abusos y agresiones sexuales a menores de trece años

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UNIVERSIDAD DE OVIEDO
ABUSOS Y AGRESIONES
SEXUALES A MENORES
DE TRECE AÑOS
DERECHO PENAL II
PALOMA LANTERO MADIEDO
DNI: 71682762-L
05/06/2012
CURSO 2011-2012
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN____________________________________________________ 3
CONSIDERACIONES ACERCA DEL BIEN JURÍDICO PROTEGIDO_________ 6
ANÁLISIS DE LOS TIPOS PENALES___________________________________10
-
Tipo básico de abuso sexual a un menor de trece años__________________10
Tipo básico de agresión sexual a un menor de trece años_______________ 12
Agravación de los tipos básicos por violación (violenta o no violenta)____ 17
Modalidades agravadas_________________________________________ 20
Prevalecimiento por parte del sujeto activo de su condición de autoridad__ 23
El delito de ciberacoso sexual o “child grooming”____________________ 24
OTRAS CONSIDERACIONES ACERCA DE LOS ABUSOS Y AGRESIONES
SEXUALES A MENORES____________________________________________ 27
1.
2.
3.
4.
Continuidad en los abusos y agresiones a menores
Dificultades a la hora de la persecución y enjuiciamiento de éstos delitos
Prescripción
Controversia acerca de la finalidad de la pena
CONCLUSIÓN_____________________________________________________ 31
BIBLIOGRAFÍA____________________________________________________31
2
INTRODUCCIÓN
En éste trabajo se pretende abordar el estudio de los tipos penales contenidos en el
Código Penal relativos a los abusos y agresiones sexuales contra menores de trece años,
teniendo en cuenta la última reforma introducida por la LO 5/2010, de 22 de junio, que
incorpora nuevas conductas típicas redactando el Capítulo II bis del Título VIII “De los
abusos y agresiones sexuales a menores de trece años” y añade el artículo 183 bis CP
referido al delito de ciberacoso sexual o “Child grooming”.
Junto con el estudio jurídico, abordaremos otros aspectos relacionados con ésta materia,
que ha sido ampliamente estudiada no sólo desde el punto de vista penal, sino también
desde el punto de vista psicológico y criminológico.
El Legislador español ha seguido la técnica legislativa de castigar separadamente y
con penas sensiblemente más severas los delitos de abusos y agresiones que tienen
como víctimas a menores de trece años.
Tal agravación parece justificada debido a las particulares circunstancias que rodean a
los menores de edad como víctimas de comportamientos delictivos, unido a la
especialidad de los delitos de naturaleza sexual y a las peculiaridades que concurren en
los delincuentes sexuales de menores.
Efectivamente, “la mayor vulnerabilidad de los menores de edad para ser víctimas de
comportamientos delictivos, unido a las mayores dificultades que encuentran los niños
para transmitir a los adultos sus problemas y sufrimientos, determina, inicialmente, una
complejidad mayor para perseguir esta clase de delitos que los sufridos por personas
mayores de edad”1.
No cabe duda de que tales conductas típicas “presentan especiales dificultades para su
persecución derivadas, en muchos casos, de la pertenencia del agresor al círculo
cercano a la víctima, creando en ésta un importante conflicto de sentimientos en el
momento de plantearse la posibilidad de la denuncia, así como, frecuentemente,
derivadas también de la falta de pruebas y vestigios de su comisión, al perpetrarse
siempre estos delitos en reductos de máxima intimidad”.
Por otra parte, la propia naturaleza del delincuente sexual, hace que con frecuencia
fracasen las políticas de resocialización y reinserción social de los mismos, generando
además una gran alarma social la puesta en libertad de delincuentes de esta naturaleza
(Caso Mariluz) aun habiendo éstos cumplido sus penas.
Todo lo anterior, junto con los daños que para la formación y evolución psíquica del
menor genera el delito, hace que el Derecho penal tenga que desarrollar un tratamiento
1
“Medidas para la protección de la infancia frente a los actos de explotación y abuso sexual”. Defensor
del Pueblo de la Comunidad de Madrid. Junio 2008
3
específico e individualizado de actuación como reacción efectiva ante los abusos y
agresiones sexuales a menores de 13 años.
Las estadísticas confirman lo expuesto y aumentan las preocupaciones sobre el tema:
-
-
-
-
Según datos de la Asociación para la Sanación y Prevención del Abuso Sexual
Infantil (ASPAI), el 23% de las niñas y el 15% de los niños españoles sufre
abusos sexuales antes de cumplir los 17 años.
El 44,2 % de los casos se repite en varias ocasiones.
En un alto porcentaje de los casos (86%), los abusos se silencian porque son
cometidos por miembros de la propia familia o entorno de la víctima.
La mayor parte de los agresores con adultos de mediana edad. Sin embargo,
resultados de recientes estudios reflejan un creciente número de adolescentes
responsables de abuso sexual infantil.
La mayoría de los niños que han sido objeto de abusos sexuales parecen
provenir de familias formadas por un solo padre o padrastros y con un nivel
elevado de conflictos matrimoniales.
La organización ASPAI advierte de que “gran parte de la sociedad” niega la
existencia y el elevado índice de frecuencia de éstos abusos.
Datos de la World Association of Early Childhood Educators (WAECE) estiman
que el 95 % de los abusadores de niños fueron ellos mismos abusados en su
infancia (transmisión intergeneracional del abuso infaltil)
Desde un punto de vista psicológico, las primeras teorías postulaban una relación entre
el abuso infantil y la presencia de enfermedades mentales o de algún síndrome o
desorden psicológico específico. Sin embargo en la actualidad se admite que sólo entre
un 10 y un 15 % de los padres abusivos ha sido diagnosticado con un síntoma
psiquiátrico específico 2. Lo que sí se muestran los estudios realizados es una fuerte
relación entre el consumo de drogas y alcohol en exceso y el abuso sexual infantil, dado
que estas sustancias mediatizan la aparición de desórdenes psiquiátricos.
Por otro lado, los partidarios del enfoque sociológico postulan que las variables
relativas a la salud mental del individuo desempeñan un papel secundario en la etiología
del abuso físico. El modelo sociológico se centra en las condiciones sociales
provocadoras del estrés que socavan el funcionamiento de la familia, así como los
valores y prácticas culturales que estimulan la violencia social y los castigos corporales
a los niños.
En definitiva, el modelo del estrés social considera a los padres como víctimas de las
fuerzas sociales, centrándose en las interacciones de la familia con la sociedad y en las
consiguientes presiones que debe soportar. Determinados factores económicos como la
pérdida del trabajo o la escasa satisfacción en el mismo con frecuencia se relacionan con
los abusos. Además cuando los padres no cuentan con un sistema de apoyo social que
2
JOSÉ CANTÓN DUARTE Y Mª ROSARIO CORTÉS ARBOLEDA. “Malos tratos y abuso sexual infaltil”. Siglo
Veintiuno de España Editores, S.A. Madrid, 2002. En la pág. 19
4
mitigue su estrés, se van aislando socialmente, haciéndose más factible que ocurran los
malos tratos3.
Ante éstas dos posturas, lo mejor será adoptar un punto de vista ecléctico y
comprensivo de ambos enfoques, admitiendo la influencia tanto de la historia personal
del individuo como del contexto económico-social y familiar en el que se ve envuelto.
Para finalizar ésta aproximación al tema que se aborda en éste trabajo, parece adecuado
el examen del siguiente gráfico 4, que muestra el cuadro sintomatológico de los
menores víctimas de estas intolerables conductas.
A CORTO PLAZO
A LARGO PLAZO
Físicos
Problemas de sueño (pesadillas).
Cambios en los hábitos de comida.
Pérdida del control de esfínteres.
Conductuales
Consumo de drogas o alcohol.
Huida del hogar.
Conductas autolesivas o suicidas.
Hiperactividad
Bajo rendimiento académico.
Miedo generalizado.
Hostilidad y agresividad.
Culta y vergüenza.
Depresión
Ansiedad
Baja autoestima y sentimientos de
estigmatización
Rechazo del propio cuerpo
Desconfianza y rencor hacia los
adultos
Trastornos de estrés postraumático
Conocimiento sexual precoz o
inapropiado para su edad
Masturbación compulsiva
Excesiva curiosidad sexual
Conductas exhibicionistas
Problemas de identidad sexual
Dolores crónicos.
Hipocondría y trastornos de
somatización.
Alteraciones del sueño
(pesadillas).
Problemas gastrointestinales.
Desórdenes alimenticios,
especialmente bulimia nerviosa.
Intentos de suicidio.
Consumo de drogas y/o alcohol
Trastorno disociativo de identidad
(personalidad múltiple)
Emocionales
Sexuales
Sociales
Déficit en habilidades sociales
Retraimiento social
Conductas antisociales
Depresión
Ansiedad
Baja autoestima
Estrés postraumático
Trastornos de personalidad
Desconfianza y miedo de los
hombres
Dificultad para expresar o recibir
sentimientos de ternura y de
intimidad
Fobias o aversiones sexuales
Falta de satisfacción sexual
Alteraciones en la motivación
sexual
Trastornos de la actividad sexual y
del orgasmo
Creencia de ser valorada por los
demás únicamente por el sexo
Problemas en las relaciones
interpresonales
Aislamiento
Dificultades en la educación de los
hijos/as.
3
JOSÉ CANTÓN DUARTE Y Mª ROSARIO CORTÉS ARBOLEDA. “Malos tratos y abuso sexual infaltil”. Siglo
Veintiuno de España Editores, S.A. Madrid, 2002. En la pág. 34
4
Gráfico tomado del ensayo “Aproximación psicológica a la problemática de los abusos sexuales en la
infancia”, MARÍA LAMEIRAS FERNÁNDEZ, Universidad de Vigo. Recogido en “Abusos Sexuales en la
infancia”. Biblioteca Nueva, Madrid, 2002. En la pág. 76.
5
CONSIDERACIONES ACERCA DEL
BIEN JURÍDICO PROTEGIDO
La cuestión relativa a la determinación del bien jurídico protegido que se pretende
proteger con la tipificación de éstos delitos ha sido siempre controvertida (honestidad,
moral sexual, libertad sexual, indemnidad sexual).
Hasta la reforma de 1989, nuestros Códigos históricos habían caracterizado estas
conductas como “Delitos contra la honestidad”. Era ésta una rancia fórmula que se
venía arrastrando desde el Código Penal de 1848, época en la que quizás pudiera tener
algún sentido la referencia a la honestidad de la persona, entendida ésta en sentido
sexual, pero en la década de los 80 del siglo xx ya nadie pensaba seriamente que ese
valor tuviese la necesaria aptitud para convertirse en el bien jurídico categorial de los
delitos de contenido sexual.
Como señala el profesor CARLOS SUÁREZ-MIRA RODRÍGUEZ “era inimaginable
interpretar literalmente el término honestidad como alusivo al honor, decoro o moral
sexuales, el cual además presentaba algún inconveniente de calado. Así, de entender que
era la honestidad el objeto de protección, se llegaría a considerar atípicas las conductas
que recayeran sobre persona reputada socialmente deshonesta, o incluso sobre persona
respecto de la cual el calificativo de honesta resultara impropio, como es el caso de los
niños de corta edad”5.
Ésta mayoritaria posición doctrinal, compartida por la Jurisprudencia del Tribunal
Supremo, influyó en el legislador a la hora de abordar la reforma, claramente reclamada,
de 1989.
La LO 3/1989, de 21 de junio sustituyó la rúbrica alusiva a la honestidad por la de
“Delitos contra la libertad sexual”, prescindiendo de la carga moralizante que
presentaba la anterior rúbrica.
Ésta situación se prolongó durante el tiempo que siguió vigente el Código Penal anterior
y pervivió en la redacción del nuevo Código Penal de 1995. Sin embargo, pronto se
produciría un nuevo cambio en la legislación penal sexual mediante la LO 11/1999 de
30 de abril, que reescribió la rúbrica del Título VIII con un añadido que ya había
venido siendo debatido por la doctrina muchos años atrás; ahora se titula “Delitos
contra la libertad e indemnidad sexuales”, conceptos que pasamos a analizar a
continuación.
5
CARLOS SUÁREZ-MIRA RODRÍGUEZ, Universidad de La Coruña. “Los delitos de agresiones y abusos
sexuales contra menores”, recogido en “Abusos Sexuales en la infancia”. Biblioteca Nueva, Madrid,
2002. En la pág. 42.
6
LIBERTAD SEXUAL
La doctrina dominante concreta en la libertad sexual el bien jurídico protegido en el
Título VIII, sin perjuicio de que haya otros objetos jurídicos tutelados en algunos de los
tipos que lo conforman.
Según ha reconocido ampliamente la jurisprudencia: “el concepto de libertad sexual no
se opone sustancialmente al de libertad personal, sino que se trata de una manifestación
de ésta que singulariza la facultad general de autodeterminación voluntaria,
refiriéndola al sector de la esfera sexual”.
También suele decirse que de la libertad sexual derivan dos aspectos:
a) Dinámico-positivo: significa la libre disposición por la persona de sus propias
capacidades y potencialidades sexuales.
b) Estático-pasivo: se contempla la libertad sexual en un sentido defensivo,
comprensivo de las posibilidades de repeler los ataques de índole sexual que
puedan producirse.
En los tipos recogidos en el Título VIII, dicho de forma amplia, se castiga la
implicación de alguien en una práctica de naturaleza sexual en contra de su voluntad,
con ésta viciada o sin ella o incluso contando con ella, en algún caso, así como colocar a
una persona en situación propicia para que un evento de aquella especie tenga lugar
INDEMNIDAD SEXUAL
“Si tenemos en cuenta que la libertad sexual se entiende como capacidad de
autodeterminación sexual, y los menores e incapaces carecen, por definición, de
ésta capacidad, en el caso de las agresiones sexuales que afecten a menores e incapaces
no podrá hablarse de libertad sexual, pues difícilmente se puede proteger aquello de lo
que se carece”6.
Por esta razón se ha preferido acudir a términos diferentes (muchas veces eufemísticos)
para referirse al bien jurídico que ha de protegerse cuando la víctima del delito sea un
menor o incapaz. Se habla de “intangibilidad sexual”, “intangibilidad carnal”,
“seguridad sexual” o “indemnidad”, expresión ésta última por la que ha optado el
legislador español.
Con base en el concepto de indemnidad sexual, la protección de menores e incapaces se
orienta a evitar ciertas influencias que incidan de modo negativo en el desarrollo futuro
de su personalidad; y en el caso de los menores, para que cuando sean adultos puedan
decidir en libertad sobre su comportamiento sexual.
6
ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y agresiones sexuales a menores
de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85-103),
2010, Universidad de San Sebastián (Chile)
7
Como anteriormente señalamos, el concepto de “indemnidad sexual” fue introducido
por la LO 11/1999, de 30 de abril.
En palabras del Tribunal Supremo, Sala de lo Penal, Sentencia 2578/2006 (Roj), de
2 de mayo: la modificación del Código Penal de 1995, introducida por la LO 11/99 de
30 de abril, relativa a los delitos contra la libertad sexual, vino a ampliar el ámbito de
protección, en atención a la importancia de los bienes jurídicos en juego, que no se
reduce a la expresada libertad sexual, ya que también se han de tener muy
especialmente en cuenta los derechos inherentes a la dignidad de la persona humana,
el derecho al libre desarrollo de la personalidad, en definitiva a la integridad e
indemnidad sexual de los menores o incapaces, bien jurídico que sectores doctrinales
consideran autónomo y diferenciado de la libertad sexual y que quedaría cifrado en el
derecho de los menores o incapaces a estar libres de cualquier daño de orden sexual,
en la preocupación o interés porque éstos tengan un desarrollo de la personalidad
libre, sin injerencias extrañas a sus intereses, un desarrollo psicológico y moral sin
traumatismos y un bienestar psíquico, en definitiva el derecho del menos a no sufrir
interferencias en el proceso de formación adecuada a su personalidad (FJ 2º).
Un sector de la doctrina se inclina hacia la opinión de que en realidad “los menores e
incapaces también tienen libertad sexual, pero su especialidad hace que no se les
reconozca y que a su consentimiento no se le atribuya idéntico papel que al de los
demás” 7.
Entienden éstos autores que el concepto de “indemnidad sexual” carece de sustantividad
propia, dado que se trata de un concepto complementario a la libertad sexual. En
consecuencia, lo que se tutela en los tipos de protección de menores sería también la
libertad sexual, dado que éste último concepto de libertad sexual también implica la
prohibición de todo tipo de conductas sexuales respecto a personas que desde un
principio carecen de libertad y de autodeterminación.
La diferencia radica en que mientras a los adultos psíquicamente sanos se les supone
capacidad suficiente para gestionar autónomamente el impulso sexual, a los menores e
incapaces, no. Por ello, el aparato estatal rodea de cautelas la actividad sexual con
estas personas. Pero esa tutela cualificada no supone pronunciamiento alguno sobre su
libertad sexual.
No obstante, hay que admitir que tanto legislador como doctrina han reconocido
ampliamente la utilización del concepto de “indemnidad sexual” para referirse a la
protección de menores e incapaces, por lo que a ello nos atenemos.
En relación al consentimiento de los menores, se aprecia una evolución en la posición
del legislador. En un primer momento, se fijó en doce años la edad mínima para
consentir válidamente, siendo elevada ésta a trece con la reforma de 1999.
7
“Manual de Derecho Penal. Tomo II. Parte Especial”. Coordinador: CARLOS SUÁREZ-MIRÁ RODRÍGUEZ.
Thomson. Civitas. Pamplona, 2008. Págs. 158 y 159.
8
Más tarde se eliminó del Código cualquier referencia a una edad concreta, estableciendo
que el consentimiento se determinaría “por razón de su edad”, dejando
consecuentemente un amplio margen de discrecionalidad a la autoridad judicial.
Sin embargo, en la última reforma del año 2010 se ha optado, por razones de seguridad
jurídica, volver a fijar una concreta edad en vez de optar por el criterio (mucho más
impreciso y de determinación mucho más compleja) de valorar la madurez de cada
víctima en particular para autodeterminarse válidamente en relación con su sexualidad.
Ello permite sostener a la jurisprudencia que el Código establece una presunción iuris
et de iure sobre la ausencia de consentimiento.
De nuevo la Sentencia del Tribunal Supremo 2578/2006 (Roj), Sala de lo Penal, de
2 de mayo resulta reveladora: al tratarse de menores de 13 años, el art. 181.2 CP
(ahora respecto a los menores de 13 años, el 183.1, tras la LO 5/2010) establece una
presunción “iuris et de iure” sobre la ausencia de consentimiento por resultar los
supuestos contemplados incompatibles con la consciencia y la libre voluntad de acción
exigibles. Hay presunción porque efectivamente se eleva a verdad jurídica lo que
realmente es sólo posible, y siendo “iuris et de iure”, no se permite, en principio,
indagar las condiciones del menor para confirmar la existencia de esa capacidad que
la Ley considera incompleta, porque en estas edades o los estímulos sexuales son
todavía ignorados o confusos o, en todo caso, si son excitados, no pueden encontrar en
la inmadurez psiquio-física del menor contraestimulos suficientemente fuertes y
adecuados, lo que implica que dicho menor es incapaz para autodeterminarse respecto
del ejercicio de su libertad secual, negándole toda la posibilidad de decidir acerca de
su incipiente dimensión sexual y recobrando toda su fuerza el argumento de la
intangibilidad o indemnidad como bien jurídico protegido.
Consecuentemente, en los supuestos de menor de 13 años, nos encontramos ante una
incapacidad del sujeto pasivo para prestar un consentimiento válido, resulta
irrelevante el consentimiento de aquél en mantener relaciones, toda vez que por
debajo de ese límite legamente previsto, se considera la menor con una voluntad
carente de la necesaria formación para poder ser considerada libre y aunque acceda
o sea condescendiente con el acto sexual, no determina, en forma alguna, la licitud de
éste (FJ 3º).
En la sentencia que acaba de ser transcrita (STS 2 de mayo de 2006), la defensa del
acusado pretendía argumentar sobre la base de que el menor de 10 años que había sido
objeto del delito de abusos sexuales había consentido el acto sexual. Sin embargo el
Tribunal, apoyándose en la presunción establecida en el Código, es rotundo: pretender
que un niño de aún 10 años de edad tiene capacidad de determinación porque no se
opuso (fue convencido) a la actuación del acusado de 61 años y que los actos que se
describen en el relativo fáctico no tenían potencialidad para afectar y perturbar, en los
aspectos sexuales, el normal curso de la personalidad en formación del menor, resulta,
cuando menos, sencillamente inaceptable y no precisa de mayores comentarios y
argumentaciones (FJ 4º).
9
ANÁLISIS DE LOS TIPOS PENALES
Los tipos penales que vamos a estudiar a continuación se ubican en el nuevo Capítulo II
bis del Título VIII, “De los abusos y agresiones sexuales a menores de trece años”.
TIPO BÁSICO DE ABUSO SEXUAL A UN MENOR DE TRECE AÑOS
Se encuentra tipificado en el artículo 183.1 CP cuya literalidad reza: “El que realizare
actos que atenten contra la indemnidad sexual de un menor de trece años será castigado
como responsable de abuso sexual a un menor con la pena de prisión de dos a seis años”
El delito de abusos sexuales se caracteriza por el atentado contra la libertad o
indemnidad sexual de la víctima, cometido sin violencia ni intimidación. Como hemos
visto, en el caso de los menores de 13 años, el aparente consentimiento carece de
validez, ya que se establece una presunción “iures et de iure” acerca de su irrelevancia
penal.
A) SUJETOS
Se trata de un delito común, pudiendo llevar a cabo la conducta típica tanto el hombre
como la mujer y siendo imaginables tanto prácticas heterosexuales como homosexuales.
La amplia redacción legal “el que” permite admitir múltiples combinaciones.
Pueden ser sujetos pasivos de éste delito personas de ambos géneros, debiendo incluirse
también a persona prostituida o de vida promiscua, pues es indubitable que también
deben recibir una correcta protección penal.
También puede ser sujeto pasivo el cónyuge o pareja de hecho o persona con la que se
vive “more uxorio” (recuérdese que el Código civil español permite contraer
matrimonio a los menores de catorce años), ya que en éste tipo de delitos no se ven
condicionados por el estado civil de la persona.
B) CONDUCTA TÍPICA
Deben incluirse como conducta típica “cualesquiera conductas que involucren al menor
en un contexto sexual ajeno, sin que concurra ni violencia ni intimidación” 8.
La Sentencia 849/2003 (Roj) del Tribunal Supremo, Sala de lo Penal, de 11 de
febrero, resuelve un caso típico de abuso sexual cometido contra dos menores. Los
hechos se resumen en su fundamento jurídico segundo: Soledad tenía 10 años en 1999,
y Almudena 12 años de edad. Estas dos niñas se encontraban con el acusado a causa de
8
ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y agresiones sexuales a menores
de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85-103),
2010, Universidad de San Sebastián (Chile)
10
ser amigas del nieto del mismo, llamado Fidel , igualmente de diez años de edad, en
1999, lo que en función de dicha circunstancia fue permitido por las madres de las dos
niñas, dejándolas a cargo del padre de otra de sus amigas, Julia , precisamente el
acusado Javier. Durante los episodios de abusos sexuales se aprovecha esta
circunstancia por Javier , situando a las menores en parajes solitarios de los parques,
como consta en el "factum" para, en uno de los varios episodios que se relatan, y tras
bajarse los pantalones y el calzoncillo, tumbándose en la hierba, "comenzando una
masturbación; seguidamente tomó a las menores a la altura de sus muñecas y llevando
sus manos, de forma alternativa de una y otra niña, junto con la suya, siguió en dicha
actividad masturbatoria".
Tales hechos fueron considerados por el Alto Tribunal como constitutivos de un delito
de abuso sexual, como también lo han sido en otros casos un beso en la mejilla, en la
cara, nariz y boca; tocamientos en zonas íntimas; tocar el vientre por encima del
pantalón, etc.
C) TIPO SUBJETIVO
Los tipos de abusos sexuales exigen dolo, es decir, tanto el conocimiento sobre el
carácter sexual del acto y la edad de la víctima, como la voluntad de ejecutarlo.
Por consiguiente, si el sujeto actúa bajo un error que incida sobre los elementos del tipo
(edad de la víctima), será tratado como error de tipo (art. 14 CP), que se der
invencible dará lugar a la impunidad de su conducta.
Por ello, como indica RAMÓN RAGUÉS I VALLÉS “una alegación frecuente en esta
modalidad de abusos es el desconocimiento de la edad exacta de la víctima por parte
del sujeto activo, sobre todo cuando aquélla se encuentra en una edad próxima al límite
legal. Una eventual admisión de este error tiene como consecuencia la imposibilidad de
apreciar la presente modalidad típica con independencia de su vencibilidad, puesto que
los denominados “delitos sexuales” requieren siempre un comportamiento doloso, no
siendo punible la realización imprudente. Sin embargo, tales alegaciones no suelen
prosperar pues el Tribunal Supremo afirma que basta con que el autor tenga dudas
sobre la edad del sujeto pasivo para afirmar que concurre dolo eventual, una
interpretación que en la práctica restringe notablemente las posibilidades de apreciar un
error de tipo”9.
La Sentencia del Tribunal Supremo 816/2005 (Roj) de 11 de febrero, trata de un
caso de éstas características, en el que el acusado alega que actuó en la creencia de que
los menores contaban con la edad de catorce años, lo cual era evidenciado por su
desarrollo físico y por su desenvolvimiento, entendiendo que se trató de un error
invendible.
El Tribunal desestima el motivo alegado por la parte demandada y señala en el
fundamento jurídico cuarto: cuando el autor desconoce en detalle uno de los elementos
9
RAMÓN RAGUÉS I VALLÉS. “Lecciones de Derecho Penal. Parte Especial” Atelier libros jurídicos.
Barcelona, 2011. En la pág. 130.
11
del tipo, puede tener razones para dudar y además tiene a su alcance la opción entre
desvelar su existencia o prescindir de la acción, la pasividad en este aspecto seguida de
la ejecución de la acción no puede ser valorada como un error (de tipo) sino como dolo
eventual. Con su actuación pone de relieve que le es indiferente la concurrencia del
elemento respecto del cual ha dudado, en función de la ejecución de una acción que
desea llevar a cabo. Actúa entonces con solo eventual.
En el caso actual, el Tribunal descarta el error no solo porque el acusado puedo
enterarse simplemente preguntando a los menores por su edad (…) existen datos
objetivos que permiten afirmar que el acusado era consciente de que se trataba de un
menor de trece años y que incluso en el caso de que albergara alguna duda acerca de
la edad exacta pudo comprobarlo o bien abstenerse de la conducta. Al preferir la
ejecución de su plan de acción demostró que, al menos, le era indiferente la
concurrencia de ese elemento. Por lo tanto, puede afirmarse la existencia de dolo
eventual.
D) PENALIDAD
Los abusos infantiles no violentos sin acceso carnal llevan una pena de dos a seis años
de prisión. Como consideraciones al respecto podemos señalar:
-
-
La pena se eleva con respecto al tipo de abusos sexuales del artículo 181 CP,
que impone una pena de prisión de uno a tres años o multa de dieciocho a
veinticuatro meses.
Nótese que en el artículo 183.1 CP no se contempla la posibilidad de imponer
multa.
La consecuencia más relevante de la imposición de pena de prisión de dos a seis
años radica en la imposibilidad de evitar la pena privativa de libertad, que se
impone en todo caso.
TIPO BÁSICO DE AGRESIÓN SEXUAL A UN MENOR DE TRECE AÑOS
Encontramos la tipificación de la conducta de agresión sexual a un menor de trece años
en el artículo 183.2 CP: “Cuando el ataque se produzca con violencia o intimidación el
responsable será castigado por el delito de agresión sexual a un menor con la pena de
cinco a diez años de prisión”.
El elemento caracterizador de las agresiones sexuales se concreta en el empleo de
violencia o intimidación. Sólo cuando concurra alguno de estos modos comisivos puede
afirmarse la existencia de aquellas figuras. Esto las diferencia de los delitos de abuso
sexual que, expresamente, exigen la ausencia de violencia o intimidación.
12
A) SUJETOS
En relación a los sujetos del delito, cabe reproducir lo afirmado en relación con el tipo
básico de abusos sexuales. Se trata de un delito común ya que la acción comisiva puede
ser realizada por hombre o mujer; en cuanto al sujeto pasivo es indiferente el sexo, pero
es necesario que sea un menor de trece años.
En materia de autoría y participación caben todas sus formas. Respecto a los supuestos
de cooperación necesaria, destacan dos supuestos: la intimidación ambiental y la
cooperación necesaria por omisión.
La cooperación necesaria por omisión ha sido admitida por el Tribunal Supremo en
varias sentencias (STS de 6 de abril de 1992, STS de 25 de marzo de 1986). Requiere
para ello:
-
Un elemento objetivo constituido por la omisión, que ha de ser eficaz para la
producción del resultado típico.
Un elemento subjetivo, constituido por la voluntad de cooperar.
Se requiere además un específico deber derivado de un precepto jurídico o de
una situación de peligro precedentemente creada por el omitente que se coloca
en situación de garante.
En cuanto al supuesto de “intimidación ambiental”, se caracteriza por la presencia de
una o varias personas distintas del ejecutor del núcleo del atentado sexual de modo que
contribuyen a la creación de la situación intimidatoria que es aprovechada por el autor.
La STS 123/2001 (Roj) de 17 de enero, en su fundamento jurídico noveno, hace
referencia a la doctrina de la Sala de lo Penal referente a la cooperación necesaria en los
casos de agresión sexual: La doctrina reiterada de esta Sala (…) ha mantenido que es
cooperador necesario el que contribuye a coadyuvar al acceso carnal realizado por
otro mediante la aportación de una actividad proyectada a doblegar la voluntad de
resistencia de la víctima, y también los que en ejecución de un plan conjunto realizan
una acción en cuyo desarrollo tiene lugar la violación, así como, en caso de no existir
un plan preordenado previo, cuando varios individuos, con conciencia de la acción que
se realiza, determinan con su presencia un efecto intimidatorio ambiental sobre la
víctima de la violación materialmente ejecutada por otro agente, puesto que, en este
último supuesto, la sola presencia del copartícipe concorde con la agresión sexual
realizada por el otro sujeto, incrementa el clima de terror existente en cuando
ingrediente muy importante de un fuerte componente intimidatorio, acentuando el
desamparo y desvalimiento de la víctima, con lo cual esa presencia constituye por sí
cola cooperación eficaz e indispensable.
B) CONDUCTA TÍPICA
Como hemos dicho, la acción típica en el delito de agresión sexual consiste en “atacar la
indemnidad sexual del menor de trece años con violencia o intimidación”, siendo en
todo caso necesario probar la efectiva relación de causalidad.
13
En cuanto a la determinación de los actos que pueden ser constitutivos de este tipo, sólo
podrán estimarse comprendidas “aquellas acciones que representen una
manifestación del instinto sexual”10. Por ejemplo, tocar pechos o genitales a una mujer
mediante violencia.
Junto a con ello, debe exigirse que la misma tenga una cierta trascendencia y
gravedad para afectar de modo relevante a la sexualidad ajena. Conforme a ello, no
tienen entidad suficiente para constituir una agresión sexual típica acciones de
tocamientos y apretones aprovechando aglomeraciones en el metro, en el autobús o en
espectáculos públicos.
Por otra parte, la doctrina se encuentra dividida en cuanto a la necesidad o no del
contacto corporal entre los sujetos activo y pasivo para la consumación del delito. Tal
es el caso que se plantea en aquellos supuestos en los cuales el sujeto activo obliga a la
víctima, ejerciendo violencia o intimidación, a masturbarse en contra de su voluntad o
hacerse masturbar por la víctima.
En éstos casos se produciría un concurso de leyes entre un delito de coacción y de
agresión sexual, que se solucionaría aplicando el delito de agresión sexual mediante el
principio de especialidad (artículo 8 CP)
En opinión de ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ “es posible lesionar y atacar la
libertad e indemnidad sexuales mediante acciones que no supongan un contacto
corporal. No obstante lo anterior, esta exigencia de contacto corporal hay que entenderla
en sentido que si bien no es preciso que exista dicho contacto entre el autor y la víctima,
sí es preciso que exista algún tipo de contacto corporal en o sobre el cuerpo de la
víctima (contacto corporal restringido)”11.
Siendo elementos esenciales para la concurrencia de éste tipo penal la violencia o la
intimidación, será necesario conceptualizar dichos elementos y aportar ejemplos
jurisprudenciales
La violencia o “vis absoluta” se entiende como el empleo de violencia física con la
amenaza de que a mayor resistencia que oponga la víctima, mayor será la energía física
que aplicará el autor.
CARLOS SUÁREZ-MIRÁ RODRÍGUEZ define violencia como “toda energía física
exterior a la víctima, que proyectada inmediatamente sobre ésta, la determina, por haber
10
ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y agresiones sexuales a
menores de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85103), 2010, Universidad de San Sebastián (Chile)
11
ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y agresiones sexuales a
menores de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85103), 2010, Universidad de San Sebastián (Chile)
14
vencido su resistencia seria y continuada, a realizar o padecer un determinado acto
sexual”12.
El mismo autor señala como rasgos configuradores de la violencia que tenga carácter
físico y sea idónea y de carácter irresistible; “es necesario que tenga clara eficacia en
orden a doblegar una voluntad reacia al mantenimiento de la relación sexual querida por
el agente”.
En palabras de la Audiencia Provincial de Madrid, Sección 3ª, Sentencia de 9 de
febrero de 2010: …la violencia como fuerza física, acometiendo coacción o imposición
material e implica una agresión más o menos violenta, o por medio de golpes,
empujones, desgarros, es decir, fuerza eficaz y suficiente para vencer la voluntad de la
víctima.
La intimidación equivale a “amenazar”, esto es, un constreñimiento psicológico que
debe guardar cierta relación con la agresión, y revestir cierta gravedad. Es un elemento
de naturaleza psíquica y requiere el empleo de cualquier fuerza de coacción, o amenaza
con un mal racional y fundado.
Se define por tanto la intimidación como “toda prolación de un mensaje intimidatorio
intenso mediante el que un sujeto amenaza a otro con causarle un mal grave, futuro y
verosímil en alguno de sus intereses más preciados, si no accede a realizar o padecer un
determinado acto sexual”13.
La Sentencia del Tribunal Supremo 6008/1999 (Roj), Sala de lo Penal, de 1 de
octubre, resuelve un caso de violaciones continuadas de un padre a su hija menor de 13
años. En el proceso se constata que la menor accedía “ante el temor que le inspiraban
las amenazas del acusado que aseguraba a la niña en ocasiones, que de no acceder a sus
deseos, se suicidaría”.
El TS señala que según consolidada doctrina de esta Sala, por intimidación debe
entenderse el anuncio o conminación de un mal, grave, personal y posible que despierte
en el intimidado un sentimiento de miedo, angustia o desasosiego ante la posibilidad de
un mal real o imaginario que le haga doblegar su voluntad ante lo que se le impone
(STS de 22 de Mayo de 1992), ciertamente la intimidación, sin desconocer que los
hechos mismos tiene que contener un mínimo coeficiente de idoneidad y significación
para suscitar el temor en el ánimo del conminado, resulta más relevante el aspecto
subjetivo de la misma en la medida que tiene que ser suficiente atendiendo
primordialmente las concretas circunstancias de cada caso y muy singularmente las
condiciones y situación en que se encuentre la persona intimidada (SSTS de 2 de Junio
y 9 de Octubre de 1992). En definitiva la intimidación tiene como presupuesto un
12
CARLOS SUÁREZ-MIRA RODRÍGUEZ, Universidad de La Coruña. “Los delitos de agresiones y abusos
sexuales contra menores”, recogido en “Abusos Sexuales en la infancia”. Biblioteca Nueva, Madrid,
2002. En la pág. 48
13
CARLOS SUÁREZ-MIRA RODRÍGUEZ, Universidad de La Coruña. “Los delitos de agresiones y abusos
sexuales contra menores”, recogido en “Abusos Sexuales en la infancia”. Biblioteca Nueva, Madrid,
2002. En la pág. 49
15
mínimo de entidad objetiva, pero en definitiva lo relevante en última instancia es la
forma en que la misma ha sido vivenciada por la víctima, por lo que las condiciones de
esta y del entorno en que se producen, vienen a ser determinantes.
Atendidas éstas consideraciones, el Tribunal Supremo señala en el caso concreto que se
le plantea que: no de otra manera sino como intimidatoria debe calificarse la actitud
desarrollada por el padre hacia su hija Carla amenazando con suicidarse si no accedía
al acceso carnal –términos reflejados en el factum. … la intimidación no está
constituida por el suicidio sino por hacer responsable a Carla de aquella decisión; de
alguna manera este planteamiento es una manifestación del principio de transferencia
de culpabilidad… que trata de hacer responsable a la víctima de la acción del
verdugo(…) Es claro que en estas condiciones la amenaza tuvo los reqisitos de seriedad
e inmediatez exigibles, y que el perjuicio para la menor se encontraba en cargar sobre
su conciencia con la muerte del padre, situación que sin duda supone un ataque no en
el plano físico, pero sí claramente en el plano moral para la menor con evidente
perjuicio para su salud mental e integridad moral…(FJ 1º).
En la Sentencia del Tribunal Supremo, Sala de lo Penal 3575/2001 (Roj), de 27 de
abril, encontramos un caso de agresiones sexuales de un padre a su hija menor de
edad: el acusado, en diversas ocasiones y en diferentes días que no han podido ser
concretados, con ánimo de satisfacer sus deseos sexuales y aprovechando la
oportunidad de encontrarse a solas con su hija Gema en la vivienda familiar y de la
situación psíquica de sumisión de la misma derivada de las violencias físicas y
psíquicas que sobre ella ejercía, la obligaba a desnudarse por completo en su
dormitorio o en el del acusado al que era conducida, realizándole tocamientos por todo
el cuerpo. Junto con ello se constatan diversos delitos de lesiones, como quemaduras y
golpes.
Por último, se plantean como supuestos problemáticos en relación con la conducta
típica de agresión sexual los denominados “ataques sorpresivos”, en los que el sujeto
activo aprovecha lo inesperado de su conducta ante la situación desprevenida de la
víctima para realizar sobre ella una acción de naturaleza sexual no consentida.
Como señala ANTORIA MONGE GERNÁNDEZ “en estos casos, la doctrina penal
niega el carácter violento de la conducta, ya que en los citados ataques sorpresivos no se
constatan las características mínimas de ejercicio de fuerza física, y tampoco existe
intimidación. Las conductas sorpresivas no guardan relación con las conductas
violentas, pues el dato de que la acción sexual se realice repentinamente, no significa
que sea violenta, ni siquiera en aquellos casos en que la impresión pretende evitar la
resistencia previsible de la víctima” 14.
14
ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y agresiones sexuales a
menores de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85103), 2010, Universidad de San Sebastián (Chile)
16
C) TIPO SUBJETIVO
Como señalábamos respecto al tipo básico de abuso sexual, cabe afirmar que los tipos
subjetivos del artículo 183 CP se caracterizan por el dolo en la realización de la
acción, siendo decisivos el conocimiento y la voluntad de involucrar a una persona en
un contexto sexual.
Se discute por la doctrina si ha de concurrir en el sujeto activo un ánimo libidinoso
como especial elemento subjetivo del tipo en estos delitos. En opinión de los autores
CARLOS SUÁREZ-MIRA RODRIGUEZ, ÁNGEL JUDEL PRIETO Y JOSÉ
RAMÓN PIÑOL RODRÍGUEZ: “en muchos casos la presencia de intimidación o de
violencia y, muy en particular, la naturaleza de la conducta sexual impuesta, convierten
en ociosa la indagación de si se requiere o no un especial ánimo en el autor del atentado.
En cambio, cuando la acción efectuada admite ser considerada sexualmente equívoca,
porque puede tener o no una connotación venérea, parece que la exigencia de un
elemento subjetivo tiene plena razón de ser; exigencia que aparece acusadamente en los
abusos sexuales básicos que en las agresiones también básicas” 15
D) PENALIDAD
El delito de agresiones sexuales a menores de trece años lleva aparejada una pena de 5
a 10 años de prisión.
La pena aumenta de manera ostensible con respecto a las agresiones sexuales cometidas
contra un mayor de trece años, que va de uno a cinco años. Como principal
consecuencia ha de notarse que no es posible eludir la pena privativa de libertad.
AGRAVACIÓN DE LOS TIPOS BÁSICOS POR VIOLACIÓN (VIOLENTA
O NO VIOLENTA)
A partir de la tipificación de los tipos básicos de abusos y agresiones sexuales, el
legislador construye dos tipos cualificados mediante el artículo 183.3 CP: “Cuando el
ataque consista en acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, o introducción de
miembros corporales u objetos por una de las dos primeras vías, el responsable será
castigado con la pena de prisión de ocho a doce años, en el caso del apartado 1, y con la
pena de doce a quince años, en el caso del apartado 2”
15
CARLOS SUÁREZ-MIRA RODRIGUEZ (coord.), ÁNGEL JUDEL PRIETO Y JOSÉ RAMÓN
PIÑOL RODRÍGUEZ “Manual de Derecho Penal. Tomo II. Parte Especial”. Thomson.Civitas.
Pamplona, 2008. En la pág. 161.
17
Por lo tanto los tipos a los que nos estamos refiriendo serían:
-
Violación no violenta (como agravación del tipo de abuso sexual), contra un
menor de trece años, con una pena de prisión de ocho a doce años.
Violación (como tipo de agresión agravada) concurriendo violencia o
intimidación contra un menor de trece años, con una pena de prisión de doce a
quince años.
En cuanto a la conducta típica, puede distinguirse entre:
a) Acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal
Se trata de la tradicional interpretación que se venía dando a la violación como
“penetración del órgano genital de un varón en la vagina, el ano o la boca de otra
persona”.
Con relación a esta primera modalidad típica, es opinión mayoritariamente aceptada la
que sostiene como sujeto activo al varón, siendo indiferente el sexo del sujeto pasivo
(hombre o mujer).
Sin embargo no es nada pacífica en la doctrina la cuestión acerca de si puede ser una
mujer sujeto activo de ésta modalidad. Se trataría de una “violación inversa” cuyo
supuesto típico sería el de una mujer que se hace penetrar por el varón, con violencia o
intimidación tras haberle suministrado una dosis elevada de viagra.
Aún no admitiendo los supuestos de “violación inversa”, si podría aparecer una mujer
como coautora en éste delito, ejerciendo violencia o intimidación para que otro realice
el acceso carnal (cooperación necesaria).
Parte de la doctrina entiende producido el “acceso carnal” cuando “se produce la
penetración del órgano genital de un varón en la vagina, el ano o la boca de otra
persona, mediando violencia o intimidación. Dicho acceso implica, en el caso de la
violación vaginal, que el órgano genital del varón acceda o se introduzca en la vagina de
la mujer, rebasando, por consiguiente, el portal himeneal, no bastando con una simple
aproximación o contacto entre ambos genitales, aunque tampoco es necesaria la cópula
completa, ni mucho menos la eyaculación intra o extravaginal 16”.
No obstante hay que advertir que ésta no es una opinión compartida por toda la doctrina
ni por la jurisprudencia, en la que hayamos sentencias en uno u otro sentido.
Sin embargo baste decir que en la mayoría de sus resoluciones, el Tribunal Supremo
se acoge a la teoría de la coniunctio membrorum, según la cual basta con el
acoplamiento directo entre el órgano genital masculino y la vagina, hasta el extremo de
lo posible, para entender consumado el delito.
16
CARLOS SUÁREZ-MIRÁ RODRÍGUEZ (coord.), ÁNGEL JUDEL PRIETO Y JOSÉ RAMÓN PIÑOL RODRÍGUEZ.
“Manual de Derecho Penal. Tomo II. Parte Especial” Thomson.Civitas. Pamplona, 2008.
18
b) Introducción de miembros u objetos por alguna de las dos primeras vías
(vaginal o anal)
El significado tradicional de la violación ha sido ampliado al admitirse como segunda
modalidad típica de éste delito la introducción de objetos o de miembros corporales
(desde la LO 15/2003) por vía vaginal o anal.
Consecuentemente, pueden ser en ésta modalidad sujetos activos tanto el hombre como
la mujer, siendo asimismo indiferente el sexo del sujeto pasivo.
La jurisprudencia ha entendido como objetos “los cuerpos sólidos semejantes en
tamaño y forma al órgano genital masculino del que tratan de ser un sustitutivo sin que
quepa descartar el uso de instrumentos a los que el sujeto activo atribuya un significado
sexual”. Por ejemplo, han aparecido supuestos de introducción de palos, cuellos de
botellas, empuñaduras de paraguas, cañón de escopeta o pistola, un vibrador, etc.
Por miembro corporal habrá que entender cualquier parte del cuerpo susceptible de ser
introducida en tales cavidades (dedos, lengua, puño, etc.).
En relación con el debate doctrinal antes comentado, acerca de la necesidad o no de
contacto corporal entre el sujeto activo y pasivo, cabe señalar aquí que la manipulación
del miembro u objeto puede ser llevada a cabo por el autor de la agresión, pero en otras
ocasiones puede ser el propio sujeto pasivo quien se vea forzado a introducírselo a sí
mismo bajo la coacción violenta o intimidatoria del primero, dándose también el tipo de
violación, lo mismo que si alguien es obligado a introducírselo a un tercero.
En ambas modalidades (acceso carnal o introducción de miembros u objetos)
habrá de verificarse la existencia o no de violencia o intimidación, que determinará
si nos encontramos ante un tipo de abuso o de agresión.
Señala a éste respecto la STS 7194/2009 (Roj), de 24 de noviembre, que la violencia
empleada en el delito de violación no ha de ser de tal grado que deba presentar
caracteres irresistibles, invencibles o de gravedad inusitada, sino que hasta que sean
suficientes y eficaces en la ocasión concreta para alcanzar el fin propuesto del
yacimiento, paralizando o inhibiendo la voluntad de resistencia de la víctima y
actuando en adecuada relación causal, tanto por convencimiento de la inutilidad de
prolongar una oposición de la que, sobre no conducir a resultado positivo, podrían
derivarse mayores males, de tal forma que la calificación jurídica de los actos
enjuiciados debe hacerse en atención a la conducta del sujeto activo. Si éste ejerce una
fuerza clara y suficiente, entonces la resistencia de la víctima es innecesaria pues lo
que determina el tipo es la actividad o la actitud de aquél, no la de ésta (FJ 2º).
19
MODALIDADES AGRAVADAS
El artículo 183.4 CP prevé la agravación de la pena de prisión correspondiente en su
mitad superior cuando concurra alguna de las circunstancias que menciona:
a) Cuando el escaso desarrollo intelectual o físico de la víctima la hubiera
colocado en una situación de total indefensión y, en todo caso, cuando sea
menor de cuatro años.
Se trata de una nueva circunstancia introducida tras la reforma de 2010. Según la
Exposición de Motivos del Anteproyecto, tal agravación viene exigida por “la mayor
vulnerabilidad de los menores de edad para ser víctimas de comportamientos
delictivos”.
b) Cuando los hechos se cometan por la actuación conjunta de dos o más
personas.
El fundamento de tal agravación trae causa de la creencia de que la comisión en grupo
disminuye las posibilidades de una eficaz defensa por parte de la víctima, dada la
desproporción de fuerzas existente entre atacantes y atacado.
La agravación exige una actuación “concertada” por parte de los sujetos, en número de
dos o más, siendo indiferente que los intervinientes realicen todos y cada uno de los
elementos típicos de la agresión sexual, pues basta con que ejecuten alguno de los
hechos que integran el injusto típico.
Lo que sí ha de darse necesariamente es la presencia física de todos los intervinientes en
el lugar y en el momento ejecutivo del delito, conocida recíprocamente por todos ellos y
conscientes, por supuesto, de la finalidad común de realizar los actos sexuales.
La aplicación de esta cualificación deviene incompatible con las agravantes genéricas
de abuso de superioridad y con la alevosía.
c) Cuando la violencia o la intimidación ejercidas revistan un carácter
particularmente degradante o vejatorio.
El fundamento de la agravación reside en el mayor contenido de injusto, que supone el
trato vejatorio y degradante; esto es, un “plus” de vejación respecto del que es inherente
a todo ataque sexual.
Esta agravación impide la concurrencia del delito contra la integridad moral (art. 173
CP) dado que ello traería consigo la vulneración del principio “non bis in idem”,
según el cual un mismo hecho no puede resultar sancionado más de una vez. Por lo
tanto se aplica sólo el art. 183.4 c), quedando absorbido el atentado contra la integridad
moral en este último (principio de consunción).
20
Resulta asimismo incompatible la apreciación de la agravante de alevosía, quedando
aquella absorbida en el tipo cualificado.
Mas, dicho esto, ha de considerarse la dificultad que plantea la aplicación de esta figura
cualificada. Ello se debe a que, por definición, la violencia y la intimidación empleadas
contra una persona tienen por naturaleza cierto componente vejatorio, y por tanto resulta
difícil someter a criterios claros y preestablecidos ese “plus” de vejación.
A ésta dificultad se refiere la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo en su Sentencia
153/2001 (Roj), de 17 de enero, en la que se constata la correcta aplicación de éste
agravante: es cierto, como alega el recurrente, que toda agresión sexual que se realiza
por la fuerza o con intimidación, necesariamente supone un cierto grado de brutalidad
y determina vejación, menosprecio y humillación para la víctima del hecho. Por ello
mismo, para que la acción del sujeto activo sea merecedora de la agravación legal, es
menester la concurrencia de un grado de brutalidad, humillación o vejación superior
al que de por sí existe en toda violación ejecutada con fuerza o con intimidación. Pues
bien, la sentencia deja constancia de que los acusados, después de capturar a Blanca
cuando ésta intentaba huir, la golpearon, le arrancaron la camisa y la maniataron con
su propio sujetador; en estas condiciones la forzaron a dirigirse monte a través hasta la
chabola, le atan un cinturón al cuello y es reiteradamente violada bucal, vaginal y
analmente por Abelardo que le propina golpes y, después por Jesús Miguel que la
penetra por la boga y por la vagina permaneciendo amarrada durante todo el tiempo,
arrastrándola después, tirando de la correa que tenía al cuello, a una poza de agua.
Estos hechos revelan con nitidez un exceso de brutalidad y de violencia innecesario
para conseguir el fin lascivo pretendido, así como el sometimiento a la víctima a unos
tratos palpariamente humillantes, que afrentan a la dignidad humana y que, además,
son completamente gratuitos dada la situación de absoluto desamparo en que se
encontraba la joven. Todo ello sobrepasa notoriamente la carga degradante que toda
violación supone y constituye el plus de perversidad y de antijuridicidad que
fundamenta el precepto penal, correctamente aplicado (FJ 6º).
d) Cuando, para la ejecución del delito, el responsable se haya prevalecido de una
relación de superioridad o parentesco, por ser ascendiente, o hermano, por
naturaleza o adopción, o afines, con la víctima.
El fundamento de esta cualificación reside tanto en la disminución de las posibilidades
de defensa de la víctima, como en el prevalecimiento de la superioridad o el parentesco
por parte del autor. Pero sobre todo, se justifica la agravación en base al mayor daño
psíquico que conlleva generalmente para la víctima una agresión sexual protagonizada
por un miembro del entorno familiar.
Ha de señalarse la incompatible aplicación de éste precepto junto a las circunstancias
genéricas de abuso de superioridad y abuso de confianza.
El propio legislador condiciona la agravación no sólo a la existencia de una relación
de parentesco, sino que se exige el prevalecimiento por parte del sujeto:
21
-
-
“Con respecto a las agresiones sexuales, resulta difícil encajar el
prevalecimiento de una relación de superioridad o parentesco dada la propia
dinámica comisiva de aquéllas, caracterizadas por el empleo de la violencia o la
intimidación”.
Sin embargo, en relación a los abusos sexuales “la concurrencia de esta
circunstancia muestra una mayor coherencia, sobre todo teniendo en cuenta la
dinámica comisiva de los abusos y la relación de prevalecimiento”17.
La concurrencia de ésta modalidad agravada excluye la aplicación de las circunstancias
genéricas de abuso de superioridad y abuso de confianza.
Ésta agravación fue apreciada por el Tribunal Supremo en su Sentencia 1800/2002
(Roj), de 22 de noviembre. Los hechos probados demuestran que Humberto, en más de
tres ocasiones en el verano de 1991 se acostó en la misma habitación con su hija
Cecilia, a la sazón de 12 años de edad, realizándole tocamientos en todo el cuerpo y
forzándole a tocarle a él sus genitales, amenazándola con romperle a ella y a su madre
las piernas si contaba lo sucedido (FJ 1º).
Por el contrario, no apreció el Alto Tribunal este agravante en la STS de 26 de julio de
2000, debido a la nula incidencia de la relación parental en la comisión del hecho
(agresión sexual cometida contra la hermana adoptiva que no convivía bajo el mismo
techo, sino que hacía vida separada).
e) Cuando el autor haya puesto en peligro la vida del menor.
Se configura este agravante como un delito cualificado de peligro. Con él se busca
proteger no sólo la indemnidad sexual, sino también la vida del menor.
Para su apreciación, es necesario que el autor actúe con conocimiento de que su
conducta ha puesto en peligro la vida del menor, con circunstancias idóneas para ello.
Nos encontramos por tanto ante un tipo doloso y consecuentemente, y atendiendo al
sistema de “numerus clausus” para la imprudencia (art 12 CP), las puestas en peligro
imprudentes serán atípicas.
f) Cuando la infracción se haya cometido en el seno de una organización o de un
grupo criminales que se dedicaren a la realización de tales actividades”.
La introducción de esta nueva cualificación obedece a la obligación de armonizar el
ordenamiento español con la normativa europea (Decisión Marco 2004/68/JAI del
Consejo de Europa).
Debe entenderse por “organización delictiva” toda aquella asociación estructurada de
más de dos personas, establecida durante un cierto periodo de tiempo, y que actúe de
manera concentrada con el fin de cometer delitos sancionables penalmente, con
17
ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y agresiones sexuales a
menores de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85103), 2010, Universidad de San Sebastián (Chile)
22
independencia de que esos delitos constituyan un fin en sí mismos o una medida de
obtener beneficios patrimoniales y, en su caso, de influir de manera indebida en el
funcionamiento de la autoridad pública.
La actual cualificación no exige que el culpable pertenezca a una organización, sino que
es suficiente que aquél se sirva de la organización sin pertenecer a ella.
PREVALECIMIENTO POR PARTE DEL SUJETO ACTIVO DE SU
CONDICIÓN DE AUTORIDAD
El artículo 183.5 CP establece una última modalidad agravada: “En todos los casos
previstos en este artículo, cuando el culpable se hubiera prevalido de su condición de
autoridad, agente de ésta o funcionario público, se aplicará además la pena de
inhabilitación absoluta de seis a doce años”.
Según ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ “el fundamento de ésta agravación se basa
en la mayor confianza que los referidos sujetos pueden proyectar sobre menores de
edad”18.
Según la doctrina del Tribunal Supremo, la aplicación de esta circunstancia requiere la
concurrencia de dos elementos: que la condición de funcionario sea real y que esa
condición se ponga al servicio del propósito criminal.
Un caso de éstas características es el que resuelve la Sentencia del Tribunal Supremo
814/2005 (Roj), de 11 de febrero. El acusado era educador dependiente de la
Generalitat de Catalunya, que desempeñaba sus funciones en un centro de acogida; en
dicho centro se encontraba acogido Cosme… que trabó amistad con el acusado… De
esta forma el acusado se fue ganando la confianza y el cariño de Cosme; lo que
aprovechó para efectuarle tocamientos, de contenido sexual, que derivaron en
consentir que el menor se dejara efectuar “felaciones” por parte del acusado.
Sin duda, el legislador penal tuvo en mente éste tipo de situaciones que pueden llegar a
producirse en centros de menores o de acogida. Como medida complementaria también
deviene necesario un efectivo control por parte de las autoridades superiores de los
centros, para evitar que se produzcan estos abusos.
18
ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y agresiones sexuales a
menores de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85103), 2010, Universidad de San Sebastián (Chile)
23
EL DELITO DE CIBERACOSO SEXUAL O “CHILD GROOMING”
El uso de las tecnologías, y más concretamente de internet, en la preparación y comisión
de delitos contra la indemnidad sexual de menores, fue la razón de la introducción
mediante la LO 5/2010 de éste nuevo tipo penal, que castiga el llamado “ciberacoso
sexual” o “child grooming”.
En efecto, el “grooming” es un nuevo tipo de problema relativo a la seguridad de los
menores en Internet, consistente en acciones deliberadas por parte de un adulto (o
varios) de cara a establecer lazos de amistad con un niño o niña en Internet, con el
objetivo de obtener una satisfacción sexual mediante imágenes eróticas o pornográficas
del menor, o incluso como preparación para un encuentro sexual.
Artículo 183 bis del Código Penal establece lo siguiente: “El que a través de internet,
del teléfono o de cualquier otra tecnología de la información y la comunicación contacte
con un menor de trece años y proponga concertar un encuentro con el mismo a fin de
cometer cualquiera de los delitos descritos en los artículos 178 a 183 y 189, siempre que
tal propuesta se acompañe de actos materiales encaminados al acercamiento, será
castigado con la pena de uno a tres años de prisión o multa de doce a veinticuatro
meses, sin perjuicio de las penas correspondientes a los delitos en su caso cometidos”.
A) SUJETOS:
Se configura, al igual que los tipos del artículo 183 CP, como un delito común,
pudiendo ser cometido tanto por hombre como por mujer. En cuanto al sujeto pasivo,
también será indiferente su género, si bien es preciso que sea menor de trece años.
B) CONDUCTA TÍPICA:
La conducta típica gira en torno a la acción nuclear de “contactar” y “proponer
concertar” un encuentro de carácter sexual con un menor de trece años, a través de
internet o de cualquier otra tecnología de la información y de la comunicación, pero
“siempre que tal propuesta se acompañe de actos materiales encaminados al
acercamiento”.
Se exige que la intencionalidad del presunto pederasta quede clara a través de sus
actos; un ejemplo sería el de la conducta de un mayor de edad que entrase en un “Chat”
frecuentado por menores, para con un menor con quien iniciase un contacto frecuente, y
estableciendo una serie de lazos emocionales para ganarse la confianza de dicho menor,
y finalmente conseguir, bien un encuentro físico en el que se materialicen actos sexuales
o bien un encuentro “virtual” por el que el menor resulte agredido o expuesto
sexualmente.
La consumación del delito se produce cuando se haga tomar al sujeto pasivo la
resolución de complacer a un tercero con una finalidad sexual y se hayan iniciado
24
actos materiales, pero sin necesidad de que el menor se presente a la cita ni de que
haya habido contacto real entre ambos.
Según RAMÓN RAGUÉS I VALLÉS, la exigencia de que la proposición se acompañe
de actos materiales “permite descartar la relevancia penal de aquellas proposiciones
aparentemente poco serias. Se trata, en definitiva, de la tipificación expresa de actos
preparatorios individuales de delitos de agresión o abuso sexual o de corrupción de
menores”19.
En caso de que los actos de contenido sexual cifrados en los artículos 178 a 183 y 189
CP llegaran a cometerse, tendremos que estar a la regla concursal que establece el
artículo en los siguientes términos: “sin perjuicio de las penas correspondientes a los
delitos en su caso cometidos”. Ello entenderse como una derogación de la regla general
de la consunción (artículo 8.3 CP), que impediría castigar a la vez la preparación y la
ejecución del delito. Deberá pues calificarse como concurso ideal de delitos si el acoso
va seguido de abuso o agresión, ya sea en fase de consumación o de tentativa.
Especial atención merece la modalidad de comisión de este delito de acercamiento
empleando coacciones, intimidación o engaño al menor, dado que en este caso se
agravan las penas en su mitad superior.
El precepto es merecedor de ciertas valoraciones críticas.
En primer lugar, se castiga la proposición de mantener alguna de las conductas
contenidas en los artículos 178 a 183 y 189 CP (agresiones sexuales; abusos sexuales;
delitos relativos a la prostitución y corrupción de menores), pero no se hace referencia a
otros, como por ejemplo los delitos de exhibicionismo y provocación sexual.
Además, al circunscribir el delito a la utilización de las tecnologías de la información y
la comunicación, quedan fuera del tipo los contactos realizados a través de otros
medios, como por ejemplo mediante una carta o anuncio en un periódico.
C) TIPO SUBJETIVO
Además del dolo (que abarca tanto la finalidad sexual como el conocimiento de la edad
de la víctima) el tipo incluye un elemento subjetivo del injusto, consistente en la
intención por parte del autor de cometer alguno de los delitos descritos en los
artículos 178 a 183 y 189 CP.
El autor debe tener el propósito de cometer él mismo alguno de estos delitos sobre el
menor con el que ha contactado. La intervención de un tercero, que actúe como
intermediario, deberá ser calificada como cooperación al delito y castigada según las
reglas sobre participación criminal
19
JESÚS MARÍA SILVA SÁNCHEZ (coord.) RAMÓN RAGUÉS I VALLES “Lecciones de Derecho Penal. Parte
Especial”. Atelier libros jurídicos. Barcelona, 2011. En la pág. 131.
25
En el caso de que el sujeto activo actúe bajo un error que incida en los elementos del
tipo (edad) recibirá el tratamiento del error de tipo (art. 14).
D) PENALIDAD
La pena del tipo básico será de prisión de uno a tres años o multa de doce a
veinticuatro meses. En caso de imponerse una pena privativa de libertad inferior a los
dos años, podrá ser sustituida para evitar el ingreso en prisión si el imputado carece de
antecedentes penales.
La pena se impondrá en su mitad superior cuando el acercamiento se obtenga
mediante coacción, intimidación o engaño.
En caso de concurso con alguno de los tipos descritos en los artículos 178 a 183 y 189
CP se seguirán las normas del concurso ideal de delitos.
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OTRAS CONSIDERACIONES ACERCA
DE LOS ABUSOS Y AGRESIONES
SEXUALES A MENORES
1. LA CONTINUIDAD EN LOS ABUSOS O AGRESIONES
Por desgracia, las estadísticas demuestran que los casos de abusos y agresiones a
menores no suelen ser aislados, sino que el 44,2 % de las veces éstos se repiten. En
consecuencia, es frecuente que los Tribunales aprecien la existencia de un delito
continuado contra la indemnidad sexual del menor.
El artículo 74 del Código Penal ofrece la definición legal de lo que tenemos que
entender por delito continuado: “el que, en ejecución de un plan preconcebido o
aprovechando idéntica ocasión, realice una pluralidad de acciones u omisiones que
ofendan a uno o varios sujetos e infrinjan el mismo precepto penal, o preceptos de
igual o semejante naturaleza, será castigado como autor de un delito o falta
continuados con la pena señalada para la infracción más grave, que se impondrá en su
mitad superior, pudiendo llegar hasta la mitad inferior de la pena superior en grado”.
El párrafo tercero de dicho artículo establece sin embargo que para los casos de
infracciones contra el honor y la libertad e indemnidad sexuales que afecten al mismo
sujeto pasivo, se habrá de atender a la naturaleza del hecho y del precepto infringido
para apreciar la continuidad delictiva.
2. DIFICULTADES A LA HORA LA PERSECUCIÓN Y ENJUICIAMIENTO
DE ESTOS DELITOS:
Existen claras dificultades a la hora de la evaluación de un abuso sexual infantil. En
la mayoría de los casos no habrá pruebas médicas, bien por el tiempo transcurrido hasta
la denuncia o bien porque no ha habido penetración, y además el perpetrador negará los
hechos o tergiversará su conducta.
Ello trae como consecuencia que en muchas ocasiones el Tribunal tenga que basar su
veredicto en la propia declaración del menor, evaluando su credibilidad.
Precisamente la Sentencia 6008/1999(Roj), de 1 de octubre, trata acerca de ésta
controversia, dado que el acusado alega la falta de prueba acerca de las relaciones
sexuales con penetración vaginal y anal que mantuvo con su hija de 12 años de edad.
El Tribunal Supremo señala (FJ 1º): se está ante un delito contra la libertad sexual,
cometido en la intimidad del hogar al tratarse de atentados cometidos por un padre
sobre su hija Carla menor de edad. En esta situación es de especial aplicación la
doctrina de esta Sala que tiene declarado que nadie ha de sufrir el perjuicio de que el
suceso que motiva el procedimiento penal se desarrolle en la intimidad de la víctima y
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del inculpado (STS de 24 de Noviembre de 1987), siendo precisamente en este
escenario reservado donde se suelen cometer los ataques contra la libertad sexual, y
más señaladamente cuando estos tienen por víctima a un descendiente de menor edad;
por ello la declaración de la víctima tiene entidad suficiente para constituir la prueba
de cargo capaz de provocar el decaimiento a la presunción de inocencia… no se está
ante un problema de legalidad, sino de credibilidad del testimonio de cargo, y
recuérdese que la credibilidad forma parte de la valoración de la prueba…
Precisamente para robustecer la declaración de la víctima en los supuestos en que se
trate de prueba única la doctrina de esta Sala viene exigiendo que dicha declaración
venga acompañada de ciertos requisitos o notas orientadas a robustecer su
credibilidad. En tal sentido se hace referencia a la ausencia de incredulidad subjetiva,
es decir inexistencia de resentimiento o enemistad entre agresor y víctima, sin que
pueda estimarse la misma cuando estos sentimientos surjan precisamente del ataque
que da origen a las actuaciones. No es exigible una actitud de solidaridad o
indiferencia de la víctima hacia su agresor; se cita también la verosimilitud del
testimonio, es decir, que existan algunas corroboraciones periféricas que acrediten la
real existencia del hecho denunciado, y finalmente la persistencia en la incriminación,
que debe ser prolongada en el tiempo sin ambigüedad ni contradicciones relevantes.
En la Sentencia del Tribunal Supremo 3575/2001 (Roj), de 27 de abril se plantea una
controversia semejante. Ante el problema de la falta de prueba, señala el TS, en el
fundamento jurídico segundo, la importancia de la apreciación judicial: respecto de la
vaguedad de hechos ocurridos hace años, inconcretos en cuanto al tiempo o a su
número, lejos de ser algo extraño, viene a ser algo consustancial a las agresiones
sexuales que ocurren en la intimidad del entorno familiar (lo mismo puede predicarse
de los malos tratos en el ámbito familiar del art. 153), máxime si se tiene en cuenta la
condición de menor de edad de la víctima y la grave y patente situación de
prevalimiento cuando el abusador, como en el presente caso, es el propio padre.
Recordemos que nadie y menos la víctima debe sufrir el perjuicio de que el suceso que
motiva el procedimiento penal se desarrolle en la intimidad de la víctima y el agresor –
STS de 24 de Noviembre de 1987— (…) Se trata de un tema de credibilidad en el que la
inmediación judicial es de extraordinaria importancia entendida esta no solo como
un estar allí presente, sino aceptar, entender, percibir, asimilar, formar opinión en
conciencia y en el conjunto sobre todo lo dicho, percibiendo la conducta de todos, sus
reacciones, sus gestos y sus principios a través de su narrar para así poder alcanzar un
juicio de certeza que sea la reconstrucción ideal de los hechos (…)
3. PRESCRIPCIÓN DE LOS DELITOS DE ABUSOS Y AGRESIONES A
MENORES
La realidad demuestra que en numerosas ocasiones sólo conocemos el abuso en la
infancia cuando la víctima, ya adulta, puede hablar de ello o cuando entra en tratamiento
por algún trastorno psicológico y el terapeuta, a causa de los síntomas presentados,
investiga ante una sospecha de abuso.
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De ello se hace eco el Código Penal, estableciendo una regla especial en cuanto a la
prescripción de estos delitos en el artículo 132.1, párrafo segundo: “En la tentativa
de homicidio y en los delitos de aborto no consentido, lesiones, contra la libertad, de
torturas y contra la integridad moral, la libertad e indemnidad sexuales, la intimidad,
el derecho a la propia imagen y la inviolabilidad del domicilio, cuando la víctima fuere
menor de edad, los términos se computarán desde el día en que ésta haya alcanzado la
mayoría de edad, y si falleciere antes de alcanzarla, a partir de la fecha del
fallecimiento”.
4. CONTROVERSIA ACERCA DE LA FINALIDAD DE LA PENA EN ESTOS
DELITOS
La preocupación social sobre los abusos sexuales a menores ha aumentado en los
últimos años, y en concreto ha crecido la polémica acerca de la efectividad del
tratamiento y la rehabilitación de estos agresores sexuales.
En nuestro país el “Caso Mari Luz” generó una gran alarma en torno a éste problema.
Se trató del asesinato de una niña de 5 años de edad en fecha de 13 de enero de 2008. Su
asesino, Santiago del Valle, tenía una condena pendiente por pederastia, pero a causa de
una cadena de errores judiciales estaba en libertad.
Los medios de comunicación se hicieron eco del citado episodio, abriendo el debate en
torno a la necesidad o no de introducir la cadena perpetua para los casos de delitos
sexuales con menores.
Ciertamente toda ésta preocupación social influyó en la reforma de 2010, que
modificó, entre otros preceptos, el artículo 36 CP para evitar el adelantamiento de la
obtención del tercer grado a los delincuentes sexuales, que son considerados grupos
peligrosos de riesgo.
En definitiva, la controversia acerca de la rehabilitación de los agresores sexuales de
menores sigue sobre la mesa, mostrándose gran parte de la sociedad escéptica en torno a
las seguridades que plantea la puesta en libertad de éstos delincuentes, aún a pesar de
haber cumplido con sus penas correspondientes.
No obstante, en opinión de MARÍA JOSÉ BENEYTO ARROJO, psicólogacriminóloga: “muchos estudios y experiencias forenses demuestran que sólo unos pocos
de éstos agresores sexuales pueden ser diagnosticados como psicópatas sexuales –cuyo
reto en la intervención sí que consideramos francamente complejo- y, por tanto, la
posibilidad de tratamiento y la rehabilitación del resto de agresores sexuales se
convierten en una realidad factible” 20.
Señala también dicha autora que “un tratamiento adecuado busca como objetivo
principal disminuir la probabilidad de victimizaciones posteriores” y que en la
20
MARÍA JOSÉ BENEYTO ARROJO. “Intervención con hombres que agreden sexualmente a menores”.
recogido en “Abusos Sexuales en la infancia”. Biblioteca Nueva, Madrid, 2002. En la pág. 139
29
actualidad “la evidencia empírica ha demostrado que un tratamiento especializado y
centrado en aquellos factores específicos que predisponen a cada delincuente a realizar
conductas de abuso sexual podría disminuir la probabilidad de una violencia sexual
adicional”. “Pero la seguridad de la sociedad, especialmente de los menores, sólo podrá
ser posible si el tratamiento iniciado finaliza en la comunidad bajo una supervisión
adecuada”.
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CONCLUSIÓN
La nueva regulación que ofrece el Código Penal respecto a los abusos y agresiones
sexuales a menores de 13 años es acertada desde mi punto de vista, ya que éste tipo de
conductas requieren un tratamiento separado y una agravación de las penas que está
plenamente justificada en atención al bien jurídico que se pretende proteger: la
indemnidad sexual de los menores.
Los niños son un colectivo especialmente vulnerable a los abusos, tanto por su físico en
desarrollo como por su incapacidad para entender y consentir actos sexuales. Junto con
esto, la casuística demuestra que es en el medio intrafamiliar donde más se producen
éstos ataques, lo que agrava la ya de por sí difícil persecución de éstos delitos.
Por ello es necesario que la sociedad tome conciencia de la presencia del abuso sexual a
menores y esté alerta, ya que el papel de los adultos que rodean al menor pude
resultar clave a la hora de plantear una denuncia (por ejemplo profesores, psicólogos
escolares, vecinos, etc).
En orden a la prevención de estas conductas, es necesario que se desarrollen sistemas
de “alerta temprana”, para que se detecten a tiempo aquellas situaciones de riesgo
para el menor. Nuevamente los centros escolares pueden convertirse en un instrumento
útil para cumplir este objetivo.
Junto a ello, los propios padres deberían esforzarse en dar a sus hijos una educación
sexual adecuada para que aprendan a reaccionar ante posibles situaciones de riesgo en
las que podrían verse involucrados y para que no duden en comunicárselo a un adulto,
dado que en muchas ocasiones no lo hacen porque les da vergüenza o simplemente no
comprenden lo que está ocurriendo.
En cuanto al tratamiento y reinserción de pederastas, considero que es en extremo
necesario que se garantice la seguridad de la sociedad y de los menores mediante
tratamientos efectivos que eviten la recaída.
En éste sentido, hay que tener en cuenta tratamientos que más éxito están teniendo por
el momento son aquéllos que se basan en una intervención específica y no consiste en
un paquete estandarizado, ya que se adapta lo más posible a las características
individuales de cada sujeto.
Por último, considero en extremo importante prestarle una especial atención al menor
que ha sido víctima de estos tipos delictivos, al que se deberá poner en tratamiento
psicológico para que supere el trauma y para romper con el fenómeno de la “transmisión
intergeneracional del abuso infantil”, con el fin último de que pueda desarrollar una vida
adulta con normalidad.
PALOMA LANTERO MADIEDO
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BIBLIOGRAFÍA
MANUALES
CARLOS SUÁREZ-MIRÁ RODRÍGUEZ (Coord), ÁNGEL JUDEL PRIETO Y JOSÉ
RAMÓN PIÑOL RODRÍGUEZ. “Manual de Derecho Penal. Tomo II. Parte Espscial.
Thomson. Civitasl. Quinta edición. Pamplona, 2008
JESÚS MARÍA SILVA SÁNCHEZ (dir.) RAMÓN RAGUÉS I VALLÉS (Coord.)
“Lecciones de Derecho Penal. Parte especial”. Atelier libros jurídicos, iuscriban.
Barcelona, 2011
G. QUINTERO OLIVARES, J.C. CARBONELL MATEU & CO “Esquemas. Tomo
XXXII. Esquemas de la Parte especial del Derecho Penal (I)”. Tirant Lo Blanch.
Valencia, 2011
BIBLIOGRAFÍA ESPECÍFICA:
ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y
agresiones sexuales a menores de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de
Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85-103), 2010, Universidad de San Sebastián (Chile)
JOSÉ CANTÓN DUARTE Y Mª ROSARIO CORTÉS ARBOLEDA. “Malos tratos y
abuso sexual infantil”. Editorial: Siglo Veintiuno de España Editores, S.A. Madrid,
2002
MARIA LAMEIRAS FERNÁNDEZ (Coord) “Abusos sexuales en la infancia.
Abordaje psicológico y jurídico”. Madrid, 2002. Artículos doctrinales utilizados:
-
-
ENRIQUE ORTS BERENGUER Y ALBERTO ALONSO RIMO “Delitos
específicamente concebidos para la tutela de menores de edad en el ámbito de la
sexualidad” (págs. 17 a 41).
CARLOS SUÁREZ MIRA RODRÍGUEZ “Los delitos de agresiones y abusos
sexuales contra menores” (págs. 41 a 61).
MARÍA LAMEIRAS FERNÁNDEZ “Aproximación psicológica a la
problemática de los abusos sexuales en la infancia” (págs. 61 a 85).
MARÍA JOSÉ BENEYTO ARROJO “Intervención con hombres que agreden
sexualmente a menores” (págs. 137 a 159)
JURISPRUDENCIA: buscador CENDOJ, poder judicial
(http://www.poderjudicial.es/search/index.jsp)
PALOMA LANTERO MADIEDO
UNIVERSIDAD DE OVIEDO, PLAN 2002
palomalantero@gmail.com, palomalm9@hotmail.com
619377300, 985254182
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