Buenos días, estimado / a Recientemente he tenido la ocasión de hacer un breve viaje a Milán, orientado hacia la figura de Verdi: su obra, su vida, su pueblo, su tumba… y, claro está, su música. Acompaño unas imágenes, con la esperanza de que te hagan pasar un rato entretenido. Un abrazo, Josep Mª Oliver Como toda ciudad que se precie, Milán tiene un servicio público de alquiler de bicis. Lo curioso es que tienen la transmisión por cardan, no por cadena. Más caro, pero seguramente más robusto; es la eterna duda, más inversión inicial, o más costo de mantenimiento. Era un viernes por la mañana, laborable; pero las calles bullían, y los espectáculos espontáneos menudeaban. Estos mozos, de aspecto y edad discotequera, obsequiaban al transeúnte con música de Vivaldi, magníficamente ejecutada. Donde hay clase, hay clase y se nota. El cartelillo de “prohibido fijar carteles”, en mármol y letras de bronce en relieve. El centro de la ciudad alberga un castillo medieval, de piedra y ladrillo. Era de la familia Sforza, los caciques locales. Ahora es público y está abierto, y evidentemente lleno de gente. Este edificio de aspecto imponente es una iglesia, antiguo monasterio (la foto está hecha desde el claustro, cuando estaba anocheciendo) cuyo refectorio alberga el fresco de La Última Cena, de un tal Leonardo de Vinci. Aunque ha sido profusamente restaurado, la pintura está bastante deteriorada; aún así, impresiona. Me tendréis que disculpar por no aportar una foto del propio fresco, pero es que estaba super prohibidísimo El centro de la ciudad es como un teatro. Aquí unos ciudadanos obtenían monedas del respetable con un precario montaje, llamando su atención con un equilibrio imposible. Su mayor mérito es saber pasar horas enteras sin mover ni las pestañas, no se les fuera a desmontar el chiringuito... Casi profesional, el montaje. Según se lee en los CD’s que están a la venta, en la maletilla, el artista se llama Tommaso Scaringi, y seguramente tuvo tiempos mejores; aunque nadie parecía hacerle caso, el buen hombre cantaba con oficio y dignidad. Comprobé, consternado, que los cajeros italianos también pueden ser un hogar acogedor para alguna gente. No es exclusivo de nuestro país... El monumento más importante de Milán es su catedral, que allí llaman Duomo. Es el tercer templo más grande de la cristiandad (luego de San Pedro del Vaticano, y de la catedral de Sevilla), y evidentemente se construyó a lo largo de muchos años; unos quinientos, más o menos. La fachada y los pináculos son del XVII; las últimas esculturas son del XIX, y la última puerta de bronce se colocó en 1960. Es espléndida, especialmente por fuera; su interior es más bien tétrico, gris y oscuro. La plaza del Duomo viene a ser el centro de la ciudad. Es un espacio muy animado, y también se abre a las galerías Vittorio Emmanuele, el otro “monumento” de la ciudad. Es curioso ver cómo cambia el aspecto del Duomo a lo largo del día; la fachada, en sombra por la mañana, se ilumina por la tarde, con un tono que se hace más cálido a la puesta del sol. La parte superior de la fachada. Véase que hay estatuas por todas partes, y de todos los tamaños; varios miles según el panfleto que nos dieron. La puerta principal, de bronce como todas las de la fachada. Es un museo al aire libre, un catecismo en imágenes. Detalle de uno de los cuarteles de la puerta citada. Se nota lo que queda a la altura de las manos... Evidentemente, es un edificio gótico total. Ésta es una de las ventanas del ábside, desde el exterior; las vidrieras son también las originales, del siglo XV. Es un milagro que las guerras las hayan respetado. El interior del Duomo es gris y lóbrego, al menos hasta que lo hayan acabado de limpiar (están en ello). Esta estatua de San Bartolomé, en mármol blanquito, contrasta fuertemente con el fondo. El artista debió pensar que era su oportunidad para demostrar que sabía de anatomía, y esculpió cada músculo y cada vena del individuo; más que inspirar piedad, da como un poco de grima. Es difícil ser devoto de un santo despellejado. Lo más vistoso del interior del templo es… el suelo de la nave principal, todo de marquetería de piedra. Una fachada de las Galerias Vittorio Emmanuele, la que da a la plaza del Duomo. La puerta, desde más cerca. Modestia pura... El interior. Las galerías son dos calles, que se cruzan en ángulo casi recto, bien cubiertas por una bóveda de cristal. En su momento, fue una sensación total; la burguesía podía pasear sin mancharse de barro, y las tiendas más suntuosas se apresuraron a instalarse. Una de ellas afirma ser la librería más antigua de Italia, de 1775; la debieron trasladar allí, ya que las galerías son de la segunda mitad del XIX. El centro del lugar muestra el escudo de los Saboya, en marquetería fina de piedra. Parece ser que el lugar es el que tiene los alquileres más elevados de la ciudad, y posiblemente de toda Italia. Una de las tiendas es el concesionario del equivalente local de la Fábrica Nacional de Moneda yTimbre. El famoso Teatro Alla Scala, por dentro. Véase que solamente hay butacas en la platea, y que todo lo demás son palcos; exactamente, 195 más el grandote del centro, el del rey. La visibilidad es problemática, en cuanto se aparta uno del centro; los palcos laterales proporcionan localidades SIN posiblidad de ver el escenario. Fantástico… cada palco tiene cinco butacas, cada una con su precio en función del ángulo visual. La ausencia de gradas hace pensar que el teatro se diseñó para la oligarquía y la aristocracia, más que para el pueblo en general; las tarifas practicadas hoy en día también van por ese camino. La lámpara central el teatro. Es lo más interesante del techo, que carece de decoración. Al final del espectáculo, los cantantes salen a saludar. Incluyo esta imagen como ejemplo de lo que dan de sí las actuales cámaras reflex: la imagen está tomada a 6.400 ISO, y está más que presentable. Salimos de Milán y estamos a unos 60 Km, en Busseto, el pueblo natal de Verdi. No falta la estatua de bronce, ni el castillo medieval; una de sus alas fue reconvertida en teatro, en honor de don Giusseppe. El buen hombre no quiso ni oír hablar de ello, y jamás puso lo pies en él; dejó meridianamente claro que creía que el pueblo necesitaba un hospital y no un teatro, y exactamente eso fue lo que hizo: mientras la municipalidad se gastaba los dineros en hacer la pelota a su vecino más ilustre, éste les ignoró completamente y construyó (y mantuvo) el hospital local. Vaya lección… no es extraño que los italianos adoraran al maestro. La casa donde Verdi vivió sus últimos 50 años (Villa Santa Agata), en Busseto, tiene en su fachada un curioso reloj de sol. Careciendo de libro de instrucciones, no puedo informar de cómo se interpreta. La casa natal del maestro estaba… en obras. Según parecía, llevaba un tiempito en ese estado; se ve que allí también se acaba el presupuesto antes que la obra. Esto es el teatro de Busseto, bastante digno. Mantiene una temporada activa cada año, seguramente fuertemente subvencionada; es más bien pequeñito y, por tanto, difícilmente rentable si los espectáculos son de calidad. El famoso teatrillo de Busseto, también con palco real. Bueno, aquí sería para el alcalde. Desde este palco sí que se ve el escenario… mejor que en los de la Scala. Las tiendas de Busseto no olvidan a su ilustre conciudadano. Curioso sistema para ayudar a hacer ejercicios de digitalización al piano. La resistencia de los muelles hace que se deba ejercer una cierta fuerza para acceder a las teclas, y se supone que así se refuerza la musculatura de la mano. El maestro Verdi también hizo construir (y la dotó con la concesión de sus derechos de autor) una casa de retiro para músicos sin recursos. Aún está en activo, y en su interior guarda las tumbas de Verdi y su esposa. Está en Milán. Volvemos al Duomo. Resulta que se accede a su cubierta (de mármol, oiga; nada de tejas), y se tiene bien al alcance la magnificiencia, léase la exhuberancia y la desmesura, de su decoración. Aquí tenemos una colección de pináculos, cada uno con su correspondiente estatua; la mayor, la Madonnina en bronce dorado. Aproximarse (ópticamente, claro) a la imagen de la Madonnina permite ver todos sus accesorios; desde la iluminación hasta el pararrayos, el anemómetro y el resto de los aparejos. Sorprende que, para camuflar el pararrayos, le hayan montado como una alabarda, que no tiene ninguna relación con la cosa sagrada. Es poco frecuente ver una imagen de la Virgen con armas blancas; podrían haberle puesto simplemente una cruz, y sería como más adecuado. Detalle de una de las escaleras de acceso a la parte superior del cimborrio. Véase que hay estatuas en cada rincón... La cubierta del Duomo tenía este animado aspecto. Al fondo el cimborrio, coronado por la Madonnina. El tenderete del fondo se debe a que estaban renovando las placas de mármol de la cubierta; se ve que tanta visita las desgasta, y como están inclinadas, y especialmente si están mojadas, podrían quedar resbaladizas. Evacuar desde allí arriba a un turista con la pierna rota sería un circo. Desde lo alto del Duomo se ve la entrada de las Galerías, y las hormiguitas que se afanan en la plaza. El paseo por lo alto del Duomo proporciona imágenes curiosas, como esta de los arquitrabes que ayudan a sostener el techo en su sitio. o esta gárgola, con su protección antipalomas. Todo el edificio está así protegido, bien con varillas verticales (pasivas) o con un sistema activo con cables eléctricos. La instalación ha debido costar una pasta… pero debe ser efectiva, porque no se veían bichos de esos volando por el lugar, ni sus deyecciones (cagadas, en fino) Este estatua está en un lugar completamente invisible desde la calle, bien escondida en la cubierta de la catedral. Pensar en el costo de tanta estatua y tanto adorno, colocados en lugares donde nadie los ve, me ayuda a entender que construir un templo como éste no es cosa de piedad ni de religiosidad, es simplemente exhibición de poder y de vanidad. La ciudad asoma detrás de los arabescos de piedra. También asoma la luna, un poco más lejos… véase el detalle y el perfecto acabado de la puñetera estatua, que cuando la hicieron y la colocaron en el lugar sólo se podía ver así desde la calle con catalejo. El remate de los laterales del edificio es como un encaje de piedra. Es así, todo a lo largo del perímetro de la cubierta del templo. Otra vista de la plaza del Duomo, con la estatua del propio Vittorio Emmanuele II en medio de las hormiguitas.