En nuestro contexto actual, marcado por una severa crisis económica, que afecta todos los niveles y estratos de nuestras vidas, no debemos pasar por alto la necesidad de seguir hablando con firmeza de otros temas que muchas veces parecen contingentes, pero que en realidad se ven también afectados por las situaciones de crisis. Planteo esto, porque en un momento de crisis es cuando los países se ven obligados a repensar su realidad, su capacidad de integrarse a un mundo civilizado y establecer nuevas formas de relaciones sociales al interior de sus sociedades tanto como en cuanto al vínculo con los otros Estados. En este sentido, creo que la situación mundial actual nos da una fortaleza, dentro de tanta calamidad, para exigir que las relaciones entre los Estados avancen hacia un nuevo estadio, en el cuál la proliferación de armas nucleares sea vista, decididamente, como algo innecesario, que acarreará más desventajas que utilidades para quienes se embarcan en este tipo de empresas. Para ello, señores, nuestra labor de parlamentarios se vuelve indispensable, en primer lugar para tratar estos temas con la ciudadanía, y al mismo tiempo porque a través de una legislación que tenga como primera meta la protección de las vidas humanas y la generación de relaciones cordiales entre los Estados, se puede contribuir decididamente tanto al desarme como a la prevención de las prácticas de creación de armamento nuclear. Lo que nos convoca hoy, es precisamente entender cuál es nuestra labor en materia de legislación respecto a la entrada en vigor del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos de Armas Nucleares. En la actualidad países desarrollados y en vías de desarrollo poseen este tipo de armas y su sola presencia es un factor de desestabilización entre los Estados y una invitación apremiante para que el Estado vecino al que posee armas nucleares las obtenga de igual forma. Entonces, de lo que estamos hablando es de una voluntad, de un espíritu de búsqueda del entendimiento humano que debe primar en nuestros parlamentos, a fin de que estos sean una reserva moral para la protección de la democracia y la exclusión de aquellas propuestas que busquen el exterminio, o siquiera que planteen la necesidad de proteger la seguridad nacional a través de la intimidación irracional hacia los vecinos. Los parlamentos debemos hacernos cargo de la ratificación del tratado, o en su defecto ser organismos de presión para que este llegue a buen puerto y podamos ver de una vez por todas un mundo sin la amenaza de las armas nucleares, que lejos de representar una solución a la seguridad de un Estado es una fuente de escalada armamentística que puede tener consecuencias insospechadas. Debemos pues preocuparnos de aquellos países que no han declarado tener armas nucleares, pero sobre los cuáles ha habido investigaciones que aseguran que sí las tienen. Por otra parte, se encuentran los países que no son capaces de clarificar el procedimiento a través del cuál se encuentran generando energía nuclear, dejando un manto de dudas respecto a sus verdaderas intenciones. Y, de igual manera, debemos llamar también la atención sobre aquellos países que teniendo un historial de pruebas de armamento nuclear, sean potencias económicas o no, se nieguen a terminar con este tipo de acciones. Así como es evidente nuestra responsabilidad en el ámbito de las legislaciones nacionales, que deben ser proclives al respaldo de las iniciativas a favor del desarme, de igual manera, también las instancias como la Unión Interparlamentaria tienen un gran valor y deben ser aprovechadas para el intercambio de visiones y la articulación de propuestas para presentar en los países de origen de los parlamentarios. A este respecto, cabe recordar que el tema no le es ajeno a la Unión Interparlamentaria que ha venido tratándolo sistemáticamente en las Conferencias 91ª, 94ª, 101ª y 108ª. Hagamos que el camino avanzado en materia de discusión sirva para llegar a nuestros países con propuestas claras y definidas para seguir trabajando con el fin de aprovechar la situación actual que vive el mundo para mejorar muchas otras áreas interrelacionadas, entre ellas el uso eficiente y controlado de la energía nuclear. Para finalizar, me gustaría insistir en un punto de relevancia para el panorama mundial actual. Mi país, Chile, y mi región, América Latina, tienen un amplio recorrido en materia de discusión y oposición al uso de armas nucleares, por lo que creo que nuestra experiencia debiera servir de ejemplo de convivencia y de transparencia respecto a los usos posibles de tecnología nuclear. Un claro ejemplo, en este sentido, es la firma por parte de los países de América Latina en 1967, en Tlatelolco México, del Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, que fue un verdadero avance y ha impedido, aún cuando en muchos de nuestros países hayan llegado al poder gobiernos autoritarios en décadas pasadas, el desarrollo de armas nucleares. A estos pactos de corte regional se suma el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares de Naciones Unidas que mi país ratificó en 1995, junto a Argentina y Brasil, y que hoy debe ser utilizado como una herramienta eficaz para poner fin a la proliferación de armas nucleares. Sin embargo, aún cuando América Latina tiene un historial de promoción tanto del desarme como de la no proliferación, hoy es tiempo de que los países más poderosos, los que han invertido por décadas en la fabricación de este tipo de armas, sean finalmente quienes acepten que hemos llegado a un punto final en esta materia. Los Estados que hacen alarde de ser pacíficos deben demostrarlo con los hechos, y el desarme y la no proliferación es un punto clave en este sentido. Quisiera invitar a todos los parlamentarios, de todos los países, a que alcemos la voz una vez más y las veces que sea necesario, para alcanzar un primer paso que es la entrada en vigor del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos de Armas Nucleares. Su puesta en marcha significará necesariamente un ejemplo moral para todos los países y pondrá en tela de juicio la real disposición a avanzar hacia un mundo pacífico, de quienes se nieguen a cumplir su contenido. Por último, quisiera recordar la famosa frase de Mahatma Gandhi, que a mi parecer resume el espíritu que debe primar en nuestra perspectiva para un mundo sin armas nucleares: “No hay camino para la paz, la paz es el camino”. Muchas gracias.