PASCUA, VIDA QUE BROTA DE LA MUERTE Mensaje pascual Concordia. Pascua de 2011 A toda la querida comunidad de la diócesis de Concordia: Pascua es la celebración del Misterio de Jesús que nos habla de cruz y de gloria. Jesús nació pobre, en un establo, y murió en la mayor de las pobrezas que fue la de la cruz. Esa muerte es el punto más bajo de la humillación del Hijo de Dios hecho hombre. “Se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz”. En la cruz clamó como los pobres en sus angustias: “Tengo sed”; “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Pero en el dolor extremo, la voz de Jesús es también una voz de esperanza. Ante la pobreza del abandono de los amigos, en la Cena les anuncia: “ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo”. Y en el momento de expirar, Jesús, con un grito, exclamó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Su confianza es el Padre Dios. La cruz de Jesús es signo de Salvación. En su muerte en cruz Jesús está siendo levantado sobre la tierra por los hombres, pero ya es “elevado” triunfalmente a la gloria por el Padre. Por eso desde la cruz atrae a todos hacia sí. No nos atraen el dolor y la muerte. Nos arrebatan hacia Jesús el amor con que se entrega y la fidelidad al Padre hasta dar su vida por los pecadores, nos conquista el perdón que nos ofrece, nos atrae la Vida que brota de su muerte. La pobreza duele. Pero Jesús la tomó de nosotros como compañera de camino hasta el fin, y a cambio nos dio la riqueza suya, la Vida divina. En este sepulcro de oscura muerte que tantas veces sufrimos, la soledad, la enfermedad, la pobreza, y sobre todo, el pecado, que es la pobreza de no tener a Dios, podemos escuchar al Señor que como a Lázaro nos dice “¡ven afuera!”. Jesús, destruyendo el imperio de la muerte, dio a todo el mundo su resurrección para la vida, vida digna en el presente, vida en Dios por la gracia, Vida eterna en la gloria. La vida es hermosa si es nueva, si es generosa, si es fuerte, y sobre todo si es santa, es decir, si es Vida en Cristo, vencedor del pecado y de la muerte, dador del Espíritu Santo. La voz de esperanza y el signo de Vida que Jesús nos deja con su resurrección nos empujan al encuentro de nuestros hermanos, especialmente los que sienten el dolor de la pobreza en cualquiera de sus formas. La solidaridad en gestos y acciones concretas, personales y comunitarias, es el signo de la Vida que se ha recibido y se comparte con largueza y amor, como Jesús. Ante las realidades de muerte que nos envuelven, ante todas las formas de exclusión de una vida digna en nuestra sociedad, Jesús resucitado llega ofreciendo Vida plena, pero quiere hacerlo por medio de nuestros gestos, nuestras manos, nuestros corazones desbordantes de un amor que construya justicia y comunión. Él, que pasó haciendo el bien, viene ahora a nuestro encuentro y nos compromete para ser sus discípulos y colaboradores en la promoción de la dignidad humana y de relaciones sociales justas y fraternas. Cuando la pobreza nos toca, luchamos con la fuerza del Señor que nos conforta. Cuando la pobreza del hermano nos duele, nos hacemos solidarios. Cuando la pobreza de la ausencia de Dios en los corazones y en la sociedad nos debilita, pedimos la fortaleza del Espíritu Santo para ser testigos de Jesús Resucitado, misioneros de la Vida. Y siempre confiando en Dios, con “alma de pobres”, de aquellos a quienes pertenece el Reino de los Cielos. La Pascua es la verdadera Salvación para la humanidad. Salvados en esperanza, caminamos junto a Jesús para que la novedad de la Vida llegue a todos. Les deseo una Santa Pascua de Resurrección, bendecidos por el Señor. Reciban el cálido afecto de su obispo: Luis Armando Collazuol Obispo diocesano