Guetos urbanos en Chile

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comentario NACIONAL
Guetos urbanos
en Chile
Mientras el debate sobre los desafíos urbanos
pareciera centrarse mediáticamente en los
efectos de Costanera Center, un problema de
profundo alcance social clama por una solución:
la persistencia de guetos residenciales en Santiago… y en muchas otras de nuestras ciudades.
D
esde hace muchos meses se sostiene como tema de
preocupación manifiesta de gran número de autoridades, habitantes de Santiago y medios de comunicación
el impacto que tendrá Costanera Center. Es comprensible que
así sea, en vista de la magnitud y ubicación de esta obra. Sin
embargo, el perjuicio que ella podría ocasionar no puede ser
objeto de atención excluyente, en consideración a la crítica situación de miles de chilenos inmersos en realidades urbanas
marcadas por la falta de seguridad, deficientes servicios básicos
y condiciones de lejanía de sus fuentes de trabajo o estudio.
Se trata de un verdadero drama social cuya gravedad parece acentuarse con el tiempo y sobre el cual no ha existido
suficiente conciencia en nuestro país. En momentos en que se
preparaba la presente edición de revista Mensaje, se anunciaba que para septiembre habría una propuesta por parte de la
Comisión Asesora Presidencial de Política Urbana para abordar el tema de los condominios sociales y los guetos que hay
en nuestras ciudades1. Como esta instancia tiene la misión de
proponer una política de desarrollo urbano, es de esperar que
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Para septiembre se espera un pronunciamiento
sobre este tema específico de parte del Comité
de Desarrollo Urbano.
Iván Poduje Capdeville*
Arquitecto, Magíster en Desarrollo Urbano
la atención a ese problema específico recupere espacios dentro
del quehacer público en el sector.
UN PROBLEMA INCUBADO
A más de treinta años de su creación, la política de vivienda
social basada en el subsidio a la demanda ha logrado cubrir
gran parte del déficit habitacional de las familias más vulnerables de Chile. Sin embargo, y como ocurre con la educación,
una vez superada esta meta de cobertura han aparecido nuevos problemas vinculados con la mala calidad de las soluciones entregadas y, sobre todo, con su localización geográfica
periférica y segregada.
Este problema no es nuevo. Fue alertado a comienzos de
los noventa por investigadores del Instituto de Estudios Urbanos (IEU) de la Universidad Católica, la Cepal o el Instituto
de Vivienda (INVI) de la Universidad de Chile, quienes realizaron investigaciones para motivar un cambio en la política
habitacional.
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En el año 2004 Alfredo Rodríguez y Ana Sugranyes, de SUR
Corporación, le pusieron nombre a esta situación al publicar
Los con techo: un desafío para la política de vivienda social.
En este libro varios autores nos mostraron cómo el sueño de
la casa propia se desvanece cuando las familias despiertan
en barrios alejados, mal diseñados y violentos. Debido a ello,
el 65% de las personas entrevistadas en uno de los artículos
abandonaría sus viviendas sociales si pudiera y casi el 90%
se sentía avergonzado del lugar en que vivía. Lo más grave es
que muchos pusieron los pocos ahorros que tenían para obtener esta casa propia.
POR QUÉ “GUETOS”
En el año 2009, el grupo de investigación periodística Ciper
agregó una complejidad adicional al problema. Su investigación “Vivir y morir en una zona ocupada de Santiago“, dejó en
evidencia cómo muchas agrupaciones de vivienda social han
quedado virtualmente al margen del Estado y han terminado
mostrando índices de violencia tan altos que impiden el acceso
de las empresas de servicios o las propias fuerzas policiales.
Según la estimación de Ciper, esta realidad afecta a un universo aproximado de 600 mil habitantes.
Motivados por los trabajos del IEU, INVI, SUR y Ciper, un
grupo de profesionales quisimos dimensionar el problema de
los barrios segregados de vivienda social que en la práctica
operan como verdaderos “guetos” de pobreza y exclusión. Los
llamamos “guetos” no para estigmatizar a su población, sino
porque presentan características propias de asentamientos de
esta naturaleza, como su tamaño y homogeneidad social, su
lejanía y segregación respecto al resto de la ciudad, su poca
oferta de servicios, áreas verdes y equipamientos.
En este artículo comentaremos los resultados de la investigación que abarcó las ciudades más importantes del país.
CÓMO IDENTIFICAR UN GUETO
Uno de los objetivos de la investigación era salir de Santiago
para verificar si el problema de los guetos también se observa
en regiones. Para ello se visitaron y catastraron en terreno 25
urbes que concentran el 67% de la población nacional. Estas
incluyen las áreas metropolitanas de Santiago, Valparaíso y
Concepción, todas las capitales regionales y las nueve ciudades intermedias con población superior a 50 mil habitantes.
Para identificar los guetos se construyeron indicadores para
representar las cuatro características que distinguen un gueto
de un barrio común:
“Homogeneidad Social”: se trata de barrios habitados, mayoritariamente, por hogares clasificados en las categorías socioeconómicas “D” y “E”, lo que supone ingresos familiares de
$ 325.000 y $ 100.000 respectivamente.
Los llamamos guetos no para estigmatizar a su población, sino que porque presentan características propias
de asentamientos de esta naturaleza, como su tamaño y
homogeneidad social, su lejanía y segregación respecto
al resto de la ciudad, su poca oferta de servicios, áreas
verdes y equipamientos.
“Concentración y Tamaño”: además de ser homogéneamente
pobres, estos barrios deben concentrar una fracción importante
de los hogares “D” y “E” del área urbana de cada ciudad analizada
“Cobertura de Servicios”: junto con ello, deben tener una
oferta de comercio y servicios inferior al promedio de la ciudad
donde se emplazan.
“Accesibilidad”: en esta categoría se incluyen barrios alejados de los centros principales de las ciudades, en varios casos separados físicamente del área urbanizada por accidentes
geográficos como ríos, cerros o quebradas.
Los indicadores se construyeron a nivel de zonas equivalentes a los barrios principales de una ciudad. Se crearon 913
zonas a partir de mapas censales, Unidades Vecinales y normativas de los planes reguladores, de las cuales 402 están en
Santiago. Luego se generaron más de 8.000 indicadores para
representar cada criterio de selección de un gueto
Con los criterios de “Homogeneidad Social” y “Concentración
y Tamaño” se evalúan las características relativas a la concentración de pobreza de cada zona. Para construir los indicadores, se
cruzan en el software Redatam 12 variables censales (2002) relacionadas con el nivel de educación del jefe de hogar y el nivel de
equipamiento de la vivienda. Este procedimiento permite dividir
las viviendas de cada zona en cinco categorías socioeconómicas:
ABC1 (alto), C2 (medio alto), C3 (medio), D (bajo) y E (muy bajo).
El criterio de “Cobertura de Servicios”, se enfoca en otra
característica central de los guetos: su falta de comercios, servicios o equipamientos, lo que obliga a sus habitantes a desplazarse a otros barrios para cubrir sus necesidades, reforzando
su exclusión. Para construir el indicador, se visitaron todas las
ciudades y se catastraron los usos de suelo en terreno. Luego
se calculó su superficie en metros cuadrados, dividiéndola por
la población de cada zona, para generar un indicador de “m2
/ habitante” que combina la superficie de comercio, servicios
y equipamientos.
Al cruzar este indicador con los dos anteriores (“Homogeneidad Social” y “Concentración y Tamaño”), se pudieron seleccionar zonas que, además de concentrar una gran cantidad
de población de bajos ingresos, presentan una cobertura de
servicios por habitante inferior al promedio de su ciudad.
El último criterio de “Accesibilidad” mide la lejanía y el aislamiento que presentan los barrios. Para ello se recorrieron
las rutas que deben seguir sus habitantes para llegar al centro
El autor ofrece en estas líneas un resumen de la investigación que efectuó con otros profesionales de Atisba, Estudios y Proyectos Urbanos.
La comisión inició sus trabajos el 9 de abril pasado. En ella participan treinta personas, entre ellos diversos arquitectos e ingenieros, ministros, exministros, representantes de colegios
profesionales, académicos, empresarios, dirigentes de campamentos y parlamentarios. Se anunció oficialmente que esta instancia deberá proponer a fin de año “una política capaz de
alinear a los diversos organismos públicos que intervienen en el territorio y de orientar la reformulación de diversos cuerpos legales”.
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El problema de los guetos es mucho más serio que el de
los campamentos, que al menos tienen mejores ubicaciones y la esperanza de acceder a una nueva vivienda.
principal de la ciudad y se midió su distancia en metros lineales.
En el Gran Santiago, el dato se complementó con la velocidad
promedio de circulación, calculando además el tiempo de viaje.
Los indicadores de cada criterio fueron normalizados en rangos para compararlos entre sí. Luego se promediaron y la nota
final fue considerada para identificar los barrios con los índices
más altos. Este método reconoce que el fenómeno de los guetos
resulta de la confluencia de varios factores y no solo del bajo ingreso familiar de sus habitantes. Así, un barrio que tenga mayor
concentración de pobreza no tiene por qué ser calificado como
“gueto”, si presenta buenas notas en el resto de los criterios;
esto implicaría, por ejemplo, que tiene una ubicación cercana al
centro o una dotación adecuada de servicios y equipamientos.
Del mismo modo si una zona periférica y carente de servicios
presenta una composición heterogénea de estratos socioeconómicos, tampoco calificaría en esta situación.
Por otro lado, las notas de la matriz están auto-escaladas
dentro del contexto particular de cada ciudad, ya que se distribuyen linealmente entre el valor mínimo y el valor máximo de
todas las zonas. Esto es muy relevante ya que permite incorporar las particularidades de cada centro poblado que inciden
fuertemente en su patrón de segregación socio-espacial.
De la misma forma que un gueto del Gran Santiago no es
directamente comparable con una favela de Río de Janeiro, resulta preciso construir la evaluación diferenciando la realidad
que presenta Arica, Copiapó o el Gran Valparaíso.
tamaño, muchos con el tamaño de ciudades completas, incluyendo el más grande de Chile denominado “Bajos de Mena”,
que se ubica en Puente Alto y donde viven 122.278 habitantes.
Pese a su tamaño, este sector prácticamente no cuenta con servicios ni áreas verdes. Se emplaza a más de una hora de viaje
del centro y sus espacios públicos se observan abandonados
u ocupados con microbasurales.
Luego de Bajos de Mena, aparecen “Lo Marcoleta-El Mañío”,
en Quilicura (60.229 habitantes); “Los Morros”, en San Bernardo
(57.189 habitantes), este último incluye las poblaciones Santa Marta y Andes I y II; y Santo Tomas, en La Pintana (37.470
habitantes). Cabe destacar que esta última comuna tiene seis
barrios en esta condición que, sumados a Bajos de Mena y Cerro Negro, concentran 263.700 habitantes en el sector sur de la
capital, equivalentes a la población completa de Talca o Rancagua. Este sector fue denominado por nosotros como el “Cono
Crítico de Vulnerabilidad Social”, debido a que es el territorio
donde se observan los índices de violencia e inseguridad más
altos que reporta Ciper en su investigación.
Como señalamos al inicio, la realidad de los guetos no es
exclusiva de Santiago. En regiones también existen agrupaciones de gran tamaño, como “La Chimba Alto”, en Antofagasta
(63.896 habitantes), “Las Compañías” en la intercomuna La
Serena-Coquimbo (51.128 habitantes), “Hualpén” en el Gran
Concepción (46.840 habitantes) y “Tierras Blancas” en La Serena-Coquimbo (44.681 habitantes).
También es preocupante la situación observada en Alerce
con Puerto Montt o Alto Hospicio con Iquique, ya que en ambos casos, además del tamaño del gueto hay una separación
física con la ciudad formal, lo que eleva los costos de traslado
y las dificultades para surgir al crear una suerte de islote de
pobreza y marginación.
RESULTADOS Y CONCLUSIONES
15% DE LA POBLACIÓN
De las 913 zonas analizadas en las 25 ciudades de Arica
a Punta Arenas, 64 fueron clasificadas como guetos. En ellas
viven 1.684.190 chilenos, equivalentes al 15% de la población
analizada. El 44% lo hace en el Gran Santiago y el 56% en regiones. Las ciudades con mayor proporción de población viviendo
en guetos serían Copiapó (32%), Arica (27%), Talca (23%), La
Serena-Coquimbo (23%) y Cohaique (22%).
Como era esperable, Santiago concentra los guetos de mayor
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Como se puede ver, los resultados del estudio presentan un
panorama sumamente preocupante. Primero, por la magnitud
del problema que involucra a 1,7 millones de habitantes equivalentes al 15% de la población analizada. Se trata de guetos
con el tamaño de ciudades completas, que en seis urbes concentran el 20% de la población urbana, con índices de servicio
muy por debajo el promedio.
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En segundo lugar llama la atención que esta realidad no distinga tamaños urbanos, ni fronteras geográficas o económicas:
se observa de Arica a Punta Arenas, en áreas metropolitanas y
ciudades intermedias y en asentamientos de gran dinamismo
económico como Iquique, Antofagasta o La Serena y con altos índices de pobreza y desempleo, como Arica, Talca o San Antonio.
Resulta paradojal que ciudades que mueven la economía del
país, como el núcleo minero de Antofagasta-Calama y Copiapó,
o el mismo Santiago, concentren guetos de gran tamaño con
patrones de segregación tan diferenciados entre una ciudad
formal y desarrollada, con bellos parques y modernos núcleos
de oficinas o servicios, y otra periférica y alejada, sin servicios
ni áreas verdes, y fuertemente deteriorada.
CAUSA DE PROBLEMAS SOCIALES
Este contraste no solo es inequitativo, sino que podría explicar un conjunto de problemas sociales que se han masificado
en las grandes urbes, como la violencia urbana, la deserción
escolar, el embarazo juvenil, o la existencia de territorios que
comienzan a ser gobernados por bandas de narcotráfico al margen de la acción del Estado.
Si bien este aspecto no fue analizado en el estudio, 15 guetos
de Santiago coincidieron con las zonas calificadas como “peligrosas” por la prensa local y Ciper. Además, nuestros equipos
fueron alertados por Carabineros y los propios vecinos del riesgo de hacer levantamientos o catastros en sectores controlados
por estas bandas.
Además de esta inequidad manifestada, los guetos tienen
una complejidad adicional. Son verdaderas cárceles para sus
habitantes y no solo porque las viviendas se asemejan a las
prisiones, sino porque abundan las rejas. Se ven en casi todos
los almacenes, en cajas de escala, primeros pisos, fachadas y
cierres de vivienda. También en plazas, equipamientos deportivos, multicanchas o las pasarelas de las autopistas que los
cruzan por afuera.
Por otro lado, los vecinos están presos en sus viviendas. No
pueden salir a ciertas horas por el temor a ser víctimas de la
violencia, pero tampoco tienen posibilidad de vender sus casas
para moverse a un barrio mejor, ya que el entorno las desvaloriza impidiendo la movilidad habitacional. Para empeorar la
situación, muchos son propietarios que ya tuvieron un subsidio
y que no pueden optar a otro.
El problema de los guetos es mucho más serio que el de los
campamentos, que al menos tienen mejores ubicaciones y la
esperanza de acceder a una nueva vivienda. También es mucho más prioritario que los subsidios para construir viviendas
nuevas, que hoy consumen casi dos tercios del presupuesto
del Ministerio de la Vivienda y Urbanismo.
Es de esperar, que la autoridad cambie estos números y
reoriente sus políticas para recuperar y eventualmente demoler los guetos peor emplazados. De lo contrario, este drama
social seguirá acentuándose hasta volverse irreversible y sus
consecuencias serán insospechadas. MSJ
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Demasiado lejos de Sanhattan1
Cristián del Campo, S.J.
D
ebatir, quejarse y movilizar voluntades para encontrar
soluciones al problema del Costanera Center es necesario, qué duda cabe. Pero es demasiado violento, porque
es tremendamente injusto rasgar vestiduras por la falta de
planificación urbana que tiene convertido el sector nororiente de Santiago en un taco permanente, y no rasgarlas mucho
antes por la precariedad urbanística que padecen cientos de
miles de chilenos todos los días. ¿Por qué hablamos tanto de
urbanismo en Sanhattan y tan poco en La Pintana, Puente
Alto, San Bernardo, o cualquiera de las comunas más pobres
y excluidas de la urbe? Mientras discutimos el próximo túnel,
pasarela, paseo peatonal o extensión del Metro para que no
tengamos que perder en nuestros autos 20 ó 40 minutos adicionales todos los días cuando vayamos o pasemos por Sanhattan, los varios cientos de miles que todos los días gastan
dos horas de ida y dos de vuelta para llegar a sus trabajos,
no cómodamente sentados en sus autos, sino apiñados en
el Transantiago o en el Metro, tendrán que seguir esperando
que el urbanismo chorree hasta sus comunas. Durante décadas no hemos tenido ningún empacho en mandar a los más pobres lo más lejos posible, sin ninguna visión
urbana, entregándoles una vivienda de pocos metros y sin
posibilidad de ampliación, convirtiendo, especialmente los famosos conjuntos de blocks, en verdaderos guetos. Sí, guetos
que concentran todos los índices de precariedad de nuestra
sociedad, pero que, además, carecen de áreas verdes, de sistemas de recolección de basura, de espacios y equipamiento
común. Por eso, quizás esperábamos que el Presidente se
refiriera a esto en su discurso del 21 de mayo, porque necesitamos que el Estado asuma que aquí radica el gran desafío
no solo de vivienda, sino fundamentalmente de urbanismo.
El gran problema es que la segregación no solo la sufren
los más pobres. Esta nos mata a todos, también a los que no
viven en guetos, pero que viven en verdaderas microciudades
que tienen todo lo necesario. Lo anterior nos ha encerrado,
al punto de mantenernos en la más absoluta ignorancia de
las hirientes desigualdades que se viven en nuestra ciudad.
Esa segregación es la que nos mantiene hablando de los
problemas urbanos donde el m2 es el más caro de Chile, sin
atención al verdadero problema que sufren los que fueron
localizados donde el m2 no tiene plusvalía alguna.
Hace un tiempo vivo en uno de esos guetos, en La Pintana.
Ahí, y en muchos otros lugares de nuestra ciudad se abren
paso miles de hombres y mujeres que enfrentan adversidades que nosotros como sociedad hemos creado. Cuando me
mudé, la primera impresión fue sentir que estaba en otro país.
Hoy quizás sienta que, aunque no lo queramos ver, ese es
Chile, y Sanhattan es el otro país.
Extracto de columna escrita en La Tercera, 24 de mayo, 2012.
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