SELECTIVIDAD. TEMA 1. La singularidad geográfica de España. 1.- El territorio español: principales unidades territoriales físicas y político-administrativas. 2.- La singularidad geográfica de España y su dinámica: causas y consecuencias. 3.- La situación de España en el mundo. 1.- El territorio español: principales unidades territoriales físicas y político-administrativas.La realidad territorial de España está integrada por la parte que ocupa el Estado español dentro de la península Ibérica, los archipiélagos de Baleares y Canarias, y las plazas de soberanía del norte de África, Ceuta y Melilla (mas algunas otras pequeñas posesiones en la costa norte de Marruecos); en total, 505.956 km2, de los cuales la España peninsular ocupa 493.484 km2. La península Ibérica alberga los Estados de España y Portugal, el Principado de Andorra y el enclave de Gibraltar; sin embargo, el territorio español domina claramente la realidad geográfica de la Península. España es un país de gran extensión, el mayor de los que integran la península Ibérica y el segundo en superficie de la Unión Europea, después de Francia. Sus límites fundamentales son los mares Cantábrico y Mediterráneo y el océano Atlántico. Los límites terrestres se reducen, por el oeste, a la frontera con Portugal y, por el norte, al istmo que la une con el continente europeo y la separa de Francia por los Pirineos. Una consecuencia de la gran extensión y del carácter peninsular de España es su enorme desarrollo costero. La España peninsular tiene 3.904 km de costa que, sumados a los frentes costeros de los territorios insulares (2.074 km), hacen un total de casi 6.000 km. Esto convierte a España en uno de los países europeos con mayor longitud de costas. El nombre de España proviene de Hispania, denominación con la que los romanos designaron al conjunto del territorio peninsular. Pero la voz Hispania tiene un origen aún más antiguo: al parecer, fueron los fenicios los primeros en nombrar estas tierras ï-sch phanim, que significa «costa de los conejos»; los griegos, por su parte, dieron a la Península el nombre de Iberia, derivado del nombre del río Ebro. Otros nombres que recibió en la Antigüedad fueron los de Ophiusa y Hesperia. La constitución de los reinos de España y Portugal llevó a que la Península perdiera su antiguo nombre genérico de Hispania y adoptara el de península Ibérica. 2.- La singularidad geográfica de España y su dinámica: causas y consecuencias. La originalidad y la singularidad geográfica de España ha sido reconocida desde antiguo. A).- Básicamente, las causas que le confieren esta singularidad son su carácter peninsular, su situación y posición geográficas y la configuración del relieve. 1. 2. El carácter peninsular: Es el primer rasgo sobresaliente del territorio español. El enorme cuadrilátero que forma el solar hispano, semejante a una piel de toro extendida, según el geógrafo griego Estrabón, está unido al continente europeo por un istmo de 440 km de largo. La estrechez de este istmo y, sobre todo, el que se asiente sobre él la cordillera Pirenaica, acentúan el carácter peninsular de España. Esta complicada soldadura ístmica da a la península Ibérica una singularidad que no tienen las otras dos penínsulas mediterráneas, la italiana y la balcánica. El aislamiento de la península Ibérica es mayor. La situación y la posición geográficas de la península Ibérica: A diferencia de las otras penínsulas europeas, la Ibérica es la más meridional y la más occidental, la única que se encuentra entre dos mares y la más próxima al continente africano. Se encuentra situada dentro de la zona templada del hemisferio Norte, entre los paralelos 36º 00'(isleta de Tarifa) y 43º 47'(Estaca de Bares), y los meridianos 7º este (cabo de Creus) y 9º 36' oeste (cabo Touriñán). Esta situación le confiere los siguientes rasgos originales: 1 a. 3. España está ubicada en la parte más occidental del Mediterráneo, en el lugar donde sus aguas se mezclan con las del océano Atlántico. En consecuencia, se encuentra situada entre dos mares. b. España, por su posición avanzada hacia el mediodía, es, al mismo tiempo, el país más próximo al continente africano. Tan sólo 14 kilómetros la separan de las costas africanas por el estrecho de Gibraltar. Como consecuencia de esta situación geográfica, la Península está incluida dentro del área del clima mediterráneo y ocupa una posición excéntrica respecto del continente europeo. La configuración del relieve: La singularidad geográfica de España está determinada también por las especiales características de la configuración de su relieve, que se pueden concretar en tres: la forma maciza, la elevada altitud media y la disposición periférica de los grandes sistemas montañosos: a. La forma maciza es consecuencia de la gran extensión en latitud y en longitud de la Península, del carácter poco articulado de sus costas, en las que existen pocos entrantes, y de la existencia de un litoral muy abrupto. Las consecuencias más sobresalientes de este hecho son el carácter continental del clima del interior de la Península y la gran distancia existente desde el interior hasta las costas. b. La elevada altitud media. España presenta una altitud media de 660 m, lo que la convierte en el segundo país más montañoso de Europa, después de Suiza (1.300 m), superando en más del doble la media europea (297 m). Esta elevada altitud no es el resultado de la presencia de altas cumbres, sino de la existencia de la Meseta castellana, cuyo nivel medio se halla entre los 600 y los 800 m. Aproximadamente el 18% del territorio peninsular español (84.976 km2) supera los 1.000 m de altitud y en algunas provincias, como León, Granada, Teruel, Guadalajara, Ávila y Soria, más del 50% de su superficie está por encima de dicha cota. En el extremo contrario se encuentran las tierras por debajo de los 200 m, que no pasan del 11%, mientras que las dos terceras partes del territorio de Europa quedan por debajo de esa cota. El carácter montañoso de la Península impone condiciones poco favorables para la agricultura, la distribución de la población, las vías de comunicación o el aprovechamiento de los ríos como vías navegables. c. La disposición periférica de los sistemas montañosos. El interior de la Península está dominado por la Meseta, que conforma una enorme penillanura interrumpida en su parte central por dos sistemas montañosos: el Sistema Central y los Montes de Toledo. El resto de los sistemas montañosos se disponen en torno o independientes de la Meseta castellana, de manera que el interior de la Península queda defendido como si de una fortaleza se tratara. Así, ciñendo la Meseta y en contacto con ella, se disponen los Montes de León, la cordillera Cantábrica, la Ibérica, la parte septentrional de la cordillera Subbética y Sierra Morena. Los otros dos sistemas orográficos importantes forman unidades independientes: los Pirineos al norte y las cordilleras béticas al sur. Esta singular disposición del relieve peninsular acentúa el carácter continental de gran parte del territorio, y explica una red hidrográfica caracterizada por un régimen torrencial y una gran capacidad erosiva. B).- Consecuencias de la singularidad geográfica: La particular situación y posición geográfica de la península Ibérica entre dos mares y dos continentes, la convierten en un lugar de encuentro, en una zona de encrucijada de las más diversas influencias, y le otorgan un gran valor geoestratégico; pero, por otro lado, su posición, la configuración de su relieve, su gran extensión y su propia historia, tanto geológica como humana, producen en ella grandes contrastes geográficos: 2 1. 2. 3. España como encrucijada: La situación de encrucijada es reconocible en las condiciones naturales y humanas. Las influencias naturales pueden señalarse, fundamentalmente, en el clima y en la vegetación. Los rasgos climáticos de la Península están determinados, por un lado, por la influencia de las depresiones y los anticiclones provenientes del Atlántico y, por otro, por las condiciones meteorológicas que se generan en la cuenca del Mediterráneo; pero tampoco conviene olvidar las influencias que recibe de los centros de altas o bajas presiones situados en el continente europeo o en el africano. En España se dan también especies de flora y fauna características de Europa y de África. En el norte de España se encuentran formaciones arbóreas europeas, con especies como el abeto blanco, el haya o el roble; en el sur y el levante peninsular crece de forma espontánea el palmito, planta típicamente africana. En el plano humano, el solar hispano ha sido, desde tiempos remotos, lugar de asentamiento de pueblos de diversa procedencia, que lo han abordado por todos sus frentes. Basta recordar las colonizaciones fenicias, cartaginesas, griegas y romanas de los primeros siglos de nuestra historia, o la invasión posterior de los pueblos bárbaros procedentes de Europa. Más tarde llegaría la invasión musulmana y, durante la Edad Media, en España coexistieron diferentes pueblos (musulmanes, hebreos y cristianos) con sus propias costumbres y creencias. En la actualidad, hechos de similar naturaleza refuerzan este carácter de España como lugar de encuentro. Así lo demuestran los flujos migratorios procedentes de África o de América Latina. La posición geoestratégica de España: De la situación y la posición geográfica de España se deriva también un posicionamiento geoestratégico de primer orden para entablar relaciones de toda índole con los países de dos continentes tan dispares como África y América: a. España, ya se ha dicho, es el país europeo más próximo al continente africano, del cual está separado por un angosto brazo de mar; por ello, se ha dicho que el estrecho de Gibraltar, más que frontera, es un puente que une Europa con África a través de España, y así lo demuestra la avalancha de peque as embarcaciones cargadas de emigrantes que en la actualidad lo salvan. Asimismo, en el terreno comercial y económico, la presencia de España es muy intensa en los países norteafricanos. Se trata, pues, de relaciones humanas, económicas y políticas que se producen en ambas direcciones. b. No menos importante es la posición que ocupa España en las relaciones con el continente americano. i. Por un lado, conviene subrayar que España controla uno de los pasos por los que discurre la navegación marítima en el sentido de los paralelos; gracias al estrecho de Gibraltar y a los canales de Suez y de Panamá, hoy es posible circular de Asia a América por el Mediterráneo y por el Atlántico sin tener que rodear ambos continentes. ii. Por otro, la posición de las islas Canarias y la situación de los puertos españoles del litoral atlántico, próximos al circuito de las corrientes marítimas que facilitan la navegación por este mar, son elementos que refuerzan este carácter de avanzada o lanzadera que tiene España en las relaciones con el continente americano. Los contrastes geográficos de España: Podemos agrupar la diversidad de contrastes en dos grandes categorías: contrastes naturales y contrastes humanos: a. Los contrastes naturales: i. Contrastes litológicos. Desde el punto de vista geológico, España presenta tres grandes dominios litológicos claramente diferenciados: (1) La Iberia silícea: formada por granito, gneis, pizarras y cuarcitas. Ocupa fundamentalmente la parte occidental de la Península. 3 (2) b. La Iberia caliza o calcárea: comprende la cordillera Cantábrica hasta Asturias, el Sistema Ibérico y las cordilleras subbéticas. (3) La Iberia arcillosa y margosa: asentada sobre las depresiones del Ebro y del Guadalquivir, en ella domina la arcilla, las margas y los yesos. ii. Contrastes geomorfológicos. El pasado geológico del relieve peninsular hace que existan tipos de relieve cuyas estructuras responden a diversas etapas geológicas. (1) Así, existen macizos antiguos, como el Macizo Galaico y la Meseta, correspondientes al plegamiento herciniano; montañas jóvenes, como los Pirineos, la cordillera Cantábrica o las cordilleras béticas, de formas agrestes, cuyos materiales fueron plegados durante la orogénesis alpina; depresiones, como la del Ebro, el Duero o el Guadalquivir; llanuras litorales, etc. (2) En estos tipos de relieve, las diferencias en el roquedo han generado también una rica diversidad en tipos de modelado o formas: superficies de erosión o penillanuras, modelado granítico, cárstico, volcánico, de rocas detríticas, dunar, litoral, etc. Todos ellos constituyen un auténtico mosaico que hace las delicias del geomorfólogo. iii. Contrastes climáticos. La península Ibérica presenta una serie de contrastes climáticos notables, consecuencia de factores geográficos, como su posición entre dos mares, su extensión en latitud y longitud, su elevada altitud media, la disposición periférica de los sistemas montañosos respecto a la Meseta y la misma presencia de ésta en el interior. Estas oposiciones son apreciables en el comportamiento del régimen térmico y pluviométrico que se produce entre las tierras del interior peninsular y la periferia, por un lado, y entre las fachadas atlántica y cantábrica respecto al resto del país, por otro. iv. Contrastes biogeográficos. Las diferentes condiciones de clima y de suelos entre la España húmeda y la España seca, o entre la atlántica y la mediterránea, produce también vivos contrastes en la vegetación clímax de estas áreas: (1) En la España húmeda son característicos los bosques de hayas, robles, fresnos y abedules, los prados y las landas. (2) En la España seca, la vegetación clímax se corresponde con árboles adaptados a la sequedad: xerófilos, perennifolios y esclerófilos, esto es, de hoja perenne (gruesa, dura y coriácea), como encinas, alcornoques, coscojas, etc. Aparte de estas formaciones boscosas, son característicos de la vegetación mediterránea los matorrales (maquis y garrigas) y el monte bajo. Los contrastes humanos: i. Contrastes en los paisajes agrarios. La importante influencia del clima en el aprovechamiento agrario determinará que en cada dominio climático de España pueda distinguirse un tipo de paisaje agrario específico: (1) En la España atlántica, o España húmeda, es característico un paisaje donde priman el bosque y los prados, los campos cercados, que ocupan más del 70% de su territorio; de ahí su orientación hacia la ganadería. El paisaje rural atlántico se encuentra ocupado por un caserío disperso, fruto del minifundismo y de una explotación directa por par-te del propietario. (2) El paisaje agrario de la España interior se corresponde con campos abiertos, donde, en unos casos, domina el cultivo de cereales —trigo, cebada o girasol (Castilla-León)— y, en otros, el de la vid y el olivar (Castilla-La Mancha). Junto a los campos de cultivo aparece un hábitat 4 ii. rural concentrado y una morfología parcelaria que evidencia el gran tama o de las explotaciones. (3) Por último, en la España propiamente mediterránea encontramos un paisaje agrario caracterizado por el regadío, donde domina la vega y la huerta. Estos paisajes de regadío se dedican a cultivos intensivos muy diversos: cítricos, forrajes, hortalizas, frutales, etc. Pero también son importantes los paisajes de secano, con cultivos como la vid, el olivar o el almendro y, desde luego, los paisajes de cultivos bajo plásticos. Contrastes en el sistema de asentamientos. Los contrastes entre la España interior y la periférica, o entre la septentrional y la meridional, se observan en los sistemas de asentamiento de la población, tanto si se trata de poblamiento rural como urbano: (1) En el medio rural destaca el poblamiento disperso de la España norte a frente al poblamiento concentrado de la meridional. (2) En el sistema urbano, la diferencia se da entre una periferia que se encuentra mucho más urbanizada que el interior peninsular (excepto el caso de Madrid). 3.- La situación de España en el mundo. Los condicionantes geográficos de España, analizados anteriormente, además de los avatares políticos, han influido durante largos períodos de su historia en hacer de España un país aislado durante largas épocas, alejado de los principales flujos económicos, financieros, científicos, culturales y tecnológicos. Si se exceptúa el período de los descubrimientos, España se ha caracterizado por su escasa proyección exterior, aspecto que se acentuó, en su historia más reciente, durante los cuarenta años que duró la dictadura franquista. Hoy, sin embargo, la situación es bien diferente. Desde que se inició la transición democrática, en España se ha producido un proceso de apertura al exterior que ha modernizado el país y lo ha situado en el grupo de países avanzados. En el origen de este proceso confluyen dos circunstancias: por un lado, los deseos de España de abrirse al exterior e intensificar las relaciones con otros países y, por otro, el auge experimentado por el proceso de globalización o mundialización de la economía. Participación de España en las organizaciones internacionales: El interés de España por estar presente en el mundo se ha concretado en su adhesión a las principales organizaciones internacionales. Esta presencia, incrementada de manera notoria en las últimas décadas, representa el reconocimiento, por parte de la comunidad internacional, del avance experimentado por España en todos los órdenes, al mismo tiempo que para España supone el compromiso de aceptación y cumplimiento de las normas y objetivos emanados de tales organizaciones. España está presente en organizaciones de carácter económico, como la FAO (Organización para la Agricultura y la Alimentación), el BIRD (Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo), el FMI (Fondo Monetario Internacional) y la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económico); en organizaciones de contenido social, como la OIT (Organización Internacional del Trabajo) y la OMS (Organización Mundial de la Salud); de seguridad, como la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa); en organizaciones de tipo cultural, como la UNESCO; militares, como la OTAN, y políticas, como la ONU y la UE. El hecho más sobresaliente de este proceso de apertura al mundo ha sido su incorporación a la Unión Europea desde 1986. A partir de aquí se inicia de manera inequívoca la modernización del país y la presencia, cada vez más sólida, de España en el concierto internacional. La modernización ha sido facilitada por las importantes ayudas recibidas de la UE, lo que ha permitido al país mejorar las infraestructuras básicas, el entorno productivo y el capital humano. Sectores económicos como el 5 agrícola y el ganadero se ven especialmente favorecidos gracias a las ayudas establecidas en la PAC (Política Agrícola Común). Por otra parte, la incorporación de España a la UE supuso su alineamiento en el bloque de potencias militares occidentales, que se plasmó con el ya citado ingreso en la OTAN. España y la globalización económica: Los cambios en la proyección exterior se ven reflejados también en la incidencia que está teniendo en España el fenómeno de la globalización. Esta se concibe como el proceso de creciente integración de la actividad económica, cultural, social y política de un país en un ámbito de decisión y manifestación o desarrollo que trasciende las fronteras nacionales para situarse en un plano internacional. En consecuencia, los objetivos, los acontecimientos, el devenir, en definitiva, de todos esos aspectos de la vida nacional pasan a estar mediatizados por organizaciones transnacionales. Los indicadores para demostrar la creciente integración de España en el fenómeno de la globalización pueden extraerse de todos los campos, si bien los más concretos son los que se refieren al plano económico, como la evolución del PIB, la marcha del comercio internacional, las inversiones de capital extranjero, los flujos tecnológicos o la presencia de empresas multinacionales. La evolución del PIB per capita español ha pasado de ser aproximadamente el 75% de la media europea a mediados de los a os 1970 a casi el 87% en la actualidad. La tasa de crecimiento medio anual de la economía española ha estado en torno al 4% en los últimos años. Otro indicador es la balanza comercial, donde el aumento de las exportaciones de bienes de consumo no alimentarios y otros ha sido muy importante; en consecuencia, el comercio exterior tiene ahora un mayor protagonismo dentro de la economía española. La proyección exterior de España se nota también en el incremento de la inversión directa en otros países, que ha pasado a representar el10% del PIB, y en el aumento de las inversiones extranjeras en España, que se sitúan en el 7% del PIB. En el plano cultural, la globalización se manifiesta en materia de ciencia y tecnología, aunque también suele referirse a la generalización de usos y costumbres occidentales. Un buen indicador de la posición de España en este aspecto es la evolución de la inversión en I+D (Investigación + Desarrollo); la participación de los gastos en I+D en el PIB sigue estando todavía por debajo de la media europea, pero el crecimiento a nivel interno ha aumentado, pasando del 0,89% en 1999 al 0,94% en el 2000. También podemos fijarnos en el índice de adelanto tecnológico (IAT), según el cual España ocupa el decimonoveno lugar en el mundo. Otro indicador de la globalización económica es la internacionalización de las empresas. España cuenta con una sola empresa entre las 100 primeras compañías mundiales por ingresos (Repsol YPF) y cuatro solamente en el ranking de empresas europeas. La modestia de estos últimos indicadores indica, no obstante, que España sigue siendo todavía un país a remolque de las grandes potencias mundiales. El entusiasmo con que España se ha sumado al proceso de la globalización obedece a las ventajas que le concede: ayuda a incrementar el crecimiento económico, favorece la competencia entre los sectores económicos, lo cual va en beneficio del consumidor y, desde un punto de vista sociocultural, favorece el intercambio de ideas, de técnicas y de conocimientos, lo cual contribuirá sin duda a mejorar el panorama de la ciencia y la cultura. Pero la globalización se ve también como un peligro que puede destruir en gran medida las señas de identidad de un pueblo, aumentar las desigualdades económicas y sociales o mitigar el poder de decisión. Y esto no deja de verse como una amenaza en España, donde se valora la diversidad cultural, lingüística y social como uno de sus principales símbolos de identidad. 6