KiChic: La nueva aventura de Cristina ‘KIKI’ Gallo en máncora Casa de luz Cristina ‘Kiki’ Gallo se mudó con su familia a Máncora en 1989, en tiempos en que esta calurosa localidad no contaba con energía eléctrica. Diez años después, la aventura familiar prosiguió en Australia, Guatemala, Costa Rica y Chile. Pero el viaje que la marcó para siempre fue el que hizo a la India. Ahora, de regreso a Máncora, ha convertido su casa en un hotel que busca el equilibrio entre lo material y lo espiritual. D Fotos de Ignacio Cateriano os hombres hacen esfuerzos al cargar un televisor atravesando la sala. Cristina –‘Kiki’, para los amigos– mira la escena formando un tejado con las cejas, como si temiera que se les fuera a caer, pero en realidad hay algo que le resulta más inquietante. La inminencia del ruido, de la contaminación sonora y visual que llegan con aquel aparato, que ahora mira como si fuese un aerolito que acaba de caer. Es algo que tendrá que soportar a partir de ahora con el Mundial de Fútbol. “No se puede ser totalmente zen…”, dice levantando los hombros para luego añadir que habrá uno en cada habitación, “pero no en esos racks que me parecen un espanto… Ya se me ocurrió qué voy a hacer para que se vea nice’”. No se puede ser totalmente zen… O totalmente vegano. Un joven argentino me trae un refresco de jengibre que le agradezco con el alma, pues el calor del mediodía en el norte puede resultar agobiante. Y disfruto la bebida mientras escucho a Kiki contar su historia, o la historia de KiChic, que es lo mismo. “La gente venía y me decía ‘¿tallarines de zucchini?, ¿todo es vegetariano aquí?’. Y cuando les decía que ‘sí’, se daban media vuelta y se iban. Entonces tuve que replantear la carta e incluir platos marinos, platos peruanos… Pero siempre preparados de manera saludable. Por ejemplo, la salsa golf para los langostinos la hacemos con mayonesa de coco y tamarindo”. Linas Kesminas, un profesor lituano del Living Light Culinary Institute de California, fue quien diseñó la carta junto a Cristina. Linas es especialista en alimentación raw (es decir, preparación de comida cruda sin procesos que Cristina alteren el producto). ‘Kiki’ Gallo es también escultora. JOSIP CURICH Por Gabriel Gargurevich Pazos “Nunca imaginé que un día abriría las puertas de lo que fue mi casa para compartirla con el mundo”, comenta Kiki. 1. Un año y cuatro meses tomó la remodelación de la casa para convertirla en hotel. 2. “Todas las habitaciones son distintas, tanto en espacio como en decoración, para que, más que en un hotel, te sientas como en casa”, asegura su propietaria. 3. “Estoy tratando de crear sensaciones en todo los rincones del hotel, para darle más independencia a la gente”, afirma Kiki, quien añade que KiChic es un hotel para adultos. 1. 2. No se puede ser totalmente zen, pero sí se puede huir de la ciudad en busca de una vida mejor, lejos del terrorismo y el caos. Era 1989 cuando Kiki, su esposo, José Flórez-Estrada, y sus dos hijos, Lorenzo y Sol, partieron de Lima rumbo a Máncora. En ese entonces, ahí no había energía eléctrica y Vichayito no existía. “Nuestra refrigeradora era a kerosene y nuestro vecino más cercano estaba a tres kilómetros. Al inicio fue difícil, pero los siguientes diez años fueron mágicos para la familia”, recuerda Kiki. En 1999, el Fenómeno de El Niño azotó el norte y decidieron regresar a Lima. Al poco tiempo, a su esposo le ofrecieron un trabajo en Australia. Partieron, esta vez con cinco hijos, el menor con un mes de nacido. Luego vivieron en Guatemala, Costa Rica y Chile. “Nos volvimos ciudadanos del mundo, aunque pasé una etapa bien dark en Costa Rica. Me había cansado de estar caminando por el mundo con los chicos a cuestas, y ser la “mujer florero”. Tenía que haber algo más en la vida… Recuerdo que salía a manejar mi carro a la autopista, aceleraba lo más que podía y gritaba. Ayudaba mucho…”. Pero mucho más la ayudó Lorenzo (33), su hijo mayor, al invitarla a pasar una temporada en un áshram en la India. A Lorenzo Ferreyros lo había tenido a los 17 años, en su primer matrimonio. “De alguna manera, él (Lorenzo) me quitó las alas y fue también él quien me las devolvió. ‘Siempre sentí mucho amor hacia ti’, le dije. La India fue una experiencia tan maravillosa…”. Y aunque cada vez que podía regresaba a Máncora con su familia, hace dos años que Kiki se estableció en el que fue su 3. hogar y lo convirtió en KiChic. ¿Por qué KiChic? “Muchos pensaron que se debía a mi sobrenombre, ‘Kiki’, pero esa no fue la razón. La palabra ‘Ki’, en japonés antiguo, significa energía, fuerza vital o universal… Y ‘Chic’ es sinónimo de refinamiento, estilo y buen gusto. KiChic es el equilibrio entre la materia y el espíritu…”. ¿KiChic es bueno para el espíritu? Sí. Por ejemplo, hay una sala en la que se practican yoga, baile y meditación, y que ha sido bautizada como Holy Moments. Se dictan talleres de eneagrama (un sistema de clasificación de la personalidad), interpretación de sueños, genealogía, nutrición, cocina… También hay programas de ayunos y de limpieza de toxinas para rejuvenecer en cuerpo y mente. Y, bueno, la naturaleza fulgura con todo su esplendor… Pero ahora es el cuerpo el que nos pide alimento. Y el chico argentino va poniendo los platos en la mesa. Cebiche de langostinos con mango y palta, una causa de papa amarilla con un mix de quinuas, carpaccio de zucchini, hamburguesa de lentejas y helados de ajonjolí negro, higo y kion… En noviembre del año pasado se inauguró KiChic y hasta el momento es todo un éxito, pues muchos europeos que visitan el Perú eligen a Máncora como la última parada del periplo. Y Cristina, o ‘Kiki’, feliz. Con este hotel está cumpliendo su razón de ser en la vida: crear conciencia. “De ahí sale todo”. n “Nuestra refrigeradora era a kerosene y nuestro vecino más cercano estaba a tres kilómetros”. 108 COSAS -­‐ People and Economic Magazine Peru