6 de agosto 1945. Lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima La primera bomba atómica cayó en Hiroshima Las guerras mienten Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar: Yo mato para robar. Las guerras siempre invocan nobles motivos, matan en nombre de la paz, en nombre de dios, en nombre de la civilización, en nombre del progreso, en nombre de la democracia y si por las dudas, si tanta mentira no alcanzara, ahí están los grandes medios de comunicación dispuestos a inventar enemigos imaginarios para justificar la conversión del mundo en un gran manicomio y un inmenso matadero. Las armas exigen guerras y las guerras exigen armas y los cinco países que manejan las naciones unidas, los que tienen derecho de veto en las Naciones Unidas resultan ser también los cinco principales productores de armas. Uno se pregunta ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo la paz del mundo estará en manos de los que hacen el negocio de la guerra? En los últimos momentos de la II Guerra Mundial, en medio de las atrocidades vividas en la contienda, quedaba por vivir un decisivo penúltimo episodio: el ataque con bomba atómica. Ocurrió en Hiroshima (Japón), el responsable de este hecho fue Estados Unidos, ordenados por el presidente Truman para conseguir la rendición nipona con consecuencias terriblemente devastadoras. El ataque fue calificado por Japón como “táctica bestial”. Después de Hiroshima, Nagasaki Tres días después de Hiroshima, una segunda bomba caía sobre Nagasaki. Tras este segundo bombardeo Japón aceptaba el ultimátum de rendición, esto se hizo oficial el 15 de agosto de 1945 y que significaba el fin de la II Guerra Mundial y el comienzo de la “era atómica”. El número de víctimas: 192.020. Tsutomu Yamaguchi sobrevivió al ataque de Hiroshima y también al de Nagasaki y a raíz de ello decidió dedicar el resto de su vida a luchar contra el armamento nuclear. Falleció justamente en el año en que se conmemoraban los 65 años de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Tras el desastre, para bien o para mal la ciudad nipona se convirtió en un símbolo contra las guerras cuyo lema era simple pero muy claro: “Hiroshima, nunca más”.