ACTOS DE LOS DEMENTES en el Derecho Paraguayo. Nulidad

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Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba
(República Argentina)
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ACTOS DE LOS DEMENTES en el Derecho Paraguayo. Nulidad
(Comentario a fallo)
Por Luis Moisset de Espanés
Actos de los dementes en el derecho paraguayo, Foro de Córdoba, año X, N° 57, p. 109.
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Corte Suprema de Justicia de Paraguay, "Antonio Emilio y Blanca Rocío Camacho Contessi c/
J.A.C.A. s/ Nulidad de reconocimiento", Gaceta Judicial, No. 24, año V, 1988, tercer trimestre,
p. 228.
-Habiéndose declarado la insania de una persona, los efectos retroactivos que atribuye
el art. 473 del Código de Vélez, pueden ejercitarse aún después de fallecida esa persona.
Habiendo una declaración de interdicción en vida es procedente la aplicación del referido
artículo y no el excluyente art. 474 del mismo cuerpo legal. Ello implica, en consecuencia, que
quien quiera alegar tales efectos retroactivos, que hagan posible la anulación de los actos
jurídicos anteriores a la declaración, debe demostrar que la causa de la interdicción declarada
judicialmente, existía públicamente en la época en que los actos fueron ejecutados (del voto
del Dr. Argaña).
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SUMARIO
I.- Introducción.
II.- Situación del demente no sujeto a curatela.
a) Actos entre vivos atacados de nulidad en vida del demente.
b) Actos atacados de nulidad después de la muerte del demente.
III.- La declaración judicial de incapacidad y sus efectos.
a) Actos posteriores a la sentencia.
b) Actos anteriores a la declaración.
c) Terceros de buena fe.
d) Responsabilidad civil.
IV.- Conclusión.
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I.- Introducción.
El 12 de noviembre de 1981 se declaró insano al Dr. Antonio Camacho
Duré, quien el 10 de enero de 1975 había reconocido como hijo extramatrimonial a J.A.C.A.,
nacido el 18 de diciembre de 1974.
El Dr. Camacho había sufrido en 1971 un accidente que disminuyó sus
facultades y le impidió continuar ejerciendo la medicina y realizar operaciones, pero prosiguió
desempeñándose como funcionario del Instituto de Previsión Social.
Los actores solicitaron la nulidad de ese reconocimiento, y su pedido
fue rechazado tanto en primera instancia, como en la alzada, pero con fundamentos diversos,
ya que en el primer caso se sostuvo que era de aplicación el art. 474 del Código de Vélez
Sársfield (correspondiente al actual art. 88 del nuevo Código civil), mientras que en la alzada
se hizo aplicación del art. 473 (actual art. 87).
La Corte, con acertado criterio, confirma la sentencia de Cámara,
estimando que la norma aplicable es el art. 473, por tratarse de actos de una persona que fue
declarada demente, realizados antes de que se pronunciara la interdicción, y que han sido
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atacados después de su fallecimiento.
Nos parece interesante aprovechar la oportunidad para analizar los
dispositivos que rigen estas hipótesis en el nuevo Código civil, que reproducen casi
textualmente las normas vigentes con anterioridad y que fueron aplicadas al caso que
comentamos.
II.- Situación del demente no sujeto a curatela.
La regla general es que se trata de un sujeto capaz, punto al que hace
referencia la sentencia que comentamos, y respecto al cual la Cámara Civil de Buenos Aires, al
declarar una insania, ha dicho:
"Los dementes no interdictos son plenamente capaces; de allí que pueda
afirmarse que la incapacidad de los dementes no depende de su demencia, sino de la
interdicción" (1).
El orden jurídico sólo considera dementes, y por tanto incapaces, a
aquellas personas cuya enfermedad ha sido previamente verificada y declarada por juez
competente, y aunque el nuevo Código no contenga un artículo similar al anterior 140 del
Código de Vélez la regla mantiene plena vigencia.
Sucede, sin embargo, que a veces el sujeto se encuentra en estado
habitual de demencia pero por una u otra razón no ha sido declarado incapaz, incluso por
desidia de sus parientes y allegados (2).
Por el carácter de esta nota limitaremos nuestro comentario al análisis
de los actos entre vivos, y dejaremos para otra oportunidad el problema del testamento
otorgado por un demente.
a) Actos entre vivos atacados de nulidad en vida del demente.
Los actos entre vivos de un demente no interdicto pueden ser atacados
de nulidad por el propio insano, una vez recuperada su salud mental o en un intervalo de
lucidez, manifestando que al realizarlos estaba privado de razón (3). Para ello debe demostrar,
con los mismos medios de prueba -y sujeto también a la soberana apreciación judicial- que en
el momento mismo de celebrar el acto estaba privado de razón (4).
Se trata de una simple prueba de hecho; si se logra probar de manera
efectiva que el sujeto estaba privado de discernimiento en el momento de realizar el acto
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jurídico en cuestión, dicho acto deberá ser declarado nulo (art. 357, inc. a).
La ley es aquí bastante exigente; no será suficiente demostrar que se
padecía enajenación mental a la época de celebración del acto, es decir un tiempo antes o un
tiempo después, sino que es necesario comprobar fehacientemente que se encontraba privado
de discernimiento en el momento mismo de celebrarlo.
Recordemos que el actual art. 277 del Código civil, que reconoce como
antecedente el art. 900 del Código de Vélez, exige que los actos sean ejecutados "con
discernimiento, intención y libertad", disponiendo que "los que no reuniesen tales requisitos,
no producirán por sí efecto alguno"; y en el art. 278, inc. c, se estima que los actos se juzgarán
efectuados sin discernimiento "si procediesen de personas sujetas a interdicción".
El nuevo Código ha colocado los actos de los incapaces privados de
discernimiento en la categoría de los "nulos", es decir inconfirmables (art. 357, inc. a), lo que
no se compadece con la finalidad tuitiva del incapaz que debería inspirar al dispositivo,
máxime teniendo en cuenta que en la hipótesis que analizamos aunque el sujeto carece de
discernimiento, no hay "un estado jurídico de incapacidad" y la ley presume en su sano juicio a
las personas que no han sido declaradas dementes. Pese a ello la solución legal es clara, ya que
solamente son actos anulables "cuando el agente obrare con incapacidad accidental, como si
por cualquier causa se hallase privado de razón" (inc. a, art. 358), y en el caso del demente
-aunque no haya sido declarado- la falta de discernimiento no es accidental.
b) Actos atacados de nulidad después de la muerte del demente.
Si la impugnación de nulidad de un acto entre vivos no es efectuada por
el propio demente, sino por los herederos del insano, después que éste falleció, la ley es mucho
más rigurosa en sus exigencias.
El legislador toma en consideración que los parientes no sólo tienen el
derecho de pedir la declaración de insania, sino que tienen el deber de asistir al enfermo y en
ese deber de asistencia está comprendido, en primer lugar, el preocuparse porque se lo declare
insano, para protegerlo mediante el nombramiento de un representante, contra las
consecuencias de su estado de enfermedad (5). Si los parientes no han cumplido en vida con
esa obligación de asistencia, la ley cierra el círculo de sus facultades para pedir, luego del
fallecimiento del insano la nulidad de los actos que éste hubiera celebrado, y llega a establecer
-como regla general- que los actos entre vivos no pueden ser atacados de nulidad después de
muerto el demente, aunque admite algunas excepciones, pero en tales casos exige una prueba
más rigurosa.
Las limitaciones impuestas por la ley se justifican plenamente, no sólo
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por la desidia de los interesados, que no efectuaron oportunamente el pedido de interdicción,
sino también porque con la muerte del presunto insano desaparece el principal elemento de
juicio, y tanto el magistrado como los peritos carecerán de bases suficientes para comprobar de
manera directa si la persona estaba o no afectada por una enfermedad mental (6).
Se procura también evitar que los parientes del difunto, impulsados
solamente por la codicia, y con el afán de incrementar el haber sucesorio, inicien demandas
temerarias, solicitando la anulación de actos del causante, sin que haya fundamento real para
ello (7).
Todas estas razones han llevado al legislador a establecer la prohibición
de admitir el pedido de nulidad de un acto, fundado en la insania de la persona, después que
ésta ha fallecido (8), con sólo dos excepciones que se encuentran en el art. 88 del nuevo
Código, y que son: a) que la demostración del desequilibrio mental surja del acto mismo; b)
que el acto se haya otorgado después de interpuesta una demanda de incapacidad. Dice la
mencionada norma:
"Fallecida una persona, no podrán impugnarse sus actos entre vivos, por causa
de incapacidad, a no ser que ella resulte de los mismos actos, o que éstos se hayan
consumado después de interpuesta la demanda de interdicción".
a) Verbigracia, una persona ha enajenado por un precio irrisorio una
propiedad de gran valor, sin tener motivos valederos que pudieran inducirla a un acto de
generosidad o liberalidad hacia el adquirente, y suministrando razones fútiles; la existencia del
desequilibrio mental tiene que surgir del acto mismo que se ataca, por sus cláusulas ridículas o
extravagantes.
La prueba es sumamente restringida, porque queda sólo reducida a esa
demostración, y no vale nada -entonces- probar que el presunto demente pueda haber actuado
en un momento de enajenación mental, sino que el acto debe ser de una incongruencia tal que
él mismo ponga de relieve el estado de enajenación que padecía el sujeto.
b) La otra excepción se refiere al caso en que antes de morir se hubiese
iniciado ya un juicio de insania, que se encontrase en trámite, sin haber llegado a la declaración
de demencia del sujeto (9). Lógicamente, producida la muerte del presunto insano ya no existe
ningún interés en declarar la demencia; pero los actos posteriores a la iniciación del juicio
pueden ser atacados de nulidad.
La solución del art. 88 del nuevo Código, que reproduce fielmente lo
previsto por Vélez en el art. 474, es criticable, pues limita la posibilidad de anulación a los
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actos que se efectuaron después de iniciada la demanda, y no permite dejar sin efecto los
realizados con anterioridad al pedido de interdicción. No existe ninguna razón jurídica
valedera para tal restricción, pues en esta hipótesis los parientes del difunto han dado muestra
de diligencia, solicitando la declaración de incapacidad y el correspondiente nombramiento de
un curador que vele por los intereses y la persona del insano; su conducta ha demostrado
preocupación, y el fallecimiento del insano -que los ha sorprendido durante el trámite del
juicio- no debería impedir que soliciten la anulación de los actos que haya efectuado sin
discernimiento, cualquiera sea la época de su celebración, antes o después de iniciada la
demanda (10).
Estimamos que sería correcto reformar el art. 88 admitiendo en forma
amplia el pedido de nulidad de los actos realizados por una persona fallecida mientras el juicio
de insania estaba pendiente, siempre que se probase la falta de discernimiento en el momento
mismo de realizar el acto.
III.- La declaración judicial de incapacidad y sus efectos.
El primer efecto de la sentencia de interdicción es el de convertir al
insano en un incapaz absoluto de hecho (art. 37, inc. c), y que se lo deba someter a curatela
(art. 73). Examinaremos los actos realizados por el insano declarado, distinguiendo dos etapas,
la posterior a la sentencia de interdicción, y la anterior a esa declaración judicial.
a) Actos posteriores a la sentencia.
La sentencia de interdicción crea un "estado jurídico de incapacidad" y
mientras tal estado jurídico subsista no puede alegarse la existencia de una pretendida
"capacidad natural". Para producir sus efectos propios el Código, en su art. 86, exige que la
resolución haya sido inscripta en el Registro del Estado Civil y capacidad de las personas,
expresando:
"Inscripta en el registro la sentencia que declare interdicta o inhabilitada una
persona, serán de ningún valor los actos de administración y disposición que ella
realice".
Entendemos que todos los actos posteriores a la declaración judicial
de incapacidad -sean actos entre vivos o disposiciones de última voluntad- son actos "nulos",
pues la redacción dada a los nuevos textos y la desaparición del viejo art. 3616 del Código de
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Vélez que originó graves polémicas con relación a las disposiciones de última voluntad,
permite sustentar nuestra afirmación.
El viejo art. 472 decía que eran de ningún valor "los actos posteriores
de administración que el incapaz celebrase", texto poco feliz que fue criticado por la doctrina
ya que una interpretación excesivamente literal podía llevar a la absurda interpretación de que
los actos de disposición eran válidos. La nueva norma supera cualquier dificultad en ese
sentido, abarcando ambas categorías.
La nulidad que afecta a los actos del incapaz privado de discernimiento
es inconfirmable y no puede convalidarse de manera alguna. Precisamente, la falta de
discernimiento justifica que tampoco admitamos que el insano realice actos "no
patrimoniales", como contraer matrimonio (11) o reconocer hijos naturales (12), pues estas
limitaciones son propias de su estado de incapaz absoluto.
La sentencia de interdicción hace cosa juzgada respecto a la capacidad
de la persona, y establece un régimen que sólo podrá alterarse con una nueva sentencia que
verifique y declare la desaparición de la enfermedad que la aquejaba (art. 83).
b) Actos anteriores a la declaración.
Los actos ejecutados con anterioridad a la declaración de demencia han
sido obrados por una persona que no padecía ninguna limitación a su capacidad de obrar; pero
son susceptibles de ser declarados nulos si se demuestra la inexistencia de discernimiento en el
agente.
El régimen de nulidades adoptado por el nuevo Código, que ha dejado
de lado la doble clasificación que regulara Vélez, nos obliga a afirmar que todos los actos de
los dementes (declarados o no, anteriores posteriores a la interdicción), son nulos (art. 357,
inc. a) y, por tanto, no es posible borrar el vicio por vía de la confirmación. No se reproducirán
aquí las divergencias doctrinarias que en el derecho argentino y paraguayo se planteaban
anteriormente, respecto a la calificación de la nulidad estos actos como "absoluta" o "relativa",
lo que nos exime de ahondar ese punto.
Es necesario, en cambio, analizar los requisitos que deben reunirse para
obtener la anulación de los actos anteriores a la sentencia de interdicción. Sobre el particular
dispone el nuevo art. 87:
"Los actos anteriores a la interdicción podrán ser anulados si la causa de ella,
declarada por el juez, era de público conocimiento en la época en que los actos fueron
otorgados, respetándose los derechos adquiridos por terceros de buena fe".
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El legislador ha dado a esta hipótesis un tratamiento especial, tendiente
a facilitar la anulación del acto, porque toma muy particularmente en consideración el hecho
de que ya se ha probado en un juicio anterior que la persona padece una enfermedad mental
que la priva de discernimiento. Por eso el art. 87 no exige, como en el caso de la persona sana,
que se pruebe la falta de discernimiento en el momento mismo de celebrar el acto, sino que
permite la anulación con la sola demostración de que el insano padecía ya la enfermedad en
razón de la cual fue declarado incapaz a la época en que los actos fueron ejecutados, si ese
estado era de conocimiento público.
La locución empleada en el artículo -a la época-, significa que es
suficiente probar que la persona padecía esa enfermedad un tiempo antes, y un tiempo después
de la celebración del acto y a tal fin será admisible toda clase de pruebas: testimonial,
documental, etc. (13).
Deben reunirse, pues, tres requisitos:
a) Que se trate de la misma enfermedad que motivó la interdicción;
b) que su existencia sea pública y notoria;
c) que exista a la época de la celebración del acto; es decir tiempo antes,
tiempo después.
Respecto al "público conocimiento" entendemos que será suficiente
demostrar que la persona que contrató con el insano conocía la existencia de la enfermedad.
En realidad el art. 87 al facilitar la nulidad de los actos anteriores a la
declaración de demencia ha creado lo que podría llamarse un "período de sospecha", con la
finalidad de defender los intereses del insano considerando -como es lógico- que la
enfermedad, y la consiguiente incapacidad, no han comenzado a existir recién en el momento
de la sentencia de interdicción, sino que tuvieron nacimiento tiempo atrás, aun con anterioridad
a la iniciación del juicio, y pesaban sobre las decisiones del enfermo, excluyendo su voluntad
jurídica (14).
Se ha creado de esta forma una presunción de que si la misma
enfermedad era ya padecida en esa época, el sujeto obraba sin discernimiento y el acto debe ser
anulado; pero esta presunción no tiene carácter absoluto y admite prueba en contrario. De tal
manera la parte que quisiera defender la validez del acto tendría que alegar y probar que el
insano actuó en un "intervalo lúcido", o sea en un momento de razón. Si lograse brindar esa
prueba conseguiría mantener la validez del acto, impidiendo su declaración de nulidad (15).
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c) Terceros de buena fe.
El art. 87 aclara, finalmente, que deberá respetarse la situación de "los
derechos adquiridos por terceros de buena fe".
Destaquemos, en primer lugar, que esta protección de los "terceros de
buena fe" solamente alcanza al período anterior a la interdicción del sujeto, etapa en la que no
existe publicidad registral de su "estado jurídico de incapacidad".
A diferencia del agregado que la ley 17.711 introdujo en Argentina al
art. 473 del Código de Vélez, aquí no se habla de los "cocontratantes", sino de "terceros" (16),
lo que si bien deja en claro que los efectos de la nulidad no alcanzarán a personas que fueron
ajenas al acto celebrado con el demente y adquirieron luego derechos sobre los bienes objeto
de ese acto, deja latente una duda: ¿podrá alegar su "buena fe" la persona que contrató con el
demente?. Entendemos que del texto vigente surge la solución negativa, y que ella es correcta,
pues si en esa época el estado de demencia era "públicamente conocido", el sujeto que contrata
con el demente y luego sostiene que no conocía tal estado, no habría actuado de "buena fe",
sino culposamente.
d) Responsabilidad civil.
El demente es un sujeto falto de discernimiento y por ello el Código lo
considera, en general, irresponsable por los resultados dañosos que dimanan de sus actos:
"Art. 1837. No incurren en responsabilidad por actos ilícitos:
a) los afectados de trastornos generales y persistentes de sus facultades
mentales, que les priven de discernimiento. ..."
No encontramos en el nuevo Código una excepción expresa como la
que sentaba el art. 1070, respecto a los actos realizados en intervalos lúcidos, que hacían
responsables al sujeto por sus consecuencias, aunque existiese sentencia de interdicción.
Creemos, sin embargo, que la ausencia de norma no varía la solución
que debe darse al caso. La imputabilidad moral del acto servirá de base para la responsabilidad
civil por el daño causado. Si el demente obró con lucidez, es decir se representó los resultados
del acto que ejecutaba, el ordenamiento jurídico deberá hacerlo responsable por las
consecuencias dañosas, ya que en el caso concreto no ha estado privado de discernimiento.
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IV.- Conclusión.
La Cámara y la Corte, en la especie comentada, aplicaron
correctamente el art. 473 del Código de Vélez, que en sus líneas generales coincide con lo
dispuesto por el art. 87 del nuevo cuerpo legal vigente.
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NOTAS
(1) 20 de septiembre de 1960, El Derecho 13-38 y Jurisprudencia Argentina 1961-III-119.
(2) "La denuncia de un presunto insano es una carga que ante la imposibilidad de actuar del
denunciado impone la ley, fundada en principios de caridad y ayuda al prójimo, y sobre la base
de la norma rectora del art. 902 del Código civil", Cam. Civ. Buenos Aires, sala E, El Derecho
12-333 y Jurisprudencia Argentina, 1966-I-208.
(3) Conf. Cam. Civ. Buenos Aires, sala A, 4 mayo 1967, El Derecho 19-767, Jurisprudencia
Argentina 1967-III-342, y La Ley 127-868.
En igual sentido PANGRAZIO ("El Código Civil paraguayo comentado", ed. Cromos,
Asunción, 1986, comentario al art. 87, p. 198 y 199) expresa: "Podría el incapaz que recupera
su salud entablar la demanda, basado en el interés legítimo que le asiste, para anular esos actos
viciados, por falta de consentimiento".
(4) Fallo citado en nota anterior: "Para obtener la nulidad del acto otorgado por un insano no
interdicto es menester acreditar que se encontraba en el 'momento' de otorgar el acto en estado
de privación de razón, sin que sea suficiente la prueba de que carecía de discernimiento en la
'época' de su otorgamiento"; en igual sentido Cam. Civ. de Buenos Aires, sala A, 10 diciembre
1968, La Ley 135-522.
(5) Conf. fallo citado en nota 2.
(6) Conf. BUTELER, José A.: "Situación jurídica del demente", en Bol. del Inst. de Der. Civil
de Córdoba, año 1943, p. 59. El autor apoya sus afirmaciones en la autoridad de Demolombe
(T. VIII, No. 664 y siguientes).
(7) ver autores citados en nota anterior.
(8) Cam. 1ª C.C. de Bahía Blanca, 8 abril 1969: "Los actos del demente que ha fallecido no
pueden ser declarados nulos, salvo que la incapacidad resulte del mismo acto o que éste se
haya consumado después de iniciarse el juicio de insania", El Derecho 27-455, La Ley
134-288 y Diario Jurisprudencia Buenos Aires, 87-61. En igual sentido Cam. Civ. Buenos
Aires, sala E, 20 octubre 1961, El Derecho 2-65; Sup. Corte Prov. Buenos Aires, 2 septiembre
1969, Jurisprudencia Argentina 1969-4-665 y La Ley 137-251; y Cam. 1ª C.C. San Luis, 28
octubre 1969, Jurisprudencia Argentina 1969-4-849 y La Ley 137-16.
(9) Sup. Corte Prov. Buenos Aires, 2 octubre 1969: "El tribunal, al dar curso a la nulidad de la
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compraventa sobre la base de un pedido de insania luego desistido y judicialmente rechazado,
incurrió en aplicación errónea del art. 474", Jurisprudencia Argentina 1969-4-965 y La Ley
137-251.
(10) conf. LLAMBÍAS, Jorge J.: "Tratado ... Parte General", T. I, N° 734, p. 491.
(11) Art. 143 del nuevo Código civil.
(12) El reconocimiento de hijos naturales es un acto personalísimo, que no puede ser obrado
por el representante del incapaz; por ello la ley admitía que un menor adulto lo hiciese (art. 286
del Código de Vélez); pero no pueden efectuarlo las personas que carecen de discernimiento,
como el menor impúber o el demente.
(13) Cam. civ. Buenos Aires, sala A, 20 septiembre 1960: "Conforme con el art. 473 no es
necesario probar que el agente otorgó el acto estando en ese "momento" demente, sino que
basta la prueba más fácil de la demencia en la "época" del acto, es decir, durante un tiempo
más o menos amplio dentro del cual esté comprendido el momento de realización de aquél,
siendo necesario, también, que la demencia haya existido públicamente"; El Derecho 13-38 y
Jurisprudencia Argentina 1961-III-119. Ver también Cam. Civ. Buenos Aires, sala C, 24
agosto 1962, El Derecho 5-749 y Cam. Apel. C.C. Rosario, 17 octubre 1969, Juris 35-224.
(14) "La norma del art. 473 del C. Civil sienta una regla excepcional con relación al sistema
general de capacidad de las personas. Aquel precepto sirve para admitir hacia el pasado un
período de sospecha susceptible de anular los actos si la demencia fuese de pública
notoriedad", Cam. Civ. Buenos Aires, 19 octubre 1962, El Derecho 4-134.
(15) Conf. BUTELER, José A: ob. cit. en nota 6, p. 56. Este autor cita en su apoyo a Duranton,
T. III, No. 778.
(16) PANGRAZIO (ob. cit, comentario al art. 87, p. 199), confunde "adquirente", que contrató
con el demente, con "terceros de buena fe", que son los que han comprado a ese primer
adquirente.
Por otra parte, en el ejemplo que pone de que el vendedor "no presenta signos
manifiestos de enfermedad mental", simplemente la acción no prosperará contra el adquirente,
no por ser un "tercero de buena fe", sino por faltar uno de los requisitos para la impugnación
del acto: el "público conocimiento" del estado de demencia.
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