MILL El utilitarismo es una teoría ética que asume las siguientes tres propuestas: lo que resulta intrínsecamente valioso para los individuos, el mejor estado de cosas es aquel en el que la suma de lo que resulta valioso es lo más alta posible; y lo que debemos hacer es aquello que consigue el mejor estado de cosas conforme a esto. De este modo, la moralidad de cualquier acción o ley viene definida por su utilidad para los seres sintientes en conjunto. Utilidad es una palabra que refiere aquello que es intrínsecamente valioso para cada individuo. En filosofía moral, es sinónimo de felicidad, sea cual sea el modo en el que esta se entienda. El utilitarismo es a veces resumido como "el máximo bienestar para el máximo número". De este modo el utilitarismo recomienda actuar de modos que produzcan la mayor suma de felicidad posible en conjunto en el mundo. Historia del Utilitarismo James Mill. El utilitarismo fue propuesto originalmente durante los siglos XVIII y XIX en Inglaterra por Jeremy Bentham y su seguidor James Mill, aunque también se puede remontar a filósofos de la Grecia Antigua como Parménides. Tanto la filosofía de Epicuro como la de Bentham pueden ser consideradas como dos tipos de consecuencialismo hedonista, pues juzgan la corrección de las acciones según su resultado (consecuencialista) en términos de cantidad de placer o felicidad obtenida (hedonismo). Otra forma en la que puede decir es "el mayor bien, para el mayor numero de personas". Tipos de utilitarismo Utilitarismo negativo Muchas teorías utilitaristas defienden la producción del máximo bienestar para el máximo número de personas. El utilitarismo negativo cree necesario evitar la mayor cantidad de dolor o daño para el mayor número de personas. Los defensores de esta interpretación del utilitarismo argumentan que ésta propone una fórmula ética más eficaz, pues hay más posibilidades de crear daños que de crear bienestar, y los daños mayores conllevan suicidio a los más grandes bienes. Es lo contrario del utilitarismo positivo. Defienden la produccion del mínimo malestar para el máximo número de personas. Utilitarismo del acto contra el utilitarismo de las normas Se han propuesto otras formas de utilitarismo. La forma tradicional de utilitarismo es la del utilitarismo del acto, que afirma que el mejor acto es el que aporta la máxima utilidad. Una forma alternativa es el utilitarismo de las normas, que afirma que el mejor acto es aquel que forme parte de una norma que sea la que nos proporciona más utilidad. Muchos utilitaristas argumentarían que el utilitarismo no sólo comprende los actos, sino que también los deseos y disposiciones, premios y castigos, reglas e instituciones. Críticos del utilitarismo Los críticos argumentan que esta visión se enfrenta a muchos problemas, uno de los cuales es el de la dificultad de comparar la utilidad entre diferentes personas. Muchos de los primeros utilitaristas creían que la felicidad podía ser medida cuantitativamente y ser comparada a través de cálculos, aunque ninguno consiguió hacer un cálculo semejante en la práctica. Se ha argumentado que la felicidad de personas diferentes es inconmensurable, y que este cálculo es imposible, pero no solo en práctica sino como principio. Los defensores del utilitarismo responden a esto afirmando que ante este problema se encuentra cualquiera que tenga que escoger entre dos estados alternativos que imponen serias cargas a las personas implicadas. Si la felicidad fuera inconmensurable, la muerte de cientos de personas no sería peor que la muerte de una. Otro de los argumentos en contra del utilitarismo es la acusación de que esta forma de actuar es demasiado exigente y elimina la distinción entre deberes y acciones supererogatorias. Para sustentar esto los antiutilitaristas parten de lo que reconoce el propio filósofo utilitarista John Stuart Mill: "el utilitarista obliga a ser tan estrictamente imparcial como un espectador desinteresado y benévolo". Tomando en cuenta como palabra clave "obliga", los filósofos adversos a Bentham y Mill plantearon a través de ejemplos imaginarios, dos maneras de distinguir las acciones caritativas de las personas: aquellas que adoptan una posición utilitaria, deben forzosa y obligatoriamente deshacerse de sus bienes para contribuir al bienestar de los demás, aún si por esta causa su estatus social queda a la altura de los más pobres. El utilitarista congruente debería por decisión propia o por conciencia donar parte de sus riquezas si estas producen más felicidad que al conservarlas para sí. Por otro lado, los utilitaristas responden a tales críticas con el argumento que los ejemplos propuestos son totalmente imaginarios y sólo en la mente de algunos filósofos sucederían tales cosas, siendo que la utilidad se encarga de decir por qué son o no son convenientes en la vida real. El filósofo utilitarista australiano J. J. C. Smart nos aclara que debemos de tener mucho cuidado con el sentido común, porque en ocasiones éste está influenciado por nuestros sentimientos, o sea que a veces la interpretación que hacemos de una situación determinada puede estar inspirada por las costumbres y preceptos aprendidos de nuestros padres, la sociedad, etc. Tal vez, ésta sea la más grande aportación del utilitarismo, su puesta en duda del sentido común como fuente de la moral. El utilitarismo ha sido también criticado por llegar a tales conclusiones contrarias a la moral del "sentido común". Por ejemplo, si estuviéramos forzados a escoger entre salvar a nuestro propio hijo o salvar a dos hijos de gente a la que no conocemos, la mayoría de gente escogería el salvar a su propio hijo. En cambio, el utilitarismo defendería salvar a los otros dos, pues dos personas tienen un potencial mayor de felicidad futura que una. Los utilitaristas responden a este argumento diciendo que el "sentido común" ha sido utilizado para justificar muchas posiciones en temas controvertidos y esta noción de sentido común varía según el individuo, haciendo que no pueda ser una base para una moralidad común. Es importante destacar que la mayoría de críticas van dirigidas al utilitarismo de los actos, y que es posible para un utilitarista de las normas llegar a conclusiones que sean compatibles con los críticos. De hecho, John Stuart Mill consideró que Immanuel Kant (1724-1804) era un utilitarista de las normas. Según Mill los imperativos categóricos de Kant solo tienen sentido en casos de violencia si consideramos las consecuencias de la acción. Kant afirma que el vivir egoístamente no puede ser universalizado pues todos necesitamos el afecto en algún u otro momento. Según Mill este argumento se basa en las consecuencias. Puede observarse que algunas formas de utilitarismo son potencialmente compatibles con el kantianismo y otras filosofías morales. R. M. Hare es otro ejemplo de utilitarista que ha adaptado su filosofía al kantianismo. No basa su teoría en el principio de la utilidad. Cree que podemos hacer consideraciones utilitaristas al formular juicios universales. A esta filosofía él la llama prescriptivismo universal. Utilitarismo La declaración canónica del utilitarismo de Mill se pueden encontrar en su libro El utilitarismo. Esta filosofía tiene una larga tradición y la aportación de Mill está influenciada principalmente por Jeremy Bentham y su padre James Mill. La famosa formulación de Mill del utilitarismo se conoce como el "principio de la mayor felicidad" ("greatest-happiness principle"). Sostiene que uno debe actuar siempre con el fin de producir la mayor felicidad para el mayor número de personas, dentro de lo razonable. La mayor contribución de Mill al utilitarismo es su argumento para la separación cualitativa de los placeres. Bentham trata a todas las formas de felicidad como iguales, mientras que Mill sostiene que los placeres intelectuales y morales son superiores a las formas más físicas de placer. Mill distingue entre felicidad y satisfacción, afirmando que la primera tiene mayor valor que la segunda, una creencia ingeniosamente encapsulada en la afirmación de que «...es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho. Y si el loco o el cerdo, tienen una opinión diferente, es porque sólo conocen su propio lado de la cuestión.» «La doctrina utilitaria afirma que la felicidad es deseable, y lo único deseable como fin en sí, siendo todo lo demás únicamente deseable como medio para este fin.» John Stuart Mill, El utilitarismo Utilitarismo: el mayor bien para el mayor número Introducción Probablemente escuchó decir a un político que había aprobado una norma legal porque hacía el mayor bien para el mayor número de ciudadanos. Tal vez haya escuchado a alguien justificar sus acciones porque eran para el bien general. En este artículo vamos a hablar de la filosofía detrás de este tipo de acciones. La filosofía se conoce como utilitarismo. Si bien es una palabra larga, es de uso común a diario. Es la creencia de que la única norma de moral está determinada por su utilidad. Los filósofos lo llaman un sistema "teleológico". La palabra griega telos significa 'fin' o 'meta'. Esto significa que este sistema ético determina la moral basándose en el resultado final. Mientras que la ética cristiana está basada en reglas, el utilitarismo está basado en resultados. El utilitarismo comenzó con las filosofías de Jeremy Bentham (1748-1832) y John Stuart Mill (1806-1873). El utilitarismo obtiene su nombre de la pregunta de prueba de Bentham: "¿De qué sirve?". Él concibió la idea cuando se encontró con las palabras "la mayor felicidad para el mayor número" en Treatise of Government, de Joseph Priestly. Jeremy Bentham desarrolló su sistema ético alrededor de la idea del placer. Se apoyó en el antiguo hedonismo que buscaba el placer físico y evitaba el dolor físico. Según Bentham, las acciones más morales son aquellas que maximizan el placer y minimizan el dolor. Esto ha sido denominado a veces "cálculo utilitario". Una acción sería moral si produce la mayor cantidad de placer y la menor cantidad de dolor. John Stuart Mill modificó esta filosofía y la desarrolló aparte del fundamento hedonista de Bentham. Mill usó el mismo cálculo utilitario, pero en cambio se centró en maximizar la felicidad general calculando el mayor bien para el mayor número. Mientras Bentham usó el cálculo en un sentido cuantitativo, Mill lo usó en un sentido cualitativo. Él creía, por ejemplo, que algunos placeres eran de una calidad superior a otros. El utilitarismo ha sido aceptado por tantas personas simplemente porque parece tener mucho sentido y parece relativamente sencillo de aplicar. Sin embargo, cuando fue propuesto por primera vez, fue una filosofía radical. Intentó establecer un sistema moral aparte de la revelación divina y la moral bíblica. El utilitarismo se centraba en los resultados antes que en las reglas. En última instancia, el enfoque en los resultados demolió las reglas. En otras palabras, el utilitarismo proveyó una forma para que las personas vivieran vidas morales aparte de la Biblia y sus indicaciones. No había ninguna necesidad de apelar a la revelación divina. La razón, antes que la revelación, era suficiente para determinar la moral. Los fundadores del utilitarismo Jeremy Bentham fue un importante teórico en filosofía de la ley angloamericana y uno de los fundadores del utilitarismo. Desarrolló esta idea de la utilidad y un cálculo utilitario en Introduction to the Principles of Morals and Legislation (1781). Al principio de esa obra, Bentham escribió: "La naturaleza ha colocado a la humanidad bajo el gobierno de dos amos soberanos, el dolor y el placer. Les corresponde sólo a ellos señalar lo que debemos hacer, así como determinar lo que haremos. Por un lado, la norma del bien y del mal, por el otro la cadena de causas y efectos, están sujetos al trono de ellos. Nos gobiernan en todo lo que hacemos, en todo lo que decimos, en todo lo que pensamos; todo esfuerzo que hagamos para librarnos de nuestra sujeción servirá solo para demostrarla y confirmarla". Bentham creía que el dolor y el placer no sólo explican nuestras acciones sino también ayudan a definir lo que es bueno y moral. Él creía que este fundamento podría brindar una base para la reforma social, legal y moral en la sociedad. Es clave para su sistema ético el principio de utilidad. Es decir, ¿cuál es el mayor bien para el mayor número? Bentham escribió: "El principio de utilidad significa aquel principio que aprueba o desaprueba cada una de las acciones según la tendencia que aparenta tener para aumentar o reducir la felicidad de la parte cuyo interés está en cuestión; o, lo que es lo mismo en otras palabras, para promover u oponerse a esa felicidad". John Stuart Mill fue un erudito brillante que estuvo sujeto a un rígido sistema de disciplina intelectual y fue mantenido separado de los niños de su propia edad. Cuando Mill era adolescente, leyó a Bentham. Mill dijo que le embargó la sensación de que "todos los moralistas anteriores habían quedado superados". Él creía que el principio de utilidad "daba unidad a mi concepción de las cosas. Ahora tenía opiniones: un credo, una doctrina, una filosofía; en uno de los mejores sentidos de la palabra, una religión; la inculcación y difusión de lo que podría convertirse en el principal propósito externo de una vida". Mill modificó el utilitarismo de Bentham. En tanto que Bentham estableció un utilitarismo del acto, Mill estableció un utilitarismo de la regla. Según Mill, uno calcula lo que está bien comparando las consecuencias para todos los agentes pertinentes de reglas alternativas para una circunstancia particular. Esto se hace mediante la comparación de todas las circunstancias o entornos pertinentes similares en cualquier momento. Análisis del utilitarismo ¿Por qué llegó a ser tan popular el utilitarismo? Hay varias razones para su atractivo. Primero, es un sistema ético relativamente fácil de aplicar. Para determinar si una acción es moral uno debe simplemente calcular las consecuencias buenas y malas que resultarán de una acción específica. Si lo bueno supera a lo malo, entonces la acción es moral. Segundo, el utilitarismo evita la necesidad de apelar a la revelación divina. Muchos de los que adhieren a este sistema ético están buscando una forma de vivir una vida moral aparte de la Biblia y una creencia en Dios. El sistema reemplaza la revelación por la razón. La lógica, antes que una adherencia a principios bíblicos, guía la toma de decisiones de un utilitarista. Tercero, la mayoría de las personas ya usa una forma de utilitarismo en sus decisiones diarias. Tomamos muchas decisiones no morales cada día basadas en las consecuencias. En la fila para pagar en la caja buscamos la cola más corta para poder salir por la puerta más rápidamente. Tomamos la mayoría de nuestras decisiones financieras (librar cheques, comprar mercadería, etc.) según un cálculo utilitario de costos y beneficios. Así que tomar decisiones morales usando el utilitarismo parece una extensión natural de nuestros procedimientos de toma de decisión diarios. Hay, también, una serie de problemas con el utilitarismo. Un problema que tiene es que conduce a una mentalidad de que "el fin justifica los medios". Si cualquier fin valedero puede justificar los medios para alcanzarlo, no se tiene un verdadero fundamento ético. Pero todos sabemos que el fin no justifica los medios. Si fuera así, entonces Hitler podría justificar el Holocausto porque el fin era purificar la raza humana. Stalin podría justificar la matanza de millones de personas porque estaba intentando lograr una utopía comunista. El fin nunca justifica los medios. Los medios deben justificarse a sí mismos. Una acción específica no puede ser juzgada como buena simplemente porque puede conducir a una buena consecuencia. Los medios deben ser juzgados por alguna norma objetiva y consistente de moral. Segundo, el utilitarismo no puede proteger los derechos de las minorías, si la meta es el mayor bien para el mayor número. Los estadounidenses del siglo XVIII podrían justificar la esclavitud en base a que brindaba una buena consecuencia para la mayoría de estadounidenses. Sin duda la mayoría se beneficiaba de la mano de obra barata, aun cuando la vida de los esclavos negros fuera mucho peor. Un tercer problema con el utilitarismo es la predicción de las consecuencias. Si la moral está basada en los resultados, entonces tendríamos que ser omniscientes para predecir precisamente las consecuencias de cualquier acción. Pero, cuando mucho, sólo podemos adivinar el futuro, y a menudo estas estimaciones razonadas son erróneas. Un cuarto problema con el utilitarismo es que las consecuencias mismas deben ser juzgadas. Cuando ocurren resultados, todavía debemos preguntar si son resultados buenos o malos. El utilitarismo no brinda ningún fundamento objetivo y consistente para juzgar los resultados, porque los resultados son el mecanismo usado para juzgar la acción misma. Resposta a diverses objeccions (Cap. II) Al cap. II, comença per descartar la confusió tan grollera en què cauen alguns de prendre la ‘utilitat’ com a contrari del ‘plaer’. Precisament, l’utilitarisme es defineix com una doctrina moral basada en la felicitat entesa com el fi únic de la conducta humana, i aquesta es defineix justament en termes de plaer. “El credo que posa com a fonament de la moral la Utilitat o el Principi de la Major felicitat possible, sosté que tota acció és bona en proporció a la seva tendència a promoure la felicitat, i dolenta en proporció a la seva tendència a produir el contrari de la felicitat. Per felicitat s’entén plaer i absència de dolor; per infelicitat, dolor i privació de plaer. (...) El plaer i l’absència de dolor són les úniques coses desitjables com a fins; totes les coses desitjables (que són tan nombroses en un projecte utilitarista com ho són en qualsevol altre) són desitjables o bé pel plaer inherent a elles mateixes, o bé com a mitjans que promouen el plaer i l’evitació del dolor.” Aquí es destaquen dos trets dominants de la teoria de la utilitat, el conseqüencialisme i l’hedonisme. Tot seguit, Mill passa revista a una sèrie d’objeccions que pretenen refutar la doctrina utilitarista, objeccions que provenen de diferents fronts. De fet, en el conjunt de l’obra, més que limitar-se a exposar els valors propis de la seva doctrina, Mill dedica la seva atenció sobretot a les dificultats que ha de resoldre, seguint així la seva peculiar visió del coneixement que exposa en Sobre la llibertat, on proclama que l’única condició de veritat d’una teoria és la seva exposició als atacs més virulents. Aquí ens limitarem a donar raó dels que considerem més amenaçadors: a) L’argument de “l’utilitarisme del porc” Alguns utilitaristes (Bentham mateix) sostenien que l’element essencial en la definició de la felicitat, el plaer i l’absència del dolor, s’han d’entendre de forma purament quantitativa. Entre dos plaers qualssevol, és a dir, independentment de la seva naturalesa, el superior és el més intens. Això facilitava en certa manera la crítica d’aquesta doctrina com una “ètica de porcs”, ja que si l’únic que compta és la quantitat de plaer, no pot negar-se que els plaers que tenim en comú amb els animals són els més intensos, com el del menjar, beure, i en general la satisfacció dels instints i les necessitats. Mill reconeix que l’objecció té el seu punt i, per tant, es veu forçat a rectificar la formulació de la doctrina respecte a la manera en què es presentava en la forma més grollera del primer utilitarisme. A parer seu cal distingir, d’entre dos plaers, no solament la quantitat, sinó en primer lloc la seva qualitat, ja que considera que hi ha plaers superiors i inferiors; en segon lloc, de dos plaers iguals en qualitat, triarem el més intens (però no al revés). Els plaers inferiors són els animals, mentre que els superiors són els específicament humans, els que resulten de l’exercici de les facultats humanes, cognoscitives, morals i estètiques, que ens fan ser el que som, que en certa manera ens distingeixen com a espècie i que ens eleven per damunt de l’animalitat i ens ennobleixen. Ningú vol rebaixar-se voluntàriament per sota del que és (llevat de casos excepcionals) per més plaer que tregui d’aquesta minusvaloració, per raó d’una força que hi oposa resistència i que podem anomenar dignitat, allò que ens fa humans, i que ens permet tolerar certa quantitat de dolor abans de sucumbir. En aquestes pàgines ressona un Mill no del tot utilitarista, sinó més afí a una ètica de la virtut que exalta la dignitat humana i les seves qualitats personals: el caràcter moral, l’orgull, la independència, que segons ell hem heretat de la filosofia grega i que constitueix un dels puntals de la nostra cultura. b) La felicitat és inassolible i exclou la virtut Hi ha crítics que afirmen que la felicitat és irrealitzable o, en segon lloc, que no és recomanable per seguir el camí de la virtut. En el primer cas, fins i tot suposant que la felicitat ‘positiva’ fos quimèrica, contesta Mill, això no refutaria la doctrina utilitarista, per a la qual la felicitat es compon també d’un element ‘negatiu, l’absència de dolor, que ben mirat adopta formes més concretes, en forma de malaltia o pobresa. Com que aquest té causes naturals i socials que es poden combatre amb la ciència i el progrés, per a tota persona sensible és un deure la seva eliminació. Però tampoc no és cert que la felicitat positiva sigui quimèrica. Mill distingeix en això una “vida d’arravatament” d’una vida feliç: “feta de pocs dolors i poc duradors, de molts plaers i molt variats... amb un predomini dels plaers passius sobre els passius”. Només l’endarreriment social impedeix que conjunt de la humanitat hi accedeixi. El cert és que Mill té una noció complexa de plaer: ni l’identifica amb els plaers actius, més intensos (hedonisme fort), ni amb els plaers passius, menys intensos i duradors (hedonisme epicuri), sinó que tots dos són complementaris, ja que el plaer té naturalesa bipolar: tot excés d’intensitat o de duració afarta, i fa que a l’excitació segueixi el repòs de forma natural, i a la inversa. “Els principals ingredients d’una vida satisfactòria sembla que són dos..., la tranquil·litat i l’excitació.” Tanmateix sens dubte Mill destaca com a principals fonts de satisfacció l’interès per la humanitat i la curiositat intel·lectual. En segon lloc, n’hi ha que veuen la felicitat un obstacle a la virtut. En realitat l’ètica ens mana renunciar-hi, i justament un dels ingredients de la virtut és la capacitat de viure sense ella (virtut en sentit estoic). Partint del fet que “això ho fan involuntàriament dinou vintenes parts de la humanitat”, i sense negar que aquesta capacitat sigui força útil en la vida, el que no pot admetre Mill, és el sacrifici pel sacrifici, gratuït, si no serveix per augmentar el grau de felicitat general. Al contrari, l’únic que fa grandiós el sacrifici de l’heroi és precisament el bé que produeix o el mal que evita als altres. Quant al sacrifici sense cap sentit, “qui actua així dóna un exemple... del que l’home pot fer, però no pas del que s’ha de fer”; mentre que el sacrifici pels altres és “la virtut més elevada que podem trobar en un home”. I això no és oposat a l’utilitarisme, ja que aquesta doctrina proclama no ben bé la felicitat egoista sinó la del major nombre. “Entre la seva pròpia felicitat i la dels altres, l’utilitarisme li exigeix ser tan estrictament imparcial com un espectador benvolent i desinteressat. En la regla daurada de Jesús de Natzaret hi percebem tot l’esperit de l’ètica de la utilitat.” c) El càlcul utilitarista no permet decidir a temps la millor opció Si haguéssim de decidir cada acte en funció de la utilitat general que ha de produir, resultaria impossible prendre cap decisió amb total certesa. Per tant, aquest no és un bon criteri ni una guia de conducta. Això no obstant, Mill fa una important distinció entre principi i regla de conducta. El principi moral utilitarista és que les regles morals es basin en la utilitat com a fonament últim. Altres doctrines morals opinen que aquest fonament és o bé la racionalitat humana, o un principi transcendent. Però entre les diferents teories no hi ha discussions sobre les regles morals. Per Mill els qui neguen als utilitaristes la capacitat de decidir clarament quins efectes produirà una conducta determinada obliden l’existència d’aquestes regles ja consolidades al llarg de mil·lennis d’història humana: és a dir, que el criteri immediat ja el donen les regles que seguim en la vida diària, i això val no tant per a l’utilitarisme, sinó per a qualsevol altre estàndard moral. “Ningú conclouria que l’art de la navegació no es basa en l’astronomia pel fet que els navegants no puguin esperar l’Almanac Nàutic per fer els seus càlculs.” La qüestió central és la del valor últim d’aquestes regles, que per Mill és la seva utilitat general. Doncs bé, no cal actuar contínuament amb vista al principi últim, sinó amb vista a aquests principis secundaris o regles de conducta ja llargament provades, i sempre subjectes a revisió precisament per virtut del principi últim, perquè en elles mateixes no tenen valor, sinó que es nodreixen del principi. Argumentar com ho fan els crítics de l’utilitarisme, diu Mill, “és la relliscada més gran que mai s’hagi vist en una controvèrsia filosòfica” 1.- L'utilitarisme dels actes és un càlcul de profit en què ens plantegem davant de cada cas o en cada circumstància quin és el capteniment que maximitza el nostre plaer o la nostra felicitat, sense necessitat de seguir normes a priori. Cada acció té unes conseqüències i són elles les que ens permeten judicar el seu valor. L'utilitarisme dels actes és més propi de l'obra de Bentham. 2.- L'utilitarisme de les regles és un intent d'universalitzar criteris - i, bàsicament, la norma utilitarista del "màxim plaer per al màxim nombre". El bé o el mal no poden ser jutjats des de la perspectiva d'una acció concreta, sinó des de les conseqüències més globals d'una regla que ha de valer universalment. La norma depèn de la utilitat, però també crea utilitat. Així, per exemple, en l'ètica dels drets dels animals promocionada per Peter Singer. S'origina en l'obra de John Stuart Mill i no han faltat autors que descriuen l'imperatiu categòric kantià en termes d'utilitarisme de la regla. El principi d'utilitat exigeix la recerca de la "més gran felicitat", però a parer de Mill, és perfectament compatible amb reconèixer que determinats tipus de plaer són més desitjables -i de més gran valor-que altres. El valor d'un plaer no es redueix a l'aspecte quantitatiu immediat sinó que cal reconèixer diferències intrínseques de qualitat entre els plaers. Mentre Bentham no reconeixia diferències de qualitat entre els plaers d'un primitiu i els d'un individu culte (o reivindicava els drets dels animals a una vida plaent), Mill reivindica la diferència qualitativa de plaers -i observa, de passada, que cap humà voldria intercanviar el seu plaer amb el d'un animal, de manera que els plaers no són homologables, ni equiparables. De la mateixa manera un home amb salut prefereix les seves desgràcies a la feliç innocència del boig. Hi ha, doncs, un lligam entre les qualitats dels plaers i els graus en què es pot realitzar l'aplicació del càlcul de plaers en una societat. QUINZE PREGUNTES ELEMENTALS SOBRE UTILITARISME 1.- Quin és el principi basic de l’utilitarisme? Resposta: El que va formular Bentham al seu llibre PRINCIPIS DE MORAL I DE LEGISLACIÓ publicat el mateix any de la Revolució francesa: ‘Per principi d’utilitat s’entén el principi que aprova o desaprova qualsevol acció segons la tendència que tingui per tal d’augmentar o de disminuir la felicitat de les parts sobre l’interès de les quals es tracta; o, el que ve a ser el mateix, per fomentar o combatre aquesta felicitat’. En definitiva, es tracta de produir tanta felicitat com sigui possible. 2.- Què promou l’utilitarisme? Resposta: L’utilitarisme promou la felicitat, entesa com a màxim bé per al màxim nombre’. Tal com ho va formular Mill al seu llibre UTILITARISME: ‘Conforme al principi de la més gran felicitat [...] el fi últim en relació amb el qual i pel qual totes les altres coses són desitjables (ja sigui que estiguéssim considerant el nostre bé propi o el d’altri), és una existència lliure de dolor, en la mesura del possible i tan rica en gaudis com sigui possible’. En altres paraules, la utilitat no constitueix cap finalitat de l’acció humana, sinó només un instrument (un criteri o una eina conceptual), per tal d’arribar a ser feliços. 3.- Com cal actuar segons l’utilitarisme? Resposta: Quan hem de triar entre diverses conductes els utilitaristes ens proposen reflexionar sobre què succeirà en cas de portar-les a la pràctica i optar per la que tingui millors conseqüències globals per a tots els afectats. Convé promoure el que Mill anomena ‘les regles i preceptes de la conducta humana’ adients per tal d’augmentar les possibilitats de viure una existència lliure de dolor. Això inclou el càlcul racional de les conseqüències de les nostres accions per al més gran nombre. 4.- La felicitat és l’únic que importa a l’utilitarisme? Resposta: La teoria segons la qual la felicitat és l’únic que importa s’anomena ‘hedonisme’ i s’originà a Grècia amb Epicur. Els utilitaristes tendeixen a usar com a sinònims tres mots: ‘plaer’, ‘felicitat’ i ‘benestar’. ‘Plaer’ és el més habitual en Bentham, ‘felicitat’ és el mot típic de John Stuart Mill i ‘benestar’ és més generalitzat en els autors del segle XX (Hare, Singer). Però ‘benestar’ és un mot que s’usa de forma més general, en la mesura que resulta més descriptiu i, per tant, més fàcil de considerar objectivament. En tot cas l’utilitarisme ha discutit sovint si el benestar o la felicitat és una forma de ‘sentir-se’ (no necessàriament de ‘ser’) de forma subjectiva o si necessita una base descriptiva. G.E. Moore (18731958) va considerar que hi ha coses bones intrínsecament –el plaer, l’amistat i el gaudi estètic- i que una acció és correcta quan augmenta el subministrament d’aquestes tres coses. 5.- Per a l’utilitarisme el fi justifica els mitjans? Resposta: Efectivament, un mitjà és per definició, depenent de la finalitat que es proposa. Altrament se’l pot qualificar d’útil o inútil però sempre cal buscar mitjans útils. 6.- Com s’avaluen les conseqüències d’un acte? Resposta: Únicament i exclusiva per la quantitat de felicitat o ‘del contrari de la felicitat’ que produeixen. Mill, però, matisarà que les conseqüències no s’han d’avaluar respecte a un acte, sinó respecte a la regla dins la qual aquest acte es fa significatiu. 7.- A qui afecta l’utilitarisme? Resposta: En principi són subjectes morals per a l’utilitarisme tots els éssers capaços de patir (i això inclou els animals no-humans). Això inclou una igual consideració de drets de tothom, que de vegades es descriu com a principi d’imparcialitat. 8.- Què vol dir ‘imparcialitat’? Resposta: ‘Imparcialitat’ significa que la felicitat de cada persona realment implicada en una decisió moral compta per igual. En altres paraules: ‘cadascú val per un i només per un’. Segons Mill: ‘La felicitat que constitueix el criteri utilitarista sobre el que és correcte en una conducta no és la pròpia felicitat de l’agent, sinó la de tots els afectats. Entre la felicitat personal de l’agent i la dels altres, l’utilitarista obliga a aquest a ser tan estrictament imparcial com un espectador desinteressat i benèvol’. Imparcialitat no vol dir necessàriament ‘igualtat’ perquè no es poden tractar igual situacions distintes. 9.- És igualitari l’utilitarisme? Resposta: En la mesura que cadascú és diferent en les seves preferències, en el seu model de felicitat, etc., l’utilitarisme considera que la igualtat de resultats és nefasta per a la felicitat i promou, en canvi, la igualtat d’oportunitats. Tothom ha de tenir dret imparcialment a explorar el més ampli camp de possibilitats, però la igualtat d’oportunitats no garanteix la igualtat final. Un exemple d’igualtat d’oportunitats pot ser una classe: tothom té la mateixa possibilitat d’aprofitar-la, tothom escolta el mateix del mateix professor, però després es defensaran millor o pitjor en l’examen. 10.- Què prohibeix l’utilitarisme? Resposta: Bentham era un estudiós del dret i la teoria utilitarista té un marcat sentit jurídic. El principi d’utilitat va ser elaborat com a guia o criteri de legislació pública. En conseqüència, com que el propòsit de la llei és promoure el benestar dels ciutadans, cal prohibir el mínim de coses i no restringir en cap cas la llibertat de triar més enllà del necessari. Per tant, tal com a establir Mill a SOBRE LA LLIBERTAT: ’L’única finalitat per la qual el poder pot, amb ple dret, ser exercit sobre un membre d’una comunitat civilitzada, contra la seva voluntat, és evitar que perjudiqui els altres. El seu propi bé, físic o moral, no és justificació suficient [...] Sobre si mateix, sobre el seu propi cos i esperit, l’individu és sobirà’. 11.- Què queda fora de l’utilitarisme? Resposta: L’utilitarisme és una moral civil: en queda fora tota suposició metafísica, sigui la hipòtesi d’un origen diví de la moral, siguin unes regles eternes (tipus ‘els drets naturals’), o siguin els codis no valuats per l’experiència. L’utilitarisme jutja les persones i les idees per la seva aportació a la felicitat global, no pels principis subjectius que diguin professar. 12.- Quina relació té el principi d’utilitat amb el sentit comú? Resposta: Cap. El càlcul utilitarista deriva d’una posició estrictament racional i no de l’acord moral o dels tòpics de les classes mitjanes, que Bentham i Mill menyspreaven profundament. Que les intuïcions morals d’una època o l’acord global d’una societat defensin o critiquin una determinada tesi no és cap argument lògic (sinó com a molt socio/lògic) en pro d’aquesta tesi. Els nostres sentiments morals poden o no coincidir amb el càlcul lògic però a tal efecte són irrellevants perquè poden estar condicionats pels sentiments o pels interessos. 13.- És poc o molt exigent l’utilitarisme? Resposta: En la mesura que cercar la felicitat és un programa més exigent que el de fer la mera justícia, l’utilitarisme és més exigent que la teoria deontològica perquè anima a fer accions supererogatòries, és a dir, dignes d’elogi encara que no siguin obligatòries, per augmentar el còmput global de felicitat. 14.- És emotivista l’utilitarisme? Resposta: En principi no ho és, tot i que en la teoria moral de Hume hi ha elements utilitaris, especialment en la seva consideració del sentiment de humanitat com a criteri superior, en el sentit de digne de ser recomanat. L’utilitarisme considera que les emocions poden i han de ser graduades segons el principi d’utilitat, mentre que per a Hume les emocions són estrictament incomparables entre si. En altres paraules: l’emotivisme com el relativisme no permeten un criteri universal, mentre l’utilitarisme es basa en un criteri universal. 15.- L’utilitarisme és una eina de millora social? Rotundament, si. Permet avaluar polítiques i valors culturals, i en aquest sentit, es pregunta quin conjunt de regles hem de preferir si volem que les nostres societats prosperin moralment. Resposta: Para Mill: «la cuestión de los fines supremos no es susceptible de ser probada directamente» (UTILITARISMO), sólo mediante el análisis de sus consecuencias podemos saber si una acción es buena o deseable. Si entre dos principios morales queremos saber cuál es el mejor, hay que tener en cuenta tanto la cantidad como la calidad de sus consecuencias. Por eso es especialmente valioso el juicio de quienes, siendo personas competentes, han conocido diversos modos de existencia. No veremos a un sabio aceptar convertirse en ignorante, o a un hombre descender a la categoría de animal. Lo bueno es siempre lo cualitativamente deseable y lo socialmente útil y no puede ampararse en ningún tipo de autoridad externa. Para poder valorar un criterio o una regla como efectivamente moral debe ser de valor universal, debe procederse a una valoración imparcial de los intereses afectados por un determinado criterio y las consecuencias derivadas de su aplicación han de incrementar la felicidad (bienestar) general. Todo, incluso la virtud desinteresada, tiene unas consecuencias que deben ser evaluadas empíricamente. La ética utilitarista de John Stuart Mill En la ética sostuvo el criterio utilitarista de buscar el máximo bienestar del mayor número de individuos, la felicidad general (General Happiness) como criterio y fin de la moralidad, apelando al sentido común de los seres humanos para ser tenido como principio y guía de la acción. Esta doctrina ética sostiene que la felicidad de los individuos, de cada uno, depende de la de los demás. En la medida en que logro la felicidad de los demás consigo también la propia, de manera que para un individuo resulta útil lograr la felicidad del conjunto en el que se encuentra inmerso. Buscar lo útil consiste en ser práctico, valorar las cosas de manera distinta según el uso que se haga de ellas. Un cuchillo en sí mismo no es ni bueno ni malo, resultará bueno si le sirve al conjunto de los individuos para cortar pan o tallar madera y malo si lo utilizan para matarse. Por tanto, lo malo es lo inútil para conseguir la felicidad y lo bueno es lo útil para lograrla. No es correcto decir que un cuchillo puede ser útil para matar, ya que el utilitarista, reserva el calificativo de útil, tan sólo para aquello que, manejado de determinada manera, proporciona bienestar al mayor número. El utilitarismo obliga a repetir constantemente los juicios éticos, que seran relativos al uso que se haga de las cosas, es decir, a las prácticas o conductas que se desarrollen con ellas. La religión o la energía atómica no son ni buenas ni malas, no puede establecerse para siempre la bondad o maldad de algo, sino que depende, en cada caso, de los resultados prácticos. Resultará, las más de las veces, que el utilitarista calificará a las cosas, vinculadas siempre a conductas, de buenas si resultan beneficiosas y malas si resultan perjudiciales; resultando algunas de ellas buenas y malas a un mismo tiempo, al depender de la utilización que se haga de ellas. Así, la energía atómica es buena (útil, benéfica) en la medida en que proporciona iluminación a las grandes ciudades y mala (perjudicial) en la medida en que permite fabricar bómbas atómicas o desechar residuos radiactivos al mar. Esta consideración ética perdura en nuestros días con el nombre de pragmatismo el cual se caracteriza por hacer depender el juicio ético de los resultados prácticos y así medir la conducta bajo el criterio de su eficacia social. Lo útil, lo bueno y lo placentero se identifican, estando el utilitarismo emparentado con el hedonismo antiguo, pero mientras que el hedonismo clásico busca el placer individual el utilitarismo persigue el bienestar colectivo, bajo la idea de que del bienestar colectivo es del que se puede derivar el individual. El utilitarista piensa que el individuo es fundamentalmente egoísta, pero intenta hacerle ver que la mejor dirección que puede tomar su búsqueda de lo que le es útil para alcanzar la felicidad, individualmente, pasa por alcanzar el bienestar de los que le rodean; supeditando el bienestar individual al logro del bienestar colectivo. Lo útil para el hombre, como ser social, es la mejora de la Sociedad. De ahí que la mejora de la Sociedad sea el camino que debe emprender quien sea egoísta y busque lo que le resulta más útil y placentero, es decir, lo que le pueda aportar la felicidad. La tesis de fondo es que yo no puedo ser realmente feliz si no lo son también todos los que me rodean. De todas formas, como lo bueno o malo no dependen de los motivos de la acción, sino de sus consecuencias, poco importa para los utilitaristas que se obre por egoísmo o altruísmo, siempre que el resultado sea socialmente beneficioso para la mayoría. Hay que distinguir entre lo que se desea y lo deseable, se desean muchas cosas que reportan dolor o más dolor que placer, todo lo cual quedaría fuera del ámbito de lo que Mill considera como esfera de lo deseable. En Mill la visión social no es un atomismo de los individuos sino un organicismo, si el hombre es un ser social para ser feliz tiene que lograr la felicidad de la Sociedad, porque mi brazo no puede ser feliz independientemente de la infelicidad de mis manos o del resto de mi organismo, ni una celula social con independencia de la Sociedad. Para los utilitaristas el Todo es mayor que la suma de las partes, el resultado de las relaciones sociales, que forman la Sociedad, hacen de ésta algo superior y distinto a los elementos simples que la constituyen. De ahí que un elemento simple no podrá lograr sus propósitos con independencia del Todo y si sus propósitos son alcanzar la felicidad a través de lo útil, habrá de perseguir lo útil social como aquello de lo que puede derivarse su placer individual. Ningún otro sentido encuentra el utilitarismo a la vida en Sociedad que el relativo al beneficio que de ella pueda derivarse para todos sus integrantes. Considera que ese es el motivo por el cual los hombres comenzaron a convivir, la utilidad común, y que esa es la finalidad de este tipo de vida, sin la cual no tendría sentido mantenerla. Según los utilitaristas no hay leyes eternas e inmutables, el mundo cambia y las leyes deben cambiar también para colaborar en promover la utilidad individual y colectiva. Los derechos derivan del mismo principio de la primacía de la Sociedad: los derechos de los individuos tienen que ser aquellos que contribuyan a la utilidad social. Las ideas utilitaristas han sido malinterpretadas por el neoliberalismo que considera que del egoísmo particular se derivará el bienestar colectivo, porque se han olvidado de que sólo del egoísmo particular orientado hacia el bienestar general y sancionado por los resultados socialmente benéficos de sus acciones en la práctica, puede derivarse el bienestar colectivo que postula el utilitarismo. De acuerdo con S.Mill, la razón está inextricablemente unida con el deseo, de manera que la razón sólo se justifica cuando los deseos coinciden con los preceptos. El deseo de ser feliz por encima de todos los demás deseos (eudemonismo) se presenta en todo ser humano, en coherencia con el deseo mayor surge la máxima racional del máximo bienestar para la mayoría. ¿Por qué para la mayoría? Ya dijimos que debido a que el hombre además de ser un ser racional y deseante, es un ser social. Razón, Deseo y Sociedad, han de encontrar su equlibrio para que pueda darse la Felicidad. El debe de Mill está ligado al es del hombre. La ética es el arte de vivir y de convivir conjuntamente. Mill rescata de la subjetividad relativista el mundo de los sentimientos, pasiones o deseos al ensartarlos dentro de un entrelazamiento con lo razonable del que se derive la felicidad. Buscar el hedonismo universal es lo mejor que puede hacer un ser dotado de racionalidad, sociabilidad y capacidad de desear, si quiere procurarse la felicidad profunda y duradera, más allá de la mera satisfacción momentánea de deseos particulares y superficiales; pues la felicidad sólo será duradera en un mundo donde sea mayoritaria. Los lemas de la Ilustración francesa resuenan contínuamente en la ética de Mill, libertad, igualdad y fraternidad, ninguno de esos conceptos sociales puede realizarse en solitario. Tanto la Ciencia como la Justicia adquieren sentido en la búsqueda de la felicidad general, no serían consideradas como algo imprescindible para la humanidad sin esa finalidad, sin esa respuesta a la pregunta ¿para qué? La dignidad de las acciones humanas reside en su objetivo último, gozar, disfrutar de la vida, amar, ser libre... En sus Consideraciones sobre el gobierno representativo Mill nos explicará la no utilidad del dictador benévolo, dispuesto a promover la felicidad de la mayoría, porque su cometido sería inalcanzable. No puede un hombre lograr la felicidad de los demás ya que la Felicidad es una conquista humana que requiere el concurso de, al menos, una mayoría de la humanidad; siendo asimismo un fruto del desarrollo de las capacidades de autogobierno y de participación en la vida pública. La Sociedad es tanto más feliz cuanto mayor es el número de individuos involucrados en el gobierno de sí mismos y orientados hacia el bienestar general, cuanto mayor es el número de sujetos activos que despliegan y desarrollan sus capacidades aportándose satisfacciones mútuamente, y viceversa, el hombre individdual será tanto más feliz cuanto mayor bienestar haya en la sociedad en la que vive. Huelga decir que el bienestar del utilitarismo stuartmilleano no se identifica con la cortedad de miras del neoliberalismo actual, que entiende por tal exclusivamente el bienestar material, considerando que los esclavos lobotomizados que produzcan en abundancia serán felices por el mero hecho de estar rodeados de riquezas. La defensa de la libertad individual resulta indispensable para lograr una sociedad libre, no la supuesta ventaja personal o salvación individual. La libertad no entra aquí en contradicción con la solidaridad compartida, también el grado de la individual depende de la general y viceversa, equilibrándose y limitándose ambas. Los individuos al defender su libertad individual, cosa que no pueden hacer sin defender también la de los demás, participan en la creación de la libertad colectiva. Este utilitarismo es una doctrina intervencionista, no concibe la libertad exclusivamente de manera individual, atomística, autista, sino de forma organicista. El hombre sin medios, sin cultura, sin sanidad, nunca podrá ser libre y feliz, estará abocado a la infelicidad, incapacitado, imposibilitado, esclavizado, el bien social quedará en entredicho por el mero hecho de que se consienta su desgracia y los demás no podrán sentir verdadero goce mientras subsista la miserable condición de un semejante, que repercutirá en el malestar social y será finalmente experimentada como malestar propio. Rodeado de la peste, la pobreza, la violencia, la superstición y la intolerancia, del malestar de la mayoría, el príncipe de la Edad Media sólo podía ser falsamente feliz, tanto más falsamente feliz cuanto mayor fuese su inhumanidad, su ceguera, su embrutecimienton y su ignorancia. La suerte de los otros no puede sernos indiferente, es más, en ella nos jugamos también la nuestra. Aquél que sólo piensa en su felicidad individual tira piedras contra su propio tejado, porque al obstaculizar o no promocionar la felicidad general limita y pervierte su felicidad particular. La obra de John Stuart Mill denuncia que la libertad individualista es un fraude no sólo a la comunidad, sino un fraude que comete también hacia sí mismo el propio individuo, que se condena al aislamiento y la incomunicación, condenando a la sociedad a la violencia. La ética de Mill depende, desde luego, de su concepción antimaniquea de la naturaleza humana y de sus ideas respecto al tipo de relaciones que producen bienestar entre los hombres. Si tiene algún fallo quizá sea el de situarse tan sólo frente a lo mejor que hay en el ser humano, hablar de ello y de la forma de potenciarlo, omitiendo los rincones más oscuros de la naturaleza humana, su ansia de esclavitud, de infelicidad, su capacidad de degradación y de procurar violencia y daño a los demás, su egoísmo, pero es que para el filósofo del que hablamos eso no es un Hombre, con mayúsculas, sino un ser racional degradado y vejado hasta situaciones infrahumanas. Desde luego, la ética de Mill es optimista antropológicamente, piensa, como Rousseau, que el hombre es por naturaleza bueno, libre y social, que esas son las características fundamentales e inalienables que le caracterizan como ser humano, pudiendo degenerar estas capacidades humanas, degradándose hasta sus opuestas, o desarrollarse sin límite. Quienes piensan que la naturaleza humana es monstruosa y el homicidio, el incesto y el canibalismo son sus instintos básicos, como Freud, terminan desarrollando una ética de la represión en lugar de una ética del desarrollo vital. Quizá la naturaleza humana no sea tan monstruosa como la concibe Freud ni tan amable a como la concibe Rousseau y halla que ser más sutil y menos unilateral a la hora de calificar moralmente a la Naturaleza y a la Cultura. Desde una postura constructivista habría que corregir a todas estas posturas, el hombre nace como tabula rasa y se hace a sí mismo, dentro del amplísimo márgen de maniobra que permite su constitución fisiológica, la naturaleza no es nada acabado, ni la cultura, sino que van siendo lo que nosotros construimos en cada momento. Hay un cierto constructivismo ya en el hedonismo de la antiguedad, como cuando Epicuro decía a Meneceo: "Hay que rememorar que el porvenir ni es nuestro ni totalmente no nuestro para que no aguardemos que lo sea totalmente ni desesperemos de que totalmente no lo sea". Un cierto constructivismo que puede percibirse también en Stuart Mill: Las ideas que tengamos acerca del hombre y la cultura incidirán en la constitución y transformación constantes de eso que es el ser humano y eso que es la sociedad o la cultura. Sobre las relaciones genéticas entre el utilitarismo de S.Mill y el neoliberalismo es necesario matizar: "La crítica del utilitarismo debe hacerse hoy, no pensando en su formulación histórico-filosófica sino fieles a su norma, por sus consecuencias, por sus frutos, que hoy tenemos a la vista en la concepción de la vida, en el ideal individual y colectivo de la llamada sociedad del bienestar. Es evidente que la promoción del bienestar, la elevación del nivel de vida de todos, la satisfacción completa de sus necesidades, etc, constituyen el fin primario de toda ética razonable. Pero el fin último prescrito por una ética, por muy intramundana que sea, ¿puede consistir en que cada ciudadano posea en propiedad, aunque adquiridos a plazos, una casa, un automóvil, un aparato de televisión, varios de radio, un frigorífico, una lavadora de ropa, otra de platos, etc; y junto a esto todos los derechos de seguridad social, accidentes, jubilación, vida y todas las pólizas de seguros imaginables?... Si los sobrios utilitaristas J.Bentham y J.S.Mill levantasen la cabeza y viesen en qué ha desembocado la prolongación práctica del utilitarismo, es seguro que denunciarían nuestra sociedad, con razón, como materialista... Si todos ellos, empeñados en la lucha política para la implantación de una auténtica democracia, viesen cómo nuestros contemporáneos, con tal de que se les garantice una confortable vida, aceptan de buen grado la total privación de su existencia, y se someten a cualquier dictadura, mejor o peor disfrazada de tecnocracia, es seguro que considerarían completamente traicionado su utilitarismo. Sin embargo, la actual moral vivida del bienestar como único bien intrínseco tiene derecho a considerarse heredera de la doctrina de aquellos austeros utilitaristas...". (José Luis López Aranguren: Lo que sabemos de moral). UTILITARISMO I. EL UTILITARISMO EN EL XIX. Por utilitarismo se entiende una concepción de la moral según la cual lo bueno no es sino lo útil, convirtiéndose, en consecuencia, el principio de utilidad en el principio fundamental, según el cual juzgar la moralidad de nuestros actos. Es posible encontrar algunos esbozos de la doctrina utilitarista en A. Smith, R. Malthus y D. Ricardo, si bien se trata de una doctrina moral y social que halla sus principales teóricos en J. Bentham, James Mill y J. Stuart Mill. Para estos autores, de lo que se trata es de convertir la moral en ciencia positiva, capaz de permitir la transformación social hacia la felicidad colectiva. J. Bentham, como hiciera el epicureísmo, estoicismo y Espinosa, considera que las dos motivaciones básicas, que dirigen o determinan la conducta humana, son el placer y el dolor. El ser humano, como cualquier organismo vivo, tiende a buscar el placer y a evitar el dolor. Sólo dichas tendencias constituyen algo real y, por ello, pueden convertirse en un principio inconmovible de la moralidad: lo bueno y el deber moral han de definirse en relación a lo que produce mayor placer individual o del mayor número de personas. Decir que un comportamiento es bueno, significa que produce más placer que dolor. Al margen de esto, según Bentham, los conceptos morales no son sino entidades ficticias. La felicidad misma no sería sino existencia de placer y ausencia de dolor. Bentham complementa este postulado básico con la aceptación de los siguientes supuestos o principios, que constituyen su sistema: 1) que el objeto propio del deseo es el placer y la ausencia de dolor (colocando así el egoísmo o interés propio como el fundamento del comportamiento moral); 2) que todos los placeres son cualitativamente idénticos y, en consecuencia, su única diferenciación es cuantitativa (según intensidad, duración, capacidad de generar otros placeres, pureza –medida en que no contienen dolor–, cantidad de personas a las que afecta, etc.); y 3) los placeres de las distintas personas son conmensurables entre sí. En otros términos, si el segundo principio suponía una indiferenciación cualitativa de los placeres para un mismo individuo, este afirma una indiferenciación cualitativa inter individuos. En efecto, si el origen o la modalidad de la sensación placentera (como la del dolor) son variables irrelevantes, el bien global de una persona cualquiera queda determinado unívocamente por el sumatorio de las magnitudes de las distintas modalidades de sensación. Esto tiene también un corolario, y es que, si lo dicho se asume consecuentemente y la tendencia natural de todo ser humano es hacia la maximización de su placer y minimización del dolor, los medios elegidos para ello son irrelevantes prima facie. La cláusula prima facie indica no que cualquier medio sea bueno, sino que (siendo las consecuencias las mismas –en términos de satisfacción–) la elección de uno u otro sería moralmente indiferente. Hechas estas asunciones, es fácil ver que los asuntos morales podrían dirimirse fácilmente recurriendo a un simple cálculo utilitarista de las opciones o alternativas de acción puestas en juego. Finalmente, la atención hacia otras personas (denominada en los sistemas morales tradicionales bajo los términos de altruismo, bondad, amor, etc.) tiene cabida en el sistema de Bentham, pero en la medida en que satisfagan los postulados anteriormente mencionados, es decir, en cuanto contribuyan a la satisfacción del interés propio. En la medida en que una persona necesita ser amada, para así eliminar el dolor de su soledad, en esa misma medida debe ocuparse de los demás, con el fin de que los demás también se ocupen de uno: los deberes para con los demás, son deberes en la medida en que los demás nos puedan resultar útiles. J. Stuart Mill, por su parte, asume la máxima general utilitarista, según la cual, la tendencia natural de todo individuo hacia la felicidad presupone el esfuerzo por aumentar el placer y disminuir el dolor. Sin embargo, nocoincide con Bentham en la necesidad de admitir los tres principios anteriormente citados. Respecto al primero arguye que la felicidad propia no es alcanzable totalmente sin, de una u otra forma, procurar también la felicidad de los demás. Además, Mill admite el sacrificio, la renuncia o el comportamiento, en general, no interesado como una actitud moral que, en ciertas circunstancias, puede coincidir con la propia teoría utilitarista (matizando que dicho sacrificio no constituye un bien en sí mismo, sino un bien en la medida en que contribuya a la felicidad de los demás). Así, en El Utilitarismo, se nos dice: «En la norma áurea de Jesús de Nazaret, leemos todo el espíritu de la ética utilitarista: "Haz como querrías que hicieran contigo y ama a tu prójimo como a ti mismo"». Respecto a lo segundo, Mill no cree en una indiferenciación cualitativa de los placeres; al contrario, habla de la necesidad de distinguir placeres superiores de otros inferiores. Finalmente, reconoce que si esta diferenciación cualitativa debe observarse en una misma persona, ya no podemos hablar coherentemente de la comparabilidad de los placeres entre diferentes personas. Ciertamente, es preferible (moral y utilitariamente hablando) una persona que ha conquistado los placeres intelectivos, aunque insatisfecha en otros terrenos, a una satisfecha en los placeres sensoriales, pero vacía de los contemplativos. En este punto, el utilitarismo de Mill tiene rasgos de Aristotelismo, epicureísmo (que no hedonismo craso) y estoicismo innegables. Estas diferencias entre los sistemas de Bentham y Mill, ha permitido que se distingan entre dos actitudes utilitaristas subyacentes a cada sistema: un utilitarismo psicológico (Bentham) que pretende el análisis desapasionado —y no desprovisto de cierta ironía— de las motivaciones del comportamiento individual y colectivo, y un utilitarismo idealista (Mill) cuya pretensión es destacar que ciertos valores éticos tradicionales (libertad, compasión, igualdad, etc.) son lo que más conviene (utilitaristamente hablando) al ser humano.