Jugando con el lenguaje ¿En qué lengua hablas? De igual manera que el agua se compone necesariamente de hidrógeno y oxígeno, el texto se compone necesariamente de palabras, o sea de agrupaciones de fonemas o de letras con significado. ¿Qué pasaría si, en vez de verdaderas palabras, utilizáramos aquellas “palabras silvestres” que la Caperucita Roja de Manhattan llamaba farfanias, que “sonaban muy graciosas”, aunque “casi nunca querían decir nada”?. Pasaría que estaríamos ante un nuevo lenguaje inventado por nosotros (Julio Cortázar lo llamó gíglico), que realmente no sería un lenguaje, porque el lenguaje ha de ser forzosamente social, no individual. O pasaría que estaríamos ante un momeciclo, nuevo género literario inventado por Enrique Jardiel Poncela, en el que –según su creador- “la idiotez roza a veces lo genial”... “-¡Asquerosa- brama la señora Fifa, tratando de sonsonarse el ayelmado triponio que ademenos es de satén rosa. Revoleando una mazoca más bien prolapsa, contracarga a la crimea y consigue malivolarle un suño a la Tota que se desporrona en diagonía y por un momento horadra el raire con sus abrocojantes bocinomias. Por segunda vez se le arrumba un mofo sin merma a flamencarle las mecochas, pero nadie le ha dismunido el encuadre a la Tota sin tener que alanchufarse su contragofia, y así pasa que la señora Fifa contrae un plica de miercolamas a media resma y cuatro peticuras de esas que no te dan tiempo al vocifugio, y en eso están arremulgándose de ida y de vuelta cuando se ve precivenir al doctor Feta que se inmolume inclótumo entre las gladiofantas. La inmiscusión terrupta Julio Cortázar ¿Serías capaz de escribir un gíglico al estilo de Julio Cortázar?. Recoge un texto de unas doce líneas de un autor cualquiera. Prueba a rellenar el texto con palabras inventadas por ti, que tengan una acentuada musicalidad. No es nada difícil y los resultados son divertidos y brillantes.