MEDIOS DE COMUNICACIÓN E INMIGRACIÓN: APROXIMACIÓN A SU INFLUENCIA EN EL AULA José Manuel Romero Morales Universidad de Sevilla La percepción que las sociedades occidentales tienen del mundo árabe está distorsionada y condicionada por un conjunto de estereotipos negativos, reforzados desde los medios de comunicación. El fanatismo, el terrorismo y el peligro de una invasión son rasgos que se atribuyen genéricamente al pueblo árabe, olvidando las cualidades y la rica herencia científica y cultural que esta civilización ha aportado al mundo occidental. La confluencia de las imágenes negativas favorece el triunfo del mensaje racista de la ultraderecha en Europa. La falta de respeto a otras culturas y la exaltación del modelo occidental constituyen una clara expresión de la intolerancia y de la resistencia al diálogo. Existe en la memoria colectiva de los españoles, expresada, entre otros, en los libros escolares y los medios de comunicación, un manifiesto rechazo a la figura del moro: según las encuestas, los árabes y los musulmanes son, después de los gitanos, los que mayor repudio suscitan entre la población española. El rechazo se expresa en la asociación de una serie de ideas negativas, que se muestran, por ejemplo, en los grandes titulares de prensa, en los que la amenaza del Sur y el sangriento terrorismo islámico o el resurgir del Islam y el choque de civilizaciones reemplazan a las antiguas imágenes del peligro proveniente del mundo comunista y construyen un nuevo enemigo, que se convierte en potencial invasor. Las fantasías negativas distorsionan las ideas, y en consecuencia se confunden los términos, asociándose indiscriminadamente palabras como árabe, musulmán, Islam, islamismo, fanatismo o terrorismo, que a menudo se utilizan como sinónimos. Pese a que los medios de comunicación también publican artículos de fondo en los que especialistas del mundo árabe tratan de modificar los estereotipos dominantes, los titulares siguen transmitiendo las imágenes negativas con las que el lector refuerza sus prejuicios. ¿Por qué se forja así un enemigo? ¿A qué malestar cultural o angustia colectiva responde esa fobia social? Quizás el desequilibrio entre la opulencia del Norte y la pobreza del Sur, que es cada vez mayor, explica lo que los sociólogos han corroborado en sus estudios: la pobreza, por su mera existencia, provoca el rechazo del que no es pobre, porque siente amenazado un orden social -o internacional- que le favorece. Históricamente, el flujo de personas del Magreb hacia España ha sido constante. Durante años han constituido el núcleo principal de inmigrantes que se establecía en nuestro país, y desde hace décadas han formado parte de nuestro tejido social y laboral. Actualmente, y según las últimas cifras estadísticas, en España viven y trabajan más de 300.000 musulmanes, de los que la colonia marroquí supone el grupo mayoritario. Es un hecho evidente que cuando un acontecimiento es muy llamativo, la prensa se suele poner del lado del inmigrante. Véase por ejemplo, los casos más recientes de las revueltas de El Ejido (Almería) o las huelgas de hambre de inmigrantes en Barcelona, así como de las innumerables “avalanchas” de inmigrantes en patera a las costas del Estrecho de Gibraltar. Sin embargo, en otro tipo de sucesos sí se perciben actitudes xenófobas o racistas, al relacionar al magrebí con la delincuencia, la droga, etc, recalcando siempre la nacionalidad cuando la noticia es negativa. Pocas veces, salvo en publicaciones especializadas, se da una visión positiva de la inmigración, o se resaltan los valores de la cultura y la religión del inmigrante que viene. Más bien por lo general, se ridiculizan sus costumbres sin tratar de explicarlas. En lo económico-laboral también se comunica, directa o indirectamente, que el inmigrante quita puestos de trabajo, sin aclarar que suelen realizar labores que no quieren hacer los españoles, y que se trabajo, incluso el realizado dentro de la economía sumergida, aumenta considerablemente la riqueza del país. El pulso de la opinión pública en la prensa viene determinado por los artículos de fondo, editoriales, cartas al director y las páginas de sucesos. Sondeando una reciente encuesta del diario El Mundo, en su versión electrónica (http://www.elmundo.es) sobre si “¿Deben ser expulsados los inmigrantes que no obtengan el permiso de residencia?”, alguna de las opiniones extraídas al respecto reflejan claramente una visión racista y xenófoba hacia el inmigrante, aunque es preciso señalar también que la madurez de muchas respuestas reflejan que en España se ha avanzado mucho en materia de inmigración y concienciación para con los inmigrantes. El inmigrante marroquí es el otro para la opinión pública española. En las actitudes de los españoles hacia los árabes en general y a los marroquíes en particular se percibe tanto el desenfoque de la historia como la inseguridad de nuestra identidad en el presente. Los españoles piensan, sobre todo, en los marroquíes cuando oyen hablar de inmigrantes. Esa identificación de inmigrante con marroquí ha aumentado como no podía ser de otra manera, en los últimos años. Esta comunicación no pretende centrarse en aspectos puramente periodísticos, sino que pretende dar luz al problema hasta ahora planteado de la imagen de los inmigrantes en los medios de comunicación y como ello influye en la percepción que desde las aulas se tienen de dichos temas. En Andalucía son numerosos los colectivos ciudadanos que desde hace más de una década intentan dar cobertura social al colectivo inmigrante residente en nuestra comunidad. La labor que muchas de estas asociaciones ejercen sobre los inmigrantes se ve reflejada en los medios de comunicación con un cariz caritativo que en muchas ocasiones entorpecen su verdadero valor y significado, que no es otro que el de ofrecer al grupo al que atienden las garantías mínimas de integración en una sociedad, como la nuestra, tan mal acostumbrada a la recepción de inmigrantes, sobre todo, marroquíes. ¿Cómo esta problemática –tan presente en nuestros días– se extrapola a nuestras aulas, es percibida en los colegios e institutos de nuestra comunidad? ¿Son los niños de hoy los futuros racistas del mañana? ¿Influyen los medios de comunicación en la configuración mental de los niños para con el inmigrante?. Muchas respuestas a estas preguntas encuentran significado en el devenir diario de las escuelas. Son muchos los estereotipos que desde nuestra sociedad están presentes en las aulas. Así por ejemplo, el hecho de que los hijos de inmigrantes –legales o notengan su sitio en las escuelas, hacen que esos estereotipos a los que antes se hacía referencia florezcan con mayor efusividad, puesto que no es fácil para un niño, acostumbrado a ver en los medios de comunicación imágenes con carga peyorativa de inmigrantes, aceptar la presencia de un “otro” dentro de su microsociedad, como es su escuela. ¿Qué podemos hacer, como profesionales de la educación, ante situaciones como esta? Desde mi punto de vista se trata claramente de un caso de educación para los medios de comunicación, de hacer de los niños ciudadanos críticos para con lo que ven y perciben no ya sólo de los medios de comunicación, sino también desde cualquier otro ámbito. Pero a la vista queda que con las actuaciones que actualmente se llevan a cabo no es suficiente. En estos temas, como en todos los relacionados con la educación, el actuar sólo desde la escuela es insuficiente. Se trataría de llevar a cabo un plan integral entre todos los agentes educativos con los que se encuentra el niño a lo largo de su etapa formativa. Quizás todo esto suponga una utopía, pero el concienciar al niño de que su país no hace mucho tiempo se encontraba en la misma posición que los países hoy “exportadores” de personas, y que por tal motivo, debería de estar mejor preparado para recibir, sin ningún prejuicio a inmigrantes. Aplicar planes de educación para la convivencia desde una edad temprana, concienciar a padres y madres de la necesidad y oportunidad de lo que ello supone serían algunas de las medidas que desde la Administración, no ya estatal o autonómica, sino desde los propios planes de los centros, ayudarían a paliar un problema serio, que de no arreglarse supondría tener en nuestras aulas a niños que no respetan a lo diferente, que no por ello es mejor ni peor, y no estarían preparados para afrontar una sociedad multicultural, globalizada, donde las relaciones entre las personas no tendrán como nexo de unión su procedencia o su raza.