Falta de oportunidades aleja de la escuela a indígenas La falta de oportunidades es una de las principales razones por las que los niños, niñas y adolescentes de la comunidad indígena de Cerrito, Benjamín Aceval, dejan la escuela. A menos de una hora de Asunción, los escasos recursos económicos con los que cuentan las familias hacen que los estudiantes deban abandonar sus estudios para trabajar y ayudar a sus padres y madres. La comunidad indígena del pueblo Toba-qom se encuentra en Cerrito, localidad de Benjamín Aceval, departamento de Presidente Hayes, a 50 kilómetros al norte de Asunción, en el Chaco paraguayo. Allí se encuentra la escuela y colegio indígena n° 4098 “Faro”, a la que asisten unos 160 niños, niñas y adolescentes de la zona, donde viven unas 246 familias nativas, en unas 1100 hectáreas. La mayoría de los estudiantes abandona los estudios en quinto o sexto grado de la educación escolar básica, cuando aprenden a leer y a escribir, o cuando sus familias se movilizan a otras localidades en búsqueda de trabajo, principalmente en estancias de la zona, donde se desempeñan como peones. “No es que abandonan porque no quieren estudiar, sino que abandonan la escuela muchas veces porque su papá o su mamá se fueron a trabajar a otro lugar y no quieren dejar a sus hijos, por esas razones muchas veces abandonan sus estudios”, explica el profesor indígena Francisco Ramírez. “No es que no quieren estudiar. Muchas veces es irremediable porque tienen que alimentar a sus hijos. Porque acá por lo menos trabajo no hay, solo de la artesanía se vive”, agrega. 1 “Cuando aprenden a leer y a escribir bien, ya quieren dejar los estudios. Son pocos los que terminan el colegio”, cuenta la profesora Mabel Romero, que enseña en el séptimo y octavo grado de la escuela. Según ella, los varones van a trabajar en las estancias, y las chicas a las casas, como empleadas domésticas. El año pasado, cuatro estudiantes culminaron la educación media en este colegio, y tres de ellos están intentando continuar sus estudios en formación docente, pero con muchas dificultades, ya que apenas consiguen el dinero suficiente para movilizarse hasta la facultad correspondiente, que queda a unos 12 kilómetros de la comunidad, donde además deben costear fotocopias y libros. Ramírez cuenta que varias veces solicitaron becas al Ministerio de Educación y Cultura (MEC), pero que no recibieron una respuesta positiva. “Entonces se quedan otra vez acá los estudiantes, a buscar trabajos temporales, a hacer lo mismo que sus padres, se van con ellos”, subraya el docente. Además de esta situación, la falta de merienda escolar, que la Gobernación de Presidente Hayes debe proveer en la zona, hace que algunos estudiantes no asistan a clases, o que deban abandonarlas por cansancio y dificultades para concentrarse, por no haber comido en el día. Este año, las autoridades entregaron en mayo un paquete con alimentos para la merienda, que duró unos dos meses, y no volvieron a recibir otro, contó Ramírez. Según la “Encuesta nacional de hogares indígenas 2008” de la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC), unas 108.308 personas conforman los 20 pueblos nativos de Paraguay, siendo el 2% del total de personas que vive en el país. El 54% de esta población tiene menos de 18 años de edad, o sea, son niños, niñas y adolescentes. La pobreza afecta al 63% de ellos. En cuanto a educación, los pueblos indígenas tienen un promedio de escolaridad de solo tres años, mientras que a nivel nacional llega a ocho. El apoyo de Unicef El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) apoyó a representantes de organizaciones nativas y aliados para impulsar la ley de educación indígena, la cual fue aprobada en 2007. Según el profesor Ramírez, esta norma refuerza la obligación del Estado de brindar a los pueblos originarios una educación pública que favorezca el aprendizaje en sus propios idiomas y culturas. Como parte de la implementación de la ley, Unicef apoyó al MEC en el proceso de fortalecimiento de la Dirección General de Educación Escolar Indígena, creada en 2008. Asimismo, acompaña a la sociedad civil en procesos de vigilancia ciudadana y 2 generación de propuestas para lograr el derecho a la educación de los niños, niñas y adolescentes indígenas. 3