LOS OBJETIVOS COMO INTENCIONES EDUCATIVAS: ¿QUÉ QUEDA DETRÁS DE LOS OBJETIVOS EN EDUCACIÓN? ¿POR QUÉ UNAS INTENCIONES Y NO OTRAS? ¿QUÉ PRETENDEMOS? ¿QUÉ CONSEGUIMOS? Cuando diariamente asistimos a los centros educativos y se producen distintas situaciones escolares se pone de manifiesto la intencionalidad de nuestro trabajo; intencionalidad por una parte de una persona o grupo de personas de influir sobre el aprendizaje de otra u otras personas en una determinada dirección, de acuerdo con unos determinados propósitos. De esta forma se reflejan siempre necesariamente los sistemas de valores y la ideología dominante, en sentido amplio, de la sociedad en que se enmarca y, más directamente, de los grupos e individuos que asumen su planificación y su conducción. En este sentido la educación adquiere forma y cuerpo con esa intencionalidad expresa. Ya que sin la escolarización no tendrían lugar ciertos aspectos del desarrollo personal, por lo que es necesaria la puesta en marcha de distintas actividades educativas pensadas especialmente para eso. Los objetivos no son más que intenciones en el marco de una concepción tecnológica de la enseñanza. En cualquier caso, establecer los objetivos desde un principio es una decisión que da estatus de racionalidad y camino de cientificidad a la práctica didáctica como elemento clave de partida de toda técnica científica. (Gimeno, 1981). ¿Qué relación existe entre las intenciones educativas y los modelos de enseñanza? Ya en 1948, Tyler señalaba que, en lo concerniente a las fuentes susceptibles de proporcionar la información necesaria para seleccionar las intenciones educativas, existe una fuerte discrepancia entre tres perspectivas defendidas, respectivamente, por los progresistas, los esencialistas y los sociólogos. Por su parte los progresistas destacan la importancia de estudiar al niño con el objetivo de descubrir sus intereses, sus problemas, sus propósitos y sus necesidades, siendo ésta la información básica que debe presidir la elección de las intenciones educativas. Dan lugar a los modelos que Joyce y Weil (1985) denominan modelos personales, los cuales tienen como objetivo dominante el desarrollo de las capacidades personales. Para este enfoque, el organismo humano posee diversas capacidades potenciales para responder al medio que le rodea: la inteligencia que le permite resolver problemas…; la creatividad o capacidad de producir cosas nuevas e interesantes; la organización del propio yo, etc. Estos modelos se centran en la promoción del papel de la persona, de liberar a los alumnos y alumnas, de enseñarlos a aprender, de desarrollarlos globalmente en todos los ámbitos de su personalidad. Se concentran así en las capacidades personales del sujeto, subordinando a ellas las 1 exigencias sociales y académicas. Esta orientación nítidamente humanista considera que la educación tiene como misión básica fortalecer el yo, crear una persona que se sienta confortablemente y que se integre con los demás desarrollando su capacidad creativa, su integración crítica y constructiva en la sociedad, su auto aprendizaje, su capacidad estética y su curiosidad e interés por lo que le rodea. Por otro lado los esencialistas consideran que la herencia cultural humana, los conocimientos acumulados, ha de constituir la fuente primordial de la intencionalidad educativa. Desde esta postura, los objetivos surgirán de un análisis de la estructura interna de los contenidos de la enseñanza. Dan lugar a los enfoques denominados enfoques académicos que se caracterizan por centrar la enseñanza en ideas y técnicas desarrolladas por expertos. El objetivo dominante es el de enseñar un conjunto de estrategias de conocimiento en la creencia, fuertemente asentada en algunos profesionales y en distintas capas de la sociedad, de que la función primaria de la escolarización es introducir en este dominio académico a los sujetos. Este es el modo predominante en la mayoría de los centros, sobre todo los de Educación Secundaria. Se enseña Historia con la esperanza de que las lecciones del pasado ayuden a desenvolverse en la sociedad o se cree que las matemáticas facilitarán un modo de pensar útil en la vida del sujeto. Con menos frecuencia se enseña estética, ética o filosofía. Por último destacamos a los sociólogos que sostienen que la principal fuente de información debe ser el análisis de la sociedad, de sus características, de sus problemas y necesidades. Según Joyce y Weil (1985) se trataría de los modelos o enfoques sociales de la enseñanza, que tienen como objetivo dominante la interacción social, esto es, que los sujetos modifiquen sus relaciones con los grupos, la sociedad y la cultura en la que viven. La institución educativa se convierte así en un servicio y en un núcleo del activismo social. El cooperativismo, el desarrollo de los valores democráticos, el logro de la independencia económica o la mejora de las relaciones humanas se consideran así fines básicos de este tipo de enfoques. En este sentido Coll (1995) considera válido el punto de vista de Tyler quien en líneas generales subraya que ninguna fuente de información puede brindarnos por sí sola una base suficiente para adoptar decisiones sobre las intenciones y los objetivos de la educación escolar. Pero… ¿Cómo se formulan las intenciones educativas? Existen diferentes alternativas en la manera de recorrer el camino que conduce desde las intenciones, “enunciados más o menos explícitos de los efectos esperados” a los objetivos educativos, formulaciones más precisas de dichas intenciones y susceptibles por tanto de orientar procesos educativos particulares. Romiszowski (1981) ha señalado que los objetivos pueden referirse a los resultados del aprendizaje que se espera de los alumnos y alumnas al término del proceso educativo, a los contenidos sobre los que versa el aprendizaje o a las actividades mismas de aprendizaje. Si bien estos tres elementos están siempre presentes en los procesos de enseñanza y aprendizaje, la opción prioritaria por una u otra vía de acceso da lugar a una formulación y concreción diferente de los objetivos educativos. La formulación a partir de los resultados Supone tomar como hilo conductor de todo el proceso los aprendizajes que tiene que haber realizado el alumno o alumna al término del proceso educativo. Desde esta alternativa podemos encontrar una amplia variedad de posturas sobre la manera de concretar los objetivos en función del grado de concreción elegido y teoría psicológica que se tome como marco de referencia para explicar el aprendizaje. La 2 propuesta consiste en definir los objetivos educativos en términos de comportamiento observable que deberá ser capaz de exhibir el alumno al final del proceso de enseñanza aprendizaje es el fruto de la confluencia que se opera en torno a los años 50 entre un planteamiento utilitarista de la educación y el paradigma conductista que domina ampliamente la psicología de la época. Los objetivos como resultados tomarán del conductismo dos ideas básicas que son la responsable de su metamorfosis en objetivos de ejecución, también denominados objetivos operativos. En primer lugar se toma el esquema básico de la explicación conductista del aprendizaje que identifica aprendizaje y cambio en la ejecución conductual, ignorando o desechando los procesos cognoscitivos encubiertos. La segunda idea es la aceptación del operacionalismo, la necesidad de definir con el mayor grado posible de precisión las ejecuciones conductuales para poder medir el aprendizaje realizado. El resultado de esta propuesta es la conocida propuesta de concretar las intenciones educativas mediante objetivos operativos. La formulación a partir de contenidos Supone elegir los contenidos como hilo conductor de todo el proceso de precisión de las intenciones, seleccionando los que poseen valores intrínsecos importantes para la formación y, por tanto, es tarea de la enseñanza seleccionarlos y organizarlos con la finalidad de que los alumnos y alumnas puedan asimilarlos. Esta vía de acceso fue la alternativa dominante hasta los años 50 del siglo XX momento en que, acusada de reflejar una concepción culturalista de la enseñanza y asociada a la “educación tradicional”, comienza a perder terreno ante la vía de acceso por los resultados esperados en su modalidad de objetivos operativos. Sin embargo, la mayoría de autores actuales que propugnan esta vía, tienen en cuenta los procesos cognoscitivos mediante los cuales los alumnos y alumnas aprenden significativamente los contenidos. Al mismo tiempo, se ha flexibilizado el concepto de contenido, admitiendo que éste puede y debe incluir elementos de diversa naturaleza como hechos, conceptos, destrezas y habilidades cognitivas, estrategias e incluso valores y actitudes. De este modo, la vía de acceso por los contenidos ha pasado, gracias a su confluencia con la psicología cognitiva, de ser una propuesta considerada obsoleta a constituir una alternativa de sumo interés. La formulación a partir de las actividades de enseñanza y aprendizaje La idea básica que subyace a la elección de las actividades de enseñanza y aprendizaje como hilo conductor para formular y concretar los objetivos educativos es que hay determinadas actividades que tienen un valor en sí mismas, intrínseco, independientemente de su contenido concreto y de los posibles aprendizajes observables a que puedan dar lugar. Se trata en este caso de identificar aquellas actividades con mayor valor educativo y de favorecer la participación de los alumnos y alumnas en las mismas. El autor pionero de esta alternativa es Eisner, que la enuncia por primera vez en 1969. Habla de objetivos expresivos. Un objetivo expresivo describe una situación de aprendizaje, identifica una actividad en la que se encontrará inmerso el alumno o un problema con el que va a ser confrontado, pero en ningún caso especifica qué debe aprender el alumno o alumna en esta situación. Son objetivos abiertos en cuanto a los resultados potenciales del aprendizaje. Algunos ejemplos son: interpretar el significado de una novela, visitar un museo, participar en una asamblea de clase, realizar una investigación… Las competencias básicas como intenciones educativas 3 Recientemente, la ley Orgánica de Educación (LOE, 2006) ha apostado por las denominadas Competencias Básicas para definir las intenciones educativas relativas al tramo de la educación obligatoria. De este modo, en su artículo 6.1 establece que: “A los efectos de lo dispuesto en esta Ley, se entiende por currículo el conjunto de objetivos, competencias básicas, contenidos, métodos pedagógicos y criterios de evaluación de cada una de las enseñanzas reguladas en la presente ley”. Aparece, pues, como elemento situado entre los objetivos y contenidos, estableciendo un puente entre las capacidades y los aprendizajes académicos esperados. Un concepto que proviene del campo de las competencias profesionales propias de la formación profesional, el ámbito laboral y el empleo. El proyecto de la OCDE denominado Definición y Selección de Competencias (Deseco) define la competencia como la necesidad de responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada. Supone una combinación de habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones y otros componentes sociales y de comportamiento que se movilizan conjuntamente para lograr una acción eficaz. Constituye tanto “un saber hacer”, como un “saber estar” y un “saber ser” y resultan valiosas para la totalidad de la población, independientemente del sexo, la condición social y cultural y el entorno familiar. La Unión Europea (UE) ha manifestado un interés creciente por este tema en los últimos años, hasta el punto de crear un grupo de trabajo encargado de identificar competencias que se consideran clave para el aprendizaje a lo largo de toda la vida y de elaborar una propuesta que, en el 2006, se ha convertido en una recomendación a los países miembros. En este sentido el Marco de Referencia Europeo (2005), estableció que, para la construcción de una sociedad del Conocimiento, eran necesarias las ocho competencias básicas siguientes: comunicación en la lengua materna, comunicación en lenguas extranjeras, competencia matemática y competencias básicas en ciencias y tecnología, competencia digital, Aprender a Aprender, Competencias Interpersonales, interculturales y sociales y competencia cívica, Autonomía, iniciativa personal y espíritu emprendedor y Expresión Cultural y Artística. Posteriormente el MEC adaptó estas competencias a una formulación propia para todo el estado español en los correspondientes Reales Decretos que establecen las enseñanzas mínimas tanto en la educación Primaria como en la Secundaria Obligatoria (1513/06, de 7 de diciembre para Primaria y 1631/06, de 20 de diciembre, para Secundaria Obligatoria). Dicha formulación quedó como sigue: Competencia en comunicación lingüística, competencia matemática, competencia en el conocimiento e interacción con el mundo físico, tratamiento de la información y competencia digital, competencia social y ciudadana, competencia cultural y artística, competencia para aprender a aprender y autonomía e iniciativa personal. Pensemos… El sistema educativo defiende un modelo que entiende los objetivos en términos de capacidades a alcanzar por los alumnos y alumnas, y poseen claros valores: intrínseco (válidos en sí mismo y con carácter terminal), propedéutico (como punto de partida de otros superiores) y funcional (garantizando un vínculo directo entre las experiencias de la sociedad en la que viven los alumnos y alumnas y las capacidades que queremos desarrollar en ellos). La función de estos objetivos no es la de expresar los estados terminales a conseguir sino facilitar la consecución de los fines educativos y su concreción en las comunidades escolares. Son considerados, pues, como guías del proceso de enseñanza aprendizaje y son la referencia última para revisar y modificar actuaciones didácticas. Las grandes finalidades o fines son propuestas de conceptos amplios sobre las funciones que el sistema educativo debe cumplir, marcando la esencia de la educación. Para desarrollar estas finalidades 4 establecidas por la Administración Educativa se contemplan diferentes niveles de concreción: Objetivos generales de Etapa, de ciclo, de área o materia, didácticos, etc… Ahora como docentes, como implicados en el sistema, como enseñantes, considero que podríamos hacer un ejercicio de reflexión. Un ejercicio en el que se analicen las ideas expuestas anteriormente y uno/a se mire hacia dentro. De alguna forma las intenciones educativas determinan nuestras actuaciones pero también deben cuestionarlas, criticarlas, debatirlas. Es decir, con la base de intencionalidad en educación no se persigue otra cosa que llegar a una meta. Nosotros somos la herramienta. Cuestionemos cómo hacerlo, pero hagámoslo desde el conocimiento, desde el saber, como bien les enseñamos a nuestros alumnos. Evaluar no es otra cosa que medir resultados, evaluar también es mirar las intenciones, las nuestras, las que establece una Comunidad, la que establece un contexto, las que se persiguen en mi aula. Miremos hacia dentro para mejorar a los que están frente a nosotros. Pero también analicemos esas intenciones que nos dictan, cómo, cuándo y por qué. Nosotros somos una herramienta para consolidar ideas, fomentar determinados valores o ausencia de los mismos. Analicemos también nuestro contexto a gran escala, las intenciones que perseguimos, cómo lo traducimos a objetivos, finalidades educativas o propósito diario. Porque detrás de la intención hay fundamento. A lo lejos nuestra sociedad y entre medias nuestros alumnos y nosotros, los docentes. Bibliografía: Alonso Tapia, J (1998) Motivación y aprendizaje en el aula. Ed. Aula XXISantillana. Madrid. Alonso Tapia, J (1995) Orientación Educativa. Ed. Síntesis. Madrid. Bruner, J.S (1972) hacia una teoría de la instrucción. Ed. Uteha. México. Coll, C./ Palacios, J/Marchesi, A (1997) Desarrollo Psicológico y educación. Vol II. Ed. Alianza. Madrid. Coll, C (1995) Psicología y currículo. Ed. Paidós. Barcelona. Díez Hochleitner,R. (1986). Los nuevos objetivos de la educación ante la vida activa en la sociedad futura. Semana Monográfica. Ed. Santillana. Madrid. Fullat (1982) Las finalidades educativas en tiempo de crisis. Cit. En Díez Hochleitner, 1986. Gimeno Sacristán, J (1981) Teoría de la enseñanza y desarrollo del currículo. Ed. Anaya. Madrid. Gimeno Sacristán, J (1981) La pedagogía por objetivos: obsesión por la eficiencia. Ed. Morata. Madrid. Joyce, B/Weil, M (1985) Modelos de enseñanza. Ed. Anaya. Madrid. Landshere, V (1977) Los objetivos de la educación. Ed. Oikos Tau. Barcelona. Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación. (BOE 04.05.2006) 5 Pérez Gómez, A (1988) Currículo y enseñanza: análisis de componentes. Ed.Universidad de Málaga. Sternberg, R,J. (1986) Las capacidades humanas. Ed. Labor. Barcelona. 6