” se extiende, poco a poco, por influencia del pretor. a) En primer lugar, mientras que el antiguo derecho exigía la comisión de un acto positivo para que procediera la “actio legis Aquiliae”, el derecho clásico extendía ésta acción aún a casos de omisión (como cuando alguien mataba de hambre a un esclavo ajeno que se hallaba a su cuidado). b) Mientras que el antiguo derecho exigía un acto doloso para la existencia de éste delito, el pretor admitía ya en tiempos preclásicos que incluso los actos meramente culposos, frutos de imprudencia ó impericia, se sancionaran mediante la “actio Legis Aquiliae”. c) En cuanto a la culpa, para la Lex Aquilia bastaba la “culpa levissima in abstracto”. Observemos, empero, que no se concedía la “actio legis Aquiliae” contra la persona que hubiere causado un daño en propiedad ajena en un intento de salvar su vida ó de evitar un daño propio muy superior al causado, como resulta de D. 9. 2. 45. 4 (estado de necesidad): “Los que no pudiéndose defender de otro modo, hubieran contraído la culpa de un daño, son irresponsables, porque todas las leyes y todos los derechos permiten repeler la fuerza con la fuerza. Pero si por defenderme hubiere yo tirado una piedra a mi adversario, pero no a éste, sino a un transeúnte hubiere yo herido, quedaré obligado por la Ley Aquilia, porque se concede herir a aquel sólo que emplea la fuerza, y esto, si se hubiera hecho tan sólo qu emplea la fuerza, y esto, si se hubiera hecho tan sólo por causa de defensa, no también por la de venganza”. Sin embargo, si una persona había llegado por propia culpa a una situación difícil, respondía plenamente del daño causado en sus tentativas de salvarse ó de salvar sus bienes, como surge de D.9.2.29.1: “Si hubieses cortado el alero de tejado, que sin ningún derecho tenía yo sobre tu casa, escribe Próculo, que puedo ejercitar contra ti la acción de daño con injuria, porque debiste intentar contra mí la acción de que yo no tengo derecho para tener el alero del tejado y no es justo que yo padezca daño habiéndose cortado por ti mis vigas. Otra cosa se ha de decir en virtud del rescripto del Emperador Severo, quién respondió a uno, por cuya casa se había pasado un acueducto sin deber la servidumbre, que por su propio derecho podía cortarlo; y con razón, porque hay diferencia, pues éste procuró en lo suyo, y aquél obró en lo ajeno”. d) Un interesante problema al respecto nos ofrece D. 50. 17. 50, al decir: “Carece de culpa el que sabe una cosa y no puede prohibirla”. ¿Cómo debemos interpretar aquí la palabra “puede”? ¿Cómo posibilidad física ó como posibilidad también reconocida por el sentido común?. Muchas veces, cuando presenciamos un delito, podemos físicamente intervenir, pero nuestra intervención sería un acto insensato que solo nos causaría daños a nosotros mismos, sin aprovechar a nadie. Baldo opinaba que quiénes únicamente por su oficio debían defender a otros, incurrían en culpa si no impedían un delito intencionado que llegara a su conocimiento, opinión que parecía tan perversa a Baldo que nos asegura que por tal monstruosidad el alma de su famoso maestro está ardiendo en los infiernos. e) El pretor extendía el objeto de la acción desde los meros daños hasta los “daños y perjuicios”, es decir incluyendo el beneficio perdido (lucrum cessans), según resulta de Gayo, 3, 212: “Y en la acción de ésta ley no se estima solamente el valor del cuerpo, sino que razonablemente, si el esclavo muerto experimenta para el dominus un daño mayor que el precio del esclavo, éste también es estimado, como por ejemplo, si un esclavo mío que fue instituído heredero por un tercero, hubiera sido muerto antes de que por mi orden hubiera hecho la cretio de la herencia, entonces, no se estima el daño por el sólo precio, sino también por el monto de la herencia perdida. También si uno de los gemelos ó un miembro de un grupo de músicos, fuera muerto, no se hace solamente, la estimación por el muerto, sino que de manera más amplia se computa, la depreciación que sufren los otros miembros que sobreviven. Lo mismo ocurre, si de un par de mulas ó de una cuádriga de caballos, sólo una muriera”. y de D. 9. 2. 21. 2. “Pero ¿estimamos acaso su cuerpo sólo, en cuánto valiere cuando fuere muerto, ó más bien en cuanto nos importó que no hubiese sido matado? Y usamos de este derecho, que se haga la estimación de lo que importa”. f) Mientras que el derecho antiguo exigía un “damnum corpore datum”, con efecto físico del culpable sobre su víctima, el derecho clásico admite también una acción por “damnum iniura datum”, contra la persona que causara la muerte de un esclavo ajeno, asustándolo, sin tocarlo. g) Si el antiguo derecho exigía un daño físico en una propiedad ajena “damnum corpori datum”, el pretor incluía en el “damnum iniura datum” también diversos casos en que no hubiera un daño material en objeto de propiedad de la víctima (como cuando arrojo al río un anillo ajeno ó procuro que se escapen los esclavos de mi vecino). Inst. 4. 3. 16; debajo del agua el anillo está intacto; los esclavos gozan de la misma salud que antes. h) Por esta extensión del daño “nec corpori datum”, la persona que corta el cable que sujeta un barco al muelle, no solo responde del valor del cable (al que causó un damnum corpori datum), sino también del valor del barco (ya que este lo perdía la víctima, aun sin haber un verdadero damnum corpori). En estos casos, no hay daño en un objeto, sino solo en un patrimonio (aunque siempre a través de incidentes relacionados con los objetos que al mismo pertenecían) En los citados supuestos, el pretor admitía una “actio in factum”, ligada al principio aquiliano. Este grupo de casos de “damnum nec corpori” ha sido el punto de partida de un desarrollo que ocurrió, sobre todo en el derecho romano de la época de la recepción y en el “Usus Modernus Pandectarum”. Finalmente, surgió así el principio de la responsabilidad por daños directamente patrimoniales. En aquellas fases de la evolución romanista, se comienza a aplicar el principio aquiliano a la pérdida de clientela por difamación dolosa, el daño causado por imprudencia de un funcionario público en relación con el otorgamiento de una hipoteca, al daño causado por la indiscreción de un secretario ó por la “impericia” de los abogados, hasta llegar finalmente a la regla general de que “DAMNA SUNT PRAESTANDA” (Los daños deben ser indemnizados). Digno paralelo del otro principio general: “Pacta Sum Servanda” (Todo daño causado dolosa ó culpablemente a otra persona, debe indemnizarse). Esta enorme extensión del principio aquiliano ha hecho surgir otro problema: ¿hasta donde debemos permitir una relación causal entre un hecho culpable ó doloso y un resultado perjudicial? Por error de un porteador, llega a Lisboa un paquete destinado a Londres, y se pierde en el gran terremoto de 1755. ¿Procede entonces la reclamación aquiliana? Este problema de la limitación de la causalidad se presenta también en materia penal, donde es importante el principio: D.50.17.138.1: (Paulo) “Nunca crece en virtud de hecho posterior la estimación de un delito pasado”. “La calificación de un delito nunca se agrava con un hecho posterior”. Por ejemplo, si una herida que originariamente no era mortal, degenera por causas externas ó por descuido del paciente ó de su médico, no debemos fundar el castigo en el posterior carácter de la herida, sino sólo en su gravedad original. En prudente labor, los tribunales de cada país, buscan la delimitación actualmente aconsejable a esta causalidad aquiliana. La actio Legis Aquiliae era sólo poenae persecutoria. A su lado no se permitía, por ejemplo, una “actio rei persecutoria” en contra del comodatario que hubiere destrozado el objeto del comodato. Esta última acción sería superflua: la víctima podía obtener suficientes ventajas por medio de la “actio poenae persecutoria”. Ya hemos visto que la indemnización legal podía exceder del importe del daño, y además, si el culpable negaba haber causado el daño y perdía el proceso, su mala fé se castigaba con una condena al doble de la indemnización legal. Esta acción por daños y perjuicios no sólo correspondía al propietario del objeto en cuestión, sino a toda una serie de interesados (poseedor de buena fé, acreedor prendario, usufructuario, enfiteuta, etc.), sin que el Corpus Iuris nos presente una regla general para el reparto de la multa privada, en el caso de concurrir varios intereses. De todos modos, la suma de las indemnizaciones debidas a los diversos interesados no debía exceder del daño aquiliano que el culpable hubiera debido pagar al propietario del objeto dañado. Lo encontramos en D. 9. 2.30. 1: Paulo “Si hubiera sido dado muerto el esclavo dado en prenda, compete acción al deudor. Pero, preguntase, si se ha de dar la acción útil también al acreedor, porque puede interesarle, porque el deudor no sea solvente, ó porque por el lapso de tiempo perdió el pleito. Pero en este caso es injusto que uno quede obligado al dueño y al acreedor, a no ser que alguno juzgare que en este negocio el deudor no habrá de padecer injuria alguna, porque le aproveche para la cuantía de su deuda, y haya de conseguir de aquél lo que de más valiera, ó que desde el principio se ha de dar al deudor acción por el sobrante que hubiera de su deuda. Y por lo tanto, en estos casos, en los que se ha de dar acción al acreedor por causa de la pobreza del deudor, ó porque perdió el litigio, el acreedor tendrá la acción de la Ley Aquilia ciertamente hasta que el importe de la deuda, para que esto le aproveche al deudor, y a este mismo deudor le compete la acción de la Ley Aquilia por lo que excede de la deuda”. Un interesado sin legitimación activa al respecto, era el que tuviera solo un derecho personal en relación con el objeto en cuestión, es el caso del comprador antes de la “traditio”. Lo vemos en D. 9. 2. 11. 9. Desde la fase clásica, se extendió considerablemente el campo de los “crimina extraordinaria”, que cubren también varios casos ya comprendidos en el “damnum iniura datum”, siempre y cuando se encuentre en ellos un elemento de dolo. Paralelamente a la acción penal pública, subsistía entonces, la “actio Legis Aquiliae”. Aún en la actualidad, el “daño en propiedad ajena” es una figura repartida entre los códigos civil y penal. La doctrina moderna, en función de la teoría de la responsabilidad, ha ampliado la funcionalidad del instituto integrándolo, no sólo con las consecuencias que se siguen de la actividad del sujeto, sino también por su inactividad, ya sea propia ó de terceros sobre quienes el agente tuviere autoridad (hijos menores de edad, obreros, el Estado por sus empleados y funcionarios, etc.); por las cosas de que se sirve; de animales. VI. CONCLUSION Queremos insistir en esa filosofía que se esconde detrás de la noción de daño; no está en discusión un tema de gabinete sino uno de repercusión en aspectos prácticos, que hacen al otorgamiento ó no del resarcimiento peticionado. Nuestra aspiración es tener muy presente el principio de la solidaridad social con arreglo al cuál deberán precisarse las situaciones jurídicas relevantes desde el punto de vista resarcitorio. Afirma Mosset Iturraspe que se trata de una cambio revolucionario. De una modificación que dice del humanismo del engoque actual y de la deshumanización del derecho anterior. La tendencia actual del derecho rescata al hombre como persona, de manera integral, en la totalidad de sus valores intrínsecos, relacionales ó productivos. No sólo resguarda el bienestar material sino, con mucha mayor amplitud, la dignidad y plenitud de vida. Interesa la protección del “ser” de la persona, no sólo como fundamentalmente, por “lo que vale en sí”. medio de obtener, sino El derecho es vida y como tal debe evolucionar a la par de ella, no puede permanecer ajeno a la evolución de ideas que, al modificar la realidad, transforman también las necesidades del grupo, haciendo imperiosa la necesidad de nuevas normas, ó la adaptación de las existentes, con miras a la satisfacción de los requerimientos concretos del grupo. VII. Bibliografía Fuentes • Cuerpo del derecho civil romano. A doble texto, traducido por Ildefonso L. García del Corral. Barcelona. 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