412 BOLETÍN DE LA R E A L SOCIEDAD ESPAÑOLA una especie independiente por su estado amorfo, y no, como suele decirse, por formar el agua parte de su composición. Basta tener en cuenta la muy variable cantidad en que ésta existe en los ópalos (desde 3 á 13, y en un caso hasta 35 por 100), para inferir que no es un factor esencial de su constitución, sino un resto conservado al consolidarse paulatinamente la sílice gelatinosa producida por la alteración de los silicatos alcalinos. Existe toda una serie de tránsitos entre la sílice g e latinosa saturada de agua y una sílice anhidra, igualmente coloide, que formaría, por ejemplo, la base de la materia petrosilícea de ciertos pórfidos (1). Recordaremos que la florita es un ópalo casi completamente desprovisto de agua y que la alumocalcita de Kersten, materia no endurecida todavía ni del todo formada, que aparece en salpicaduras, pequeñas masa? y detritus en Eibenstock y Rézbánya, consiste en un tránsito de la sílice gelatinosa saturada de líquido al ópalo típico. El punto de partida de la evolución á que nos referimos es la sílice en estado coloide, procedente de la alteración de las rocas ó de procesos generadores en que intervienen los org-anismos. La descomposición de los silicatos alcalinos por el ácido carbónico es lá fuente más general de sílice amorfa. Opérase esta reacción tanto á la superficie en las condiciones ordinarias y de un modo lento, como en las profundidades de la corteza terrestre, donde estará favorecida por elevada temperatura y alta presión. Durante bastante tiempo era creencia general entre los g'eólogos que todo el ópalo procedía del interior del globo y había sido traído á la superficie por las fuentes calientes y, sobre todo, los geiseres. En efecto, los de las Azores, Islandia, Nueva Zelandia y las Montañas Rocosas originan formaciones de sílice hidratada, que llamaron la atención desde que fueron conocidas. El agua del Gran Geiser, entre otras del Norte América, es muy rica en ácido silícico, el cual se va acumulando en el trayecto de aquella, edificando costras estalactitas y concreciones de diversos colores, por evaporación del líquido que le arrastra y, sobre todo, por la saturación progresiva del álcali que le servía de disolvente. Pero hoy sabemos que no todas la sílice coloide tiene este (1) F c u q u é et Michel Lévy, Minéralogie micrograp/iique, pág. 186.