XXV CONGRESO ARGENTINO DE PROFESORES UNIVERSITARIOS DE COSTOS EL SIGNIFICADO DEL COSTO AUTOR: LAURA G. GARCÍA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL Buenos Aires, Octubre de 2002 1 Indice Resumen 2 Introducción 3 Marco conceptual 4 El costo como relación física 5 El costo desde el enfoque económico 8 El papel de los precios 12 El costo de oportunidad 13 Conclusiones 14 Bibliografía 15 2 El significado del costo Resumen El presente trabajo intenta aportar elementos de análisis para organizar un conjunto de ideas relativas al concepto de costo a efectos de ordenar los principales elementos que se deben tener en cuenta para su comprensión. Aunque se trata de un tema ampliamente difundido y tratado por la doctrina de varias disciplinas diferentes, constantemente da origen a nuevos cuestionamientos por lo que su tratamiento se mantiene siempre vigente. La perspectiva desde la que se aborda la significación del concepto de costo reside principalmente en los lineamientos manifestados por la Teoría General y desde este punto de vista se trata de contribuir al enriquecimiento de la misma. 3 El significado del costo Introducción Las múltiples disciplinas a las que les interesa particularmente el concepto de costo, han tratado de definirlo desde los saberes y principios sobre los que las mismas se sustentan y esto ha derivado, naturalmente, en una diversidad de conceptos que intentan reflejar la especificidad de la materia de conocimiento que cada una aborda. Esta multiplicidad de enfoques nos obliga a convivir con definiciones de nuestro objeto de estudio elaboradas desde lugares diferentes, y a admitir que, necesariamente, precisar un significado implica previamente definir el punto de vista desde el que se analiza el objeto. Sin embargo, no por eso podemos afirmar que alguna de las distintas maneras de considerar el hecho en cuestión tenga mayor o menor validez que otra. Sucede que en algunas disciplinas, especialmente la economía, la contabilidad y la ingeniería, las conexiones, a la hora de conceptualizar el costo, son tan estrechas, que se presentan transposiciones entre lo que cada una, legítimamente, ha tratado de delimitar. Consecuentemente, en ocasiones, se confunden los enfoques y sus conceptualizaciones, teniendo en cuenta, además, que aun dentro de una misma rama se perciben contradicciones importantes o se utilizan definiciones y términos ambiguos. Esto ha ocasionado que el concepto habitualmente resulte inasible y contribuyen a este desconcierto varios textos sobre contabilidad de costos. La necesidad de rescatar la problemática referida al concepto de costo surge a partir de la importancia de otorgarle precisión al mismo dado que “el uso tan generalizado que tradicionalmente se viene haciendo del término coste supone que todos tengamos una idea más o menos formada acerca de su significado; pero esta idea general, que puede ser suficiente para desenvolvernos a un nivel de conversación normal, no basta cuando estamos intentando exponer y comprender una disciplina cuyo nombre hace alusión directa a este vocablo”.1 El presente material, intenta organizar y unificar un conjunto de ideas relativas al concepto de costo a efectos de ordenar los principales elementos que se deben tener en cuenta para comprender su significación. El punto de vista desde el que se construye el concepto es el adoptado por la Teoría General del Costo, teoría que asienta sus pilares sobre la ciencia económica, más precisamente la teoría microeconómica, y desde este lugar intenta explicar el fenómeno costo. Si bien la Teoría General a la que aludimos asume la relatividad del concepto considerando, principalmente, que “...cada empresa individual tiene su propio concepto de costo y anota, determina, agrupa, clasifica y analiza los costos sobre la base de su particular organización técnica y administrativa, reflejo directo de la naturaleza de la producción y de las dimensiones de la empresa, teniendo en cuenta, sobre todo, los objetivos que se persiguen a través de la utilización de los datos de 1 Sáez Torrecilla, Angel y otros: Contabilidad de costes y contabilidad de gestión, Ed. MacGraw-Hill, Madrid, España, 1993, Volumen 1, pag. 24. Si bien la disciplina de referencia de los autores es la Contabilidad de Costos, la expresión es aplicable, también, a toda disciplina que contenga el “costo” como elemento de análisis y, por tanto, requiera de su conceptualización. 4 costo”2, se pretende elucidar un concepto genérico, por cuanto no es el propósito de la misma detenerse en el estudio de casos especiales sino, por el contrario, elaborar principios de aplicación general. Marco conceptual Para comprender el fenómeno costo es esencial contextualizar dónde se genera el mismo, lo que implica previamente analizar el concepto de producción. En términos generales, se puede afirmar que la actividad por la cual se crean nuevos bienes y servicios para satisfacer necesidades se llama producción. De esta afirmación se desprenden dos ideas principales subyacentes en el concepto de producción: transformación y utilidad. El sentido del concepto es amplio comprendiendo toda actividad de transformación capaz de crear utilidad o modificar la que ya poseen los bienes existentes. Utilidad significa la capacidad potencial que tienen los bienes o servicios de satisfacer alguna necesidad y la misma puede crearse mediante cambios en la forma, espacio, tiempo y posesión de los bienes. La actividad productiva puede ser examinada desde un enfoque técnico o desde un enfoque económico, siendo el segundo inclusivo del primero pero no la inversa, es decir, el análisis de una transformación económica abarca forzosamente la consideración de una transformación técnica pero una transformación técnica no necesariamente deriva en el análisis de la misma desde la perspectiva de una transformación económica. Desde un punto de vista técnico, la actividad de producción se entiende como cualquier transformación de unos bienes en otros. Esta operación vincula o relaciona determinados bienes que constituyen las “entradas” de un proceso productivo con otros bienes que constituyen las “salidas” del mismo. Los bienes implicados aparecen aquí considerados en su aspecto técnico y expresados en unidades físicas. La relación entre las “entradas” y las “salidas” del proceso, es una relación exclusivamente física, ya que la misma puede entenderse como la vinculación entre cantidades “entradas” de bienes o servicios con cantidades “salidas” de bienes o servicios a través de un proceso productivo. Un proceso productivo puede definirse como “el conjunto de acciones ejecutadas sobre determinados bienes para darles distinta utilidad a la que tenían antes del ejercicio de aquellas, con la adición, o sin ella, de otros que aunque no puedan identificarse en el producto final son indispensables para su obtención en términos técnicos o económicos. Lo mismo podría expresarse diciendo que el proceso productivo es aquel sistema que permite, mediante la utilización o combinación de determinados bienes o servicios, obtener otros distintos. Esta distinción podrá deberse a cambios físicos, químicos, morfológicos, organolépticos o simplemente de presentación y aun de cambio en las posibilidades de acceso a los mismos, en cuanto a oportunidad, momento o tiempo”.3 2 Furlan, Santino y Provenzali, Piero: Contabilidad de costos e informaciones extracontables, Ediciones Deusto, 2da. Edición, Bilbao, España, 1977, pag. 55. 3 Osorio, Oscar: La capacidad de producción y los costos, Ediciones Macchi, 2da. Edición, Buenos Aires, Argentina, 1991, pag. 14. 5 Entendida de esta forma, la corriente productiva puede involucrar tanto bienes económicos como bienes libres4. De la misma manera, lo expresa Moisés García García5 al esquematizar el proceso de la operación de producción desde el punto de vista técnico considerando como inputs del proceso tanto factores que son mercancías como factores que no son mercancías y como outputs del mismo, productos que son mercancías y productos que no son mercancías. La relación entre una determinada cantidad de recursos productivos y la cantidad de bienes o servicios que pueden obtenerse de su empleo se denomina función de producción. La función de producción es, entonces, la relación técnica que define, para un periodo de tiempo y para un estado de conocimiento tecnológico determinados, qué cantidad máxima de bienes y servicios pueden obtenerse con cada combinación de recursos. Resumiendo, quedan identificados hasta aquí tres conceptos básicos para el análisis. La producción es un proceso en el que, a partir de la incorporación de determinados recursos, se obtienen bienes o servicios con una capacidad para satisfacer necesidades diferente a la que tienen aquellos recursos individualmente considerados. El nexo entre recursos “entrados” y bienes o servicios “salidos” es el proceso productivo. “El proceso productivo resume, finalmente, una serie de relaciones que expresan la forma por la cual se articulan factores e insumos en la producción de determinados bienes o servicios. La función de producción es la síntesis matemática de estas relaciones; ella indica, en último análisis la relación funcional existente entre la cantidad de producto obtenido y las cantidades de los diversos elementos necesarios para su obtención”.6 El costo como relación física Como manifestábamos en la introducción, el punto de vista crea el objeto y esta afirmación determina la inseparabilidad del concepto con un enfoque determinado, es decir, no podemos precisar un concepto sin previamente enmarcar desde dónde lo estamos enunciando. Teniendo en cuenta que el costo surge a partir de una actividad de producción y considerando que toda actividad de producción es factible de ser analizada desde un enfoque técnico o desde un enfoque económico, entonces, esta asociación nos conduce a la posibilidad de analizar el fenómeno costo desde cualquiera de las dos perspectivas señaladas. Efectivamente, la pluralidad de conceptos existente nos permite encontrar definiciones desde ambos puntos de vista. En el marco del contexto técnico descripto anteriormente, surge una figura de costo a partir de la vinculación entre recursos empleados y bienes o servicios obtenidos: “el costo tecnológico, según el cual este no sería otra cosa que el conjunto de las energías (de los factores productivos) destruidas en la producción. En “Los bienes económicos son aquellos que son útiles, escasos y transferibles. Los bienes libres – como el aire – son aquellos de los que hay cantidad suficiente para satisfacer a todo el mundo”. Beker, Víctor y Mochón, Francisco: Economía – Elementos de micro y macroeconomía, McGraw-Hill Interamericana de Chile Ltda., 2da. Edición, Santiago, Chile, 2000, pag. 6. Los bienes económicos tienen asociado el concepto de escasez; los bienes libres, el de excedencia. Los bienes son económicos o libres en determinado contexto histórico y espacial. 5 García García, Moises: Economía de la producción y contabilidad de costes, Instituto de Planificación Contable del Ministerio de Economía y Hacienda, Madrid, España, 1984. 6 De Castro A. y Lessa C.: Introducción a la economía – Un enfoque estructuralista, Siglo Veintiuno Editores, México, Vigesimonovena Edición, 1979, pag. 121. 4 6 este caso, el dinero no sería sino un medio, un instrumento para medir dichas energías y hacerlas homogéneas a fines contables”.7 Podemos inferir de lo anterior que, desde un punto de vista técnico8, el costo se limita a una relación esencialmente física en la cual la moneda cumple la función de homogeneizar los distintos recursos o factores consumidos. Insistimos en el carácter técnico de este enfoque dada la transformación física que se opera de unos bienes en otros, sin incorporar otros elementos de análisis. Ahora bien, con el mismo sentido dado a la definición anterior, encontramos conceptualizaciones que suelen utilizarse en alusión al concepto económico de costo, en el cual se destaca también la relación física y se busca un común denominador de los diferentes recursos para permitir la sumarización de los mismos a efectos de satisfacer la necesidad de conocer el costo total y el beneficio de la operación particular con la que el mismo se relaciona. Concretamente, en ambos casos, se señala el “sacrificio” de recursos y la necesidad de su traducción a términos monetarios para homogeneizar elementos de naturaleza diferente. Dada la similitud de ambas significaciones expuestas, en una primera instancia, se trata de un mismo concepto y, por ende, debería corresponderse con un enfoque particular; sin embargo, el mismo se enuncia desde puntos de vista distintos, es decir, encontramos una misma conceptualización que está enmarcada en dos contextos diferentes, el técnico y el económico, por lo que deberemos tratar de resolver esta antinomia determinando con cuál de los dos se corresponde. Los elementos de análisis a tener en cuenta para resolver el problema planteado surgen a partir de la interpretación del fenómeno descripto, sobre el cual se ha afirmado que se encuentra integrado por dos componentes: el componente físico (ya sea real o abstracto) y el componente monetario, siendo el primero el factor o recurso productivo o la parte de él consumida en el proceso y el segundo, el elemento homogeneizador que permite uniformar unidades físicas naturalmente heterogéneas para, de esta forma, poder expresar el fenómeno en términos integradores o totalizantes. Creemos que bajo la perspectiva analizada el fenómeno costo posee un único componente, el físico, que es el componente genuino, primario y auténtico que le da origen. La aludida necesidad instrumental de su homogeneización no convierte al “componente monetario” en parte inescindible del mismo sino solamente en un instrumento facilitador de una lectura global del costo tecnológico. Del párrafo anterior surge un fuerte cuestionamiento al denominado “componente monetario”. En primer lugar, si individualizamos un concepto cualquiera como integrado por dos componentes, significa que ambos, por definición, son constitutivos del objeto a definir, en tanto que si quitamos uno de ellos, el objeto deja de existir en cuanto tal. En este caso, el componente constituyente del costo es el físico; homogeneizar sus elementos es irrelevante a los efectos de su conceptualización y no hacerlo, no altera de ninguna manera su carácter estrictamente técnico. 7 Furlan y Provenzali: Op. Cit., pag. 53. Si bien el término “tecnológico” es más amplio que “técnico”, ambos son asimilables a efectos del análisis que se efectúa en este trabajo. 8 7 En segundo lugar, la mencionada homogeneización puede realizarse tanto a través de la unidad monetaria, que de hecho es la más usual, como por cualquier otra, dependiendo de los objetivos que se persigan con la misma y, de esa manera, puede expresarse igualmente el costo total de la operación de una manera integral, lo que nos lleva a afirmar que tampoco es necesario recurrir al componente monetario para la expresión del costo. En consecuencia, al limitar el concepto anterior al componente físico y, sin incorporar ningún otro elemento de análisis, nos inclinamos por establecer la correspondencia del mismo con el enfoque técnico y, por lo tanto, identificamos el costo tecnológico como el consumo de recursos para el logro de un determinado objetivo, lo que se asocia directamente con la función de producción definida anteriormente como la relación técnica entre una combinación de recursos y la cantidad de producto que puede obtenerse de la misma. Queda establecida, entonces, entre recursos y objetivos, una relación física que, en algunos casos y de manera accesoria, se vincula con lo monetario. Como expresan Cartier y Yardín, en la partida de nacimiento del concepto de costo “no aparece ninguna relación de sangre con lo monetario”.9 A esta altura, surgen los interrogantes sobre cuál sería la necesidad y la utilidad de homogeneizar los recursos expresados en unidades físicas heterogéneas y, también, cabe preguntarse acerca de la relación entre el costo tecnológico y la Teoría General del Costo. Respecto a la primera pregunta, en la definición transcripta de costo tecnológico, el autor hace referencia a la medición para fines contables. No es nuestra intención en este texto exponer los objetivos que persigue la contabilidad por lo que no emitiremos opinión sobre la pertinencia de dicha función. Preferimos destacar lo expresado por Osorio cuando afirma que “la forma de valuar o de asignar el “precio” tiene una vinculación inmediata con el objetivo perseguido con ella, pues en una primera instancia, y si no pretendemos vincular el costo con los beneficios (...) cualquiera sea el precio que asignamos a los factores (...) éste sería válido pues sólo tendría un efecto homogeneizador de factores físicos heterogéneos (...) En otros términos, si sólo buscamos el control de la gestión interna en términos de cumplimiento de objetivos fijados, no importa mucho el “precio” asignado a los factores, mientras exista consistencia en la asignación”.10 Lo expuesto da cuenta del carácter secundario del “componente monetario” y su eventual sustitución por cualquier otra unidad de medida válida para el responsable de la gestión de la unidad productora en cuestión. Respecto al segundo planteo, la referencia a la relación entre el costo tecnológico y la Teoría General, equivale a establecer si a ésta le interesa el enfoque técnico como objeto de estudio. Al respecto, Cartier cuando expone la materia y objeto de la Teoría General enumera las relaciones sobre las que la misma indaga expresando que trata de “descubrir (...) la naturaleza de las relaciones que vinculan: a) a los factores o recursos necesarios con las acciones que componen el proceso; 9 Cartier, Enrique y Yardín, Amaro: Juicio a la contabilidad de costos, Revista La Información Extra, Nº 15, Ed. Cangallo, Buenos Aires, Argentina, 1988, pag. 250. 10 Osorio: Op. Cit., pag. 204. Es menester aclarar que el autor reconoce una sola figura de costo, el costo económico, y el párrafo citado está enmarcado, en la obra citada, en ese contexto, particularmente en referencia al componente monetario. 8 b) a los resultados productivos con las acciones que componen el proceso de donde se obtienen; y c) a las acciones que componen el proceso entre sí”.11 Es evidente la necesidad de comprender minuciosamente las características de los factores o recursos, las acciones y los resultados así como las relaciones técnicas que se establecen en cada actividad productiva en particular. Por lo tanto, es innegable que resulta de su interés pero también es indudable que el conocimiento técnico es necesario pero no suficiente. El costo tecnológico desde nuestra perspectiva, como analistas de la realidad económica de las unidades productoras, está incompleto, aun cuando se recurra a la unidad monetaria para adquirir uniformidad. La Teoría General del Costo se quedaría en el intento si pretende conceptualizar el fenómeno costo desde un enfoque económico limitándolo a una relación esencialmente física expresada, por razones de homogeneización, usualmente en unidades monetarias. El costo desde el enfoque económico La pretensión de alcanzar un concepto económico de costo implica que no podemos tratar de una manera disociada, ni siquiera relegar a un carácter secundario y accesorio, lo que está en el corazón de la ciencia económica: el valor. Indudablemente, no es tarea sencilla asumir un concepto de valor económico, que ha generado tantas controversias a lo largo de la historia de la doctrina económica en sus distintas expresiones. Sin embargo, necesitamos precisar a qué nos referimos cuando hablamos de valor. Adoptamos como válidos los postulados de la Teoría Subjetiva del Valor y, por lo tanto, decimos que “...valor es la significación que unos concretos bienes o cantidades parciales de bienes adquieren para nosotros, cuando somos conscientes de que dependemos de ellos para la satisfacción de nuestras necesidades”.12 La idea central de la escuela austríaca sobre la teoría del valor puede resumirse diciendo que el valor de un bien depende del sujeto y aun del mismo sujeto en diversas circunstancias. Es imprescindible, para nuestro análisis, destacar que el valor es un concepto de aplicación no sólo a los bienes que sirven inmediatamente a la satisfacción de necesidades sino también a aquellos que sirven a la satisfacción mediata de ellas, por lo que, de acuerdo con esta concepción de valor de los bienes, un “bien de producción”, como cualquier otro bien, tendrá valor para nosotros cuando sabemos que de su posesión depende la satisfacción de necesidades. No obstante, los bienes de producción se distinguen entre sí por su grado de mediatividad, por lo que Menger, dividió a los bienes en órdenes según su destino para la producción de bienes del orden inmediato siguiente. “La única diferencia consiste en que mientras en el caso de los bienes de consumo el bien y la satisfacción de necesidades guardan una relación recíproca causal, en el caso de los bienes de producción, entre ellos y la correspondiente satisfacción final, hay una serie más o 11 Cartier, Enrique N.: El costo y el valor en las nuevas técnicas de gestión, Anales del XIX Congreso Argentino de Profesores Universitarios de Costos, Río Cuarto, Córdoba, 1996, pag. 114. 12 Menger, Karl, citado en Cartier, E., Op. Cit., pag. 115. 9 menos larga de bienes intermedios sucesivos...” lo que da lugar a consideraciones peculiares “...pero que no quiebran ni perturban la ley fundamental del valor”.13 Desde el punto de vista económico la actividad de producción se entiende esencialmente como transformación de valores. Decíamos antes que una transformación económica abarca una transformación técnica, es decir, necesariamente estaremos en presencia de una relación física, pero su esencia, es la relación de valor de los bienes involucrados. La actividad de producción, desde un enfoque económico, implica la transformación de unos valores económicos en otros y, por consiguiente, “la operación de producción aparece como una transición del valor de los factores al valor de los productos. Dicha transición es más precisamente una reproducción del valor de los factores en el valor de los productos”.14 Desde este punto de vista, el fenómeno costo adquiere una significación totalmente diferente. Una actividad económica supone, por definición, que los bienes implicados en la misma, en cualquiera de los dos extremos de la operación de producción aunque casi siempre en ambos, son escasos. Los recursos escasos que constituyen las “entradas” del proceso, una vez que han sido utilizados para el logro de un determinado resultado, pierden la posibilidad de generar otros resultados distintos que podrían haberse obtenido con una combinación diferente de los mismos recursos. Queda clara la relación entre recursos y resultados u objetivos productivos y coincidimos con Cartier cuando expresa que “... el concepto de COSTO se asocia a las vinculaciones válidas entre los resultados (salidas) de un proceso productivo y los factores considerados necesarios para su obtención (entradas)”.15 Pero creemos necesario remarcar que el costo, si bien es cierto que se asocia a la vinculación entre un resultado y la pérdida de potencialidad productiva de los recursos para lograrlo, no es la vinculación misma. La aludida vinculación, entendemos, hace referencia a un resultado específico y los recursos necesarios para su obtención, y puede entenderse como la singular decisión de relacionar un resultado con unos factores determinados. Más allá todavía, aunque se la enuncie en sentido genérico, la vinculación alude a la particular elección de cuáles son los factores que se consideran necesarios para obtener un objetivo o resultado productivo. Compartimos el sentido dado a la vinculación, pero no su aplicación a la conceptualización del costo. El costo es la pérdida de la posibilidad de un empleo diferente de los recursos escasos implicados. El grado de escasez de los recursos “considerados necesarios” importan la medida de la pérdida en que consiste el costo que, obviamente, tanto mayor será cuanto más escasos sean los recursos. La síntesis de lo anterior lo expresa Napoleoni claramente al decir que “El costo de una determinada operación es, para el sujeto económico que la realiza, el valor que éste atribuye a los recursos económicos empleados”.16 En otras palabras, el costo es 13 Schneider, Erich: Teoría económica, Ed. Aguilar, Madrid, España, 1967, pag. 205. García García, Moisés: Op. Cit., pag. 71. 15 Cartier, E.: Op. Cit., pag. 114 16 Napoleoni, Claudio: Diccionario de economía política, Ediciones Castilla, Madrid, España, 1962, pag. 369. “Algunos (Marshall) han definido el costo de producción como el conjunto de sacrificios de cualquier naturaleza que sería necesario soportar para dar lugar al hecho productivo. Entre estos sacrificios se enumeran los originados por el trabajo, el soporte de riesgos,...,etc. Pero desde un punto de vista puramente económico el fenómeno costo consiste, no en el hecho de que, por ejemplo, el trabajo sea eventualmente penoso, sino en el hecho de que la provisión de trabajo es finita, y, por lo tanto, la utilización de parte de esta provisión reporta inevitablemente una pérdida. El concepto de costo no implica necesariamente pena, dolor, sacrificio, etc., sino simplemente un dispendio (pérdida, consumo, etc.) de cosas útiles (cualidades, fuerza, etc.)”. 14 10 el valor de los recursos considerados necesarios en una operación de producción para el logro de un determinado objetivo. El mismo autor explica que “una operación económica tendrá sentido (o, si se quiere, será propiamente “económica”) cuando su resultado sea mayor que su costo, entendiendo por “resultado” el valor que el sujeto económico atribuye al fin conseguido con la operación en cuestión. La diferencia entre resultado y costo se llama beneficio”. Del párrafo anterior se desprende, nuevamente, la existencia de una vinculación entre recursos y resultados, por lo que es válido insistir en que el concepto de costo se asocia con una vinculación pero no es la vinculación en sí misma, porque si lo definiéramos de esa manera, el concepto sería poseedor o estaría dotado de una cierta ambigüedad, ya que dicha vinculación, admite diversas lecturas y bien podría aplicarse, entre otros, al concepto de beneficio. Si el costo de una operación de producción es el valor de los recursos necesarios y el resultado se define como el valor del mismo, queda claro que el concepto de valor se encuentra en ambos extremos de la operación, obviamente ambos valores son diferentes y estarán determinados por el sujeto que realiza la valoración. Se visualiza, entonces, la transformación de valores que se opera en la actividad productiva así como la transición del valor de los recursos al valor del resultado. De la definición de valor que enunciamos anteriormente se infiere que es una entidad subjetiva, dado que el valor está descripto rigurosamente por Menger como un fenómeno psicológico, por lo tanto, si el costo es valor, entonces el costo también es una entidad subjetiva. De lo expuesto se deduce que la Teoría General, para que mantenga su coherencia, debe tener en consideración la esencia de la ciencia económica que es el valor asignado a los bienes en función de su escasez y su relación con los demás bienes del sistema económico, pero no sólo el valor del resultado que surge de la operación de producción, sino también el valor de los recursos que se consumen en el proceso productivo, que es precisamente, el costo del resultado. La distinción entre los conceptos económicos de valor y costo ha sido una preocupación permanente y con el objetivo de diferenciarlos se ha destacado que el valor de un resultado productivo es una entidad totalmente diferente del costo de ese resultado productivo, es más, que no existe ninguna relación directa entre el valor de un resultado y los recursos necesarios para obtenerlo. Esta proposición, por supuesto, es correcta, pero ha derivado en la disociación de dos conceptos que, analizados desde la perspectiva de uno de los extremos de la operación de producción, naturalmente, se unifican. La bibliografía de la disciplina se ha esforzado en remarcar que costo no es lo mismo que valor, siempre en referencia a las “salidas” de un proceso productivo, pero hace falta también destacar que costo es igual a valor cuando nos referimos a las “entradas”. Un resultado productivo no vale por lo que cuesta, pero si cuesta lo que valen los recursos necesarios para obtenerlo. Afirmar que costo es valor, no constituye en sí misma una novedad, sin embargo, creemos que tal afirmación no está suficientemente explicitada. Desde el concepto económico que desarrollamos, retomamos la problemática referida a los componentes del costo y nos preguntamos si tanto el componente físico como el componente monetario son inherentes al concepto de costo desde este enfoque. El primero de dichos componentes ya demostramos que está contenido en él 11 y sobre el segundo, cuestionamos tanto su denominación como las funciones atribuidas al mismo, lo que equivale, en definitiva, a cuestionar nuevamente su existencia como tal. Osorio le atribuye al componente monetario “un triple carácter: a) representar la retribución que se efectúa por la parte del factor usada o consumida. b) homogeneizar, en términos comparables, las distintas unidades concretas en que se expresan los diferentes factores que tienen, como es lógico, distinta representación física. Para ello la unidad monetaria es el más lógico elemento homogeneizador. c) Además, y en términos de planeamiento y control de gestión, este componente debería permitir a través de la comparación entre los precios previstos e incurridos, la evaluación de los desvíos acaecidos y en su caso permitir la adecuada toma de decisiones, que siempre, y por definición, se referirán al futuro”17. Por las mismas razones, aunque con diferentes matices, explicadas cuando tratamos el costo desde el enfoque técnico, dadas las funciones atribuidas al llamado “componente monetario”, las que tienden principalmente a operativizar la información, creemos que desde este punto de vista tampoco es constitutivo del costo, sino, nuevamente, un accesorio. Ahora bien, al haber excluido el componente monetario como integrante del costo económico, permanece en este análisis únicamente el componente físico, entonces, nos preguntamos si es suficiente para completar el concepto. Evidentemente, la respuesta es negativa, de lo contrario estaríamos nuevamente en presencia de una antinomia: una misma significación desde dos puntos de vista diferentes. Para completar el concepto de costo económico hace falta un componente que represente la esencia de su existencia como tal, es decir, un componente representativo del valor económico de los recursos o factores empleados en un proceso productivo, cuya expresión podrá ser monetaria o no, ya que, de hecho, el dinero es una mercancía más dentro del sistema económico, pero su esencia es representar el valor y, naturalmente, cumplirá con las demás funciones asignadas al “componente monetario”. Por lo tanto, el concepto económico de costo se integra por dos componentes: a) componente físico: representativo de la relación técnica que se establece entre recursos y resultados en un proceso productivo. b) componente de valor: representativo del valor económico de los recursos o factores productivos. Ambos componentes son constitutivos del concepto indefectiblemente: el componente físico, porque sin él, obviamente, no hay actividad productiva; el componente de valor, por la condición de escasez del primero por tratarse de bienes económicos. Si bien el componente de valor constituye, de por sí, una abstracción mucho mayor que el componente físico, la dificultad de su instrumentalización o materialización no lo invalida. 17 Osorio: Op. Cit., pag. 208. 12 Podríamos pensar en por qué ambos no se unifican en un único componente, ya que por definición, los bienes económicos poseen intrínsecamente valor económico y, por lo tanto, podría decirse que en el componente físico, por tratarse de un enfoque económico, el valor está implícito. Entendemos que se trata de dos componentes diferentes ya que su comportamiento es autónomo. La medida del costo se modificará ante variaciones en cualquiera de sus dos componentes. Pensemos que la relación estrictamente técnica puede permanecer inalterada pero cambios en la expresión de los valores económicos de los recursos producirán una modificación en el costo, y viceversa, la variabilidad de los costos se refiere al comportamiento del componente físico de los mismos con independencia de las variaciones de valor. Para finalizar, si el costo económico se integra por dos componentes, uno físico y otro de valor, necesitamos ahora una expresión de cada uno de ellos. La expresión del componente físico, se realizará a través de su unidad de medida natural; el componente de valor, al carecer de una unidad de medida natural, se expresará habitualmente en unidades monetarias, pero la expresión en unidades monetarias del componente de valor no da origen a un componente monetario. El papel de los precios Considerando el sistema económico en su conjunto, el grado de escasez – valor económico- de cualquier recurso que se emplee para un determinado resultado se expresa por su precio respectivo. Definiendo el precio como la cantidad de unidades monetarias que se necesitan para obtener a cambio una unidad de un bien dado, se establece el valor monetario de un bien que determina su relación de cambio. En referencia al tema que estamos analizando, el valor monetario de los recursos utilizados en una operación de producción facilita, por consiguiente, una medida del costo de tal operación. En otras palabras, el valor monetario es una expresión del valor económico de los bienes, expresión que sólo puede ser aproximada, por eso el carácter facilitador del mismo, dados los múltiples factores que inciden en la formación de los precios (expectativas, preferencias, comportamiento de los mercados, etc.) y que hacen que estos no se determinen únicamente en función del valor económico asignado a los bienes. Por otra parte, es conocida la dificultad, y para muchos la imposibilidad, de establecer mediciones de valor económico. No obstante las imperfecciones que significan expresar los valores económicos a través de los precios y aunque, en algunos casos, pueden estar muy alejados unos de otros, la vinculación entre valor económico y precio es indiscutible18. Insistimos en que el precio expresa – no mide – el valor de los bienes en el mercado. “...las ideas de Jevons y Menger sobre el valor son, salvo algunas pequeñas diferencias de acento, casi idénticas. Sin embargo, Jevons, siguiendo la tradición inglesa, mantiene el término valor para indicar la relación de intercambio, limitándose a usar la palabra utilidad para describir las estimaciones subjetivas. Menger, por el contrario, adopta el término valor para indicar las valoraciones subjetivas y su “valor de cambio” no es mas que la utilidad indirecta que posee un bien en cuanto puede ser cambiado; para las relaciones de cambio vigentes en el mercado emplea la expresión precio. La esencia de las dos argumentaciones es, por lo tanto, la misma: las relaciones de cambio se explican en base a las estimaciones subjetivas. Marshall mantiene la terminología de Jevons y de la tradición inglesa: “El valor, o sea, el valor de cambio de una cosa en términos de otra, en ciertas circunstancias de lugar y tiempo, es la cantidad de esta segunda cosa que en dichas circunstancias puede ser obtenida a cambio de la primera. Por ello, el término valor es relativo y expresa la relación entre dos cosas en un lugar y un período particulares”. El precio es, en fin, el valor expresado en dinero”. Napoleoni, Op. Cit., pag. 1599. 18 13 Si habíamos definido el costo, desde el enfoque económico, como el valor de los recursos considerados necesarios en una operación de producción para el logro de un determinado objetivo o, lo que es lo mismo, el valor de la pérdida que implica el uso de los recursos escasos para lograrlo, es posible obtener una expresión del mismo calculando el valor monetario del conjunto de recursos o factores productivos. La expresión del costo no es otra, obviamente, que la cantidad física de cada recurso multiplicada por su valor monetario respectivo, pero, conceptualmente, no se trata de unidades físicas de recursos homogeneizadas a efectos de posibilitar su agregación, sino de expresiones de valores económicos de aquellos recursos y que permiten la adición naturalmente. El costo de oportunidad Un aspecto que no podemos dejar de mencionar, aunque amerite un análisis más exhaustivo, es el referido al costo de oportunidad dada la estrecha vinculación del mismo a los conceptos económicos de costo y valor. Mencionábamos al principio del texto, la preocupación por la falta de claridad respecto a la conceptualización del costo y creemos que el hecho se agrava aún más cuando algunos autores al intentar diferenciar el costo contable del costo económico, lo distinguen a partir de la inclusión en este último del costo de oportunidad. De la lectura de varios de ellos parece inferirse que costo en sentido económico es equivalente a costo de oportunidad, cuando en realidad, desde un punto de vista económico, los términos “costo” y “costo de oportunidad” son conceptos diferentes19. Corresponde también a la escuela austríaca la introducción de este concepto ya que “fue Wieser el responsable de la noción que iba a llegar a conocerse bajo el nombre de costo alternativo o costo de oportunidad – o sea que el servicio de un insumo en cualquier uso afecta su disponibilidad y de aquí el costo de obtenerlo para usos alternativos o rivales”.20 En su concepción más amplia, el costo de oportunidad de una alternativa es el resultado que se ha dejado de obtener por elegir la alternativa de referencia en lugar de cualquier otra. En un sentido más restringido, el costo de oportunidad se define como el resultado asociado a la mejor alternativa no elegida. “En general, el costo de oportunidad es el valor de la oportunidad perdida, siendo ésta cualquiera de las disponibles en la definición amplia y la mejor de todas en la definición restringida”21. Si retomamos las expresiones de Napoleoni respecto a la pérdida de la posibilidad de obtener objetivos diferentes cuando se consumen recursos escasos en una operación de producción aclara que “...cuanto más escasos sean tales recursos (...) tanto más importantes serán, para el sujeto de la operación económica...” para obtener un fin determinado, es decir, mayor será el valor asignado a los recursos y, por lo tanto, mayor la medida del costo; y agrega “...y de más consideración será la pérdida ocasionada por la imposibilidad de alcanzar los fines restantes, siendo, por lo 19 Independientemente, que para ciertas decisiones se utilicen ambos, nos parece importante aclarar la diferencia. 20 Dobb, Maurice: Teorías del valor y de la distribución desde Adam Smith, Siglo XXI Editores, 2da. Edición, Buenos Aires, Argentina, 1976, pag. 215. 21 Pavesi, Pedro: El costo de oportunidad, Revista Contabilidad y Administración, Nº 34, Editorial Cangallo, Buenos Aires, Argentina, 1980, pag. 494. 14 tanto, mucho mayor el costo de la operación”22, de lo que se deduce la distinción entre el costo propiamente dicho y el costo de oportunidad. Concretamente, si a partir del empleo de determinados recursos productivos es posible obtener alternativamente el resultado productivo A ó el resultado productivo B, decimos que: - el costo del resultado productivo A es el valor de los recursos productivos empleados en su obtención. - el costo de oportunidad del resultado productivo A es el valor del resultado productivo B. Nos permitimos realizar la presente digresión motivados en la necesidad de incorporar un concepto que siempre subyace cuando se habla de costo económico. Conclusiones Las principales consideraciones expuestas en el presente texto, pueden resumirse de la siguiente manera: existen distintas figuras de costo según el particular punto de vista desde el que se analiza el fenómeno desde el punto de vista económico, la actividad de producción es una relación esencialmente de valor económico costo, desde un enfoque económico, es valor: el valor económico de los recursos necesarios para la obtención de un objetivo el costo económico se integra por dos componentes: un componente físico y un componente de valor, cada uno con su expresión propia y de comportamiento autónomo el componente monetario no existe como tal en ninguno de los enfoques analizados los precios son la expresión – imperfecta - del valor económico costo, valor y precio no son tratables de manera disociada Recrear el significado del costo encierra un desafío siempre presente y necesario. Los conceptos, en cualquier área del conocimiento, no son estáticos. Se revisan, se cuestionan, se replantean y se vuelven a construir en el devenir de la ciencia. Creemos, entonces, que las reflexiones realizadas en este trabajo brindan un aporte acerca de la significación del fenómeno costo, en el marco de la Teoría General, dada la indiscutible, y siempre vigente, importancia del tema en esta disciplina. 22 Napoleoni, Op. Cit., pag. 380. 15 Bibliografía Beker, Víctor A. y Mochón Francisco: Economía – Elementos de micro y macroeconomía, McGraw-Hill Interamericana de Chile Ltda., 2da. Edición, Santiago, Chile, 2000. Cartier, Enrique N.: El costo y el valor en las nuevas técnicas de gestión, Anales del XIX Congreso Argentino de Profesores Universitarios de Costos, Río Cuarto, Córdoba, 1996. Cartier, Enrique y Yardín, Amaro: Juicio a la contabilidad de costos, Revista La Información Extra, Nº 15, Ed. Cangallo, Buenos Aires, Argentina, 1988. De Castro A. y Lessa C.: Introducción a la economía – Un enfoque estructuralista, Siglo Veintiuno Editores, México, Vigesimonovena Edición, 1979. Dobb, Maurice: Teorías del valor y de la distribución desde Adam Smith, Siglo XXI Editores, 2da. Edición, Buenos Aires, Argentina, 1976. Dyke, Charles E.: Filosofía de la economía, Editorial Paidós, Buenos Aires, Argentina,1ra. Edición, 1983. Furlan, Santino y Provenzali, Piero: Contabilidad de costos e informaciones extracontables, Ediciones Deusto, 2da. Edición, Bilbao, España, 1977. García García, Moises: Economía de la producción y contabilidad de costes, Instituto de Planificación Contable del Ministerio de Economía y Hacienda, Madrid, España, 1984. Napoleoni, Claudio: Diccionario de economía política, Ediciones Castilla, Madrid, España, 1962. Osorio, Oscar: La capacidad de producción y los costos, Ediciones Macchi, 2da. Edición, Buenos Aires, Argentina, 1991. Pavessi, Pedro: El costo de oportunidad, Revista Contabilidad y Administración, Nº 34, Editorial Cangallo, Buenos Aires, Argentina, 1980. Sáez Torrecilla, Angel y otros: Contabilidad de costes y contabilidad de gestión, Ed. MacGraw-Hill, Madrid, España, 1993. Schneider, Erich: Teoría económica, Ed. Aguilar, Madrid, España, 1967.