UNIVERSIDAD DE OVIEDO ABUSOS Y AGRESIONES SEXUALES A MENORES DE TRECE AÑOS DERECHO PENAL II PALOMA LANTERO MADIEDO DNI: 71682762-L 05/06/2012 CURSO 2011-2012 ÍNDICE INTRODUCCIÓN____________________________________________________ 3 CONSIDERACIONES ACERCA DEL BIEN JURÍDICO PROTEGIDO_________ 6 ANÁLISIS DE LOS TIPOS PENALES___________________________________10 - Tipo básico de abuso sexual a un menor de trece años__________________10 Tipo básico de agresión sexual a un menor de trece años_______________ 12 Agravación de los tipos básicos por violación (violenta o no violenta)____ 17 Modalidades agravadas_________________________________________ 20 Prevalecimiento por parte del sujeto activo de su condición de autoridad__ 23 El delito de ciberacoso sexual o “child grooming”____________________ 24 OTRAS CONSIDERACIONES ACERCA DE LOS ABUSOS Y AGRESIONES SEXUALES A MENORES____________________________________________ 27 1. 2. 3. 4. Continuidad en los abusos y agresiones a menores Dificultades a la hora de la persecución y enjuiciamiento de éstos delitos Prescripción Controversia acerca de la finalidad de la pena CONCLUSIÓN_____________________________________________________ 31 BIBLIOGRAFÍA____________________________________________________31 2 INTRODUCCIÓN En éste trabajo se pretende abordar el estudio de los tipos penales contenidos en el Código Penal relativos a los abusos y agresiones sexuales contra menores de trece años, teniendo en cuenta la última reforma introducida por la LO 5/2010, de 22 de junio, que incorpora nuevas conductas típicas redactando el Capítulo II bis del Título VIII “De los abusos y agresiones sexuales a menores de trece años” y añade el artículo 183 bis CP referido al delito de ciberacoso sexual o “Child grooming”. Junto con el estudio jurídico, abordaremos otros aspectos relacionados con ésta materia, que ha sido ampliamente estudiada no sólo desde el punto de vista penal, sino también desde el punto de vista psicológico y criminológico. El Legislador español ha seguido la técnica legislativa de castigar separadamente y con penas sensiblemente más severas los delitos de abusos y agresiones que tienen como víctimas a menores de trece años. Tal agravación parece justificada debido a las particulares circunstancias que rodean a los menores de edad como víctimas de comportamientos delictivos, unido a la especialidad de los delitos de naturaleza sexual y a las peculiaridades que concurren en los delincuentes sexuales de menores. Efectivamente, “la mayor vulnerabilidad de los menores de edad para ser víctimas de comportamientos delictivos, unido a las mayores dificultades que encuentran los niños para transmitir a los adultos sus problemas y sufrimientos, determina, inicialmente, una complejidad mayor para perseguir esta clase de delitos que los sufridos por personas mayores de edad”1. No cabe duda de que tales conductas típicas “presentan especiales dificultades para su persecución derivadas, en muchos casos, de la pertenencia del agresor al círculo cercano a la víctima, creando en ésta un importante conflicto de sentimientos en el momento de plantearse la posibilidad de la denuncia, así como, frecuentemente, derivadas también de la falta de pruebas y vestigios de su comisión, al perpetrarse siempre estos delitos en reductos de máxima intimidad”. Por otra parte, la propia naturaleza del delincuente sexual, hace que con frecuencia fracasen las políticas de resocialización y reinserción social de los mismos, generando además una gran alarma social la puesta en libertad de delincuentes de esta naturaleza (Caso Mariluz) aun habiendo éstos cumplido sus penas. Todo lo anterior, junto con los daños que para la formación y evolución psíquica del menor genera el delito, hace que el Derecho penal tenga que desarrollar un tratamiento 1 “Medidas para la protección de la infancia frente a los actos de explotación y abuso sexual”. Defensor del Pueblo de la Comunidad de Madrid. Junio 2008 3 específico e individualizado de actuación como reacción efectiva ante los abusos y agresiones sexuales a menores de 13 años. Las estadísticas confirman lo expuesto y aumentan las preocupaciones sobre el tema: - - - - Según datos de la Asociación para la Sanación y Prevención del Abuso Sexual Infantil (ASPAI), el 23% de las niñas y el 15% de los niños españoles sufre abusos sexuales antes de cumplir los 17 años. El 44,2 % de los casos se repite en varias ocasiones. En un alto porcentaje de los casos (86%), los abusos se silencian porque son cometidos por miembros de la propia familia o entorno de la víctima. La mayor parte de los agresores con adultos de mediana edad. Sin embargo, resultados de recientes estudios reflejan un creciente número de adolescentes responsables de abuso sexual infantil. La mayoría de los niños que han sido objeto de abusos sexuales parecen provenir de familias formadas por un solo padre o padrastros y con un nivel elevado de conflictos matrimoniales. La organización ASPAI advierte de que “gran parte de la sociedad” niega la existencia y el elevado índice de frecuencia de éstos abusos. Datos de la World Association of Early Childhood Educators (WAECE) estiman que el 95 % de los abusadores de niños fueron ellos mismos abusados en su infancia (transmisión intergeneracional del abuso infaltil) Desde un punto de vista psicológico, las primeras teorías postulaban una relación entre el abuso infantil y la presencia de enfermedades mentales o de algún síndrome o desorden psicológico específico. Sin embargo en la actualidad se admite que sólo entre un 10 y un 15 % de los padres abusivos ha sido diagnosticado con un síntoma psiquiátrico específico 2. Lo que sí se muestran los estudios realizados es una fuerte relación entre el consumo de drogas y alcohol en exceso y el abuso sexual infantil, dado que estas sustancias mediatizan la aparición de desórdenes psiquiátricos. Por otro lado, los partidarios del enfoque sociológico postulan que las variables relativas a la salud mental del individuo desempeñan un papel secundario en la etiología del abuso físico. El modelo sociológico se centra en las condiciones sociales provocadoras del estrés que socavan el funcionamiento de la familia, así como los valores y prácticas culturales que estimulan la violencia social y los castigos corporales a los niños. En definitiva, el modelo del estrés social considera a los padres como víctimas de las fuerzas sociales, centrándose en las interacciones de la familia con la sociedad y en las consiguientes presiones que debe soportar. Determinados factores económicos como la pérdida del trabajo o la escasa satisfacción en el mismo con frecuencia se relacionan con los abusos. Además cuando los padres no cuentan con un sistema de apoyo social que 2 JOSÉ CANTÓN DUARTE Y Mª ROSARIO CORTÉS ARBOLEDA. “Malos tratos y abuso sexual infaltil”. Siglo Veintiuno de España Editores, S.A. Madrid, 2002. En la pág. 19 4 mitigue su estrés, se van aislando socialmente, haciéndose más factible que ocurran los malos tratos3. Ante éstas dos posturas, lo mejor será adoptar un punto de vista ecléctico y comprensivo de ambos enfoques, admitiendo la influencia tanto de la historia personal del individuo como del contexto económico-social y familiar en el que se ve envuelto. Para finalizar ésta aproximación al tema que se aborda en éste trabajo, parece adecuado el examen del siguiente gráfico 4, que muestra el cuadro sintomatológico de los menores víctimas de estas intolerables conductas. A CORTO PLAZO A LARGO PLAZO Físicos Problemas de sueño (pesadillas). Cambios en los hábitos de comida. Pérdida del control de esfínteres. Conductuales Consumo de drogas o alcohol. Huida del hogar. Conductas autolesivas o suicidas. Hiperactividad Bajo rendimiento académico. Miedo generalizado. Hostilidad y agresividad. Culta y vergüenza. Depresión Ansiedad Baja autoestima y sentimientos de estigmatización Rechazo del propio cuerpo Desconfianza y rencor hacia los adultos Trastornos de estrés postraumático Conocimiento sexual precoz o inapropiado para su edad Masturbación compulsiva Excesiva curiosidad sexual Conductas exhibicionistas Problemas de identidad sexual Dolores crónicos. Hipocondría y trastornos de somatización. Alteraciones del sueño (pesadillas). Problemas gastrointestinales. Desórdenes alimenticios, especialmente bulimia nerviosa. Intentos de suicidio. Consumo de drogas y/o alcohol Trastorno disociativo de identidad (personalidad múltiple) Emocionales Sexuales Sociales Déficit en habilidades sociales Retraimiento social Conductas antisociales Depresión Ansiedad Baja autoestima Estrés postraumático Trastornos de personalidad Desconfianza y miedo de los hombres Dificultad para expresar o recibir sentimientos de ternura y de intimidad Fobias o aversiones sexuales Falta de satisfacción sexual Alteraciones en la motivación sexual Trastornos de la actividad sexual y del orgasmo Creencia de ser valorada por los demás únicamente por el sexo Problemas en las relaciones interpresonales Aislamiento Dificultades en la educación de los hijos/as. 3 JOSÉ CANTÓN DUARTE Y Mª ROSARIO CORTÉS ARBOLEDA. “Malos tratos y abuso sexual infaltil”. Siglo Veintiuno de España Editores, S.A. Madrid, 2002. En la pág. 34 4 Gráfico tomado del ensayo “Aproximación psicológica a la problemática de los abusos sexuales en la infancia”, MARÍA LAMEIRAS FERNÁNDEZ, Universidad de Vigo. Recogido en “Abusos Sexuales en la infancia”. Biblioteca Nueva, Madrid, 2002. En la pág. 76. 5 CONSIDERACIONES ACERCA DEL BIEN JURÍDICO PROTEGIDO La cuestión relativa a la determinación del bien jurídico protegido que se pretende proteger con la tipificación de éstos delitos ha sido siempre controvertida (honestidad, moral sexual, libertad sexual, indemnidad sexual). Hasta la reforma de 1989, nuestros Códigos históricos habían caracterizado estas conductas como “Delitos contra la honestidad”. Era ésta una rancia fórmula que se venía arrastrando desde el Código Penal de 1848, época en la que quizás pudiera tener algún sentido la referencia a la honestidad de la persona, entendida ésta en sentido sexual, pero en la década de los 80 del siglo xx ya nadie pensaba seriamente que ese valor tuviese la necesaria aptitud para convertirse en el bien jurídico categorial de los delitos de contenido sexual. Como señala el profesor CARLOS SUÁREZ-MIRA RODRÍGUEZ “era inimaginable interpretar literalmente el término honestidad como alusivo al honor, decoro o moral sexuales, el cual además presentaba algún inconveniente de calado. Así, de entender que era la honestidad el objeto de protección, se llegaría a considerar atípicas las conductas que recayeran sobre persona reputada socialmente deshonesta, o incluso sobre persona respecto de la cual el calificativo de honesta resultara impropio, como es el caso de los niños de corta edad”5. Ésta mayoritaria posición doctrinal, compartida por la Jurisprudencia del Tribunal Supremo, influyó en el legislador a la hora de abordar la reforma, claramente reclamada, de 1989. La LO 3/1989, de 21 de junio sustituyó la rúbrica alusiva a la honestidad por la de “Delitos contra la libertad sexual”, prescindiendo de la carga moralizante que presentaba la anterior rúbrica. Ésta situación se prolongó durante el tiempo que siguió vigente el Código Penal anterior y pervivió en la redacción del nuevo Código Penal de 1995. Sin embargo, pronto se produciría un nuevo cambio en la legislación penal sexual mediante la LO 11/1999 de 30 de abril, que reescribió la rúbrica del Título VIII con un añadido que ya había venido siendo debatido por la doctrina muchos años atrás; ahora se titula “Delitos contra la libertad e indemnidad sexuales”, conceptos que pasamos a analizar a continuación. 5 CARLOS SUÁREZ-MIRA RODRÍGUEZ, Universidad de La Coruña. “Los delitos de agresiones y abusos sexuales contra menores”, recogido en “Abusos Sexuales en la infancia”. Biblioteca Nueva, Madrid, 2002. En la pág. 42. 6 LIBERTAD SEXUAL La doctrina dominante concreta en la libertad sexual el bien jurídico protegido en el Título VIII, sin perjuicio de que haya otros objetos jurídicos tutelados en algunos de los tipos que lo conforman. Según ha reconocido ampliamente la jurisprudencia: “el concepto de libertad sexual no se opone sustancialmente al de libertad personal, sino que se trata de una manifestación de ésta que singulariza la facultad general de autodeterminación voluntaria, refiriéndola al sector de la esfera sexual”. También suele decirse que de la libertad sexual derivan dos aspectos: a) Dinámico-positivo: significa la libre disposición por la persona de sus propias capacidades y potencialidades sexuales. b) Estático-pasivo: se contempla la libertad sexual en un sentido defensivo, comprensivo de las posibilidades de repeler los ataques de índole sexual que puedan producirse. En los tipos recogidos en el Título VIII, dicho de forma amplia, se castiga la implicación de alguien en una práctica de naturaleza sexual en contra de su voluntad, con ésta viciada o sin ella o incluso contando con ella, en algún caso, así como colocar a una persona en situación propicia para que un evento de aquella especie tenga lugar INDEMNIDAD SEXUAL “Si tenemos en cuenta que la libertad sexual se entiende como capacidad de autodeterminación sexual, y los menores e incapaces carecen, por definición, de ésta capacidad, en el caso de las agresiones sexuales que afecten a menores e incapaces no podrá hablarse de libertad sexual, pues difícilmente se puede proteger aquello de lo que se carece”6. Por esta razón se ha preferido acudir a términos diferentes (muchas veces eufemísticos) para referirse al bien jurídico que ha de protegerse cuando la víctima del delito sea un menor o incapaz. Se habla de “intangibilidad sexual”, “intangibilidad carnal”, “seguridad sexual” o “indemnidad”, expresión ésta última por la que ha optado el legislador español. Con base en el concepto de indemnidad sexual, la protección de menores e incapaces se orienta a evitar ciertas influencias que incidan de modo negativo en el desarrollo futuro de su personalidad; y en el caso de los menores, para que cuando sean adultos puedan decidir en libertad sobre su comportamiento sexual. 6 ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y agresiones sexuales a menores de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85-103), 2010, Universidad de San Sebastián (Chile) 7 Como anteriormente señalamos, el concepto de “indemnidad sexual” fue introducido por la LO 11/1999, de 30 de abril. En palabras del Tribunal Supremo, Sala de lo Penal, Sentencia 2578/2006 (Roj), de 2 de mayo: la modificación del Código Penal de 1995, introducida por la LO 11/99 de 30 de abril, relativa a los delitos contra la libertad sexual, vino a ampliar el ámbito de protección, en atención a la importancia de los bienes jurídicos en juego, que no se reduce a la expresada libertad sexual, ya que también se han de tener muy especialmente en cuenta los derechos inherentes a la dignidad de la persona humana, el derecho al libre desarrollo de la personalidad, en definitiva a la integridad e indemnidad sexual de los menores o incapaces, bien jurídico que sectores doctrinales consideran autónomo y diferenciado de la libertad sexual y que quedaría cifrado en el derecho de los menores o incapaces a estar libres de cualquier daño de orden sexual, en la preocupación o interés porque éstos tengan un desarrollo de la personalidad libre, sin injerencias extrañas a sus intereses, un desarrollo psicológico y moral sin traumatismos y un bienestar psíquico, en definitiva el derecho del menos a no sufrir interferencias en el proceso de formación adecuada a su personalidad (FJ 2º). Un sector de la doctrina se inclina hacia la opinión de que en realidad “los menores e incapaces también tienen libertad sexual, pero su especialidad hace que no se les reconozca y que a su consentimiento no se le atribuya idéntico papel que al de los demás” 7. Entienden éstos autores que el concepto de “indemnidad sexual” carece de sustantividad propia, dado que se trata de un concepto complementario a la libertad sexual. En consecuencia, lo que se tutela en los tipos de protección de menores sería también la libertad sexual, dado que éste último concepto de libertad sexual también implica la prohibición de todo tipo de conductas sexuales respecto a personas que desde un principio carecen de libertad y de autodeterminación. La diferencia radica en que mientras a los adultos psíquicamente sanos se les supone capacidad suficiente para gestionar autónomamente el impulso sexual, a los menores e incapaces, no. Por ello, el aparato estatal rodea de cautelas la actividad sexual con estas personas. Pero esa tutela cualificada no supone pronunciamiento alguno sobre su libertad sexual. No obstante, hay que admitir que tanto legislador como doctrina han reconocido ampliamente la utilización del concepto de “indemnidad sexual” para referirse a la protección de menores e incapaces, por lo que a ello nos atenemos. En relación al consentimiento de los menores, se aprecia una evolución en la posición del legislador. En un primer momento, se fijó en doce años la edad mínima para consentir válidamente, siendo elevada ésta a trece con la reforma de 1999. 7 “Manual de Derecho Penal. Tomo II. Parte Especial”. Coordinador: CARLOS SUÁREZ-MIRÁ RODRÍGUEZ. Thomson. Civitas. Pamplona, 2008. Págs. 158 y 159. 8 Más tarde se eliminó del Código cualquier referencia a una edad concreta, estableciendo que el consentimiento se determinaría “por razón de su edad”, dejando consecuentemente un amplio margen de discrecionalidad a la autoridad judicial. Sin embargo, en la última reforma del año 2010 se ha optado, por razones de seguridad jurídica, volver a fijar una concreta edad en vez de optar por el criterio (mucho más impreciso y de determinación mucho más compleja) de valorar la madurez de cada víctima en particular para autodeterminarse válidamente en relación con su sexualidad. Ello permite sostener a la jurisprudencia que el Código establece una presunción iuris et de iure sobre la ausencia de consentimiento. De nuevo la Sentencia del Tribunal Supremo 2578/2006 (Roj), Sala de lo Penal, de 2 de mayo resulta reveladora: al tratarse de menores de 13 años, el art. 181.2 CP (ahora respecto a los menores de 13 años, el 183.1, tras la LO 5/2010) establece una presunción “iuris et de iure” sobre la ausencia de consentimiento por resultar los supuestos contemplados incompatibles con la consciencia y la libre voluntad de acción exigibles. Hay presunción porque efectivamente se eleva a verdad jurídica lo que realmente es sólo posible, y siendo “iuris et de iure”, no se permite, en principio, indagar las condiciones del menor para confirmar la existencia de esa capacidad que la Ley considera incompleta, porque en estas edades o los estímulos sexuales son todavía ignorados o confusos o, en todo caso, si son excitados, no pueden encontrar en la inmadurez psiquio-física del menor contraestimulos suficientemente fuertes y adecuados, lo que implica que dicho menor es incapaz para autodeterminarse respecto del ejercicio de su libertad secual, negándole toda la posibilidad de decidir acerca de su incipiente dimensión sexual y recobrando toda su fuerza el argumento de la intangibilidad o indemnidad como bien jurídico protegido. Consecuentemente, en los supuestos de menor de 13 años, nos encontramos ante una incapacidad del sujeto pasivo para prestar un consentimiento válido, resulta irrelevante el consentimiento de aquél en mantener relaciones, toda vez que por debajo de ese límite legamente previsto, se considera la menor con una voluntad carente de la necesaria formación para poder ser considerada libre y aunque acceda o sea condescendiente con el acto sexual, no determina, en forma alguna, la licitud de éste (FJ 3º). En la sentencia que acaba de ser transcrita (STS 2 de mayo de 2006), la defensa del acusado pretendía argumentar sobre la base de que el menor de 10 años que había sido objeto del delito de abusos sexuales había consentido el acto sexual. Sin embargo el Tribunal, apoyándose en la presunción establecida en el Código, es rotundo: pretender que un niño de aún 10 años de edad tiene capacidad de determinación porque no se opuso (fue convencido) a la actuación del acusado de 61 años y que los actos que se describen en el relativo fáctico no tenían potencialidad para afectar y perturbar, en los aspectos sexuales, el normal curso de la personalidad en formación del menor, resulta, cuando menos, sencillamente inaceptable y no precisa de mayores comentarios y argumentaciones (FJ 4º). 9 ANÁLISIS DE LOS TIPOS PENALES Los tipos penales que vamos a estudiar a continuación se ubican en el nuevo Capítulo II bis del Título VIII, “De los abusos y agresiones sexuales a menores de trece años”. TIPO BÁSICO DE ABUSO SEXUAL A UN MENOR DE TRECE AÑOS Se encuentra tipificado en el artículo 183.1 CP cuya literalidad reza: “El que realizare actos que atenten contra la indemnidad sexual de un menor de trece años será castigado como responsable de abuso sexual a un menor con la pena de prisión de dos a seis años” El delito de abusos sexuales se caracteriza por el atentado contra la libertad o indemnidad sexual de la víctima, cometido sin violencia ni intimidación. Como hemos visto, en el caso de los menores de 13 años, el aparente consentimiento carece de validez, ya que se establece una presunción “iures et de iure” acerca de su irrelevancia penal. A) SUJETOS Se trata de un delito común, pudiendo llevar a cabo la conducta típica tanto el hombre como la mujer y siendo imaginables tanto prácticas heterosexuales como homosexuales. La amplia redacción legal “el que” permite admitir múltiples combinaciones. Pueden ser sujetos pasivos de éste delito personas de ambos géneros, debiendo incluirse también a persona prostituida o de vida promiscua, pues es indubitable que también deben recibir una correcta protección penal. También puede ser sujeto pasivo el cónyuge o pareja de hecho o persona con la que se vive “more uxorio” (recuérdese que el Código civil español permite contraer matrimonio a los menores de catorce años), ya que en éste tipo de delitos no se ven condicionados por el estado civil de la persona. B) CONDUCTA TÍPICA Deben incluirse como conducta típica “cualesquiera conductas que involucren al menor en un contexto sexual ajeno, sin que concurra ni violencia ni intimidación” 8. La Sentencia 849/2003 (Roj) del Tribunal Supremo, Sala de lo Penal, de 11 de febrero, resuelve un caso típico de abuso sexual cometido contra dos menores. Los hechos se resumen en su fundamento jurídico segundo: Soledad tenía 10 años en 1999, y Almudena 12 años de edad. Estas dos niñas se encontraban con el acusado a causa de 8 ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y agresiones sexuales a menores de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85-103), 2010, Universidad de San Sebastián (Chile) 10 ser amigas del nieto del mismo, llamado Fidel , igualmente de diez años de edad, en 1999, lo que en función de dicha circunstancia fue permitido por las madres de las dos niñas, dejándolas a cargo del padre de otra de sus amigas, Julia , precisamente el acusado Javier. Durante los episodios de abusos sexuales se aprovecha esta circunstancia por Javier , situando a las menores en parajes solitarios de los parques, como consta en el "factum" para, en uno de los varios episodios que se relatan, y tras bajarse los pantalones y el calzoncillo, tumbándose en la hierba, "comenzando una masturbación; seguidamente tomó a las menores a la altura de sus muñecas y llevando sus manos, de forma alternativa de una y otra niña, junto con la suya, siguió en dicha actividad masturbatoria". Tales hechos fueron considerados por el Alto Tribunal como constitutivos de un delito de abuso sexual, como también lo han sido en otros casos un beso en la mejilla, en la cara, nariz y boca; tocamientos en zonas íntimas; tocar el vientre por encima del pantalón, etc. C) TIPO SUBJETIVO Los tipos de abusos sexuales exigen dolo, es decir, tanto el conocimiento sobre el carácter sexual del acto y la edad de la víctima, como la voluntad de ejecutarlo. Por consiguiente, si el sujeto actúa bajo un error que incida sobre los elementos del tipo (edad de la víctima), será tratado como error de tipo (art. 14 CP), que se der invencible dará lugar a la impunidad de su conducta. Por ello, como indica RAMÓN RAGUÉS I VALLÉS “una alegación frecuente en esta modalidad de abusos es el desconocimiento de la edad exacta de la víctima por parte del sujeto activo, sobre todo cuando aquélla se encuentra en una edad próxima al límite legal. Una eventual admisión de este error tiene como consecuencia la imposibilidad de apreciar la presente modalidad típica con independencia de su vencibilidad, puesto que los denominados “delitos sexuales” requieren siempre un comportamiento doloso, no siendo punible la realización imprudente. Sin embargo, tales alegaciones no suelen prosperar pues el Tribunal Supremo afirma que basta con que el autor tenga dudas sobre la edad del sujeto pasivo para afirmar que concurre dolo eventual, una interpretación que en la práctica restringe notablemente las posibilidades de apreciar un error de tipo”9. La Sentencia del Tribunal Supremo 816/2005 (Roj) de 11 de febrero, trata de un caso de éstas características, en el que el acusado alega que actuó en la creencia de que los menores contaban con la edad de catorce años, lo cual era evidenciado por su desarrollo físico y por su desenvolvimiento, entendiendo que se trató de un error invendible. El Tribunal desestima el motivo alegado por la parte demandada y señala en el fundamento jurídico cuarto: cuando el autor desconoce en detalle uno de los elementos 9 RAMÓN RAGUÉS I VALLÉS. “Lecciones de Derecho Penal. Parte Especial” Atelier libros jurídicos. Barcelona, 2011. En la pág. 130. 11 del tipo, puede tener razones para dudar y además tiene a su alcance la opción entre desvelar su existencia o prescindir de la acción, la pasividad en este aspecto seguida de la ejecución de la acción no puede ser valorada como un error (de tipo) sino como dolo eventual. Con su actuación pone de relieve que le es indiferente la concurrencia del elemento respecto del cual ha dudado, en función de la ejecución de una acción que desea llevar a cabo. Actúa entonces con solo eventual. En el caso actual, el Tribunal descarta el error no solo porque el acusado puedo enterarse simplemente preguntando a los menores por su edad (…) existen datos objetivos que permiten afirmar que el acusado era consciente de que se trataba de un menor de trece años y que incluso en el caso de que albergara alguna duda acerca de la edad exacta pudo comprobarlo o bien abstenerse de la conducta. Al preferir la ejecución de su plan de acción demostró que, al menos, le era indiferente la concurrencia de ese elemento. Por lo tanto, puede afirmarse la existencia de dolo eventual. D) PENALIDAD Los abusos infantiles no violentos sin acceso carnal llevan una pena de dos a seis años de prisión. Como consideraciones al respecto podemos señalar: - - La pena se eleva con respecto al tipo de abusos sexuales del artículo 181 CP, que impone una pena de prisión de uno a tres años o multa de dieciocho a veinticuatro meses. Nótese que en el artículo 183.1 CP no se contempla la posibilidad de imponer multa. La consecuencia más relevante de la imposición de pena de prisión de dos a seis años radica en la imposibilidad de evitar la pena privativa de libertad, que se impone en todo caso. TIPO BÁSICO DE AGRESIÓN SEXUAL A UN MENOR DE TRECE AÑOS Encontramos la tipificación de la conducta de agresión sexual a un menor de trece años en el artículo 183.2 CP: “Cuando el ataque se produzca con violencia o intimidación el responsable será castigado por el delito de agresión sexual a un menor con la pena de cinco a diez años de prisión”. El elemento caracterizador de las agresiones sexuales se concreta en el empleo de violencia o intimidación. Sólo cuando concurra alguno de estos modos comisivos puede afirmarse la existencia de aquellas figuras. Esto las diferencia de los delitos de abuso sexual que, expresamente, exigen la ausencia de violencia o intimidación. 12 A) SUJETOS En relación a los sujetos del delito, cabe reproducir lo afirmado en relación con el tipo básico de abusos sexuales. Se trata de un delito común ya que la acción comisiva puede ser realizada por hombre o mujer; en cuanto al sujeto pasivo es indiferente el sexo, pero es necesario que sea un menor de trece años. En materia de autoría y participación caben todas sus formas. Respecto a los supuestos de cooperación necesaria, destacan dos supuestos: la intimidación ambiental y la cooperación necesaria por omisión. La cooperación necesaria por omisión ha sido admitida por el Tribunal Supremo en varias sentencias (STS de 6 de abril de 1992, STS de 25 de marzo de 1986). Requiere para ello: - Un elemento objetivo constituido por la omisión, que ha de ser eficaz para la producción del resultado típico. Un elemento subjetivo, constituido por la voluntad de cooperar. Se requiere además un específico deber derivado de un precepto jurídico o de una situación de peligro precedentemente creada por el omitente que se coloca en situación de garante. En cuanto al supuesto de “intimidación ambiental”, se caracteriza por la presencia de una o varias personas distintas del ejecutor del núcleo del atentado sexual de modo que contribuyen a la creación de la situación intimidatoria que es aprovechada por el autor. La STS 123/2001 (Roj) de 17 de enero, en su fundamento jurídico noveno, hace referencia a la doctrina de la Sala de lo Penal referente a la cooperación necesaria en los casos de agresión sexual: La doctrina reiterada de esta Sala (…) ha mantenido que es cooperador necesario el que contribuye a coadyuvar al acceso carnal realizado por otro mediante la aportación de una actividad proyectada a doblegar la voluntad de resistencia de la víctima, y también los que en ejecución de un plan conjunto realizan una acción en cuyo desarrollo tiene lugar la violación, así como, en caso de no existir un plan preordenado previo, cuando varios individuos, con conciencia de la acción que se realiza, determinan con su presencia un efecto intimidatorio ambiental sobre la víctima de la violación materialmente ejecutada por otro agente, puesto que, en este último supuesto, la sola presencia del copartícipe concorde con la agresión sexual realizada por el otro sujeto, incrementa el clima de terror existente en cuando ingrediente muy importante de un fuerte componente intimidatorio, acentuando el desamparo y desvalimiento de la víctima, con lo cual esa presencia constituye por sí cola cooperación eficaz e indispensable. B) CONDUCTA TÍPICA Como hemos dicho, la acción típica en el delito de agresión sexual consiste en “atacar la indemnidad sexual del menor de trece años con violencia o intimidación”, siendo en todo caso necesario probar la efectiva relación de causalidad. 13 En cuanto a la determinación de los actos que pueden ser constitutivos de este tipo, sólo podrán estimarse comprendidas “aquellas acciones que representen una manifestación del instinto sexual”10. Por ejemplo, tocar pechos o genitales a una mujer mediante violencia. Junto a con ello, debe exigirse que la misma tenga una cierta trascendencia y gravedad para afectar de modo relevante a la sexualidad ajena. Conforme a ello, no tienen entidad suficiente para constituir una agresión sexual típica acciones de tocamientos y apretones aprovechando aglomeraciones en el metro, en el autobús o en espectáculos públicos. Por otra parte, la doctrina se encuentra dividida en cuanto a la necesidad o no del contacto corporal entre los sujetos activo y pasivo para la consumación del delito. Tal es el caso que se plantea en aquellos supuestos en los cuales el sujeto activo obliga a la víctima, ejerciendo violencia o intimidación, a masturbarse en contra de su voluntad o hacerse masturbar por la víctima. En éstos casos se produciría un concurso de leyes entre un delito de coacción y de agresión sexual, que se solucionaría aplicando el delito de agresión sexual mediante el principio de especialidad (artículo 8 CP) En opinión de ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ “es posible lesionar y atacar la libertad e indemnidad sexuales mediante acciones que no supongan un contacto corporal. No obstante lo anterior, esta exigencia de contacto corporal hay que entenderla en sentido que si bien no es preciso que exista dicho contacto entre el autor y la víctima, sí es preciso que exista algún tipo de contacto corporal en o sobre el cuerpo de la víctima (contacto corporal restringido)”11. Siendo elementos esenciales para la concurrencia de éste tipo penal la violencia o la intimidación, será necesario conceptualizar dichos elementos y aportar ejemplos jurisprudenciales La violencia o “vis absoluta” se entiende como el empleo de violencia física con la amenaza de que a mayor resistencia que oponga la víctima, mayor será la energía física que aplicará el autor. CARLOS SUÁREZ-MIRÁ RODRÍGUEZ define violencia como “toda energía física exterior a la víctima, que proyectada inmediatamente sobre ésta, la determina, por haber 10 ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y agresiones sexuales a menores de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85103), 2010, Universidad de San Sebastián (Chile) 11 ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y agresiones sexuales a menores de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85103), 2010, Universidad de San Sebastián (Chile) 14 vencido su resistencia seria y continuada, a realizar o padecer un determinado acto sexual”12. El mismo autor señala como rasgos configuradores de la violencia que tenga carácter físico y sea idónea y de carácter irresistible; “es necesario que tenga clara eficacia en orden a doblegar una voluntad reacia al mantenimiento de la relación sexual querida por el agente”. En palabras de la Audiencia Provincial de Madrid, Sección 3ª, Sentencia de 9 de febrero de 2010: …la violencia como fuerza física, acometiendo coacción o imposición material e implica una agresión más o menos violenta, o por medio de golpes, empujones, desgarros, es decir, fuerza eficaz y suficiente para vencer la voluntad de la víctima. La intimidación equivale a “amenazar”, esto es, un constreñimiento psicológico que debe guardar cierta relación con la agresión, y revestir cierta gravedad. Es un elemento de naturaleza psíquica y requiere el empleo de cualquier fuerza de coacción, o amenaza con un mal racional y fundado. Se define por tanto la intimidación como “toda prolación de un mensaje intimidatorio intenso mediante el que un sujeto amenaza a otro con causarle un mal grave, futuro y verosímil en alguno de sus intereses más preciados, si no accede a realizar o padecer un determinado acto sexual”13. La Sentencia del Tribunal Supremo 6008/1999 (Roj), Sala de lo Penal, de 1 de octubre, resuelve un caso de violaciones continuadas de un padre a su hija menor de 13 años. En el proceso se constata que la menor accedía “ante el temor que le inspiraban las amenazas del acusado que aseguraba a la niña en ocasiones, que de no acceder a sus deseos, se suicidaría”. El TS señala que según consolidada doctrina de esta Sala, por intimidación debe entenderse el anuncio o conminación de un mal, grave, personal y posible que despierte en el intimidado un sentimiento de miedo, angustia o desasosiego ante la posibilidad de un mal real o imaginario que le haga doblegar su voluntad ante lo que se le impone (STS de 22 de Mayo de 1992), ciertamente la intimidación, sin desconocer que los hechos mismos tiene que contener un mínimo coeficiente de idoneidad y significación para suscitar el temor en el ánimo del conminado, resulta más relevante el aspecto subjetivo de la misma en la medida que tiene que ser suficiente atendiendo primordialmente las concretas circunstancias de cada caso y muy singularmente las condiciones y situación en que se encuentre la persona intimidada (SSTS de 2 de Junio y 9 de Octubre de 1992). En definitiva la intimidación tiene como presupuesto un 12 CARLOS SUÁREZ-MIRA RODRÍGUEZ, Universidad de La Coruña. “Los delitos de agresiones y abusos sexuales contra menores”, recogido en “Abusos Sexuales en la infancia”. Biblioteca Nueva, Madrid, 2002. En la pág. 48 13 CARLOS SUÁREZ-MIRA RODRÍGUEZ, Universidad de La Coruña. “Los delitos de agresiones y abusos sexuales contra menores”, recogido en “Abusos Sexuales en la infancia”. Biblioteca Nueva, Madrid, 2002. En la pág. 49 15 mínimo de entidad objetiva, pero en definitiva lo relevante en última instancia es la forma en que la misma ha sido vivenciada por la víctima, por lo que las condiciones de esta y del entorno en que se producen, vienen a ser determinantes. Atendidas éstas consideraciones, el Tribunal Supremo señala en el caso concreto que se le plantea que: no de otra manera sino como intimidatoria debe calificarse la actitud desarrollada por el padre hacia su hija Carla amenazando con suicidarse si no accedía al acceso carnal –términos reflejados en el factum. … la intimidación no está constituida por el suicidio sino por hacer responsable a Carla de aquella decisión; de alguna manera este planteamiento es una manifestación del principio de transferencia de culpabilidad… que trata de hacer responsable a la víctima de la acción del verdugo(…) Es claro que en estas condiciones la amenaza tuvo los reqisitos de seriedad e inmediatez exigibles, y que el perjuicio para la menor se encontraba en cargar sobre su conciencia con la muerte del padre, situación que sin duda supone un ataque no en el plano físico, pero sí claramente en el plano moral para la menor con evidente perjuicio para su salud mental e integridad moral…(FJ 1º). En la Sentencia del Tribunal Supremo, Sala de lo Penal 3575/2001 (Roj), de 27 de abril, encontramos un caso de agresiones sexuales de un padre a su hija menor de edad: el acusado, en diversas ocasiones y en diferentes días que no han podido ser concretados, con ánimo de satisfacer sus deseos sexuales y aprovechando la oportunidad de encontrarse a solas con su hija Gema en la vivienda familiar y de la situación psíquica de sumisión de la misma derivada de las violencias físicas y psíquicas que sobre ella ejercía, la obligaba a desnudarse por completo en su dormitorio o en el del acusado al que era conducida, realizándole tocamientos por todo el cuerpo. Junto con ello se constatan diversos delitos de lesiones, como quemaduras y golpes. Por último, se plantean como supuestos problemáticos en relación con la conducta típica de agresión sexual los denominados “ataques sorpresivos”, en los que el sujeto activo aprovecha lo inesperado de su conducta ante la situación desprevenida de la víctima para realizar sobre ella una acción de naturaleza sexual no consentida. Como señala ANTORIA MONGE GERNÁNDEZ “en estos casos, la doctrina penal niega el carácter violento de la conducta, ya que en los citados ataques sorpresivos no se constatan las características mínimas de ejercicio de fuerza física, y tampoco existe intimidación. Las conductas sorpresivas no guardan relación con las conductas violentas, pues el dato de que la acción sexual se realice repentinamente, no significa que sea violenta, ni siquiera en aquellos casos en que la impresión pretende evitar la resistencia previsible de la víctima” 14. 14 ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y agresiones sexuales a menores de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85103), 2010, Universidad de San Sebastián (Chile) 16 C) TIPO SUBJETIVO Como señalábamos respecto al tipo básico de abuso sexual, cabe afirmar que los tipos subjetivos del artículo 183 CP se caracterizan por el dolo en la realización de la acción, siendo decisivos el conocimiento y la voluntad de involucrar a una persona en un contexto sexual. Se discute por la doctrina si ha de concurrir en el sujeto activo un ánimo libidinoso como especial elemento subjetivo del tipo en estos delitos. En opinión de los autores CARLOS SUÁREZ-MIRA RODRIGUEZ, ÁNGEL JUDEL PRIETO Y JOSÉ RAMÓN PIÑOL RODRÍGUEZ: “en muchos casos la presencia de intimidación o de violencia y, muy en particular, la naturaleza de la conducta sexual impuesta, convierten en ociosa la indagación de si se requiere o no un especial ánimo en el autor del atentado. En cambio, cuando la acción efectuada admite ser considerada sexualmente equívoca, porque puede tener o no una connotación venérea, parece que la exigencia de un elemento subjetivo tiene plena razón de ser; exigencia que aparece acusadamente en los abusos sexuales básicos que en las agresiones también básicas” 15 D) PENALIDAD El delito de agresiones sexuales a menores de trece años lleva aparejada una pena de 5 a 10 años de prisión. La pena aumenta de manera ostensible con respecto a las agresiones sexuales cometidas contra un mayor de trece años, que va de uno a cinco años. Como principal consecuencia ha de notarse que no es posible eludir la pena privativa de libertad. AGRAVACIÓN DE LOS TIPOS BÁSICOS POR VIOLACIÓN (VIOLENTA O NO VIOLENTA) A partir de la tipificación de los tipos básicos de abusos y agresiones sexuales, el legislador construye dos tipos cualificados mediante el artículo 183.3 CP: “Cuando el ataque consista en acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, o introducción de miembros corporales u objetos por una de las dos primeras vías, el responsable será castigado con la pena de prisión de ocho a doce años, en el caso del apartado 1, y con la pena de doce a quince años, en el caso del apartado 2” 15 CARLOS SUÁREZ-MIRA RODRIGUEZ (coord.), ÁNGEL JUDEL PRIETO Y JOSÉ RAMÓN PIÑOL RODRÍGUEZ “Manual de Derecho Penal. Tomo II. Parte Especial”. Thomson.Civitas. Pamplona, 2008. En la pág. 161. 17 Por lo tanto los tipos a los que nos estamos refiriendo serían: - Violación no violenta (como agravación del tipo de abuso sexual), contra un menor de trece años, con una pena de prisión de ocho a doce años. Violación (como tipo de agresión agravada) concurriendo violencia o intimidación contra un menor de trece años, con una pena de prisión de doce a quince años. En cuanto a la conducta típica, puede distinguirse entre: a) Acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal Se trata de la tradicional interpretación que se venía dando a la violación como “penetración del órgano genital de un varón en la vagina, el ano o la boca de otra persona”. Con relación a esta primera modalidad típica, es opinión mayoritariamente aceptada la que sostiene como sujeto activo al varón, siendo indiferente el sexo del sujeto pasivo (hombre o mujer). Sin embargo no es nada pacífica en la doctrina la cuestión acerca de si puede ser una mujer sujeto activo de ésta modalidad. Se trataría de una “violación inversa” cuyo supuesto típico sería el de una mujer que se hace penetrar por el varón, con violencia o intimidación tras haberle suministrado una dosis elevada de viagra. Aún no admitiendo los supuestos de “violación inversa”, si podría aparecer una mujer como coautora en éste delito, ejerciendo violencia o intimidación para que otro realice el acceso carnal (cooperación necesaria). Parte de la doctrina entiende producido el “acceso carnal” cuando “se produce la penetración del órgano genital de un varón en la vagina, el ano o la boca de otra persona, mediando violencia o intimidación. Dicho acceso implica, en el caso de la violación vaginal, que el órgano genital del varón acceda o se introduzca en la vagina de la mujer, rebasando, por consiguiente, el portal himeneal, no bastando con una simple aproximación o contacto entre ambos genitales, aunque tampoco es necesaria la cópula completa, ni mucho menos la eyaculación intra o extravaginal 16”. No obstante hay que advertir que ésta no es una opinión compartida por toda la doctrina ni por la jurisprudencia, en la que hayamos sentencias en uno u otro sentido. Sin embargo baste decir que en la mayoría de sus resoluciones, el Tribunal Supremo se acoge a la teoría de la coniunctio membrorum, según la cual basta con el acoplamiento directo entre el órgano genital masculino y la vagina, hasta el extremo de lo posible, para entender consumado el delito. 16 CARLOS SUÁREZ-MIRÁ RODRÍGUEZ (coord.), ÁNGEL JUDEL PRIETO Y JOSÉ RAMÓN PIÑOL RODRÍGUEZ. “Manual de Derecho Penal. Tomo II. Parte Especial” Thomson.Civitas. Pamplona, 2008. 18 b) Introducción de miembros u objetos por alguna de las dos primeras vías (vaginal o anal) El significado tradicional de la violación ha sido ampliado al admitirse como segunda modalidad típica de éste delito la introducción de objetos o de miembros corporales (desde la LO 15/2003) por vía vaginal o anal. Consecuentemente, pueden ser en ésta modalidad sujetos activos tanto el hombre como la mujer, siendo asimismo indiferente el sexo del sujeto pasivo. La jurisprudencia ha entendido como objetos “los cuerpos sólidos semejantes en tamaño y forma al órgano genital masculino del que tratan de ser un sustitutivo sin que quepa descartar el uso de instrumentos a los que el sujeto activo atribuya un significado sexual”. Por ejemplo, han aparecido supuestos de introducción de palos, cuellos de botellas, empuñaduras de paraguas, cañón de escopeta o pistola, un vibrador, etc. Por miembro corporal habrá que entender cualquier parte del cuerpo susceptible de ser introducida en tales cavidades (dedos, lengua, puño, etc.). En relación con el debate doctrinal antes comentado, acerca de la necesidad o no de contacto corporal entre el sujeto activo y pasivo, cabe señalar aquí que la manipulación del miembro u objeto puede ser llevada a cabo por el autor de la agresión, pero en otras ocasiones puede ser el propio sujeto pasivo quien se vea forzado a introducírselo a sí mismo bajo la coacción violenta o intimidatoria del primero, dándose también el tipo de violación, lo mismo que si alguien es obligado a introducírselo a un tercero. En ambas modalidades (acceso carnal o introducción de miembros u objetos) habrá de verificarse la existencia o no de violencia o intimidación, que determinará si nos encontramos ante un tipo de abuso o de agresión. Señala a éste respecto la STS 7194/2009 (Roj), de 24 de noviembre, que la violencia empleada en el delito de violación no ha de ser de tal grado que deba presentar caracteres irresistibles, invencibles o de gravedad inusitada, sino que hasta que sean suficientes y eficaces en la ocasión concreta para alcanzar el fin propuesto del yacimiento, paralizando o inhibiendo la voluntad de resistencia de la víctima y actuando en adecuada relación causal, tanto por convencimiento de la inutilidad de prolongar una oposición de la que, sobre no conducir a resultado positivo, podrían derivarse mayores males, de tal forma que la calificación jurídica de los actos enjuiciados debe hacerse en atención a la conducta del sujeto activo. Si éste ejerce una fuerza clara y suficiente, entonces la resistencia de la víctima es innecesaria pues lo que determina el tipo es la actividad o la actitud de aquél, no la de ésta (FJ 2º). 19 MODALIDADES AGRAVADAS El artículo 183.4 CP prevé la agravación de la pena de prisión correspondiente en su mitad superior cuando concurra alguna de las circunstancias que menciona: a) Cuando el escaso desarrollo intelectual o físico de la víctima la hubiera colocado en una situación de total indefensión y, en todo caso, cuando sea menor de cuatro años. Se trata de una nueva circunstancia introducida tras la reforma de 2010. Según la Exposición de Motivos del Anteproyecto, tal agravación viene exigida por “la mayor vulnerabilidad de los menores de edad para ser víctimas de comportamientos delictivos”. b) Cuando los hechos se cometan por la actuación conjunta de dos o más personas. El fundamento de tal agravación trae causa de la creencia de que la comisión en grupo disminuye las posibilidades de una eficaz defensa por parte de la víctima, dada la desproporción de fuerzas existente entre atacantes y atacado. La agravación exige una actuación “concertada” por parte de los sujetos, en número de dos o más, siendo indiferente que los intervinientes realicen todos y cada uno de los elementos típicos de la agresión sexual, pues basta con que ejecuten alguno de los hechos que integran el injusto típico. Lo que sí ha de darse necesariamente es la presencia física de todos los intervinientes en el lugar y en el momento ejecutivo del delito, conocida recíprocamente por todos ellos y conscientes, por supuesto, de la finalidad común de realizar los actos sexuales. La aplicación de esta cualificación deviene incompatible con las agravantes genéricas de abuso de superioridad y con la alevosía. c) Cuando la violencia o la intimidación ejercidas revistan un carácter particularmente degradante o vejatorio. El fundamento de la agravación reside en el mayor contenido de injusto, que supone el trato vejatorio y degradante; esto es, un “plus” de vejación respecto del que es inherente a todo ataque sexual. Esta agravación impide la concurrencia del delito contra la integridad moral (art. 173 CP) dado que ello traería consigo la vulneración del principio “non bis in idem”, según el cual un mismo hecho no puede resultar sancionado más de una vez. Por lo tanto se aplica sólo el art. 183.4 c), quedando absorbido el atentado contra la integridad moral en este último (principio de consunción). 20 Resulta asimismo incompatible la apreciación de la agravante de alevosía, quedando aquella absorbida en el tipo cualificado. Mas, dicho esto, ha de considerarse la dificultad que plantea la aplicación de esta figura cualificada. Ello se debe a que, por definición, la violencia y la intimidación empleadas contra una persona tienen por naturaleza cierto componente vejatorio, y por tanto resulta difícil someter a criterios claros y preestablecidos ese “plus” de vejación. A ésta dificultad se refiere la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo en su Sentencia 153/2001 (Roj), de 17 de enero, en la que se constata la correcta aplicación de éste agravante: es cierto, como alega el recurrente, que toda agresión sexual que se realiza por la fuerza o con intimidación, necesariamente supone un cierto grado de brutalidad y determina vejación, menosprecio y humillación para la víctima del hecho. Por ello mismo, para que la acción del sujeto activo sea merecedora de la agravación legal, es menester la concurrencia de un grado de brutalidad, humillación o vejación superior al que de por sí existe en toda violación ejecutada con fuerza o con intimidación. Pues bien, la sentencia deja constancia de que los acusados, después de capturar a Blanca cuando ésta intentaba huir, la golpearon, le arrancaron la camisa y la maniataron con su propio sujetador; en estas condiciones la forzaron a dirigirse monte a través hasta la chabola, le atan un cinturón al cuello y es reiteradamente violada bucal, vaginal y analmente por Abelardo que le propina golpes y, después por Jesús Miguel que la penetra por la boga y por la vagina permaneciendo amarrada durante todo el tiempo, arrastrándola después, tirando de la correa que tenía al cuello, a una poza de agua. Estos hechos revelan con nitidez un exceso de brutalidad y de violencia innecesario para conseguir el fin lascivo pretendido, así como el sometimiento a la víctima a unos tratos palpariamente humillantes, que afrentan a la dignidad humana y que, además, son completamente gratuitos dada la situación de absoluto desamparo en que se encontraba la joven. Todo ello sobrepasa notoriamente la carga degradante que toda violación supone y constituye el plus de perversidad y de antijuridicidad que fundamenta el precepto penal, correctamente aplicado (FJ 6º). d) Cuando, para la ejecución del delito, el responsable se haya prevalecido de una relación de superioridad o parentesco, por ser ascendiente, o hermano, por naturaleza o adopción, o afines, con la víctima. El fundamento de esta cualificación reside tanto en la disminución de las posibilidades de defensa de la víctima, como en el prevalecimiento de la superioridad o el parentesco por parte del autor. Pero sobre todo, se justifica la agravación en base al mayor daño psíquico que conlleva generalmente para la víctima una agresión sexual protagonizada por un miembro del entorno familiar. Ha de señalarse la incompatible aplicación de éste precepto junto a las circunstancias genéricas de abuso de superioridad y abuso de confianza. El propio legislador condiciona la agravación no sólo a la existencia de una relación de parentesco, sino que se exige el prevalecimiento por parte del sujeto: 21 - - “Con respecto a las agresiones sexuales, resulta difícil encajar el prevalecimiento de una relación de superioridad o parentesco dada la propia dinámica comisiva de aquéllas, caracterizadas por el empleo de la violencia o la intimidación”. Sin embargo, en relación a los abusos sexuales “la concurrencia de esta circunstancia muestra una mayor coherencia, sobre todo teniendo en cuenta la dinámica comisiva de los abusos y la relación de prevalecimiento”17. La concurrencia de ésta modalidad agravada excluye la aplicación de las circunstancias genéricas de abuso de superioridad y abuso de confianza. Ésta agravación fue apreciada por el Tribunal Supremo en su Sentencia 1800/2002 (Roj), de 22 de noviembre. Los hechos probados demuestran que Humberto, en más de tres ocasiones en el verano de 1991 se acostó en la misma habitación con su hija Cecilia, a la sazón de 12 años de edad, realizándole tocamientos en todo el cuerpo y forzándole a tocarle a él sus genitales, amenazándola con romperle a ella y a su madre las piernas si contaba lo sucedido (FJ 1º). Por el contrario, no apreció el Alto Tribunal este agravante en la STS de 26 de julio de 2000, debido a la nula incidencia de la relación parental en la comisión del hecho (agresión sexual cometida contra la hermana adoptiva que no convivía bajo el mismo techo, sino que hacía vida separada). e) Cuando el autor haya puesto en peligro la vida del menor. Se configura este agravante como un delito cualificado de peligro. Con él se busca proteger no sólo la indemnidad sexual, sino también la vida del menor. Para su apreciación, es necesario que el autor actúe con conocimiento de que su conducta ha puesto en peligro la vida del menor, con circunstancias idóneas para ello. Nos encontramos por tanto ante un tipo doloso y consecuentemente, y atendiendo al sistema de “numerus clausus” para la imprudencia (art 12 CP), las puestas en peligro imprudentes serán atípicas. f) Cuando la infracción se haya cometido en el seno de una organización o de un grupo criminales que se dedicaren a la realización de tales actividades”. La introducción de esta nueva cualificación obedece a la obligación de armonizar el ordenamiento español con la normativa europea (Decisión Marco 2004/68/JAI del Consejo de Europa). Debe entenderse por “organización delictiva” toda aquella asociación estructurada de más de dos personas, establecida durante un cierto periodo de tiempo, y que actúe de manera concentrada con el fin de cometer delitos sancionables penalmente, con 17 ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y agresiones sexuales a menores de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85103), 2010, Universidad de San Sebastián (Chile) 22 independencia de que esos delitos constituyan un fin en sí mismos o una medida de obtener beneficios patrimoniales y, en su caso, de influir de manera indebida en el funcionamiento de la autoridad pública. La actual cualificación no exige que el culpable pertenezca a una organización, sino que es suficiente que aquél se sirva de la organización sin pertenecer a ella. PREVALECIMIENTO POR PARTE DEL SUJETO ACTIVO DE SU CONDICIÓN DE AUTORIDAD El artículo 183.5 CP establece una última modalidad agravada: “En todos los casos previstos en este artículo, cuando el culpable se hubiera prevalido de su condición de autoridad, agente de ésta o funcionario público, se aplicará además la pena de inhabilitación absoluta de seis a doce años”. Según ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ “el fundamento de ésta agravación se basa en la mayor confianza que los referidos sujetos pueden proyectar sobre menores de edad”18. Según la doctrina del Tribunal Supremo, la aplicación de esta circunstancia requiere la concurrencia de dos elementos: que la condición de funcionario sea real y que esa condición se ponga al servicio del propósito criminal. Un caso de éstas características es el que resuelve la Sentencia del Tribunal Supremo 814/2005 (Roj), de 11 de febrero. El acusado era educador dependiente de la Generalitat de Catalunya, que desempeñaba sus funciones en un centro de acogida; en dicho centro se encontraba acogido Cosme… que trabó amistad con el acusado… De esta forma el acusado se fue ganando la confianza y el cariño de Cosme; lo que aprovechó para efectuarle tocamientos, de contenido sexual, que derivaron en consentir que el menor se dejara efectuar “felaciones” por parte del acusado. Sin duda, el legislador penal tuvo en mente éste tipo de situaciones que pueden llegar a producirse en centros de menores o de acogida. Como medida complementaria también deviene necesario un efectivo control por parte de las autoridades superiores de los centros, para evitar que se produzcan estos abusos. 18 ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y agresiones sexuales a menores de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85103), 2010, Universidad de San Sebastián (Chile) 23 EL DELITO DE CIBERACOSO SEXUAL O “CHILD GROOMING” El uso de las tecnologías, y más concretamente de internet, en la preparación y comisión de delitos contra la indemnidad sexual de menores, fue la razón de la introducción mediante la LO 5/2010 de éste nuevo tipo penal, que castiga el llamado “ciberacoso sexual” o “child grooming”. En efecto, el “grooming” es un nuevo tipo de problema relativo a la seguridad de los menores en Internet, consistente en acciones deliberadas por parte de un adulto (o varios) de cara a establecer lazos de amistad con un niño o niña en Internet, con el objetivo de obtener una satisfacción sexual mediante imágenes eróticas o pornográficas del menor, o incluso como preparación para un encuentro sexual. Artículo 183 bis del Código Penal establece lo siguiente: “El que a través de internet, del teléfono o de cualquier otra tecnología de la información y la comunicación contacte con un menor de trece años y proponga concertar un encuentro con el mismo a fin de cometer cualquiera de los delitos descritos en los artículos 178 a 183 y 189, siempre que tal propuesta se acompañe de actos materiales encaminados al acercamiento, será castigado con la pena de uno a tres años de prisión o multa de doce a veinticuatro meses, sin perjuicio de las penas correspondientes a los delitos en su caso cometidos”. A) SUJETOS: Se configura, al igual que los tipos del artículo 183 CP, como un delito común, pudiendo ser cometido tanto por hombre como por mujer. En cuanto al sujeto pasivo, también será indiferente su género, si bien es preciso que sea menor de trece años. B) CONDUCTA TÍPICA: La conducta típica gira en torno a la acción nuclear de “contactar” y “proponer concertar” un encuentro de carácter sexual con un menor de trece años, a través de internet o de cualquier otra tecnología de la información y de la comunicación, pero “siempre que tal propuesta se acompañe de actos materiales encaminados al acercamiento”. Se exige que la intencionalidad del presunto pederasta quede clara a través de sus actos; un ejemplo sería el de la conducta de un mayor de edad que entrase en un “Chat” frecuentado por menores, para con un menor con quien iniciase un contacto frecuente, y estableciendo una serie de lazos emocionales para ganarse la confianza de dicho menor, y finalmente conseguir, bien un encuentro físico en el que se materialicen actos sexuales o bien un encuentro “virtual” por el que el menor resulte agredido o expuesto sexualmente. La consumación del delito se produce cuando se haga tomar al sujeto pasivo la resolución de complacer a un tercero con una finalidad sexual y se hayan iniciado 24 actos materiales, pero sin necesidad de que el menor se presente a la cita ni de que haya habido contacto real entre ambos. Según RAMÓN RAGUÉS I VALLÉS, la exigencia de que la proposición se acompañe de actos materiales “permite descartar la relevancia penal de aquellas proposiciones aparentemente poco serias. Se trata, en definitiva, de la tipificación expresa de actos preparatorios individuales de delitos de agresión o abuso sexual o de corrupción de menores”19. En caso de que los actos de contenido sexual cifrados en los artículos 178 a 183 y 189 CP llegaran a cometerse, tendremos que estar a la regla concursal que establece el artículo en los siguientes términos: “sin perjuicio de las penas correspondientes a los delitos en su caso cometidos”. Ello entenderse como una derogación de la regla general de la consunción (artículo 8.3 CP), que impediría castigar a la vez la preparación y la ejecución del delito. Deberá pues calificarse como concurso ideal de delitos si el acoso va seguido de abuso o agresión, ya sea en fase de consumación o de tentativa. Especial atención merece la modalidad de comisión de este delito de acercamiento empleando coacciones, intimidación o engaño al menor, dado que en este caso se agravan las penas en su mitad superior. El precepto es merecedor de ciertas valoraciones críticas. En primer lugar, se castiga la proposición de mantener alguna de las conductas contenidas en los artículos 178 a 183 y 189 CP (agresiones sexuales; abusos sexuales; delitos relativos a la prostitución y corrupción de menores), pero no se hace referencia a otros, como por ejemplo los delitos de exhibicionismo y provocación sexual. Además, al circunscribir el delito a la utilización de las tecnologías de la información y la comunicación, quedan fuera del tipo los contactos realizados a través de otros medios, como por ejemplo mediante una carta o anuncio en un periódico. C) TIPO SUBJETIVO Además del dolo (que abarca tanto la finalidad sexual como el conocimiento de la edad de la víctima) el tipo incluye un elemento subjetivo del injusto, consistente en la intención por parte del autor de cometer alguno de los delitos descritos en los artículos 178 a 183 y 189 CP. El autor debe tener el propósito de cometer él mismo alguno de estos delitos sobre el menor con el que ha contactado. La intervención de un tercero, que actúe como intermediario, deberá ser calificada como cooperación al delito y castigada según las reglas sobre participación criminal 19 JESÚS MARÍA SILVA SÁNCHEZ (coord.) RAMÓN RAGUÉS I VALLES “Lecciones de Derecho Penal. Parte Especial”. Atelier libros jurídicos. Barcelona, 2011. En la pág. 131. 25 En el caso de que el sujeto activo actúe bajo un error que incida en los elementos del tipo (edad) recibirá el tratamiento del error de tipo (art. 14). D) PENALIDAD La pena del tipo básico será de prisión de uno a tres años o multa de doce a veinticuatro meses. En caso de imponerse una pena privativa de libertad inferior a los dos años, podrá ser sustituida para evitar el ingreso en prisión si el imputado carece de antecedentes penales. La pena se impondrá en su mitad superior cuando el acercamiento se obtenga mediante coacción, intimidación o engaño. En caso de concurso con alguno de los tipos descritos en los artículos 178 a 183 y 189 CP se seguirán las normas del concurso ideal de delitos. 26 OTRAS CONSIDERACIONES ACERCA DE LOS ABUSOS Y AGRESIONES SEXUALES A MENORES 1. LA CONTINUIDAD EN LOS ABUSOS O AGRESIONES Por desgracia, las estadísticas demuestran que los casos de abusos y agresiones a menores no suelen ser aislados, sino que el 44,2 % de las veces éstos se repiten. En consecuencia, es frecuente que los Tribunales aprecien la existencia de un delito continuado contra la indemnidad sexual del menor. El artículo 74 del Código Penal ofrece la definición legal de lo que tenemos que entender por delito continuado: “el que, en ejecución de un plan preconcebido o aprovechando idéntica ocasión, realice una pluralidad de acciones u omisiones que ofendan a uno o varios sujetos e infrinjan el mismo precepto penal, o preceptos de igual o semejante naturaleza, será castigado como autor de un delito o falta continuados con la pena señalada para la infracción más grave, que se impondrá en su mitad superior, pudiendo llegar hasta la mitad inferior de la pena superior en grado”. El párrafo tercero de dicho artículo establece sin embargo que para los casos de infracciones contra el honor y la libertad e indemnidad sexuales que afecten al mismo sujeto pasivo, se habrá de atender a la naturaleza del hecho y del precepto infringido para apreciar la continuidad delictiva. 2. DIFICULTADES A LA HORA LA PERSECUCIÓN Y ENJUICIAMIENTO DE ESTOS DELITOS: Existen claras dificultades a la hora de la evaluación de un abuso sexual infantil. En la mayoría de los casos no habrá pruebas médicas, bien por el tiempo transcurrido hasta la denuncia o bien porque no ha habido penetración, y además el perpetrador negará los hechos o tergiversará su conducta. Ello trae como consecuencia que en muchas ocasiones el Tribunal tenga que basar su veredicto en la propia declaración del menor, evaluando su credibilidad. Precisamente la Sentencia 6008/1999(Roj), de 1 de octubre, trata acerca de ésta controversia, dado que el acusado alega la falta de prueba acerca de las relaciones sexuales con penetración vaginal y anal que mantuvo con su hija de 12 años de edad. El Tribunal Supremo señala (FJ 1º): se está ante un delito contra la libertad sexual, cometido en la intimidad del hogar al tratarse de atentados cometidos por un padre sobre su hija Carla menor de edad. En esta situación es de especial aplicación la doctrina de esta Sala que tiene declarado que nadie ha de sufrir el perjuicio de que el suceso que motiva el procedimiento penal se desarrolle en la intimidad de la víctima y 27 del inculpado (STS de 24 de Noviembre de 1987), siendo precisamente en este escenario reservado donde se suelen cometer los ataques contra la libertad sexual, y más señaladamente cuando estos tienen por víctima a un descendiente de menor edad; por ello la declaración de la víctima tiene entidad suficiente para constituir la prueba de cargo capaz de provocar el decaimiento a la presunción de inocencia… no se está ante un problema de legalidad, sino de credibilidad del testimonio de cargo, y recuérdese que la credibilidad forma parte de la valoración de la prueba… Precisamente para robustecer la declaración de la víctima en los supuestos en que se trate de prueba única la doctrina de esta Sala viene exigiendo que dicha declaración venga acompañada de ciertos requisitos o notas orientadas a robustecer su credibilidad. En tal sentido se hace referencia a la ausencia de incredulidad subjetiva, es decir inexistencia de resentimiento o enemistad entre agresor y víctima, sin que pueda estimarse la misma cuando estos sentimientos surjan precisamente del ataque que da origen a las actuaciones. No es exigible una actitud de solidaridad o indiferencia de la víctima hacia su agresor; se cita también la verosimilitud del testimonio, es decir, que existan algunas corroboraciones periféricas que acrediten la real existencia del hecho denunciado, y finalmente la persistencia en la incriminación, que debe ser prolongada en el tiempo sin ambigüedad ni contradicciones relevantes. En la Sentencia del Tribunal Supremo 3575/2001 (Roj), de 27 de abril se plantea una controversia semejante. Ante el problema de la falta de prueba, señala el TS, en el fundamento jurídico segundo, la importancia de la apreciación judicial: respecto de la vaguedad de hechos ocurridos hace años, inconcretos en cuanto al tiempo o a su número, lejos de ser algo extraño, viene a ser algo consustancial a las agresiones sexuales que ocurren en la intimidad del entorno familiar (lo mismo puede predicarse de los malos tratos en el ámbito familiar del art. 153), máxime si se tiene en cuenta la condición de menor de edad de la víctima y la grave y patente situación de prevalimiento cuando el abusador, como en el presente caso, es el propio padre. Recordemos que nadie y menos la víctima debe sufrir el perjuicio de que el suceso que motiva el procedimiento penal se desarrolle en la intimidad de la víctima y el agresor – STS de 24 de Noviembre de 1987— (…) Se trata de un tema de credibilidad en el que la inmediación judicial es de extraordinaria importancia entendida esta no solo como un estar allí presente, sino aceptar, entender, percibir, asimilar, formar opinión en conciencia y en el conjunto sobre todo lo dicho, percibiendo la conducta de todos, sus reacciones, sus gestos y sus principios a través de su narrar para así poder alcanzar un juicio de certeza que sea la reconstrucción ideal de los hechos (…) 3. PRESCRIPCIÓN DE LOS DELITOS DE ABUSOS Y AGRESIONES A MENORES La realidad demuestra que en numerosas ocasiones sólo conocemos el abuso en la infancia cuando la víctima, ya adulta, puede hablar de ello o cuando entra en tratamiento por algún trastorno psicológico y el terapeuta, a causa de los síntomas presentados, investiga ante una sospecha de abuso. 28 De ello se hace eco el Código Penal, estableciendo una regla especial en cuanto a la prescripción de estos delitos en el artículo 132.1, párrafo segundo: “En la tentativa de homicidio y en los delitos de aborto no consentido, lesiones, contra la libertad, de torturas y contra la integridad moral, la libertad e indemnidad sexuales, la intimidad, el derecho a la propia imagen y la inviolabilidad del domicilio, cuando la víctima fuere menor de edad, los términos se computarán desde el día en que ésta haya alcanzado la mayoría de edad, y si falleciere antes de alcanzarla, a partir de la fecha del fallecimiento”. 4. CONTROVERSIA ACERCA DE LA FINALIDAD DE LA PENA EN ESTOS DELITOS La preocupación social sobre los abusos sexuales a menores ha aumentado en los últimos años, y en concreto ha crecido la polémica acerca de la efectividad del tratamiento y la rehabilitación de estos agresores sexuales. En nuestro país el “Caso Mari Luz” generó una gran alarma en torno a éste problema. Se trató del asesinato de una niña de 5 años de edad en fecha de 13 de enero de 2008. Su asesino, Santiago del Valle, tenía una condena pendiente por pederastia, pero a causa de una cadena de errores judiciales estaba en libertad. Los medios de comunicación se hicieron eco del citado episodio, abriendo el debate en torno a la necesidad o no de introducir la cadena perpetua para los casos de delitos sexuales con menores. Ciertamente toda ésta preocupación social influyó en la reforma de 2010, que modificó, entre otros preceptos, el artículo 36 CP para evitar el adelantamiento de la obtención del tercer grado a los delincuentes sexuales, que son considerados grupos peligrosos de riesgo. En definitiva, la controversia acerca de la rehabilitación de los agresores sexuales de menores sigue sobre la mesa, mostrándose gran parte de la sociedad escéptica en torno a las seguridades que plantea la puesta en libertad de éstos delincuentes, aún a pesar de haber cumplido con sus penas correspondientes. No obstante, en opinión de MARÍA JOSÉ BENEYTO ARROJO, psicólogacriminóloga: “muchos estudios y experiencias forenses demuestran que sólo unos pocos de éstos agresores sexuales pueden ser diagnosticados como psicópatas sexuales –cuyo reto en la intervención sí que consideramos francamente complejo- y, por tanto, la posibilidad de tratamiento y la rehabilitación del resto de agresores sexuales se convierten en una realidad factible” 20. Señala también dicha autora que “un tratamiento adecuado busca como objetivo principal disminuir la probabilidad de victimizaciones posteriores” y que en la 20 MARÍA JOSÉ BENEYTO ARROJO. “Intervención con hombres que agreden sexualmente a menores”. recogido en “Abusos Sexuales en la infancia”. Biblioteca Nueva, Madrid, 2002. En la pág. 139 29 actualidad “la evidencia empírica ha demostrado que un tratamiento especializado y centrado en aquellos factores específicos que predisponen a cada delincuente a realizar conductas de abuso sexual podría disminuir la probabilidad de una violencia sexual adicional”. “Pero la seguridad de la sociedad, especialmente de los menores, sólo podrá ser posible si el tratamiento iniciado finaliza en la comunidad bajo una supervisión adecuada”. 30 CONCLUSIÓN La nueva regulación que ofrece el Código Penal respecto a los abusos y agresiones sexuales a menores de 13 años es acertada desde mi punto de vista, ya que éste tipo de conductas requieren un tratamiento separado y una agravación de las penas que está plenamente justificada en atención al bien jurídico que se pretende proteger: la indemnidad sexual de los menores. Los niños son un colectivo especialmente vulnerable a los abusos, tanto por su físico en desarrollo como por su incapacidad para entender y consentir actos sexuales. Junto con esto, la casuística demuestra que es en el medio intrafamiliar donde más se producen éstos ataques, lo que agrava la ya de por sí difícil persecución de éstos delitos. Por ello es necesario que la sociedad tome conciencia de la presencia del abuso sexual a menores y esté alerta, ya que el papel de los adultos que rodean al menor pude resultar clave a la hora de plantear una denuncia (por ejemplo profesores, psicólogos escolares, vecinos, etc). En orden a la prevención de estas conductas, es necesario que se desarrollen sistemas de “alerta temprana”, para que se detecten a tiempo aquellas situaciones de riesgo para el menor. Nuevamente los centros escolares pueden convertirse en un instrumento útil para cumplir este objetivo. Junto a ello, los propios padres deberían esforzarse en dar a sus hijos una educación sexual adecuada para que aprendan a reaccionar ante posibles situaciones de riesgo en las que podrían verse involucrados y para que no duden en comunicárselo a un adulto, dado que en muchas ocasiones no lo hacen porque les da vergüenza o simplemente no comprenden lo que está ocurriendo. En cuanto al tratamiento y reinserción de pederastas, considero que es en extremo necesario que se garantice la seguridad de la sociedad y de los menores mediante tratamientos efectivos que eviten la recaída. En éste sentido, hay que tener en cuenta tratamientos que más éxito están teniendo por el momento son aquéllos que se basan en una intervención específica y no consiste en un paquete estandarizado, ya que se adapta lo más posible a las características individuales de cada sujeto. Por último, considero en extremo importante prestarle una especial atención al menor que ha sido víctima de estos tipos delictivos, al que se deberá poner en tratamiento psicológico para que supere el trauma y para romper con el fenómeno de la “transmisión intergeneracional del abuso infantil”, con el fin último de que pueda desarrollar una vida adulta con normalidad. PALOMA LANTERO MADIEDO 31 BIBLIOGRAFÍA MANUALES CARLOS SUÁREZ-MIRÁ RODRÍGUEZ (Coord), ÁNGEL JUDEL PRIETO Y JOSÉ RAMÓN PIÑOL RODRÍGUEZ. “Manual de Derecho Penal. Tomo II. Parte Espscial. Thomson. Civitasl. Quinta edición. Pamplona, 2008 JESÚS MARÍA SILVA SÁNCHEZ (dir.) RAMÓN RAGUÉS I VALLÉS (Coord.) “Lecciones de Derecho Penal. Parte especial”. Atelier libros jurídicos, iuscriban. Barcelona, 2011 G. QUINTERO OLIVARES, J.C. CARBONELL MATEU & CO “Esquemas. Tomo XXXII. Esquemas de la Parte especial del Derecho Penal (I)”. Tirant Lo Blanch. Valencia, 2011 BIBLIOGRAFÍA ESPECÍFICA: ANTONIA MONGE FERNÁNDEZ, Universidad de Sevilla. “De los abusos y agresiones sexuales a menores de trece años tras la reforma penal de 2010”. Revista de Derecho y Ciencias Penales Nº 15 (85-103), 2010, Universidad de San Sebastián (Chile) JOSÉ CANTÓN DUARTE Y Mª ROSARIO CORTÉS ARBOLEDA. “Malos tratos y abuso sexual infantil”. Editorial: Siglo Veintiuno de España Editores, S.A. Madrid, 2002 MARIA LAMEIRAS FERNÁNDEZ (Coord) “Abusos sexuales en la infancia. Abordaje psicológico y jurídico”. Madrid, 2002. Artículos doctrinales utilizados: - - ENRIQUE ORTS BERENGUER Y ALBERTO ALONSO RIMO “Delitos específicamente concebidos para la tutela de menores de edad en el ámbito de la sexualidad” (págs. 17 a 41). CARLOS SUÁREZ MIRA RODRÍGUEZ “Los delitos de agresiones y abusos sexuales contra menores” (págs. 41 a 61). MARÍA LAMEIRAS FERNÁNDEZ “Aproximación psicológica a la problemática de los abusos sexuales en la infancia” (págs. 61 a 85). MARÍA JOSÉ BENEYTO ARROJO “Intervención con hombres que agreden sexualmente a menores” (págs. 137 a 159) JURISPRUDENCIA: buscador CENDOJ, poder judicial (http://www.poderjudicial.es/search/index.jsp) PALOMA LANTERO MADIEDO UNIVERSIDAD DE OVIEDO, PLAN 2002 palomalantero@gmail.com, palomalm9@hotmail.com 619377300, 985254182 32