Barón de Rio Branco, Canciller de Brasil entre 1902 y 1912. Fonte: Caricaturas del Barón – Colección de Recortes del Archivo Histórico del Itamaraty. Carlos Kessel e Mônica Tambelli Gastronomía en los tiempos del Barón 26 Textos de Brasil . Nº 13 F inal del Imperio y comienzo de la República: época signada por la riqueza y el desarrollo propiciados por el café. Jóvenes de la elite brasileña terminaban sus estudios en París. Refinamiento era sinónimo de hábitos y costumbres franceses. La vida urbana se intensificaba y modificaba modelos. En São Paulo, señoras de la alta sociedad tímidamente comenzaron a pasear por las calles fuera del horario de la misa. Desfilaban con sus elaborados vestidos de seda, sombreros de tipo cloche, guantes y abanicos. Sarah Bernhardt, después de una de sus concurridas presentaciones en el Teatro São José, afirmó que São Paulo era la cabeza de Brasil y que Brasil era la Francia americana. La ciudad de la garúa vio la llegada del siglo XX mientras modernizaba sus construcciones. La metrópolis del café albergaba un abundante comercio de productos importados, multitud de bibliotecas y librerías como la Casa Ecléctica, en la São Bento, y la famosa Garraux, originalmente en la Calle de la Emperatriz. Desde 1900, la modernidad circulaba por la línea de tranvías eléctricos de la ciudad. En los primeros años del siglo XX, fueron fundados la Pinacoteca (1905), el Conservatorio Dramático (1907) y el Teatro Municipal (1911), señales de nuevas tendencias artísticas y musicales. El centro de São Paulo era un gran espacio de convivencia social. Doncellas exhibían elegancia de inspiración europea mientras hacían footing en la Calle XV de Noviembre. Rio de Janeiro, en aquel entonces capital de la recientemente proclamada República, estaba en ebullición. La Plaza Tiradentes estaba rodeada de bares y teatros. Usted, joven bohemio, ciertamente sería un asiduo habitué de la Confitería Paschoal, en la Plaza de la Carioca, punto de encuentro de la enamorada juventud de los tiempos de Bilac. Eso antes de que el poeta tuviera un roce con el gerente...y cambiara el punto de encuentro para la nueva Confitería Colombo, desde entonces instalada en la Calle Gonçalves Días. Además de Bilac, Martins Fontes y José do Patrocínio también eran habitués... La Calle del Oidor pasó a ser conocida como Cafedorio, tantos eran los cafés. Para ahuyentar el calor del verano carioca, la moda era pedir una virgen rubia, normalmente extranjera, de marca Heineken, Carlsberg o Guiness, pero también existía la nacional Gabel. Los más aficionados a devaneos poéticos eran adeptos del absintio, el regalo del cielo, conocido y codiciado como hada verde. Y como algunas cosas nunca cambian... el tema preferido en las mesas de bar era quejarse del intendente: aquel loco de Pereira Sabores de Brasil 27 Passos, con sus obras innecesarias... Ahora bien, las tales obras no eran tan innecesarias. Antes de las reformas, Rio de Janeiro era un local evitado. Las elites se avergonzaban de la ciudad. Muchos llegaban a alojar a la familia en otras ciudades para proteger a sus hijos de las epidemias que afectaban a la capital federal. Olavo Bilac, en una columna publicada en la Gazeta de Noticias, aplaudió las mejorías: Quien vio Río hace tres años, maltratado y sucio, con sus taciturnos jardines con muros y sin flores, con sus tristes callejuelas pobladas por perros vagabundos – y ahora, ve las nuevas avenidas siendo edificadas, con los jardines en pleno vigor, abiertos y florecidos, con las calles anchas llenas de edificios elegantes, con variedad de los nuevos tipos de adoquinado – reconoce admirado, sin dificultad que, en este breve tiempo, mucho más se ha hecho aquí que en São Paulo en un período tres o cuatro veces mayor. Los ojos humanos no tienen buena memoria. Nuestros ojos ya no recuerdan lo que eran la Prainha, la calle Trece de Mayo, la calle del Sacramento, la playa de Botafogo – y principalmente, lo que era la plaza de la Gloria, con aquel hediondo Mercado, agonía de mis días, pesadilla de mis noches, torturas y tormentos de mi vida! Dentro de poco tiempo, tal vez dos años, cuando la avenida Central y la avenida Costanera estén concluidas; cuando Rio de Janeiro se llene de carruajes y de automóviles; cuando comencemos a disfrutar la vida civilizada y elegante que Buenos Aires ya hace tanto tiempo posee – también en esa época ya no nos acordaremos de que nuestra vida era aburrida y vacía, sin teatros, sin paseos, de distracciones limitadas a la maledicencia de los hombres en la calle del Oidor y al aburrimiento de las señoras en las ventanas. 28 Río de cafés y bares, o como diría João do Río, “bodegas ordinarias, lugares extraños, bares inconcebibles.” El mismo João, el de Río, una vez se sintió intrigado por una inscripción: “Café B.T.Q.”, allí en la Calle del Catete. El extraño nombre, explicó el propietario, se originó en las iniciales de botequim. ¡Creatividad carioca! Nombres inusitados no faltaban en los establecimientos de Río antiguo: había el Depósito de Aves de Plumas, en la calle del Señor de los Pasos; el almacén Planeta Provisorio... Era así el Río de la Belle Époque, siempre siguiendo los consejos del Binóculo: sombrero en la cabeza y botas en los pies. El Barón de Rio Branco vivió sus años de gloria exactamente en el Rio de Janeiro de aquellos tiempos de Rodrigues Alves y Pereira Passos, presidente e intendente responsables de un programa de obras que, a partir de 1902, modernizó a la ciudad y transformó decisivamente la vida de sus habitantes. Apertura de calles y avenidas, demolición de conventillos, construcción de edificios públicos con formas arquitectónicas de inspiración francesa, extensión y electrificación de líneas de tranvía y un código de modales que prohibía que las personas escupieran en público y anduvieran descalzas: todo eso reflejaba la voluntad del poder republicano recientemente fortalecido, después de las crisis militares y económicas. Todos se esforzaban para convertir a la capital de Brasil en una ciudad moderna, dejando atrás la antigua urbe colonial, sombría e insalubre. João do Río: “A alma encantadora das ruas”, Gazeta de Notícias, 28 de enero de 1907. João do Rio: “Inscripciones”, Gazeta de Noticias, 07 de marzo de 1907. N. del E: Botequim es la denominación popular para la palabra bar. “El Binóculo” era la columna de Figueiredo Pimentel, en el periódico carioca Gazeta de Noticias, en la década de 1890. Son de Pimentel expresiones tales como “Río se civiliza” y la “dictadura del smartismo”. Textos de Brasil . Nº 13 Caricaturas del Barón – Colección de Recortes del Archivo Histórico del Itamaraty Entre las costumbres vistas como blanco de las medidas civilizadoras, estaban algunas relacionadas con la alimentación. Se prohibió la venta de leche en las calles, con vacas ordeñadas delante de la puerta de los clientes. Comenzó una persecución al próspero comercio de menudos de carne en las veredas. Todo en nombre del fomento de medidas de higiene y del combate a las epidemias que, desde el siglo XVI, asolaban a Rio de Janeiro y provocaban mortandades espantosas. Oswaldo Cruz, director general de Salud Pública, atacó a la peste bubónica, la viruela y la fiebre amarilla, promoviendo la caza a los ratones, el exterminio de mosquitos y la vacuna obligatoria. “¡Río se civiliza!”, expresión popularizada por la prensa de la época, era el slogan símbolo del ataque a los antiguos hábitos característicos del Río colonial. Anteriormente, la familia carioca tenía el hábito de comprar carne, leche, verduras y frutas a Sabores de Brasil los vendedores ambulantes que pasaban de puerta en puerta. En la París Tropical idealizada por Rodrigues Alves, no había más espacio para ese comercio precario. Las adyacencias de la Calle del Oidor pasaron a contar con sofisticadas casas de comercio minorista. Alrededor de la Plaza XV de Noviembre estaban ubicadas las principales casas de géneros alimenticios y bebidas, generalmente de propiedad de portugueses. ¿Los productos? Un verdadero festival de importados. Caldos, pucheros, frijol y harina, entre otros platos de inspiración portuguesa adaptados a los géneros alimenticios aquí disponibles fueron cediendo espacio a creaciones gastronómicas más complejas. Desde la intensificación de las corrientes inmigratorias que trajeron a italianos, franceses e ingleses a Brasil en el siglo XIX, São Paulo y Rio de Janeiro pasaron a contar con servicios de repostería que sofisticaron a la gastronomía local e introdujeron 29 Barón de Rio Branco. Fonte: PARANHOS, José Maria da Silva. Barão do Rio Branco: uma biografia fotográfica. Brasília: Funag, 2002, p. 43 e 95. una gama mayor de utensilios domésticos ade- net! La Panadería Aurora, en la Calle de la Lapa, cuados a los nuevos platos y a la ceremonia de la cena. El té, antes considerado un medicamento, anunciaba “empanadas muy bien elaboradas, pan dulce, galletas y todo lo que debe haber en conquistó status de bebida elegante, gracias a la convivencia con los ingleses. Lentamente los chefs un establecimiento de este tipo”. El restaurante favorito del Barón era el Río ocuparon el espacio de las cocineras. En la Belle Époque, el brasileño descubrió los Minho, más tarde famoso por la Sopa Leão Veloso (pero esa es otra historia, de otro diplomático, en placeres de comer fuera de casa. Había una gran cantidad de bares y casas de pasto (restaurantes, otra época... tal vez sea tema para otro texto...). Fundado en 1884 y todavía hoy en funcionamiento en el mismo número 10 de la Calle del Oidor, el querido, simples restaurantes... hasta hoy los portugueses los llaman así...) con muchos anuncios de bocadillos y aperitivos variados. “O Gambá do Saco do Alferes” (El Zorrillo de la Bolsa del Alférez), conocida casa de comidas de la región portuaria carioca, anunciaba: “todos los días y a toda hora, mucha variedad de comida, tanto de pescado como de carne, preparada con el mayor aseo y rapidez; el café simple o con leche; los dulces en almíbar y masas. Pasteles de Santa Clara, de la viuda y otros tipos de pasteles.” El Hotel Universo, en la Plaza del Palacio, tenía anuncios bilingües, en portugués e inglés, además de servir gaseosas ácidas y ofrecer periódicos extranjeros – ¡un lujo en tiempos tan alejados de la Inter30 Río Minho era el lugar adonde el Barón iba después del trabajo, para opíparas cenas. Él tenía su propio lugar en el restaurante. Entre sus platos favoritos estaban los pescados y frutos del mar. Actualmente, en el menú del restaurante hay un plato en homenaje al Barón que sabía disfrutar de la buena comida. Se trata de un bacalao preparado con Oporto, además de aceituna y pimiento. A veces, el canciller variaba y cenaba en el Britto, donde su apetito devastador también era muy conocido. Ocupadísimo durante el día, el Barón de Rio Branco solía almorzar en la conocida desorgani Receta de la Sopa Leão Veloso. Ver cuaderno de recetas en anexo. Textos de Brasil . Nº 13 En la gestión Rio Branco en el Itamaraty, las recepciones pasaron a figurar no sólo como oportunidades de socialización, sino también como instrumento de política externa. zación de su oficina. Pascoal, un santo empleado del Itamaraty, tendía un mantel sobre los muchos libros y papeles que estaban sobre la mesa de trabajo del gabinete y servía allí mismo generosas porciones de sopa de gambas con quingombó. A nuestro Juca Paranhos le encantaba ese plato. Pero su médico... quería que tomara solamente caldo de gallina... El glotón tenía una respuesta perfecta: “Doctor, no se preocupe, ¡la gamba es la gallina del mar!” Cuando disponía de un poco más de tiempo, el Barón de Río Branco iba corriendo hasta el Brahma: “¡tengo veinte minutos para almorzar!”. Cuando el reloj no colaboraba, el apetito era controlado con litros y litros de café. En la gestión Rio Branco en el Itamaraty, las recepciones pasaron a figurar no sólo como oportunidades de socialización, sino también como instrumento de política externa. Lima Barreto, en una de sus crónicas para los diarios de la época, destaca los cambios en la “corte del Itamaraty”: Llegó, sin embargo, el Barón de Rio Branco, y el vulgar palacio de la Calle Marechal Floriano pasó a ser uno de los centros de nuestra vida y un foco de irradiación de gracias y privilegios. Comenzaron los banquetes, las recepciones, los bailes, a los cuales los habitués no dejaban nunca de cualificar con los mejores adjetivos. Hubo una reforma del protocolo; las reglas de precedencia fueron establecidas; los Sabores de Brasil tratamientos fueron definidos por escrito; y la pobreza de la ciudad, la masa de obreros, de pequeños empleados, de funcionarios, comenzó a recibir diariamente noticias del Aubusson famoso, de la vajilla, de los cuadros, etc. Es un hecho. Los archivos del Itamaraty de Rio de Janeiro hasta la fecha guardan páginas y páginas de anotaciones, muchas hechas de propio puño y letra por el Barón, listas de invitados, orden de precedencia, organización de ceremonial, planos de mesa, menús... Estos, invariablemente en francés. Verdaderos banquetes con derecho a boeuf bourguignon, foie gras, cassoulet, bouillabaisse... y postres de hacer agua la boca. La Confitería Colombo y la Paschoal eran proveedoras del Itamaraty. Las dos ya eran famosas desde los tiempos de la Monarquía. En el Baile de la Isla Fiscal, por ejemplo, la Confitería Paschoal suministró manjares, servidos en platos ornamentados con flores y frutas exóticas, en grandes cantidades: fueron consumidos más de ochocientos kilos de gambas; tres mil bandejas de dulces; diez mil litros de cerveza y casi quinientas cajas de vino. Pues sí, se comía bien en la época del Barón... Carlos Kessel y Mônica Tambelli Ya estudiaron mucho. Él es oriundo del área de Historia. Ella estudiaba Letras. Hoy son diplomáticos, pero lo que realmente les gusta es una buena mesa rodeada de amigos y con vino en abundancia. LIMA BARRETO. “La Corte del Itamaraty”. In: Lima Barreto Toda Crônica, volumen 1 (1890-1919). Rio de Janeiro, Ed. Agir, 2004, pp. 394-397. Última gran fiesta del Imperio brasileño, el homenaje a los oficiales del navío Almirante Cochrane pasó a ser conocido como “Baile de la Isla Fiscal”. Sin saber, la Monarquía hacía, el 9 de noviembre de 1889, una extravagante despedida del poder. El 15 de noviembre del mismo año, fue proclamada la República. 31