ENCUENTROS EN VERINES 1991 Casona de Verines. Pendueles (Asturias) MITO Y REALIDAD EN CHRISTA WOLF Y HANS-JÜRGEN SYBERBERG Marta Pessarrodona Entre las muchas sorpresas que ha brindado al espectador <<corriente>> -para acuñar una terminología del Dr. Jonson- la caída del Muro de Berlín y posterior disolución de la República Democrática de Alemania (RDA) ha sido la estima y desestima de la narradora de este país Christa Wolf (Landberg/Warthe, 1929). Someramente recordaremos que su reconocimiento, no sólo en su país sino en el mundo entero, a través de Norteamérica, comenzó con su novela Nachdenken übre Christa T. (Noticias de Christa T.), 1967; y su caída, de proporciones también mundiales, con Was bleibt (1989); dos obras distintas –novela la primera y relato testimonial la segunda- de las que les separan no pocos méritos realistas y míticos como la novela Kindheitmuster (Muestra de infancia) 1976, novela memorialista, y Kassandra (Casandra) 1983, disquisición mitológica; así como Kein Ort. Nirgends (En ningún lugar. En ninguna parte) 1979, en la que desearíamos, aunque brevemente, centrarnos, sin olvidar el <<caso Christa Wolf>>, a nuestro entender una de los ejemplos más claros de fragilidad del escritor en la triunfante sociedad de mercado en la que ella ahora y nosotros de siempre vivimos. Si recorremos su bibliografía que le llevó en los años ochenta a la nominación, por parte de la RDA, para el Premio Nobel de Literatura, veremos que su interés se ha centrado, por lo que se refiere a realismo a la aceptación de la historia de Alemania, a la adopción de la llamada cultura del recuerdo, no practicada por su país, la RDA. En este punto cabe recordar que la RDA se negó sistemáticamente al pago, en concepto de compensación por el Holocausto, al Estado de Israel, algo que sí hizo la República Federal de Alemania (RFA). Las autoridades de la RDA de Christa Wolf decidieron, por ejemplo, que ellos era unos alemanes antifascistas, que ninguna culpabilidad tenían en el exterminio de 6 millones de personas durante la época nazi. Esta misma excusa se utilizó para el Muro: era un muro de contención del fascismo (!) aún en curso en la RFA y en Europa en general. Christa Wolf había nacido y crecido en el este de Alemania , por lo que no fue difícil seguir como ciudadana del este, de la RDA y creer en la utopia en curso, el comunismo. Pero al apoderarse de su propia biografía ya en Christa T. Y, en especial, Kindheitmuster, sacó a la luz una adolescencia de brazo en alto, hitleriana, como la de la mayoría de sus contemporáneos. No gustó a as autoridades de ka RDA, pero se toleró. Esta tolerancia se reafirmó con un gran éxito de crítica y lectores en las entonces dos Alemanias y, poco después, en la órbita anglosajona, que se expandió incluso entre los lectores en lengua castellana y catalana (casi todas sus obras están traducidas en ambas lenguas). Por otra parte, su incursión en la historia de la literatura en forma novelada, como es el caso de Kein Ort. Nirgends, tampoco concurría con los preceptos literarios de la RDA, naturalmente muy inspirados en el realismo socialista propugnado por Georg Lukács y su conocido ensayo sobre los románticos, en el que, por razón de suicidio, les acusaba de traidores y decadentes. Wolf tomaba en esta novela (de extensión, <<nivola>> unamuniana) a los poetas románticos Heinrich von Kleist y Caroline von Günderode, ambos artífices de su final por supuestos motivos amorosos. Con Kein Ort, Wolf hacía entrar su producción en un mito, que parece ser la obsesión última de Hans Jürgen Syberberg, uno de los cineastas –o artistas- alemanes más interesantes de nuestro tiempo. La disidencia de Wolf, estética y ética, como fue su apoyo al cantautor Wolf Bierman, disidente, supuso, en 1979, convertirse en objetivo de la infausta policía política de la RFA, Stasi. De ello surgió un diario, Was bleibt (Qué queda) cuya publicación en 1990 ha disparado una de las campañas más feroces contra un autor de los últimos tiempos. Sus detractores, capitaneados por Marcel ReichRanicki, por otra parte un excelente crítico, desde su tribuna habital, el periódico Frankfurter Allgemeine, le acusan de oportunismo y, en el peor de los casos, de doble juego con el poder de entonces. El resultado inmediato fue la desaparición de Wolf de la nominación al Nobel: de conciencia moral de un país dividido, ha pasado a ser poco menos que un ser despreciable. No obstante, algunas voces (Günter Grass entre ellas) se han levantado a su favor, mientras hay quien recuerda que hay un oscuro capítulo stalinista en la biografía de Reich-Ranicki. Por otra parte, Syberberg quien también nació (1935) en la parte este de Alemania, pero huyó a la RFA y se consagró mundialmente con Hitler, un filme de Alemania (1976), de siete horas de duración parece, como Wolf, que sus intereses actuales se centran en románticos, como lo prueba su extraordinario montaje teatral de Die Marchise von O, de Kleist, un monólogo interpretado por Edith Cléber. Syberberg repudia la actual Alemania unificada y, en especial, la antigua RFA, por lo que ha decidido concentrar sus apariciones públicas a la antigua RDA. Wolf, quien creyó hasta el último momento (noviembre de 1989) en la posibilidad del socialismo que propugnaba su desaparecido país, manifiesta seguir creyendo en esta utopía, mientras también proyecta el mito hacia los románticos. ¿Será la utopía romántica la que sustituya las desaparecidas utopías en las que hemos creído en la segunda mitad de nuestro siglo? Una pregunta intrigante en esta nueva Europa en la que también nos encontramos. En cualquier caso, la polémica surgida de una Wolf realista o la polémica que levanta Syberberg en cada una de sus apariciones públicas, seguramente durarán mucho menos que la vigencia de un mito, o lo que es más interesante, la necesidad de mito como el adoptado por estos dos creadores alemanes.