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Actividad 3
Historia de la Filosofía
2º Bach
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La motivación inicial de la filosofía de Platón fue fundamentalmente política y
moral, motivación que se vio reforzada por la influencia de su maestro Sócrates. La
necesidad de pensar el fundamento de la justicia y el orden social condujo a Platón
a considerar que éstos no pueden basarse en un mero relativismo, como decían los
sofistas, ni puede ser sólo fruto de un simple pacto o contrato social, que es una
mera pugna entre contendientes que cesan sus hostilidades entre sí por el mero
egoísmo de conseguir seguridad. Sócrates había señalado la necesidad de una
justicia en sí, de una bondad en sí. Y pensaba que solamente por la existencia de lo
justo en sí son posibles actos justos, de la misma manera que solamente por la
existencia de la belleza en sí son posibles las cosas bellas. Esta distinción entre dos
órdenes de realidad distintos -que Sócrates había vislumbrado en el ámbito de la
ética- hace pensar a Platón, siguiendo a su maestro, que la simple seguridad no
puede ser fundamento de la justicia ni del orden, como lo muestra la historia de las
tiranías y otras formas de gobierno injustas. Tampoco el mero consenso de la
mayoría puede ser el fundamento de la justicia, como lo prueba la misma condena
de Sócrates en la democracia ateniense.
Debe existir un fundamento de la justicia, debe existir la justicia misma para que
sean posibles las acciones justas, que son sólo presentaciones concretas y parciales
de la justicia. Hacia la búsqueda de esta fundamentación se dirige el pensamiento
de Platón. Más allá de los ejemplos concretos de cosas bellas o relaciones
amistosas, debe existir la belleza y la amistad que hacen posibles aquellas; más allá
de actos y relaciones justas debe existir la justicia misma que las hace posibles. El
estudio de este fundamento, generalizado desde la ética hasta toda realidad,
conducirá a Platón a la formulación de la teoría de las ideas o de las formas, que es
el centro de toda la filosofía platónica. Así, Platón va mucho más allá de su maestro
Sócrates, y considera la necesidad de afirmar la existencia de estas ideas como
medio para comprender la totalidad de lo real, y no situarlas solamente en el ámbito
de la ética. Pero a la inicial orientación de tipo político y moral dirigida hacia la
búsqueda de un fundamento absoluto de la justicia, se añade en Platón una
orientación dirigida hacia la búsqueda de un fundamento del conocimiento o de la
ciencia (episteme). Con ello, la oposición a los sofistas es total: en contra del
relativismo moral y en contra del escepticismo epistemológico. Si los sofistas
estaban equivocados, según Platón, al considerar que no hay propiamente ningún
fundamento de la justicia (con lo cual situaban a ésta en el simple terreno de lo
opinable, y en el mundo en devenir), también erraban al pensar que no es posible
un conocimiento verdadero. En ambos casos el error, según Platón, se debía a que
se situaban en el terreno de lo meramente sensible. Pero, de la misma manera que
los actos (particulares y concretos) solamente los podemos calificar de justos o
injustos por referencia a la justicia (universal y abstracta), el conocimiento del
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mundo físico (cambiante, temporal, efímero), solamente es posible por referencia a
otra realidad (inmutable, eterna, permanente). Así, a la inicial motivación políticomoral, se añade una motivación epistemológica que conducirá el pensamiento de
Platón hacia la formulación de la teoría de las ideas.
Partiendo de una motivación epistemológica, el pensamiento de Platón se
encaminará a buscar el auténtico objeto del conocimiento y, bajo la influencia
pitagórica, considerará las matemáticas como modelo de conocimiento. Así, de la
misma manera que el matemático habla de triángulos, círculos, esferas o números,
de los que sus dibujos son sólo meras y toscas representaciones, y no confunde el
dibujo de un triángulo con el triángulo como figura geométrica ideal, el filósofo no
ha de confundir la realidad física ni los acontecimientos particulares con las ideas
de las cuales estos actos o cosas son meras representaciones. De la misma manera
que el dibujo de un triángulo no es un triángulo -es sólo una representación de esta
figura ideal sin la cual no sería posible hablar de triángulos-, un acto justo no es «la
justicia». Pero esto es extensible a toda ciencia, ya que el auténtico conocimiento
(episteme) no es nunca conocimiento de lo particular concreto, sino de lo universal
abstracto.
Un botánico no se interesa en realidad por este ciprés, aquel pino o este otro abeto,
sino que toma estos casos particulares para llegar a la noción de "conífera" y, más
allá, a la noción de "árbol" en general y, más allá todavía, a las nociones de
"vegetal" y "ser vivo". En el límite, y esto compete ya solamente a la filosofía,
deberíamos poder llegar a la noción general del "ser". Y así como nos
equivocaríamos totalmente si para estudiar las propiedades de un árbol nos
limitásemos a contemplar un dibujo suyo, o confundiésemos la noción general de
árbol con un ciprés, también nos equivocaremos intentando saber qué es la justicia,
o qué es la belleza, limitándonos a observar actos justos o cosas bellas. Es preciso,
pues, dirigir la atención hacia el fundamento que hace posibles estos actos o estas
cosas, es decir, hacia lo que Platón llamará las "ideas". La pregunta por el
significado y por la clase de existencia de estos términos o predicados generales es
el núcleo de la teoría de las ideas de Platón que, según él, es el centro de toda
filosofía, razón por la cual, los que se dedican a ésta aparecen, ante los ojos de los
demás, como personajes alejados de lo que, erróneamente, consideran la realidad.
Cortés Morató, J y Martínez Riu, A. Diccionario de filosofía, Herder, Barcelona, 1996.
1. Subraya comprensivamente el texto.
2. ¿En qué consiste "la motivación ética" de la filosofía de platónica?
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3. ¿En qué consiste "la motivación epistemológica" de la filosofía de platónica?
4. ¿Cuál es la diferencia entre el "conocimiento de lo particular concreto" y el
"conocimiento de lo universal abstracto"? ¿Pon ejemplos (distintos de los del
texto).
5. ¿Qué son las "ideas" y por qué pueden servir de "fundamento" para el
conocimiento o la ética?
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—Considera ahora —prosiguió Sócrates— si lo que ocurre es esto. Afirmamos que
de algún modo existe lo igual, pero no me refiero a un leño que sea igual a otro
leño, ni a una piedra que sea igual a otra, ni a ninguna igualdad de este tipo, sino a
algo que, comparado con todo esto, es otra cosa: lo igual en sí. ¿Debemos decir que
es algo, o que no es nada?
—Digamos que es algo ¡por Zeus! —replicó Simmias— y con una maravillosa
convicción.
—¿Sabemos acaso lo que es en sí mismo?
—Sí —respondió.
—¿De dónde hemos adquirido el conocimiento de ello? ¿Será tal vez de las cosas
de que hace un momento hablábamos? ¿Acaso al ver leños, piedras u otras cosas
iguales, cualesquiera que sean, pensamos por ellas en lo igual en el sentido
mencionado, que es algo diferente de ellas? ¿O no se te muestra a ti como algo
diferente? Considéralo también así: ¿No es cierto que piedras y leños que son
iguales, aun siendo los mismos, parecen en ocasiones iguales a unos y a otros no?
—En efecto.
—¿Y qué? ¿Las cosas que son en realidad iguales se muestran a veces ante ti como
desiguales, y la igualdad como desigualdad?
—Nunca, Sócrates.
—Luego no son lo mismo—replicó— las cosas esas iguales que lo igual en sí.
—No me lo parecen en modo alguno, Sócrates.
—Pero, no obstante, ¿no son esas cosas iguales, a pesar de diferir de lo igual en sí,
las que te lo hicieron concebir y adquirir su conocimiento?
—Es enteramente cierto lo que dices.
—Y esto ¿no ocurre, bien porque es semejante a ellas, bien porque es diferente?
—Exacto.
—En efecto — dijo Sócrates — no hay en ello ninguna diferencia. Si al ver un
objeto piensas a raíz de verlo en otro, bien sea semejante o diferente, es necesario
que este proceso haya sido un recuerdo.
—Sin duda alguna.
—¿Y qué? —continuó—, ¿no nos ocurre algo similar en el caso de los leños y de
esas cosas iguales que hace un momento mencionábamos? ¿Acaso se nos presentan
iguales de la misma manera que lo que es igual en sí? ¿Les falta algo para ser tal y
como es lo igual, o no les falta nada?
—Les falta, y mucho —respondió.
—Ahora bien, cuando se ve algo y se piensa: esto que estoy viendo yo ahora quiere
ser tal y como es cualquier otro ser, pero le falta algo y no puede ser tal y como es
dicho ser, sino que es inferior, ¿no reconocemos que es necesario que quien haya
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tenido este pensamiento se encontrara previamente con el conocimiento de aquello
a que dice que esto otro se asemeja, pero que le falta algo para una similitud
completa?
—Necesario es reconocerlo.
—¿Qué respondes entonces? ¿Nos ocurre o no lo mismo con respecto a las cosas
iguales y a lo igual en si?
—Lo mismo enteramente.
—Luego es necesario que nosotros hayamos conocido previamente lo igual, con
anterioridad al momento en que, al ver por primera vez las cosas iguales, pensamos
que todas ellas tienden a ser como es lo igual, pero les falta algo para serlo.
—Así es.
—Pero también convenimos que ni lo hemos pensado, ni es posible pensarlo por
causa alguna que no sea el ver, el tocar o cualquier otra percepción; que lo mismo
digo de todas ellas.
—En efecto, Sócrates, pues su caso es el mismo, al menos respecto de lo que
pretende demostrar el razonamiento.
—Pues bien, a juzgar por las percepciones, se debe pensar que todas las cosas
iguales que ellas nos presentan aspiran a lo que es igual, pero son diferentes a esto.
¿Es así como lo decimos?
—Es así.
—Luego, antes de que nosotros empezáramos a ver, a oír y a tener las demás
percepciones, fue preciso que hubiéramos adquirido ya de algún modo el
conocimiento de lo que es lo igual en sí, si es que a esto íbamos a referir las
igualdades que nos muestran las percepciones en las cosas, y pensar, al referirlas,
que todas ellas se esfuerzan por ser de la misma índole que aquello, pero son, sin
embargo, inferiores.
—Necesario es, Sócrates, según lo dicho anteriormente.
—Y al instante de nacer, ¿no veíamos ya y oíamos y teníamos las restantes
percepciones?
—Efectivamente.
—¿No fue preciso, decimos, tener ya adquirido con anterioridad a estas
percepciones el conocimiento de lo igual?
—Sí.
—En ese caso, según parece, por necesidad lo teníamos adquirido antes de nacer.
—Eso parece.
2. ¿A qué se puede llamar, en el texto "conocimiento de lo particular", y
"conocimiento de lo universal"? (cita, entrecomillándolas, las frases en que
aparece).
3. ¿A qué se puede llamar, en el texto "conocimiento sensible", y "conocimiento
intelectual"? (cita, entrecomillándolas, las frases en que aparece).
4. ¿Por qué no puede adquirirse a través de los sentidos o de las percepciones
ningún conocimiento "universal")
Platón, Fedón 74a-75c.
1. Subraya comprensivamente el texto
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