Marxismo, pragmatismo y materialismo en la filosofía del lenguaje contemporánea. Lecercle, Brandom y Virno: una puesta en diálogo* Federico Penelas El filósofo y lingüista francés Jean Jaques Lecercle ha señalado en su último libro 1 que una filosofía marxista del lenguaje debe adoptar las siguientes 6 tesis: 1) El lenguaje es una forma de praxis 2) El lenguaje es un fenómeno histórico 3) El lenguaje es un fenómeno social 4) El lenguaje es un fenómeno material 5) El lenguaje es un fenómeno político 6) La función del lenguaje es la producción de sujetos En el libro, la defensa de las tesis viene precedida de una crítica a diversas concepciones del lenguaje, como la chomskyana y la de la teoría de los actos de habla, especialmente en el uso trascendental que ha hecho de ella Jürgern Habermas2. Con la tesis 1 Lecercle se apropia de la tesis gramsciana según la cual un lenguaje no es sólo una gramática sino una concepción del mundo.3 Las otras 5 tesis son, a su juicio, corolarios de esa idea general. En la especificación de cada una de ellas, Lecercle se vale de un conjunto de textos de Bourdieu, Bakhtin-Voloshinov, Althusser, Deleuze-Guatari y Pasolini.4 * Quiero agradecer al Colectivo de Trabajo de la revista Dialéktica por la invitación a participar del presente dossier. Agradezco a su vez a Samuel Cabanchik y Glenda Satne por algunas sustanciales recomendaciones bibliográficas. 1 J.L. Lecercle, Une philosophie marxiste du langage,París, PUF, 2004. 2 En una conferencia posterior a la publicación del libro mencionado, Lecercle cuestionó explícitamente también a la teoría enunciativa de Emile Benveniste (cfr. J. J Lecercle, “Vous avez dit: ‘Une philosophie marxiste du langage’?”, Sources, primavera 2005. 3 La tradición a la que se afilia Lecercle explica que se retrotraiga hasta Gramsci, cuando buena parte de los filósofos del lenguaje contemporáneos señalarían la estirpe wittgensteiniana de ese dictum. Claro que el movimiento de Lecercle es históricamente pertinente. Para ahondar en la influencia gramsciana en el filósofo austriaco ver J. Davis, “Gramsci, Sraffa, Wittgenstein: philosophical linkages”, European Journal of the History of Economic Thought, Volume 9, Nº 3 / Septiembre 01, 2002, págs. 384-401; y A. Sen “Sraffa, Wittgenstein, and Gramsci”, Journal of Economics Literature, Vol. 41, Nº4, 2003, págs. 1240-1255 4 Las versiones castellanas de los textos en los que se centra Lecercle son: M. Bakhtin y V. N. Voloshinov, El marxismo y la filosofía del lenguaje, Madrid, Alianza, 1992; G. Deleuze y F. Guatari, “20 de noviembre de 1923: Postulados de la lingüística” en Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Valencia, Pre-textos, 1998; P. Bourdieu, ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos, Madrid, Akal, 1999; L. Althusser, Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988. El texto de Pasolini recuperado vía Deleuze por Lecercle es “Dal Laboratorio. (Appunit en poète per una linguistica marxista) en P. P. Pasolini, Empirismo eretico, Milán, Garzanti, 2000. En lo que sigue me ocuparé de mostrar, en primer lugar, cómo la concepción del lenguaje de uno de los más importantes pragmatistas contemporáneos, el filósofo norteamericano Robert Brandom, defiende y desarrolla explícitamente las tesis 1, 2, 3 y 6 de Lecercle, asume implícitamente la tesis 5, y es compatible con la interpretación adecuada de lo que Lecercle quiere decir con 4. Esta última compatibilidad se da a pesar de que Brandom en su Tales of the Mighty Deads ha defendido que una concepción del lenguaje que acepte tesis similares a las tesis 1, 2 y 3 de Lecercle encuentra su mejor aliado en un idealismo objetivo de corte hegeliano, el cual da contenido preciso a la tesis 6. En segundo lugar, me concentraré en el texto Palabras con Palabras, del filósofo italiano Paolo Virno, en el cual se desarrolla una estimulante crítica a toda teoría del lenguaje de carácter denotativo por, paradójicamente, aislar al denotans del denotatum, condenando al lenguaje a ser meramente metalenguaje, lo cual viola toda aspiración materialista. Señalaré que el tipo de materialismo defendido por Virno en el texto diverge del propiamente marxista y se vuelve incompatible con una defensa de las tesis 1, 2 y 3 de Brandom-Lecercle. I Haré una presentación general de la semántica pragmático-normativa desarrollada por Brandom, a lo largo de la cual se verá la asunción explícita de la idea de que el lenguaje es una praxis histórica social. 5 Las líneas generales del planteo son las siguientes: por un lado la idea de que significado es un concepto normativo que determina no el uso sino el uso correcto; por otro lado la idea de que debe entenderse dicha normatividad como conceptualmente inseparable de la corporización en la conducta de los usuarios del lenguaje de patrones constitutivos de prácticas lingüísticas de carácter social. Así, dicha aproximación al fenómeno de lo normativo se apoya sólo en la postulación de prácticas sociales, en oposición a cualquier tipo de elevamiento de valores trascendentes a los procesos culturales. Las prácticas serán caracterizadas en términos de atribución a los miembros de una comunidad de un conjunto de compromisos normativos que cumple un rol funcional en el marco de una estructura pragmática más amplia. Atribuimos a un conjunto de individuos la práctica de no tocar la pelota con la mano en función de una serie de compromisos normativos atribuidos a los participantes en cuestión, los cuales cumplen un rol específico en una estructura más amplia caracterizada también en términos de compromisos normativos a la que llamamos fútbol. No hacemos esa atribución aludiendo a la conducta concreta de los participantes (esto es, a la regularidad de que de hecho no tocan la pelota con la mano) pues, de hacerlo, caeríamos en un regularismo pasible de ser condenado con el mote de falacia naturalista, en tanto haría depender el Deber Ser del Ser. El fenómeno semántico será pensado, en particular, como constituido por una práctica social consistente en un conjunto estructurado de compromisos y derechos inferenciales 5 Ver R. Brandom, Making it Explicit, Cambridge, Harvard U. P, 1994, capítulos 1 a 4. asumidos por los participantes de la comunidad lingüística. Las normas implícitas en la práctica lingüística son normas que establecen qué se debe y se puede inferir, donde por inferencia se entiende inferencia material (no meramente formal).6 Una elucidación de la normatividad desde esta perspectiva, en este plano muy general del análisis, será justamente el señalamiento de que las normas están implícitas en las prácticas sociales, las cuales no son reductibles a nada sino simplemente caracterizables en términos funcionales, esto es, en relación a otras prácticas. La elucidación en cuestión pues no es más que la negación de una explicación en sentido fuerte de la normatividad. Ahora bien, no sólo llevamos adelante prácticas en función de normas explícitas, sino que también hacemos afirmaciones normativas, esto es, enunciados que involucran vocabulario normativo. Somos capaces de enunciar reglas. Esta metapráctica normativa hace explícitas las reglas implícitas en la práctica. Los teóricos de la pragmática normativa conciben a dicha metapráctica explicitadora como una práctica que tiene como fin ya sea la consolidación de una práctica concreta, ya sea el cambio de práctica. El punto es en primer lugar advertir que la metapráctica consiste en un conjunto de aserciones normativas, y que las mismas son, justamente, aserciones y por lo tanto al realizarlas uno asume un compromiso. Así, al asertar “Se debe hacer x”, uno se compromete a asegurarse socialmente el derecho a dicha aserción, es decir uno asume el compromiso de responder apropiadamente a los desafíos que se le pueden presentar en la comunidad a dicha aserción de manera apropiada. Esto da lugar a una caracterización más adecuada, y que excede a la presencia de determinado vocabulario, de la normatividad de la metapráctica, y al fin que la misma persigue. En palabras de Lance y Hawthorne, continuadores de Brandom en este punto: “Introducir reglas explícitas gobernando el juego que unos niños han estado jugando no es codificar alguna conducta pasada o actitudes normativas pasadas, sino formular un sistema que se propone ser el que deber ser permitido como gobernando el juego futuro. Esto clarifica qué es lo que se sigue de un examen del tipo de rol que juega la aserción normativa. Si, al asertar una regla en el metalenguaje, producimos aserciones explícitas que pueden ser ellas mismas discutidas, desafiadas, redimidas, etc, entonces lo que nos lleva a usar dicho lenguaje debe ser que el mismo puede darle a uno derecho a cambiar la corrección práctica existente”.7 Es este telos que define la irrupción de las aserciones normativas, esto es, de la metapráctica normativa, el que permite caracterizar la noción de explicitación mostrando el tipo de relación dialéctica que dicha explicitación entraña entre la práctica y la metapráctica. Esta dialéctica práctica-metapráctica muestra cómo para Brandom el lenguaje es un producto 6 Por inferencias materiales se entiende aquellas donde el contenido de las expresiones involucradas es relevante para la evaluación de la inferencia. Así, por ejemplo, de “Buenos Aires está al norte de Mar del Plata” puede inferirse, materialmente, “Mar del Plata está al sur de Buenos Aires” (inferencia formalmente inválida). 7 M. Lance y J. Hawthorne, The Grammar of Meaning, Cambridge, Cambridge U.P. 1997, pág. 222-223 histórico, en la medida en que la irrupción de la metapráctica es el modo en que se despliega la consolidación o reforma de las normas implícitas en la práctica. Por lo dicho, vemos claramente que la semántica pragmático-normativa de Brandom adhiere explícitamente a las primeras tres tesis que según Lecercle debe asumir una filosofía marxista del lenguaje. Veamos a continuación el modo en que Brandom adhiere a la tesis 6. Según Brandom el mejor modo de sostener la tesis pragmatista implícita en la defensa de 1, 2 y 3, esto es, la tesis de que el uso de los conceptos determina su contenido, es apelando al modo en que Hegel adhirió a la tesis idealista de que la estructura y unidad de los conceptos es la misma que la estructura y unidad del yo. El argumento de Brandom comienza presentando la concepción hegeliana del “yo”, Todo comienza con la idea kantiana, retomada por Hegel, de que tratar a algo como un “yo” es tomar esencialmente una actitud normativa hacia él, tomarlo como algo sujeto a compromisos, que pueda ser responsable. El punto de Brandom es que una de las ideas hegelianas básicas es que estados normativos tales como “estar comprometido” y “ser responsable” –y por lo tanto el conocimiento y la agencia- deben ser entendidos como resultados sociales. Dice Brandom: “La actitud práctica de tratar a algo como asumiendo compromisos y siendo responsable por lo que hace –en el sentido de articulado por conceptos, esto es, el sentido en el cual al menos parte de aquello a lo que unos esta comprometido o frente a lo que es responsable es el ser capaz de dar razones- es denominada por Hegel “reconocimiento” (Anerkennung). La idea central que estructura la caracterización social que hace Hegel de los yoes es que ellos se sintetizan a través del reconocimiento mutuo. Esto es, ser un yo –un lugar de compromiso y responsabilidad conceptual- es ser tomado o tratado como un yo por aquellos que uno toma o trata como un yo: ser reconocido por aquellos a quienes uno reconoce.[...] Al mismo tiempo y por los mismos medios en que los yoes, en este sentido normativo, son sintetizados, también se sintetizan las comunidades, en tanto totalidades estructuradas de yoes cada uno de los cuales reconoce y es reconocido por otro. Así, tanto los yoes como las comunidades son estructuras normativas instituidas a través del reconocimiento recíproco” 8 Esta instancia de mutuo reconocimiento constitutivo del yo y de la comunidad ofrece el contexto para la asunción de contenido de los conceptos, siguiendo la máxima pragmatista de que dicho contenido se instituye en el mismo proceso en que es aplicado. El contenido real del compromiso que uno asume al aplicar un concepto (paradigmáticamente usando una palabra) es el producto de un proceso de negociación que involucra actitudes recíprocas, y la autoridad recíproca, de aquellos que atribuyen el compromiso y de quien lo reconoce. Como señala Brandom: “cuales sean en sí los contenidos de una afirmación o una acción que alguien realice, resultan ambos de lo que sean para otros y para aquel”9. Este proceso de negociación de reclamos de compromiso en competencia es lo que Hegel denomina “experiencia” [Erfahrung]. 8 R. Brandom, Tales of the Mighty Deads, Cambridge, Harvard U. P., 2003, págs. 216-217 9 Id., pág... 221. Pero dicha “experiencia” no sólo oficia de contexto sino que sirve de modelo para la explicación de la estructura y unidad de los conceptos. La idea de Hegel, según Brandom, es que toda norma es conceptual y cada vez que hay una norma en juego deben poder distinguirse distintos centros de autoridad recíproca así como un proceso de negociación entre ellos. En sus palabras: “el compromiso que uno asume al aplicar un concepto en el juicio o la acción puede ser construido como poseyendo un contenido determinado sólo si es administrado por otros distintos de aquel que asume el compromiso. Así, en el reconocimiento de tal compromiso, uno está al menos implícitamente reconociendo la autoridad de otros sobre el contenido hacia el cual está él mismo comprometido”10 De esta manera, se ve cómo Brandom toma de Hegel, a fin de dar lugar a una semántica pragmatista, la tesis idealista de que el plano normativo-conceptual se modela bajo el plano de la constitución de la subjetividad, el cual no es más que el plano social de conformación en paralelo del yo y de la comunidad. Pero, como se ve, en tanto toda norma es conceptual, y tanto el ‘yo’ como la comunidad son estados normativos, la constitución conjunta de los sujetos individuales y de la comunidad se realiza en el proceso mismo de la ‘experiencia’, de la negociación conceptual. De modo que sería un error pensar que hay una primera etapa de constitución de los sujetos sobre la base de la cual se constituyen luego los contenidos semánticos. El punto es más bien que el proceso de constitución del yo y la comunidad a través del mutuo reconocimiento de autoridad, se despliega en la negociación de la normativa semántica propia de la aplicación de conceptos. Es por eso que además de pensar a la constitución del ‘yo’ como modelo de la constitución conceptual, puede verse también el modo específico en que Brandom, siguiendo a Hegel, piensa la tesis 6 de Lecercle (“La función del lenguaje es la producción de sujetos”). Por otra parte, es obvio que esta imbricación de pragmatismo e idealismo permite leer en Brandom la adopción de la tesis 5 de Lecercle (“El lenguaje es un fenómeno político”). En efecto, la idea de constitución comunitaria del yo como modelo de lo conceptual, la cual involucra las nociones de reconocimiento y autoridad mostrando cómo los conceptos son fuente de negociación, involucra directamente la tesis de la politicidad del lenguaje. Es cierto que parte de lo que Lecercle quiere afirmar con 5 es que no hay que entender negociación en términos habermasianos, esto es, como dándose en una comunidad libre donde todos los miembros de la comunidad están en pie de igualdad en cuanto a la autoridad puesta en juego. El término negociación debe ser entendido pues como sinónimo de lucha, donde los sujetos pugnan por la hegemonía. Esta concepción agonística no está presente en Brandom, pero no es incompatible con su planteo. 11 Es más, creo que su recuperación de Hegel en clave 10 Id., pág. 223 11 Recientemente, Brandom ha manifestado en un texto en respuesta a Habermas que su propuesta es neutral en relación con diversos modos de dar cuenta de la normatividad moral. Ver, R. Brandom, “Facts, pragmatista; su tesis, llamémosla “más abstracta”, de la politicidad del lenguaje puede ser de utilidad para quien pretenda defender una versión de 5 atravesada por las nociones de "dominación”, “hegemonía” e “ideología”. La posición brandomiana no afirma explícita o implícitamente nada similar a la tesis 4 (“El lenguaje es un fenómeno material”). La tesis adquiere en Lecercle (en oposición al materialismo “vulgar” que denuncia en Chomsky al atender a su idea de que el estudio del lenguaje debe avanzar hacia el estudio fisicalista de la mente/cerebro) la forma típicamente marxista de ver el fenómeno lingüístico como emergiendo de las relaciones de producción, las cuales a su vez sirven al desarrollo de las fuerzas productivas. La tesis es tal que no supone que “emergencia” deba leerse como señalando que la superestructura exige la existencia de la producción, sino más bien como afirmando que las formas específicas de los compromisos conceptuales vigentes en las sociedades de clase son pasibles de ser explicadas haciendo referencia a formas también específicas de la organización económica. Obviamente nada de esto es sustentado por Brandom, pero su semántica pragmático-normativa es compatible con esa interpretación de 4. No hay contradicción alguna en ver la imbricación entre el proceso de constitución de lo conceptual normativo y el proceso de constitución del ‘yo’ y la comunidad como por un lado asentándose en la combinación de lo que Brandom ha llamado “pragmatismo” e “idealismo”, y, por otro lado, como explicable a su vez en los términos funcionales propios de alguna versión de materialismo histórico. Por lo dicho hasta aquí, en consecuencia, vemos como la semántica pragmáticonormativa desarrollada por Brandom en su Making It Explicit presenta las siguientes características: a) asume explícitamente las tesis 1, 2, 3 y 6 defendidas por Lecercle; b) conlleva implícitamente la adopción de una versión general de la tesis 5 c) permite servir de base para un desarrollo particular de la tesis 5 d) es perfectamente compatible con una versión estrictamente marxista de 4 En el siguiente apartado abordaré la crítica materialista realizada por Paolo Virno a la tradición denotativa, y presentaré algunas dudas acerca de su compatibilidad con el modelo común a Brandom y Lecercle. II Una de las maneras de abordar el proyecto brandomiano es entenderlo como una alternativa a todo tipo de factualismo semántico, entendiendo en esos términos las teorías del lenguaje que se apoyan en la idea de que el fenómeno del significado se explica en términos de hechos de naturaleza semántica, sean estos reducibles o no a hechos más básicos (respetables desde una perspectiva fisicalista por ejemplo). Lo que Brandom denomina Norms and Normative Facts: A Reply to Habermas”, European Journal of Philosophy, 8:3, 2000, págs. 356-374 “pragmatismo semántico” es la idea según la cual no hay nada que instituya la corrección conceptual por fuera de la aplicación de los conceptos. Ya vimos en la sección anterior como dicho pragmatismo se vuelve inteligible en Brandom a partir de la adopción de una determinada forma de idealismo. Toda la movida supone negarle toda realidad previa al plano normativo y, por lo tanto, el rechazo de todo viso de factualismo en semántica. Una de las formas principales y tradicionales de presentar una versión de factualismo semántico es la de dar cuenta del significado a partir de la relación de denotación entre las expresiones lingüísticas (o, al menos, cierto tipo de expresiones) y entidades extralingüísticas. Es por eso que se vuelve de especial interés prestar atención a la crítica que Paolo Virno dirigió en Palabras con palabras hacia las pretensiones de los teóricos de la denotación. Mi tesis será que el punto de vista desde el cual Virno elabora sus objeciones a la tradición (así como su esbozo de superación de la misma) es difícil de encajar en el esquema resumido en las tesis 16, en particular porque no puede incorporar la tesis 3. La crítica de Virno puede resumirse en éstos términos: la filosofía del lenguaje que pone énfasis en la denotación pretende dar cuenta del significado a través de la relación entre los nombres y las entidades particulares nombradas, pero no puede sino fracasar en su pretensión dado que su esquema de la nominación conduce paradójicamente a pensar la significación como mera autorreferencia. Virno se ocupa de mostrar la presencia de ese esquema y esa paradoja en el pensamiento de diversos autores. Me concentraré, para presentar su crítica general al denotacionismo, en la ejemplificación que hace al tomar como referencia la obra de Bertrand Russell y de Alfred Tarski. Empecemos por Russell12. Son conocidos los lineamientos generales de su teoría de los nombres y las descripciones. La distinción semántica entre ambos tipos de expresiones se sustenta en una distinción ontológica, trazándose esta última a partir de un criterio epistemológico. La idea es que sólo puede haber auténtica denotación 13 de las entidades simples, atómicas; y la distinción entre lo simple y lo compuesto se refleja en nuestros modos de conocimiento. Russell identifica dos modos básicos: el conocimiento directo, y el conocimiento por descripción. Las expresiones atómicas de nuestro lenguaje serán aquellas que denoten a los simples, estos es, las entidades de las que tenemos conocimiento directo (knowledge by aquaintance). Para Russell las únicas entidades de las que tenemos 12 Para una excelente presentación en español de la teoría de Russell sigue siendo insoslayable T. M. Simpson, Formas lógicas, realidad y significado, Buenos Aires, EUDEBA, 1974. caps. II, III, VI y VII. Los textos de Russell especialmente relevantes para aprehender la crítica de Virno son, “On denoting”, Mind, XIV, 1995, págs. 479-493 (versión en español “Sobre el denotar” en T. M. Simpson (ed.), Semántica filosófica: conceptos y problemas, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973); “Knowledge by Aquaintance and Knowledge by Description” de 1911 reimpreso en B. Russell, Mysticism and Logic, Londres, George Allen & Unwin, 1956 (versión en español B. Russell, Misticismo y lógica, Barcelona, Edhasa, 1987; “The Philosophy of Logical Atomism” de 1918, reimpreso en B. Russell, Logic and Knowledge, Londres, George Allen & Unwin, 1956 (versión en español B. Russell, Lógica y conocimiento, Madrid, Taurus, 1966). 13 Esto es, denotación que constituya un rasgo del significado del denotans. conocimiento directo y, por lo tanto, las únicas entidades atómicas, son los datos sensoriales y los universales. Las expresiones que los denotan, nombres propios y términos generales, son los correspondientes elementos atómicos del lenguaje14. El significado de las expresiones atómicas se agota en las entidades denotadas. Por el contrario, un conjunto importante de expresiones del lenguaje, entre las cuales se encuentran las descripciones definidas, son tales que los objetos por ellas denotados no son objetos de conocimiento directo, no son pues entidades atómicas. El significado de dichas expresiones no está conformado por los compuestos denotados. Las oraciones que involucran ese tipo de expresiones no atómicas requieren de un análisis que revele las expresiones atómicas involucradas para poder entonces captar el significado de dichos enunciados. La caracterización de dicho tipo de análisis es lo que se conoce como teoría de las descripciones de Russell. El rasgo peculiar de la posición de Russell es que los nombres propios usuales de los lenguajes naturales (tales como “Sócrates”, “Atenas”, etc) no pueden ser considerados nombres propios genuinos (esto es, nombres propios en sentido lógico), dado que sus referentes no son entidades atómicas, entidades de las que tengamos conocimiento directo (recordemos que estas son sólo los datos sensoriales y los universales). En consecuencia, los únicos nombres propios legítimos según Russell son los deícticos “esto” y “eso” Es sobre la base de este resultado que Virno elabora su crítica. Su punto es que la asociación russelliana entre nominación, conocimiento directo y entidad atómica conduce a la cláusula de que un término singular debe designar un objeto cuya existencia debe estar lógicamente asegurada. De allí se sigue la relevancia semántica de los deícticos, y de allí, la caída en la autorreferencia. En palabras de Virno: “Esta cláusula se satisface, sin embargo, sólo si el nombre se refiere a algo cuya realidad dependa enteramente del mismo acto del denominar. Sólo de este ‘algo’, efectivamente, no se puede suponer la inexistencia. Pero el único quid cuya realidad está instituida por la denominación es el mismo nombre. Es necesario, por lo tanto, que la denotación se resuelva en una autorrereferencia.”15 El deíctico asegura la existencia de lo señalado a fuerza de sustraerlo del campo semántico al autoinstaurar el acto de deixis lingüística como referente de sí mismo: “No conocemos nada por ‘contacto directo’ excepto que haya un ‘contacto directo’: he allí el motivo no banal por el cual la denotación se repliega en la autorreferencia. El dato sensorial es realmente denotado como ser-dato sólo cuando se refiere a su ser-dicho, esto es, al hecho de que se está hablando. Pero 14 La crítica de Virno parecer depender de su señalamiento de que Russell parte de una posición nominalista (cfr. P. Virno, Palabras con palabras. Poderes y límites del lenguaje, Buenos Aires, Paidós, 2004, págs. 54-58). El señalamiento es, por lo menos, curioso, dado el compromiso ontológico explícito del filósofo británico con universales. Sería tema de otro trabajo el indagar cuanto queda y cuando permanece de la crítica de Virno una vez acomodado ese resultado ineludible de toda exégesis del corpus russelliano. 15 P. Virno, ob.cit., págs. 77-78. ya que un dato sensorial está vacío, el hablarlo se reduce a hablar tout court. Nominar lo sensible significa, por lo tanto, mostrar que una enunciación se halla en curso. Precisamente por esto los deícticos son considerados ‘nombres verdaderos’, ya que manifiestan el contacto directo de la palabra consigo misma o bien señalan el ‘ser-dado-del-lenguaje’ ”16 La pretensión denotativa conduce directamente al deíctico y este último, esta es la lección de Virno, traiciona el afán denotativo al resolverse en circularidad autorreferencial.17 La misma lección extrae Virno de la obra de Tarski. La teoría de la verdad del lógico polaco se desarrolla en dos partes.18 En primer lugar se propone brindar condiciones de adecuación para una definición de verdad, y en segundo lugar elabora una definición de verdad adecuada a dichas condiciones previamente establecidas. Tarski explicitará las condiciones requeridas señalando que se dedicará a dar con “una definición materialmente adecuada y formalmente correcta de la expresión ‘oración verdadera’”19. El carácter de materialmente adecuada requerido a la definición tiene que ver con la no arbitrariedad de la misma, de modo que brinde una sugerencia para usar de una manera definida el término verdadero, sugerencia que deberá estar de acuerdo con el uso prevaleciente del término en el lenguaje coloquial. Tarski nos propone que pensemos en oraciones que responden a este esquema: 16 17 Id., pág. 83. Un punto llamativo del texto de Virno es que no se ocupa de todo el desarrollo que tuvieron las llamadas “teorías de la referencia directa” desde la publicación a principios de los ‘70 de Naming and Necessity de Saúl Kripke. Un punto relevante de dichas teorías es que los nombres propios presentes en los lenguajes naturales (“Sócrates”, “Atenas”, etc, es decir, aquellos considerados “vulgares” desde la perspectiva russelliana) recuperan su carácter de nombres genuinos, agotándose su significado en su referente. Esto en principio obligaría a Virno a cierto reacomodamiento, ya que las teorías de la referencia directa son el resultado más acabado de las pretensiones de la tradición denotativa, y en ellas el plano de la nominación es mucho más amplio que el de los deícticos. Es verdad que Virno podría decir que, por ejemplo en la obra de Kripke, el papel autorreferencial de la deixis está más que presente pues el mecanismo de fijación de la referencia en el bautismo inicial está atravesado por la ostensión. A esto podría responderse sin embargo que Kripke ha enfatizado una y otra vez que no hay que confundir fijación de la referencia con determinación de la referencia, que los procedimientos a través de los cuales identificamos el objeto para nominarlo no deben ser pensados como formando parte del significado del nombre, y que por lo tanto la insistencia de Virno en trasladar la crítica de Russell a Kripke se basa en confundir lo que en este último está bien separado, esto es, el plano semántico y el plano epistémico. Una vez más, la disputa merecería un trabajo. Para una excelente presentación crítica de las teorías de la referencia directa ver E. Orlando, Concepciones de la referencia, Buenos Aires, EUDEBA, 1999. 18 Para un análisis pormenorizado de la teoría tarskiana ver A. Moretti, “El concepto tarskiano de verdad”, en A. Moretti y R. Orayen (eds.), Filosofía de la Lógica. EIAF 27, Madrid, Trotta, 2005. Para una interpretación de Tarski en clave no factualista ver E. Barrio, La verdad desestructurada, Buenos Aires, EUDEBA, 1998. 19 A. Tarski, “The concept of truth in formalized languages”, en A. Tarski, Logic, semantics and metamathematics, traducción al inglés J. Woodger, Oxford University Press, Oxford, 1956, pág. 152. Trad. propia. 1) x es verdadera si y sólo si p donde ‘p’ es cualquier oración del lenguaje en cuestión y ‘x’ un nombre suyo. Ningún usuario del lenguaje dudaría en aceptar un bicondicional que respondiera a esa forma como caracterizador del predicado de verdad cuando es aplicado a una determinada oración. (1) refleja pues el contenido mínimo de la noción de verdad. Los casos de (1) deben constituir pues un conjunto de trivialidades escandalosas. No pueden ponerse en cuestión; allí está lo indudable del concepto de verdad. Quien no entienda los casos de (1) no entiende el sentido mínimo de dicha noción. De esta manera arriba Tarski a la explicitación de la condición de adecuación material dada por su célebre Convención T: una definición de verdad es adecuada si para cada oración ‘p’ del lenguaje en cuestión, la definición implica la oración “x es verdadera ssi p”, donde ‘x’ es un nombre de ‘p’. La corrección formal, por su parte, atiende a la estructura del lenguaje en el que se dará la definición; a la necesidad de basar la definición en conceptos cuya intelección no ofrezca la menor duda; y a las reglas formales que deben regir a la definición. Es este requisito de la corrección formal el que acarreará las consecuencias autorreferenciales denunciadas por Virno. Para Tarski, si enfocamos los conceptos con los que lidiará la definición buscada, lo primero que debemos tener en cuenta es los problemas que puede provocar un uso descuidado de los conceptos semánticos. La imprudencia en este terreno es fuente de paradojas. En particular, el esquema (1), irrestricto, es contradictorio. 20 La fuente primaria de las paradojas se ubica en los siguientes supuestos especificados por Tarski: “I)Hemos supuesto, implícitamente, que el lenguaje en que se estructura la antinomia contiene, además de sus expresiones, los nombres de estas expresiones, así como términos semánticos como el término ‘verdadero’ referido a frases de este lenguaje, también hemos supuesto que todas las frases que determinan el uso adecuado de este término pueden afirmarse en el lenguaje. Un lenguaje que goza de estas propiedades se llamará semánticamente cerrado. II) Hemos supuesto que en este lenguaje valen las leyes ordinarias de la lógica.”21 La solución de las paradojas supondrá pues, en la medida en que no se está dispuesto a dejar a un lado la lógica clásica (supuesto II), declinar las pretensiones de proporcionar la definición de verdad para lenguajes semánticamente cerrados (supuesto I), entendiendo al carácter de semánticamente cerrado como un rasgo esencial de los lenguajes universales, tales como el lenguaje natural. Cuando hablamos de universalidad nos referimos a la idea de 20 21 Ver A. Tarski, ob. cit., pág. 158. para su formulación de la antinomia del mentiroso. A. Tarski, “La concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la semántica científica”, Cuadernos de Epistemología, Nº 7, Facultad de Filosofía y Letras UBA, Buenos Aires, págs. 8-9. que aquello que se puede decir en un lenguaje cualquiera también puede expresarse en un lenguaje universal. Las paradojas prueban que todo lenguaje universal en el que valgan las leyes de la lógica clásica será inconsistente. Así: el uso coloquial de la expresión “...es verdadera”, en la medida en que el lenguaje natural es universal, es inconsistente. Se abandona pues la pretensión de buscar la solución del problema para lenguajes naturales, restringiendo el estudio a los lenguajes estructuralmente especificados que no presentan el rasgo de la universalidad. Aunque los resultados obtenidos para los lenguajes estructuralmente especificados también deben tener cierta validez para los lenguajes naturales, en la medida en que éstos pueden expresar todo lo expresable en cualquier lenguaje. El punto es que si lo que se investiga para los lenguajes artificiales no tiene importancia para el lenguaje natural, entonces no hay noción de verdad que valga la pena en el mismo. A partir de la definición de verdad restringida a lenguajes estructuralmente especificados se logra pues contar con una noción legítima de verdad para parte del lenguaje natural. La solución tarskiana a las paradojas descansa entonces en la idea de que el predicado veritativo y demás términos semánticos problemáticos no forman parte del lenguaje para el que se está dando la definición de verdad; de modo que dicha definición se dará en un lenguaje de grado superior (metalenguaje) que contenga los términos semánticos en cuestión y se refiera al lenguaje en relación al cual se construye la definición de verdad (lenguaje objeto). El decir que el metalenguaje es un lenguaje de grado superior al lenguaje objeto significa que posee mayor poder expresivo, pues si tuviera el mismo los términos semánticos deberían formar parte también del lenguaje objeto, lo cual es precisamente lo que se ha restringido como modo de superar las antinomias. Por otro lado es preciso remarcar que la solución tarskiana tiene como consecuencia el hecho de que toda definición de verdad no podrá aplicarse a los lenguajes de igual o mayor poder expresivo que el lenguaje en el que se la formula, con lo cual estará vedado desde el principio la posibilidad de dar con una definición de verdad general apta para todo lenguaje (incluso para todo lenguaje estructuralmente especificado). De esta manera toda definición será relativa a un lenguaje Esta consecuencia ineludible de la definición tarskiana le permite a Virno mostrar la otra cara de la autorreferencialidad ya identificada en Russell, esto es, la fuga de los metalenguajes. Autorreferencia y sucesión indeterminada de metalenguajes son las dos formas en que se consolida negándose a sí mismo el ideal denotativo de la tradición filosófica. 22 22 Un capítulo que podría hacer las delicias de la crítica virniana es el desarrollo post-tarskiano de la teoría de la revisión presentada por Anil Gupta y Nuel Belnap como forma de afrontar una definición aceptable de la noción de verdad. El punto de dichos autores es señalar que verdad es (junto con otros) un concepto esencialmente circular, del cual sólo cabe ofrecer definiciones circulares (presentando así una vindicación heterodoxa de la circularidad definicional). Ver A. Gupta y N. Belnap, The Revision Theory of Truth, Cambridge, MIT Press, 1993. Es de especial interés, en relación con la crítica materialista de Virno, atender a los problemas conceptuales que la teoría de la revisión conlleva en el marco de ciertas Frente a la tradición denotativa, la cual se vuelve incapaz de dar lugar al ansiado denotatum extralingüístico redundando en pura autorreferencialidad, Virno esboza una visión materialista de la relación entro lo lingüístico y lo no-lingüístico. La base de la misma es el recurso a las “pequeñas percepciones” estipuladas por Leibniz como fondo no apercibido de nuestra percepción.23 Según Leibniz “[e]stas pequeñas percepciones tienen por sus efectos mayor eficacia de lo que se piensa. Ellas producen ese o se qué, esos gustos, esas imágenes de las cualidades que tienen los sentidos, claras en conjunto, pero confusas en sus partes, esas infinitas impresiones que provocan en nosotros los cuerpos que nos rodean, esa conexión que cada ser tiene con el resto del universo” 24 El papel que Virno le hace jugar a esa idea leibniciana es el de poner de manifiesto la conexión no lingüística con el mundo sensible, superando la transfiguración que la tradición realiza de la heterogeneidad de lo sensible en un interminable precederse del lenguaje a si mismo (ya sea bajo la figura de la ineludible autorreferencia o de la fuga metalingüística). La serie no discreta de sensaciones no apercibidas es el espacio adecuado de la singularidad. De esta manera Virno propugna un nuevo nominalismo que cercena las aspiraciones denotativas: “[e]n caso de que se considere que el lenguaje ‘refleja’ (o está-por, o se refiere-a) resulta inevitable renunciar a la singularidad: la palabra que denota carece sistemáticamente de aquello que, sin embargo, sería su objetivo prioritario. Y viceversa, si se quiere sostener la instancia de lo individual, se debe abandonar la imagen obstinada de una ‘correspondencia’ entre palabra y cosa.[...] No más tentativas de fundar la denotación sobre la singularidad, sino reivindicación de la singularidad en contra de la denotación.” 25 La singularidad sensible, aunque no denotable, sin embargo se hace visible en el lenguaje, manifestándose bajo la modalidad de lo posible, dado que lo no apercibido se presenta siempre como una virtualidad, como ser en potencia (frente a los pensamientos apercibidos que, según Leibniz-Virno, tienen el rasgo de la actualidad). Así el modo de lo posible deviene en emblema materialista, dado que “lo ‘posible’ delinea la heterogeneidad entre el lenguaje y lo sensible, remite a la conexión preliminar con el mundo material, expresa la singularidad”26. pretensiones materialistas fisicalistas. Ver, para ello, E. Barrio, “Verdad y circularidad: el problema de la superveniencia semántica”, Theoría, Vol. 17 Nº 43, enero 2002. 23 “...hay signos a millares que hacen pensar que en todo momento existen en nosotros infinidad de percepciones, pero sin apercepción y sin reflexión, es decir, cambios en el alma de los cuales no nos damos cuenta, porque las impresiones son o demasiado pequeñas al par que excesivas en número, o están demasiado juntas, de manera que no tienen nada que permitan distinguirlas por separado...”, G. W. Leibniz, Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, Madrid, Aguilar, 1992, pág. 42. 24 G. W. Leibniz, ob. cit., pág. 43, bastardilla propia. 25 P. Virno, ob. cit., pág. 197. 26 Id., pág. 198. La modalidad de lo posible entonces remite al contexto de la pertenencia corpórea al mundo sensible, contexto inabarcable e irrepresentable. Ahora bien, la imagen virniana es más compleja pues, según el, la propia deficiencia representativa del lenguaje es la que hace ser “mundo” al mundo. La impotencia de lo lingüístico frente al ámbito no-lingüístico hace devenir a este último en un contexto intrascendible, configurándose así un mundo. De esta manera “el mundo está constituido lingüísticamente por eso que, en el lenguaje, manifiesta la incompletud o limitaciones del lenguaje respecto del mundo”. 27 Es en el modo de lo posible donde se despliega ese manifestarse configurador de mundo. Hasta aquí la presentación de las críticas de Virno a la tradición denotativa, así como de su propuesta positiva. Creo que es de sumo interés el conjunto de paradojas que el autor italiano ha logrado desbrozar como provenientes de la pretensión tradicional de pensar al lenguaje básicamente como un medio de representación de un mundo que, a fin de poder ser representable, debe ser pensado como portando una estructura cuasi-lingüística. Quiero sin embargo hacer algunas consideraciones críticas en relación con el modo en que Virno presenta aquello que la imagen tradicional distorsiona o ha desconsiderado. En primer lugar, quiero destacar que el modo inmediato de superar el factualismo semántico propio de la estrategia denotativa es hacer el pasaje desde una semántica de condiciones de verdad a una semántica de condiciones de aseveración. 28 La obra de Brandom no es más que una profundización y desarrollo de esa salida, la cual conduce inevitablemente hacia una concepción social del lenguaje. No se vislumbra en el texto de Virno ese movimiento. Su modo de superar el afán denotativo es el señalamiento de una relación, no semántica, sino onto-lógicamente previa con lo no lingüístico, pero que sin embargo se expresa en el lenguaje a través de la manifestación no semántica de su irrepresentabilidad. Hay pues un silencio en Virno acerca de cual es su teoría propiamente semántica, o, para decirlo a su manera, una teoría sobre el modo de la actualidad. La inteligibilidad de la idea de irrepresentabilidad de la singularidad dada en las pequeñas percepciones requiere al menos alguna hipótesis sobre de que modo el lenguaje sí representa. La obra de Brandom ofrece una teoría no denotativa de la representación que deviene en un anclaje de la misma en las prácticas sociales. El texto de Virno no sólo no ofrece una teoría que se acerque medianamente a las tesis 1-6 de Lecercle, sino que no ofrece indicación alguna de qué tipo de semántica esperar desde su perspectiva. Esto es grave porque, insisto, incluso su señalamiento de la inefabilidad del nexo 27 Id., pág. 228. 28 El dar cuenta del carácter normativo del lenguaje no en términos de los hechos que determinarían la verdad de las oraciones del lenguaje sino en términos de las condiciones sociales en que las mismas son aseverables es el movimiento que usualmente han dado los filósofos convencidos por el Wittgenstein de las Investigaciones Filosóficas. La interpretación kripkeana del argumento wittgensteiniano antifactualista así como de su propuesta comunitaria alternativa es de particular importancia en este contexto. Ver S. Kripke, Wittgenstein on Rules and Private Language, Cambridge, Basil Blackwell Pub., 1982 (versión en español, Wittgenstein: reglas y lenguaje privado, México, UNAM, 1989). Para una excelente exposición crítica del texto de Kripke ver G. Satne, El argumento escéptico: de Wittgenstein a Kripke, Buenos Aires, Grama, 2005. extrasemántico con el mundo sensible requiere algún tipo de concepción semántica que permita entender en qué sentido el lenguaje es incapaz de representar la singularidad en cuestión. No se ve siquiera cómo la relación de expresabilidad (el único “nexo” entre el lenguaje y nuestra conexión primigenia con lo no lingüístico) se articula en una teoría semántica no denotativa. En otras palabras, un punto relevante para analizar es el rechazo de Virno a la idea del lenguaje como metalenguaje. Pareciera que en su texto su crítica no se restringe a marcar la inconsistencia de la tradición denotativa de aspirar a la trascendencia hacia lo extralingüístico y agotarse en mera autorreferencia. El alcance de su posición parece incluir un desmedro general a la idea de pensar al lenguaje como básicamente metalenguaje. Sin embargo al no ofrecer, como vimos, una teoría semántica alternativa, su señalamiento del límite representacional del lenguaje frente al singular sensible puede llevar a la conclusión de que en el fondo el lenguaje, en su mero fracaso denotativo (no aminorado por su capacidad de expresar en el modo de lo posible ese fracaso), se vuelve pura autorreferencialidad. Pareciera que este es un resultado inaceptable, dada la retórica de Virno, pero su abandono requiere, como ya dijimos, una teoría semántica del modo de lo actual que ni siquiera se sugiere en el texto. 29 Esta ausencia de explicitación acerca de qué tipo de salida al factualismo denotativo es preciso adoptar, no debe sin embargo verse como mera neutralidad frente a las diversas alternativas posibles. Creo que hay indicios de que Virno no está dispuesto a asumir al menos una de las salidas, esto es, aquella perspectiva capaz de cobijar una concepción del lenguaje en términos de prácticas sociales. La razón de esa reticencia se debe, creo, a su paradojal aferramiento a un modelo representacionalista que le permita pensar la inefabilidad. En efecto, hacia el final de Cuando el verbo se hace carne Virno objeta la salida comunitaria del segundo Wittgenstein por ser incapaz de asumir la figura de lo sublime. Virno expresa la figura kantiana en los siguientes términos: “La pretensión de exhibir empíricamente las ideas trascendentes de la razón (en primer lugar la idea de mundo) está destinada a un seguro fracaso. Pero permite representar la catástrofe de la representación. Y es precisamente la puesta en escena de dicha catástrofe la que señala-aunque en modo negativo-lo que está más alto. La insuficiencia 29 Sería de interés confrontar este supuesto rechazo por parte de Virno de la idea de ubicua metalingüisticidad, con los resultados de las reflexiones de uno de los más importantes filósofos del lenguaje pertenecientes a la tradición marxista: Mihail Bakhtin. Basta pensar en el concepto de “discurso ajeno” presentado por Bakhtin y Voloshinov como aquel que es “discurso en el discurso, enunciado dentro de otro enunciado, pero al mismo tiempo es discurso sobre otro discurso, enunciado acerca de otro enunciado” (M. Bakhtin y V. N. Voloshinov, ob. cit., pág. 155). La tesis bakhtiniana es que todo texto es portador de discurso ajeno. El punto es crucial para pensar, por ejemplo, la relación entre marxismo y deconstrucción. Para una muy completa presentación de la obra de Bakhtin y de su lugar en el debate contemporáneo ver H. Mancuso, La palabra viva. Teoría verbal y discursiva de Michail Bakhtin, Buenos Aires, Paidós, 2005; y G. T. Souza¸ Introduçao à teoria do enunciado concreto do circulo Bakhtin/Voloshinov/Medvedev, Sâo Paulo, Humanitas-USP, 2002. de cualquier imagen constituye la única “imagen” posible de lo supersensible: lo indica como eso que sale del campo visual”.30 Basta reemplazar en esa cita “supersensible” por “mundo sensible” y tenemos la posición del propio Virno sobre la relación entre lo lingüístico y lo no lingüístico presentada anteriormente. Hay pues un compromiso en Virno con la noción de lo sublime. El punto que quiero destacar es que es desde ese compromiso con lo sublime que se cuestiona al segundo Wittgenstein y a toda salida que abjure definitivamente de una semántica de condiciones de verdad hacia una semántica de condiciones de aseveración pues, como bien expresa Virno: “El error más grande, para el Wittgenstein realmente ascético de los juegos lingüísticos, consiste en querer mostrar oblicuamente lo indecible mediante el choque contra el límite insito en lo decible. Por esto la polémica contra las preocupaciones filosóficas fomentadas por un uso extravagante de nuestras palabras, por esto la liquidación de los problemas que surgen de la “vacante” del lenguaje. En la Ricerche filosofiche, ya no hay ningún límite contra el cual golpear la cabeza. En consecuencia, no hay ya modo de indicar-ya sea en forma negativa o mediante el auto de fe de la representación- lo que verdaderamente importa. Los procedimientos sublimes están ahora fuera de juego”.31 Así es posible llamar la atención acerca de que este afán virniano por mantenerse dentro de la retórica de lo sublime y la inefabilidad, la cual requiere de un marco donde sea inteligible la idea de instancias no representables por las representaciones posibles y por lo tanto una teoría sobre las condiciones necesarias y suficientes de la representación, lo aleja de todo esfuerzo por incorporar, por lo menos, alguna forma de la tercera de las seis tesis que según Lecercle deben formar parte de una filosofía marxista del lenguaje. Cabe preguntarse, finalmente, dónde radica el materialismo de Virno. No hay en la reflexión virniana en Palabras con palabras mención alguna de los tópicos clásicos del materialismo histórico. Pareciera, pues, que todo el punto radica en el señalamiento de nuestra inmersión preconceptual en el mundo sensible, en el plano del cuerpo como antecediendo y posibilitando a toda articulación cognitiva, en el recordatorio de las enseñanzas de Merleau Ponty acerca del cuerpo propio. Pero ese énfasis requiere mucho más desarrollo para llegar a articularse en una teoría materialista del lenguaje. Así, la obra de Virno parece estar en deuda en relación con sus propias pretensiones. 30 P. Virno, Cuando el verbo se hace carne, Buenos Aires. Coedición Cactus y Tinta Limón, 2004, pág 207. 31 Id., pág. 211.