metros de altura y flanqueada de torres de vigilancia está

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metros de altura y flanqueada de torres de vigilancia
está asfixiando a las aldeas colindantes. «Muchos de
los campesinos locales tienen vínculos familiares con
la gente del otro lado. La gente depende los escasos pastos para su ganado o, simplemente, del contrabando.
Cuando esa forma de vida desaparece la gente se marcha
por pura supervivencia», acota el oficial. Y no hay muchos sitios donde ir. Las opciones pasan por mudarse a
los arrabales de Zaranj, donde cabras famélicas enloquecen entre el polvo bajo un sol abrasador, o los de
Kabul; esos en los que rebaños enteros pastan a sus anchas entre montañas de basura.
Amanecer baluche. Además de por su sequía endémica y por el contrabando en todas sus versiones, Nimroz es también conocida por ser la única provincia del
país en la que la minoría baluche es mayoría. Prueba
elocuente de ello es que la radiotelevisión pública de
Zaranj incluye un programa en lengua baluche (una
hora al día, de 5 a 6 de la tarde). Puede parecer una iniciativa modesta, incluso simbólica, pero Sadulá Baloch,
su responsable, habla de un esfuerzo «titánico»: «Tuvimos que luchar durante años para conseguir superar la
cuota de 10 minutos diarios para el único programa de
televisión en lengua baluche de todo el país», explica
este licenciado en Periodismo por la Universidad de
Dushanbe (Tayikistán). «Hoy emitimos en un radio de
100 kilómetros, así que nuestro programa se puede ver
en casi toda la provincia», añade desde el estudio.
El primer canal de televisión en baluche fue establecido en 1978, una iniciativa sin precedentes a la que sucedió la publicación de los primeros libros y revistas en
dicha lengua de Afganistán. Sin embargo, la caída del
régimen comunista provocó un brusco frenazo de la
actividad cultural, a la vez que una campaña de represión indiscriminada contra los baluches por su relajada
visión del islam. El mismísimo mulá Omar, líder de los
talibán hoy en paradero desconocido, decretó una fatwa
(edicto islámico) llamando a la limpieza étnica de chiítas
y baluches en Nimroz.
La Guerra Fría. Abdul Sattar Purdely, intelectual y antiguo parlamentario durante el Gobierno de Najibulá
(1987-1992) recuerda bien aquellos terribles años. No
en vano, fue uno de aquellos pioneros que escribieron
en su lengua materna antes de verse forzado al exilio
en Irán. Volvió a su tierra tras la invasión del país en
2001 con la idea de retomar lo que ya había empezado
más de 10 años atrás: «En coordinación con el Ministerio afgano de Educación, he escrito los libros escolares
en baluche hasta el octavo grado y ya están siendo usados en tres escuelas en Nimroz», explica Purdely desde
su residencia en Zaranj, mientras despliega orgulloso
los volúmenes sobre una mesa. El intelectual subraya
que el suyo es «el único pueblo en Afganistán que mantiene relaciones fluidas con todos los demás». Tampoco
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Jóvenes conducen sus motos por el cauce seco del
río Helmand. La falta de oportunidades lleva a la
mayoría a emigrar ilegalmente a Irán. Abajo, el
comandante Zahir Gul Moqbel explica su
inabarcable cometido sobre un mapa de la
provincia y un adolescente baluche posa orgulloso
junto a su retrato en la aldea de Nasirabad.
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