La Observación Participante en Ciencias Sociales: En Busca de los Significados del Actor por María Julia Carozzi La observación participante ha estado tan íntimamente ligada a la antropología cultural a partir de comienzos de este siglo, que incluso forma parte de la definición que algunos metodólogos proporcionan de esta última: " los antropólogos culturales pueden definirse como los cientistas sociales y del comportamiento cuyos datos son típicamente recogidos mediante observación participante de larga duración, en contextos socioculturales extraños, que emplean un marco de referencia holístico y tienen como objetivo el desarrollo de teorías del pensamiento y el comportamiento humano cros-culturales" (Johnson 1981: 9). Sin embargo, la observación participante no ha sido la técnica central de todos los estudios antropológicos. En muchos casos "el trabajo de campo" antropológico, no incluyó sino secundariamente la observación participante. La adopción de la técnica como recurso central de investigación antropológica parece haber dependido de la adhesión a la búsqueda de descripciones holís40 ticas de la cultura realizadas desde el punto de vista de los participantes. Una preocupación similar por los significados de los actores, llevó a los sociólogos inscriptos en la mayor parte de las corrientes del interaccionismo simbólico, a adoptar la observación participante como principal técnica de investigación. Mediante una revisión bibliográfica, este trabajo intenta mostrar la conexión de la observación participante con la búsqueda del significado que los participantes atribuyen a sus acciones y a los objetos culturales que los rodean, a la vez que analiza algunas consecuencias de su aplicación cuando se abandona la determinación del "punto de vista del nativo" como ideal de investigación. Objetivos de la técnica Boas, en 1883 condujo su primer trabajo de campo entre los Esquimales donde su principal técnica de investigación fue la convivencia con los habitantes de la Isla de Baffin. Este proceso, le permitió no sólo encontrar algunas configuraciones culturales de este pueblo sino también descubrir las similitudes humanas básicas entre su cultura y la de sus sujetos: "Después de un intercambio prolongado e íntimo con los esquimales, dejé a mis amigos del Artico lamentándolo y con sentimientos de tristeza. Había visto que ellos disfrutaban de la vida, como yo lo hago; que la naturaleza también era bella para ellos; que los sentimientos de amistad también se enraizan en el corazón del Esquimal; que a pesar de que el carácter de su vida es tan rudo comparado con la vida civilizada, el esquimal es un hombre como nosotros; sus sentimientos, sus virtudes y sus defectos están basados en la naturaleza humana, como los nuestros ". (citado en Edgerton y Langness 1979: 2). Para Boas, como para gran parte de la generación de antropólogos americanos que lo siguieron la observación participante fue a la vez condición y medio para subrayar el carácter humano -en el sentido de su igualdad de capacidades- de los individuos que conformaban los pueblos bajo estudio; la importancia de la cultura como causa de la diversidad de formas en que esas capacidades se desarrollan y aplican, y la singularidad de cada cultura, por oposición a la obediencia de las leyes de evolución universal que postulaban los evolucionistas. Para Malinowski, quien de manera algo forzada realizó observación participante de larga duración en las islas Trobriand en 1922, esta técnica permitiría: "captar el punto de vista del nativo, su relación con la vida, conocer su visión de su mundo" ( Malinowski, 1961:25): Al poco tiempo de habenne establecido en las Islas Trobriand Omarakana, comencé a tomar parte, de algún modo, en la vida de la villa, a esperar los eventos festivos o importantes, a sentir interés personal por los chismes y el desarrollo de los sucesos de la villa, a despertar cada mañana a un día que se presentaba más o menos como lo hacía a los nativos. ( Malinowski 1961: 7) (la negrilla es mía) La orientación teórica de ambos "padres " de la observación participante reviste un interés particular porque la técnica habría de conservar a lo largo del desarrollo de la antropología, y más tarde de la sociología, su asociación con aquellas corrientes humanistas e interesadas en los significados que sostienen los sujetos bajo estudio en relación a las actividades descriptas. No es casual, que conjuntamente con la adopción de la observación participante como técnica central de recolección de datos surgiera la oposición a la teoría evolucionista vigente en la antropología del siglo pasado. Los tempranos antropólogos evolucionistas, se habían basado en datos recogidos por misioneros, viajeros y conquistadores para formular y corroborar su teoría de la evolución unilineal de la cultura, que llevaría a todos los pueblos, con mayor o menor celeridad, a transitar los mismos caminos hacia la civilización. Para ellos, los detalles distintivos de cada cultura carecían de relevancia, en parte porque les era imposible acceder a ellos con la fragmentada información disponible, en parte porque sólo estaban interesados en aquella información que corroboraba sus teorías. En contraste, tanto el particularismo histórico de Boas -que postulaba que cada cultura debía ser entendida en base a su desarrollo histórico, arqueológicamente establecido, que la diferenciaba de otras- como el funcionalismo de Malinowski -que ponía el acento en la interrelación entre las distintas instituciones sociales dentro de una misma culturase opusieron a la comparación entre culturas para subrayar el carácter distintivo, único, de cada una de ellas. La observación participante, con el i mpresionante cúmulo de datos que arrojaba acerca de cada pueblo estudiado, tuvo un rol fundamental en poner de manifiesto estas diferencias y también en el dejar de lado la búsqueda de leyes universales del desarrollo cultural. La convivencia prolongada con los " nativos" permitió tanto a Malinowski como a Boas experimentar las similitudes básicas de estos seres y ellos mismos, superando, en la medida de lo históricamente posible, el etnocentrismo. Así el "otro", que para los evolucionistas, que sólo lo conocían a través de crónicas de conquistadores o viajeros, era el bárbaro o el salvaje, tanto para los funcionalistas como para los particularistas históricos, a fuerza de convivir con ellos, se tomó menos "otro". Nació así la concepción del " nativo" : un ser con las mismas capacidades que el "occidental", que al ser socializado -o enculturado- de manera diferente, se había tornado diferente. La "cultura" , y no ya el estadio evolutivo alcanzado, aparecía así como la causa fundamental de las diferencias entre los pueblos. El hecho de que tanto Malinowski en Inglaterra como Boas en los Estados Unidos eran inmigrantes y habían experimentado ellos mismos la inclusión en un modo de vida diferente al de su socialización primaria, en su vida cotidiana, parece haber jugado algún rol en la adquisición de esta perspectiva. Puestos a hacer "trabajo de campo" probablemente lo hayan hecho ya sobre la premisa de que todo hombre puede ser re-socializado en otra cultura. Esta capacidad de re-enculturación del investigador resulta, como veremos, uno de los presupuestos básicos de la observación participante como técnica de investigación. La observación participante nació así asociada a la descripción de la cultura desde el punto de vista de los nativos por oposición al empleo de las categorías conceptuales del investigador como guía de la observación y la descripción; a la superación del etnocentrismo, por oposición al evolucionismo unilineal que suponía a la civilización europea como la cúspide del desarrollo universal de la cultura y a los europeos como la cúspide de la humanidad; a las descripciones holísticas de la cultura por oposición a la selección de alguno de sus aspectos, y al particularismo cultural, por oposición a la comparación entre culturas para la formulación de leyes generales de evolución cultural. En efecto, los objetivos de la técnica de acuerdo a un aún vigente texto de Malinowski incluído en Argonautas del Pacífico Occidental (1961: 7 y 8) incluyen: • El alcanzar a conocer la visión de la cultura de los sujetos estudiados a través de compartir la cotidianeidad de su vida, sus intereses, sus expectativas, sus actividades diarias y festivas. • El acceso del investigador a detalles de la vida cotidiana de sus observados y a un cúmulo de información que permanecerían ocultos a él mediante otros métodos. • La inclusión del investigador en la vida cotidiana de la gente que implicaría una pérdida de su rol disturbador sobre ella, haciendo que la misma se observara en su forma más natural, inmodificada por la presencia del intruso. • La realización entrevistas "in situ" sobre los hechos que están sucediendo en el momento, evitando que los entrevistados olviden o dejen de mencionar detalles. • El aprendizaje detallado de las costumbres de los sujetos bajo estudio mediante la socialización que estos últimos hacen del investigador, corrigiendo sus errores. • Finalmente, Malinowski menciona el "rapport" que mediante la convivencia y los actos compartidos se establece con los actores bajo estudio y que permitiría el acceso a información que permanecería oculta al observador o entrevistador casual. Desde su "invención" a principios de siglo hasta mediados del mismo, la observación participante permaneció tan poco especificada en cuanto a los procedimientos que implicaba, como la dejó Malinowski. Así, Edgerton y Langness apuntan: " Muchos de los antropólogos prominentes de la actualidad han criticado a sus profesores por mandarlos al campo con tan poca preparación formal. Los antropólogos comentan agriamente la frustración que sintieron al pedir consejo a sus profesores sobre como conducir sus primeros trabajos de campo. El consejo que recibían a menudo consistía en instrucciones como "lleve un montón de lápices"..." (Edgerton y Langness, 1979: 9) Esta ausencia de sistematización es bastante explicable dada la exigencia de participación en la vida del observado que, en la práctica, otorgan a la voluntad y receptividad de éste último y a sus actividades un rol preponderante en la aplicación de la técnica. Aplicaciones de la Observación Participante Coherentemente con sus objetivos originales y su carácter asistemático, la observación participante como técnica central de recolección de datos, fue defendida centralmente por aquellos antropólogos que buscaban la "comprensión" de los fenómenos sociales y su descripción y explicación desde una perspectiva que Kenneth Pike (1954) ha dado en llamar "émica", es decir empleando las categorías de pensamiento de los propios actores, y particularista -desinteresada en la búsqueda de leyes universales y en la comparación entre culturas. Hasta la actualidad, la mayor parte de los metodólogos continúan insistiendo en que "ver la vida como lo hacen otros requiere compromiso, participación y empatía humana; de otro modo, uno sigue siendo un extraño" (Edgerton y Langness, 1979:3). De tal modo, esta técnica, después de Boas y Malinowski, ha sido fundamentalmente empleada por la corriente más humanista de la escuela de Cultura y Personalidad, por la Antropología Simbólica y por la pos-moderna antropología experimental o reflexiva. La etnociencia por su parte, que ambicionaba lograr "repetibilidad" en las técnicas empleadas para la captación del punto de vista de los actores, tendió a alejarse de la observación participante y a desarrollar nuevas formas de entrevista, como los "marcos de elicitación", aplicables a diversas culturas con pequeñas variaciones. Significativamente la excepción a esta regla la constituye James Spradley (1980), un autor más preocupado por captar el punto de vista de los actores que por la comparabilidad de los resultados obtenidos. En tanto, las corrientes antropológicas preocupadas por la formulación de leyes universales del desarrollo cultural a partir de categorías conceptuales científicas, elaboradas por el investigador, como la antropología ecológica, el materialismo cultural y la antropología económica tendieron a emplear la observación participante sólo como complemento de otras técnicas, consideradas centrales para la contrastación de sus resultados. En efecto, en el seno de estas corrientes que se desarrollaron a partir de mediados de la década del 60, una preocupación por la repetibilidad, representatividad y objetividad de las observaciones llevó a considerar la observación participante como una técnica "preliminar" o correctiva para adaptar a diferentes culturas, técnicas de aplicación universal como la observación sistemática y planificada, encuestas a muestras representativas de la población, análisis de cadenas sociales, mediciones de alimentos y gastos energéticos, etc. Así Pelto y Pelto señalan: "La búsqueda no sistemática de información obtenida a través de la observación participante sirve de base a todas las otras técnicas de investigación... Mediante la estructuración de observaciones y la exploración sistemática de las relaciones entre diferentes eventos -a través de la entrevista, la observación meticulosa y tal vez administrando "tests" - la observación participante puede adaptarse al uso científico". (Pelto y Pelto, 1978: 69). Los datos obtenidos de la observación participante sólo proporcionan al trabajador de campo, según la perspectiva de estos autores, claves para desarrollar entrevistas, encuestas, tests psicológicos o instrumentos de investigación especializados, adaptados a la comunidad de que se trate o datos para la contrastación de aquellos obtenidos mediante otros medios (Pelto y Pelto, 1978: 69). nociones acerca de qué es lo posible y qué no es posible dentro de la misma. La intuición constituye una "invención" del investigador que puede estar errada, pero proporciona una guía para generar hipótesis nuevas y más precisas y para criticar teorías facilistas. El que el investigador practique las actividades que describe sirve a su vez para apreciarlas en toda su complejidad y detalle. Para estos investigadores, que intentan poner a prueba leyes de la evolución cultural universalmente aplicables, generalmente derivadas de otras disciplinas, y basan sus informes en la cuantificación y la observación sistemática, la observación participante se ha convertido en "el medio antropológico principal para combatir el etnocentrismo" (Johnson, 1981: 9). De recurso central para la recolección de datos, la observación participante se convierte en una especie de concesión disciplinaria, que convierte en antropológicas las investigaciones que constituyen, en realidad, un testeo de teorías biológicas, económicas o sociológicas adaptado a "otras culturas". La recolección de datos confiables se conecta con la observación participante especialmente en relación con la administración de encuestas o entrevistas o la observación acotada en el tiempo, debido a que permite aislar contextos de variación de las respuestas u observaciones obtenidas. La observación participante de larga duración permite determinar si las respuestas y actividades varían con las estaciones del año, las personas presentes, la confianza depositada en quien pregunta, el contexto en que se desarrollan, etc. Para ejemplificar los usos dados a la observación participante dentro de estas corrientes, seguiremos a uno de los más brillantes exponentes de esta postura. Según Allen Johnson, la observación participante permite: el desarrollo de la intuición; el recoger datos confiables y la formación de un punto de vista holístico. El desarrollo de la comprensión intuitiva es, según Johnson, un proceso mediante el cual, a medida que el investigador se ve envuelto en la vida de la comunidad, desarrolla nuevas explicaciones y En cuanto a las descripciones holísticas, la observación participante permitiría según Johnson, captar la naturaleza sistémica de la vida social humana, descubriendo las conexiones entre fenómenos que han sido tradicionalmente objeto de disciplinas separadas como la psicología, las ciencias políticas, la economía y la historia. (Johnson 1981: 9-12) Para este autor, como para otros que comparten su ideal científico en relación a la antropología, la observación participante es sólo un marco general para la aplicación y adaptación al contexto cultural de que se trate de otras técnicas de investigación, principalmente cuantitativas, tales como encuestas, observación sistemática, medición de alimentos, tests psicológicos, registros de frecuencia de contactos, etc. Estas otras técnicas serían pasibles de ser repetidas en diversas culturas -o en la misma-y podrían generar datos comparables. A la vez, la observación participante proporcionaría el tiempo necesario para repetir la aplicación de las técnicas mencionadas obteniendo datos más confiables. En Sociología, la observación participante también fue propugnada como técnica central por las corrientes sociológicas más preocupadas por descubrir el significado que las "cosas" tienen para los seres humanos y, consecuentemente, más interesadas en " penetrar" la realidad del actor esforzándose por entender esta realidad como la hacen los sujetos bajo estudio. En efecto, la observación participante se convirtió en la técnica central de la mayor parte de las corrientes subsumidas bajo la denominación de interaccionismo simbólico: la escuela de Chicago, la etnometodología y la perspectiva dramatúrgica de Goffman (Meltzer et al. 1980: 55). Baste para ilustrar el interés de estas corrientes por la perspectiva del actor, la forma en que Blumer resume los postulados básicos del interaccionismo simbólico : a) los seres humanos actúan en relación a las cosas sobre la base de los significados que las mismas tienen para ellos; b) estos significados son el producto de la interacción en la sociedad humana; c) estos significados se modifican y manipulan a través de un proceso interpretativo que es utilizado por cada persona al tratar con las cosas que encuentra (Blumer 1969: 2-6). La única corriente interaccional que no privilegia ni recomienda el empleo de la observación participante es la escuela de Iowa, que justamente es la que, siguiendo a Kuhn intenta desarrollar generalizaciones y predicciones universales de la conducta social, contrastables mediante la investigación empírica y un proceso de medición estandarizado y objetivo de las variables significativas (Kuhn 1964). La escuela de Chicago, por el contrario, siguiendo a Blumer, procura hacer inteligible la sociedad moderna mediante la penetración del mundo de experiencia del actor, "viendo al mundo como lo ve el actor" . Para la escuela de Chicago el comportamiento del actor se produce sobre la base de sus significados particulares y, coherentemente, postula la observación participante como su técnica central. Así Blumer (1969) mantiene que sólo la observación participante, a través de la asociación íntima con los sujetos estudiados, permite al investigador penetrar sus mundos internos, en tanto las metodologías cuantitativas (cuestionarios, tests, observación no participante) no permiten conocer los "significados" que median de manera crucial y deteminante la forma en que los individuos responden a objetos y situaciones. Críticas a la técnica Tanto desde las corrientes sociológicas que no adhieren al interaccionismo simbólico como desde las corrientes antropológicas que procuran leyes universales de la evolución cultural, la observación participante ha sido criticada sobre bases similares. Pelto y Pelto, por ejemplo, mencionan: Falta de cuantificación: la cuantificación ha estado ausente de la mayor parte de los informes antropológicos basados en la observación participante. Falta de representatividad: cuando los datos se han recogido a partir de un número de diferentes informantes o de numerosas observaciones personales el investigador generalmente no especifica la población total o el universo del cual esas observaciones son una muestra y no se aseguró que la muestra sea representativa de la población. Falta de especificación de los procedimientos de investigación: según Pelto y Pelto, en muchos casos los antropólogos no dan información acerca de los métodos de investigación que sustentan sus generalizaciones descriptivas. Si bien se menciona la observación y la entrevistas, para trechos específicos de información los datos de campo no se ofrecen. El lector crítico usualmente no tiene forma de evaluar la confiabilidad y validez de la información. Falta de comparabilidad: a menudo la misma excelencia de los vívidos y personalizados reportes o n etnográficos basados en la observación participante, producen una descripción única, llena de información pero que hace la comparación con otras descripciones prácticamente imposible (Pelto y Pelto 1978:77). Desde la sociología, la observación participante ha sido severamente criticada por tratarse de una técnica subjetiva y no adecuada para el desarrollo del pensamiento científico; porque la información que brinda es demasiado variable y única para permitir la comparación y la generalización; por requerir demasiado tiempo para resultar conveniente y por no prestarse al testeo convencional de teorías explícitamente formuladas mediante procedimientos sujetos a validación independiente (Meltzer et al. 1980: 59). Excepto por la crítica de Pelto y Pelto referente a la falta de especificación de los procedimientos de investigación, carencia que puede ser subsanada dentro del marco de la observación participante, estableciendo sobre qué datos empíricos se basa cada generalización del investigador, todas las demás críticas hasta aquí presentadas, no resultan superables excepto mediante una relativa desnaturalización de la técnica. Se trata de afirmaciones formuladas desde la pretensión de que la observación participante obtenga resultados cuantificables a los que de hecho se accede mediante otros recursos de investigación. Estas críticas son generalmente superadas mediante la combinación de la observación participante con otras técnicas, como la observación sistemática, los censos de población, etc.. Sin embargo, otras críticas han sido dirigidas a la técnica, especialmente desde la antropología, en relación a su eficacia para obtener los resultados a que la misma ha sido tradicionalmente orientada, dando origen a modificaciones en su aplicación o en la interpretación de los datos recogidos con ella. Según hemos especificado en el acápite correspondiente dichos objetivos comprenden: el acceder al punto de vista de los "nativos", el proporcionar descripciones completas y detalladas de una cultura desde este punto de vista y el reducir al mínimo la interferencia del investigador en las escenas observadas. Como hemos adelantado, la etnociencia cuestiona la posibilidad de acceder al punto de vista de los nativos mediante la observación participante tal como la misma se venía practicando durante la primera mitad de este siglo. Si bien los etnocientistas afirman que es posible acceder al punto de vista de los participantes de otra cultura, y que en esto consiste el objetivo de la etnografía (Spradley, 1980: 3), los mismos postulan que son precisas técnicas específicas para que el antropólogo se desprenda de sus propios condicionamientos culturales. En la mayor parte de los casos esto llevó a la supresión de la observación participante como técnica central de recolección de datos y su reemplazo por entrevistas especialmente estructuradas para establecer relaciones entre conceptos (marcos de elicitación). En el caso de Spradley, la observación participante fue objeto de especificaciones algo diferentes de las tradicionales, que de cualquier modo eran muy escasas. El objeto central de estas modificaciones consistía en lograr que no sólo las respuestas sino las preguntas que el antropólogo formula al observar sean "descubiertas en la situación social estudiada" (Spradley, 1980: 32). A pesar de los intentos de dar mayor lugar al punto de vista de los participantes, los resultados de los estudios etnocientíficos son generalmente presentados como un conjunto de dominios culturales, organizados en taxonomías que ordenan conceptos en relaciones lógicas prefijadas y supuestamente universales. Por otra parte, dichos estudios raramente se han preguntado cómo estos conceptos son seleccionados y empleados en situaciones sociales específicas. Probablemente el principal error de la etnociencia ha sido suponer que mediante la aplicación de técnicas estandardizadas era posible descubrir lo que los individuos de otra cultura "tienen en mente" sin que estas técnicas influyan en los resultados obtenidos. La antropología simbólica, por su parte, tal como ha sido formulada por Geertz (1983 ) y Turner (1981 ) considera de hecho, imposible, llegar a determinar el punto de vista de los nativos. Sin embargo, mantiene su interés por encontrar "significados" en la cultura. El etnógrafo, afirma Geertz " no puede percibir lo que los sujetos perciben. Lo que puede observar es con qué, mediante qué o a través de qué ellos perciben lo que perciben". Geertz define el objetivo de la observación participante como el "captar conceptos que para otra gente [los sujetos bajo estudio] son cercanos a la experiencia y ubicarlos en una conexión esclarecedora con los conceptos abstractos que los teóricos han diseñado para capturar las características generales de la vida social". La técnica de la observación participante, se mantiene en tanto invariada como recurso central de los investigación etnográfica. En líneas generales, según especifica Turner en "Symbols in Ndembu Ritual " (1981) el antropólogo observa cómo algún objeto -o aquello de lo cual se intenta determinar el significadoes empleado por los sujetos bajo estudio, solicita las interpretaciones de los especialistas y del común de la gente acerca del mismo y con estos datos construye una interpretación propia del significado del símbolo. Como no existe una teoría de los símbolos identificable a la que estos investigadores se refieran, la interpretación es altamente personal e idiosincrática. Tanto la etnociencia como la antropología simbólica cuestionan la capacidad de la observación participante para acceder al punto de vista de los nativos, pero mientras la primera considera este objetivo viable y se dedica a modificar la técnica para lograrlo, la segunda lo desecha, y no modifica la técnica sino sus objetivos. Más recientemente, otra corriente de pensamiento antropológico ha venido a cuestionar el supuesto de la progresiva "dilución" del rol disturbador del antropólogo en las escenas que observa durante la observación participante. Estos antropólogos, que podemos denominar de un modo general "críticos " , se han ocupado más de la forma en que los resultados del trabajo de campo son presentados en forma escrita, que de la manera en que la observación participante se efectúa. Para ellos, la etnografía es la práctica de representar la realidad social de otros a través del análisis de la propia experiencia en el mundo de esos otros. El texto etnográfico debe reflejar esa intersubjetividad, en que el etnógrafo no es un "ente contemplativo " sino un actor activo en la construcción de la realidad que describe (Van Maanen 1988; Dwyer 1982). Como lo expresara Clifford, la atención focalizada por estos antropólogos en la construcción del texto y la retórica, sirve para subrayar la naturaleza construída y artificial de los relatos culturales y llama la atención a la naturaleza contingente de la etnografía, al hecho de que ésta está siempre radicada en la invención y no en la representación de culturas (Clifford 1986: 2). No es difícil ver en estos antropólogos críticos, la consecuencia de un proceso de "literaturización" de la antropología que tiene su origen en la antropología simbólica. Si conocer los significados de los participantes en la cultura resulta inviable como objetivo, a la vez que se rechazan las teorías universalistas y se insiste en procurar significados, ¿cuál será el criterio que hace una descripción mejor que otra, una técnica más adecuada que otra o una interpretación más acertada que otra? El único criterio de elección parece quedar confinado a las propiedades literarias del texto. Otra vez, lógicamente, la técnica de la observación participante queda intocada por estos antropólogos críticos (lo que i mporta es cómo se cuenta lo que se hace y no qué se hace). Así uno de ellos escribe, siguiendo la más antigua tradición antropológica: "Al dar recomendaciones a mis alumnos acerca del trabajo de campo, mis sentimientos son tradicionales. No hay, por otra parte, mejor entrenamiento que salir y probarse a uno mismo en relatos realistas" (Van Maanen 1988: 139) Conclusiones Aún cuando resulte imposible entrar en la piel de los sujetos observados, la observación participante es todavía probablemente la técnica que más nos permite acercamos a su punto de vista. Este punto de vista, no por inasible, debería dejar de considerarse como "objetivo ideal" de las ciencias sociales preocupadas por los significados que las "cosas" incluídas dentro de una cultura poseen. Abandonar este objetivo, significa perder el parámetro de excelencia en el establecimiento de dichos significados. Las críticas realizadas a la observación participante por las diferentes corrientes antropológicas y sociológicas modernas permiten establecer algunas especificaciones para la aplicación de esta técnica con vistas a un acercamiento más preciso al punto de vista de los actores. Aún cuando no se sea conciente de ello, durante el proceso de investigación participante, la orientación teórico-metodológica del investigador sugiere cuestiones para preguntar, relaciones de un evento con otros tipos de datos y un conjunto de material extra a ser considerado para que las observaciones sean útiles. Estos condicionamientos deberían tratar de hacerse lo más explícitos que resulte posible en el análisis de los datos. Dado que existen variaciones en las diferentes ocasiones en que un mismo evento se produce, incluso cuando el investigador considere que la información es accesible simplemente observando un tipo particular de evento, debería diseñar modos de asegurar la mayor representatividad posible de las observaciones en una serie de repeticiones de dicha categoría de eventos. Del mismo modo, como las interpretaciones de los sujetos varían contextualmente y de un sujeto a otro, las mismas deberían ser recogidas de la mayor cantidad de sujetos posibles y en la mayor variedad de contextos posibles. De cualquier modo, salvo en los eventos públicos, siempre existe un delicado balance entre representatividad y " naturalidad" de la presencia del investigador que es necesario respetar a riesgo de que los participantes se sientan molestos por la presencia del observador y alteren su comportamiento. En rigor de verdad la observación participante permite observar afirmaciones especialmente dirigidas al investigador, afirmaciones producidas en diálogos realizados en presencia del investigador, acciones realizadas en presencia o con la participación del investigador y acciones producidas como reacción a palabras o acciones previas del investigador. A pesar de que uno de los objetivos de la investigación participante es reducir al mínimo la interferencia del estudioso en los hechos observados, esta interferencia existe y no debería ser olvidada. Tanto el interaccionismo simbólico como la sociolingüística interaccional han llamado la atención sobre este rol del investigador y, en vez de ignorarlo o intentar suprimirlo, lo introducen como variable en el análisis. El rol atribuido al investigador en cada situación se toma así uno de los factores a tener en cuenta al definir el contexto en que la misma es registrada y analizada. A pesar del rol fundamental atribuido a la observación participante como técnica para acceder al punto de vista "de los nativos" debe tenerse en cuenta que las ideas, pensamientos, clasificaciones, normas, pautas de conducta, relaciones y contextos de interacción tal como son definidos por los actores, no son empíricamente observables. Su definición siempre implica una construcción del investigador con menor o mayor input de los observados. Es necesario entonces, dejar claro en qué forma se construyen estas definiciones, en qué base de datos empíricos (afirmaciones y acciones) se basa el observador para construirlas y qué técnicas se emplearon para recogerlos. Una de las formas de reducir el input del investigador tanto en el registro primario como en la presentación de eventos concretos consiste en o proceder a un nivel de abstracción lo más bajo posible. Las afirmaciones generales y los conceptos abstractos, si bien pueden parecer muy claros al observador en el momento en que se producen los hechos, presentarán dificultades en el momento de analizar los datos y despertarán dudas en el lector, dado que están sujetas a múltiples interpretaciones. Los datos que presente el observador deben ofrecer ciertas garantías de que lo que él interpretó, por ejemplo como agresivo, o como un insulto, resulta efectivamente interpretado como agresivo o insulto en la cultura, en la relación, o en el contexto de la observación de que se trate. (Pelto y Pelto 1978: 71) El registro textual de la interacción verbal y la descripción detallada de las acciones, conjuntamente con la indagación de la interpretación que los actores realizan de sus acciones parece el medio más idóneo para proporcionar estas garantías. Edgerton, R. y L. Langness. 1979. Methods and Styles in the Study of Culture. Novato, California:Chandler & Sharp Publishers. Geertz, C. 1983. 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