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Pedagogía Universitaria
2001 Vol. 6 No. 2
COMPETENCIAS Y VALORES PROFESIONALES
Emilio Ortiz Torres
Profesor Auxiliar y Doctor en Ciencias Psicológicas
Universidad de Holguín Oscar Lucero Moya
eortiz@uholg.holguin.inf.cu
INTRODUCCIÓN:
La generalización de los proyectos educativos en la educación superior ha provocado la
delimitación de aquellas habilidades y valores profesionales que deben ir adquiriendo los
estudiantes en su tránsito por la universidad. En estos momentos se ha logrado concientizar a
los claustros de su importancia para la búsqueda de la formación integral de los futuros
egresados, lo cual se constata en la necesidad de una estrategia coherente para su formación y
de continuar con su investigación (J. Mark H. And M. J. Taylor, 2000)
En cada carrera universitaria los proyectos educativos adquieren un matiz peculiar por
las propias características del profesional que deben formar. Aunque se ha avanzado en el
diseño de proyectos cada vez más precisos, con la delimitación de las habilidades
profesionales, todavía subsisten dificultades en cuanto a la determinación de los valores que
deben caracterizar a cada profesional, lo cual resulta lógico porque las habilidades han sido
más investigadas que los valores y de hecho existe una teoría didáctica del desarrollo de las
habilidades profesionales en la educación superior, pero no así de los valores.
De manera infructuosa se ha pretendido trasladar la didáctica de las habilidades al
desarrollo de los valores, lo cual resulta erróneo por ser los valores fenómenos más complejos
que las habilidades, a pesar de estar ambos estrechamente vinculados en la personalidad.
Incluso en la actualidad dentro de las carreras se producen frecuentes discusiones entre los
profesores en cuanto a la precisa delimitación de las habilidades y los valores profesionales, lo
cual resulta a veces difícil delimitar hasta qué punto determinadas exigencias son unas u otros
o ambos a la vez.
En realidad la Didáctica es una sola y los intentos infructuosos de fraccionarla con
propuestas didácticas dicotómicas para habilidades y para valores ha provocado la
vulneración de su carácter científico al ignorar el Principio de la unidad de la instructivo y lo
educativo en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Sin embargo, en la década de los años 90 ha ido adquiriendo preponderancia en la
educación el término competencia asociado al desarrollo de las habilidades y los valores, por
ejemplo, la investigadora R. Buxarrais (1992) se refiere a que para un buen desarrollo moral y
aprendizaje de valores son necesarias una serie de competencias psicosociales (lingüísticas,
cognitivas, comunicativas y sociomorales). Lo que refleja la intención de eliminar la
tradicional contraposición entre valores y habilidades. El objetivo de este trabajo es analizar la
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importancia de este concepto, su relación con los valores, y su valor metodológico para el
trabajo político-ideológico en los proyectos educativos.
¿Qué son las competencias?
Actualmente existen muchas publicaciones que incluyen este término, por lo que resulta
novedoso y acuñado hace relativamente poco tiempo en la educación (Y. Argudín, 2000),
refleja un afán integrador porque resulta un conjunto holístico que emerge de la práctica (L.
Álvarez, 2000) y no es privativo de la educación, pues fue objeto de atención primero en la
gestión de recursos humanos como respuesta a la formación laboral y a la selección de
personal (M. Gallego, 2000).
En los literatura revisada de los autores antes citados aparecen como elementos que
contribuyen a su definición los siguientes:
- Conjunto de comportamientos sociales, afectivos y habilidades cognoscitivas que
permiten llevar a cabo adecuadamente un desempeño, actividad o tarea.
- Poseen un componente actitudinal que incluye lo afectivo, lo cognitivo y lo
comportamental.
- Se manifiestan en el desempeño que constituye la manifestación externa de las
competencias.
- Constituyen el producto final del proceso educativo.
- Desempeño diferenciador y exitoso.
- Carácter individual.
- Se convierten en un elemento que determina la calidad del desempeño profesional.
- Contienen un dinámica y compleja combinación de atributos (conocimientos
habilidades y valores).
- Resulta un concepto clave en el desempeño competente de acuerdo con la ética
profesional, con los valores y el contexto donde se manifiesta.
- Existen competencias genéricas (trabajar en equipo, búsqueda de información
científica, uso de las nuevas tecnologías informáticas, uso eficiente del idioma
materno, etc. ) y otras más específicas, en dependencia de cada profesión.
- Son a la vez un proceso y un resultado.
- No se pueden enseñar ni evaluar aisladas del contexto.
- Constituyen un resultado de la educación integral de las nuevas generaciones.
Es evidente que estas características contribuyen de manera efectiva y precisa a
comprender mejor en qué consisten las competencias en la educación, pero necesitan una
mayor argumentación desde el punto de vista psicopedagógico porque son un atributo
individual con fuerte carga subjetiva y susceptible de ser educadas.
Por tanto, las competencias pueden ser definidas como aquellas cualidades de la
personalidad que permiten la autorregulación de la conducta del sujeto a partir de la
integración de los conocimientos científicos, las habilidades y las capacidades vinculadas con
el ejercicio de una profesión, así como de los motivos, sentimientos, necesidades y valores
asociados a ella que permiten, facilitan y promueven un desempeño profesional eficaz y
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eficiente dentro de un contexto social determinado. Expresan un enfoque holístico de la
personalidad en la unidad de lo cognitivo, afectivo y conductual.
Por ejemplo, entre las competencias más comunes de los profesionales de la educación
superior están las comunicativas (asociadas al uso eficiente del idioma y a las relaciones
interpersonales), el conjunto de habilidades profesionales específicas de su profesión, así
como los conocimientos científicos más actualizados provenientes de las diferentes ciencias
que tributan a ella de manera directa o indirecta.
El término competencia constituye también un concepto integrador porque unifica en un
solo término los elementos ejecutivos e inductivos de la autorregulación de la personalidad
(S.L. Rubinstein, 1979) dentro del proceso docente-educativo.
Es decir, que los conceptos de habilidades y valores quedan incluidos dentro del
concepto competencia, lo cual resulta algo favorable porque permite trascender los enfoques
didácticos unilaterales que hacían énfasis en las habilidades por un lado y en los valores por
otro. La educación integral de los estudiantes universitarios requiere de una concepción
teórica integral también que permita ofrecer una respuesta satisfactoria también en el plano
metodológico.
Sin embargo, es necesario precisar también qué son los valores pues constituye un
término muy utilizado y con frecuencia no existe una comprensión clara de su esencia.
¿Qué son los valores?
Los valores, desde el punto de vista psicopedagógico, son aquellas cualidades de la
personalidad que permiten la autorregulación de la conducta del sujeto en una dimensión
ético-moral. Es decir, son características personales que orientan al hombre a actuar de
acuerdo con las normas morales, éticas e ideopolíticas de la sociedad cubana de hoy. Son
cualidades que expresan actitudes personales y sociales valiosas aceptadas en las relaciones
con las demás personas y un compromiso político-ideológico. Entre esos valores están la
honestidad, la honradez, la responsabilidad, el colectivismo y el patriotismo. Este es un plano
de análisis preponderantemente inductivo de la personalidad que compromete más a los
motivos, las necesidades, los sentimientos y la emociones del sujeto.
La personalidad es, a su vez, una categoría que configura a todas las cualidades del
sujeto de forma sistémica, en la que las competencias presuponen a las habilidades y a los
valores que se integran de acuerdo con el principio de unidad de lo cognitivo y afectivo y le
brindan coherencia y armonía a la autorregulación de la conducta del sujeto.
Por ejemplo, la creatividad es considerada en varios proyectos educativos como un
valor, en otros aparece como una habilidad profesional, lo cual refleja lo difícil que resulta
diferenciar un proceso tan complejo de la personalidad. De acuerdo con A. Mitjáns (1995) la
creatividad constituye una expresión de la personalidad en su función reguladora de la
cognitivo y afectivo (enfoque personológico), que se refleja en las características de las
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personas creativas a partir de diferentes investigaciones realizadas por varios autores (A.
Mitjáns, 1995):
 Características cognitivas: capacidad de abstracción, originalidad, inteligencia,
capacidad de síntesis, intuición.
 Características afectivas-motivacionales: motivación hacia el proceso creativo, amor
a la creación.
 Características personológicas (que reflejan la integración de lo cognitivo y lo
afectivo): curiosidad intelectual, actitud crítica, apertura a la experiencia,
independencia, autonomía, flexibilidad, adaptación a condiciones nuevas, confianza
en sí mismos.
O sea, que la creatividad es mucho más que una habilidad o un conjunto de ellas y su
resultado no puede estar descontextualizado de su valor social, es decir, en ella hay
componentes cognitivos, afectivos y personológicos y esa creatividad profesional se
desarrolla en determinadas condiciones históricas y el resultado de esa creatividad tiene
determinada repercusión para la sociedad.
En realidad, a la creatividad hay que concebirla como una competencia profesional, que
presupone una dimensión ético-moral e ideopolítica, además de todo un conjunto de
elementos cognitivos. No habría ningún resultado educativo eficaz si se forma un profesional
universitario creativo, pero individualista, deshonesto, irresponsable y no comprometido con
la Revolución. La creatividad como proceso de la personalidad compromete tanto al plano
ejecutivo como al plano inductivo del sujeto y está intrínsecamente vinculada con la
motivación por la carrera y por su proyección social.
¿Qué importancia tienen estas consideraciones para la labor político-ideológica en las
universidades cubanas?
Dentro del debate político-ideológico que se desarrolla en las universidades cubanas en
la actualidad, con frecuencia aparece la falsa disyuntiva de qué es más importante en los
egresados universitarios: ser revolucionarios o competentes. Precisamente, el carácter
aglutinador del término competencia permite integrar ambos elementos. Por tanto, la
formación de los profesionales universitarios no solo exige la presencia de cualidades
ejecutivas sino también axiológicas, que les permitan regular su conducta sobre la base de
determinados principios y normas ético-morales y político-ideológicas.
El principio de la unidad de lo cognitivo y lo afectivo antes mencionado en la educación
de la personalidad constituye una regularidad psicopedagógica que permite explicar por qué el
hombre no permanece pasivo ni neutral ante los conocimientos y las habilidades que va
desarrollando como resultado de su preparación profesional, ni ante el medio social en que
vive.
Es en el proceso docente-educativo donde se concreta esa unidad de los conocimientos
y las habilidades con las necesidades, intereses y motivos, los cuales se convierten en un
poderoso elementos autorregulador de la personalidad. Cuando los contenidos de las
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asignaturas y disciplinas de las carreras en sus diferentes formas se imparten
descontextualizados de la situación social, sin vínculo afectivo con la misión de los
profesionales de nivel superior en estos momentos históricos, se estimula una educación
intelectualista que enajena a los estudiantes de su entorno.
De igual modo si no se logra una motivación y una reafirmación profesional por la
carrera escogida desde los primeros años, es imposible lograr el desarrollo de valores
profesionales que guíen la conducta del egresado en su desempeño futuro.
O sea, que la formación de profesionales competentes exige, al unísono, de una sólida
preparación para resolver con efectividad y eficiencia los problemas de su profesión y de un
comportamiento ético. Cualquier manifestación de irresponsabilidad ante sus deberes, de falta
de motivación e indiferencia adquieren una connotación político-ideológica que repercute en
su labor profesional y puede provocar conductas y decisiones que no se corresponden con lo
que se espera de un profesional revolucionario.
Por tanto, debemos educar profesionales universitarios competentes que sean
revolucionarios como resultado de las convicciones y actitudes desarrolladas durante sus
estudios superiores, y que pongan sus potencialidades intelectuales al servicio del desarrollo
del país. No queremos profesionales sin compromiso político que al final de su carrera la
abandonen o emigren hacia otro país, ni tampoco graduados incapaces de resolver con
creatividad y responsabilidad los problemas que le plantea la sociedad a la hora de ejercer su
profesión.
Consideraciones finales
Es evidente que al ser un concepto integrador las competencias profesionales permiten
que los proyectos educativos puedan tener un mejor diseño teórico unitario de las habilidades
y los valores que caracterizan al profesional universitario, así como a las estrategias dirigidas
a formarlas que en ningún modo niega la experiencia adquirida hasta el presente, pero que
deben trascender lo meramente cognitivo para incorporar lo afectivo (necesidades,
sentimientos, motivos, etc.) y lo conductual (la necesaria autorregulación de la personalidad
acuerdo con los elementos ético-morales que el sujeto ha incorporado).
Es decir, que los proyectos educativos superan de esta forma la disyunción entre
habilidades y valores profesionales, así como también la tendencia a desarrollar la formación
de valores con el mismo tratamiento que las habilidades. Pero requieren entonces de
estrategias más integrales y complejas que no se restrinjan a los elementos cognitivos propios
del conjunto de asignaturas y disciplinas que conforman la carrera y que incorporen acciones
dirigidas a reafirmar la motivación por la profesión, estimular el trabajo en equipos, las
relaciones y la comunicación interpersonales, así como la contextualización de la formación
profesional en las condiciones histórico-concretas cubanas.
Es evidente que esto es algo complejo, con cierta dosis de riesgo y sin poder brindar
recetas o soluciones unívocas por la propia complejidad del proceso docente-educativo. Pero
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precisamente ahí es donde radica la posibilidad de ser creativos, de no atarse a una sola vía,
pues la educación no solo es una ciencia sino también un arte y a los docentes les corresponde
innovar en esta compleja misión de perfeccionar la educación de los profesionales cubanos en
este nuevo milenio.
Referencias bibliográficas:
 Álvarez, L. (2000) La educación basada en competencias: implicaciones, retos y
perspectivas, p. 26-33. Didac, No. 36, Universidad Iberoamericana Santa Fe, México, DF.
 Argudín, Y. (2000) La educación superior para el siglo XXI, p. 16-25. Didac, No. 36,
Universidad Iberoamericana Santa Fe, México, DF.
 Buxarrais, M. R. (1992) Actitudes, valores y normas: aprendizaje y desarrollo moral, p.
25-31. Comunicación, Lenguaje y Educación, No. 15, España.
 Gallego F., M. (2000) Gestión humana basada en competencias. Contribución efectiva al
logro de los objetivos organizacionales, p. 3-9. Revista Electrónica Hispanoamericana de
Psicología, No. 9, Colombia.
 Mark H., J. And Taylor, M. (2000) Learning and Teaching about Values: a review of
recent research, p. 169-202. Cambridge Journal of Education, No. 2, Vol. 30. U.K.
 Mitjans, A. (1995) Creatividad, personalidad y educación. Editorial Pueblo y Educación,
La Habana.
 Rubinstein, S.L. (1979) El ser y la conciencia. Editorial Pueblo y Educación, La Habana.
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