TRABAJANDO LA ADOPCION Eje temático: Lo ético, lo político y lo ideológico en el ejercicio profesional Autor: Lic. Gonzalo Valdés Institución: Equipo Interdisciplinario de Adopción de los Juzgados de Familia de Mendoza Provincia: Mendoza Correo electrónico: gvaldes63@yahoo.com / gvaldes@jus.mendoza.gov.ar Los fenómenos humanos se pueden estudiar desde distintas ciencias o corrientes de pensamiento. Estos "puntos de miradas" no son "inocuos" respecto de lo que estudian; por el contrario, modifican con su intervención la apreciación misma que se crea de los sucesos. La adopción no es una excepción a esta regla. Desde una concepción tradicional, encontraremos que el Derecho y posteriormente la Psicología, han aportado la mayor cantidad de bibliografía y análisis sobre la temática, con un enfoque propio que determina el punto de mirada. Un posicionamiento subjetivo desde el cual se aborda el constructo Adopción. Existe una gran ausencia debido a la falta de aportes que aún no han realizado las ciencias sociales en nuestro país. La ficción legal que construye el Derecho tiene más que escasos estudios que den cuenta de la interrelación de factores que convergen y convierten a la adopción en un hecho social altamente complejo, pero no por eso inabordable. En este tiempo, la voz del Trabajo Social paulatinamente está comenzando a decir que hay otra subjetividad en la temática, que tiene lecturas y aportes propios que coadyuvan a esta construcción socio-cultural. El aporte conceptual que hace la Convención de los Derechos del Niño, ingresando la noción de “niño como sujeto de derechos”, generó una nueva bisagra en la significación de la niñez. El discurso actual de nuestra época, valora el privilegio de haber concedido a los niños, el lugar central con respecto a los siglos precedentes. Pero “no por tapizarse las paredes de la ciudad con imágenes de bebés, la causa de los niños avanza seriamente”, dice Francoise Dolto. Sin embargo, no podemos decir que no ha habido cambios. En principio, se les reconoce la existencia; cosa que no es poco, a la luz de la historia de las infancias en las sociedades urbanas desde los Siglos XV a XIX. Pero hacia dónde queremos orientar nuestra reflexión en esta oportunidad, es al devenir que estarían presentando las nuevas lecturas sobre la adopción que está ofreciendo el Trabajo Social, junto a los roles clásicos otorgados/asumidos históricamente y las realidades que se presentan en el aquí y ahora. El derrotero que ha transitado la temática de adopción en nuestro país, ha estado en función a los diferentes momentos socio-históricos y las consecuentes políticas sociales implementadas sobre las infancias/niñeces. En este sentido, es excelente el trabajo realizado por María Felicitas Elías en “La adopción de niños como cuestión social”, en donde realiza un amplio y substancioso recorrido que ilustra y explica esta dinámica. Analizaremos brevemente algunos aspectos de este camino. La función tradicional del Trabajo Social en adopción Durante el proceso de instauración del Estado Argentino la beneficencia con iniciativa y financiamiento público, constituyó la respuesta de un país que debatía su inclusión en el liberalismo económico bajo el lema “civilización o barbarie”. Las funciones sociales eran compartidas con la Iglesia, y la situación de niños pobres en las calles o abandonados, se ubicaban en la Casa de Expósitos (luego Casa Cuna) a cargo de la Sociedad de Beneficencia. Esta institución “poseía la tutela de los niños expósitos, contando con el apoyo de “visitadoras e inspectoras”, que constataban las condiciones morales y materiales de los solicitantes y otorgaban guardas con intervención del Defensor de Menores, previa firma de un documento”. Consolidado el modelo agro-exportador orientado por la idea de “orden y progreso”, y frente a la inmigración en masa, interesaba formar la noción de ciudadanía homogeneizando culturalmente al país. El Estado, como verdadero “tutor” de los pobres, busca controlarlos para custodiar la salud física y moral de la población a través de una política social “médico-higienista”. La educación, la higiene pública y la asistencia social, constituían estrategias concurrentes con estos objetivos. Un Estado interventor, asume el dictado de los Códigos Civil, Ley de Minería, Código Penal, Código Comercial, etc., sin embargo nada dice sobre la adopción. “El codificador, Dalmacio Velez Sarfield,, señala expresamente que no incluye la adopción en el códice, puesto que el modelo napoleónico había fracasado. Dice textualmente respecto a la adopción ‘dejar las cosas en el estado en que se encuentran’. Ello fue continuar con los modos de crianza, prohijamiento, entregas, por medio de Actas Compromiso ejercitadas por las Damas de la Beneficencia de la Capital.”. Dictada en 1919 la Ley de Patronato (Ley Agote), los niños de “las infancias” se toman como objeto de estudio que debe ser tutelado frente al desamparo moral y material. Aquí encontramos otro de los orígenes que le otorga a la “Asistencia Social” la función de controlar a las infancias potencialmente amenazantes de un sistema socio-económico en crecimiento. Cuando a partir de la crisis de 1929 se incrementan las migraciones internas hacia los centros urbanos, se consolida la categoría de “infancia urbana pobre” que, investigada y clasificada se la equipara:“orfandad/abandono-ilegitimidad/delincuencia”. En 1933 y en 1942, se realizaron la 1º y la 2ª Conferencias Nacionales sobre Infancia Abandonada y delincuencia, organizados por el Patronato de la Infancia y la Sociedad de Beneficencia. Entre los debates, surgió la necesidad de que se legislara sobre adopción como una respuesta óptima frente al problema de las infancias disonantes. Tras este discurso aparentemente preocupado por los niños, se podía ver claramente qué se entendía por adopción en ese momento, y cuál era el verdadero interés: “(Adopción) no solo como un sentimiento de caridad para el niño a quien el destino dejó en la orfandad o en la miseria, lo que hoy sustenta la nueva legislación de los Derechos del Niño, sino principalmente un alto propósito de organización social, de interés para la sociedad”; y se da con dos fines claros: “satisfacer las tendencias de los matrimonios estériles, por medio de una paternidad ficticia, y evitar ciertos delitos de usurpación de estado civil” [Revista Infancia y Juventud Nº 7, Abril a Junio de 1938] (el destacado es nuestro). No es casual que la primera ley sobre Adopción en nuestro país (Ley 13.252) se haya dictado en 1948, junto a la implementación de políticas públicas que legitimaron derechos sociales. En su debate parlamentario, el Senador Pablo Ramella fundamenta la necesidad de la ley en que: “hay un hecho real y positivo en nuestro país: hay muchos niños que están bajo la guarda de familias y que no tienen ningún vínculo jurídico con sus guardadores. El Senador Gómez del Junco, afirma que ‘el propósito de la ley no es el de caridad, es el de la solidaridad humana, es la protección del padre al hijo y del hijo al padre, que ése es el propósito revolucionario. Lo de la caridad pasó a la historia. Hoy podemos hablar de caridad con los perros, pero no con los seres humanos’”. Esta Ley de Adopción, contemplaba la adopción simple en donde consideraba al adoptivo como hijo legítimo, pero sólo establece vínculo familiar con el adoptante, no con la familia de éste. Aún con la mejora en el acceso a derechos sociales, el rol de los Asistentes Sociales frente a la temática de adopción se mantenía en el marco del control, con una concepción de Patronato que no se había modificado. La acción profesional se restringía a cumplir con las medidas que las instituciones imponían. De 1955 a 1971, se desvanece la idea de la protección a la niñez como un derecho. Las políticas sociales apuntaban a la planificación y distribución de recursos financieros y sanitarios para garantizar la mano de obra capacitada, alimentada y educada para llegar al modelo de desarrollo industrial diseñado, jerarquizándose nuevamente el papel ordenador de los adultos. Los niños ya no eran privilegiados sino que volvían a ser objetos a controlar, ceder, ubicar, empobreciéndose el proceso de adopción en sede judicial (Ley 13.252). En el marco de un gobierno dictatorial (1971), se instrumenta una nueva Ley de Adopción (Ley nº 19.134) que busca eliminar restricciones a las posibilidades de adoptar y ser adoptado; jerarquizar el vínculo adoptivo (adopción plena) y agilizar los trámites. Si bien esta Ley habilitó el ingreso pleno del niño a la familia adoptante, prácticamente volatilizaba el lugar de la familia de origen y allanaba el traspaso de los niños al legalizar las entregas por instrumento público (escribanías). De esta manera, se transforma al niño en cosa escritural entregándolo a las leyes del librecambio y borrando su identidad de origen. Una vez más surgen las preguntas: ¿a quién se buscaba proteger con esta ley?, ¿qué se privilegia?, ¿a quien se prioriza?, ¿a quién beneficia?... ¿a los niños; o como nos ilustraba la revista Infancia y Sociedad de 1938 tenía “un alto propósito de organización social, de interés para la sociedad”; y para “satisfacer las tendencias de los matrimonios estériles”?. La dictadura de 1976 quiebra la noción de ciudadanía (derechos ciudadanos), y bajo el poder de las armas secuestra y asesina a miles de adultos, apropiándose de cientos de niños nacidos o que nacieron en cautiverio. La mayoría de los niños apropiados fueron inscriptos falsamente como hijos biológicos de los apropiadores, pero en algunos casos utilizaron la legislación vigente en adopción (Ley 19.134) para validar esta apropiación. Si hasta este momento, en la temática de adopción, el Trabajo Social había tenido un rol institucional subsidiario, de neto control de procedimiento acorde a las modificaciones políticas-sociales que hemos descrito precedentemente, en este período se profundizaron las limitaciones. “La restricción del espacio profesional, unida a la desincentivación del estudio de los aportes de las disciplinas sociales, realimentaron, por entonces, la tendencia asistencial presente al interior de la profesión, eludiendo la reflexión acerca de la causación de los problemas sociales…En este marco histórico tiene lugar una ‘desconceptualización’ en el Trabajo Social argentino y son truncados los debates teórico-epistemológicos y metodológicos que la ‘reconceptualización’ había iniciado en la década anterior.” Es innegable que más allá de los discursos, desde la conformación de la República (1880) hasta esta etapa (1980), la ausencia de legislación en el principio, las prácticas sociales de traspaso de niños, y la escasa legislación dictada después, privilegiaron abiertamente los intereses de los adultos “que querían tener hijos”, por sobre los derechos de los niños y los de la familia de origen. A esta altura, y con tantas inconsistencias en el marco legal y en su abordaje social, muchos Trabajadores Sociales quedaron entrampados en la ideología base en la que se construyó la adopción en Argentina y en las representaciones sociales que surgían como consecuencia. Todavía hoy, es posible escuchar a colegas que consideran que la adopción es una obra de caridad o de solidaridad, con una sobre-valoración de los adoptantes y su “acto de amor”, y realizando contactos entre mujeres que dicen no poder hacerse cargo de una criatura con alguna persona conocida. Históricamente, entonces, al Trabajo Social le ha sido asignado un rol propio del Patronazgo: control de la situación social del niño y control de la situación socio-económica de los aspirantes a adoptar; en el caso de que el traspaso del niño a la familia adoptante se haya realizado, control socio-ambiental de la nueva familia. Y este rol asignado, ha sido asumido con una práctica profesional en consonancia. Habitualmente los profesionales del derecho, de la salud, los empleados judiciales y hasta algunos Trabajadores Sociales, identifican la intervención profesional en adopción, como una “visita o encuesta para ver si la casa está limpia y ordenada”. Es bastante común encontrar en los escritos legales que los abogados patrocinantes solicitan a los Jueces de Familia, como prueba, que se realice una “visita social” o una “encuesta social” con la correspondiente “encuesta vecinal” para demostrar lo bueno que son los pre-adoptantes. Debido a que el abordaje se desarrolla, en este caso, en el domicilio de los aspirantes a adoptar, se fantasea con la imagen de que lo que se lleva a cabo es una “charla” muy semejante a una “visita”, pero como se suele indagar sobre algunos datos personales, esta “visita” se torna una “encuesta”. El cuadro descripto, parece una exageración, sin embargo no lo es. Forma parte de la representación social mayoritaria que se tiene del desempeño de los Trabajadores Sociales en el terreno propio de su acción, y del tipo de intervención que algunos profesionales realizan. Los nuevos aportes: una oportunidad para el debate Decíamos también, que nuestra profesión está ofreciendo nuevas miradas. Las razones son múltiples, y sólo mencionaremos algunas que nos parecen más pertinentes. Hacia adentro, una saludable posibilidad de pensar y repensar nuestro objeto de intervención. “Repensar el objeto del Trabajo Social quizás enriquezca esta profesión que históricamente ha centrado su preocupación en el hacer y se ha frustrado en la confrontación con el deber ser. La condición de estar ligado a demandas inmediatas parecería haber constituido un obstáculo para pensar y teorizar acerca de él, en tanto que su práctica está explícitamente dirigida a actuar. La vinculación del Trabajo Social con el plano de lo fáctico le exige “ser eficiente” en la resolución de problemas. Por los resultados que produce es legitimado socialmente y también a través de las hétero-representaciones se define su identidad.” Hacia fuera, “la aprobación de la Convención de Derechos del Niño de Naciones Unidas en 1990, produce el surgimiento de un nuevo paradigma, un cambio substancial de los conceptos, y los valores que constituyen la visión de la realidad de la infancia-adolescencia. El reconocimiento del niño como sujeto de derechos; titular y portador de Derechos y atributos que le son inherentes por su condición de persona humana; como sujeto social y como ciudadano, conlleva a replantearse los sistemas y prácticas de atención sobre el mundo de los menores.” La incorporación de la Convención de los Derechos del Niño a nuestra constitución (1994), comenzó a interpelar sigilosamente a los legisladores respecto de los derechos de los niños que se protegían en la Ley 19.134. Habiéndose borrado, en aquel entonces, a la familia biológica del proceso judicial, mal podía sostenerse el derecho a la identidad de origen, por ejemplo. De esta manera surge un intento de avance en la cuestión. Pero tantos años de Patronato no iban a ser fáciles de doblegar, y el avance fue relativo. La nueva legislación, Ley 24.779, fue sancionada en febrero de 1997 y como progreso se destaca la prohibición de entregar niños a través de escritura pública; y señala la obligación de citar a los padres biológicos a fin de que den su consentimiento para la guarda preadoptiva, con algunas excepciones. Queda a mitad de camino respecto a que el adoptante debe informar de la “realidad biológica” (eufemismo que encubre el origen), porque nada sucede si no lo hace. Si bien propone la creación de un Registro Unico de Adoptantes, tampoco legisla sobre la entrega directa, generando una contradicción de difícil resolución. Felizmente, desde la profesión se está proponiendo una apertura hacia la temática de la adopción, y un debate sobre sus implicancias sociales. “La adopción suele ser vista no sólo como cuestión de juristas y justicia, sino también pertinente al terreno de la psicología (¿cómo recibir al niño?, ¿cómo prepararse para tal situación?, ¿cómo será su integración?, ¿qué consecuencias pueden tener el conocimiento o desconocimiento de su identidad?, por mencionar sólo algunos de los interrogantes más comunes). Pero pocas veces nos interrogamos sobre cómo se traduce esta situación en una lectura que refleje relaciones sociales, derechos, ciudadanías.” Es muy interesante el aporte en la misma línea que Felicitas Elías, que realizan Florencia Altamirano en su libro “Niñez, pobreza y adopción. ¿Una entrega social?”(Edit. Espacio, 2002); Marcelo González junto a Florencia Altamirano y Adriana Amanini en “La adopción: una mirada no hegemónica” (Derecho de Familia-Revista Interdisciplinaria de Doctrina y Jurisprudencia.- Nº 27 – Mayo del 2004-LexisNexis-Abeledo-Perrot); y el referido “Adopción e Identidad. ¿El encuentro de dos necesidades? de Marcelo González. En ellos, se observa un muy buen trabajo de investigación que devela las situaciones de exclusión, marginación y vulnerabilidad, en las que se encuentran la mayoría de las madres biológicas que refieren no poder hacerse cargo de la crianza de una de sus criaturas. Coincidimos en que “las condiciones de pobreza, subocupación, desocupación excluyen y restringen el ejercicio de derechos, y por supuesto también el de sus hijos, y no sólo los de trabajo digno, casa adecuada, atención en la enfermedad, sino también el de esas mujeres que, para mantenerse unidas a sus hijos, criarlos y tenerlos consigo, deben apelar a variadas estrategias (entre las que seguramente estuvo entregar a poco de nacer a alguno de ellos)”. Sin embargo, creemos que en alguno de estos trabajos, se filtra una lectura reactiva al sistema hegemónico que por más de un siglo privilegió el lugar de las personas que “querían tener un hijo”, y que se asemeja el accionar de determinadas personas con la adopción en sí misma. Es real que este sistema (con el poder económico, con el poder de las leyes y con la impunidad) se servía de las personas más desfavorecidas para lograr sus fines. Pero esto no significa que la adopción sea un medio ‘per se’ que se sustente y se nutra en las desigualdades; como tampoco que vulnere el derecho de los niños a conocer sobre su origen biológico. La mujer que expresa no poder hacerse cargo de su hijo biológico, lo hace por sus condicionantes externos, los condicionantes internos, y la relación dinámica entre ambos. Como Trabajadores Sociales es nuestra obligación ética, dar cuenta de estas tres situaciones en cada encuentro con una mujer en crisis, y no permitir que la pobreza solamente sea una causal para que una madre se desprenda de su hijo. Entendemos que para crecer en el abordaje de este tema, no debemos caer en los errores del pasado, pero en espejo: no es cierto que todos los adoptantes sean apropiadores en potencia y seguros negadores del origen de los niños; como tampoco es cierto que lo mejor que le puede pasar al niño es mantenerse contra viento y marea con su familia biológica (sea nuclear o ampliada) por el sólo hecho de que es su sangre y que así podrá construir una identidad ‘verdadera’. Como Trabajadores Sociales, es imprescindible que nos resistamos a asumir un rol pasivo, acrítico, descriptivo, pragmático, con un carácter atomizado y subsidiario, que es lo que las instituciones de control social nos piden. Es imperioso también, que nuestra participación comprometida, revele las acciones que pesan sobre cada uno de los actores de esta temática, especialmente los niños. “La adopción debe ser considerada como política resguardadora de derechos y no como un recurso estratégico que tiende a paliar la aparente inacción del Estado en políticas infantiles” Entre el ayer y el mañana: hoy Hoy, más allá de cómo fue el sistema antes, y de las mejoras que puedan darse a partir de las necesarias reflexiones y aportes de un pensamiento crítico, los niños que no pueden crecer con sus padres, necesitan una familia preparada para sostenerlos y permitirles construir su identidad. Es deseable la idea de que todos los niños puedan nacer y crecer en el seno de su familia biológica. Tan anhelado como difícil de que pueda darse en todos los casos. A tal punto que la misma Convención de los Derechos del Niño, en el art. Artículo 7 reconoce que el niño tendrá derecho a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos ‘en la medida de lo posible’. Pero lo cierto es que las familias no siempre son un ámbito beneficioso para el saludable crecimiento de sus miembros. Cada niño debería tener las seguridades mínimas de subsistencia y de afecto, de modo tal que pueda ir construyendo su identidad y pueda vincularse con otros, desde el lugar en que vive. Aunque la modalidad familiar no sea la imaginada para las concepciones tradicionales, se debe respetar la forma en que cada familia enfrenta y resuelve su cotidianeidad; siempre y cuando no esté en riesgo la salud física o psíquica de algún integrante. En caso de que estos riesgos existan, sobre todo para los niños, se torna necesaria la intervención del Estado. La intervención del Estado no es necesariamente vulneradora de los derechos infantiles. Porque el Estado no es una entelequia, sino una construcción socio-histórica que se sostiene desde la ideología, las representaciones sociales y el accionar de sus componentes. El Trabajador Social forma parte de las instituciones del Estado, y hoy “con su posibilidad de análisis y lectura no ingenua, se inserta para llevar adelante su intervención;(…..) recibe un mandato de intervención (explícito y tácito). Tiene su concepción ética y sus saberes que lo llevarán a articular lo precedente en función de brindar al sujeto un quehacer profesional que lo reconozca como “actor” (…) tiene también la posibilidad de retroalimentar, en la medida de lo posible, a los miembros concretos de la institución con su visión crítica y sus saberes específicos (…). Deberá deconstruir (prejuicios, modelos, discursos, mitos, saberes ya inadecuados) para reconstruir con los otros (operadores y destinatarios) nuevos discursos y saberes que los superen.” Desde esta perspectiva superadora, y a cuenta de los cambios que necesariamente se deben dar en la temática de adopción, entendemos que hoy se puede trabajar en adopción desde un abordaje integral y garantista. La acción profesional no debe ser parcial, fragmentada, y quedarse sólo en una híbrida selección de los que quieren adoptar. Requiere, en la medida de lo posible, de un conocimiento exhaustivo de todos los que participan en este escenario que definirá el destino de un niño que poco o nada puede decir al respecto. De acuerdo con la experiencia profesional alcanzada en el Equipo Interdisciplinario de Adopción desde el año 1996, creemos que el modelo de intervención en adopción deber contemplar una legislación y un procedimiento judicial marco, adecuado, y con la transparencia imprescindible para que la sociedad tenga en claro los derechos y obligaciones que se ponen en juego con la adopción. Por eso, cuando presentamos el proyecto de creación del Registro Único de Adopción y el Equipo Interdisciplinario de Adopción, ante la Suprema Corte de Justicia de nuestra provincia, enunciamos ejes rectores básicos a nuestra acción, que también son el marco ético: * Defender los derechos del niño; * Facilitar su inclusión en un sistema familiar funcional; * Disminuir la victimización de la mujer en situación de crisis con su embarazo y/o con su maternidad; * Favorecer un proceso de adopción saludable; * Unificar administrativamente todos pasos del proceso de adopción, para evitar la burocratización y la atomización de acciones, generando transparencia y confianza en todos los actores; * Brindar una especialidad en la materia que con una visión interdisciplinaria desde lo técnico; con participación, esfuerzo y organización desde lo administrativo/procesal, pusiera al Poder Judicial de Mendoza en los lineamientos marcados por la Ley Provincial 6354 de Niñez y Adolescencia, en el marco de la Ley Nacional 24.779.Desde este punto de partida, pensamos que es imprescindible: - Un abordaje interdisciplinario con profesionales especializados en la temática, a fin de que la intervención promueva una acción preventiva que resulte en una adopción saludable y permanente. A partir de la necesidad de generar un espacio que propusiera un salto cualitativo y cuantitativo frente a la temática, planteamos trabajar el área de adopción de manera interdisciplinaria desde el interior del Poder Judicial. Este proyecto surgió frente a la imperiosa necesidad de una ESPECIALIZACIÓN en la temática de ADOPCION porque, si bien era una tarea realizada por los profesionales existentes en los Departamentos de Trabajo Social y Salud Mental de los Juzgados de Familia, no podía ser abarcado en su complejidad, ni contenido en su especificidad ya que era tratado como un tema más de todos los existentes. La práctica del Equipo Interdisciplinario de Adopción se basa en la necesidad de contemplar los distintos aspectos de una misma realidad, por medio de los aportes que sobre ella pueden realizar las distintas disciplinas involucradas. El resultado final es la integración de los aspectos analizados, cada uno de ellos con igual peso y con clara diferenciación de sus perspectivas. Pensamos que el solo abordaje por disciplina puede ofrecer respuestas parciales. Así por ejemplo, tener en cuenta la situación física-biológica (médica) de un niño, pierde su valor si no es respaldada y acompañada por la consideración de sus necesidades psicoafectivas, de su entorno socio-cultural y del encuadre legal que lo ampare. La realidad nos muestra la complejidad de los comportamientos sociales, y a la luz de las normas jurídicas vigentes sustentadas en los Derechos del Niño, se analizan los distintos aspectos que se entrecruzan en la temática de la adopción. Cada aspecto: legal, psicológico, médico y social deben entrelazarse armónicamente como la trama de un telar para lograr dar respuesta útil, eficiente y adecuada al momento histórico-social que nos toca vivir. Sin embargo, la interdisciplina no es ninguna panacea, ni tampoco implica una fantasía de “unicidad del conocimiento”. Si juntamos los pedazos de cada disciplina no se produce una “unidad” tipo piezas del rompecabezas. El rompecabezas no existe en el conocimiento científico, no hay un conocimiento global. La interdisciplina no está dada, ni es fácil. Implica construcción, producir algo que antes no estaba; no por el hecho de juntarse salen los acuerdos. Es un efecto de grupo, surge cuando el grupo aporta; no hay un sujeto interdisciplinario. Cuando se habla, se habla desde uno y su disciplina. Un grupo interdisciplinario necesita un largo tiempo de discusión, es lento por su necesaria preparación, ya que no hay práctica si no hay una reflexión previa. - Poder trabajar con las personas o parejas que desean adoptar antes de que se los vincule a un niño, a fin de generar una buena y adecuada preparación previa. El objetivo es que a través de criterios claros en la evaluación psicológica, social, médica, y su consideración interdisciplinaria, se establezca si la persona o la pareja está en condiciones de afrontar una paternidad adoptiva saludable. Estamos planteando no sólo estándares consensuados para el abordaje ante la familia, sino también un programa de formación e información para los futuros padres, de 6 reuniones de reflexión, contención e información, en las que se trabajan los temas que forman parte de las particularidades de ser padres o madres adoptivos: derecho de los niños a saber sobre su origen biológico; como construir el relato de la conformación de la familia adoptiva; aspectos evolutivos de los niños, etc. No es suficiente no tener patología mental, ni trastornos de personalidad para lograr desempeñar la paternidad adoptiva. Renunciar al hijo biológico, al hijo ideal y dar el espacio para la entrada y aceptación de un hijo adoptivo, diferente, real y desconocido en su origen es un proceso complejo que requiere poner en juego recursos personales, de pareja, familiares y sociales. Desde esta visión, la primera responsabilidad por el futuro de los niños que se entregan en adopción la tiene el sistema judicial a través de una evaluación previa, cuidadosa, responsable y con criterios científicos-técnicos apropiados para garantizar que las personas que desean adoptar poseen recursos internos y externos suficientes como para sostener una paternidad adoptiva saludable. Hasta aquí, tres de los ejes rectores clásicos que desde nuestro punto de vista orientan una práctica profesional conciente y comprometida en la temática. En los Juzgados de Familia de Mendoza se agregó una particularidad que posibilitó ampliar el abordaje: además del Registro Único de Adopción, la Suprema Corte de Justicia creó el Equipo Interdisciplinario de Adopción en donde trabajamos cuatro profesionales (dos Trabajador@s Sociales y dos Psicólog@s) con dedicación exclusiva en adopción. Lo recalco, porque esto nos ha permitido trabajar -con mayor profundidad- otros ejes que son tan importantes como los anteriores: la mujer en conflicto con su maternidad, y la prevención, promoción y articulación con instituciones y comunidad en su conjunto. - Mujeres en conflicto con su maternidad. Son aquellas que manifiestan la intención de entregar su hijo por nacer o ya nacido en adopción. Consideramos que es adecuado hablar de mujeres en conflicto, porque este término da idea de lucha y angustia, de tendencias opuestas que no se pueden armonizar, y esta es la vivencia de la mayoría de las vivencian en esta situación. Al conocer las historias de las mujeres en conflicto con su maternidad, se llega a la conclusión de que la mujer que entrega a un niño en adopción se conduce con responsabilidad frente a una realidad que, por diversas razones, considera superior a sus posibilidades y recursos. Como se dijo anteriormente, la referencia a la mujer solamente es porque en el 95% de los casos, el hombre con quien se produjo la concepción está ausente o no se hace cargo de su parte en esta situación. Tomar esta decisión no es fácil ni sencillo, no sólo por las presiones sociales que se ejercen, sino también porque esta mujer no siempre está rodeada de un ámbito que le permita pensar y sentir, para luego poder decidir la conducta más adecuada para ella y su hijo. No obstante las limitaciones y las dificultades, nuestro trabajo busca ofrecer un espacio para que la decisión de no hacerse cargo de la crianza de un hijo, pueda ser resultado de una reflexión y no de un impulso. En este contexto, los profesionales del E.I.A. nos acercamos a cada historia a partir del conocimiento de una denuncia anónima, derivación del Juzgado o de distintas instituciones, también con la presentación de la mujer en conflicto en la sede del equipo, etc.; y se realiza una entrevista personal durante el la cual se la escucha y contiene; donde puede expresarse libremente, sin prejuicios respecto a lo que tiene que hacer; sin presiones para que se desprenda del niño, sin presiones para que se haga cargo. Las intervenciones se orientan a profundizar en las motivaciones que la han llevado a tomar esta decisión y en la existencia o no de una vinculación con el niño. Se le informa sobre su situación legal, los alcances de la ley, las posibles derivaciones de su accionar, la forma de trabajo del equipo en las vinculaciones preadoptivas; se esclarecen sus dudas, se la orienta respecto a los pasos a seguir en referencia al diagnóstico realizado previamente. Tanto en las situaciones que derivan en adopción, como aquellas en las que se mantiene la vinculación biológica, realizamos acompañamiento y en su caso derivación y articulación con una red institucional de contención, que es el otro eje imprescindible para completar un abordaje holístico. - Instrumentar la articulación entre las distintas instituciones que participan en el proceso de adopción, orientada a instalar la temática en la comunidad. La comunidad en general y las instituciones que la integran, como organismos públicos y O.S.C.., no conocen profundamente los cambios que se han realizado en materia de adopción. Detectamos que el conocimiento sobre el tema no es suficiente, y es necesario encauzar la adopción dentro del marco legal y amparar los derechos de los niños y los adultos involucrados en cada situación. Son muchas las historias de vida que cotidianamente se presentan en las maternidades del Gran Mendoza y/o Centros de Salud y en las que se pone en juego el destino de un niño. Por ello, vemos la importancia de trabajar articuladamente desde el Poder Judicial (Juzgados de Familia) hacia las Instituciones- Hospitales, Centros de Salud, ONGs- teniendo en cuenta que las mismas tienen el contacto directo con la comunidad, para que luego desde las entidades insertas en la comunidad se produzca la necesaria derivación de estos casos hacia los Juzgados de Familia (directamente o con la intervención previa del E.I.A.). Es imprescindible instrumentar el enlace entre los diferentes actores sociales que participan en alguna parte del proceso de adopción, a fin de generar una red que facilite la contención y evite el tráfico y apropiación de niños. La familia adoptiva es una configuración familiar muy antigua. Cuando la adopción emergió como consecuencia de las dos guerras mundiales (miles de niños quedaron huérfanos), un segundo movimiento socio-cultural la ubicó en el marco de la caridad, de la solidaridad, de la ayuda a los “pobrecitos” que tendrían así la oportunidad de vivir mejor. Con una visión funcional y positivista, se consideraba al “menor” como un objeto de abordaje por parte de las diferentes disciplinas que “podían o debían” ayudarlos a integrarse a la sociedad, y por eso cada uno se sentía con la facultad de ubicar a un niño en una familia decente. Enfermeros, médicos clínicos, abogados, psicólogos, trabajadores sociales, médicos pediatras, ingenieros, policías, el almacenero, el vecino, el pariente..... todos sentían tener el derecho de ubicar a un niño para ayudarlo. Desde esta postura ideológica, se sostenía una familia adoptiva “era como si” fuera una familia como todas, y por lo tanto no había que decir nada del origen a fin de mantener la parodia. Pero al surgir la noción de que el niño, más allá de su realidad económico social, es un sujeto de derechos y el respeto de los mismos debe estar garantizado por el Estado, comenzó también a desarrollarse una perspectiva distinta, que considera que los derechos de todos los actores de un proceso adoptivo tienen que estar salvaguardados: el de los progenitores, el de los adoptantes y sobre todo de quien es el más vulnerable, el niño. De aquí nace, entonces, el abordaje especializado, interdisciplinario, integral; en donde se reconoce la singularidad de la paternidad/maternidad adoptiva (por eso la evaluación previa); el carácter conflictivo de la situación de quien entrega a su hijo en adopción; y que el conocimiento de su origen es un derecho del niño y no una opción para los adultos. Ambas ideologías conviven en nuestra realidad. Las tradicionales (que están muy arraigadas y llevan mucho tiempo entre nosotros) se manifiestan en las prácticas sociales que siguen “ubicando” al niño como un objeto de satisfacción de los mayores y un tipo de práctica profesional que la sostiene (médicos, enfermeros, trabajadores sociales, abogados, etc.). Al mismo tiempo, se ha construido un espacio innovador, garantista de derechos, en donde el foco de atención es el niño y donde se contempla las vivencias de todos los sujetos que participan de este escenario vital. BIBLIOGRAFIA ALDAY, María Angélica y ots.: “El Trabajo Social en el Servicio de Justicia”. Bs.As. Edit. Espacio. 2001 ALTAMIRANO, Florencia: “Niñez, pobreza y adopción. ¿Una entrega social?”. Bs. As. Espacio Editorial. 2002 ALTAMIRANO, Florencia y ots.: “La adopción, una mirada no hegemónica”. Derecho de Familia. Revista Interdisciplinaria de Doctrina y Jurisprudencia nº 27. Bs. As. 2004 DOLTO, Francoise: “La causa de los niños”. Bs. As. Edit. Paidós. 2004 ELIAS, Maria Felicitas: “La adopción de niños como cuestión social”. Bs. As. Edit. Paidós. 2004 ELIAS, María Felicitas: “Relaciones bifrontes entre las niñeces-infancias/adolescencias y el instituto adoptivo”. IV Jornadas Regionales y I Jornadas Nacionales Interdisciplinarias de Adopción en Mendoza. 2006 GONZALEZ, Marcelo: “Adopción e Identidad. ¿El encuentro de dos necesidades?”. Inédito CEBA – UBA. Bs. As. 2000 A través de la presente, autorizo a la Comisión Organizadora del Congreso a publicar el presente trabajo en formato de CD y su inclusión en la página web del Congreso. Mza., 6 de setiembre de 2007.- Lic. Gonzalo Valdés