MILL El utilitarismo es una teoría ética que asume las siguientes tres

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MILL
El utilitarismo es una teoría ética que asume las siguientes tres propuestas: lo que resulta
intrínsecamente valioso para los individuos, el mejor estado de cosas es aquel en el que
la suma de lo que resulta valioso es lo más alta posible; y lo que debemos hacer es
aquello que consigue el mejor estado de cosas conforme a esto. De este modo, la
moralidad de cualquier acción o ley viene definida por su utilidad para los seres
sintientes en conjunto. Utilidad es una palabra que refiere aquello que es
intrínsecamente valioso para cada individuo. En filosofía moral, es sinónimo de
felicidad, sea cual sea el modo en el que esta se entienda. El utilitarismo es a veces
resumido como "el máximo bienestar para el máximo número". De este modo el
utilitarismo recomienda actuar de modos que produzcan la mayor suma de felicidad
posible en conjunto en el mundo.
Historia del Utilitarismo
James Mill.
El utilitarismo fue propuesto originalmente durante los siglos XVIII y XIX en Inglaterra
por Jeremy Bentham y su seguidor James Mill, aunque también se puede remontar a
filósofos de la Grecia Antigua como Parménides. Tanto la filosofía de Epicuro como la
de Bentham pueden ser consideradas como dos tipos de consecuencialismo hedonista,
pues juzgan la corrección de las acciones según su resultado (consecuencialista) en
términos de cantidad de placer o felicidad obtenida (hedonismo).
Otra forma en la que puede decir es "el mayor bien, para el mayor numero de
personas".
Tipos de utilitarismo
Utilitarismo negativo
Muchas teorías utilitaristas defienden la producción del máximo bienestar para el
máximo número de personas. El utilitarismo negativo cree necesario evitar la mayor
cantidad de dolor o daño para el mayor número de personas. Los defensores de esta
interpretación del utilitarismo argumentan que ésta propone una fórmula ética más
eficaz, pues hay más posibilidades de crear daños que de crear bienestar, y los daños
mayores conllevan suicidio a los más grandes bienes. Es lo contrario del utilitarismo
positivo. Defienden la produccion del mínimo malestar para el máximo número de
personas.
Utilitarismo del acto contra el utilitarismo de las normas
Se han propuesto otras formas de utilitarismo. La forma tradicional de utilitarismo es la
del utilitarismo del acto, que afirma que el mejor acto es el que aporta la máxima
utilidad. Una forma alternativa es el utilitarismo de las normas, que afirma que el mejor
acto es aquel que forme parte de una norma que sea la que nos proporciona más
utilidad.
Muchos utilitaristas argumentarían que el utilitarismo no sólo comprende los actos, sino
que también los deseos y disposiciones, premios y castigos, reglas e instituciones.
Críticos del utilitarismo
Los críticos argumentan que esta visión se enfrenta a muchos problemas, uno de los
cuales es el de la dificultad de comparar la utilidad entre diferentes personas. Muchos de
los primeros utilitaristas creían que la felicidad podía ser medida cuantitativamente y ser
comparada a través de cálculos, aunque ninguno consiguió hacer un cálculo semejante
en la práctica.
Se ha argumentado que la felicidad de personas diferentes es inconmensurable, y que
este cálculo es imposible, pero no solo en práctica sino como principio. Los defensores
del utilitarismo responden a esto afirmando que ante este problema se encuentra
cualquiera que tenga que escoger entre dos estados alternativos que imponen serias
cargas a las personas implicadas. Si la felicidad fuera inconmensurable, la muerte de
cientos de personas no sería peor que la muerte de una.
Otro de los argumentos en contra del utilitarismo es la acusación de que esta forma de
actuar es demasiado exigente y elimina la distinción entre deberes y acciones
supererogatorias. Para sustentar esto los antiutilitaristas parten de lo que reconoce el
propio filósofo utilitarista John Stuart Mill: "el utilitarista obliga a ser tan
estrictamente imparcial como un espectador desinteresado y benévolo".
Tomando en cuenta como palabra clave "obliga", los filósofos adversos a Bentham y
Mill plantearon a través de ejemplos imaginarios, dos maneras de distinguir las acciones
caritativas de las personas: aquellas que adoptan una posición utilitaria, deben forzosa y
obligatoriamente deshacerse de sus bienes para contribuir al bienestar de los demás, aún
si por esta causa su estatus social queda a la altura de los más pobres.
El utilitarista congruente debería por decisión propia o por conciencia donar parte de sus
riquezas si estas producen más felicidad que al conservarlas para sí.
Por otro lado, los utilitaristas responden a tales críticas con el argumento que los
ejemplos propuestos son totalmente imaginarios y sólo en la mente de algunos filósofos
sucederían tales cosas, siendo que la utilidad se encarga de decir por qué son o no son
convenientes en la vida real.
El filósofo utilitarista australiano J. J. C. Smart nos aclara que debemos de tener mucho
cuidado con el sentido común, porque en ocasiones éste está influenciado por nuestros
sentimientos, o sea que a veces la interpretación que hacemos de una situación
determinada puede estar inspirada por las costumbres y preceptos aprendidos de
nuestros padres, la sociedad, etc. Tal vez, ésta sea la más grande aportación del
utilitarismo, su puesta en duda del sentido común como fuente de la moral.
El utilitarismo ha sido también criticado por llegar a tales conclusiones contrarias a la
moral del "sentido común". Por ejemplo, si estuviéramos forzados a escoger entre salvar
a nuestro propio hijo o salvar a dos hijos de gente a la que no conocemos, la mayoría de
gente escogería el salvar a su propio hijo. En cambio, el utilitarismo defendería salvar a
los otros dos, pues dos personas tienen un potencial mayor de felicidad futura que una.
Los utilitaristas responden a este argumento diciendo que el "sentido común" ha sido
utilizado para justificar muchas posiciones en temas controvertidos y esta noción de
sentido común varía según el individuo, haciendo que no pueda ser una base para una
moralidad común.
Es importante destacar que la mayoría de críticas van dirigidas al utilitarismo de los
actos, y que es posible para un utilitarista de las normas llegar a conclusiones que sean
compatibles con los críticos.
De hecho, John Stuart Mill consideró que Immanuel Kant (1724-1804) era un utilitarista
de las normas. Según Mill los imperativos categóricos de Kant solo tienen sentido en
casos de violencia si consideramos las consecuencias de la acción. Kant afirma que el
vivir egoístamente no puede ser universalizado pues todos necesitamos el afecto en
algún u otro momento. Según Mill este argumento se basa en las consecuencias. Puede
observarse que algunas formas de utilitarismo son potencialmente compatibles con el
kantianismo y otras filosofías morales.
R. M. Hare es otro ejemplo de utilitarista que ha adaptado su filosofía al kantianismo.
No basa su teoría en el principio de la utilidad. Cree que podemos hacer consideraciones
utilitaristas al formular juicios universales. A esta filosofía él la llama prescriptivismo
universal.
Utilitarismo
La declaración canónica del utilitarismo de Mill se pueden encontrar en su libro El
utilitarismo. Esta filosofía tiene una larga tradición y la aportación de Mill está
influenciada principalmente por Jeremy Bentham y su padre James Mill.
La famosa formulación de Mill del utilitarismo se conoce como el "principio de la
mayor felicidad" ("greatest-happiness principle"). Sostiene que uno debe actuar
siempre con el fin de producir la mayor felicidad para el mayor número de personas,
dentro de lo razonable. La mayor contribución de Mill al utilitarismo es su argumento
para la separación cualitativa de los placeres. Bentham trata a todas las formas de
felicidad como iguales, mientras que Mill sostiene que los placeres intelectuales y
morales son superiores a las formas más físicas de placer. Mill distingue entre felicidad
y satisfacción, afirmando que la primera tiene mayor valor que la segunda, una creencia
ingeniosamente encapsulada en la afirmación de que «...es mejor ser un ser humano
insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser Sócrates insatisfecho que un necio
satisfecho. Y si el loco o el cerdo, tienen una opinión diferente, es porque sólo conocen
su propio lado de la cuestión.»
«La doctrina utilitaria afirma que la felicidad es deseable, y lo único deseable como fin
en sí, siendo todo lo demás únicamente deseable como medio para este fin.»
John Stuart Mill, El utilitarismo
Utilitarismo: el mayor bien para el mayor número
Introducción
Probablemente escuchó decir a un político que había aprobado una norma legal porque
hacía el mayor bien para el mayor número de ciudadanos. Tal vez haya escuchado a
alguien justificar sus acciones porque eran para el bien general.
En este artículo vamos a hablar de la filosofía detrás de este tipo de acciones. La
filosofía se conoce como utilitarismo. Si bien es una palabra larga, es de uso común a
diario. Es la creencia de que la única norma de moral está determinada por su utilidad.
Los filósofos lo llaman un sistema "teleológico". La palabra griega telos significa 'fin' o
'meta'. Esto significa que este sistema ético determina la moral basándose en el
resultado final. Mientras que la ética cristiana está basada en reglas, el utilitarismo está
basado en resultados.
El utilitarismo comenzó con las filosofías de Jeremy Bentham (1748-1832) y John
Stuart Mill (1806-1873). El utilitarismo obtiene su nombre de la pregunta de prueba de
Bentham: "¿De qué sirve?". Él concibió la idea cuando se encontró con las palabras "la
mayor felicidad para el mayor número" en Treatise of Government, de Joseph Priestly.
Jeremy Bentham desarrolló su sistema ético alrededor de la idea del placer. Se apoyó en
el antiguo hedonismo que buscaba el placer físico y evitaba el dolor físico. Según
Bentham, las acciones más morales son aquellas que maximizan el placer y minimizan
el dolor. Esto ha sido denominado a veces "cálculo utilitario". Una acción sería moral si
produce la mayor cantidad de placer y la menor cantidad de dolor.
John Stuart Mill modificó esta filosofía y la desarrolló aparte del fundamento hedonista
de Bentham. Mill usó el mismo cálculo utilitario, pero en cambio se centró en
maximizar la felicidad general calculando el mayor bien para el mayor número.
Mientras Bentham usó el cálculo en un sentido cuantitativo, Mill lo usó en un sentido
cualitativo. Él creía, por ejemplo, que algunos placeres eran de una calidad superior a
otros.
El utilitarismo ha sido aceptado por tantas personas simplemente porque parece tener
mucho sentido y parece relativamente sencillo de aplicar. Sin embargo, cuando fue
propuesto por primera vez, fue una filosofía radical. Intentó establecer un sistema moral
aparte de la revelación divina y la moral bíblica. El utilitarismo se centraba en los
resultados antes que en las reglas. En última instancia, el enfoque en los resultados
demolió las reglas.
En otras palabras, el utilitarismo proveyó una forma para que las personas vivieran
vidas morales aparte de la Biblia y sus indicaciones. No había ninguna necesidad de
apelar a la revelación divina. La razón, antes que la revelación, era suficiente para
determinar la moral.
Los fundadores del utilitarismo
Jeremy Bentham fue un importante teórico en filosofía de la ley angloamericana y uno
de los fundadores del utilitarismo. Desarrolló esta idea de la utilidad y un cálculo
utilitario en Introduction to the Principles of Morals and Legislation (1781).
Al principio de esa obra, Bentham escribió: "La naturaleza ha colocado a la
humanidad bajo el gobierno de dos amos soberanos, el dolor y el placer. Les
corresponde sólo a ellos señalar lo que debemos hacer, así como determinar lo que
haremos. Por un lado, la norma del bien y del mal, por el otro la cadena de causas y
efectos, están sujetos al trono de ellos. Nos gobiernan en todo lo que hacemos, en todo
lo que decimos, en todo lo que pensamos; todo esfuerzo que hagamos para librarnos de
nuestra sujeción servirá solo para demostrarla y confirmarla".
Bentham creía que el dolor y el placer no sólo explican nuestras acciones sino también
ayudan a definir lo que es bueno y moral. Él creía que este fundamento podría brindar
una base para la reforma social, legal y moral en la sociedad.
Es clave para su sistema ético el principio de utilidad. Es decir, ¿cuál es el mayor bien
para el mayor número?
Bentham escribió: "El principio de utilidad significa aquel principio que aprueba o
desaprueba cada una de las acciones según la tendencia que aparenta tener para
aumentar o reducir la felicidad de la parte cuyo interés está en cuestión; o, lo que es lo
mismo en otras palabras, para promover u oponerse a esa felicidad".
John Stuart Mill fue un erudito brillante que estuvo sujeto a un rígido sistema de
disciplina intelectual y fue mantenido separado de los niños de su propia edad. Cuando
Mill era adolescente, leyó a Bentham. Mill dijo que le embargó la sensación de que
"todos los moralistas anteriores habían quedado superados". Él creía que el principio
de utilidad "daba unidad a mi concepción de las cosas. Ahora tenía opiniones: un
credo, una doctrina, una filosofía; en uno de los mejores sentidos de la palabra, una
religión; la inculcación y difusión de lo que podría convertirse en el principal
propósito externo de una vida".
Mill modificó el utilitarismo de Bentham. En tanto que Bentham estableció un
utilitarismo del acto, Mill estableció un utilitarismo de la regla. Según Mill, uno calcula
lo que está bien comparando las consecuencias para todos los agentes pertinentes de
reglas alternativas para una circunstancia particular. Esto se hace mediante la
comparación de todas las circunstancias o entornos pertinentes similares en cualquier
momento.
Análisis del utilitarismo
¿Por qué llegó a ser tan popular el utilitarismo? Hay varias razones para su atractivo.
Primero, es un sistema ético relativamente fácil de aplicar. Para determinar si una
acción es moral uno debe simplemente calcular las consecuencias buenas y malas que
resultarán de una acción específica. Si lo bueno supera a lo malo, entonces la acción es
moral.
Segundo, el utilitarismo evita la necesidad de apelar a la revelación divina. Muchos de
los que adhieren a este sistema ético están buscando una forma de vivir una vida moral
aparte de la Biblia y una creencia en Dios. El sistema reemplaza la revelación por la
razón. La lógica, antes que una adherencia a principios bíblicos, guía la toma de
decisiones de un utilitarista.
Tercero, la mayoría de las personas ya usa una forma de utilitarismo en sus decisiones
diarias. Tomamos muchas decisiones no morales cada día basadas en las consecuencias.
En la fila para pagar en la caja buscamos la cola más corta para poder salir por la puerta
más rápidamente. Tomamos la mayoría de nuestras decisiones financieras (librar
cheques, comprar mercadería, etc.) según un cálculo utilitario de costos y beneficios.
Así que tomar decisiones morales usando el utilitarismo parece una extensión natural de
nuestros procedimientos de toma de decisión diarios.
Hay, también, una serie de problemas con el utilitarismo. Un problema que tiene es que
conduce a una mentalidad de que "el fin justifica los medios". Si cualquier fin valedero
puede justificar los medios para alcanzarlo, no se tiene un verdadero fundamento ético.
Pero todos sabemos que el fin no justifica los medios. Si fuera así, entonces Hitler
podría justificar el Holocausto porque el fin era purificar la raza humana. Stalin podría
justificar la matanza de millones de personas porque estaba intentando lograr una utopía
comunista.
El fin nunca justifica los medios. Los medios deben justificarse a sí mismos. Una acción
específica no puede ser juzgada como buena simplemente porque puede conducir a una
buena consecuencia. Los medios deben ser juzgados por alguna norma objetiva y
consistente de moral.
Segundo, el utilitarismo no puede proteger los derechos de las minorías, si la meta es el
mayor bien para el mayor número. Los estadounidenses del siglo XVIII podrían
justificar la esclavitud en base a que brindaba una buena consecuencia para la mayoría
de estadounidenses. Sin duda la mayoría se beneficiaba de la mano de obra barata, aun
cuando la vida de los esclavos negros fuera mucho peor.
Un tercer problema con el utilitarismo es la predicción de las consecuencias. Si la moral
está basada en los resultados, entonces tendríamos que ser omniscientes para predecir
precisamente las consecuencias de cualquier acción. Pero, cuando mucho, sólo podemos
adivinar el futuro, y a menudo estas estimaciones razonadas son erróneas.
Un cuarto problema con el utilitarismo es que las consecuencias mismas deben ser
juzgadas. Cuando ocurren resultados, todavía debemos preguntar si son resultados
buenos o malos. El utilitarismo no brinda ningún fundamento objetivo y consistente
para juzgar los resultados, porque los resultados son el mecanismo usado para juzgar la
acción misma.
Resposta a diverses objeccions (Cap. II)
Al cap. II, comença per descartar la confusió tan grollera en què cauen alguns de
prendre la ‘utilitat’ com a contrari del ‘plaer’. Precisament, l’utilitarisme es defineix
com una doctrina moral basada en la felicitat entesa com el fi únic de la conducta
humana, i aquesta es defineix justament en termes de plaer. “El credo que posa com a
fonament de la moral la Utilitat o el Principi de la Major felicitat possible, sosté que tota
acció és bona en proporció a la seva tendència a promoure la felicitat, i dolenta en
proporció a la seva tendència a produir el contrari de la felicitat. Per felicitat s’entén
plaer i absència de dolor; per infelicitat, dolor i privació de plaer. (...) El plaer i
l’absència de dolor són les úniques coses desitjables com a fins; totes les coses
desitjables (que són tan nombroses en un projecte utilitarista com ho són en qualsevol
altre) són desitjables o bé pel plaer inherent a elles mateixes, o bé com a mitjans que
promouen el plaer i l’evitació del dolor.” Aquí es destaquen dos trets dominants de la
teoria de la utilitat, el conseqüencialisme i l’hedonisme. Tot seguit, Mill passa revista a
una sèrie d’objeccions que pretenen refutar la doctrina utilitarista, objeccions que
provenen de diferents fronts. De fet, en el conjunt de l’obra, més que limitar-se a
exposar els valors propis de la seva doctrina, Mill dedica la seva atenció sobretot a les
dificultats que ha de resoldre, seguint així la seva peculiar visió del coneixement que
exposa en Sobre la llibertat, on proclama que l’única condició de veritat d’una teoria és
la seva exposició als atacs més virulents. Aquí ens limitarem a donar raó dels que
considerem més amenaçadors:
a) L’argument de “l’utilitarisme del porc”
Alguns utilitaristes (Bentham mateix) sostenien que l’element essencial en la definició
de la felicitat, el plaer i l’absència del dolor, s’han d’entendre de forma purament
quantitativa. Entre dos plaers qualssevol, és a dir, independentment de la seva
naturalesa, el superior és el més intens. Això facilitava en certa manera la crítica
d’aquesta doctrina com una “ètica de porcs”, ja que si l’únic que compta és la quantitat
de plaer, no pot negar-se que els plaers que tenim en comú amb els animals són els més
intensos, com el del menjar, beure, i en general la satisfacció dels instints i les
necessitats. Mill reconeix que l’objecció té el seu punt i, per tant, es veu forçat a
rectificar la formulació de la doctrina respecte a la manera en què es presentava en la
forma més grollera del primer utilitarisme. A parer seu cal distingir, d’entre dos plaers,
no solament la quantitat, sinó en primer lloc la seva qualitat, ja que considera que hi ha
plaers superiors i inferiors; en segon lloc, de dos plaers iguals en qualitat, triarem el més
intens (però no al revés). Els plaers inferiors són els animals, mentre que els superiors
són els específicament humans, els que resulten de l’exercici de les facultats humanes,
cognoscitives, morals i estètiques, que ens fan ser el que som, que en certa manera ens
distingeixen com a espècie i que ens eleven per damunt de l’animalitat i ens
ennobleixen. Ningú vol rebaixar-se voluntàriament per sota del que és (llevat de casos
excepcionals) per més plaer que tregui d’aquesta minusvaloració, per raó d’una força
que hi oposa resistència i que podem anomenar dignitat, allò que ens fa humans, i que
ens permet tolerar certa quantitat de dolor abans de sucumbir. En aquestes pàgines
ressona un Mill no del tot utilitarista, sinó més afí a una ètica de la virtut que exalta la
dignitat humana i les seves qualitats personals: el caràcter moral, l’orgull, la
independència, que segons ell hem heretat de la filosofia grega i que constitueix un dels
puntals de la nostra cultura.
b) La felicitat és inassolible i exclou la virtut
Hi ha crítics que afirmen que la felicitat és irrealitzable o, en segon lloc, que no és
recomanable per seguir el camí de la virtut. En el primer cas, fins i tot suposant que la
felicitat ‘positiva’ fos quimèrica, contesta Mill, això no refutaria la doctrina utilitarista,
per a la qual la felicitat es compon també d’un element ‘negatiu, l’absència de dolor,
que ben mirat adopta formes més concretes, en forma de malaltia o pobresa. Com que
aquest té causes naturals i socials que es poden combatre amb la ciència i el progrés, per
a tota persona sensible és un deure la seva eliminació. Però tampoc no és cert que la
felicitat positiva sigui quimèrica. Mill distingeix en això una “vida d’arravatament”
d’una vida feliç: “feta de pocs dolors i poc duradors, de molts plaers i molt variats...
amb un predomini dels plaers passius sobre els passius”. Només l’endarreriment social
impedeix que conjunt de la humanitat hi accedeixi. El cert és que Mill té una noció
complexa de plaer: ni l’identifica amb els plaers actius, més intensos (hedonisme fort),
ni amb els plaers passius, menys intensos i duradors (hedonisme epicuri), sinó que tots
dos són complementaris, ja que el plaer té naturalesa bipolar: tot excés d’intensitat o de
duració afarta, i fa que a l’excitació segueixi el repòs de forma natural, i a la inversa.
“Els principals ingredients d’una vida satisfactòria sembla que són dos..., la
tranquil·litat i l’excitació.” Tanmateix sens dubte Mill destaca com a principals fonts de
satisfacció l’interès per la humanitat i la curiositat intel·lectual. En segon lloc, n’hi ha
que veuen la felicitat un obstacle a la virtut. En realitat l’ètica ens mana renunciar-hi, i
justament un dels ingredients de la virtut és la capacitat de viure sense ella (virtut en
sentit estoic). Partint del fet que “això ho fan involuntàriament dinou vintenes parts de
la humanitat”, i sense negar que aquesta capacitat sigui força útil en la vida, el que no
pot admetre Mill, és el sacrifici pel sacrifici, gratuït, si no serveix per augmentar el grau
de felicitat general. Al contrari, l’únic que fa grandiós el sacrifici de l’heroi és
precisament el bé que produeix o el mal que evita als altres. Quant al sacrifici sense cap
sentit, “qui actua així dóna un exemple... del que l’home pot fer, però no pas del que
s’ha de fer”; mentre que el sacrifici pels altres és “la virtut més elevada que podem
trobar en un home”. I això no és oposat a l’utilitarisme, ja que aquesta doctrina
proclama no ben bé la felicitat egoista sinó la del major nombre. “Entre la seva pròpia
felicitat i la dels altres, l’utilitarisme li exigeix ser tan estrictament imparcial com un
espectador benvolent i desinteressat. En la regla daurada de Jesús de Natzaret hi
percebem tot l’esperit de l’ètica de la utilitat.”
c) El càlcul utilitarista no permet decidir a temps la millor opció
Si haguéssim de decidir cada acte en funció de la utilitat general que ha de produir,
resultaria impossible prendre cap decisió amb total certesa. Per tant, aquest no és un bon
criteri ni una guia de conducta. Això no obstant, Mill fa una important distinció entre
principi i regla de conducta. El principi moral utilitarista és que les regles morals es
basin en la utilitat com a fonament últim. Altres doctrines morals opinen que aquest
fonament és o bé la racionalitat humana, o un principi transcendent. Però entre les
diferents teories no hi ha discussions sobre les regles morals. Per Mill els qui neguen als
utilitaristes la capacitat de decidir clarament quins efectes produirà una conducta
determinada obliden l’existència d’aquestes regles ja consolidades al llarg de mil·lennis
d’història humana: és a dir, que el criteri immediat ja el donen les regles que seguim en
la vida diària, i això val no tant per a l’utilitarisme, sinó per a qualsevol altre estàndard
moral. “Ningú conclouria que l’art de la navegació no es basa en l’astronomia pel fet
que els navegants no puguin esperar l’Almanac Nàutic per fer els seus càlculs.” La
qüestió central és la del valor últim d’aquestes regles, que per Mill és la seva utilitat
general. Doncs bé, no cal actuar contínuament amb vista al principi últim, sinó amb
vista a aquests principis secundaris o regles de conducta ja llargament provades, i
sempre subjectes a revisió precisament per virtut del principi últim, perquè en elles
mateixes no tenen valor, sinó que es nodreixen del principi. Argumentar com ho fan els
crítics de l’utilitarisme, diu Mill, “és la relliscada més gran que mai s’hagi vist en una
controvèrsia filosòfica”
1.- L'utilitarisme dels actes és un càlcul de profit en què ens plantegem davant
de cada cas o en cada circumstància quin és el capteniment que maximitza el
nostre plaer o la nostra felicitat, sense necessitat de seguir normes a priori. Cada
acció té unes conseqüències i són elles les que ens permeten judicar el seu valor.
L'utilitarisme dels actes és més propi de l'obra de Bentham.
2.- L'utilitarisme de les regles és un intent d'universalitzar criteris - i,
bàsicament, la norma utilitarista del "màxim plaer per al màxim nombre". El bé o el
mal no poden ser jutjats des de la perspectiva d'una acció concreta, sinó des de les
conseqüències més globals d'una regla que ha de valer universalment. La norma
depèn de la utilitat, però també crea utilitat. Així, per exemple, en l'ètica dels drets
dels animals promocionada per Peter Singer. S'origina en l'obra de John Stuart Mill i
no han faltat autors que descriuen l'imperatiu categòric kantià en termes
d'utilitarisme de la regla.
El principi d'utilitat exigeix la recerca de la "més gran felicitat", però a parer de Mill,
és perfectament compatible amb reconèixer que determinats tipus de plaer són
més desitjables -i de més gran valor-que altres. El valor d'un plaer no es redueix a
l'aspecte quantitatiu immediat sinó que cal reconèixer diferències intrínseques de
qualitat entre els plaers. Mentre Bentham no reconeixia diferències de qualitat entre
els plaers d'un primitiu i els d'un individu culte (o reivindicava els drets dels animals
a una vida plaent), Mill reivindica la diferència qualitativa de plaers -i observa, de
passada, que cap humà voldria intercanviar el seu plaer amb el d'un animal, de
manera que els plaers no són homologables, ni equiparables. De la mateixa manera
un home amb salut prefereix les seves desgràcies a la feliç innocència del boig. Hi
ha, doncs, un lligam entre les qualitats dels plaers i els graus en què es pot
realitzar l'aplicació del càlcul de plaers en una societat.
QUINZE PREGUNTES ELEMENTALS SOBRE
UTILITARISME
1.- Quin és el principi basic de l’utilitarisme?
Resposta: El que va formular Bentham al seu llibre PRINCIPIS DE MORAL I DE
LEGISLACIÓ publicat el mateix any de la Revolució francesa: ‘Per principi d’utilitat
s’entén el principi que aprova o desaprova qualsevol acció segons la tendència que
tingui per tal d’augmentar o de disminuir la felicitat de les parts sobre l’interès de
les quals es tracta; o, el que ve a ser el mateix, per fomentar o combatre aquesta
felicitat’. En definitiva, es tracta de produir tanta felicitat com sigui possible.
2.- Què promou l’utilitarisme?
Resposta: L’utilitarisme promou la felicitat, entesa com a màxim bé per al màxim
nombre’. Tal com ho va formular Mill al seu llibre UTILITARISME: ‘Conforme al
principi de la més gran felicitat [...] el fi últim en relació amb el qual i pel qual totes
les altres coses són desitjables (ja sigui que estiguéssim considerant el nostre bé
propi o el d’altri), és una existència lliure de dolor, en la mesura del possible i tan
rica en gaudis com sigui possible’. En altres paraules, la utilitat no constitueix cap
finalitat de l’acció humana, sinó només un instrument (un criteri o una eina
conceptual), per tal d’arribar a ser feliços.
3.- Com cal actuar segons l’utilitarisme?
Resposta: Quan hem de triar entre diverses conductes els utilitaristes ens
proposen reflexionar sobre què succeirà en cas de portar-les a la pràctica i optar
per la que tingui millors conseqüències globals per a tots els afectats. Convé
promoure el que Mill anomena ‘les regles i preceptes de la conducta humana’
adients per tal d’augmentar les possibilitats de viure una existència lliure de dolor.
Això inclou el càlcul racional de les conseqüències de les nostres accions per al més
gran nombre.
4.- La felicitat és l’únic que importa a l’utilitarisme?
Resposta: La teoria segons la qual la felicitat és l’únic que importa s’anomena
‘hedonisme’ i s’originà a Grècia amb Epicur. Els utilitaristes tendeixen a usar com a
sinònims tres mots: ‘plaer’, ‘felicitat’ i ‘benestar’. ‘Plaer’ és el més habitual en
Bentham, ‘felicitat’ és el mot típic de John Stuart Mill i ‘benestar’ és més
generalitzat en els autors del segle XX (Hare, Singer). Però ‘benestar’ és un mot
que s’usa de forma més general, en la mesura que resulta més descriptiu i, per
tant, més fàcil de considerar objectivament. En tot cas l’utilitarisme ha discutit
sovint si el benestar o la felicitat és una forma de ‘sentir-se’ (no necessàriament de
‘ser’) de forma subjectiva o si necessita una base descriptiva. G.E. Moore (18731958) va considerar que hi ha coses bones intrínsecament –el plaer, l’amistat i el
gaudi estètic- i que una acció és correcta quan augmenta el subministrament
d’aquestes tres coses.
5.- Per a l’utilitarisme el fi justifica els mitjans?
Resposta: Efectivament, un mitjà és per definició, depenent de la finalitat que es
proposa. Altrament se’l pot qualificar d’útil o inútil però sempre cal buscar mitjans
útils.
6.- Com s’avaluen les conseqüències d’un acte?
Resposta: Únicament i exclusiva per la quantitat de felicitat o ‘del contrari de la
felicitat’ que produeixen. Mill, però, matisarà que les conseqüències no s’han
d’avaluar respecte a un acte, sinó respecte a la regla dins la qual aquest acte es fa
significatiu.
7.- A qui afecta l’utilitarisme?
Resposta: En principi són subjectes morals per a l’utilitarisme tots els éssers
capaços de patir (i això inclou els animals no-humans). Això inclou una igual
consideració de drets de tothom, que de vegades es descriu com a principi
d’imparcialitat.
8.- Què vol dir ‘imparcialitat’?
Resposta: ‘Imparcialitat’ significa que la felicitat de cada persona realment
implicada en una decisió moral compta per igual. En altres paraules: ‘cadascú val
per un i només per un’. Segons Mill: ‘La felicitat que constitueix el criteri utilitarista
sobre el que és correcte en una conducta no és la pròpia felicitat de l’agent, sinó la
de tots els afectats. Entre la felicitat personal de l’agent i la dels altres, l’utilitarista
obliga a aquest a ser tan estrictament imparcial com un espectador desinteressat i
benèvol’. Imparcialitat no vol dir necessàriament ‘igualtat’ perquè no es poden
tractar igual situacions distintes.
9.- És igualitari l’utilitarisme?
Resposta: En la mesura que cadascú és diferent en les seves preferències, en el
seu model de felicitat, etc., l’utilitarisme considera que la igualtat de resultats és
nefasta per a la felicitat i promou, en canvi, la igualtat d’oportunitats. Tothom ha de
tenir dret imparcialment a explorar el més ampli camp de possibilitats, però la
igualtat d’oportunitats no garanteix la igualtat final. Un exemple d’igualtat
d’oportunitats pot ser una classe: tothom té la mateixa possibilitat d’aprofitar-la,
tothom escolta el mateix del mateix professor, però després es defensaran millor o
pitjor en l’examen.
10.- Què prohibeix l’utilitarisme?
Resposta: Bentham era un estudiós del dret i la teoria utilitarista té un marcat
sentit jurídic. El principi d’utilitat va ser elaborat com a guia o criteri de legislació
pública. En conseqüència, com que el propòsit de la llei és promoure el benestar
dels ciutadans, cal prohibir el mínim de coses i no restringir en cap cas la llibertat
de triar més enllà del necessari. Per tant, tal com a establir Mill a SOBRE LA
LLIBERTAT: ’L’única finalitat per la qual el poder pot, amb ple dret, ser exercit
sobre un membre d’una comunitat civilitzada, contra la seva voluntat, és evitar que
perjudiqui els altres. El seu propi bé, físic o moral, no és justificació suficient [...]
Sobre si mateix, sobre el seu propi cos i esperit, l’individu és sobirà’.
11.- Què queda fora de l’utilitarisme?
Resposta: L’utilitarisme és una moral civil: en queda fora tota suposició metafísica,
sigui la hipòtesi d’un origen diví de la moral, siguin unes regles eternes (tipus ‘els
drets naturals’), o siguin els codis no valuats per l’experiència. L’utilitarisme jutja
les persones i les idees per la seva aportació a la felicitat global, no pels principis
subjectius que diguin professar.
12.- Quina relació té el principi d’utilitat amb el sentit comú?
Resposta: Cap. El càlcul utilitarista deriva d’una posició estrictament racional i no
de l’acord moral o dels tòpics de les classes mitjanes, que Bentham i Mill
menyspreaven profundament. Que les intuïcions morals d’una època o l’acord
global d’una societat defensin o critiquin una determinada tesi no és cap argument
lògic (sinó com a molt socio/lògic) en pro d’aquesta tesi. Els nostres sentiments
morals poden o no coincidir amb el càlcul lògic però a tal efecte són irrellevants
perquè poden estar condicionats pels sentiments o pels interessos.
13.- És poc o molt exigent l’utilitarisme?
Resposta: En la mesura que cercar la felicitat és un programa més exigent que el
de fer la mera justícia, l’utilitarisme és més exigent que la teoria deontològica
perquè anima a fer accions supererogatòries, és a dir, dignes d’elogi encara que no
siguin obligatòries, per augmentar el còmput global de felicitat.
14.- És emotivista l’utilitarisme?
Resposta: En principi no ho és, tot i que en la teoria moral de Hume hi ha
elements utilitaris, especialment en la seva consideració del sentiment de
humanitat com a criteri superior, en el sentit de digne de ser recomanat.
L’utilitarisme considera que les emocions poden i han de ser graduades segons el
principi d’utilitat, mentre que per a Hume les emocions són estrictament
incomparables entre si. En altres paraules: l’emotivisme com el relativisme no
permeten un criteri universal, mentre l’utilitarisme es basa en un criteri universal.
15.- L’utilitarisme és una eina de millora social?
Rotundament, si. Permet avaluar polítiques i valors culturals, i en aquest
sentit, es pregunta quin conjunt de regles hem de preferir si volem que les nostres
societats prosperin moralment.
Resposta:
Para Mill: «la cuestión de los fines supremos no es susceptible de ser probada
directamente» (UTILITARISMO), sólo mediante el análisis de sus consecuencias
podemos saber si una acción es buena o deseable. Si entre dos principios morales
queremos saber cuál es el mejor, hay que tener en cuenta tanto la cantidad como
la calidad de sus consecuencias. Por eso es especialmente valioso el juicio de
quienes, siendo personas competentes, han conocido diversos modos de existencia.
No veremos a un sabio aceptar convertirse en ignorante, o a un hombre descender
a la categoría de animal. Lo bueno es siempre lo cualitativamente deseable y lo
socialmente útil y no puede ampararse en ningún tipo de autoridad externa. Para
poder valorar un criterio o una regla como efectivamente moral debe ser de valor
universal, debe procederse a una valoración imparcial de los intereses afectados
por un determinado criterio y las consecuencias derivadas de su aplicación han de
incrementar la felicidad (bienestar) general. Todo, incluso la virtud desinteresada,
tiene unas consecuencias que deben ser evaluadas empíricamente.
La ética utilitarista de John Stuart Mill
En la ética sostuvo el criterio utilitarista de buscar el máximo bienestar del mayor
número de individuos, la felicidad general (General Happiness) como criterio y fin de la
moralidad, apelando al sentido común de los seres humanos para ser tenido como
principio y guía de la acción.
Esta doctrina ética sostiene que la felicidad de los individuos, de cada uno, depende de
la de los demás. En la medida en que logro la felicidad de los demás consigo también la
propia, de manera que para un individuo resulta útil lograr la felicidad del conjunto en el
que se encuentra inmerso. Buscar lo útil consiste en ser práctico, valorar las cosas de
manera distinta según el uso que se haga de ellas. Un cuchillo en sí mismo no es ni
bueno ni malo, resultará bueno si le sirve al conjunto de los individuos para cortar pan o
tallar madera y malo si lo utilizan para matarse. Por tanto, lo malo es lo inútil para
conseguir la felicidad y lo bueno es lo útil para lograrla. No es correcto decir que un
cuchillo puede ser útil para matar, ya que el utilitarista, reserva el calificativo de útil, tan
sólo para aquello que, manejado de determinada manera, proporciona bienestar al
mayor número.
El utilitarismo obliga a repetir constantemente los juicios éticos, que seran relativos al
uso que se haga de las cosas, es decir, a las prácticas o conductas que se desarrollen con
ellas. La religión o la energía atómica no son ni buenas ni malas, no puede establecerse
para siempre la bondad o maldad de algo, sino que depende, en cada caso, de los
resultados prácticos. Resultará, las más de las veces, que el utilitarista calificará a las
cosas, vinculadas siempre a conductas, de buenas si resultan beneficiosas y malas si
resultan perjudiciales; resultando algunas de ellas buenas y malas a un mismo tiempo, al
depender de la utilización que se haga de ellas. Así, la energía atómica es buena (útil,
benéfica) en la medida en que proporciona iluminación a las grandes ciudades y mala
(perjudicial) en la medida en que permite fabricar bómbas atómicas o desechar residuos
radiactivos al mar. Esta consideración ética perdura en nuestros días con el nombre de
pragmatismo el cual se caracteriza por hacer depender el juicio ético de los resultados
prácticos y así medir la conducta bajo el criterio de su eficacia social.
Lo útil, lo bueno y lo placentero se identifican, estando el utilitarismo emparentado con
el hedonismo antiguo, pero mientras que el hedonismo clásico busca el placer individual
el utilitarismo persigue el bienestar colectivo, bajo la idea de que del bienestar colectivo
es del que se puede derivar el individual. El utilitarista piensa que el individuo es
fundamentalmente egoísta, pero intenta hacerle ver que la mejor dirección que puede
tomar su búsqueda de lo que le es útil para alcanzar la felicidad, individualmente, pasa
por alcanzar el bienestar de los que le rodean; supeditando el bienestar individual al
logro del bienestar colectivo. Lo útil para el hombre, como ser social, es la mejora de la
Sociedad. De ahí que la mejora de la Sociedad sea el camino que debe emprender quien
sea egoísta y busque lo que le resulta más útil y placentero, es decir, lo que le pueda
aportar la felicidad.
La tesis de fondo es que yo no puedo ser realmente feliz si no lo son también todos los
que me rodean. De todas formas, como lo bueno o malo no dependen de los motivos de
la acción, sino de sus consecuencias, poco importa para los utilitaristas que se obre por
egoísmo o altruísmo, siempre que el resultado sea socialmente beneficioso para la
mayoría. Hay que distinguir entre lo que se desea y lo deseable, se desean muchas cosas
que reportan dolor o más dolor que placer, todo lo cual quedaría fuera del ámbito de lo
que Mill considera como esfera de lo deseable. En Mill la visión social no es un
atomismo de los individuos sino un organicismo, si el hombre es un ser social para ser
feliz tiene que lograr la felicidad de la Sociedad, porque mi brazo no puede ser feliz
independientemente de la infelicidad de mis manos o del resto de mi organismo, ni una
celula social con independencia de la Sociedad.
Para los utilitaristas el Todo es mayor que la suma de las partes, el resultado de las
relaciones sociales, que forman la Sociedad, hacen de ésta algo superior y distinto a los
elementos simples que la constituyen. De ahí que un elemento simple no podrá lograr
sus propósitos con independencia del Todo y si sus propósitos son alcanzar la felicidad
a través de lo útil, habrá de perseguir lo útil social como aquello de lo que puede
derivarse su placer individual. Ningún otro sentido encuentra el utilitarismo a la vida en
Sociedad que el relativo al beneficio que de ella pueda derivarse para todos sus
integrantes. Considera que ese es el motivo por el cual los hombres comenzaron a
convivir, la utilidad común, y que esa es la finalidad de este tipo de vida, sin la cual no
tendría sentido mantenerla.
Según los utilitaristas no hay leyes eternas e inmutables, el mundo cambia y las leyes
deben cambiar también para colaborar en promover la utilidad individual y colectiva.
Los derechos derivan del mismo principio de la primacía de la Sociedad: los derechos
de los individuos tienen que ser aquellos que contribuyan a la utilidad social.
Las ideas utilitaristas han sido malinterpretadas por el neoliberalismo que considera que
del egoísmo particular se derivará el bienestar colectivo, porque se han olvidado de que
sólo del egoísmo particular orientado hacia el bienestar general y sancionado por los
resultados socialmente benéficos de sus acciones en la práctica, puede derivarse el
bienestar colectivo que postula el utilitarismo.
De acuerdo con S.Mill, la razón está inextricablemente unida con el deseo, de manera
que la razón sólo se justifica cuando los deseos coinciden con los preceptos. El deseo de
ser feliz por encima de todos los demás deseos (eudemonismo) se presenta en todo ser
humano, en coherencia con el deseo mayor surge la máxima racional del máximo
bienestar para la mayoría. ¿Por qué para la mayoría? Ya dijimos que debido a que el
hombre además de ser un ser racional y deseante, es un ser social. Razón, Deseo y
Sociedad, han de encontrar su equlibrio para que pueda darse la Felicidad. El debe de
Mill está ligado al es del hombre. La ética es el arte de vivir y de convivir
conjuntamente. Mill rescata de la subjetividad relativista el mundo de los sentimientos,
pasiones o deseos al ensartarlos dentro de un entrelazamiento con lo razonable del que
se derive la felicidad. Buscar el hedonismo universal es lo mejor que puede hacer un ser
dotado de racionalidad, sociabilidad y capacidad de desear, si quiere procurarse la
felicidad profunda y duradera, más allá de la mera satisfacción momentánea de deseos
particulares y superficiales; pues la felicidad sólo será duradera en un mundo donde sea
mayoritaria. Los lemas de la Ilustración francesa resuenan contínuamente en la ética de
Mill, libertad, igualdad y fraternidad, ninguno de esos conceptos sociales puede
realizarse en solitario. Tanto la Ciencia como la Justicia adquieren sentido en la
búsqueda de la felicidad general, no serían consideradas como algo imprescindible para
la humanidad sin esa finalidad, sin esa respuesta a la pregunta ¿para qué? La dignidad
de las acciones humanas reside en su objetivo último, gozar, disfrutar de la vida, amar,
ser libre...
En sus Consideraciones sobre el gobierno representativo Mill nos explicará la no
utilidad del dictador benévolo, dispuesto a promover la felicidad de la mayoría, porque
su cometido sería inalcanzable. No puede un hombre lograr la felicidad de los demás ya
que la Felicidad es una conquista humana que requiere el concurso de, al menos, una
mayoría de la humanidad; siendo asimismo un fruto del desarrollo de las capacidades de
autogobierno y de participación en la vida pública. La Sociedad es tanto más feliz
cuanto mayor es el número de individuos involucrados en el gobierno de sí mismos y
orientados hacia el bienestar general, cuanto mayor es el número de sujetos activos que
despliegan y desarrollan sus capacidades aportándose satisfacciones mútuamente, y
viceversa, el hombre individdual será tanto más feliz cuanto mayor bienestar haya en la
sociedad en la que vive. Huelga decir que el bienestar del utilitarismo stuartmilleano no
se identifica con la cortedad de miras del neoliberalismo actual, que entiende por tal
exclusivamente el bienestar material, considerando que los esclavos lobotomizados que
produzcan en abundancia serán felices por el mero hecho de estar rodeados de riquezas.
La defensa de la libertad individual resulta indispensable para lograr una sociedad libre,
no la supuesta ventaja personal o salvación individual. La libertad no entra aquí en
contradicción con la solidaridad compartida, también el grado de la individual depende
de la general y viceversa, equilibrándose y limitándose ambas. Los individuos al
defender su libertad individual, cosa que no pueden hacer sin defender también la de los
demás, participan en la creación de la libertad colectiva. Este utilitarismo es una
doctrina intervencionista, no concibe la libertad exclusivamente de manera individual,
atomística, autista, sino de forma organicista. El hombre sin medios, sin cultura, sin
sanidad, nunca podrá ser libre y feliz, estará abocado a la infelicidad, incapacitado,
imposibilitado, esclavizado, el bien social quedará en entredicho por el mero hecho de
que se consienta su desgracia y los demás no podrán sentir verdadero goce mientras
subsista la miserable condición de un semejante, que repercutirá en el malestar social y
será finalmente experimentada como malestar propio. Rodeado de la peste, la pobreza,
la violencia, la superstición y la intolerancia, del malestar de la mayoría, el príncipe de
la Edad Media sólo podía ser falsamente feliz, tanto más falsamente feliz cuanto mayor
fuese su inhumanidad, su ceguera, su embrutecimienton y su ignorancia.
La suerte de los otros no puede sernos indiferente, es más, en ella nos jugamos también
la nuestra. Aquél que sólo piensa en su felicidad individual tira piedras contra su propio
tejado, porque al obstaculizar o no promocionar la felicidad general limita y pervierte su
felicidad particular. La obra de John Stuart Mill denuncia que la libertad individualista
es un fraude no sólo a la comunidad, sino un fraude que comete también hacia sí mismo
el propio individuo, que se condena al aislamiento y la incomunicación, condenando a
la sociedad a la violencia.
La ética de Mill depende, desde luego, de su concepción antimaniquea de la naturaleza
humana y de sus ideas respecto al tipo de relaciones que producen bienestar entre los
hombres. Si tiene algún fallo quizá sea el de situarse tan sólo frente a lo mejor que hay
en el ser humano, hablar de ello y de la forma de potenciarlo, omitiendo los rincones
más oscuros de la naturaleza humana, su ansia de esclavitud, de infelicidad, su
capacidad de degradación y de procurar violencia y daño a los demás, su egoísmo, pero
es que para el filósofo del que hablamos eso no es un Hombre, con mayúsculas, sino un
ser racional degradado y vejado hasta situaciones infrahumanas.
Desde luego, la ética de Mill es optimista antropológicamente, piensa, como Rousseau,
que el hombre es por naturaleza bueno, libre y social, que esas son las características
fundamentales e inalienables que le caracterizan como ser humano, pudiendo degenerar
estas capacidades humanas, degradándose hasta sus opuestas, o desarrollarse sin límite.
Quienes piensan que la naturaleza humana es monstruosa y el homicidio, el incesto y el
canibalismo son sus instintos básicos, como Freud, terminan desarrollando una ética de
la represión en lugar de una ética del desarrollo vital. Quizá la naturaleza humana no sea
tan monstruosa como la concibe Freud ni tan amable a como la concibe Rousseau y
halla que ser más sutil y menos unilateral a la hora de calificar moralmente a la
Naturaleza y a la Cultura. Desde una postura constructivista habría que corregir a todas
estas posturas, el hombre nace como tabula rasa y se hace a sí mismo, dentro del
amplísimo márgen de maniobra que permite su constitución fisiológica, la naturaleza no
es nada acabado, ni la cultura, sino que van siendo lo que nosotros construimos en cada
momento. Hay un cierto constructivismo ya en el hedonismo de la antiguedad, como
cuando Epicuro decía a Meneceo: "Hay que rememorar que el porvenir ni es nuestro ni
totalmente no nuestro para que no aguardemos que lo sea totalmente ni desesperemos de
que totalmente no lo sea". Un cierto constructivismo que puede percibirse también en
Stuart Mill: Las ideas que tengamos acerca del hombre y la cultura incidirán en la
constitución y transformación constantes de eso que es el ser humano y eso que es la
sociedad o la cultura.
Sobre las relaciones genéticas entre el utilitarismo de S.Mill y el neoliberalismo es
necesario matizar: "La crítica del utilitarismo debe hacerse hoy, no pensando en su
formulación histórico-filosófica sino fieles a su norma, por sus consecuencias, por sus
frutos, que hoy tenemos a la vista en la concepción de la vida, en el ideal individual y
colectivo de la llamada sociedad del bienestar. Es evidente que la promoción del
bienestar, la elevación del nivel de vida de todos, la satisfacción completa de sus
necesidades, etc, constituyen el fin primario de toda ética razonable. Pero el fin último
prescrito por una ética, por muy intramundana que sea, ¿puede consistir en que cada
ciudadano posea en propiedad, aunque adquiridos a plazos, una casa, un automóvil, un
aparato de televisión, varios de radio, un frigorífico, una lavadora de ropa, otra de
platos, etc; y junto a esto todos los derechos de seguridad social, accidentes,
jubilación, vida y todas las pólizas de seguros imaginables?... Si los sobrios utilitaristas
J.Bentham y J.S.Mill levantasen la cabeza y viesen en qué ha desembocado la
prolongación práctica del utilitarismo, es seguro que denunciarían nuestra sociedad,
con razón, como materialista... Si todos ellos, empeñados en la lucha política para la
implantación de una auténtica democracia, viesen cómo nuestros contemporáneos, con
tal de que se les garantice una confortable vida, aceptan de buen grado la total
privación de su existencia, y se someten a cualquier dictadura, mejor o peor disfrazada
de tecnocracia, es seguro que considerarían completamente traicionado su utilitarismo.
Sin embargo, la actual moral vivida del bienestar como único bien intrínseco tiene
derecho a considerarse heredera de la doctrina de aquellos austeros utilitaristas...".
(José Luis López Aranguren: Lo que sabemos de moral).
UTILITARISMO
I. EL UTILITARISMO EN EL XIX.
Por utilitarismo se entiende una concepción de la moral
según la cual lo bueno no es sino lo útil, convirtiéndose,
en consecuencia, el principio de utilidad en el principio
fundamental, según el cual juzgar la moralidad de
nuestros actos. Es posible encontrar algunos esbozos de
la doctrina utilitarista en A. Smith, R. Malthus y D.
Ricardo, si bien se trata de una doctrina moral y social
que halla sus principales teóricos en J. Bentham, James
Mill y J. Stuart Mill. Para estos autores, de lo que se
trata es de convertir la moral en ciencia positiva, capaz
de permitir la transformación social hacia la felicidad
colectiva.
J. Bentham, como hiciera el epicureísmo, estoicismo y
Espinosa, considera que las dos motivaciones básicas,
que dirigen o determinan la conducta humana, son el
placer y el dolor. El ser humano, como cualquier
organismo vivo, tiende a buscar el placer y a evitar el
dolor. Sólo dichas tendencias constituyen algo real y, por
ello, pueden convertirse en un principio inconmovible de
la moralidad: lo bueno y el deber moral han de definirse
en relación a lo que produce mayor placer individual o
del mayor número de personas. Decir que un
comportamiento es bueno, significa que produce más
placer que dolor. Al margen de esto, según Bentham, los
conceptos morales no son sino entidades ficticias. La
felicidad misma no sería sino existencia de placer y
ausencia de dolor. Bentham complementa este postulado
básico con la aceptación de los siguientes supuestos o
principios, que constituyen su sistema: 1) que el objeto
propio del deseo es el placer y la ausencia de dolor
(colocando así el egoísmo o interés propio como el
fundamento del comportamiento moral); 2) que todos
los placeres son cualitativamente idénticos y, en
consecuencia, su única diferenciación es cuantitativa
(según intensidad, duración, capacidad de generar otros
placeres, pureza –medida en que no contienen dolor–,
cantidad de personas a las que afecta, etc.); y 3) los
placeres de las distintas personas son conmensurables
entre sí. En otros términos, si el segundo principio
suponía una indiferenciación cualitativa de los placeres
para un mismo individuo, este afirma una
indiferenciación cualitativa inter individuos. En efecto, si
el origen o la modalidad de la sensación placentera
(como la del dolor) son variables irrelevantes, el bien
global de una persona cualquiera queda determinado
unívocamente por el sumatorio de las magnitudes de las
distintas modalidades de sensación. Esto tiene también
un corolario, y es que, si lo dicho se asume
consecuentemente y la tendencia natural de todo ser
humano es hacia la maximización de su placer y
minimización del dolor, los medios elegidos para ello son
irrelevantes prima facie. La cláusula prima facie indica
no que cualquier medio sea bueno, sino que (siendo las
consecuencias las mismas –en términos de
satisfacción–) la elección de uno u otro sería moralmente
indiferente. Hechas estas asunciones, es fácil ver que los
asuntos morales podrían dirimirse fácilmente recurriendo
a un simple cálculo utilitarista de las opciones o
alternativas de acción puestas en juego. Finalmente, la
atención hacia otras personas (denominada en los
sistemas morales tradicionales bajo los términos de
altruismo, bondad, amor, etc.) tiene cabida en el
sistema de Bentham, pero en la medida en que
satisfagan los postulados anteriormente mencionados, es
decir, en cuanto contribuyan a la satisfacción del interés
propio. En la medida en que una persona necesita ser
amada, para así eliminar el dolor de su soledad, en esa
misma medida debe ocuparse de los demás, con el fin de
que los demás también se ocupen de uno: los deberes
para con los demás, son deberes en la medida en que
los demás nos puedan resultar útiles.
J. Stuart Mill, por su parte, asume la máxima general
utilitarista, según la cual, la tendencia natural de todo
individuo hacia la felicidad presupone el esfuerzo por
aumentar el placer y disminuir el dolor. Sin embargo,
nocoincide con Bentham en la necesidad de admitir los
tres principios anteriormente citados. Respecto al
primero arguye que la felicidad propia no es alcanzable
totalmente sin, de una u otra forma, procurar también la
felicidad de los demás. Además, Mill admite el sacrificio,
la renuncia o el comportamiento, en general, no
interesado como una actitud moral que, en ciertas
circunstancias, puede coincidir con la propia teoría
utilitarista (matizando que dicho sacrificio no constituye
un bien en sí mismo, sino un bien en la medida en que
contribuya a la felicidad de los demás). Así, en El
Utilitarismo, se nos dice: «En la norma áurea de Jesús
de Nazaret, leemos todo el espíritu de la ética
utilitarista: "Haz como querrías que hicieran contigo y
ama a tu prójimo como a ti mismo"». Respecto a lo
segundo, Mill no cree en una indiferenciación cualitativa
de los placeres; al contrario, habla de la necesidad de
distinguir placeres superiores de otros inferiores.
Finalmente, reconoce que si esta diferenciación
cualitativa debe observarse en una misma persona, ya
no podemos hablar coherentemente de la
comparabilidad de los placeres entre diferentes
personas. Ciertamente, es preferible (moral y
utilitariamente hablando) una persona que ha
conquistado los placeres intelectivos, aunque
insatisfecha en otros terrenos, a una satisfecha en los
placeres sensoriales, pero vacía de los contemplativos.
En este punto, el utilitarismo de Mill tiene rasgos de
Aristotelismo, epicureísmo (que no hedonismo craso) y
estoicismo innegables.
Estas diferencias entre los sistemas de Bentham y Mill,
ha permitido que se distingan entre dos actitudes
utilitaristas subyacentes a cada sistema: un utilitarismo
psicológico (Bentham) que pretende el análisis
desapasionado —y no desprovisto de cierta ironía— de
las motivaciones del comportamiento individual y
colectivo, y un utilitarismo idealista (Mill) cuya
pretensión es destacar que ciertos valores éticos
tradicionales (libertad, compasión, igualdad, etc.) son lo
que más conviene (utilitaristamente hablando) al ser
humano.
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