Elección directa, democratización universitaria y vinculación social En la última década, la universidad argentina ha experimentado muchos cambios, y tiene el deber pendiente de consolidar el nuevo escenario. No se trata solo de la creciente inversión pública en educación superior, sino sobre todo de la impronta de inclusión y democratización de una política nacional de ampliación de derechos. Es en ese marco que deben analizarse los mecanismos electorales. La elección indirecta por colegio electoral o la directa ponderada no son en sí ni buenas ni malas. Existe en las instituciones, como en las personas, una tendencia a considerar a los sistemas propios como imperfectos y limitantes, y a los ajenos, como la solución a todos los males. Esta idealización suele esconder las fallas en la implementación del sistema vigente. Dentro de los márgenes que se habían establecido para hacer posible la reciente reforma estatutaria llevada adelante en la Universidad Nacional de Cuyo, entre los cuales el principal era el acuerdo de no modificar en esta oportunidad la relación numérica de la Asamblea Universitaria, lo que se buscó fue aumentar la transversalidad interinstitucional, con el objeto de ir generando una pertenencia universitaria y trascender la federación de facultades. Para la elección de los consejeros superiores profesores se abandonó el sistema de padrón abierto y se instituyó la lista. Los auxiliares de docencia, que antes se elegían por unidad académica y luego se sorteaban (ingresan cuatro titulares), pasaron a ser elegidos por lista en distrito único universitario, con la condición de que cada lista puede estar integrada por solo un miembro de cada unidad académica. No puede haber en el Consejo dos representantes de la misma unidad, y el sistema es proporcional D’Hont, con ponderación igualitaria para todas ellas. Los egresados se eligen como los auxiliares de docencia: en un distrito único, solo que los integrantes titulares del Consejo Superior son tres. Para el personal de apoyo académico hay distrito único universitario uninominal, con voto ponderado de las unidades académicas y el rectorado. La reforma no puso en discusión la composición de los Consejos Directivos, pero sí el sistema de votación. Este pasó, para los docentes, de elección con padrón abierto sin subclaustros incompletas candidaturas expresas (profesores y de candidatos, inscriptas auxiliares), inscriptas al previamente, sistema previamente y según claustros y de listas completas o con acceso por sistema proporcional D’Hont. Ello significó la obligación de estructurar anticipadamente las listas, presentar propuestas de gobierno y hacer campaña. Para el personal de apoyo académico se fue de un sistema de padrón abierto sin candidaturas, que producía una fortísima dispersión de votos, a otro de candidaturas previas, presentación de listas y expresión de propuestas de gobierno. Por último, los cambios en el sistema de elección del rector, vicerrector, decanos y vicedecanos buscaron dar a esos puestos ejecutivos más legitimidad de origen, atendiendo a la responsabilidad que les cabe de liderar los cambios que el sistema universitario requiere para poder interactuar potentemente con su entorno y con la comunidad nacional, e involucrarse en el proceso de integración regional y la internacionalización. Que los candidatos deban ser explícitos por lista y en fórmula, presentar una propuesta de gobierno y convencer a la comunidad votante los compromete mucho más con los verdaderos poderdantes y no con los electores intermedios en el Colegio Electoral. También diferencia más claramente el papel de los ejecutivos del de los órganos colegiados. La elección directa otorga al Rector un aval transversal e integral, muy distinto del erigido desde abajo hacia arriba con sentido federativo disciplinario y/o corporativo profesional, lo aleja de la federación de facultades o departamentos y de los conflictos de intereses que suele expresar la Comisión de Decanos y le asigna un rol articulador de legítimos intereses particulares, que no deben estar por encima del interés general. Y aleja el riesgo de que en el consejero/elector termine primando el efímero papel de elector por sobre el más duradero de miembro del colegiado de gobierno. Es decir, de que la integración de una lista esté más dominada por la fidelidad al candidato en el momento de elegir, que por las condiciones para ser consejeros. Arturo R. Somoza Exrector de la Universidad Nacional de Cuyo, expresidente del Consejo Interuniversitario Nacional, actual representante de ese Consejo en la CONEAU.