XI Jornadas de Economía Crítica CAPITALISMO Y MODELOS NACIONALES DE EMPLEO: EL CASO ESPAÑOL Albert Recio Andreu Dep, Economía Aplicada UAB Fac Economiques, UAB 1 Introducción Desde hace muchos años los análisis comparativos de los mercados laborales de diferentes países, incluso en el caso de estados con niveles parecidos de desarrollo económico, han mostrado la existencia de importantes diferencias en cuanto a sus formas de funcionamiento y regulación. Estas diferencias son visibles incluso con datos estadísticos convencionales que permiten visualizar claramente diferencias notables en muy diversos aspectos: desigualdades salariales, tasas de empleo por género, importancia del empleo temporal y del empleo a tiempo parcial, etc. Todo ello ha llevado ha impulsado el análisis institucionalista de los mercados laborales y ha producido una buena cantidad de estudios comparativos. La corriente institucionalista en los mercados laborales se ha enfrentado claramente a los presupuestos del análisis neoclásico dominante, para el cual el mercado es una especie de “locus natural” y las instituciones deben reformarse sólo para reducir la intervención de agentes y mecanismos extramercantiles. Pero también ha tenido que hacer frente a críticas por parte de economistas marxistas que consideran que el capitalismo es un sistema social regido por leyes inmutables que hacen innecesario explorar las variedades “secundarias” del modelo. Las diferencias con uno u otro enfoque son, a nuestro entender, de nivel completamente diferente. La economía neoclásica tiene una ambición teórica, totalmente ahistórica y normativa. Ahistórica porque ignora las mutaciones institucionales que ha experimentado la humanidad y naturaliza “derechos de propiedad” y relaciones sociales. Por el contrario el análisis marxista, desde sus orígenes ha tenido una pretensión historicista que permitió a autores como Marx desarrollar al mismo tiempo análisis abstractos del capitalismo con estudios específicos de sus procesos concretos. Consideramos que una buena parte de la tradición institucionalista moderna no es en absoluto incompatible con los análisis téoricos más generales del capitalismo, sino que permiten enriquecerlo y comprender sus múltiples variantes. Necesarias no sólo para el conocimiento de sus formas concretas, sino también para promover su transformación. Una transformación que siempre nace de procesos históricos concretos. En las líneas que siguen pretendemos dar cuenta de dos cuestiones. En primer lugar presentar el tipo de análisis institucionalista en términos de modelos nacionales de empleo. Puesto que nos parece que es una vía útil para el análisis de los procesos laborales en cada país para una reflexión sistemática sobre la realidad y las vías de transformación. Para hacer frente también al tipo de ofensiva neoliberal que, como ha señalado acertadamente Jill Rubery, trata de promover reformas en base a recetas que se postulan como “lo que están haciendo los países con éxito”. Y que se trata en la mayoría de casos de “mantras” carentes de sentido (pero útiles para hacer avanzar los intereses dominantes. En segundo lugar tratamos de exponer nuestra aplicación del enfoque al caso español, destacando sus diversas líneas de contradicción. Y Página 1 de 13 vale la pena subrayar que en los últimos años el caso español empieza a ser presentado como un modelo de éxito, por la mayor creación de empleo que ha generado en la última década. 2 Modelos nacionales de empleo: Capitalismo, patriarcado, estado y sociedad El análisis de los modelos nacionales de empleo se puede considerar un desarrollo en el que confluyen diferentes tradiciones de análisis. Entre estas corrientes destacaríamos la ya reseñada tradición institucionalista, a la que deberíamos sumar los análisis del capitalismo inspirados por el marxismo y otras corrientes heréticas. Pero también se ha beneficiado enormemente de la crítica feminista y su insistencia en destacar que las desigualdades de género no se pueden reducir a la crítica del capitalismo, sino que obecen a un orden institucional que atraviesa diferentes sociedades, el patriarcado. Está crítica ha servido asimismo para mostrar la necesidad de ampliar la visión de la economía a los procesos que se producen fuera del espacio mercantil, en las unidades domésticas y la economía comunitaria. Aunque hay que reconocer que la sintésis está lejos de alcanzarse, existe también la posibilidad de conectar este enfoque con el de la economía ecológica. Por un lado la creciente conciencia, aunque sea en el mero plano discursivo, de la crisis ecológica. De otro la creciente constatación de que también en la gestión ambiental cada economía tiene unas características específicas, lo que permite considerar también el modelo ambiental como una parte del propio modelo nacional. Ello no contradice la existencia de elementos comunes a gran parte de las economía mundiales en general, y las más desarrolladas en particular. El capitalismo es, sin duda, un sistema universal. Más universal tras el hundimiento de los modelos de gestión burocrática y el desarrollo de nuevas fórmulas de globalización. Y es al mismo tiempo un modelo industrialista y de elevado despilfarro ecológico con efectos generales a escala planetaria. Y atravesado o combinado con una casi universal persistencia del patriarcado. Pero ello no impide también reconocer las particularidades y diferencias que son en parte resultado, también, de las luchas de hombres y mujeres para sacudirse las diferentes formas de explotación, dominio e irracionalidad que predomina en nuestra vida social. Y de procesos históricos que tienen sus márgenes de autonomía y variabilidad. ¿Cuáles son los elementos diferenciadores de los modelos nacionales de empleo? Podemos establecer esta diferenciación considerando tres grandes espacios: el de las empresas y el mercado (el espacio mercantil), el de estado, las políticas públicas y la acción colectiva, y el de la familia y el sistema de género. Entre estos espacios se producen complejas interrelaciones que son las perfilan los diferentes modelos nacionales. En el espacio de la empresa y el mercado se sitúa la estructura productiva de cada país. En el se encuentra sin duda el núcleo central del empleo y sus características. Entre las básicas incluiríamos el tipo de especialización productiva de cada país- en gran medida resultado de su inserción en el sistema capitalista mundial, pero también refleja las decisiones adoptadas a lo largo del tiempo por las clases dominantes de cada país- , la estructura empresarial (reparto del poder económico a escala local), formas de organización productiva y de “gestión” de la fuerza de trabajo. Sin duda es en esta esfera donde se generan enormes consecuencias en materia de estructura ocupacional, distribución de la renta, gestión ambiental, etc . Y su influencia sobre los otros espacios es innegable. El espacio del poder político tiene asimismo una cierta autonomía y sus características obedecen a una trayectoria histórica en la que tienen influencia tanto las demandas y presiones empresariales, como las ideológias de las élties político-técnicas, la propia historia de lucha de clases y participación política de las clases dominadas y la misma estructura de las diferentes organizaciones públicas. También podemos ubicar en este espacio la acción de los movimientos sociales por razones diversas. En primer lugar la acción de los movimientos sociales se traduce, cuando tiene éxito, en acciones políticas o, por vía directa (por ejemplo la acción sindical) trata de regular la acción de las empresas. En segundo lugar porque la propia existencia y características de los movimientos sociales está influida por las políticas públicas, como muestran el caso extremo de las dictaduras en las que esta prohibida cualquier acción Página 2 de 13 alternativa. Y en tercer lugar por que esta acción social influye también en la propia organización y modalidad del espacio público. El espacio doméstico comunitario ha sido el gran olvidado de la economía convencional (y también de muchas tradiciones heréticas), pero constituye sin duda un espacio importante en el que se producen, al mismo tiempo a) bienes y servicios b) procesos de socialización primaria c) diferenciación social basada en el género. Si bien en todas las sociedades modernas el espacio es relevante y la persistencia del patriarcado visible, es asimismo patente que existen diferencias notables en lo que afecta a la organización, peso y dinámica de estas estructuras. Y de su interrelación con las otras dos esferas: los modelos de acción pública están claramente influidos por su relación con el espacio familiar-doméstico, como ha puesto de manifiesto el debate sobre los modelos de estado de bienestar. De otra la relación entre la estructura mercantil y familiar es patente y se produce en ambas direcciones. Los procesos de segmentación laboral que caracterizan nuestras sociedades tienen en la interrelación entre las políticas empresariales y las dinámicas familiares una de sus áreas más relevantes. . La dinámica de las sociedades modernas está dominada por la lógica de la acumulación de capital. Pero esta no ocurre en el vacío ni sin resistencias ni modificaciones. La acumulación requiere de un marco natural y social que no es capaz de producir por sí mismo, y estos marcos determinan en parte procesos que pueden resultar variados y hasta contradictorios. Y en todo caso dan lugar a procesos históricos específicos que cristalizan, aunque sea por un determinado período de tiempo, en instituciones públicas, sociales, en modelos diferenciados de organización empresarial, en culturas y movimientos sociales, Reconocer la existencia de modelos nacionales de empleo permite desarrollar el análisis de las dinámicas del capitalismo en dos planos diferentes. El plano del análisis general, más abstracto, permite reconocer los elementos fundamentales del funcionamiento social y los cambios en lo que podríamos llamar macrodinámicas. El plano nacional permite estudiar como estas macrodinámicas combinan con el funcionamiento específico de contextos concretos, como estos actúan como dinamizadores, amplificadores o frenos a dinámicas más generales. Estos dos planos de análisis son especialmente relevantes en el momento actual, cuando estamos asistiendo a una nueva fase de globalización capitalista en la que se advierten tanto cambios sustanciales en los modos de funcionamiento del sistema global, como transformaciones en las propias instituciones públicas a escala planetaria. Por lo que el análisis a escala nacional afecta ello conduce a estudiar en que medida los cambios generales influyen o transforman las dinámicas nacionales. Nuestro análisis parte de considerar los procesos globales que afectan a todas las economías, aunque su impacto es diferente en función de cada una de ellas. Por ejemplo los procesos migratorios internacionales constituyen un elemento de este nuevo marco económico global, pero su incidencia es diferente en países receptores o emisores de migraciones, y también en función de las pautas locales de regulación del proceso. El impacto de la globalización se deja sentir en diferentes niveles: cambios en las pautas de especialización productiva (desindustrialización en unos países, industrialización en otros, crisis agrícolas, etc.), en la financiarización (que afecta a todos los países por doquier), a las privatizaciones y los cambios en la provisión de servicios públicos (desiguales en sus características por la historia específica de cada país), a las nuevas formas de organización del trabajo y la actividad productiva desarrollada por los grandes grupos empresariales y al ya comentado proceso migratorio. Cooperando con estos cambios en el núcleo de la economía capitalista, el neoliberalismo, en sus formas diversas, se ha impuesto como referencia esencial para la política económica. Tanto porque se trata de una perspectiva atractiva para los grupos dominantes, como por estar muy enraizada en la ideología de los tecnócratas económicos (educados en muchos casos en los centros educativos del centro del imperio). A este nivel, el de las políticas neoliberales es evidente que el Estado y las estructuras políticas juegan un importante papel. Y se trata,, en este caso de una intervención que tiene muchos planos y elementos. Por un lado están los grandes organismos internacionales (F.M.I., Banco Mundial. O.E.C.D.) que actúan, cuando menos, de “orientadores” de las políticas y cuya impronta se deja sentir más directamente en los países pobres con problemas. Por otro los diferentes Página 3 de 13 procesos de integración económica y las instituciones que los generan. Especialmente en el caso europeo, es evidente que la C.E. juega un papel activo en la imposición de reglas e instituciones neoliberales. Pero es también cierto que esta situación está en otras partes sustituida por otros mecanismos menos visibles, como puede ser todo el juego de cláusulas que introducen los diferentes tratados internacionales (como el NAFTA o el ALCA). En el caso de España, sin duda es la C.E.E. la que marca el terreno principal del las políticas económicas y por, extensión el proceso de integración europea constituye un elemento central en las dinámicas de las economías de los países europeos. 3 El modelo nacional de empleo español en el franquismo tardío El actual modelo español no parte de la nada. Mantiene en parte el legado del antiguo modelo y es en parte una adaptación a las fuerzas que antes hemos señalado. Conviene por tanto hacer una sucinta consideración del “viejo” modelo que nos permitirá situar las líneas de 1 continuidad y de cambio. En el plano del espacio productivo y empresarial la economía del tardofranquismo, era en gran parte un modelo “introvertido”, aunque más que una etiqueta conviene caracterizar sus aspectos esenciales: - una economía basada en un elevado nivel de proteccionismo mercantil y un sistema productivo orientado, fundamentalmente al mercado interno. Ello no suponía una economía en absoluto autárquica. De hecho siempre se ha tratado de un modelo productivo que ha dependido de los suministros exteriores: materias primas y bienes de equipo sofisticados, y el crecimiento de la década de los sesenta aumentaba su dependencia. También su ponía la presencia creciente de multinacionales foráneas en el país, pero en su mayoría llegaron orientadas al control de un mercado local en expansión. - un elevado grado de oligopolización, fundamentado no sólo en la estrechez de los mercados locales, sino especialmente en la estrecha relación entre el poder económico y el poder político. Por ejemplo en la cúspide de estos oligopolios se encontraban los grandes grupos bancarios, beneficiados por las normas proteccionistas que a favor de los mismos había aprobado la dictadura al final de la guerra civil. Estos oligopolios siempre tenían una pata en las múltiples regulaciones con que el sistema político les protegía. - Un bajo nivel de desarrollo tecnológico alimentado por la existencia de un mercado cautivo, de la carencia nacional de un verdadero sistema de ciencia y tecnología y por las facilidades de beneficios rápidos que el régimen político y la expansión productiva permitía. De hecho ya en la década de los sesenta se produjo una primera eclosión del negocio inmobiliario al calor del proceso de urbanización acelerada y los inicios del desarrollo turístico - Un importante peso de la empresa pública en sectores industriales básicos, generada por los intentos industrializadotes del régimen (siderurgia, construcción naval, automoción, refino de petróleo - Un sistema laboral basado en las condiciones de explotación que permitía el régimen: ausencia de derechos laborales, largas jornadas de trabajo, bajos salarios, ausencia de condiciones aceptables de higiene y seguridad, escaso desarrollo profesional,,,, En el plano del sistema público, el elemento central es que se trataba de una verdadera dictadura de clase, que negaba derechos básicos a la mayoría de la población, pero que contaba además con otra serie de características específicas: - Un bajo nivel del peso del estado en la economía, lo que se traducía en un peso limitado de los impuestos y el gasto público. Los primeros eran mayoritariamente Página 4 de 13 impuestos indirectos y el bajo nivel de gasto público se traducía en una casi inexistente red de servicios públicos: educación, sanidad, servicios sociales. Quizás la excepción lo constituye la creación de un servicio público de sanidad, fundamentalmente como un mecanismo de búsqueda de legitimidad social. Pero su implantación se hizo de forma que en la práctica se generaba un sistema dual de cobertura sanitaria: un sistema general, pero orientado a la clase obrera, y un sistema privado orientado a las capas medias. Por ejemplo uno de los hechos sobresalientes del modelo, que ha persistido a lo largo del tiempo, es el trato diferencial para el funcionariado (en la dictadura básicamente un espació para adictos al régimen, actualmente clases medias asalariadas) de la política de pensiones y cuidados sanitarios (pueden elegir acudir al sistema privado a cuenta de las financiación pública). - Una fuerte intervencionismo en muchos aspectos de la vida económica. Se trataba de un modelo donde proliferaban las normas, aunque estas no siempre se cumplieran a rajatabla (el aparato de control no siempre ha estado a la altura de las pretensiones reguladoras), pero en todo caso estas siempre sirvieron para favorecer los intereses de grupos específicos de empresarios cercanos al poder. En teoría está misma rigidez y regulación se daba también en el plano laboral, aunque en la práctica este sistema regulativo era más legitimador que efectivo. O, incluía, como en el caso de los despidos, mecanismos que daban gran libertad de acción a los empresarios - La ausencia total de libertades estaba básicamente dirigida contra la clase obrera. Mientras algunas entidades empresariales (Cámaras de Comercio, gremios…) siempre fueron legales lo que realmente estaba prohibido eran los sindicatos y las organizaciones de izquierda. Ello generaba una completa desregulación efectiva de los derechos laborales, excepto en algunos grandes centros productivos donde empezó a florecer un incipiente movimiento obrero clandestino En el plano de las estructuras familiares, la sociedad española entraba de lleno en el llamado modelo mediterráneo: - Una sociedad donde la familia jugaba un papel central en la organización de la vida cotidiana. Con la presencia persistente de estructuras patriarcales que promovían una detallada división sexual de trabajo y limitaban los derechos de las mujeres. Una estructura familiar atravesada por la contradictoria dinámica del poder y la solidaridad. Con redes familiares que se extendían en círculo. El franquismo reforzó este modelo como lo muestra la existencia de normas que preveían la exclusión de las mujeres casadas de la actividad económica independiente y, en determinados sectores, del empleo. Constituyó un régimen de dictadura católica en la que los amplios poderes de la Iglesia hicieron especialmente visible su papel de institución del patriarcado. - El reforzamiento de esta estructura patriarcal-familiar tiene un notable impacto sobre dos aspectos del modelo de empleo Por una parte refuerza los mecanismos de segmentación laboral de la fuerza de trabajo y explica las enormes discrepancias por género en casi todos los aspectos del mercado laboral De otra determina el modelo de reproducción de la fuerza de trabajo y los cuidados a las estructuras familiares, en especial a las mujeres. Ello explica el bajo nivel de desarrollo de las instituciones del estado de bienestar y de los servicios de cuidados. Y resulta coherente con un sistema de bajos salarios y largas jornadas laborales, en el que el trabajo invisible de las mujeres permitía cubrir las necesidades familiares y “alargar” los modestos ingresos. L.Toharia (1986) y Lipietz (1997) han caracterizado este modelo de fordismo periférico. Algo hay en común entre el modelo de desarrollo español de la década de los 60s y las dinámicas Página 5 de 13 de acumulación de la “edad de oro”. También aquí se produjo un fuerte crecimiento de la producción y el consumo a lo largo de la década, y un cierto papel de impulso del sector público. Pero nunca se desarrolló un estado del bienestar como el del Norte de Europa, ni un esfuerzo por mejorar sistemáticamente la productividad empresarial. Y la sociedad siguió descansando en gran medida en la solidez de la institución familiar para garantizar la cobertura de necesidades básicas. Y tampoco existió una marco cultural que generara unas referencias igualitarias como las que predominaron en otros países. La fuerte segmentación de las condiciones laborales y la persistencia de numerosos mecanismos que propiciaban la existencia de privilegios siguieron constituyendo una realidad vivía. 4 La crisis de los 70: el camino hacia el neoliberalismo a la española La crisis económica de la década de los setentas constituye un verdadero punto de inflexión de los modelos de capitalismo (Reagan y Thatcher simplemente pusieron el punto final a un proceso que se gestó con anterioridad). Fue el fin del keynsianismo y de la esperanza de la transformación gradual del capitalismo en un tipo de sociedad más civilizada y tolerable. Pero si esta fue la línea general en todas las grandes economías, en cada una de ellas adoptó características diferentes. En el caso español coinciden en este proceso dos líneas de fuerza hasta cierto punto contradictorias y que muestran la complejidad de nuestra situación. El avance del neoliberalismo tenía algunas posibilidades dadas las características del sistema español: - En primer lugar la insostenibilidad del modelo de economía cerrada que había permitido el crecimiento anterior. Esta insostenibilidad era, a la vez producto de problemas macroeconómicos insolubles – especialmente los déficits recurrentes de la balanza de pagos, la pérdida de los ingresos por remesas y la necesidad de favorecer otras formas de financiación- y de opciones políticas internas: la integración a la Unión Europea era tanto una perspectiva interesante para los poderes económicos como un referente ideológico que posibilitaba una transición democrática - En segundo lugar la referencia al “estado mínimo” (excepto en materia de orden) que preconiza el credo neoliberal cuadra bien con una tradición de bajos impuestos y sector público subdesarrollado. Y es fácilmente defendible ante una sociedad que no había pasado por la experiencia del welfarismo social de finales de la Segunda Guerra Mundial - En tercer lugar las ideas neoliberales también se plantean en clave antisindical, de eliminación de obstáculos a la “gestión privada” de la fuerza de trabajo. Este y no otro es el contenido de la ofensiva por la “flexibilidad” laboral. Algo que resultaba particularmente útil en un momento en el que el mundo empresarial se veía confrontado con la legalización de los sindicatos y la imposibilidad de seguir apoyándose en el viejo sistema de represión directa. El que hubiera factores favorables al modelo no significa que el cambio no implicara dificultades enormes. La apertura exterior implicaba un reto crucial para las protegidas empresas locales y la necesidad de una adecuación no siempre fácil. Especialmente cuando se trataba de un modelo mal pertrechado tecnológica y organizativamente para encarar la competencia exterior. Y el establecimiento de unas nuevas reglas, mas liberales, en un mercado con tanta tradición de intervención las reforzaba. Y tampoco suponía que el discurso neoliberal fuera a actuar en el vacío y sin resistencias. Las intensas movilizaciones sociales de la década de los setenta, las demandas sociales que hicieron emerger y, aún con todos los matices e interrogantes que puedan hacerse, las ideológias que movían o trataban de capitalizar estos movimientos, apuntaban en una dirección totalmente contraria: hacia la extensión de derechos y el desarrollo de alguna 2 versión de modelo socialdemócrata. 2 Para un análisis de las dinámicas de cambio Royo (2007) Página 6 de 13 Estas demandas sociales estaban inicialmente representadas en el incipiente movimiento sindical y en el movimiento vecinal que, al alimón, planteaban demandas de mejora de los derechos y las condiciones de vida de los asalariados. Y mientras alguna de estas demandas- como la mejora sustancial de los niveles salariales- podían ser abortadas apelando a la lucha contra la inflación, la competitividad o, meramente por la presión del creciente ejército de reserva que generaba la propia crisis económica, otras demandas eran más difíciles de postergar. El nuevo régimen necesitaba legitimación y debía realizar algunas concesiones de corte “socialdemócrata”. Estas se orientaron en una doble vía. Por un lado un aumento sustancial de los impuestos y el gasto público orientado a responder a las demandas y necesidades más evidentes. De otro, especialmente en los aspectos sindicales, a conceder reconocimiento social a cambio de concesiones sustantivas. Esta es, a nuestro entender la explicación de alguna de las paradojas que dificultan la comprensión de nuestro modelo de empleo. Como la introducción de políticas neoliberalesen la gestión macroeconómica, en la fijación de la política salarial (incluyendo la deprivación del salario mínimo), en la desregulación de la protección al empleo, en la restructuración del sector público industrial- es coetánea de la expansión del gasto publico y del propio peso del sector público en el conjunto de la economía. Y es que una cosa son los modelos teóricos y otra la realidad, siempre más compleja y contradictoria. Y cualquier sistema, especialmente si se basa en un mínimo de representación democrática, requiere algún tipo de políticas de legitimación. Cabe señalar que el impulso democrático, igualitario no se limitó a las demandas de la clase obrera. También las instituciones del patriarcado experimentaron una crisis. Esta se expresó en el plano político con la eclosión de un nuevo movimiento feminista, en el plano cultural en la crisis de la Iglesia Católica (especialmente en su control de la moral sexual que está en la base de las instituciones del patriarcado), pero sobre todo en una sorda y lenta movilización efectiva de mujeres que cambiaron su situación social respecto a la educación, el trabajo asalariado y la familia (el indicador más palpable es el del cambio del regimen de natalidad). Las reformas en las políticas públicas contribuyeron a esta transformación al menos en dos aspectos. De una parte la extensión del sistema educativo hacia su universalización generó un cambio sustancial en la posición relativa de las mujeres en lo que respecta al nivel educativo. De otra la propia extensión del sector público contribuyó a la creación de miles de empleos, fundamentalmente para mujeres educadas, generando con ello nuevas espectativas laborales y una consolidación de parte de este empleo femenino. Hay que advertir que, en este sentido, la transformación del sector público operó un complicado cambio ocupacional: destrucción de empleo industrial, fundamentalmente masculino, y creación de empleo de servicios, mayoritariamente femenino. El actual modelo de empleo es en gran medida el resultado de la aplicación de estas dos fuerzas contradictorias- la evolución hacia un modelo neoliberal, orientado en gran medida por los referentes anglosajones y las demandas igualitarias de una sociedad que se manifiesta más partidaria de un proyecto socialdemócrata- sobre la base de las estructuras existentes y bajo las presiones y condicionantes que determina el proceso económico global. 5. Un modelo de éxito: neoliberalismo mediterráneo 1995-2007 3 Para los economistas convencionales el período que ahora parecemos estar a punto de cerrar ha sido una época gloriosa de la economía española. Los datos de crecimiento económico y empleo parecen avalar esta pretensión. No vamos a entrar en esta discusión aunque, como apuntaremos, si algo resulta existosa es la capacidad de los grupos centrales del capitalismo español para adecuarse a la nueva situación. Otra cosa es que el resultado sea deseable para 2 Una versión más completa de este argumento en The transformation of the employment system in Spain: Towards a Mediterranean Neoliberalism? Banyuls J., Miguélez F., Recio A., Cano E., Lorente, R. (en fase de revisión para un libro colectivo en I.L.O.) Página 7 de 13 el conjunto de la sociedad, pero esta es una cuestión que no suelen tomar en consideración los evaluadores de la economía convencional. Vale la pena destacar el hecho que el tránsito desde la crisis de los setenta hasta la “docena gloriosa” fue especialmente azarosa. Estuvieron marcadas por largos períodos de desempleo masivo y luchas sociales diversas. Algunas exitosas, la fase de lucha sindical del período 198890 que empujó el crecimiento del sector público. Otras fracasadas, como las movilizaciones frente a las reconversiones y la liberalización del mercado laboral en las sucesivas reformas. Pero más que explicar la historia, queremos concentrarnos en detallar en que ha derivado el modelo. Y para ello destacar los tres espacios de acción social descritos anteriormente. El espacio del capital El espacio del capital se ha transformado radicalmente. Y a nuestro entender el tipo de reconversión que ha tenido lugar ha resultado especialmente exitosa para el núcleo central del capitalismo español. Ha mostrado una enorme capacidad de posicionamiento en el nuevo marco de un capitalismo globalizado y de políticas neoliberales. Aplicando, como en el juego de ajedrez, una táctica de sacrificar figuras para reforzar posiciones. La principal figura sacrificada ha sido, claramente, la actividad industrial. No sólo ha perdido peso, sino que la mayor parte de nodos industriales están en manos de multinacionales extranjeras que definen sus políticas en base a estrategias globales. Detrás de está renuncia está también la escasa preocupación del empresariado español por promover la innovación tecnológica y el reconocimiento profesional 4 de sus empleados . Pero este mismo núcleo se ha hecho especialmente potente en campos en los que tenía ya una importante experiencia- finanzas, obras públicas- y se ha beneficiado de la privatización y externacionalización de los servicios públicos. Precisamente uno de los ejes de las políticas neoliberales. El que el resultado de estos procesos no sean mercados competitivos de manual no debería extreñar a nadie, las políticas neoliberales al fin y al campo no buscan la competencia, sino asegurar espacios de rentabilidad y estabilidad a las grandes empresas. El otro gran eje de la expansión (que a permitido entrar a nuevos agentes o reposicionarse otros) ha sido el de la expansión inmobiliaria. Una parte de la misma asociada a lo que ha sido el verdadero posicionamiento de la economía española en los últimos años: el convertirse en un gran espacio turístico europeo. Nada realmente muy nuevo, una continuación de un modelo que, con los espasmos inevitables, se puso en marcha en la década de los 60. (Tabla 1) El resultado en términos de estructura ocupacional es un claro hiperdesarrollo de las actividades de construcción y turismo, respecto al conjunto de países de nuestro entorno. Ello puede tener consecuencias en términos de estabilidad del empleo, Y las tiene sin lugar a dudas respecto al modelo de relaciones laborales y condiciones de trabajo existentes. El elevado nivel de empleo temporal que predomina en el mercado laboral español es en parte resultado de su estructura ocupacional, También de la perseverante obsesión de las empresas españolas por abaratar los costes salariales y despreocuparse de la formación y profesionalidad laboral. En los estudios sectoriales que hemos realizado en el proyecto Dynamo aparecen puntos en común y diferencias notables. El aspecto común es que en todas partes ha habido una presión sobre los costes laborales que se ha traducido en la proliferación de procesos de externalización y subcontratación, en la fragmentación de las condiciones laborales, etc. Esto es por ejemplo evidente en el caso de la industria del automóvil, donde los constructores realizan una persistente presión sobre su extensa red de proveedores y está se traduce en una inacabada presión sobre las condiciones de trabajo en términos de salarios, horarios, ritmos, etc. (es incluso habitual la existencia de una importante diferenciación salarial entre plantas de un mismo grupo empresarial). Pero las diferencias persisten tanto en lo que se refiere a la delimitación y estabilidad del empleo como a la profesionalización. Y en estos casos el mercado laboral español siempre se sitúa en los niveles inferiores. Este es por ejemplo el caso de la construcción, donde no existe (a diferencia de Alemania) un reconocimiento profesional explícito de oficios laborales (lo que conlleva delimitación de espacios laborales en los que estos operan y mecanismos de protección frente a la inseguridad económica). La desregulación de las condiciones laborales y el uso abusivo de las cadenas de subcontratación 4 Sobre la débil posición industrial de la economía española Banco de España (2003), Perez et al. (2004) Página 8 de 13 es la norma en nuestro mercado laboral. O en el sector de los servicios de asistencia, desarrollados en España básicamente por empresas privadas y en países como Suecia como servicio público, con un notable cambio en las condiciones laborales de las trabajadoras (en las diferencias de género la situación es común en todas partes). En conjunto España se sitúa siempre más próxima, y a menudo peor, del modelo anglosajón que del centro y norteuropeo. Hay otra consecuencia básica de este modelo. Su éxito ha generado la demanda de mano de obra barata. (Cachon y Palacio, 1999).En los momentos de “despegue” existía un importante ejército de reserva procedente de la llegada al mercado laboral de las populosas cohortes de jóvenes nacidas antes de 1980, de la numerosa gente que había perdido el empleo en la crisis de 1991-94 como de una parte de las mujeres que no habían conseguido empleo. Pero ha medida que se consolidó el crecimiento y el ejército de reserva se agotaba, se requirió la entrada de un nuevo ejército de reserva constituido por la llegada masiva de inmigrantes extracomunitarios. Un ejército de reserva que no sólo se alimenta de la ausencia de empleo decente en su país de origen sino que es a su vez conformado por unas normas de inmigración que facilitan la creación de una fuerza de trabajo que debe plegarse a la irregularidad, los contratos temporales y los bajos salarios. Y que favorece el reforzamiento y la profundización de la extrema segmentación que caracteriza el mercado laboral español Página 9 de 13 Tabla 1. Empleo sectorial (%). España 1976-2006, UE-15 2006 1976 1979 1987 1996 2006 España 2006 UE-15 Total 100.0% 100.0% 100.0% 100.0 % 100.0% 100.0% Agricultura, ganadería y pesca 21.6% 19.5% 14.3% 8.1% 4.9% 3.7% Industria 27.4% 27.2% 24.2% 20.2% 15.9% 17.4% Construcción 9.9% 9.4% 8.3% 9.6% 12.6% 8.1% Servicios 41.1% 44.0% 53.2% 62.1% 65.7% 69.6% Comercio reparaciones y - 15.1% 16.5% 16.4% 15.1% 14.5% Hoteles restaurantes y - 4.2% 5.2% 6.4% 7.0% 4.4% Transporte ay comunicaciones - 5.5% 5.7% 6.0% 5.8% 6.0% Finanzas - - 2.5% 2.8% 2.2% 3.2% - - 3.1% 6.1% 9.5% 10.3% Admin. pública - - 5.3% 6.5% 6.0% 7.3% Educación - - 4.1% 5.5% 6.2% 7.0% servicios - - 4.0% 5.7% 6.2% 10.5% Otros servicios personales y colectivos - - 3.3% 3.9% 4.3% 5.0% Empleo doméstico - - 3.5% 2.8% 3.6% 1.3% Servicios empresas, a inmobiliarios Sanidad, sociales Source: From 1976 to 1996, National Statistics Institute, Labour Force Survey. 2006 data, EUROSTAT. Data referred to 2006 are not strictly comparable with the previous years because employment is calculated on 15 years and over and the previous are calculated on 16 years and over. Sector público y sindicatos El segundo espacio a considerar es el de la regulación pública. Esta ha favorecido el proceso actual por vías diversas, aunque, en la última etapa, la del nuevo gobierno del P.S.O.E. ha generado algún signo contradictorio. En primer lugar la ya conocida apuesta por la flexibilización del mercado laboral, aplicada en sucesivas reformas, ha constituido el marco legal sobre el que se ha generado el proceso de precarización laboral analizado. Es cierto que en algunos casos se ha tomado conciencia de los excesivos costes sociales del mismo y se ha tratado de introducir reformas que frenaran el proceso – como la ley de Seguridad e Higiene en el trabajo y la reciente regulación de las subcontratas- pero estas han sido en muchos casos demasiado tímidas, o simplemente no se ha utilizado su potencial y en muchos casos no se ha contado con un “aparato” público Página 10 de 13 adecuado para llevarlo a cabo. En segundo lugar, medidas como la ley de extranjería han reforzado algunos de los mecanismos de segmentación. En segundo lugar las políticas públicas han sido grandes aliadas del modelo productivo basado en la construcción, el predominio financiero y la gestión privada de los servicios públicos. Si bien fue el Partido Popular quién llevó hasta el final el proceso de privatizaciones y quién más ha favorecido este modelo desde sus áreas de gobiernos locales y autonómicos, no hay evidencia que el P.S.O.E. haya llevado a cabo políticas sustancialmente diferentes que cuestionaran el predominio de los grandes gestores privados y la importancia del desarrollo inmobiliario. En tercer lugar ha habido una evidente carencia de recursos para muchas de las políticas sociales, como lo muestran todos los indicadores de gastos sociales, o el nivel al que se sitúa el salario mínimo interprofesional. Esta situación se aceleró en el mandato del Partido Popular (1996-2004), y no ha sido corregido de forma suficiente por el gobierno Zapatero Mucha parte del problema proviene de lo que podemos llamar la aplicación de un “estado de bienestar de tercera vía” (para situar el modelo de socialdemocracia que en su tiempo defendieron Giddens y Blair). Un estado del bienestar en el que se promueven derechos universales, pero en los que no se aplican medidas fiscales y redistributivas para financiarlos. El aumento de impuestos es un tabú y ello genera una persistente subfinanciación de los servicios sociales. Lo cual tiene importantes consecuencias sobre el modelo nacional de empleo en varios campos: Subdotación de servicios públicos que genera una importante carga sobre las familias en general y las mujeres en particular Gestión privada de muchos servicios esenciales, bien a través de contratas públicas o directa cesión al mercado, que se traduce en la configuración de empleos de baja retribución y poco reconocimiento social Importancia mecanismos de selección de acceso que en la práctica generan la marcha de sectores de asalariados de mayores ingresos hacia el sector de servicios privados, alimentando las demandas de reducción de impuestos (Tabla 2) La intervención pública por tanto refuerza algunos aspectos del modelo y fracasa en muchos de los campos en los que trata de invertirlo. La otra gran base de la intervención pública son los sindicatos. Ya hemos indicado anteriormente que el modelo que se desarrolló al principio del período combinó una baja capacidad de intervención en la estructura- en gran medida debida a la reestructuración de la organización productiva y los modelos de gestión laboral en los sectores emergentes- con un amplio (relativamente), reconocimiento institucional (presencia sindical en organismos paritarios, carácter semipúblico de los convenios colectivos, etc.). Una situación en los sindicatos parecen tener más fuerza para forzar cambios institucionales que para desarrollar acciones sindicales en las empresas. Y en parte en el período 1985-1991 se desarrolló una acción sindical bastante ambiciosa que trató de alterar las políticas neoliberales con un enfrentamiento y presión sobre el gobierno. El fracaso de este pulso (fallaron los interlocutores políticos y posiblemente se sobrevaloraron las propias fuerzas, no se tuvieron en cuenta las dinámicas supranacionales), la crisis del período 1991-94 y otra serie de razones condujo a formular políticas mucho más acomodaticias y que en gran parte han renunciado a introducir cambios radicales en las líneas políticas. Ello no supone que los sindicatos hayan perdido toda posición crítica y que su papel haya sido de mera legitimación de lo existente. En toda una serie de campos su actuación ha seguido limitando la eliminación de derechos, como lo muestran las dinámicas desarrolladas en torno a temas como la salud laboral, la subcontratación, el salario mínimo,,, o el uso de los convenios colectivos como un medio para garantizar condiciones mínimas. Pero ha menudo esta tarea básica (que se advierte cuando se compara por ejemplo la situación española con la de países con menor y más débil presencia sindical- por ejemplo los del Este de Europa) ha quedado oscurecida por su a menudo acrítica aceptación de los postulados económicos que han entronizado la competitividad empresarial como el elemento de referencia clave. Por ejemplo los sindicatos mayoritarios han denunciado las características del modelo español de empleo en lo que se refiere a bajos salarios y precariedad, pero, de forma creciente han construido su discurso en términos de especialización de baja productividad que difícilmente puede traducirse en una política de cambios serios, dadas las transformaciones, en parte irreversibles del Página 11 de 13 proceso productivo. Y dado que algunas de las diferencias básicas con modelos más deseables no son tanto de mix productivo, sino de reconocimiento social y distribución de la renta, como indican los trabajos reseñados de la construcción y el cuidado de ancianos. TABLA 2 : GASTO SOCIAL RESPECTO AL P.I.B., 1994-2002 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 28.4 28.2 28.4 27.9 27.5 27.4 27.2 27.5 (p) 27.7 (e) España 22.8 22.1 21.9 21.2 (p) valor provisional ; valor estimado en € fuente: EUROSTAT 20.6 20.3 19.6 19.4 (p) 19.6 (p) EU-15 2002 El ámbito doméstico familiar y las desigualdades de género Quizás este el espacio donde el cambio ha sido más acelerado. En términos convencionales destacan dos procesos paralelos. De una parte el cambio de la situación femenina respecto al trabajo mercantil. Hoy la mayoría de mujeres adultas se mantiene largo tiempo en el mercado laboral. Las razones del cambio son diversas y merecen por sí solas una investigación. Apuntamos algunas, de índole político-cultural- el igualitarismo feminista ha tenido un éxito espectacular y posiblemente ha ido de la mano con la extensión de la educación y la configuración de un nuevo marco de referencias culturales-, de índole económica- los salarios de los hombres no permiten sostener los gastos familiares, la inseguridad laboral exige mantenerse en el mercado laboral todo el tiempo posible- y de índole familiar- la familia ya no asegura la estabilidad de relaciones para toda la vida y por ello el viejo modelo ganapán ama de casa no sólo no es deseable sino que tampoco es viable. Seguro que hay más pero estas parecen importantes. De otra los cambios en la longitud de la vida humana han reforzado la importancia del trabajo de cuidados en la fase terminal de la vida humana (o a personas con graves problemas de salud, pero de larga vida). Por ello crece una nueva carga de trabajo en el momento que la caída de la natalidad reducía la que se había considerado carga familiar. La estructura de demandas y necesidades cambia en varias direcciones y no esta claro que en el conjunto se produzca una reducción de las necesidades de trabajo doméstico. O ello genera, un crecimiento de actividades mercantiles que tratan de sustituir actividad doméstica. En todo caso se produce una encrucijada en un doble sentido. En primer lugar en el del reparto de la carga total de trabajo y su distribución entre hombres y mujeres. En la medida que la persistencia de las mujeres en el trabajo mercantil no se ha traducido ni en un nuevo reparto en el interior de la familia ni en una nueva organización de la actividad mercantil que lo hubiera hecho posible, la combinación de doble trabajo y nuevas cargas familiares se traduce fácilmente en una sobrecarga femenina o en el recurso a terceras personas. Este puede ser a través del mercado o a través del sector público. A través del mercado sólo es posible para los grupos con mayores ingresos (p.ej.los que acumulan dos salarios profesionales) o mediante la explotación de una nueva fuerza de trabajo barata, o combinaciones de ambos. Una parte del proceso migratorio obedece a esta dinámica. La provisión pública solo es posible si hay un fuerte aumento de la oferta pública de cuidados, en sus diferentes modalidades, lo que requiere un aumento de la carga fiscal y un proceso redistributivo intenso. Como ya hemos visto anteriormente esto no ha tenido lugar. La hegemonía neoliberal en materia impositiva se traduce en una insuficiente provisión pública que fuerza a las familias, básicamente a las mujeres, a seguir apechando con la base de la carga o a ser cómplices de un nuevo proceso de segmentación social apelando a la barata mano de obra inmigrante. El peso de las tradiciones y la persistencia de las redes familiares (y el bajo nivel de los ingresos salariales) determina que para una parte de la población sea la primera la opción dominante y por ello consideramos que el actual modelo de cuidados es una variante, con familias más nucleares y presencia femenina en el mercado laboral, del viejo modelo mediterráneo La segunda disyuntiva afecta a la consideración del empleo femenino. El patriarcado no sólo separa a las personas y las sitúa en espacios diferentes. También las jerarquiza (como cualquier otro sistema de diferenciación social). Y uno de los resultados de esta jerarquización es el valor social que se concede a lo que hace cada cual. La cualificación se confunde a Página 12 de 13 menudo con la posición social de la persona que desempeña una actividad (solo hay que ver la consideración social de una ama de casa y compararla con el prestigio de los cocineros profesionales). La incorporación laboral de las mujeres tiene, también ahí un efecto neto. Y se “normaliza” la descualificación de aquellos empleos que se consideran, por el tipo de tareas realizadas, tradicionalmente femeninos. Se produce aquí un proceso que refuerza las líneas tradicionales de segmentación laboral y abre otras nuevas. La búsqueda de legitimación del empleo de las mujeres educadas, su demanda de “reconocimiento profesional” y promoción social se traduce a menudo en legitimación de los bajos salarios de una gran parte de los empleos femeninos de servicios. La ausencia de políticas públicas en los mismos, el predominio de los aspectos financieros sobre los de su función social, provoca nuevas líneas de fragmentación y generan nuevos espacios de bajos salarios, inseguridad, etc. Se completa, intencionalmente un proceso de división social en el que si bien son los grandes grupos capitalistas y las élites sociales los grandes beneficiados, tienen también muchos agentes intermedios que aceptan, legitiman o, simplemente, no son capaces de pensar un modelo alternativo al actual neoliberalismo mediterráneo (Carrasco et al 2003, Torns et al. 2004) 5. Comentario final: ¿hasta cuando es sostenible? En la sección anterior hemos tratado de describir el modelo nacional de empleo que ha regido en los últimos años de supuesto éxito económico. Lo hemos caracterizado como un modelo de “neoliberalismo liberal” que en el plano productivo-mercantil se ha caracterizado por la hegemonía del capital financiero-constructor-gestor de lo público, que en el plano de las políticas públicas ha oscilado entre una política directamente neoliberal a una de “tercera vía” incapaz de crear mecanismos de servicio público y de distribución de la renta aceptables, y en el ámbito familiar como una transformación insuficiente de la familia mediterránea que ni ha reducido significativamente las desigualdades de genero, ni ha dado solución a las nuevas cargas de trabajo y que corre el riesgo de generar nuevas formas de desigualdad. Visto en la distancia el sistema parece a priori bastante insostenible- no se perciben alternativas claras, ni ideas suficientes- para hacer frente a la saturación del modelo constructivo, indeseable- genera inseguridad económica, desigualdades extremas, sobrecargas de trabajo- e incoherente- apuesta por la entrada masiva de mujeres, e inmigrantes, en el mercado laboral sin proveer adecuadamente de servicios y procesos que permitan satisfacer las demandas que esta incorporación provoca. Y nos hemos limitado a exponer los procesos laborales sin considerar ni los aspectos macroeconómicos- la persistencia del amplio desequilibrio exterior – ni mucho menos ambientales- pues la depredación ecológica ha sido otra de las caras de este “crecimiento milagroso”. Y cada vez resulta más evidente que este va a ser uno de los campos donde la humanidad se va a jugar el futuro. Nuestra presunción es que existen, al menos, muchos motivos de alarma que piden a gritos una revisión del modelo de empleo, en definitiva del modelo social, que organiza nuestra vida cotidiana. Y que esta reflexión exige incorporar como núcleos centrales variables diferentes de las que toma la economía convencional, y adoptan muchos de los agentes más activos en la configuración del modelo empleo. Febrero 2008 Página 13 de 13