Universidad de la República Escuela Universitaria de Bibliotecología y Ciencias Afines Introducción a las Ciencias Sociales Ficha 1 Vigencia y pertinencia del modelo explicativo Durkheniano Mag. José Enrique Fernández Abril de 2006 2 Índice 1. INTRODUCCIÓN 3 2. EL POSITIVISMO Y LA VERSIÓN RACIONALISTA DE DURKHEIM: VIGENCIA Y PERTINENCIA DE UN ABORDAJE METODOLÓGICO ESTRICTAMENTE SOCIOLÓGICO 3 2.1 Precisiones sobre el debate contemporáneo teórico - metodológico en Ciencias Sociales 3 2.2 4 El positivismo, de Comte a Durkheim 2.3 Durkheim y el positivismo. La posición racionalista como superación y ruptura 6 3. LA DELIMITACIÓN DEL OBJETO DE ESTUDIO A TRAVÉS DEL DESARROLLO DE LA TEORÍA DE LA AUTORIDAD MORAL 9 3.1 Aspectos centrales del relato Durkheniano. Coherencia y continuidad de su planteo teórico 9 3.2 El papel central de la solidaridad como hecho social 10 3.3 El derecho como forma cristalizada de la solidaridad 12 3.4 La división del trabajo social como base de una nueva forma de solidaridad 13 3.5 La división del trabajo social en el tránsito entre sociedades. El debate con el reduccionismo economicista 15 3.6 La anomia como categoría central en la explicación del conflicto 16 3.7 El rol del Estado en una concepción organicista 20 3.8 Las instituciones como elemento claves en la integración social 20 4. CONCLUSIÓN. 21 5. BIBLIOGRAFÍA 25 3 “ No se puede escapar a la naturaleza más que creándose otro mundo desde el cual la domine; este mundo es la sociedad.” Emile Durkheim 1. Introducción En cualquier disciplina, el abordaje de los clásicos, por definición implica dar por sentada su vigencia, por lo que, más que revisar la vigencia de Durkheim (lo que pondría en cuestión su carácter de clásico), pretendemos discutir su abordaje teórico - metodológico en función del papel que ha tenido en la delimitación del objeto de estudio de la sociología, y el potencial que entendemos tiene para dar cuenta de los fenómenos sociales que nos ocupan en este cambio de siglo. Si bien existe una integración importante entre teoría y método en el relato Durkheniano, a los efectos de nuestra discusión, vamos a comenzar por una revisión de sus planteos metodológicos básicos contextualizados en el surgimiento del positivismo, para luego, reconstruir el proceso de formulación de la teoría de la autoridad moral, hilo conductor a nuestro criterio, de toda su producción. El presente trabajo se centra en la producción de Durkheim; se ha descartado el tratamiento de los autores que continuaron desarrollando sus categorías teóricas y metodológicas, así como, también se descarta la comparación exhaustiva con autores (como Marx y Weber) que manejaron modelos alternativos al suyo en lo teórico y metodológico. Entendemos que Durkheim admite un tratamiento específico, y en esto nos concentramos, por lo que los límites de la monografía están fijados por este criterio de focalización. 2. El positivismo y la versión racionalista de Durkheim: vigencia y pertinencia de un abordaje metodológico estrictamente sociológico 2.1 Precisiones sobre el debate contemporáneo teórico - metodológico en Ciencias Sociales Es necesario reconocer la fuerza que tiene la saga del positivismo en sus diferentes versiones, en el abordaje metodológico contemporáneo de las ciencias sociales,. Más allá de los fuertes cuestionamientos provenientes de las corrientes “comprensivistas”, que generalmente discuten contra versiones estereotipadas del positivismo, hay que reconocer (al menos como hipótesis de trabajo), que el actual eclecticismo metodológico característico de la investigación empírica en ciencias sociales, tal como lo plantea Wilson (Wilson T.; FCU: ficha 256), muestra la vigencia contemporánea de las corrientes de pensamiento que a partir de “hitos” como lo fueron Durkheim y Weber, han desarrollado estrategias metodológicas estructuralistas y comprensivistas, sin que exista un paradigma que respalde esta integración. La discusión entre abordajes “naturalistas” vs. “comprensivistas” sigue ocupando un espacio importante en la agenda de debate de las ciencias sociales, mientras que también se diagnostica una creciente separación entre la generación de teoría social y la investigación empírica concreta. Sin intentar profundizar en estos aspectos, vamos a realizar algunas puntualizaciones sobre el particular: 4 I) En primer lugar entendemos que la exigencia epistemológica vinculada a la versión naturalista es fuertemente normativa para el caso específico de las ciencias sociales, generando una situación contradictoria; por una parte aporta elementos vinculados a la lógica de investigación que garantizan rigurosidad y posibilidad de control del proceso de generación de conocimiento, pero, dada la especificidad del objeto de estudio, presenta una baja capacidad explicativa desde una perspectiva nomológica, tanto deductiva como inductiva. Esta versión naturalista, plantea como postulados básicos la unidad y continuidad de la ciencia, la reducción de las ciencias sociales a las naturales, tiene como punto de partida la objetividad, y entiende el acto de conocer como la acción de subsumir hechos particulares bajo leyes universales. La posición reduccionista que otorga a esta versión la exclusividad del status de cientificidad, se priva del concurso de alternativas que han demostrado su pertinencia en el abordaje de fenómenos sociales específicos. Por otra parte, la versión comprensivista (en sus posturas extremas), hace énfasis en la dualidad y discontinuidad de la ciencia, la especificidad de las ciencias sociales, toma como punto de partida la pertenencia, y percibe el conocimiento como una fusión entre un horizonte previo de sentido y un intérprete. Esta versión implica en sus extremos también un reduccionismo, ya que se concentra en la interpretación del sentido dejando de lado el estudio de la distribución del problema. Por otra parte, desde esta perspectiva, se desdibujan los límites entre las diferentes disciplinas, replanteando para las mismas el problema de la delimitación del objeto de estudio. ii) En segundo lugar compartimos el diagnóstico de crisis de la versión naturalista, tanto en su aplicación efectiva en las ciencias naturales como en su capacidad de dar cuenta de la especificidad de las ciencias sociales. Entendemos que esta situación no descalifica la versión, pero genera la oportunidad (al cuestionar su autoridad científica) de dar una discusión relativizando posibles reduccionismos. iii) En tercer lugar compartimos la necesidad de profundizar en la discusión entre abordajes cuantitativos y cualitativos. Entendemos como complementarias las estrategias que parten de las propiedades de las estructuras sociales considerando al “agente” como “portador transmisor” de esa estructura y las que parten de aspectos subjetivos de la interacción social, considerando al “actor” como portador de la subjetividad. Esa complementariedad no debe surgir de una práctica “ecléctica” sin sustento teórico, tal como plantea Wilson (Wilson T.; FCU: ficha 256); entendemos que el desafío está en generar teoría que respalde esta integración. 2.2 El positivismo, de Comte a Durkheim Partimos de la hipótesis de que, el abordaje Durkheniano implica una ruptura con el positivismo de Comte, y, por otra parte, una superación de la versión naturalista estrictamente reduccionista. Encontramos aquí una de las claves de la vigencia de Durkheim, por lo que vamos a intentar una pequeña exploración de las fuentes del positivismo para luego analizar la versión Durkheniana. El positivismo como método científico surge en la mitad del siglo XIX en un contexto en que el idealismo en la filosofía social y el romanticismo en la literatura convivían con el auge explosivo de las ciencias naturales. La posibilidad de generar una “ciencia de la sociedad”, claramente va a estar signada por el impacto de las ciencias naturales y el desarrollo también explosivo de la sociedad industrial. 5 Si bien se acepta a Augusto Comte como principal gestor del positivismo, la influencia de las ciencias naturales tuvo un impacto que trascendió a su figura. Anthony Giddens plantea al respecto: “Pero en tanto los escritos de Marx cobraron acentos fuertemente positivistas (y no cabe duda que así fue), se lo puede categorizar a él junto a Comte como los que vaticinaron y trataron de crear una ciencia de la sociedad que reprodujera, en el estudio de la vida social humana, la misma especie de iluminación espectacular y de poder explicativo que ya habían suministrado las ciencias de la naturaleza” (Giddens, A.;1997, p. 29). El pensamiento de Comte constituye uno de los primeros intentos de delimitar para las ciencias sociales un objeto de estudio específico y distinto del de las ciencias naturales. Esta perspectiva positivista, plantea a la base empírica como elemento prioritario del conocimiento científico. Todo enunciado que pretenda ser científico debe referirse a entidades observables, es decir, a hechos o fenómenos que sean susceptibles de ser cuantificados y medidos. Su metodología se basa en la utilización de técnicas como la observación, la medición, la experimentación y la comparación. Todo aquello que no permita la utilización de estas técnicas queda relegado al campo de lo extracientífico. El positivismo Comteano constituye un intento por erradicar las explicaciones metafísicas de las ciencias sociales, oponiéndoles un conocimiento racional de lo estrictamente fáctico. Lo positivo se opuso a lo metafísico como lo real a lo especulativo. En esta perspectiva, el objetivo de la ciencia es la enunciación de leyes invariantes, universalmente válidas, que garanticen la explicación y la predicción de los fenómenos. El valor de la explicación científica reside básicamente en su comprobación empírica y objetiva. La objetividad o neutralidad valorativa constituye otro de los requisitos fundamentales que debe tener el conocimiento científico. Las proposiciones científicas deben estar exentas de valores, pues ésta es la única forma de garantizar su objetividad y alejar a la ciencia de las engañosas explicaciones de la metafísica. Este reduccionismo sostiene que el conocimiento científico tienen un solo método válido: se trata del método experimental de las ciencias naturales. El Objetivo de las ciencias sociales sería, entonces establecer leyes generales que sirvieran como instrumentos para la explicación sistemática y la predicción confiable. En consecuencia, la metodología queda reducida al conjunto de operaciones lógicas supervisoras del proceso científico y encargadas de proteger la neutralidad y objetividad en todas las etapas de ese proceso. El positivismo de Comte pretendió que las ciencias sociales formaban parte de las físico naturales. En su Curso de filosofía positiva, propone una organización jerárquica y enciclopédica de las ciencias. La física social es la ciencia que estudia los fenómenos más complejos y la última en desarrollarse históricamente. A partir de ella es posible organizar la sociedad de una manera racional y científica. Esta clasificación de las ciencias se vincula con la enunciación Comteana de los tres estados, la cual explica el devenir humano desde una perspectiva evolucionista consustanciada con el ideal de progreso dominante en aquel momento histórico. De acuerdo con ella, el individuo, tal como la especie humana, pasa sucesivamente por tres estados diferentes caracterizados por tres métodos de filosofar que se excluyen mutuamente. El primero es el estado teológico, en el que las explicaciones están dadas por las voluntades arbitrarias de seres sobrenaturales. En el segundo, el metafísico, todo se explica por entidades abstractas (ideas, conceptos sin referencia empírica). El tercero y último estado es el positivo (o científico) y se caracteriza por la enunciación de leyes (relaciones invariantes entre los fenómenos). En él se renuncia a conocer lo absoluto (el origen y el destino del universo). Toda explicación se reduce a los hechos y a las relaciones necesarias que se establecen ente ellos. En el estado positivo se establecen las bases del único conocimiento que los positivista consideran verdadero: el racional basado en la 6 observación y medición (conocimiento científico). Para alcanzar este estado positivo definitivamente, es necesaria la constitución de una física social que complete el estudio de todos los fenómenos posible y complete, con ello, la jerarquía enciclopedista de las ciencias. Para Comte, a partir de la constitución de la sociología sería posible la reorganización de la sociedad de una manera científica. 2.3 Durkheim y el positivismo. La posición racionalista como superación y ruptura Se puede considerar a Durkheim como el heredero más importante del método y la filosofía del Comte., no obstante, el propio Durkheim se encargo de señalar la distancia que lo separaba de la metafísica positiva de Comte y Spencer: “... hasta el presente, la sociología ha tratado de una manera más o menos exclusiva, no de cosas, sino de conceptos. Es verdad que Comte ha proclamado que los fenómenos sociales son hechos naturales, sometidos a las leyes naturales. Comte reconoció, pues, y de una manera implícita su carácter de cosas, pues solo hay cosas en la Naturaleza. Pero, cuando abandonando estas generalidades filosóficas, intenta aplicar su principio y hacer emerger de él la ciencia que contiene, toma a las ideas como objeto de estudio ... Comte ha tomado por desarrollo histórico la noción que tenía de él, y que no difiere mucho de la concepción del vulgo ... como no se concibe que la evolución humana pueda ser otra cosa que el desarrollo de alguna idea humana, parece completamente natural definirla por la idea que de ella tienen los hombres. Procediendo de esta guisa, no sólo se continúa en la ideología, sino que se da como objeto en la sociología un concepto que no tiene nada de propiamente sociológico.” (Durkheim, E.; 1912, p. 62 - 63). El cuestionamiento a Comte pasa por marcar el alejamiento de éste de los principios metodológicos básicos del positivismo; la misma reacción se encuentra en relación con el abordaje realizado por Spencer: “Spencer rechaza tal concepción (la de Comte), pero es para reemplazarla con otra que ha formado de la misma manera. Este autor hace a las sociedades y no a la Humanidad, el objeto de la ciencia; pero acto continuo define a las primeras de una manera tal, que hace evaporar la cosa de que habla, para poner en su lugar la prenoción que ella se ha forjado.” (Durkheim, E.;1912, p. 63). Durkheim se llama a sí mismo y a la corriente en la que se inscribe racionalista. Su principal objetivo fue aplicar el racionalismo científico al estudio de los hechos sociales estableciendo relaciones de causas y efecto. En este sentido, “operacionaliza” los principios básicos del positivismo, con un doble efecto, concreta sus objetivos generales, a la vez que los revisa y ajusta a las condiciones de aplicación que le impone su objeto de estudio. De esta forma, construye un abordaje basado en el modelo de las ciencias naturales, rupturista con la metafísica positivista y no - positivista, que a su vez marca una distancia considerable con las ciencias naturales; esto es, son la referencia, pero su modelo no implica una subsunción de la sociología en la mismas. En Las reglas del método sociológico, Durkheim plantea los preceptos metodológicos necesarios para obtener el conocimiento objetivo buscado. En primer lugar. sostiene la necesidad de definir claramente el objeto de estudio de la sociología (los hechos sociales) y, gracias a ello, delimitar su campo de investigación. La primera de las reglas dice que es necesario tomar los hechos sociales como cosas. Más allá de la significación negativa que produce esta cosificación, decir que los hechos sociales deben se tratados como cosas implica otorgarles un status científico (como lo tienen las cosas naturales). Los hechos sociales deben ser tomados desde su exterioridad y no desde lo que el investigador cree que son; en este sentido, plantea que: “ ... las maneras colectivas de obrar o de pensar tienen una realidad independiente de la de los individuos ... Son cosas 7 que tienen su existencia propia. El individuo las encuentra completamente formadas, y no puede hacer que no sean o sean de otra manera de los que son ... y le es tanto más difícil (no decimos imposible) modificarlas ... Claro está, que el individuo interviene en su génesis, pero para que exista un hecho social, es preciso que muchos individuos hayan, por lo menos, combinado su acción, y que de esta combinación se haya engendrado un producto nuevo. Y como esta síntesis se realiza fuera de nosotros (pues entran en ella una pluralidad de conciencias), tiene necesariamente por efecto el fijar, el instituir fuera de nosotros , determinadas maneras de obrar y determinados juicios, que no dependen de cada voluntad particular tomada separadamente ... existe una palabra ... que expresa bastante bien esta manera de ser muy especial; nos referimos a la palabra institución. Sin desnaturalizar el sentido de esta expresión, se puede , en efecto, llamar institución, a todas las creencias y a todas las formas de conducta instituidas por la colectividad; la Sociología podría , por tanto, definirse: la ciencia de las instituciones, de sus génesis y de su funcionamiento”. (Durkheim, E.;1912, p. 28 y 29). La necesidad de explicar el funcionamiento de las sociedades superando la metafísica positivista, pasa para Durkheim por el hecho de identificar dentro del ámbito de los social, elementos que presenten el carácter de “cosas” en forma análoga a las ciencias naturales. Este es un pre - requisito para tener como punto de partida la objetividad. En este punto, mediante la analogía con el organismo de un ser vivo, se elabora un modelo de funcionamiento de la sociedad (el ser vivo) como producto del funcionamiento equilibrado de órganos. La unidad del sistema es el individuo (célula), y por analogía se plantea que entre la célula y el organismo existen instancias intermedias que organizan y explican el funcionamiento del organismo. Estas instancias intermedias (órganos) son conceptualizadas como hechos sociales (y en un nivel de abstracción mayor como instituciones); el funcionamiento de las instituciones no se explica por el funcionamiento de cada individuo, de la misma forma que el funcionamiento de las células no explica el funcionamiento del órgano. Esta concepción organicista, permite conceptualizar a la sociedad como sistema, producto del quehacer activo de sus elementos pero no deducible del mismo, y otorga un importante poder explicativo a las estructuras cristalizadas (instituciones). De esta forma, se logra delimitar el objeto de estudio de la sociología; al aislar al hecho social como “cosa”, se cumple con el pre requisito de objetividad, a partir del cual se organiza el proceso de investigación. El estudio de estos hechos debe ser abordado a partir del principio de que se ignora lo que ellos son, cuáles son sus características y cuáles sus causas y funciones. La sociología debe concentrarse en el estudio de sus caracteres objetivos. El carácter de objetivo, está dado por la exterioridad de estos hechos en relación al individuo. Durkheim reivindica para el hecho social una naturaleza propia y distintiva (la social) que lo diferencia del objeto de estudio de otras disciplinas (como por ejemplo la psicología que estudia hechos individuales); plantea en este sentido que: “Los hechos sociales y los psíquicos no difieren solamente en calidad, sino que tienen otro sustracto, no evolucionan en el mismo medio, no dependen de las mismas condiciones. Esto no quiere decir que no sean en cierto sentido psíquicos, pues todos consisten en maneras de pensar o de obrar. Pero los estados de la conciencia colectiva no son de la misma naturaleza de la conciencia individual: son representaciones de otra clase.” (Durkheim, E.;1912, p. 18). Las características centrales de estos hechos son que ellos existen fuera de la conciencia de los individuos y poseen un poder de coerción en virtud del cual se les imponen; “ He aquí, pues, maneras de obrar, de pensar y de sentir, que presentan la importante propiedad de existir con independencia de las conciencias individuales. Y estos tipos de conducta o de pensar no sólo 8 son exteriores al individuo, sino que están dotados de una fuerza imperativa y coercitiva, por la cual se le imponen, quieran o no.” (Durkheim, E.;1912, p. 38). En este sentido, sin negar el campo de acción de cada actor individual, Durkheim se concentra (y propone como punto básico de su delimitación del objeto) en la acción del agente (agente en biología es el portador de algo) como portador de una estructura, que actúa en función de su individualidad sino, por el contrario, transporta los contenidos de la esfera institucional a la que pertenece. Durkheim propone la eliminación sistemática de las prenociones como requisito de objetividad. Esto significa que el investigador debe prohibirse la utilización de conceptos que no hayan sido producidos científicamente (a partir de la observación) sino que provengan del conocimiento vulgar. Porque éstos, si se los utiliza en la investigación científica, funcionan como velos entre el investigador y su objeto de estudio Para Durkheim la explicación en sociología consiste en establecer relaciones de causalidad. El descubrimiento de estas relaciones se logra a través de la utilización del método comparativo, que constituye una forma de experimentación indirecta que permite comprobar la existencia de tales relaciones. Este abordaje se concreta básicamente en estudios bi - variados donde se mide la variación conjunta de los indicadores que para Durkheim son la referencia empírica de los hechos sociales en estudio. En Las reglas del método sociológico se manifiesta explícitamente contra el análisis multivariado, ya que entiende que para cada fenómeno se debe de considerar una sola causa. La explicación de un fenómeno social debe buscarse siempre en un hecho social y nunca en un fenómeno extra social. Esta regla fortalece la delimitación del campo estrictamente sociológico, enfatizando la autonomía de la ciencia social, y señalando, al mismo tiempo, la naturaleza propia y distintiva de su objeto de estudio: “La causa determinante de un hecho social debe buscarse entre los hechos sociales antecedentes, y no entre estados de la conciencia individual” (Durkheim, E.; 1912, p. 193). Resumiendo, entendemos que Durkheim aporta elementos que cuestionan la tradición previa positivista, sin renegar de los principios básicos; de esta forma consolida al positivismo como herramienta teórico - metodológica. La utilización de analogías organicistas no implica en este caso una subsunción de la sociología en las ciencias naturales, por el contrario, establece la especificidad de la primera, aislando elementos del mundo social pasibles de ser tratados con objetividad. El otro elemento que implica un enriquecimiento del modelo, es la utilización del análisis funcional en las ciencias sociales. La concepción de la sociedad como organismo, lleva a la necesidad de explicar el equilibrio de este sistema, básicamente la relación entre los órganos para asegurar la viabilidad del mismo: “La función de un hecho social debe buscarse siempre en la relación que sostiene con algún fin social” (Durkheim, E.; 1912, p. 194). Un buen ejemplo de las categorías de análisis funcional de Durkheim lo podemos encontrar en el enfoque metodológico utilizado en La división del trabajo social: “Nuestro trabajo se dividirá, pues, en tres partes principales. Buscaremos primero cuál es la función de la división del trabajo, es decir, a que necesidad social corresponde. Determinaremos en seguida las causas y las condiciones de que depende. Finalmente, como no habría sido objeto de acusaciones tan graves si realmente no se desviase con más o menos frecuencia del estado 9 normal, buscaremos clasificar las principales formas anormales que presenta, a fin de evitar que sean confundidas con otras. (Durkheim, E.; VI, 1993; p. 64). Aquí tenemos desarrollados los puntos principales: la centralidad de la función conceptualizada como necesidad para el sistema, y en segundo nivel, las causas que la condicionan. El concepto de necesidad (acotado al sistema, no al individuo) es un punto central en este modelo: “Preguntarse cuál es la función de la división del trabajo es, pues, buscar a qué necesidad corresponde; cuando hayamos resuelto esta cuestión, podremos ver si esta necesidad es de la misma clase que aquellas a que responden otras reglas de conducta cuyo carácter moral no se discute” (Durkheim, E.; VI, 1993, p. 64). La introducción del análisis funcional relativiza la exigencia de medir la causalidad en extremo, lo que implica relativizar el planteo positivista reduccionista: “De un punto de vista histórico, el análisis funcional es una modificación de la explicación teleológica, esto es, de la explicación no por referencia a causas que producirían el hecho en cuestión, sino por referencia a fines que determinaría su curso.” (Hempel C.;FCU: ficha 121, p. 9). Entendemos que Durkheim no lleva al análisis funcional a sus extremos, esto es, lo utiliza como herramienta heurística combinándolo con un modelo explicativo básicamente nomológico inductivo. La ruptura y superación del positivismo Comteano, no niega el positivismo, y tampoco niega las estrategias centradas en el individuo como actor; lo que reclama Durkheim, es la delimitación del campo de la sociología en función del estudio de las formas cristalizadas de acción social, dejando el resto del campo abierto a otras disciplinas. En el caso del relato Durkheniano, no es posible a nuestro criterio separar teoría de metodología. En función de esto, luego de discutir sus fuentes y desarrollos metodológicos, vamos a incursionar de lleno en la aplicación concreta del modelo a través de las principales categorías de análisis propuestas en su obra. 3. La delimitación del objeto de estudio a través del desarrollo de la teoría de la Autoridad Moral 3.1 Aspectos centrales del relato Durkheniano. Coherencia y continuidad de su planteo teórico La concepción de la sociedad como sistema; la tensión entre egoísmo e individualismo; la generación de estructuras intermedias entre la sociedad y el individuo; las formas de cohesión del sistema en base a diferentes formas de solidaridad; y, los desajustes del sistema conceptualizados como desviación, cruzan toda la obra de Durkheim, y mantienen su capacidad explicativa (a nuestro criterio) en sus postulados fundamentales. Partimos de la hipótesis de que existe un hilo conductor en toda la obra de Durkheim, que está centrado en las categorías fundamentales desarrolladas en La división del trabajo social. (su obra central a nuestro criterio); a saber: la clasificación entre sociedades primitivas e industriales cruzada con las formas de solidaridad mecánica y orgánica; el concepto de anomia como déficit de institucionalización; y en última instancia, el papel central de la socialización del individuo a través del trabajo. 10 Nuestra proposición es discutible; en este caso nos afiliamos a la postura de Anthony Giddens quien discute con Nisbet sobre la centralidad de estas categorías. Plantea Nisbet: “ En sus estudios posteriores, Durkheim nunca volvió a utilizar la distinción entre los dos tipos de solidaridad, ni la división del trabajo como forma de cohesión, y mucho menos cualquier tipo de racionalización del conflicto y de la anomia en la sociedad en tanto que meras formas patológicas de división del trabajo. Los tipos de sociedad, de constreñimiento y de solidaridad que se analizan en sus últimas obras - ya sea en términos teóricos o prácticos - no tienen nada que ver en absoluto con los atributos de una sociedad orgánica e irreversiblemente moderna que había identificado en La División del Trabajo.” (Nisbet, R.;1965, p. 37). Más allá de no compartir el planteo de Nisbet, entendemos relevante el contraplanteo realizado por Giddens sobre el particular: “De hecho, la esencia de mi planteamiento se sitúa prácticamente en el polo opuesto de lo sugerido por Nisbet: sostengo que Durkheim continuó basando sus obras posteriores en la distinción entre solidaridad mecánica y orgánica; que Durkheim entendió siempre que la existencia de la solidaridad derivada de la división del trabajo constituía la característica más genuina de las sociedades contemporáneas por oposición a las sociedades tradicionales; que el tratamiento que Durkheim concede al conflicto y la anomia en sus últimos escritos no se puede entender al margen de su análisis de las formas patológicas de la división del trabajo; y que los tipos de sociedad, de constreñimiento y de solidaridad que ese analizan en sus últimas obras aparecen estrechamente relacionados con los atributos de la sociedad contemporánea tal y como se formularon en La División del Trabajo.” (Giddens, A.;1997, p. 92). 3.2 El papel central de la solidaridad como hecho social El principal problema que centró la atención de Durkheim en sus obras fundamentales es la teoría de la autoridad moral. Al partir del hecho de que toda sociedad tiene como pre requisito funcional la existencia de una conciencia colectiva, producto del agregado de voluntades individuales, pero que adquiere un carácter exterior y coactivo en relación a las mismas, el primer problema a despejar es el de encontrar indicadores que den cuenta en forma empírica de la misma, en diferentes estados de desarrollo de esas sociedades. La conciencia colectiva supone la existencia de relaciones entre individuos (conciencias individuales): esta relación social se conceptualiza como solidaridad: “El estudio de la solidaridad depende, pues, de la Sociología. Es un hecho social que no se puede conocer bien sino por intermedio de sus efectos sociales.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 88). Una vez definida la solidaridad como hecho social (esto es, externo y coactivo), estudiar sus efectos sociales, implica encontrar las formas cristalizadas de la misma: “... la solidaridad social es un fenómeno completamente moral que, por si mismo, no se presta a observación exacta, sobre todo, al cálculo. Para proceder tanto a esta clasificación como a esta comparación, es preciso, pues sustituir el hecho interno que se nos escapa, con un hecho externo que le simbolice, y estudiar el primero a través del segundo. Ese símbolo visible es el derecho”. .” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 85). El ligar a la solidaridad (variable) con el derecho (indicador) presupone establecer una relación de variación conjunta entre ambos conceptos: “Cuando más solidarios son los miembros de una sociedad, más relaciones diversas sostienen, bien unos con otros, bien con el grupo colectivamente tomado, pues si sus encuentros fueran escasos, no dependerían unos de otros más que de una manera intermitente y débil. Por otra parte, el número de esas 11 relaciones es necesariamente proporcional al de las reglas jurídicas que las determinan.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 85). En la medida que se encuentran variaciones en la reglas jurídicas se presume la existencia de diferentes tipos de sociedades con diferentes tipos de solidaridad. Durkheim plantea con fuerza la tensión entre la conciencia individual y la colectiva, planteando que a menor superposición entre ambas corresponden estadios más avanzados de la sociedad. La pérdida de conciencia individual (personalidad) frente a la conciencia colectiva, se relaciona con las sociedades primitivas, altamente segmentadas. La solidaridad basada en la igualdad dentro de los segmentos, es conceptualizada por Durkheim de la siguiente forma: “Hay en nosotros dos conciencias: una sólo contiene estados personales a cada uno de nosotros y que nos caracterizan, mientras que los estados que comprende la otra son comunes a toda la sociedad. La primera no representa sino nuestra personalidad individual y la constituye; la segunda representa el tipo colectivo y, por consiguiente, la sociedad, sin la cual no existiría. Cuando uno de los elementos de esta última es el que determina nuestra conducta, no actuamos en vista de nuestro interés personal, sino que perseguimos fines colectivos. Ahora bien, aunque distintas, esas dos conciencias están ligadas una a otra, puesto que, en realidad, no son más que una, ya que sólo existe para ambas un único substrato orgánico. Son pues solidarias. De ahí resulta un solidaridad sui géneris que, nacida de semejanzas, liga directamente al individuo a la sociedad ... nos proponemos llamarla mecánica.” (Durkheim, E.; VI;1993. p. 134). Esta solidaridad nacida de la semejanza (mecánica) está en la base de las sociedades primitivas. En este tipo de sociedades predomina el derecho positivo, como manifestación cristalizada de la solidaridad mecánica. Durkheim no percibe a esto como una situación estática; las desviaciones de las normas se conceptualizan como patologías que en caso de no ser integradas ponen en riesgo al sistema. Este planteo no apunta al mantenimiento del sistema en forma rígida, ya que pueden darse procesos en que las costumbres se consoliden en normas de derecho positivo. En este caso el cambio es gradual y funcional. La tensión entre las aspectos cristalizados y las costumbres emergentes se discuten de la siguiente forma: “¿No podría entonces ocurrir que manifestaren otras clases de solidaridad social diferentes de las que exterioriza el derecho positivo? Pero esta oposición no se produce más que en circunstancias completamente excepcionales. Para ello es preciso que el derecho no se halle en relación con el estado presente de la sociedad y que, por consiguiente se mantenga, sin razón de ser, por la fuerza de la costumbre. En este caso, en efecto, las nuevas relaciones que a su pesar se establecen no dejan de organizarse, pues no pueden durar si no buscan su consolidación. Sólo que, como se hallan en conflicto con el antiguo derecho que persiste, no pasan del estado de costumbres y no llegan a entrar en la vida jurídica propiamente dicha. Así es como el antagonismo surge. Pero no puede producirse más que en casos raros y patológicos que no pueden incluso durar sin peligro.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 86). El cambio no solo es gradual y funcional, sino que en ningún caso es producto exclusivo de una generación. La construcción de la sociedad a través de procesos inter y transgeneracionales, coloca el tema de la tradición como un elemento clave del proceso: “ Lo que da fuerza a los estados colectivos no es sólo que son comunes a la generación presente, sino, sobre todo, que son, en su mayor parte, un legado de las generaciones anteriores. La conciencia común no se constituye, en efecto, sino muy lentamente y lo mismo le ocurre para modificarse. Hace falta tiempo para que una forma de conducta o una creencia llegue a ese grado de generalidad y de cristalización; hace falta tiempo también para que lo pierda ... La autoridad de la conciencia colectiva está hecha pues, en gran parte gracias a la autoridad de la tradición.” (Durkheim, E.; VII; 1993, p. 78). 12 3.3 El derecho como forma cristalizada de la solidaridad Una vez definido el derecho como indicador de solidaridad, y constatada su variación, es necesario buscar elementos observables que permitan clasificarlo. Durkheim plantea en ese sentido: “Ahora bien, todo precepto jurídico puede definirse como una regla sancionada... conviene, pues, clasificar las reglas jurídicas según las diferentes sanciones que a ellas van unidas.” .” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 90). Durkheim clasifica al derecho en dos categorías: el represivo y el restitutivo. La solidaridad mecánica genera como expresión cristalizada al derecho represivo. Por el tipo de lazos en juego entre los individuos (superposición de ambas conciencias), la trasgresión a la norma es conceptualizada como crimen. “El lazo de solidaridad social a que corresponde el derecho represivo es aquel cuya ruptura constituye el crimen; llamamos con tal nombre a todo acto que, en un grado cualquiera, determina contra su autor una reacción característica que se llama pena.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 93). La pena implica un castigo contra el individuo de parte de la sociedad, en la medida que se han atacado con esa acción las bases de solidaridad estructurantes de la misma. Es interesante como Durkheim asocia a la conciencia colectiva en las sociedades primitivas a la religión. En este caso, la religión es producto de los primeros estadios de una proceso de autocreación de la sociedad, tal como lo plantea Giddens: “Lo que demostraba Las formas elementales no era que la religión crea la sociedad, sino que las representaciones colectivas incorporadas en la religión expresaban la autocreación de la sociedad humana.” (Giddens, A.; 1997, p. 109). Durkheim, en sus términos, plantea sobre el particular: “Si, pues, el derecho criminal era primitivamente un derecho religioso, se puede estar seguro que los intereses que sirve son sociales. Son sus propias ofensas las que los dioses vengan con la pena y no las de los particulares; ahora bien, las ofensas contra los dioses son ofensas contra la sociedad.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 119). Finalmente Durkheim coloca un tema central en relación a la pena; la misma tiene un valor intrínseco como elemento de cohesión social, independientemente de los crímenes específicos y de las circunstancias particulares en las que se generan. “Todos los actos que las hieren no son, pues, peligrosos en si mismos o, cuando menos, no son tan peligrosos como son reprobados. Sin embargo, la reprobación de que son objeto no deja de tener una razón de ser, pues sea cual fuere el origen de esos sentimientos, una vez que forman parte del tipo colectivo, y sobre todo si son elementos esenciales del mismo, todo lo que contribuye a quebrantarlos quebranta a la vez la cohesión social y compromete a la sociedad.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 136). Para Durkheim, el crimen no se agota en el daño causado a la victima concreta, en todo caso este es el aspecto de menor relevancia, lo crucial es que: “... el crimen hiere sentimientos que, para un mismo tipo social, se encuentran en todas las conciencias sanas.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 97). Si bien el crimen afecta a las conciencias individuales, lo relevante para provocar la pena es que afecta a la conciencia colectiva, esto es, a la sociedad. “Podemos, pues, resumiendo el 13 análisis que precede, decir que un acto es criminal cuando ofende los estados fuertes y definidos de la conciencia colectiva.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 106). 3.4 La división del trabajo social como base de una nueva forma de solidaridad La sociedad primitiva, basada en la solidaridad mecánica y cristalizada en el derecho represivo, da paso en forma gradual a la sociedad industrial, donde entre otros elementos, se modifican las categorías centrales claves del modelo explicativo. El debilitamiento de la segmentación característica de la sociedad primitiva, y la necesidad de nuevas formas de cooperación dan paso a un nuevo tipo de solidaridad, la orgánica; solidaridad basada en la diferencia y la complementación, que para Durkheim se sustenta en un proceso social ampliamente trabajado desde diferentes perspectivas: la división del trabajo: “Otra cosa muy diferente ocurre con la solidaridad que produce la división del trabajo. Mientras la anterior implica la semejanza de los individuos, ésta supone que difieren unos de otros. La primera no es posible sino en la medida en que la personalidad individual se observa en la personalidad colectiva; la segunda no es posible como cada uno no tenga una esfera de acción que le sea propia, por consiguiente, una personalidad. Es preciso, pues, que la conciencia colectiva deje descubierta una parte de la conciencia individual para que en ella se establezcan esas funciones especiales que no puede reglamentar; y cuanto más extensa es esta región, más fuerte es la cohesión que resulta de esta solidaridad.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 163). Una de las instituciones que aparece como necesaria en este proceso es la familia. Esta es una de las primeras esferas institucionales donde se procesa la división del trabajo (la división del trabajo sexual). Para Durkheim, este proceso consolida a la institución familia, y eventualmente puede ser trasladado a ámbitos más extensos: “Vémonos así llevados a preguntarnos si la división del trabajo no desempeñará el mismo papel en grupos más extensos; si, en las sociedades contemporáneas en que ha adquirido el desarrollo que sabemos, no tendrá por función integrar el cuerpo social, asegurar su unidad. Es muy legítimo suponer que los hechos que acabamos de observar se reproducen aquí, pero con más amplitud; que esas grandes sociedades políticas no pueden tampoco mantenerse en equilibrio sino gracias a la especialización de las tareas; que la división del trabajo es la fuente, si no única, al menos principal de la solidaridad social.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 83). Al pasar de una sociedad segmentada a una sociedad con grados de complejidad y especialización, que pone en riesgo a la autoridad moral (solidaridad mecánica) por el debilitamiento de las estructuras existentes. La materia social liberada en este proceso debe de buscar nuevas formas de solidaridad: “El aumento de la división del trabajo se debe, pues, al hecho de que los segmentos sociales pierden individualidad, que los tabiques que los separan se hacen más permeables, en una palabra, que se efectúa entre ellos una coalescencia que deja libre a la materia social para entrar en nuevas combinaciones.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 35). El desarrollo de la sociedad mediante estos mecanismos complejos de diversificación, requieren una respuestas para los vacíos morales existentes entre los segmentos. Durkheim introduce aquí una categoría: “densidad moral”, que da cuenta del nivel de integración en la diversidad: “Entre los diversos segmentos hay como vacíos morales. Por el contrario, esos vacíos se llenan a medida que ese sistema se nivela. La vida social, en lugar de concentrarse en una multitud de pequeños focos distintos y semejantes, se generaliza.... Si convenimos en llamar densidad dinámica o moral a ese acercamiento y al comercio activo que de él resulta, podremos decir que los progresos de la división del trabajo están en razón directa a la densidad moral o dinámica de la sociedad.” .” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 36). 14 A partir de esto, se plantea un pre - requisito funcional para el crecimiento de las ciudades (asimilando el concepto de ciudad a sociedad industrial): “No pueden (las ciudades), pues, multiplicarse y extenderse si la densidad moral no se eleva ... Podemos, pues formular la siguiente proposición: la división del trabajo varía en razón directa al volumen y a la densidad de las sociedades, y, si progresa de una manera continua en el transcurso del desenvolvimiento social, es que las sociedades, de una manera regular, se hacen más densas, y, por regla general, más voluminosas.” .” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 42). En este caso, se marca una distancia clara con otras concepciones de la división del trabajo; se establece la necesidad de la misma para el sistema y una secuencia precisa de causalidad. “Nosotros decimos, no que el crecimiento y la condensación de las sociedades permitan, sino que necesitan una mayor división del trabajo. No se trata de un instrumento por medio del cual ésta se realice; es la causa determinante.” .” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 43). La solidaridad orgánica, basada en la división del trabajo, cristaliza en el derecho restitutivo. Las diferencias entre las sanciones correspondientes a éste en relación al represivo, dan cuenta de una forma más compleja de organización social. Durkheim plantea que: “La naturaleza misma de la sanción restitutiva basta para mostrar que la solidaridad social a que corresponde ese derecho es de especie muy diferente. Distingue a esta sanción el no ser expiatoria, el reducirse a un simple volver las cosas a su estado.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 141) . El derecho restitutivo se puede clasificar a su vez en derechos reales (vinculación del individuo con las cosas) y los derechos personales (vinculación de individuos con individuos). “El derecho de propiedad, la hipoteca, pertenecen a la primera especie (derechos reales); el derecho de crédito a la segunda (derechos personales)” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 146). Los derechos reales, al ser la vía por donde ingresan a la sociedad las cosas, genera una solidaridad negativa, ya que no implica la cooperación entre individuos. Durkheim discute el punto en estos términos: “Bien se ve en qué consiste esta solidaridad real: refiere directamente las cosas a las personas y no las personas a las cosas. En rigor, se puede ejercer un derecho real creyéndose solo en el mundo, haciendo abstracción de los demás hombres. Por consiguiente, como sólo por intermedio de las personas es por donde las cosas se integran a la sociedad, la solidaridad que resulta de esta integración es por completo negativa. No hace que las voluntades se muevan hacia fines comunes, sino tan sólo que las cosas graviten con orden en torno a las voluntades. Por hallarse así limitados los derechos reales no entran en conflictos; están prevenidas las hostilidades, pero no hay concurso activo, no hay consensus.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 147). Durkheim adjudica a esta falta de concurso activo una función clara en el sistema, la diferenciación social. “En resumen, las reglas relativas a los derechos reales y a las relaciones personales que con ocasión de los mismos se establecen, forman un sistema definido que tiene por función, no el ligar unas a otras las diferentes partes de la sociedad, sino por el contrario, diferenciarlas, señalar netamente las barreras que las separan. No corresponden, pues, a un lazo social positivo; la misma expresión de solidaridad negativa de que nos hemos servido no es perfectamente exacta. No es una verdadera solidaridad, con una existencia propia y una naturaleza especial, sino más bien el lado negativo de toda especie de solidaridad.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 150). Los derechos que generan una solidaridad positiva, son entonces los personales. Estos implican formas de cooperación entre individuos diferentes. Para Durkheim, luego de separar del derecho restitutivo las normas de los derechos reales, “ lo que queda constituye un sistema no menos definido, que comprende al derecho de familia, al derecho contractual, al derecho comercial, al derecho de procedimientos, al derecho administrativo y constitucional. Las relaciones que los mismos regulan son de naturaleza muy diferente a las precedentes; 15 expresan un concurso positivo, una cooperación que deriva esencialmente de la división del trabajo.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 153). 3.5 La división del trabajo social en el tránsito entre sociedades. El debate con el reduccionismo economicista Analizadas las dos formas de solidaridad, sus referentes empíricos cristalizados en dos tipos de derechos, e induciendo a partir de la observación dos tipos de sociedades, Durkheim marca el papel central de la división del trabajo en el tránsito de una sociedad a otra: “Hemos visto en la primera parte de este trabajo que la conciencia colectiva se hacía más débil y más vaga, a medida que la división del trabajo se desenvolvía. A consecuencia de esta indeterminación progresiva es por lo que, incluso la división del trabajo, llega a ser la fuente principal de la solidaridad.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 69). El concepto de cooperación en un organismo complejo, supone en las ciencias naturales la articulación entre órganos diferentes. Trasladado esto a la sociedad, considerada como organismo, se plantea que esa cooperación, si bien tiene varias dimensiones posibles, presenta una que se constituye en un pre - requisito funcional para la estabilidad del sistema, la dimensión moral. Mencionamos anteriormente que para el hilo conductor del relato Durkheniano es la teoría de la autoridad moral; pues, en un contexto donde se separa tendencialmente la conciencia colectiva de la conciencia individual y emerge el individuo con una personalidad diferenciada, la integración a la sociedad se procesa a través de la división del trabajo conceptualizada como proceso cooperativo entre individuos diferentes. El carácter moral de la división del trabajo es planteado por Durkheim como un elemento clave para el orden social: “Nuestro deber ¿es buscar y llegar a constituir un ser acabado y completo, un todo que se baste a si mismo, o bien, por el contrario, limitarnos a formar la parte de un todo, el órgano de un organismo? En una palabra, la división del trabajo, al mismo tiempo que es una ley de la naturaleza, ¿es también una regla de moral de la conducta humana, y, si tiene este carácter, por qué causas en qué medida? No es necesario demostrar la gravedad de este problema práctico, pues, sea cual fuere el juicio que se tenga sobre la división del trabajo, todo el mundo sabe muy bien que es y llega a ser cada vez más, una de las bases fundamentales del orden social.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 60). Ahora bien, la moralidad en la sociedad no tiene una relación directa con el desarrollo de las misma. El tránsito entre la sociedad primitiva y la sociedad industrial no logra cubrir en forma inmediata los vacíos morales existentes entre los segmentos; a esto se suma el hecho de que la división del trabajo produce a su vez nuevos vacíos morales. Durkheim registra la ausencia de medidas de moralidad media asociadas al desarrollo de las sociedades, pero plantea que “...pero poseemos una para la inmoralidad colectiva. La cifra media de suicidios, de crímenes de toda especie, puede servir, en efecto, para señalar el grado de inmoralidad alcanzado en una sociedad dada. Ahora bien, si se hace la experiencia, no resulta en honor de la civilización, puesto que el número de tales fenómenos mórbidos parece aumentar a medida que las artes, las ciencias y la industria progresan.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 69). El carácter moral de la división del trabajo es discutido, sobre todo con la economía política clásica; Durkheim invierte la causalidad: la división del trabajo es una consecuencia y no una causa de la especialización: “Véase, pues, hasta qué punto la división del trabajo se nos presenta bajo un aspecto diferente al de los economistas. Para ellos consiste esencialmente en producir más. Para nosotros esta mayor producción es sólo una consecuencias necesaria, una repercusión del fenómeno. Si nos especializamos no es por producir más, sino para poder vivir 16 en condiciones nuevas de existencia que nos han sido dadas.” . (Durkheim, E.; VII;1993, p. 58). El carácter secundario que tiene la actividad industrial desde el punto de vista funcional en relación a la división del trabajo lleva a separar claramente su carácter de no generador de solidaridad: “Sin duda que la actividad industrial no carece de razón de ser; responde a necesidades, pero esas necesidades no son morales” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 70). A parte del hecho de que las necesidades a las que responde el desarrollo industrial no son morales, la acción de la división del trabajo en esta dimensión produce consecuencias que operan contra la autoridad moral, esto es, contra la integración social. “Si, pues, la división del trabajo no respondiera a otras necesidades que éstas, no tendría otra función que la de atenuar los efectos que ella misma produce, que curar las heridas que ocasiona. Es esas condiciones podría ser necesario sufrirla, pero no habría razón para quererla, porque los servicios que proporcionaría se reducirían a reparar las pérdidas que ocasionare” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 73). Durkheim no niega la dimensión económica de la división del trabajo, pero cuestiona si, el reduccionismo economicista que privilegia la explicación por los resultados de la misma. En este caso, ubica a la dimensión económica en una jerarquía inferior a la dimensión moral: “...el efecto más notable de la división del trabajo no es que aumente el rendimiento de las funciones divididas, sino que las hace más solidarias. Su papel, en todos esos casos, no es simplemente embellecer o mejorar las sociedades existentes, sino hacer posibles sociedades que sin ellas no existirían. Si se retrotrae más allá de un cierto punto la división del trabajo sexual, la sociedad conyugal se desvanece para no dejar subsistir más que relaciones sexuales eminentemente efímeras; mientras los sexos no se hayan separado, no surgirá toda una forma de la vida social. Es posible que la utilidad económica de la división del trabajo influya algo en ese resultado, pero, en todo caso, sobrepasa infinitamente la esfera de intereses puramente económicos, pues consiste en el establecimiento de un orden social y moral sui generis.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 81). 3.6 La anomia como categoría central en la explicación del conflicto El concepto de anomia, clave en la explicación Durkheniana, no puede ser desarrollado descontextualizado de dos elementos claves; la analogía organicista en lo metodológico y la orientación política en lo teórico. Al concebir a la sociedad como un organismo, se establece en forma mecánica un ser y un deber ser en relación a la viabilidad funcional del sistema. En términos de Giddens, “Durkheim intentó conectar el ser y el deber ser mediante su distinción entre los normal y lo patológico, concebida como una analogía con la salud y la enfermedad de un organismo.” (Giddens, A.; 1997, p. 123). Establecido el deber ser (la integración a través de la solidaridad orgánica, los desvíos son conceptualizados como patologías: “ Hasta ahora hemos estudiado la división del trabajo como un fenómeno normal; pero, como todos los hechos sociales y, más generalmente, como todos los hechos biológicos, presenta formas patológicas que es necesario analizar. Si, normalmente, la división del trabajo produce la solidaridad social, ocurre, sin embargo, que los resultados son muy diferentes e incluso opuestos ... Además, el estudio de las formas desviadas nos permitirá determinar mejor las condiciones de existencia del estado normal.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 151). Durkheim ya había marcado desde el punto de vista metodológico la factibilidad de medir la integración a través de sus desviaciones, ya que las mismas se presentan como faltas a normas cristalizadas; no obstante, en el caso de la solidaridad orgánica, estas normas son menos visibles que las que derivan de la solidaridad 17 mecánica. Pero esta postura metodológica requiere otro parámetro básico para delimitar el ser y el deber ser del sistema; el dato necesario es la apuesta ideológico - política de Durkheim, esto es, su liberalismo político y su defensa sociológica del republicanismo. Haciendo acuerdo con Giddens, “ el problema fundamental al que se enfrentaba la sociología era el de definir las formas sociales capaces de realizar los ideales de libertad e igualdad generados por la transición desde el orden tradicional. El dilema que Durkheim tenía que afrontar y que La división del trabajo esclareció pero no resolvió procedía, por tanto, de su convicción de que, si bien los defensores de las viejas teorías económicas se equivocan cuando plantean que hoy en día no se necesita ninguna regulación, los apologistas de la institución de la religión no están en lo cierto cuando sostienen que la regulación de ayer puede ser útil hoy.” (Giddens, A.; 1997, p 108). Durkheim es claro al establecer la causalidad en el paso de una sociedad primitiva a una industrial; los problemas de integración de la segunda no dependen de la desaparición de la primera: “ Pero, puesto que ya hemos sentado que el debilitarse la conciencia colectiva es un fenómeno normal, no podemos convertirlo en causa de los fenómenos anormales que ahora vamos a estudiar. Si, en ciertos casos, la solidaridad orgánica no es todo lo que debe ser, no es ciertamente porque la solidaridad mecánica haya perdido terreno, sino porque todas las condiciones de existencia de la primera no se han realizado.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 165). Al plantear el déficit en la consolidación de la solidaridad orgánica, básicamente se hace referencia al proceso de separación entre la conciencia colectiva y la conciencia individual. Esta transición, conceptualizada por los economistas clásicos como el desarrollo del egoísmo en un contexto donde la mano invisible del mercado nivela al sistema, tiene otros sentido en Durkheim: el desarrollo del individualismo moral apunta a la cooperación, y las tensiones que se producen entre egoísmo e individualismo refieren a una escasa institucionalización del último. “En sus obras sociológicas, Durkheim no estaba interesado principalmente en investigar las complejas interrelaciones existentes entre las tres dimensiones de la anomia, el egoísmo, y el individualismo ... La conclusión sustantiva más importante a que llegó Durkheim en La división del trabajo era que la solidaridad orgánica presuponía el individualismo moral: en otras palabras, que no es correcto contrastar una sociedad que se basa en una comunidad de creencias (solidaridad mecánica) con una que posee una base cooperativa (solidaridad orgánica), y atribuir únicamente a la primera un carácter moral, mientras que la segunda se considera únicamente como una agrupación económica.” (Giddens, A.; 1997, p. 94). La anomia, pues, no se refiere entonces al crecimiento del individualismo moral, por el contrario, esto es un pre - requisito funcional para el sistema. En términos de Giddens: “El individualismo moral no se tenía que confundir con el egoísmo (esto es, la búsqueda de los intereses propios), tal y como se planteaba en la teoría económica clásica y en la filosofía utilitarista. El crecimiento del individualismo, derivado de la expansión de la solidaridad orgánica, no se tenía que equiparar necesariamente con la anomia (la condición anómica de la división del trabajo era un fenómeno transitorio, que se originaba precisamente en el hecho de que la formación de los contratos se encontraba insuficientemente regulada por una norma moral).” (Giddens, A.; 1997, p. 95). El déficit de institucionalización del individualismo moral, deviene en dos tipos de anomia: la relacionada con las crisis industriales y comerciales y la derivada de la división coactiva del trabajo. “Un primer caso de ese género nos lo proporcionan las crisis industriales o comerciales, con las quiebras, que son otras tantas rupturas parciales de la solidaridad orgánica; son testimonio, en 18 efecto, de que, en ciertas partes del organismo, ciertas funciones sociales no se ajustan unas a otras.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 152). La tensión entre desarrollo industrial e integración social encuentra en las crisis cíclicas del capitalismo una fuente de anomia. La lógica interna del capitalismo es para Durkheim un factor que conspira contra la solidaridad orgánica. Es así que “ el antagonismo entre el trabajo y el capital es otro ejemplo más evidente del mismo fenómeno. A medida que las funciones industriales se especializan, lejos de aumentar la solidaridad, la lucha se hace más viva.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 153). De todas formas, no es imputable esta situación a la división del trabajo; el problema reside en ausencias de reglamentación entre los órganos: “ ... en todos esos casos, si la división del trabajo no produce la solidaridad, es que las relaciones de los órganos no se hallan reglamentadas; es que se encuentran en un estado de anomia.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 169). La segunda fuente de anomia, la división coactiva del trabajo, apunta a uno de los núcleos centrales del planteo Durkheniano: la desigualdad exterior en la contractualidad. Este punto es crítico para mantener el equilibrio del sistema; en términos de Durkheim: “ Acabamos de ver, en efecto, que toda desigualdad exterior compromete la solidaridad orgánica. Este resultado nada tiene de malo para las sociedades inferiores en que la solidaridad hallase, sobre todo, asegurada por la comunidad de creencias y de sentimientos... Es todo lo contrario de lo que ocurre cuando la solidaridad orgánica se hace predominante, pues entonces lo que la quebranta alcanza al lazo social en su parte vital.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 182). El desarrollo de la contractualidad es necesario para el desarrollo de la división del trabajo, ya que el contrato es la forma jurídica cristalizada del cambio en las relaciones laborales. Pero más allá que exista una contractualidad jurídicamente respaldada, esta no es efectiva en la medida que forme parte de la moralidad generada por la solidaridad orgánica. Caracterizábamos a la anomia como déficit de contractualidad; por lo que se puede suponer que a mayor contractualidad, mayor integración. “ Mas, para que ese resultado se alcance no basta que la autoridad pública vele por el mantenimiento de los compromisos contraídos; es preciso también que, al menos en la mayoría de los casos, sean sostenidos espontáneamente. Si no se observaren los contratos más que por la fuerza o por el miedo a la fuerza, la solidaridad contractual sería singularmente precaria. Un orden meramente exterior disimularía mal estados de violencia muy generales para poder se indefinidamente contenidos. Pero, se dice, a fin de que no sea de temer este peligro, basta con que los contratos se consientan libremente. Es verdad; más la dificultad no está por eso resuelta, pues, ¿qué es lo que constituye el libre consentimiento? La aquiescencia verbal o escrita no es una prueba suficiente; cabe no prestarla sino a la fuerza. Es preciso, pues, la ausencia de toda coacción; pero, ¿donde comienza la coacción? No consiste sólo en el empleo directo de la violencia, pues la violencia indirecta suprime igualmente la libertad.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 184). La complejidad de determinar el nivel de coacción en la contractualidad es resuelta por Durkheim de la siguiente manera: “ Sentada esta definición, diremos que el contrato no se halla plenamente consentido sino cuando los servicios cambiados tienen el valor social equivalente.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 185). Al llegar a este punto, precisa su distancia con los postulados de la economía política, conceptualizando a la libertad como un elemento objetivo que surge de la reglamentación, esto es, del desarrollo de la solidaridad orgánica: “ Corresponde a los economistas el mérito de haber señalado los primeros el carácter espontáneo de la vida social, de haber mostrado que la coacción sólo puede hacerla desviar de su dirección natural y que, normalmente, resulta aquélla, no de arreglos exteriores e impuestos, sino de una libre elaboración interna. Han 19 rendido, de esta manera, un servicio importante a la ciencia de la moral; ahora que se han equivocado sobre la naturaleza de esa libertad. Como ven en ella un atributo constitutivo del hombre, como la deducen lógicamente del concepto del individuo en si, les parece encontrarla completa desde el estado de naturaleza, abstracción hecha de toda la sociedad. La acción social, según ellos, , no tiene, pues, nada que agregarle; todo lo que puede y debe hacer es regular el funcionamiento exterior en forma que las libertades concurrentes no se perjudiquen unas a otras. Pero si no se encierra estrictamente en esos límites, comete una usurpación sobre su legítimo dominio y le disminuye. Mas, aparte de que es falso que toda reglamentación sea producto de la coacción, ocurre que la libertad misma es producto de una reglamentación. En vez de ser antagónica a la acción social, es una resultante de ella.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 189). Para Durkheim, la lucha de clases se encuentra entre las formas anómicas de la división del trabajo. Esto implica que registra la existencia de la misma, la analiza, y entiende que es una situación que no debería darse en un organismo (sociedad) sano. Giddens plantea que “Durkheim, al igual que Marx, anticipó el surgimiento de una sociedad en la que el conflicto de clase desaparecería, así como también el elemento de coerción en la división del trabajo. Pero este esquema no ahorraba a Durkheim la preocupación por el conflicto. Más bien todo lo contrario: el punto de partida de su sociología fue un intento de analizar los orígenes de los conflictos que habían caracterizado la expansión del industrialismo.” (Giddens, A.; 1997, p. 122). La explicación del conflicto de clases se basa en no haberse completado las transición entre la solidaridad orgánica y mecánica. La anomia producida por la división coactiva del trabajo es la responsable de esta situación. “ Para que la división del trabajo produzca la solidaridad , no basta, pues, que cada uno tenga su tarea; es preciso, además, que esta tarea le convenga. Pues bueno, esta condición es la que no se da en el ejemplo que examinamos. En efecto, si la institución de las clases o de las castas da origen a veces a tiranteces dolorosas en vez de producir la solidaridad, es que la distribución de las funciones sociales sobre la cual descansa no responde ya a la distribución de los talentos naturales.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 176). La gravedad de esta situación anómica surge en la analogía con el organismo biológico. “ Nada semejante se observa en el organismo. Sin duda que, en los momentos de crisis, se hacen la guerra los diferentes tejidos y se nutren los unos a expensas de los otros. Pero jamás una célula o un órgano busca usurpar a otro el papel que a éste corresponde. La razón está en que cada elemento anatómico va mecánicamente a su fin.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 175). Queda claro que para Durkheim la división del trabajo coactiva debe superarse; una de las opciones es la regulación central de la sociedad, pero, si bien suscribe esta posición, entiende que no alcanza con regular la economía. Giddens plantea en este sentido que: “ la principal tesis de El capital era que la anarquía del mercado, característica del capitalismo, sería sustituida bajo el socialismo por un sistema en el que la producción estaría centralmente regulada: en pocas palabras, en el socialismo marxista, el capital no desaparece: simplemente lo administra la sociedad en lugar de los individuos. La obra de Marx se correspondía con lo que Durkheim tomaba por el principio central del socialismo: a saber, que la capacidad productiva de la sociedad se debía de regular centralmente. Sin embargo, por más que ello pueda contribuir a la superación de la división del trabajo forzada (la division du travail contrainte), de nada serviría para reducir el vacío moral derivado de la condición anómica de la industria moderna. Todo lo contrario, lo profundizaría, puesto que aún acentuaría más la importancia de lo económico a expensas de lo moral.” (Giddens, A.; 1997, p. 101). 20 3.7 El rol del Estado en una concepción organicista ¿Quedará el gobierno reducido a la administración de las cosas y no de las personas? Esta pregunta es crucial en el relato Durkheniano. Hasta que punto el gobierno opera en el campo de los derechos personales, y en última instancia, que relación hay entre Estado, gobierno e individuo. Para Giddens, la noción de Estado en Durkheim es restrictiva: “Una sociedad política no necesitaba poseer un Estado: el Estado en la terminología de Durkheim, hacía referencia al personal administrativo o a la burocracia a la que se confiaba formalmente las funciones de gobierno.” (Giddens, A.; 1997, p. 112). En todo caso el Estado asociado al gobierno adquiere coherencia en la versión organicista: es un órgano con funciones especializadas al igual que otras instituciones. Esta versión del estado forma parte de la división del trabajo, esto es, es una forma de solidaridad orgánica que asume funciones de autoridad moral. La acción del estado entonces no opera contra la división del trabajo, sino contra sus expresiones anómicas. “En concreto, el Estado articulaba y fomentaba los sentimientos y objetivos morales incorporados en la difusa conscience collective. Este es un punto importante para la comprensión de la concepción de Durkheim de la autoridad moral tal y como existía en las sociedades modernas.” (Giddens, A.; 1997, p. 118). Desde esta perspectiva, el órgano gubernamental garantiza el desarrollo del individualismo moral. Esta garantía está dada por la normativa; en el caso de la sociedad industrial, basada en la solidaridad orgánica, el poder político va a tener menos peso, dada la distancia entre la conciencia colectiva y la conciencia individual. “ Se suponía implícitamente que el poder político era el resultado de un ascendiente moral del Estado preestablecido; cuanto más trascendente o mas religiosa sea la base moral del Estado, más absoluto será su poder.” (Giddens, A.; 1997, p. 125). 3.8 Las instituciones como elemento claves en la integración social Dando por sentado que el paso de una sociedad primitiva a una industrial está acompañada de una pérdida de poder del Estado, la nueva autoridad moral a construir requiere llenar los espacios morales que quedan vacíos al romperse la segmentación de la sociedad. Este proceso, claramente de integración, es percibido por Durkheim como central; de ahí que la noción de anomia se sintetiza en la baja institucionalización del mismo. Al concebir a la sociedad como organismo, es necesario que los órganos se constituyan a partir de las células (los individuos). La situación de individuos (células) frente a instituciones (órganos), como por ejemplo el Estado, es inadmisible desde el punto de vista funcional. “Una nación no puede mantenerse como no se intercale, entre el Estado y los particulares, toda una serie de grupos secundarios que se encuentren lo bastante próximos de los individuos para atraerlos fuertemente a sus esfera de acción y conducirlos así en el torrente general de la vida social.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 44). La institución más importante en la génesis de la sociedad ha sido la familia, pero con el paso de la sociedad primitiva a una sociedad industrial esencialmente urbana, ésta deja de tener el carácter integrador. Como elemento pasible de sustituir a la familia, y propio del ámbito de la solidaridad orgánica, Durkheim propone reconsiderar el papel de las corporaciones como espacio de socialización e integración. “Por lo demás, las profesiones suponen más o menos directamente las ciudades, y las ciudades se han formado y reclutado principalmente por medio de emigrantes, es decir, de individuos que han abandonado su medio natal. Así se ha 21 constituido, pues, una nueva forma de actividad desbordada del viejo cuadro familiar. Para que no permaneciera en estado de desorganización, era preciso que se creara un nuevo cuadro que le fuera propio; dicho de otra manera, era necesario que un grupo secundario de nuevo género se formara. De esta manera ha nacido la corporación: sustituyó a la familia en el ejercicio de una función que en un principio fue doméstica, pero que ya no podía conservar ese carácter. (Durkheim, E.; VI;1993, p. 31). Si bien la corporación medieval pierde vigencia con el desarrollo de la manufactura y de la gran industria, lo que propone Durkheim es un tipo de organización que establezca espacios morales, esto es, normativos, que operen como órganos, lo que implica la generación de un producto nuevo, independiente de las voluntades individuales y con poder de coerción. “Para que una moral y un derecho profesionales puedan ser establecidos en las diferentes profesiones económicas, es preciso, pues, que la corporación, en lugar de seguir siendo un agregado confuso y sin unidad, se convierta, o más bien vuelva a convertirse, en un grupo definido, organizado, en una palabra, en una institución pública..” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 18). 4. Conclusión. A modo de conclusión, comenzamos reiterando la cita de Anthony Giddens: “Pero en tanto los escritos de Marx cobraron acentos fuertemente positivistas (y no cabe duda que así fue), se lo puede categorizar a él junto a Comte como los que vaticinaron y trataron de crear una ciencia de la sociedad que reprodujera, en el estudio de la vida social humana, la misma especie de iluminación espectacular y de poder explicativo que ya habían suministrado las ciencias de la naturaleza”; a la que agregamos una evaluación sobre los resultados alcanzados por estas propuestas: “En este aspecto, la ciencia social debe ser considerada seguramente como un fracaso. Frente a las certezas ostensibles, al sistema de leyes precisas alcanzado por la mecánica clásica - ese modelo al que aspiran todas las ciencias después de Newton y que en el siglo XIX se aceptaba sin discusión como la meta por emular - , las conquistas de las ciencias sociales no parecen impresionantes”. (Giddens, A.; 1997, p. 29). Es obvio que lo planteado por Giddens es así; a esto podríamos agregar que los dos grandes relatos no lograron predecir el curso del capitalismo, que se recrea a partir de sus crisis cíclicas. Lo planteado no resta valor al hecho que las categorías centrales planteadas por Marx y Durkheim han dado cuenta de procesos relevantes intrínsecos al sistema capitalista, y constituyen una base ineludible para la acumulación teórica. En el caso específico de Durkheim, cabría una pequeña reflexión sobre el potencial de sus categorías analíticas para el análisis de los modelos de sociedad actualmente existentes. Siguiendo el modelo metodológico Durkheniano, deberíamos analizar los hechos sociales que tienen un papel central en la configuración de la sociedad; esto es, el tipo de solidaridad prevaleciente. La pregunta a plantearse sería si ¿estamos en una sociedad basada en la solidaridad orgánica?, o de otra forma: ¿la división del trabajo sigue siendo la principal fuente de solidaridad en la sociedad post - industrial. La otra pregunta relevante sería: ¿existe un tránsito ineludible entre la solidaridad mecánica y orgánica, o ambas coexisten y el balance entre ambas admite diferentes configuraciones de acuerdo a cada coyuntura histórica? Para ingresar en este tema, siguiendo a Durkheim, debemos identificar las formas patológicas de la solidaridad predominante. Podemos registrar así formas anómicas vinculadas a las 22 diferentes fuentes: en primer lugar, la anomia vinculada a la relación trabajo capital, y a las crisis económicas del sistema; y en segundo lugar las vinculadas a la división coactiva del trabajo. En este sentido, entendemos que en esta coyuntura es posible precisar con una perspectiva histórica más amplia que la que tenía Durkheim en su momento, los límites y techos posibles del desarrollo. Nos parece legítimo en una época contemporánea a la sociedad industrial en los países centrales, ver al desarrollo en forma evolucionista, como un tránsito de lo tradicional a lo moderno, un proceso donde la creciente racionalidad lleva a un punto de llegada: “la industrialización”. Hoy, desde la perspectiva de la sociedad post - industrial (este término es discutible pero nos parece pertinente para continuar con el modelo Durkheniano), donde por los menos se avizoran los techos posibles del desarrollo (a modo de ejemplo el techo ecológico en cuanto a lo que en términos de Habermas sería “la apropiación del ambiente donde funciona el sistema”, y hacia el interior del mismo: “las crisis de integración, motivación y legitimación” (Habermas, J.; s.f., p. 16), la concepción evolucionista pierde efecto y se pone en duda la pretendida racionalidad positivista implícita en estos procesos. La caracterización de la actual etapa del capitalismo como “Globalización”, da cuenta de un proceso, que presenta elementos típicos del sistema reconocibles a través del último siglo de desarrollo. Naúm Minsburg señala que "el sistema capitalista se ha ido globalizando a partir del descubrimiento y colonización de América" (Minsburg; N.; 1999, p. 19); esto implicaría darle a este atributo el carácter de intrínseco al sistema. Más allá de esta discusión, la actual coyuntura presenta aspectos nuevos que hacen de la globalización un componente central de la dinámica del sistema. Entre estos aspectos destacamos: la mundialización de los flujos financieros superior al crecimiento de las inversiones extranjeras, del producto y del comercio mundiales. La desregulación y liberalización progresiva en la esfera financiera. Debilitamiento de la relación entre la economía real y el capital financiero en función de la lógica especulativa. Expansión de las corporaciones transnacionales productoras de bienes y de servicios y de corporaciones bancarias mediante inversiones de capital. Monopolio de los adelantos tecnológicos en especial en informática y comunicaciones. De la nueva configuración que surge en esta etapa de globalización, devienen agrupamientos con un poder financiero, comercial y político que no tienen precedentes en el desarrollo capitalista, y que en muchos casos exceden el poder específico de las naciones. Este desarrollo independiente de los mercados es acompañado de prescripciones de desregulación y apertura comercial hacia los países subdesarrollados, mientras se consolida una práctica por parte de los países desarrollados de un proteccionismo basado en trabas arancelarias, para arancelarias, y subsidios. En términos de Aldo Ferrer: "la globalización dista de ser total en la producción y comercio mundiales. Los países desarrollados protegen sus mercados en productos que consideran sensibles, como los agrícolas, textiles y el acero". (Ferrer, A.;1999, p. 91). Las características del sistema comercial internacional producto del proceso de globalización, sumadas a las desigualdades provenientes de la división internacional del trabajo, con fuertes desigualdades generadas por la especialización productiva, son una fuente de anomia (en términos de Durkheim) sin tomamos al sistema internacional como organismo. Las recetas de expansión financiera y la liberalización de los mercados no ha cumplido con las previsiones 23 respecto a que se superarían las restricciones de ahorro interno y se optimizaría el empleo de los recursos productivos y financieros. Este contexto de globalización, ha sido un campo fértil para la promoción del reduccionismo economicista, conceptualizado como “pensamiento único” que plantea la imposibilidad de incidir en la trayectoria determinada en el "mundo global". "La globalización real y sobre todo la virtual han contribuido a difundir una visión fundamentalista del fenómeno: la imagen de un mundo sin fronteras, gobernado por fuerzas fuera del control de los estados y de los actores sociales " (Ferrer, A.;1999, p. 92). En la hipótesis de la existencia de una “sociedad global”, asimilable a un organismo, cabría aplicar la categoría de Durkheim de solidaridad orgánica, basando la misma en la solidaridad emergente de la división internacional del trabajo. En esta hipótesis, las expresiones cristalizadas de esta solidaridad podrían ser observadas en la normativa internacional. En este marco, continúa vigente, con mayor fuerza que en el momento en que Durkheim elaboró su modelo, la concepción reduccionista economicista, que asocia la viabilidad del sistema internacional al libre juego del mercado. La visión fundamentalista del pensamiento único en lo económico, ha dejado poco espacio para explicaciones alternativas, entre ellas las sociológicas. En este sentido plantea Ferrer: (La globalización resulta pues de la coexistencia de factores económicos y marcos regulatorios que reflejan el sistema de poder prevaleciente en las relaciones internacionales. Al mismo tiempo, se carece de acciones solidarias multilaterales para resolver problemas muy graves del orden global: el subdesarrollo y miseria prevalecientes en gran parte de la humanidad, el aumento de la brecha entre ricos y pobres (en los últimos 30 años la diferencia de ingresos entre el 20% más rico y el 20% más pobre de la población mundial aumentó de 30 a 60 veces), el tráfico de drogas y armamentos, los conflictos políticos, étnicos y religiosos, las migraciones desde los países pobres, y la protección del medio ambiente. Semejantes cuestiones no tienen respuesta por el libre juego de los mercados si no existe al mismo tiempo una cooperación efectiva de la comunidad internacional”. (Ferrer, A.;1999, p. 92). La sociedad global presenta órganos diferenciados de dirección: eventualmente podrían ser los organismos bilaterales; y niveles de institucionalización intermedios: acuerdos de integración regionales por ejemplo. En todo caso, a modo de hipótesis, entendemos que el proceso hacia una sociedad global, de existir, se encuentra en una etapa de prevalencia de la solidaridad mecánica, con fuertes niveles de segmentación al interior del sistema internacional. Un fuerte indicador de solidaridad mecánica sería la fuerte militarización de la política internacional, post caída del socialismo real. La conciencia colectiva en este caso, se asocia con la prevalencia fundamentalista del pensamiento único. En la medida que caen los muros de contención entre los segmentos, en general por el impacto de dos procesos fuertes: la expansión independiente de los mercados, y la explosión de la información como fenómeno económico y cultural; se producen vacíos morales entre segmentos que a su vez generan anomia. El carácter coactivo de la contractualidad internacional es obvio, y produce fuertes limitaciones estructurales al equilibrio interno de los sistemas nacionales. En las sociedades nacionales desarrolladas (por ejemplo el Reino Unido), donde se aplico con fuerza un modelo de base liberal en lo económico, se ha producido un fuerte viraje hacia políticas integradoras, a la luz de los resultados desestructurantes del modelo. La posición del primer ministro T. Blair, de “humanizar el capitalismo y mercantilizar el socialismo” responde a la necesidad funcional de reducir la anomia que pone en riesgo la existencia del sistema. En la medida que el equilibrio de los sistemas depende de la apropiación del ambiente externo al mismo, la capacidad de exportar el conflicto fuera de sus límites (en términos de Habermas) 24 es clave para diferenciar por lo menos a dos tipos de sociedades: las que tienen poder para hacerlo (las desarrolladas), y las que no tienen ese poder (la subdesarrolladas). Al interior de las sociedades nacionales, entendemos que no se ha cumplido lo que Durkheim planteaba como paso (en sentido evolutivo) de una solidaridad a otra. Si bien predomina el tipo de solidaridad orgánica, la anomia derivada de la misma ha llegado en muchos casos a los límites de riesgo de supervivencia del sistema. En estos casos, el sistema no desaparece; emergen si en las crisis institucionales nuevas formas de solidaridad mecánica, que deberían ser exploradas con mayor profundidad. La aparición cíclica de gobiernos totalitarios, y el resurgimiento de ideologías no utópicas (neo - nazismo, fundamentalismos religiosos, xenofobia, nacionalismos) es un indicador de anomia que debería de ser considerado en el contexto de las consecuencias de la globalización. En el último siglo han entrado en crisis dos fuentes claras de socialización (integración): la familia y el trabajo. Durkheim planteaba que la familia como institución era un producto de la división sexual del trabajo, y que con la crisis de la segunda, la primera tendía a desaparecer. Este proceso se ha comprobado desde mitad del siglo XX, generando una crisis fuerte a nivel de la socialización primaria de los individuos. Por otra parte, con los techos existentes para el desarrollo industrial, grandes sectores de la población quedan fuera de la división del trabajo. Esta incapacidad de ingresar al sistema de cooperación entre individualidades, ha generado procesos de exclusión estructurales; esto es, se segmenta la sociedad, creando ghetos que escapan a la acción coactiva de la solidaridad orgánica. El hecho de que un grupo importante de la sociedad constituya una sociedad en si misma, que no comparte los valores prevalecientes, genera un tipo de situación que podría ser calificada como anomia, pero que no encuadra dentro de las categorías planteadas por Durkheim. La consideración de la exclusión como patología implica un problema, ya que la misma no responde a la lógica de la división del trabajo, y por lo tanto, existe una incapacidad estructural de resolverla dentro de sus límites. El debate entre políticas universalistas y políticas residuales (focalizadas) en el marco del desarrollo de modelos de protección social para intervenir sobre el tema de la exclusión social da cuenta de acciones tendientes a intervenir sobre esta nueva problemática. La políticas universalistas suponen solidaridad orgánica, y suponen por otra parte la posibilidad del desarrollo de las fuerzas productivas. El modelo del Welfare State es un ejemplo claro de su desarrollo. El desmantelamiento de este modelo, sobre todo en los países subdesarrollados, se ha basado en acciones que sobre todo afectan a la contractualidad. La desregulación de los derechos personales (en términos de Durkheim) en todos los niveles implica anomia. Cuando se llega a los umbrales de crisis, la opción de políticas focalizadas pasa por acciones que controlan el conflicto, descartando de plano el nivelamiento social. Asegurando el mínimo vital a través de políticas residuales, no se generan derechos, esto es, se produce ciudadanía invertida. Al no poder nivelar el sistema a través de la integración, la “salud” del mismo no se restablece; se genera una nueva situación donde la estrategia es “curar a través de la amputación del miembro enfermo”. No vamos a resolver aquí el tema de la exclusión; los límites de este trabajo no admiten una profundización en el tema. Pero si, queremos dejar planteado como núcleo central para futuros trabajos el problema que creemos emerge de esta coyuntura. La segmentación de la sociedad, generando un grupo de excluidos sin posibilidad de integración, genera un vacío moral entre por lo menos dos segmentos, que direcciona a parte 25 del derecho hacia la contención en forma represiva del segmento excluido. Más que conceptualizar esta situación como anomia, entendemos que habría que explorar la posibilidad de coexistencia de dos sociedades integradas en función de valores diferentes, y relacionadas entre si a través del derecho represivo. El contexto de globalización que caracteriza al sistema internacional refuerza esta situación, poniendo límites estructurales a la superación de la segmentación en las sociedades subdesarrolladas. Como hipótesis final, planteamos que ambos tipos de solidaridad (mecánica y orgánica) coexisten, adquiriendo nuevas configuraciones, que deberían de ser construidas como objeto de estudio desde la sociología. Entendemos que (al igual que en la época de Durkheim), es necesario construir alternativas explicativas alternativas al reduccionismo economicista y psicologicista; reiteramos pues, que el modelo Durkheniano tiene vigencia y resulta pertinente como base para la acumulación teórica social. 5. Bibliografía Durkheim, E.: “La División Social del Trabajo”; Volumen I. Planeta Agostini, Buenos Aires: 1993. Durkheim, E.: “La División Social del Trabajo”; Volumen II. Planeta Agostini, Buenos Aires: 1993. Durkheim, E.: “Las Reglas del Método Sociológico”. Daniel Jorro Editores, Madrid: 1912. Ferrer, A.: “La globalización, la crisis financiera y América Latina".; en: Boron, A. et al: “Tiempos Violentos. Neoliberalismo , globalización y desigualdad social en América Latina”. Eudeba - CLACSO: Buenos Aires, 1999. Giddens, A.: “Las nuevas reglas del método sociológico. Critica positiva de las sociologías comprensivas.” Amorrortu, Buenos Aires: 1997. Giddens, A.: “Política, sociología y teoría social. Reflexiones sobre el pensamiento social clásico y contemporáneo.” Paidós, España: 1997. Habermas, J.:”Problemas de legitimación en el capitalismo tardío”. OPS - CES: Montevideo, s.f. Hempel C.: “La lógica del análisis funcional”. Fondo de Cultura Universitario, Montevideo: ficha 121 Minsburg; N.: "Trasnacionalización, crisis y papel del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial", en: Boron, A. et al: “Tiempos Violentos. Neoliberalismo , globalización y desigualdad social en América Latina”. Eudeba - CLACSO: Buenos Aires, 1999. Nisbet, R.: “Emile Durkheim”. Englewood Cliffs. N. J.: 1965 Wilson T. : “Métodos cuantitativos vs. cualitativos en investigación social”. Fundación de Cultura Universitaria: ficha 256