dualismo-monismo. Pedro Salinas

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Ampliación: EL PROBLEMA DE LA RELACIÓN ENTRE CUERPO Y ALMA – MENTE Y CEREBRO
(DUALISMO/MONISMO) (IES: Pedro Salinas)
Aunque muchos son los problemas que la filosofía ha abordado sobre el ser humano a lo largo de su historia vamos
a centrar nuestra atención en uno que consideramos fundamental: el problema de la relación entre cuerpo y alma o
de la relación entre cerebro y mente en su versión actual.
Históricamente la explicación dualista parece ser la primera con la que la religión y la filosofía trataron de
entender al ser humano. La diferenciación de cuerpo y alma como realidades de orden distinto está relacionada con
el temor que sentimos ante la muerte y la dificultad que tenemos para aceptarla como destino final. Las religiones
intentaron dar respuesta al deseo de inmortalidad de los seres humanos y a su necesidad de imaginarse más allá de
la muerte proponiendo una concepción dualista que distinguía entre un cuerpo mortal vinculado al mundo terrenal y
un alma inmortal que se acercaba a Dios y podía abrir las puertas del paraíso. El ser humano era un compuesto de
los dos, pero mientras el cuerpo estaba unido al pecado y a todo lo que nos alejaba de Dios, el alma era la vía a
través de la cual se podía alcanzar la felicidad eterna. En Platón y Aristóteles encontramos también una concepción
dualista que aunque en el primero está también unida a razones religiosas (la creencia pitagórica en la
transmigración de las almas y su relación con el orfismo) responde a problemas filosóficos más complejos.
En el caso de Platón la concepción dual del ser humano está profundamente ligada a la distinción entre mundo
sensible y mundo inteligible que establece su Teoría de las Ideas (recuerda el Mito de la caverna que leímos en el
tema sobre la realidad). El mito del carro alado de Platón ¿Qué simboliza el filósofo con este mito? "Imaginemos,
pues, que (el alma) se parece a la conjunción de fuerzas que hay entre un tronco de alados corceles y un auriga.
Pues bien, (...) está en primer lugar el conductor que lleva las riendas de un tiro de dos caballos, y luego los
caballos, entre los que tiene uno bello, bueno y de una raza tal, y otro que de naturaleza y raza es lo contrario de
éste. De ahí que por necesidad sea difícil la conducción de nuestro carro." (Fedro). [Puedes leer el mito completo
en: http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiagriega/Platon/MitodelCarroAlado.htm].
A pesar de ser discípulo de Platón, Aristóteles negará la inmortalidad del alma individual del ser humano ,aunque
para su explicación, como para la de cualquier otro ser natural, recurre a dos elementos: la materia o cuerpo y el
alma o forma que juntas forman una única sustancia. Busca en www.webdianoia.com una definición del
hilemorfismo y sobre la aplicación de esta teoría aristotélica a la relación entre alma y cuerpo. Para Aristóteles el
alma es principio de vida y no sólo de pensamiento, ya que el pensar es una actividad vital que no puede realizarse
sin el cuerpo y por consiguiente el alma no puede existir separada del cuerpo. Somos un compuesto sustancial dual
donde los dos elementos –cuerpo y alma- son fundamentales. Se trata de un curioso caso de concepción dualista
que no implica la afirmación de la inmortalidad individual.
Tanto en la Edad Media (San Agustín, Santo Tomás) como en la Edad Moderna (Descartes, Leibniz) se
desarrollará un dualismo que como el platónico insistirá en el destino inmortal y trascendente del alma humana.
Frente a Aristóteles, Descartes afirmará que alma y cuerpo son dos sustancias distintas lo que le hará enfrentarse
con el problema de cómo explicar la relación entre ellas.
La concepción monista del ser humano ha tenido una presencia menor que la concepción dualista en nuestra
tradición filosófica. Los Atomistas como Demócrito en el siglo V a. C. propusieron una concepción de la realidad
que la reducía a átomos, o lo que es lo mismo, a materia que no necesitaba de ninguna fuerza espiritual para
configurar el mundo. En coherencia con estos principios, el ser humano se entendía como un compuesto de átomos
materiales de especial complejidad y sus funciones intelectuales se atribuían a esta complejidad y no a un tipo de
realidad distinta a la material. Más tarde Epicuro en el siglo IV a C defendió también esta teoría atomista y
materialista de la realidad y del ser humano. Como es lógico ninguno de estos autores acepta la inmortalidad del
alma y esto tiene implicaciones importantes en sus teorías éticas. Lee el siguiente fragmento de su obra Carta a
Meneceo y argumenta por qué su actitud ante la muerte expresa una concepción monista y no dualista del ser
humano: “Acostúmbrate a considerar que la muerte no es nada para nosotros, puesto que todo bien y todo mal están
en la sensación, y la muerte es pérdida de la sensación. Por ello, el recto conocimiento de que la muerte no es nada
para nosotros hace amable la mortalidad de la vida, no porque le añada un tiempo indefinido, sino porque suprime
el anhelo de inmortalidad. (...) Así pues, el más estremecedor de los males, la muerte, no es nada para nosotros, ya
que mientras nosotros somos, la muerte no está presente y cuando la muerte está presente, entonces nosotros no
somos. No existe pues, ni para los vivos ni para los muertos, pues para aquellos todavía no es, y éstos ya no son.”
Epicuro, Carta a Meneceo, 125.
La filosofía actual considera en términos de mente y cerebro, la antigua dualidad entre alma y cuerpo. Somos
conscientes de que desarrollamos distintas funciones mentales -sensación, percepción, imaginación, comprensión,
inteligencia- a través de la introspección, es decir, observando lo que ocurre en nuestra conciencia. Gracias al
desarrollo de la biología y la neurología atribuimos al funcionamiento del cerebro el desarrollo de estas funciones y
hoy nadie afirmaría que dichas funciones fueran posibles si el cerebro no existiera. Pero ¿somos capaces de
explicar estas funciones reduciéndolas a combinaciones neuronales? Los científicos y filósofos mantienen distintas
opiniones al respecto que se pueden resumir así:
1. Al dualismo anterior le corresponde la postura que hoy podemos denominar Mentalismo que afirma que aunque
las funciones mentales descansan sobre una infraestructura de funciones sensomotoras, no se pueden reducir a
ellas, es decir, no se puede explicar lo que pienso y lo que percibo sólo a través del análisis de lo que ocurre en las
células de mi cerebro y sistema nervioso.
2. Al monismo de la tradición anterior le corresponde el Materialismo, que sostiene que los procesos mentales se
explican únicamente por su base material, localizada en el cerebro. Por un lado existe un materialismo cibernético
que equipara la actividad del cerebro a la de un potente ordenador y reduce la actividad mental a combinatoria.
Pensar no sería más que elaborar cibernéticamente los impulsos que el mundo exterior envía a nuestro cerebro. Esta
posición fue defendida por el matemático Alain Turing (1912-1954) (ver la película Descifrando Enigma). Por
otro lado estaría el materialismo emergente defendido por Mario Bunge que afirma que lo mental no se reduce a lo
físico aunque emerge de él con una propiedad nueva que lo caracteriza: la plasticidad o aptitud para
autoprogramarse y autoorganizarse.
“¿Puede pensar una maquina? Si entendemos por “máquina” un sistema material capaz de desempeñar ciertas funciones resulta
que los humanos somos máquinas de una clase muy especial, y, como los humanos piensan, es evidentemente cierto que hay
máquinas capaces de pensar (...) Sin embargo en los últimos decenios la cuestión ha recibido una interpretación completamente
distinta: ¿Podría una máquina pensar justamente en virtud de que ejecuta un programa informático?(....) No son pocos los
investigadores en inteligencia artificial convencidos de que esta segunda pregunta tiene respuesta afirmativa, esto es, creen que
al diseñar los programas adecuados, y dotándolos de las oportunas entradas y salidas, están literalmente creando mentes. Creen
además disponer de un criterio científico para determinar si han triunfado o fracaso en tal empresa, a saber, el test de Turing:
“Si un ordenador puede actuar de modo tal que un experto sea incapaz de distinguir la actuación del ordenador de la de un
humano provisto de cierta facultad cognitiva –la capacidad de sumar o de comprender el idioma chino, pongamos por caso-,
entonces el ordenador posee también esa facultad”. (...) Tomemos un idioma que no comprendemos; en mi caso, tal idioma
puede ser el chino. Por lo que a mí se refiere, un escrito en chino me parece una serie de garabatos ininteligibles. Supongamos
ahora que me instalan en una habitación que contiene cestas repletas de símbolos chinos. Supongamos también que me
proporciona un libro de instrucciones en español con reglas que estipulan como han de emparejarse unos símbolos chinos con
otros. Las reglas permiten reconocer los símbolos puramente por su forma y no requieren que yo comprenda ninguno de ellos.
Las reglas podrían estipular cosas como: “Tome un signo X de la cesta número uno y colóquelo al lado de un signo Y tomado
de las cesta número dos”. Imaginemos personas situadas fuera de la habitación y que si comprenden el chino me van
entregando pequeños grupos de símbolos, y que, en respuesta, yo manipulo los símbolos de acuerdo con las reglas del libro y
les entrego pequeños grupos de símbolos. Ahora, el libro de instrucciones es el “programa informático”; “las personas que lo
escribieron son los “programadores”, y yo soy el “ordenador”. Los cestos llenos de símbolos constituyen la ”base de datos”;
los pequeños grupos que me son entregados son “preguntas”, y los grupos que yo entrego, las respuestas. Supongamos ahora
que el libro de instrucciones esté escrito de modo tal que mis “respuestas” a las “preguntas” resulten indistinguibles de las de
un chino nativo. Por ejemplo, la gente del exterior podría entregarme ciertos símbolos, desconocidos por mí, que significan
“¿Cuál es su color favorito?”, y que tras consultar las instrucciones del libro yo devuelvo símbolos, también desconocidos para
mí, que significan:”Mi favorito es el azul, pero también me gusta mucho el verde”. Estoy superando el test de Turing en lo que
a comprender el chino concierne. Y, al mismo tiempo, ignoro totalmente el chino. Y en el sistema que estoy describiendo no
hay forma de que yo llegue a comprender el chino, pues no hay forma de que yo pueda aprender los significados de ninguno de
los símbolos. Estoy manipulando símbolos, lo mismo que un ordenador, pero sin adscribir significado a los símbolos. El
propósito de este experimento mental es el siguiente: si yo no comprendo el chino basándome solamente en el funcionamiento
de un programa informático para comprende el chino, tampoco lo comprende entonces, con el mismo fundamento, ningún otro
ordenador digital. Los ordenadores digitales se limitan a manipular símbolos de acuerdo con las reglas del programa. Lo dicho
para el chino vale igual para otras formas de cognición. La mera manipulación de símbolos no basta, por sí misma, para
garantizar cognición, percepción, comprensión, pensamiento y así sucesivamente. Y dado que los ordenadores, en su cualidad
de tales, son dispositivos de manipulación de símbolos, la mera ejecución del programa no basta para garantizar la cognición.
Este sencillo argumento es decisivo contra las pretensiones de la inteligencia artificial fuerte. La primera premisa del
argumento enuncia, sencillamente el carácter formal de un programa informático. Los programas se definen en términos de
manipulación de símbolos; los símbolos son puramente formales, o, como también se dice, sintácticos.”J.M. Searle, ¿Es la
mente un programa informático? En la revista Investigación y ciencia, nº 162, pp.10-11. a El científico Ray Kurzweil predice que para el 2042 los seres humanos seremos inmortales y el planeta Tierra será
algo irreconocible. Esto se deberá a la enorme velocidad con la que la tecnología avanza. El crecimiento de la
tecnología, según plantea Kurzweil en su libro The Singularity is Near, es exponencial. Uno de los problemas que
tenemos los humanos para concebir este crecimiento es que concebimos la vida y todo lo que la rodea como algo
lineal, por eso es difícil imaginar la idea de convivir en otro entorno totalmente distinto. En el futuro, la inteligencia
humana dejará paso a la inteligencia artificial. La IA creará su propio sucesor que será mejor y más inteligente que
el previo y así sucesivamente. Tal nivel de inteligencia es imposible de imaginar y por ello se usa el término
“singularidad”, que proviene de la física.
¿Eres un cuerpo o tienes un cuerpo?
Cuento_filosfico__Transplante_de_persona.pdf
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