John Stuart Mill: Individuo y libertad

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Dr. Miguel Angel Peña Fernández
Septiembre 2006
URL: http://iurisweb.googlepages.com
John Stuart Mill: Individuo y libertad
Filósofo, economista, pensador político, John Stuart Mill percibió con claridad el
gran dilema que planteaba la gran revolución económica que se desarrollaba ante
sus ojos. Sólo la libertad plena, la confrontación de opiniones, el cuestionamiento de
todas las ideas --aún aquellas consideradas "verdades inmutables"-- puede
asegurar el desenvolvimiento pleno del ser humano y evitar que tales verdades se
transformen en dogmas o en soporte de una minoría ilustrada, salvacionista y
tiránica. Más de un muro de Berlín se ha derrumbado a fines del siglo XX y las ideas
de Mill siguen siendo un motivo de reflexión.
John Stuart Mill (1806 - 1873) comenzó a los 13
años
sus
estudios
de
economía
política,
particularmente Adam Smith y David Ricardo, este
último un estrecho amigo de su padre James Mill. A
los 14 años, Mill fue a Francia por un año, pasando
parte de su tiempo con la familia del General Sir
Samuel Bentham, hermano de Jeremías Bentham.
Desde muy joven escribió y publicó ensayos sobre
varios tópicos filosóficos y políticos y colaboró con la
Westminster Review, el órgano del Radicalismo
Filosófico.
La obra de John Stuart Mill fue amplia e importante: A
los 28 años, en 1834, publicó su "System of Logic", su principal trabajo en filosofía.
En 1848 (el mismo año en que Carlos Marx publicaba --en francés-- su "Manifiesto
Comunista") hacía conocer su Political Economy, lo que le valió un lugar
fundamental en el pensamiento económico.
Pero la fama de Mill se la dio On Liberty (1859), de la cual predijo que, de todos sus
escritos, esta obra era la que sobreviviría más, y su predicción se cumplió. Estaba
convencido de que el tema de la libertad era un tema crucial, aunque quizás nunca
llegó a imaginar los términos dramáticos en que el siglo XX dirimiría este ideal
supremo.
La libertad: un tema crucial. Pero Mill nunca
llegó a imaginar los términos dramáticos en que
el siglo XX dirimiría este ideal supremo
El pensamiento liberal había superado su etapa de utopía y de sueños en su lucha
contra el despotismo. Ahora, enfrentaba los resultados, positivos en términos de
perspectiva histórica, pero más bien desalentadores en términos de injusticia social.
Pero Mill no veía la solución en un proceso de transformación violenta, que no
aportaría soluciones y muy por el contrario, haría peligrar el fruto de tantos siglos de
lucha: la libertad. Es cierto que Mill se oponía a los socialistas utópicos de los cuales
comprendía los sueños pero rechazaba las ilusiones. No deseaba sacudir y
trastornar el sistema económico existente, buscaba la manera de transformarlo
positivamente desde su interior.
Individualismo: los términos de un dilema
Mill estaba impresionado por el hecho de que las tendencias que Tocqueville había
descubierto en Estados Unidos --la dirección hacia la igualdad de condiciones con
sus nuevos problemas y presiones-- se estaban permeando también gradualmente
en Inglaterra. Compartía con Tocqueville (con el cual mantuvo una estrecha
amistad) la preocupación sobre la posibilidad de la "tiranía de la mayoría" en la
democracia y agregaba que "no es por los intereses separados, reales o
imaginarios, que las minorías están en peligro, sino por las antipatías religiosas,
político-partidistas o raciales".
En su Autobiography, Mill reconoce cuánto le debe a Tocqueville, del aprendió las
virtudes y defectos específicos de la democracia. [1]
John Stuart Mill comprendía el dilema
de armonizar individualismo económico
e individualismo político
Con la misma lucidez de Alexis de Tocqueville, comprendía el dilema de armonizar
el individualismo desde el punto de vista económico y el individualismo desde un
punto de vista político y a partir de los postulados esenciales del pensamiento
democrático. Como dice Sabine, "el pensamiento económico de Mill, como su
filosofía social en general, estaban guiados por una generosa indignación moral
contra las injusticias de una sociedad capitalista que, como el decía, distribuía el
producto del trabajo 'casi en proporción inversa al trabajo realizado'". [2]
Pero si bien John Stuart Mill se alejaba de los socialistas utópicos, se encontraba,
por el contrario, muy próximo a Sismondi. Compartía su lucidez y su prudencia, pero
mientras Sismondi estaba más asomado hacia el pasado, John Stuart Mill aceptaba
sin reticencias el desarrollo técnico y económico, al que procuraba dotar de mayor
eficiencia. Al decir de Michel Bernard, Stuart Mill encarna en este sentido, el
liberalismo de los límites... al precisar el punto extremo más allá del cual deja de ser
liberal.
La economía irrumpe en la política
Cabe recordar que en 1776 Adam Smith escribía "La riqueza las naciones". En 1798
Malthus publicaba su "Ensayo sobre el principio de la población". Recordado por su
tesis sobre el desigual crecimiento de la población y los alimentos, es menos
conocido como el principal antecedente del pensamiento keynesiano, que
aparecería en 1936 con la "Teoría general del empleo, el interés y el dinero" de John
Maynar Keynes. La economía irrumpía en la política.
El siglo XIX (y el XX lo heredó) quedó encerrado en un falso dilema entre
producción y distribución. Los socialistas apostaban a la segunda (redistribuir la
riqueza). En este sentido hay un aspecto clave para comprender el razonamiento de
Mill en el plano económico: su distinción entre las leyes de la producción de las
riquezas y las leyes de la distribución.
Las leyes y las condiciones de la producción de riquezas –decía Mill— comparten el
carácter de las verdades físicas. Pero como señala él mismo, "no es lo mismo en lo
que concierne a la distribución de las riquezas, ésta es una institución
exclusivamente humana". En tanto que las cosas son creadas, la especie humana,
individual o colectivamente, puede actuar sobre las cosas como entienda más
conveniente.
Si bien trata a la Economía como una ciencia autónoma, Mill considera que las
diversas partes del cuerpo social ejercen unas sobre otras, una influencia recíproca.
Todas las investigaciones sociales o económicas dependen de una teoría
sociológica fundamental. Los clásicos y sus discípulos trataron de construir un
edificio durable con materiales que no lo son... ellos suponen la inmutabilidad de los
estados sociales de los cuales un gran número son por su naturaleza cambiantes y
progresivos.
Capitalismo y justicia social
Sismondi se adelantó a su tiempo al propugnar la participación de los obreros en los
beneficios de la empresa. Veía en la cooperación entre patronos y obreros, una
forma de lograr avances beneficiosos para ambos. Mill desarrolla su pensamiento
en el mismo sentido. Afirma que "el bienestar de las clases laboriosas dependerá
sobre todo de su cultura intelectual". La instrucción que reciban les permitirá salir de
su situación de dependencia. Si el progreso continúa su marcha, es muy probable
"que las relaciones de patrono y obrero sean reemplazadas bajo una o dos formas,
asociaciones temporarias, en ciertos casos, de obreros con el empresario, y en
otros casos asociaciones mutuas de trabajadores". De ahí su admiración por los
llamados "pioneros de Rochdale", iniciadores del movimiento cooperativista y cuya
influencia más visible –aunque no la única— está en la formación de cooperativas
de consumo.
En la línea del "radicalismo filosófico", esperaba que el sistema capitalista pudiera
ser transformado progresivamente desde su interior, con la ley como principal
instrumento de cambio, en un proceso en el cual las clases obreras compartirían las
responsabilidades con los empresarios. Era una forma de "gerenciar" la transición,
sin sacrificar valores fundamentales, sin destruir esperanzas, sin arriesgar
irremediablemente la libertad.
A partir de tales postulados, propugnaba la abolición gradual de la relación patronoobrero y su sustitución por formas cooperativas o asociativas de producción.
Atendiendo a su concepción de las "leyes de la distribución", confiaba en un sistema
impositivo para distribuir la renta de la tierra y limitar las herencias, a efectos de
lograr una mayor igualdad en el punto de partida para todos los hombres. De nuevo,
el dilema de armonizar individualismo económico –motor de cambio de la sociedad,
fuente de iniciativas renovadoras— y desigualdad social, en un marco de
razonabilidad que no ahogara el individualismo político en los extremos de una
peligrosa desigualdad social. Un viejo problema que ya habían avizorado los griegos
hace más de dos mil quinientos años: equilibrar el principio de igualdad política,
esencial para la democracia, con la realidad de una pronunciada desigualdad social
y económica.
En defensa de la libertad
Pero un aspecto fundamental en el pensamiento de John Stuart Mill –-y lo que le
dará proyección a lo largo de un turbulento siglo XX-- es su concepción de su
libertad y su defensa de un individualismo que no era ni el individualismo radical de
los economistas clásicos ni aún menos, un supraindividualismo enfermo, germen de
tiranías, la sacralizaicón del líder carismático elevado a la categoría de mito.
La necesidad de proteger la opinión heterodoxa se transforma así, en un postulado
básico. Quien opine diferente a los demás (y aún de manera contraria a la mayoría),
puede tener razón, parte de ella o estar totalmente equivocado. Pero Solamente el
choque de las ideas impide que una afirmación –aún siendo verdad— se transforme
en dogma y termine fundamentando un absolutismo aún peor que contra aquel que
había luchado el liberalismo.
A la luz de la experiencia del siglo XX (y de los turbulentos nubarrones que
aparecen en los comienzos del XXI) resulta fundamental el aporte del pensamiento
de John Stuart Mill que la historia, no ha hecho más que destacarlo con mayor
nitidez.
Notas
[1] William Ebenstein, Great Political Thinkers, Plato to the present
[2] George Sabine, Historia de la Teoría Política, México, Fondo de Cultura
Económica, 1984, pág. 518
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