JUSTIFICACIÓN Extremadura es un territorio con una riqueza biológica extraordinaria. Su conservación se ha debido, en gran medida, al uso que durante miles de años se ha estado haciendo de su suelo. La forma de explotación de los recursos que se ofrecían al hombre ha constituido un ecosistema que, aunque sea humanizado, es muy estable. Son muchos los ejemplos que hay de este ecosistema, pudiendo estudiarse a lo largo y ancho de la región, pero nosotros nos hemos decantado por un lugar un tanto especial por su trayectoria histórica, “ la ruta de la plata”. Al utilizar este entorno, podemos hacer comprender “in situ” el trabajo que se ha desarrollado a lo largo de los tiempos hasta llegar a la estructura actual, pues unificamos dos conceptos muy diferentes, por un lado una de las más importantes vías de comunicación romanas y, por otro una serie de dehesas muy bien conservadas y en perfecto estado de explotación. Estas dehesas son los ecosistemas humanizados de que hablamos y, que podemos ir estudiando al caminar por la vía de la plata que está perfectamente señalizada con una serie de azulejos, amarillos y verdes. Partimos de la finca Venta Quemada, situada a la derecha de la carretera de Ahigal, y caminaremos durante dos o tres horas hasta llegar al arco de Cáparra, donde entraríamos de lleno en la ruta de historia. Las dehesas que vamos a ver en este recorrido, son dehesas abiertas con relativamente poca densidad de árboles y destinadas a diferentes aprovechamientos. Podemos ver tierras destinadas a la ganadería bobina, caprina; veremos porqueras con cerdos ibéricos; explotaciones de corcho y por supuesto tierras de labor. Un aspecto interesante de la ruta sería la explicación de cómo se produce el desmoche de las encinas, es decir, su poda, ya que la idea que tienen los alumnos de la encina es que la forma que tiene es su forma natural. Se sorprenden mucho cuando descubren que no es así y que un árbol perfectamente conocido por ellos resulta que no lo es tanto. Estas dehesas están bastante limpias de matorral, no obstante hay algunas zonas donde todavía queda, y son estas las que nos permiten comentar cómo hay que luchar contra el matorral para poder tener pastos o bien para poder cultivar la tierra. El concepto de enemigo (el matorral) o de malas hierbas (las no productivas) hay que desecharlos pues hay que hacer comprender que el hecho de que no nos sirvan no quiere decir que sean malas, ni buenas, simplemente no son útiles. ITINERARIO El autobús nos dejará en la puerta de la casa de la finca de Venta Quemada, que está situada en el margen izquierdo de la vía de la plata. Allí encontraremos los primeros “hitos” de señalización. Lo primero que podemos observar es la anchura de la vía que se ha conservado intacta durante mucho tiempo. La vía empedrada que fue, hoy no existe o, está enterrada unos centímetros bajo la superficie. Esto se observará mejor en la propia villa de Caparra. El tiempo que se puede tardar desde Venta Quemada a Caparra es de aproximadamente dos horas, la dificultad del trayecto es nula pues es totalmente llano, aunque es recomendable llevar botas de campo y ropa de abrigo. El paseo es especialmente recomendable en primavera, pues las dehesas están en su esplendor, con las praderas totalmente floridas y con los árboles de un verdor excepcional. Al llegar a Caparra enlazaremos con la ruta de historia, paseando por las ruinas de la ciudad, y se visitará el centro de interpretación. Finalizada la visita, el autobús nos podrá recoger en el aparcamiento del centro de interpretación. Es recomendable hacerla en una mañana, aunque si se quiere sacar el máximo provecho se puede alargar a todo el día, disfrutando así de una gran jornada campestre. UNIDAD DIDÁCTICA: “LA DEHESA” Son muchas las definiciones que se han hecho de la dehesa, y seguramente todas ellas correctas. Muchos aspectos se pueden tener en cuenta a la hora de definirla, desde los meramente económicos hasta los ecológicos, pasando por los históricos, todo ello configura una realidad compleja que dificulta la posibilidad de una definición exacta. Una definición muy simple pero incompleta sería: “La dehesa es un ecosistema de creación humana a partir de un bosque de encinas primitivas”. (Penco en 1992) Otra quizá más completa es: “Un sistema agroforestal cuyos componentes leñosos, pascícolas, ganaderos y agrícolas interactúan beneficiosamente en términos económicos y ecológicos en determinadas circunstancias de gestión”. (Campos Palacín en 1992) La estructura adehesada o, como define Penco en 1992, estructura sabanoide de praderas salpicadas de árboles, tiene muchos beneficios pues permite el mantenimiento de un ecosistema en unos terrenos en general pobres. La densidad de árboles por hectárea es de 50/60 pies/ha. Aunque la presión agraria la han reducido a 10/40 pies/ha. Esta densidad varía en función del tipo de suelo, de relieve y de explotación, siendo los terrenos más alterados los de las vegas de los ríos y arroyos, por ser los más ricos y productivos son los que han soportado mayores presiones. La presencia de árboles en zonas de pasto supone la existencia de un factor estabilizador en una zona que por definición es inestable. Esta estabilización procede de la reducción de la escorrentía, la intercepción de la radiación solar, el atemperamiento térmico y la fijación de determinados nutrientes que serían limitantes en otras condiciones, el potasio y el fósforo. Esto crea un microclima bajo la copa del árbol donde se genera una mayor productividad y donde se refugian los animales en los duros inviernos. El árbol más característico de la dehesa es la encina (enlace con el ecosistema encinar) pero puede ir acompañada de otros como el alcornoque, el quejigo o incluso el roble. La encina es un árbol con unos requerimientos muy amplios por lo que se dice que tiene buen temperamento porque aguanta multitud de condiciones, con un par de excepciones, no soporta suelos encharcados, ni suelos salinos. Por este motivo su distribución va desde el nivel del mar hasta los 2000 m de altitud. El pastizal es efímero pues se seca en verano, la mayor concentración se produce en primavera y otoño. No son especies de alta producción, más bien al contrario, y su diversidad es variable. Bajo la copa se produce una reducción en la diversidad, son pocas las especies pero son más productivas. Fuera de la copa no es mucha la diferencia pero su productividad es inferior, a menos que sea ayudada por el hombre con abonados. Donde se produce una gran diversidad es en el límite de sombra de la copa del árbol pues es allí donde se produce una mezcla entre las especies de una y de otra zona. El matorral ha sido eliminado en la mayor parte del área original, quedando relegados a determinadas zonas no aprovechables para uso agrícola. Serían jaras, lentiscos, madroños, cantuesos, majuelos, etc. El control del matorral en la dehesa es desarrollado por la cabaña ganadera siendo este un control integrado en el propio equilibrio del ecosistema. Si no existiera esta posibilidad el control del matorral seria muy trabajoso con necesidad de maquinaria para roturar, desbrozar, y limpiar. En dehesas abandonadas es estrato arbustivo es el primero en desarrollarse cerrando en gran medida la superficie y desplazando a las especies herbáceas. Con posterioridad es el estrato arbóreo el que se desarrolla ahogando incluso a los matorrales y produciendo un bosque cerrado con multitud de pies y con copas tupidas desde la base, lo que lo hace impenetrable. Hoy hay estudios que defienden lo contrario que si los arbustos están bien desarrollados impiden la evolución de los árboles con lo que nunca se llegaría al estado de bosque, solo el tiempo dará o quitará razones.