TAXONOMÍA 17 este historiador da idea de la importancia de los cultivos y del extraordinario desarrollo que alcanzaban en Babilonia el mijo, el sésamo, el trigo y la cebada, observaciones confirmadas por el griego Ctesias, que, como médico de Artajerjes Mnemon, residió largos años en la corte de Persia y describió el famoso pensil construido por Nabucodònosor en Babilonia. A ambos autores se debe la noticia del gran florecimiento agrícola de que gozaron dichos países en aquella época y de los feracísimos cultivos que cubrieron regiones que en la actualidad son totalmente improductivas. Jenofonte, en la célebre retirada de los diez mil, consigna también observaciones referentes á la vegetación de los países por donde atravesaron. Así habla del sésamo, del sorgo, del mijo, trigo, cebada y viñedos, de la Cilicia y de las llanuras del Eufrates cubiertas de ajenjo, abrótano y estragón. La gran expedición de Alejandro Magno, discípulo de Aristóteles, es la que más sirvió en este concepto para dar á conocer á los griegos especies notables de la fauna y flora de Persia y de la India, y entre las especies vegetales dadas á conocer entonces se hallan la cidra, el melocotonero, la canela, la pimienta, el gengibre, los cardamomos, la higuera de las pagodas (Ficus religiosa) y el algodonero, del cual antes sólo se conocía el producto. Piiede decirse que la cuarta parte de las plantas notables mencionadas después por Teofrasto, Dioscórides, Plinio y Galeno eran desconocidas de los griegos antes de la expedición de Alejandro. Aunque de lo ya indicado se deduce que los griegos conocieron muchas plantas notables, no es menos cierto que llegaron á la plenitud de su civilización (siglo v antes de J. C.) sin que hubiesen podido establecer alguna noción científica de la Botánica; verdad es que los sabios griegos anteriores á Aristóteles no se distinguieron como observadores. En sus concepciones filosóficas, en las que revelan tanto genio y tan viva imaginación, exponen alguna noción respecto de las plantas, considerándolas como seres orgánicos y atribuyéndolas sensibilidad y conciencia. Pitágoras (siglo v i antes de J. C.) es el primer filósofo griego de quien sepamos que publicó un tratado de las propiedades de las plantas, y en él admitía la transmigración de las almas entre animales y vegetales (metempsícosis). Anaxágoras (siglo v antes de J. C.) indicó ya que las hojas estaban encargadas de la respiración, y que absorbían y exhalaban, idea que, aunque al parecer no estaba basada en la observación, hubiera podido adelantar muchos siglos la noción verdadera de la nutrición vegetal; pero que desgraciadamente fué perdida y no reapareció hasta el siglo x v n i . Empedocles, de Agrigento, discípulo del anterior, que escribió hacia el año 440 antes de J. C , en su libro Sobre la Naturaleza, escrito en versos hexámetros, y del que sólo se han conservado algunos fragmentos, compara las raíces con las bocas do los animales, y las semillas con los huevos, y, según Aristóteles, afirmaba que en las plantas se encuentran los dos sexos reunidos, sin decir cuáles eran éstos. Metrodoro (444 años antes de J. C.) unía á los