De simulacros de fuego a simulacros por armas de

Anuncio
NEGOCIOS
LATERCERA Domingo 8 de junio de 2014
25
Columna
FOTO: AFP
©The Financial Times Ltd., 2014. Todos los derechos reservados.
De simulacros de fuego a
simulacros por armas de fuego
L
a semana pasada, mis hijas
experimentaron un ritual
infantil estadounidense muy
moderno. Los profesores en su
escuela en Manhattan aseguraron sin aviso la puerta de la sala
de clases y pidieron a todos que
se escondieran bajo las mesas o
dentro del armario. Luego, alguien caminó
por el corredor, golpeando las puertas de
forma amenazadora y gritando “déjenme
entrar”.
El profesor mantuvo la puerta cerrada y dijo
a los niños que se mantuvieran agachados, en
silencio, como parte de un simulacro Código
Rojo. “Fue atemorizante”, observó una de mis
hijas. “Pero es lo que tenemos que hacer si un
extraño entra al colegio”, agregó.
Bienvenido a las particularidades de Estados
Unidos en 2014. Cuando yo era niña en una
escuela británica hace 30 años, con frecuencia
participé en simulacros, como preparación
para el remoto riesgo de un incendio. Pero
estos días, las escuelas estadounidenses no
sólo realizan ensayos de evacuaciones de
incendio. A la luz de los ataques recientes en
establecimientos educacionales, como los trágicos tiroteos en Newtown, Connecticut, a
fines de 2012, o los ataques en una universidad de California el mes pasado, están preparando activamente a los niños para responder
también a ataques violentos.
Estos simulacros varían a lo largo del país.
En algunas escuelas estadounidenses han
decidido que quieren ejercicios “realistas”, así
que los niños se agrupan en lugares como el
gimnasio mientras alguien dispara salvas. En
otras, los profesores mantienen la amenaza
relativamente vaga. Y en las zonas acomodadas de Brooklyn, las escuelas están tan preocupadas por el impacto sicológico, que ofrecen
Gillian Tett
Editora asociada
La mejor
manera de
disuadir los
ataques
podría ser
minimizar el
riesgo de
tiroteos en
colegios, en
vez de
dramatizarlos.
acompañamiento a los pupilos después de los
ensayos.
Estos simulacros Código Rojo se están extendiendo. Y los emprendedores están saltando al
ruedo: hay empresas que ofrecen entrenamiento de Código Rojo a las escuelas e inventores que han solicitado patentes por dispositivos como estanterías móviles que pueden cruzarse frente a una puerta para resistir balas.
¿Resulta esto sensato? Cuando mis hijas me
contaron, nerviosas, de sus simulacros Código
Rojo, mi reacción fue ambivalente. Como
madre, es difícil criticar medidas que puedan
proteger a un niño de riesgos, en especial considerando tragedias como el ataque en
Newton. Pero habiendo crecido en el Reino
Unido, donde las armas son inusuales, también me resulta chocante que una sociedad
pueda comenzar a normalizar un ataque escolar con armas de fuego preparándose activamente para el caso.
Y si uno recurre a las estadísticas, es difícil
evitar sentirse un poco cínico respecto del
tema. Según el FBI, la probabilidad de que un
estudiante muera en un ataque violento en el
colegio es hoy (afortunadamente) apenas una
en un millón. Y aunque la frecuencia de los
ataques se ha incrementado en las dos últimas
décadas, tales incidentes no son nuevos.
Lo que sí resulta interesante es que los datos
del FBI sugieren que un 95% de los ataques
son realizados no por “extraños”, sino por
estudiantes desilusionados (como pasó en
California). Y con frecuencia están copiando
explícitamente otros ataques. “Los tiroteos en
colegios típicamente son eventos bien publicitados, sensacionalizados, que pueden provocar un incremento en actos similares por días
o semanas después del ataque”, comenta el
FBI. “Muchos criminales comenzaron a ver
repetidamente informes de violencia en la
prensa y con frecuencia fueron fascinados por
los tiroteos previos”.
Esto implica que esconderse de extraños no
es la clave. La mejor forma de que universidades y escuelas lidien con el riesgo es enseñar a
los estudiantes a detectar el estrés entre sus
compañeros. También implica que el mejor
modo de disuadir los ataques puede ser minimizar el riesgo de tiroteos en los colegios, en
lugar de dramatizarlos (o normalizar el clima
de temor realizando simulacros Código Rojo).
No confíe en que esto ocurrirá pronto, o no
en un mundo donde la prensa es libre, los
abogados son endémicos y los padres (como
yo) están instintivamente dispuestos a reducir
los riesgos para sus hijos. Tal vez deberíamos
mirar los simulacros Código Rojo como señal
de los tiempos, para bien y para mal. Hace 75
años, los niños europeos se refugiaban bajo
sus escritorios de bombas demasiado reales.
En los 50 y 60, se agachaban en preparación
de un ataque nuclear. Incluso a fines de los 70,
cuando fui al colegio, vivíamos con una preocupación vaga, endémica, acerca de un holocausto nuclear -y un temor muy real a un
atentado explosivo del IRA.
La buena noticia es que, afortunadamente,
los niños en Occidente ya no se esconden de
bombas reales. Ni se inquietan por ese riesgo
nuclear (excepto, tal vez, en lugares como
Israel). Y si bien la violencia desfigura algunos
vecindarios estadounidenses pobres, la mayoría de los niños de clase media tiene vidas
seguras, para los estándares históricos. Lo que
es, por supuesto, precisamente la razón por la
cual la aparición de simulacros Código Rojo
hace que personas como yo pestañeen de sorpresa y nos preguntemos qué pensarán de esto
los hijos de mis hijos. ¿Seguirán escondiéndose bajo el escritorio en 50 años más? Y si lo
hacen, ¿de qué tipo será la nueva amenaza?
Descargar