La Existencia Auténtica Ignace Lepp ¿Cómo se comprende que tantos hombres de ciencia se hayan engañado tan groseramente acerca de la verdadera realidad del hombre? El error fatal de todos los racionalistas que se han inclinado sobre el misterio del hombre, ha consistido en querer explicarlo por lo que es inferior a él, por lo que tiene de común con el animal. Si la ciencia moderna hubiese comenzado por el estudio de la realidad espiritual, para descender gradualmente hasta las realidades cada vez más materiales, nuestra visión del universo sería, muy probablemente, bien distinta de la actual. Ahora bien, es un hecho que los hombres de ciencia, que parten de las matemáticas, han comenzado por estudiar lo más exterior que hay a ellos mismos, lo más opaco, lo más material. Al ascender luego hacia los seres superiores, no sólo se han mantenido fieles a los métodos probados en la esfera inferior, sino que ni siquiera pudieron resistir la tentación de reducir, cuanto fue posible, lo superior al nivel de lo inferior. Así se estableció una especie de nivelación por lo bajo, que no podía dejar de desembocar en las modernas filosofías del absurdo. A nuestro parecer, Maurice Blondel estableció de una vez por todas que los seres no encuentran justificación y explicación sino a la luz de la función que ejercen respecto de los que les son superiores. Un ser separado del todo de que forma parte, el universo reducido a pedazos desprendidos y desligados unos de otros, son monstruos absurdos. "La materia es por la vida, la vida por el espíritu, el espíritu por Dios", dice Blondel. Para conocer al hombre debemos descubrir sus relaciones con los animales, con las plantas, con el orden cósmico todo de que se sirve o al cual sirve. Pero para saber lo que es realmente en sí mismo, es preciso considerarlo en sus relaciones con lo que es superior a él, por lo tanto con Dios. En consecuencia, cualesquiera que sean los servicios que prestan las diversas disciplinas científicas a la constitución de una ciencia del hombre --y son inmensos--, el hombre de ciencia leal debe reconocer que el hombre existencial, es decir, el hombre concreto y real, escapa al dominio de la ciencia. Hay en él algo esencial a su ser, algo más específicamente humano, que no podría ser objeto de ninguna ciencia, que depende, en definitiva, del misterio. No queremos decir con esto que no pueda constituirse ningún conocimiento verdadero del hombre. Sólo que, a semejanza del conocimiento de todo misterio, el del hombre nace finalmente de una disciplina cuyo objeto propio es el misterio del conocimiento religioso. La existencia del hombre plantea antes un misterio religioso que un problema biológico, psicológico o social. La vida humana sólo sería un infierno sin salida si el hombre y el mundo se bastaran a sí mismos, si no hubiese nada más lejano y más alto, más profundo y misterioso. En el plano existencial, el hombre y Dios son dos términos correlativos. Rechazad a Dios y ya no tendréis hombre; tendréis simplemente un "para-sí", una realidad sin consistencia y sin razón de ser que no sabe de dónde viene, adónde va ni qué es. Sartre ha comprendido esta verdad con extraordinaria lucidez, y yo creo que tiene razón su filosofía como el único ateísmo consecuente. Dios no nos es dado como la conclusión de un razonamiento lógico, sino como la respuesta envuelta en el secreto mismo de nuestra existencia. Blondel ha escrito cinco gruesos volúmenes para demostrar que, cuando se va hasta las profundidades últimas del pensamiento, del ser y de la acción del hombre, se descubre a Dios. Los filósofos que han hablado de la idoneidad de la idea de Dios, no han errado del todo. En todo caso, al descubrir en nosotros la imagen de Dios, el servidor del Altísimo, aprendemos a conocernos a nosotros mismos, así como a conocer nuestras relaciones con lo que es inferior a nosotros.