TEMA 2: LOS MITOS COSMOGÓNICOS Y TEOGÓNICOS Mito pelasgo, homérico, órfico y olímpico de la creación Mito pelasgo Eurínome, la diosa que surgió desnuda del caos, separó el mar del cielo bailando sola sobre las olas. En su danza fue fecundada por el viento del norte, Bóreas, también llamado Orión. Eurínome tomó la forma de una paloma y anidó en las olas, poniendo el Huevo Universal del que procede todo lo que existe: los planetas, la luna, el sol, la Tierra con lo que hay en ella y los seres vivos. Eurínome y Orión establecieron su morada en el monte Olimpo, pero ésta desterró a Orión a los abismos subterráneos, ofendida por su afirmación de haber sido él el creador del universo. El primer hombre fue Pelasgo, padre de los pelasgos, quien surgió del suelo de Arcadia. Le siguieron otros a los que enseñó a construir casas, a alimentarse de bellotas y a cubrirse con pieles de cerdo. En este sistema arcaico no existían los dioses ni los sacerdotes, sólo la gran diosa universal y sus sacerdotisas. Mito homérico En el canto XVI de la Ilíada, Homero recoge la idea de que los dioses y todas las criaturas vivientes se originaron en la corriente del Océano que envuelve al mundo y que Tetis fue la madre de todos sus hijos. Mito órfico La Noche fue cortejada por el Viento poniendo un huevo de plata en el vientre de la oscuridad. Cuando Eros, el Deseo, salió de ese huevo puso el universo en movimiento. Eros creó la tierra, el cielo, el sol y la luna, pero la diosa gobernó el universo hasta que su cetro pasó a Urano. Mito olímpico Al principio, la madre Tierra, Gea, engendró a su hijo Urano, para que la cubriese. Urano derramó lluvia fértil sobre la Tierra y ésta concibió la hierba, las flores, los árboles, los animales, las montañas, ríos, lagos y mares. Los primeros hijos de Gea fueron los Hecatónquiros, Briareo, Giges y Coto; luego nacieron los tres Cíclopes, Brontes, Estéropes y Arges; y los seis Titanes, Océano, Ceo, Hiperión, Crío, Jápeto y Crono, que se unieron a sus seis hermanas Titánides, Tía, Rea, Temis, Mnemósine, Febe y Tetis, para engendrar toda una serie de divinidades. Imagen: La diosa Tierra Gea se representaba en la cerámica pintada como una mujer surgiendo de la superficie de la tierra. La castración de Urano Gea, descontenta de su fecundidad y de que Urano hubiera arrojado a sus hijos, los Hecatónquiros y los Cíclopes, al Tártaro, convenció a los Titanes para que castraran a su padre. El menor, Crono, se encargó de ello y armado con una hoz que su madre le había dado, le cortó los genitales a su padre y los arrojó al mar. De algunas gotas de sangre que fueron a caer en la Tierra, nacieron las tres Erinias, Alecto, Tisífona y Mégera. También de esta sangre surgieron las ninfas del fresno, las Melíades. Los Titanes liberaron a sus hermanos del Tártaro y pusieron en manos de Crono la soberanía. Éste, dueño absoluto del poder, desterró de nuevo a los Hecatónquiros y a los Cíclopes al Tártaro y tomó como esposa a su hermana Rea. Imagen: Según el pensamiento griego, era un dios primordial sin forma humana equiparada al cielo, aparece esporádicamente en las artes en forma de bóveda celeste o techo de bronce, en ocasiones sujetado por el titán Atlas, y sólo adopta la apariencia de un hombre en las escenas de su mutilación. El gobierno de Crono Con el gobierno de Crono nace la segunda generación de dioses. Como sus padres, Urano y Gea, le habían revelado que sería destronado por uno de sus hijos, Crono los iba devorando uno por uno a medida que nacían. Así devoró a Hestia, Deméter, Hera, Hades y Poseidón. Ante esta situación, Rea huyó a Creta para dar a luz al último, Zeus. Luego envolvió una piedra en unos pañales y se la dio a su esposo, que no descubrió el engaño. Imagen: Se identificó desde la Antigüedad con el dios romano Saturno, equiparándose más adelante a una segunda divinidad, Cronos, el Tiempo, debido a una confusión lingüística. Es considerado el dios de la agricultura y la legislación. Porta como atributos la guadaña y la hoz forjada por Gea para castrar a Urano. Su tipo iconográfico es el de un anciano barbado, que en ciertas representaciones cubre su cabeza con un manto o velo. Su carácter sombrío se evidencia del mismo modo como alegoría del Tiempo que todo lo devora con su guadaña y, asociado a las artes funerarias, sólo rara vez es vencido por el Amor y la Esperanza. Zeus como poder supremo Cuando Zeus creció, hizo tomar a Crono una hierba con la que vomitó a los hijos que había devorado, quienes dirigidos por Zeus, se rebelaron contra Crono y sus hermanos titanes. La guerra duró diez años. Zeus la ganó al aliarse con los Hecatónquiros y los Cíclopes, hijos de Gea y Urano, que Crono había desterrado nuevamente al Tártaro cuando obtuvo el poder. Los Cíclopes, en agradecimiento por haber sido liberados del Tártaro, regalaron a los dioses las armas con las que lucharán y que se convertirán en sus atributos: a Zeus, los rayos y los truenos; a Hades, el yelmo y a Poseidón, el tridente. Tras vencer a los Titanes, Zeus y sus hermanos tuvieron que luchar con los Gigantes y con Tifón. Imagen: La plasmación de la Titanomaquia en las artes es anecdótica. A partir de la Edad Moderna aumentan sus representaciones, aunque suelen confundirse con la batalla contra los Gigantes. Los Gigantes son los hijos de Gea que nacieron de la sangre derramada de la herida de Urano cuando Crono le castró. Son seres enormes, de fuerza descomunal y terrorífico aspecto, con cabeza espesa, barba hirsuta y serpientes como piernas. Mortales, de origen divino, se les puede destruir tan sólo mediante la acción conjunta de un dios y un humano. A este respecto, tenemos que decir que Heracles jugó un papel fundamental en la batalla. Los Gigantes evitaban su muerte tomando una hierba mágica capaz de sustraerlos a las heridas de los mortales. Zeus se apoderó de ella antes que nadie lo hiciera, de manera que fueron vencidos por los rayos del dios. Imagen: La Gigantomaquia simboliza en la cultura griega el triunfo de la civilización y el orden natural sobre la brutalidad, la ignorancia y el caos, por lo que será un tema recurrente en las artes helénicas, que aparecerá repetido cientos de veces en la cerámica, si bien serán los templos los que constituyan el marco de representación más adecuado, destacando el largo friso del altar de Zeus y Atenea, de Pérgamo, donde este tema adquiere toda su monumentalidad: los Gigantes, desnudos, alados y con colas de reptil, evidencian en sus rostros el sufrimiento de la derrota en contraste con la contención de los dioses, prueba de su superioridad. Heracles ocupa el centro del lado este del friso, en reconocimiento al importante papel que desempeñó en la batalla y, a su lado, Gea implora piedad para sus hijos a Atenea, representada con casco y escudo sujetando al gigante Alcioneo por la cabellera. En la época moderna el tema se ha dotado con frecuencia de un mensaje político, normalmente el castigo ejercido por un soberano contra la soberbia manifiesta. El Palacio del Té, de Mantua ofrece el ejemplo más impactante en el fresco concebido por Giulio Romano como alegoría de la hegemonía de Carlos V sobre sus enemigos, que caen aplastados entre columnas y piedras. Después de vencer a Titanes y a Gigantes hubieron de vencer a Tifón, el menor de los hijos de Gea. Era un ser intermedio entre hombre y fiera. Tenía el cuerpo alado y despedía llamas de los ojos, superando a todos los hijos anteriores de Gea en estatura y fuerza. Tan sólo Zeus y su hija Atenea se enfrentaron al monstruo. Zeus lo fulminó con su rayo y luego lo abatió con su sable de acero, pero tifón se recuperó y logró cortarle los tendones de los brazos y piernas, dejándole indefenso encerrado en la gruta Coricia. Hermes y Pan robaron a Tifón los tendones y volvieron a colocarlos en el cuerpo del dios, de manera que Zeus recuperó la fuerza, le lanzó sus rayos mientras el monstruo huía y lo aplastó finalmente con el monte Etna. Vencidos los Titanes, los Gigantes y Tifón, Zeus y sus hermanos comenzaron a luchar entre sí por el poder. Los dioses masculinos decidieron repartirse el mundo: Zeus sería el rey de todos los dioses del Olimpo y dios del cielo; Poseidón, el de los mares y Hades, el de los infiernos. El monte más alto de Grecia, el Olimpo, sería la residencia de los dioses. En cuanto a las diosas femeninas, Hera se convirtió en la esposa de Zeus y diosa protectora del matrimonio; Deméter de la agricultura y Hestia del fuego y del hogar. Nacimiento de Atenea, Afrodita, Ártemis y Apolo, Hermes y Dioniso Nacimiento de Atenea Atenea es hija de Zeus y la titánide Metis. Un oráculo vaticinó que si Metis volvía a concebir, sería un hijo destinado a destronar a Zeus, como él había hecho con su padre Crono. Así que Zeus devoró a Metis. En el momento previsto para el parto, Zeus sintió un terrible dolor de cabeza que le hizo gritar desesperadamente. Hermes adivinó la causa y convenció a Hefesto para que abriera el cráneo de Zeus. Atenea salió totalmente armada y dando un fuerte grito. Imagen: Las representaciones de Atenea adulta surgiendo de la cabeza de su padre son muy abundantes en la cerámica griega desde el siglo VII a.C., desapareciendo paulatinamente en las artes posteriores. Nacimiento de Afrodita Se habla de Zeus como su padre y Dione (hija del Océano y Tetis), como su madre. Surgió de la espuma del mar ya adulta, como Atenea, y montada sobre una concha marina acudió a varios lugares hasta que eligió su residencia en Pafos (Chipre), su principal lugar de culto. Imagen: Plinio el Viejo menciona en su Historia Natural la tabla desaparecida de la Venus Anadyomene (saliendo del mar) pintada por Apeles, en la que utiliza como modelo a Campaspe, la concubina de Alejandro Magno, obra en la que supuestamente se basó un fresco pompeyano. El relato de Hesíodo habría inspirado el relieve del Trono Ludovisi, en el que Afrodita surge de las aguas asistida por las Horas, que cubren su desnudez. La iconografía más habitual del nacimiento de la diosa la muestra desnuda, reclinada o de pie sobre una concha, surgiendo de las espuma del mar amparada por criaturas marinas como tritones o náyades. Boticelli recuperó la imagen de Afrodita desnuda, interrumpida durante la Edad Media, interpretando el mito desde la visión neoplatónica de la Florencia del Quattrocento, asociando a la diosa con la humanitas, la armonía y el conocimiento enmarcados entre los elementos agua, tierra y aire. La Venus Púdica arriba a las costas de Chipre, impulsada por el soplo de Céfiro y Cloris. En Tierra aguarda una Hora para cubrirla con un manto de flores. Nacimiento de Ártemis y Apolo Zeus se unió a numerosas ninfas descendientes de Titanes o de dioses y después de la creación del hombre, con mujeres. Así, cuatro de las grandes divinidades olímpicas fueron engendradas fuera del matrimonio con Hera: Apolo y Ártemis, Hermes y Dioniso. Hesíodo nos cuenta que los dos primeros son hijos de Zeus y Leto, hija a su vez de los titanes Ceo y Febe. La celosa Hera envió a la serpiente Pitón para que persiguiera a Leto y no le permitiera dar a luz en ningún lugar donde brillase el sol. En las alas del Viento Sur, Leto llegó a Ortigia, cerca de Delos, donde nació Ártemis. Ésta, recién nacida, ayudó a su madre a cruzar a Delos, lugar en el que nació Apolo. Nacimiento de Hermes Su madre fue Maya, hija de Atlante. Era una ninfa del monte Cileno (Arcadia) donde Zeus se unió a ella. El mismo día de su nacimiento, Hermes demostró una precocidad prodigiosa escapando de la cuna a Tesalia, donde su hermano Apolo guardaba entonces los rebaños de Admeto. Nacimiento de Dioniso Entre los hijos de Zeus con una mujer destaca Dioniso. Zeus, disfrazado de mortal, mantenía una relación con Sémele, hija del rey Cadmo de Tebas. Hera, celosa, se disfrazó de anciana y convenció a Sémele de que pidiera a su misterioso amante que se presentara en su verdadera forma. Cuando Zeus se negó a complacerla, ella le rechazó. Enfurecido, se manifestó como un rayo y la consumió. Zeus salvó al feto cosiéndoselo dentro de su muslo para que se completara la gestación, por lo que se llamó a Dioniso, el dos veces nacido. Éste fue confiado a Hermes y él encargó su crianza al rey de Orcámenos, Atamante, y a su esposa, Ino, vistiéndolo de niña para poder escapar de Hera. Pero ésta se dio cuenta y volvió loca a Ino. Zeus tuvo que llevarse a Dioniso a Nisa para que lo cuidaran las ninfas, transformándolo en cabrito. Las edades de Oro, Plata, Bronce e Hierro Hesíodo nos cuenta un mito vinculado con las diferentes razas que se sucedieron desde los primeros tiempos de la humanidad: La Edad de Oro Al principio hubo una raza de oro, cuando Crono reinaba en el Cielo. Los hombres vivían como dioses, libres de penalidades y de miseria, sin conocer la vejez. Eternamente jóvenes, cuando llegaba la hora de morir se sumían en un plácido sueño, después de una vida libre de trabajo, porque la tierra les daba sus frutos en abundancia. Con el reinado de Zeus esta raza desapareció de la tierra, pero quedaron como genios benéficos guardianes de los mortales. La Edad de Plata Fue la de los hombres comedores de pan, creados también por obra de la divinidad. Los varones estaban sometidos a sus madres y nunca les desobedecían, aunque llegaran a los cien años. Eran ignorantes y belicosos, pero no se hacían la guerra entre ellos. Zeus los destruyó a todos. La Edad de Bronce Perteneció a los hombres que caían de los árboles como frutos y poseían armas de metal. Comían carne, pero también pan y amaban la guerra. Eran insolentes y despiadados. La Muerte Negra se los llevó a todos. A éstos les sucedió una segunda raza de hombres más nobles y generosos, que eran hijos de dioses y mujeres mortales. Los hombres de esta segunda generación de bronce lucharon en el asedio de Tebas, en la expedición de los argonautas y en la guerra de Troya. Convertidos en héroes habitaban los Campos Elíseos. La Edad del Hierro La de los hombres contemporáneos, a los que Hesíodo en Los Trabajos y los Días, veía como indignos descendientes de la segunda generación de la Edad del Bronce. Éstos eran degenerados, crueles, injustos y lujuriosos. La creación del ser humano Según la tradición, no hubo hombres mortales hasta que no los creó Prometeo con arcilla y agua, a semejanza de los dioses, y, con el consentimiento de Atenea, luego les infundió vida con su aliento. Prometeo se rebeló contra Zeus al considerarle en exceso cruel con los humanos, a los que aportó el titán en contrapartida la inteligencia y el fuego, que robó para ellos del carro de Helios o de la forja de Hefesto, según las versiones. El castigo de Zeus fue doble: envió a los hombres la primera mujer, Pandora, y encadenó a Prometeo a una roca, donde un buitre le devoraría las entrañas durante treinta mil años. La parte devorada se renovaba continuamente por la condición de inmortal de Prometeo, con lo cual el tormento no tenía fin. Durante muchos años sufriría atroces dolores, hasta que Heracles mató al buitre. Imagen: Las artes figurativas de la Antigüedad representaron con insistencia el motivo de Prometeo encadenado y liberado. De igual manera predominará durante la Edad Moderna la imagen del castigo que padece el redentor de la humanidad, prefiguración de Cristo en la cruz. Entre las representaciones más impactantes destacan las de Tiziano, Rubens y Ribera. El siglo XIX convirtió el mito en un símbolo de la creatividad y el conocimiento que no se someten a autoridad alguna y luchan por su libertad, imagen que pervive hasta hoy. Pandora, primera mujer de la mitología griega, fue, según Hesíodo, modelada en arcilla por Hefesto, como un bello mal funesto en respuesta al deseo de venganza de Zeus contra la osadía de Prometeo de querer dotar a los hombres del fuego divino. Epimeteo, hermano del titán Prometeo, la tomó por esposa para aplacar la ira del dios supremo. Pero no pudo impedir que ésta abriera la vasija contenedora de todos los males que infectaron a la humanidad, quedando sólo dentro la esperanza. Imagen: La iconografía de Pandora, infrecuente en la Antigüedad, se limita a algunas cerámicas del siglo V a.C. que reproducen su creación y concesión de los dones divinos. Desde el arte paleocristiano se convirtió en el símil pagano de Eva, consideradas ambas responsables de la caída del hombre por su malicia y curiosidad. Sus representaciones, minoritarias hasta el Neoclasicismo, atrajeron especialmente a los pintores ingleses, que enfatizaron su belleza seductora causante de desgracias. Entre los descendientes de Prometeo y Pandora están Deucalión y su esposa Pirra. Cuando Zeus quiso destruir a los hombres de la Edad de Bronce por su maldad decidió enviar un diluvio para arrasarlos, considerando que solamente Deucalión y su esposa merecían salvarse. Éstos, aconsejados por Prometeo, construyeron un arca con la que flotaron sobre las aguas durante nueve días y nueve noches hasta llegar a las montañas de Tesalia. Al pedir Zeus a Deucalión que le pidiera un deseo, éste le rogó tener compañeros, para lo cual el dios le ordenó a él y a su mujer lanzar los huesos de su madre por encima del hombro: las piedras, los huesos de la Madre Tierra. De las que arrojó Deucalión nacieron los hombres y de las que lanzó Pirra las mujeres, tras lo cual vivieron juntos largo tiempo y procrearon hijos que constituyeron los ancestros de las distintas ramas de la raza helénica. Imagen: Del relato de Deucalión y Pirra no se conocen apenas reproducciones en la Antigüedad, retomándose su iconografía en el arte del Renacimiento de forma muy puntual y no teniendo efecto posterior el paralelismo del relato mítico con el diluvio de Noé.