Los tres factores de la revolución de la conciencia

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LOS TRES FACTORES
DE LA REVOLUCION DE LA CONCIENCIA
TERCER FACTOR: SACRIFICIO POR LA HUMANIDAD
E
l tercer factor es el del Sacrificio por la Humanidad. Es necesario
amar a nuestros semejantes, pero el amor hay que demostrarlo
con hechos concretos, claros y definitivos. No basta decir que amamos a
nuestros semejantes; no, hay que demostrarlo con hechos, hay que estar
dispuestos a subir al ara del supremo sacrificio por la humanidad, hay que
levantar la antorcha de la sabiduría, para iluminar el camino de otros; hay
que estar dispuestos a dar hasta la última gota de sangre por todos nuestros
semejantes, con amor verdadero, desinteresado, puro.
De manera que el tercer factor de la Revolución de la Conciencia es el
Sacrificio por Nuestros Semejantes. Nacer, Morir y Sacrificarnos por la
Humanidad, son los tres factores que nos convierten a nosotros en
verdaderas encarnaciones del Cristo Cósmico. Esos tres factores nos vienen
a convertir en Dioses, aunque tengamos cuerpos de hombres. Esos tres
factores vienen a hacer de nosotros algo distinto: nos transforman en
deidusos o Dioses inefables, Elohines, Daimones, etc. Si nosotros
trabajáramos con el primer y segundo factor (el de nacer y morir), pero no
amáramos a nuestros semejantes, no hiciéramos nada por llevar la luz del
conocimiento a otras gentes, pueblos y lenguas, caeríamos en un egoísmo
espiritual, muy refinado, que nos impediría todo avance interior. Pues si
solamente nos preocupamos por nosotros y nada más que por nosotros,
olvidándonos de tantos millones de seres que pueblan el mundo,
incuestionablemente nos autoencerramos en nuestro propio egoísmo. En
esa forma, el Yo del egoísmo no nos permitiría la iluminación.
El egoísmo se puede presentar en formas sumamente refinadas, y hay
que eliminarlas. En tanto tengamos egoísmo dentro de nosotros mismos,
pues la iluminación no será posible. El egoísmo está formado por múltiples
Yoes dentro de los cuales se haya enfrascada la Conciencia. ¿Que hay que
desintegrar esa multiplicidad de Yoes egoístas? ¡Es verdad! Pues si no lo
hiciéramos, la Conciencia continuará embotellada, estrecha, limitada,
condicionada y cualquier posibilidad de iluminación sería anulada.
Nosotros debemos comprender que toda la humanidad es una gran
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familia. Desgraciadamente, estamos embotellados en muchos afectos y
consideramos únicamente como familia a unas pocas personas que nos
rodean, lo cual es egoísmo; porque todos los seres humanos, sin excepción
de razas, credo, casta o color, somos una sola familia. Esa familia se llama
"humanidad".
Si únicamente miramos como hermanos a los que nos rodearon
desde la cuna, vamos muy mal. Si únicamente queremos redimir a esas
gentes que se dicen "nuestros familiares", marchamos egoístamente. Se
hace indispensable ver en cada persona un hermano. Esto que digo no es
por mero sentimentalismo, sino porque en verdad todos somos hermanos.
No es una frase meramente sentimentalista; es real, tal como se escucha:
somos una familia, una sola gran familia que no debería estar dividida, una
familia enorme que puebla la Tierra y que se llama "humanidad".
A esos, nuestros hermanos, necesitamos llevarles el conocimiento,
mostrarles la senda, a fin de que algún día, ellos también puedan hollarla y
llegar a la liberación final.
Si nosotros queremos la felicidad, debemos luchar por la felicidad de
otros. Mientras uno más da, más recibe; pero el que nada da, hasta lo que no
tiene le será quitado.
¿Cómo podríamos nosotros alcanzar la auténtica felicidad nirvánica o
paranirvánica, aquí y ahora, si no trabajamos por la felicidad de otros? La
auténtica felicidad del Ser no puede ser egoísta; se logra, únicamente,
mediante el sacrificio por nuestros semejantes.
Así, quienes han logrado los estadios del Ser mas elevados, quienes
han ingresado en los mundos paranirvánicos, maha paranirvánicos, o en el
monádico o ádico, o quienes al fin han conseguido fusionarse con el Eterno
Padre Cósmico Común, obviamente se sacrificaron en alguna forma por
nuestros semejantes en el mundo, y esto les dio méritos suficientes como
para lograr, en verdad, la dicha que no tiene límites ni orillas jamás.
Así que para hacer el Curso de Misioneros, debemos pensar en el bien
común; en que debemos amar, sí, de una forma extraordinaria, a todos los
seres que pueblan la faz de la Tierra. Amar no solamente a los que nos
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aman, porque eso lo haría cualquiera, sino también a los que nos odian. A
los que nos aman, porque nos comprenden; a los que nos odian, porque no
nos comprenden.
No debe existir, en nosotros, eso que se llama "odio". Hay gentes que
destilan y beben su propio veneno, y sufren lo indecible. Y eso es grave. Uno
no debe ser tan tonto. Aquel que está destilando y bebiendo su propio
veneno, pues, es un tonto. Aquel que se ha forjado un "infiernito" en su
mente y que lo que carga a toda hora es ese "infiernito" en su entendimiento, es un necio. Uno tiene que pensar que lo mejor es amar, pues si
uno hace de su mente un infierno, no es dichoso jamás.
Las gentes están todas llenas de resentimientos, y eso es gravísimo,
porque donde existe el Yo del resentimiento, no puede florecer el amor. No
hay quien no tenga resentimiento; todo el mundo guarda en su corazón,
palabras, hechos o sucesos dolorosos, acompañados naturalmente de sus
secuencias o corolarios, que son los ya consabidos resentimientos.
¿Qué ganará el que carga con eso? En ese sentido, no sabe amar, es
revanchista, no sabe amar. El que odia, está muy cerca de la maldición.
Hay que saber comprender a los demás, aprender a mirar el punto de
vista ajeno, si es que queremos saber amar. Las gentes son incomprensivas,
las gentes no quieren entender a otras gentes; sencillamente porque no
saben ver el punto de vista ajeno. Si uno se sitúa en el punto de vista ajeno,
aprende a perdonar, aprende a amar. Pero si uno no es capaz de perdonar a
nadie, no sabe amar.
Ahora, perdonar en forma mecanicista, no sirve para nada. Uno
podría perdonar, sencillamente, porque aprendió en la doctrina gnóstica
que se debe perdonar, pero eso es automático, no sirve. En el fondo
continuará con el mismo resentimiento, con el mismo odio, y hasta con el
mismo deseo revanchista sofocado o reprimido.
Cuando se dice "perdonar", esto implica una eliminación. Uno no
puede perdonar si no elimina el Yo del resentimiento, si no anula el Yo del
rencor, si no reduce a polvareda cósmica el Yo de la revancha, el Yo que
quiere "sacarse el clavo", etc. Mientras no haya eliminado tales Yoes, a
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través de la comprensión y con el auxilio de Kundalini Shakti, no es posible
que de verdad perdone. Y si da perdón, éste es automático y perdón
automático no es perdón.
Hay que sincerarnos consigo mismos si queremos saber amar. Si uno
no se sincera consigo mismo, si no es sincero consigo mismo, no puede
amar jamás. Amar implica un trabajo, un trabajo dispendioso sobre sí
mismo. ¿Cómo podría uno amar a otro si no trabaja sobre sí mismo, si no
elimina de su interior los elementos de la discordia, de la revancha, del
resentimiento, del odio, etc.? Cuando tales elementos infrahumanos existen
en nuestra psiquis, la capacidad de amar queda anulada.
Nosotros necesitamos amar, sí, a todos nuestros semejantes. Pero,
repito, esto implica un trabajo. Uno no puede amar mientras existan los
elementos del odio en sí mismo. Si queremos amar, debemos ser sinceros,
autoexplorarnos, autoinvestigarnos para descubrir esos elementos que nos
incapacitan para amar.
Hay mucho amor fingido en las distintas escuelas de tipo
pseudoesotérico, pseudoocultista. Nosotros los gnósticos no debemos aceptar amor fingido, debemos ser exigentes consigo mismos. ¿Vamos a amar a
nuestros semejantes o no los vamos a amar? Seamos sinceros. No se trata
de que nos dejemos llevar de sentimentalismos sublimes. Podríamos creer
que sí amamos, cuando en realidad no estamos amando.
El amor es algo muy sublime. Les voy a poner a ustedes un ejemplo, o
algunos ejemplos sobre amor... El fundador de Nueva York era un hombre
muy inteligente. Tenía, pues, una esposa (y muy distinguida). Cuando fundó
a Nueva York, aquello parecía una paradoja, allí no había sino vegetación,
árboles, montañas, etc., etc. El concibió la idea de una gran ciudad, al
contemplar aquella región. Pero era la "época dorada", la época en que la
gente tenía la sed de oro en los Estados Unidos, aunque siempre la ha
tenido, pero en aquella época era muy manifiesta la codicia por el oro físico,
las minas de oro, etc. Sí, él, yéndose por el mundo, cometió un error que
considero muy grave, abandonar a la mujer en plena montaña. No la
abandonó por ninguna otra mujer; no, sino por el oro, por ir a buscar las
minas. Al fin supo de ella, alguien le dijo que ella había muerto. El no se
preocupó mucho por eso, porque él no tenía sino ansias, sed insaciable de
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oro. Más tarde, con el tiempo, encontró a una mujer y se casó con ella, con
otra mujer. Metió ferrocarril, estableció Bancos. Cuando ya era un gran
hombre, hablando ante un auditorio, de pronto descubre, entre las gentes
que habían allí, a aquella que él había abandonado. Aquel hombre ya no
podía ni hablar, trató de trabarse, quedó confundido, porque pensaba que
estaba muerta. Y a ella le habían informado que él se había casado otra vez,
que tenía seis hijos... En el auditorio se topó "de manos a boca" con ella, él
no hallaba qué hacer. Le dijo ella: "No te preocupes, sé que te has casado". El
estaba perplejo, porque claro, por regla recordó su primer amor. Y la
amaba, sólo que la sed del oro había hecho que la abandonara... No hallaba
qué hacer. Dijo ella: "Puedes marcharte, sigue tu camino" (ella también lo
adoraba). El intentó alejarse y no podía, sentía que le era difícil
desprenderse de ella. Pero ella le dio valor: "No mires hacia atrás, le dijo,
marcha hacía adelante, no te detengas por mí. Debes triunfar, te amo mucho
y deseo tu triunfo". El se fue, caminando como un sonámbulo, hasta que ella
se marchó. Ella lo amaba demasiado. El hubiera podido dejar a la otra mujer
de inmediato e irse con ésta, pero ella prefirió su felicidad. Eso es amor.
¿Cuál de ustedes se siente capaz de hacer eso: ser capaz de renunciar
a lo más amado, por la felicidad misma de lo más amado? Es que el amor no
quiere recompensas, es dádiva en sí mismo, trabajo con renuncia de los
frutos, no quiere sino el bien de otros, aún a costa de la propia felicidad.
Pretender definir el amor, es un poco difícil. Si se define, se desfigura.
Es más bien como una emanación, surgida, dijéramos, del fondo mismo de
la Conciencia, un funcionalismo del Ser.
Hay que entender, hay que comprender, pues, la necesidad de amar a
nuestros semejantes. Porque mediante el amor podemos transformarnos, y
amando, repartir bendiciones, llevar la enseñanza a todos los pueblos de la
Tierra, encaminar a otros con el máximum de la paciencia, saber perdonar
los defectos ajenos.
Incuestionablemente, al llevar uno la enseñanza a otros, encontrará
muchas resistencias. Indubitablemente, le lloverá a uno, en muchas
ocasiones, piedras; pero hay que saber amar y perdonar a todos, no
reaccionar tanto.
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Las gentes viven reaccionando, ante los impactos que provienen del
mundo exterior. Hay siempre una tendencia a reaccionar. Yo me he fijado,
pues, en las mesas directivas de los Lumisiales. En plena Asamblea, alguien
dice algo con relación a alguien y nunca falta la reacción inmediata del
aludido. Algunas veces con ira, otras con impaciencia, pero en alguna forma
reacciona. Muy rara vez he visto una mesa directiva donde un sujeto XX
permanezca impasible, sin reaccionar ante lo que otros digan.
Hay esa tendencia, de todo el mundo, a reaccionar contra todo el
mundo. ¡Mas qué chistosas son las gentes! Basta mover un botón y truenan
y relampaguean. Y si se mueve otro botón, sonríen dulcemente. Los
humanoides son máquinas que todo el mundo maneja a su antojo; son
como un instrumento de música, donde cada cual toca su propia canción. Si
alguien quiere que ustedes sonrían, basta decirles palabras dulces y darles
palmaditas en el hombro... Sonríen dulcemente. Si quiere que truenen o
relampagueen, basta decirles unas cuantas palabras duras y ya se ponen
con el entrecejo fruncido y reaccionan inmediatamente. Yo mismo aquí,
estoy platicando con ustedes y los veo un poco sonrientes. Si en este
momento les echara un regaño, ¿qué sucedería? Cambiarían de inmediato,
ya no estarían tan sonrientes, ya las cejas aparecerían fruncidas. ¡Qué
tristeza, pero así es! ¿Por qué? Son maquinas, un instrumento que todo el
mundo toca. Instrumentos como la guitarra. El que quiera verlos contentos,
dirá unas cuantos palabras dulces y ya estaremos felices. Pero el que quiera
verlos llenos de odio, dirá unas palabras duras y ya estaremos terribles.
De manera que dependemos de otros, no tenemos libertad, no somos
dueños de nuestros propios procesos psicológicos, cada cual hace de
nosotros lo que le venga en gana. Unas cuantas palabritas de lisonja, e
inmediatamente, ¡ah!, sentimos autoimportancia; otra palabrita de
humillación y qué tristes y pequeños nos sentimos. Si cada cual hace de
nosotros lo que quiere, ¿entonces, dónde está nuestra autonomía, cuándo
dejaremos de ser máquinas? Es obvio que para aprender a amar, hay que
adquirir autonomía, porque si uno no es dueño de sus propios procesos
psicológicos, jamás puede amar. ¿Cómo? Si otros son capaces de sacarnos
del estado de paz al estado de discordia, ¿cuándo podríamos amar? Mientras uno dependa de otros psicológicamente, no es capaz de amar. La
dependencia obstaculiza el amor. Necesitamos nosotros acabar con la
dependencia, hacernos amos de sí mismos, dueños de nuestros propios
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procesos psicológicos.
Cuando yo tuve la reencarnación de Tomas de Kempis, escribí en mi
libro "Imitación de Cristo", en aquella antigua reencarnación, una frase que
dice: "Yo no soy mas porque me alaben. Ni menos porque me vituperen,
porque yo siempre soy lo que soy"... De manera que debemos permanecer
impasibles ante la alabanza y el vituperio, ante el triunfo y ante la derrota;
siempre serenos, impasibles, siempre dueños de sí mismos, de nuestros
propios procesos psicológicos.
Así sí, marchando por ese camino, llegaremos a estar siempre
estables en eso que se llama "amor". Necesitamos nosotros establecernos
en el reino del amor, pero no podríamos hacerlo si no fuésemos dueños de
nuestros propios procesos psicológicos. Pues si otros son capaces de
hacernos rabiar cada vez que quieran, si otros son capaces de hacernos
sentir odio, si otros son capaces de hacernos sentir el deseo de revancha,
obviamente no somos dueños de sí mismos. En esas condiciones, jamás
podríamos nosotros estar establecidos en el reino del amor. Estaríamos en
el reino del odio, en el de la discordia, en el del egoísmo, en el de la
violencia, pero jamás en el reino de eso que se llama "amor".
Debemos permanecer estables en el reino del amor, tenemos que
hacernos dueños de nuestros propios procesos psicológicos. Si golpeamos
en una puerta, por ejemplo, y nos reciben a piedras porque vamos a dar la
enseñanza gnóstica, y si nos alejamos de allí, dijéramos, con el deseo de
revancha, o terriblemente confundidos, entonces no serviríamos para
Misioneros Gnósticos. Si llegamos a un pueblo a predicar la palabra y el
señor cura nos corre, y entonces nos llenamos de terror, ¿serviríamos,
acaso, para Misioneros Gnósticos?
El terror nos incapacita para amar. ¿A qué le tenemos miedo
nosotros? ¿A la muerte? Si para morir nacimos, ¿entonces qué? Que muera
uno, unos días antes o unos días después, ¿qué? Siempre tiene uno que
morir. Entonces, ¿a qué le tenemos miedo? Además, la muerte es tan
natural como el nacimiento. Si le tenemos miedo a la muerte, también
debemos tener temor al nacimiento, pues son los dos extremos de un
mismo fenómeno que se llama "vida".
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¿Tenerle miedo a la muerte? ¿Por qué, si todo lo que nace, tiene que
morir? Las plantas nacen y mueren, los mundos nacen y mueren. Esta
misma Tierra nació y un día será un cadáver, quedará convertida en una
nueva Luna.
Así pues, temer a la muerte, ¿por qué? La muerte es la corona de
todos, y por cierto que es hasta muy bella. Uno no debe mirar a la muerte
jamas con horror; hay que mirarla como es. Ver un cadáver en un féretro,
en la mitad de una sala, no es haber comprendido el Misterio de la Muerte.
El Misterio de la Muerte es muy sagrado. Jamás se podría comprender el
origen de la vida, el Misterio de la Vida, si antes no se ha comprendido a
fondo, el Misterio de la Muerte. Cuando uno entiende de verdad lo que son
los Misterios de la Muerte, comprende los Misterios de la Vida. La muerte
nos depara, pues, deliciosos momentos. Con la muerte viene la paz.
Bien vale la pena, pues, no tener miedo al morir. Y si alguien muriera
en el cumplimiento de su deber, trabajando por la humanidad, ese alguien
sería premiado con creces en los mundos superiores. Dar uno la vida por
sus semejantes, es algo sublime. Eso fue lo que hizo el Divino Rabí de Galilea, es lo que han hecho todos los santos, los mártires: San Esteban,
apedreado por enseñar la palabra; Pedro, crucificado con la cabeza hacia
abajo y las piernas hacia arriba, para indicar el trabajo en la Forja de los
Cíclopes. Eso son ellos: verdaderos mártires. Esos son los que descollan más
tarde, entre el Mahamanvantara, como Dioses.
Así pues, temer es absurdo. Lo más que podría sucedernos a nosotros
es que nos llevaran al paredón de fusilamiento. ¿Y qué? Después de todo,
¿qué? Morirse uno, unos días antes o unos días después, es algo que no
tiene la menor importancia.
Vale la pena que pensemos en todas estas cosas. Por temor, los
hombres se arman para matar a otros. Por temor, las guerras entre las
naciones, pues cada nación teme que otra la invada y se arma, y viene el
desastre. Por temor existen los ladrones, que le tienen miedo a la vida. Por
temor existen las prostitutas, que le tienen miedo al hambre. Por temor, un
hombre mata a otro. El temor, pues, es la raíz de muchas maldiciones sobre
la Tierra.
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Uno tiene que acabar con el Yo del temor. En el umbral del Templo
debemos dejar el temor. Desgraciadamente, hay distintas clases de temor.
El que tiene miedo jamás podría afrontar la prueba del Guardián de la Inmensa Región. ¿Cómo podría afrontarla si teme? El que tiene miedo, al
verse fuera del cuerpo físico, resulta chillando... "Que parece que ya se
olvidó, que dejó a su mamá y a su papi, que a sus hermanitos, que al abuelo.
Que, en fin, ahora qué hago"... Pueden estar ustedes seguros que nosotros
somos solos, cada uno de nosotros, y que la única familia que tenemos se
llama "humanidad". Uno, después de muerto, tiene que llegar a la
conclusión de que está solo. La buena reputación de papá y de mamá, el
cariño de sus hermanos, sus amigos, todo eso queda atrás. Se encuentra con
que uno no es mas que otra criatura de la Naturaleza, y eso es todo, sin
nombres ni apellidos, terriblemente sola... ¿Papá, mamá y los hermanitos?
Son tan sólo la fascinación de un día; nada de eso tenemos, somos espantosamente solos.
A la larga, lo único que tenemos que buscar adentro, es al Padre que
esta en secreto y a nuestra Madre Eterna y siempre divina, la Kundalini y al
Cristo Señor. ¿Y la familia? ¡Todos los millones de seres humanos! No digo
solamente los de la Tierra, sino los de todos los mundos del espacio. Esa es
la realidad. Es una realidad descarnada lo que les estoy diciendo, pero es la
realidad. Descarnada porque ustedes quieren mucho a sus familiares,
¿verdad? Ahora, si uno no tuviera familia dirían: "Bueno, si usted no la tiene,
¿pues qué importa?" No, yo la tengo también, y me doy cuenta que es vano
todo eso. No quiero decirles que yo no quiera a mis familiares. Yo sí los
quiero, como ustedes los quieren, sólo que yo ya experimenté, directamente, la realidad de mi propia familia y llegué al convencimiento de que la
familia es toda la humanidad.
No guardo resentimientos contra la familia. No vayan a creer ustedes
que estoy hablando con algún resentimiento. No, cuando digo que
experimenté la realidad de lo que es la familia, quiero referirme, en forma
trascendental, a la enseñanza.
Fuera del cuerpo físico, se me enseñaron los Misterios de la Vida y de
la Muerte. En alguna ocasión, se me hizo sentir la muerte por anticipado. Se
me hizo salir del cuerpo físico; ya fuera de la forma, se me hizo adelantar en
el tiempo para verme muerto. ¿Qué vi? Un cadáver. ¿Qué había en ese
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ataúd? Un cuerpo. ¿Cuál? El mío. ¿Quiénes estaban ante ese ataúd, en la sala
llena de flores y coronas de difuntos? Familiares. Entre mis familiares,
estaba ahí mi madre. Me acerqué a ella, besé su mano y dije: "Gracias por el
cuerpo que me diste; mucho me sirvió ese cuerpo, resultó maravilloso.
¡Gracias!" Me acerqué a todos los otros familiares, despidiéndome de ellos.
Abandoné aquella morada y me sumergí entre el seno de la Naturaleza,
convencido de que estaba desencarnado... ¿Qué había? Naturaleza: valles
profundos, montañas, océanos, nubes, aire, Sol. ¿Y mis familiares qué? Eso
había quedado en el pasado, ya no tenía familiares. Los nombres y apellidos,
mi linaje, mi pueblo, mi lengua, ¿en qué habían quedado? ¡Cosas del pasado!
Ahora estaba sumergido entre una Naturaleza salvaje, absolutamente
salvaje. Y entonces mi querida familia, ¿qué? Solamente pude exclamar: "¡Ya
no tengo familia!"
"¿Y los seres que me rodearon? Eso fue en el pasado; ahora estoy solo,
espantosamente solo. Soy tan sólo una criatura de la Naturaleza, una
Naturaleza salvaje. ¡Lo que hay son valles, unas montañas, una tierra
húmeda por la lluvia! ¿Y mi casa? ¿Cuál casa? Ya no tienes casa. ¿Y bienes?
Mucho menos bienes terrenales. ¿De dónde los voy a sacar? Entonces,
¿quién eres? Una partícula de la Naturaleza, una Naturaleza salvaje que
nada tiene que ver con cuestiones familiares".
Conclusión: mi familia es toda la humanidad, o todas las
humanidades, o todos los mundos, las humanidades planetarias, y eso es
todo... Sentí, sin embargo, un poco de tristeza, al darme cuenta que todavía
el "Cordón de Plata" no se había roto. Hubiera querido romperlo, pero
permanecía intacto. No me quedó más remedio que regresar. Yo pensaba
que ya estaba desligado absolutamente de la forma física, y me tocaba
volver otra vez. Y volví, sí, entré en mi cuerpo.
Esa es la realidad, pues, en relación con familiares: parientes,
allegados primos, hermanos, tíos, sobrinos, nietos, biznietos, tataranietos. Y,
en fin, todo eso nos fascina en el fondo. Nosotros necesitamos elevar un
poco el corazón con la frase: "Sunsum Corda" (¡Arriba Corazones!), y saber
que todos somos una gran familia; ver en cada persona un hermano, sentir
a cada uno de nuestros hermanos como sangre de nuestra sangre; no ver a
los otros como extraños, como gente distinta, porque eso es absurdo. Todos
somos una enorme, una inmensa familia que se llama "humanidad".
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Nosotros debemos sacrificarnos, por esa inmensa familia, con
verdadero amor. Si así lo hacemos, marcharemos, con el tercer factor de la
Revolución de la Conciencia, en forma plena. Trabajando uno por los demás,
también es recompensado. Aunque uno renuncie a los frutos de la acción,
siempre es recompensado. Trabajando por los demás podemos cancelar el
Karma viejo que traemos de existencias anteriores.
He conocido a muchas personas que sufren los problemas diversos de
la vida; económicos, por ejemplo. Aquellos que tienen problemas
económicos, incuestionablemente ocasionaron daños económicos a muchas
gentes en el pasado, y ahora cosechan lo mismo que sembraron, "toman de
su propio chocolate". Sin embargo, se quejan y protestan y blasfeman, y
quieren mejorar la situación económica, pero no remedian el mal que
hicieron, no forman parte de alguna Cooperativa, no son capaces de partir
su pan, para dar la mitad al hambriento; no son capaces de quitarse una
camisa para vestir a un desnudo, no son capaces de dar un consuelo a nadie,
pero quieren mejorar económicamente. Claro, solicitan servicios, piden que
les ayudemos en el trabajo de cambiar su situación, pero ellos no se preocupan por servir a nadie, son parásitos que existen bajo el Sol.
En esa forma, ¿cómo se podría mejorar económicamente? Toda causa
trae su efecto. El Karma es el efecto de una causa anterior. Si se quiere
anular el efecto, hay que empezar por anular la causa que lo produjo. Y se
anula la causa con inteligencia, sabiendo anularla.
Con todas estas cosas se van a encontrar ustedes en el camino: unos
que quieren que ustedes los curen, pero jamás se preocupan por curar a
nadie; muchos que tienen gravísimos problemas económicos, pero nunca
piensan cooperar en alguna forma con alguien, etc. Cada cual tiene sus
problemas y los problemas los crea el Ego y nada más que el Ego desdichado. Uno puede anular todos los problemas si no tiene Ego; si no tiene
Ego, no hay problemas. ¿Por qué? Porque no hay quien reaccione dentro de
la mente de uno, no hay un revanchista que complique la situación, no hay
nadie que odie en nosotros, o a través de nosotros. Entonces no hay
problemas, los problemas los crea el Ego y nada más que el Ego.
Trabajando en favor de los demás, pues uno cancela viejos Karmas. El
que sirve a otros, se sirve a sí mismo. El que da, recibe y mientras más da,
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más recibe; esa es la Ley. Al León de la Ley se combate con la balanza. Si en
un platillo de la balanza pudiéramos nosotros poner buenas obras (en el
platillo del Bien) e inclinar entonces la balanza a nuestro favor, quedaría
anulado el Karma. En verdad que al León de la Ley hay que darle duro con
la balanza. Esa es la clave para vencer el Karma. Como dicen los Señores de
la Ley: "Has buenas obras para que pagues tus deudas". El que tiene con qué
pagar, paga y sale bien en los negocios; pero el que no tiene con qué pagar,
tiene que ir a la cárcel, perder todos sus bienes. Hay, pues, que hacer mucho
bien para pagar nuestras deudas viejas. Con el capital de buenas obras,
podemos pagar el Karma viejo sin necesidad de sufrir; no hay necesidad de
amargarnos la vida.
Conozco a un sujeto XX. Sufre lo indecible: siempre en mala situación
económica, siempre en la miseria. En cuanto negocio hay, fracasa; no hay
negocio donde se meta que no fracase. Tiene mujer, tiene hijos, con ellos
riñe incesantemente. El es del signo de Leo; ella también. No deberían
reñirse, pero parece que los leones son así: pelean incesantemente, no están
contentos. Yo los he visto en el Jardín Zoológico de Chapultepec: no dejan de
pelear. Leo con Leo parece que no se entienden... Bueno, lo curioso del caso
es que el sujeto XX cuyo nombre no menciono, siempre pide que se le ayude
económicamente, que trabajemos por él en el mundo de las causas y
efectos, pero no lo he visto jamás hacer nada en favor de sus semejantes.
Pide, pero no da. Pide y pide y pide, pero jamás da, ni da, ni da. Y pide, ¿con
qué derecho pide, si no da? Es como querer uno que le perdonen sus deudas
y no es capaz de perdonar a sus semejantes.
Todos dicen, en la oración del Padre Nuestro: "perdona nuestras
deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores". Pero si uno
no perdona a sus deudores, a sus enemigos, ¿con qué derecho pide al Padre
que lo perdone? ¿Qué derecho le asiste, para pedir perdón, cuando no es
capaz de dar perdón? ¿Con qué derecho pide piedad, cuando no es capaz de
entregar piedad? ¿Con qué derecho pide caridad, si no es capaz de darla?
Así son todos: piden, pero no dan, y eso es gravísimo.
El Misionero Gnóstico debe dar. ¿Qué va a dar? Sabiduría y amor a sus
semejantes. Eso va a dar: va a asistir, va a auxiliar, pero con amor.
Mediante las Cadenas mágicas, se puede ayudar a nuestros semejan-
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tes. Las Cadenas son maravillosas: ya para irradiar amor, ya para curar
enfermos. Con las Cadenas se puede invocar a los Maestros de la Ciencia,
para que ellos asistan a los enfermos. Con las Cadenas se puede invocar, por
ejemplo, a Rafael, que es un gran sanador universal, el mismo que sanara al
Patriarca Job; el mismo que curara a Tobías. Eso es él: un gran sanador
mundial o universal, un gran médico... Con las Cadenas se pueden invocar
también, a médicos como Hipócrates, a Galeno, a Felipe Teofastro Bombasto
de Hohenheim (Aureola Paracelso), etc. Con las Cadenas se pueden invocar
a las potencias de la luz, para que nos asistan en un momento dado:
conjurar a las potencias de las tinieblas para que nos dejen en paz, etc. Las
Cadenas mágicas son formidables: con la izquierda se recibe, con la derecha
se da. La Cadena forma circuitos de fuerzas magnéticas extraordinarias. Con
las Cadenas se pueden hacer grandes obras.
El Movimiento Gnóstico Cristiano Universal marcha victorioso en
todos los campos de batalla; él está establecido en todo el Hemisferio
Occidental y aglutina a cinco millones de personas. En estos instantes se
prepara, pues, para lanzarse a Europa, y claro, antes de poco se habrá
establecido en Europa. Posteriormente nos estableceremos en el Asia, mas
tenemos que trabajar por la humanidad. Una vez que hayamos hecho
nuestra labor en Europa, nos estableceremos en Japón, para hacer nuestra
labor en todo el continente asiático.
Nosotros estamos entregando a la humanidad el Evangelio de la
Nueva Era del Acuarius. Habrá un gran cataclismo con la llegada de
Hercólubus. Ese es un mundo gigante, seis veces más grande que Júpiter,
miles de veces más grande que la Tierra. Pertenece al Sistema Solar Tylar,
todo un sistema que viene viajando hacia nuestro Sistema Solar de Ors. Y
claro, este mundo Hercólubus, tiene una órbita enorme, inmensa. Cada vez
que se ha acercado a la Tierra, ha producido una catástrofe. Cuando se
acercó a la Tierra en épocas del Continente Mú, se produjeron grandes
terremotos, surgieron muchos volcanes, y al fin se hundió la Lemuria entre
el fondo del Pacífico, a través de diez mil años. Cuando se acercó en épocas
de la Atlántida, se hundió en el fondo del océano que lleva su nombre: en el
Océano Atlántico. Se hundió la Atlántida con todos sus millones de
habitantes. Ahora viene otra vez Hercólubus, y puedo asegurarles que va a
producir una revolución total de los ejes de la Tierra. Cuando ya esté
demasiado cerca, jalará con fuerza el fuego líquido del interior del mundo;
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entonces brotarán por doquiera volcanes en erupción, acompañados de
terribles terremotos. Y acuérdense ustedes de lo que dijeron los
antepasados de Anáhuac (eso es algo que para nosotros, los mexicanos,
tiene un gran valor): "Los Hijos del Quinto Sol perecerán por el fuego y los
terremotos".
Acaba de haber un gran terremoto en Europa, que dio como resultado
unos siete mil y pico de muertos (sepultados). Al Distrito Federal, aquí en
México, le aguarda otro gran terremoto que destruirá al Distrito Federal.
Este terremoto afectará también todo el Norte de nuestro país; México y los
mexicanos debemos estar preparados para ese gran terremoto.
Así pues, se sucederán grandes acontecimientos en el futuro. Cuando
llegue Hercólubus, por dondequiera el fuego brotará, los volcanes
aparecerán, los terremotos acabarán con todo lo que existe actualmente.
Será ese el día del gran incendio universal, profetizado por Pedro en su
Epístola a los Romanos, cuando dijo: "Y los elementos, ardiendo, serán
deshechos y la Tierra y todas las obras que en ella hay, serán quemadas"...
Posteriormente, lo último que hará Hercólubus, en su acercamiento
supremo, será producir la revolución de los ejes de la Tierra. Los océanos
cambiarán de lecho, se desplazarán los mares, las tierras actuales quedarán
bajo el fondo de las agua; no quedará nada, nada, nada, de esta perversa
civilización de víboras, todo será destruido.
Claro, habrá un pequeño grupo que será salvado de las aguas.
Nosotros estamos trabajando con el objeto de reorganizar ese pequeño
grupo y los Misioneros Gnósticos tienen el deber de seguir trabajando. Ese
grupo será el Ejército de Salvación Mundial, ese grupo será seleccionado en
su momento y en su hora. Antes del cataclismo final, los hermanos del Tíbet,
entre los cuales estoy yo, mi insignificante persona, trabajaremos en equipo
para sacar, de entre esta horrible civilización de víboras, a los que hayan
trabajado sobre sí mismos, a los que hayan alcanzado, pues, la dignidad que
corresponde.
A esos nos los llevaremos a un lugar secreto, en el Pacífico; un lugar
donde no les sucederá nada. En eso estamos de acuerdo, los hermanos de
algunas agrupaciones secretas de los Himalayas, y yo. Y esos que serán
llevados a esa isla, se convertirán en el núcleo de la futura humanidad. Por
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aquellos días, digo, después del gran cataclismo, la Tierra quedará envuelta
en fuego y vapor de agua, y los pocos que formarán aquel núcleo, vivirán,
pues, entre la niebla. Podrán ser considerados como "hijos de la niebla",
como los Nibelungos de los tiempos antiguos. Cuando resplandezca un
doble arco iris en el azul, ya habrán tierras nuevas, emergidas del fondo de
los mares, y en esas tierras nuevas vivirá una humanidad nueva, una
humanidad inocente y pura, una humanidad perfecta. Entonces vendrá la
Edad de Oro, anunciada por Virgilio, el Poeta de Mantua, cuando dijo: "Ya
llegó la Edad de Oro y una nueva progenie manda"...
Nosotros estamos trabajando para crear el Ejército de Salvación
Mundial. Esa es nuestra labor, esa es la labor de todos los Misioneros.
Abriremos Lumisiales por todas partes, con el propósito de ir creando ese
Ejército de Salvación Mundial.
Los tiempos del fin ya empezaron y estamos en ellos. Hercólubus está
a la vista de todos los Observatorios del mundo. En la Asociación Gnóstica
de México, tenemos un mapa propio. ¿De dónde salió ese mapa? Salió de
una Hemeroteca. ¿Quién lo trazó? Los Astrónomos. Es asunto oficial, que se
conoce en todos los Observatorios del planeta Tierra. Entonces, si los
señores Astrónomos no lo han publicado, ¿a qué se debe? A la censura: les
está prohibido llevar a los pueblos al estado, dijéramos, de desesperación
psicológica. Ellos están prohibidos por la ley, pero no lo ignoran, lo saben, y
los mapas los tienen en su poder. Así pues, lo que yo estoy hablando es algo
completamente oficial, que ya se conoce.
Ahora comprenderán ustedes por qué motivo nos preocupamos
tanto, en estos instantes, por llevar la enseñanza. Eso es claro: que
necesitamos, pues, cooperar con el Sol. El Sol va a acabar con esta raza y va
a plantar, sobre el mapa del mundo, una nueva raza, y nosotros necesitamos
cooperar con el Sol. Esta raza ya dio sus frutos; lo que tenía que dar, ya lo
dio. Estamos en la hora final: el reloj del destino está parado, el viejo
Saturno, en forma de esqueleto, con su Guadaña en la mano, está parado
junto al reloj. De un momento a otro, la catástrofe. Esa es la cruda realidad
de los hechos, mis estimables hermanos, y por ahora doy por concluida esta
plática con ustedes. ¡Paz Inverencial!
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