SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA GUADALUPE DE AYQUINA www.santuariodeayquina.cl INCULTURACION Entre los temas más frecuentemente tratados por el Papa Juan Pablo II está la Evangelización, y como un aspecto importante de ella, la inculturación del Evangelio. Desde el lejano 27 de Abril de 1979, a los pocos meses de su Pontificado, el Papa hablaba en una Alocución de este tema y exponía que "la inculturación es un componente de la Encarnación": es decir, que la inculturación de la fe y del Evangelio es una consecuencia práctica de la Encarnación del Hijo de Dios, que salvando todo y sólo aquello que asume ("quod non este assumptum non est redemptum", San Ireneo) debe asumir en la Iglesia todas las culturas, purificando o eliminando lo que es contrario a su espíritu, pero por ello mismo preservándolo de toda autodestrucción. La fe debe penetrar hasta los niveles más profundos del hombre y de la sociedad, hasta fermentar de vida cristiana el modo de pensar, de sentir y de actuar: éste debe ser el resultado de la acción animadora del Espíritu en la historia, para lograr una "nueva Creación". Ahora bien ¿qué cosa es inculturación? ¿Qué entendemos ante todo por cultura? ¿Qué es evangelizar la Cultura? ¿Desde cuándo entré al lenguaje de la Iglesia el concepto de inculturación de la fe o del Evangelio? ¿Cómo hacer para inculturar el Evangelio? ¿La liturgia?. Son interrogantes que preocupan al Pastor de hoy. 1.- CULTURA a) Un concepto subjetivo de la cultura comprende todo cultivo personal del hombre, en sus cualidades espirituales y Corporales (GS 53). b) Un concepto objetivo de cultura comprende el cultivo de tres relaciones básicas del hombre: relación con la naturaleza, para modificarla, dominarla y sacar de ella bienes de consumo y de servicio; relación con el hombre, para hacer más humana la convivencia, mediante el perfeccionamiento de las costumbres e instituciones; relación con Dios, mediante la práctica religiosa (GS 53): es esencial a toda cultura la actitud con que un pueblo afirma o niega una vinculación religiosa con Dios, por los valores o antivalores que ello entraña (Puebla 386, 389). c) Un concepto sociológico (etnológico) que descubre una pluralidad de culturas en la historia, diversos estilos de vida común (GS 53), con diferentes escalas de valores, distinto modo de trabajar, de usar las cosas, de expresarse, de practicar la religión, de establecer leyes e instituciones jurídicas de crear arte y cultivar la belleza. Esta cultura es patrimonio de cada comunidad (Puebla 38 7). 2.- EVANGELIZAR LA CULTURA En 1974 se celebró en Roma un Sínodo de Obispos sobre Evangelización y culminó con la Exhortación Apostólica "Evangelii Nuntiandi" de Pablo Vi (8 diciembre 1975). Este documento fue el que guió todos los trabajos de la III Asamblea General del Episcopado Latino Americano celebrado en Puebla, en febrero de 1 979, con el resultante Documento Puebla, de tanta relevancia en la vida de la Iglesia. El Papa y Puebla enseñan que evangelizar es evangelizar las Culturas, pues la Buena Nueva debe llegar a todos los ámbitos y transformar desde el interior la conciencia personal y colectiva del hombre (EN 1 8), los valores y modelos de vida de la humanidad que no estuvieron acordes con el designio de salvación de Dios (EN 19). Lo que importa es evangelizar la cultura y las culturas del hombre, partiendo de la persona considerada en si misma y en sus relaciones con los demás y con Dios (EN 20). -Puebla dedica amplio espacio a este tema (n. 388-56): llegar a las raíces de las Culturas, transformar estructuras y ambiente social, fortalecer los valores auténticos de las culturas, contribuir al desarrollo de los "semina verbi" (gérmenes del verbo), purificar los desvalores apartar las idolatrías y valores absolutizados, corregir las falsas concepciones de Dios y las manipulaciones del hombre por el hombre. -Como punto específico de la evangelización de la cultura en Latinoamérica debe señalarse el purificar y dinamizar por el Evangelio el "Catolicismo popular" (Puebla 457), así como la debe promoción de la persona humana según la doctrina social de la Iglesia, para liberara de la servidumbre del pecado personal y social, y lograr una convivencia digna de los hijos de Dios (472-506). -Por primera vez en la historia, el tema de la cultura entró en la enseñanza formal del Magisterio de la Iglesia en los documentos del Vaticano II. Gaudium et Spes sostiene que el hombre no alcanza niveles, de realización si no es mediante la cultura (GS 53), que tiene un valor propio y una legítima autonomía (GS 55:AA7), pero sólo en EN aparece el tema de la Evangelización de la Cultura y las Culturas, ante el drama de nuestro tiempo: la innegable ruptura ente Evangelio y Cultura (EN 20). En esta labor hay que partir siempre de la persona humana, en sus relaciones con otras personas y con Dios (ibidem). Puebla desarrolla la reflexión sobre cultura de Gaudium et Spes, asimila la propuesta de EN sobre la evangelización de la cultura y la transforma en programa pastoral para la iglesia en América Latina: el Evangelio penetrar los valores y criterios que inspiran nuestras culturas (Puebla 395). Hay en toda América Latina un sustrato católico (n. 7) de una cultura impregnada de fe que se manifiesta en las actitudes religiosas del pueblo (n, 413). La religiosidad popular contiene un acervo de valores que responden con sabiduría a los grandes interrogantes de la existencia (n, 448), pero hoy está amenazada por la urbanización, el secularismo y los estructuras de injusticia que se le han impuesto (n. 437). La importancia que da Puebla a las estructuras socioeconómicas como elemento de la cultura y objeto de evangelización, constituyen una gran aportación y un avance al concepto de cultura de GS y a los retos a la evangelización que señala EN. 3.- INCULTURACION Cuando Puebla señala unos criterios para asumir las culturas, habla de una encarnación (n. 400), pero no desarrolla el problema de la inculturación del Evangelio. Más aún, ni siquiera emplea este Vocablo, que ya existía desde el Sínodo de 1977. Fue Juan Pablo II quien Consagró el término "inculturación" y determinó su sentido. En una alocución a unos fieles de Bérgamo, en 1982, sobre cultura cristiana y evangelización de la cultura, el Papa señala dos ejes fundamentales: un sano concepto antropológico de cultura y un concepto teológico de inculturación del Evangelio. Estos dos conceptos van a guiar todo el Magisterio de Juan Pablo II. Ya en la Encíclica Redemptor Hominis (4 de marzo de 1979) inicia el Papa su discurso antropológico sobre el hombre. El hombre, en la plenitud de su ser personal y a la vez comunitario y social, es el camino obligado que debe recorrer la Iglesia en el cumplimiento de su misión... camino trazado por Cristo mismo, que invariablemente lleva la senda de la Encarnación y de la Redención (nl4). Hablando el Papa a la UNESCO (París 1980) expone que "hay que afirmar al hombre por él mismo", "no por otro motivo o razón, únicamente por él mismo" Y allí mismo expone que "el hombre vive una vida verdaderamente humana gracias a la cultura": por ella el hombre en cuanto hombre se hace más hombre. Es a través de la cultura como el Evangelio puede aproximarse al hombre, a este hombre que es principio, medio y fin de la cultura. Hablando el Papa en la Universidad de Coimbra, Portugal, decía: "La cultura hace al hombre y el hombre hace la cultura". Entre cristianismo y cultura hay un nexo inseparable, orgánico, como siempre lo ha habido entre religión y cultura, Para aproximarse el Evangelio a la cultura y a través de ella al hombre, debe el Evangelio conocer el lenguaje y las categorías mentales de la cultura a la que se acerca, sus formas de vida, sus valores. Así podrá integrarlos en el cristianismo y transformarlos paulatinamente, hasta llegar a una encarnación vital del cristianismo en esa cultura. En esto consiste la inculturación. Podemos, pues, hablar de inculturación, cuando la fe se hace cultura, cuando impregna los distintos espacios culturales de nuestro tiempo" cuando reencarna los valores del humanismo cristiano ("Discurso al Congreso sobre Evangelización y ateísmo". Roma, 1980). Cristo vino a salvar a todo el hombre, en su existencia diaria concreta: por ello el cristianismo entra en contacto con las Culturas, incorpora sus auténticos valores y acaba creando cultura: "Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no enteramente pensada, no fielmente vivida" decía el Papa en Roma, en 1988. En la inculturación de la fe o evangelización de la cultura hay una dialéctica que se enmarca dentro del misterio pascual: muerte y resurrección. Se inicia con un esfuerzo de expresar la fe en las Categorías de esa cultura, en un intento de encarnación. En el segundo paso el Evangelio somete a juicio a esa cultura para que se despoje de lo que no es compatible con él. De este momento de muerte de elementos no asimilables resucita una nueva cultura original cristiana. Toda cultura es producto del hombre, en consecuencia, estará marcada por el pecado: también la cultura debe ser purificada, elevada, perfeccionada (Enciclica Redemptoris Missio 54): Tres acontecimientos recientes en la vida de la Iglesia han permitido ahondar más el concepto de evangelización de la cultura o inculturación de la fe, así como trazar líneas de acción pastoral en ese terreno. En primer lugar la Encíclica del Papa Juan Pablo II "REDEMPTORIS MISSIO" del 7 de diciembre de 1990. En segundo lugar la celebración de la IV Conferencia General del Episcopado Latino Americano (CELAM) en la isla de Santo Domingo, del 12 al 28 de octubre de 1992 sobre el tema "Nueva Evangelización promoción humana-cultura-cristiana". En tercer lugar la Exhortación Apostólica "Ecclesia in Africa" (La Iglesia que está en Africa) fruto del Sínodo de Obispos para Africa celebrado del 10 de abril al 8 de mayo de 1994: el documento del Papa está fechado el 14 de septiembre de 1995. A.- La Encíclica "Redemptoris Missio" (7 diciembre 1990) El Papa Juan Pablo II publica esta Encíclica en las proximidades del tercer milenio, cuando se hace todavía más urgente la necesidad de llevar el Evangelio a todos los pueblos ("La misión se halla todavía en sus comienzos"), pues día a día crece el número de los que no conocen a Cristo: desde el final del Vaticano II y apenas a los 25 años del Decreto conciliar "Ad" gentes casi se ha duplicado la muchedumbre de los que no conocen a Cristo! En el capítulo V se señalan los Caminos de la Misión: el testimonio de vida cristiana, el kerygma o anuncio de Cristo crucificado, muerto y resucitado, la conversión y el bautismo, la formación de comunidades cristianas, la inculturación o proceso de inserción en las culturas de los pueblos (n. 52-54), el diálogo con otras religiones, la educación de las conciencias para promover el desarrollo. Todo ese programa deberá estar movido por el amor. lnculturar es transformar íntimamente los auténticos valores culturales en valores cristianos, integrándolos en la misma visión de vida, y a su vez enraizar el cristianismo en las diversas culturas. Abarca la reflexión y la praxis. No es un proceso fácil, pues no debe comprometer en ningún modo las características y la integridad de la vida cristiana. La Iglesia encarna el Evangelio en las diversas culturas transmitiéndoles sus propios valores, asumiendo lo que hay de bueno en ellas y renovándolas desde dentro. La Iglesia se enriquece a sí misma, conoce y expresa aun mejor el misterio de Cristo y las comunidades evangelizadas podrán expresar la propia experiencia cristiana en maneras y formas originales, El con su arte y tradiciones, cuidando de permanecer en sintonía con las exigencias de la fe. Ello requiere de períodos de incubación, de cuidado de los Obispos y de las voces de la Iglesia Universal, que deben hacer oír a expertos de todo el pueblo cristiano, para la unidad en la fe, pues es sabido que en muchos aspectos es a través de la reflexión del pueblo cristiano como se alcanza el genuino sentido de la fe. B.- La IV Asamblea de Obispos Latinoamericanos se celebró en la isla de Santo Domingo a partir del 12 de Octubre de 1992, a los 500 años del inicio de la Evangelización en América. En el capítulo III de la 2a parte del documento resultante se trató el tema de la Cultura Cristiana (n 228-286). Allí se abunda sobre la inculturación (n 230) y la evangelización inculturada (n. 248). El Papa habló de "las proporciones insospechadas" que tiene la crisis con la desaparición de valores humanos y cristianos. Medio para atacar ese desafío es la lnculturación del Evangelio, a la luz de los tres grandes misterios de la salvación: Navidad (Encarnación), Pascua (sufrimiento redentor) y Pentecostés (acción del Espíritu para entender en la propia lengua la maravillas de Dios). Inculturar es encarnar el Evangelio en las diversos culturas, transmitir valores, reconocer valores de las diversas culturas, purificarlos, evitar sincretismos, En esa labor participan Pastores y fieles, todo el pueblo de Dios (n. 2309). Debe ofrecerse una evangelización inculturada a los hermanos indígenas, respetando sus formulaciones culturales, aprendiendo su cosmovisión que, de la globalidad Dioshombre-mundo hace una unidad que impregna todos las relaciones humanos, espirituales y trascendentes. Se debe acoger con aprecio sus símbolos, ritos y expresiones religiosas compatibles con el genuino sentido de la fe (n, 248). Trato semejante se debe a los hermanos afroamericanos (n. 249) y a las etnias (n. 252). La cultura moderna (n. 252-254) y la ciudad exigen una Pastoral nueva (255ss). C.- Del 10 de abril al 8 de mayo de 1994 se celebró el Sínodo de Obispos para Africa. Durante cuatro semanas la Iglesia que está en Africa celebró su fe en Cristo resuscitado. Fue un evento de esperanza para todo el Continente, no obstante los graves problemas sociales, económicos y politicos que aquejan al Continente negro. Causó la sensación de algo nuevo. En 1980 el Papa Juan Pablo II celebró el En la Carta Apostólica "Tertio millenio adveniente" (n. 38) el Papa anuncia dos Sínodos continentales: uno para las Américas, tan distintas por su historia y por su situación social, y otro para Asia, en donde resalta el encuentro del cristianismo con las más antiguas culturas y religiones locales. Del Sínodo para Africa brotó la Exhortación Apostólica "Ecciesio in Africa", del 14 de septiembre de 1995. El capítulo III lo dedica al tema de la Evangelización y de la inculturación (n.5571), dentro del tema general de la misión evangelizadora de la Iglesia que está en Africa, hacia el año 2000. La Iglesia existe para evangelizar (EN 1 4) y la evangelización tiene por objeto "transformar desde dentro renovar a la misma humanidad (ibidem 1 8). La Iglesia en Africa debe testimoniar el Evangelio con la palabra y con la vida, provocar un encuentro con la persona viva de Cristo. Para la evangelización es necesaria la inculturación, es decir, el proceso por el que la catequesis se encarna en las diferentes culturas (Catechesi tradendae 53). La inculturación en su doble dimensión, la de transformar los auténticos valores culturales integrándolos en el cristianismo, y la de la enraizar el cristianismo en las diversas culturas humanas (Redemptoris missio 52). La inculturación es propuesta como una prioridad y una exigencia de la evangelización, un camino hacia la plena evangelización, el gran desafío a las puertas del tercer milenio (EA 59). La inculturación es la penetración del mensaje evangélico en las culturas, a la manera como la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros (Juan 1, 14). Todas las culturas deben ser iluminadas y transformadas a la luz de la Encarnación, del despojo de sí mismo para poder ser luego exaltado (Juan 12,24.32) en la resurrección: vendrá luego un Pentecostés gracias a la efusión y acción del Espíritu que permitirá profesar en la propia lengua la única fe en Jesucristo y proclamar las maravillas que ha realizado el Señor (EA 61). La inculturación prepara al hombre para acoger a Jesucristo en la integridad de su ser personal, cultural, político, económico, santificado por la acción del Espíritu (EA 62). inculturación engloba los ámbitos de la vida de la Iglesia: teología, liturgia, vida y estructura de la Iglesia. En Africa se hace necesaria la reflexión y el estudio de las Universidades e Institutos católicos sobre matrimonio, los antepasados, el mundo de los espírtu (EA64). Un aspecto importante de la evangelización inculturada es descubrir al hombre el sentido de la dignidad humana restaurada. Dios devuelve al hombre su dignidad inalienable de persona y de hijo de Dios mediante la Encarnación de su Hijo único. El hombre no puede vivir en condiciones lnfrahumanas de vida. El Papa Son León Magno exclamaba en Europa en el siglo V: "Cristiano, toma conciencia de tu dignidad! "(Sermón 21,3). En el mensaje inculturado de la Encarnación del Hijo de Dios encontramos el fundamento teológico de la dignidad de la persona humana y de la lucha por la justicia y la paz social, por la promoción humana y el desarrollo integral de todos los hombres. Con toda razón dijo el Papa Pablo VI: "el desarrollo es el nuevo nombre de la paz" (Populorum Progressio 87). Este ministerio de evangelización en el campo social, que denuncia y combate todo lo que envilece y destruye al hombre es parte de la inculturación del Evangelio (E A 7 O). La Iglesia, en su labor misionera siempre ha ejercido la inculturación. La puso en práctica San Pablo en el mundo griego y romano. Los hermanos Cirilo y Metodio, en la Edad Media -siglo IX - llevaron la luz del Evangelio a los pueblos eslavos y les prepararon los textos litúrgicos en la lengua y mentalidad eslava (cfr. la Encíclica Slavorum Apostol, del 2 de junio de 1985). Los jesuitas apóstoles de China Matteo Ricci y Martino Martini en el siglo XVII pudieron incorporar ritos chinos y malabares a la liturgia católica. La inculturación no es una mera adaptación del kerygma o de la liturgia, o una táctica para hacer atractivo el cristianismo aún a costa de mutilar la Revelación. La inculturación es una catequesis paciente y una búsqueda amorosa de aquellas "semillas del Verbo" que, cuando maduren, producirán frutos de una civilización del amor. Para penetrar y hacer fermentar con la levadura del Evangelio los modos de pensar, de sentir y de actuar de otras culturas, es necesaria e imprescindible la acción del Espíritu Santo: él es quien anima la historia y quien la puede conducir hasta la "nueva creación" (Apoc. 21,5) LITURGIA Por medio de la liturgia debemos: Expresar en nuestra vida y manifestar a los demás el Misterio de Cristo y la naturaleza genuina de la verdadera Iglesia Esta naturaleza es: HUMANA VISIBLE ENTREGADA LO PRESENTE A LA ACCION DIVINA DOTADA DE ENTREGADA REALIDAD FUTURA ELEMENTOS A LA QUE BUSCAMOS INVISIBLES CONTEMPLACION La liturgia debe: Edificar para ser: Templo Santo en el Señor Hasta llegar a la medida de la Morada de Dios en el Espíritu plenitud en Cristo Por esto, la liturgia robustece nuestras fuerzas para predicar a Cristo y presentar así a la Iglesia a los Hijos de Dios que están dispersos. La Iglesia atribuye igual derecho y honor a todos los ritos legítimamente reconocidos. La vida litúrgica gira en torno al sacrificio y a los sacramentos que ejercitan la obra de salvación. La celebración litúrgica por ser obra de Cristo Sacerdote y de su cuerpo (La Iglesia) es la acción sagrada por excelencia y su eficacia con el mismo titulo y el mismo grado no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia. La liturgia no agota toda la vida de la Iglesia, antes que los hombres puedan llegar a la liturgia. Es necesario que sean llamados a la fe y a la conversión. No obstante la Iglesia es culmen donde tiende toda la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo fuente de donde mana toda su fuerza. El trabajo apostólico debe tender a: Hacer hijos de Dios por la fe y el bautismo Reunirse y alabar a Dios en medio de la Iglesia Esto debe hacerse, participando en el sacrificio y comiendo la cena del Señor Santificación de los hombres en Cristo y glorificación de Dios en la cual las demás obras tienden como a su fin. Características principales de la Liturgia: Primacía de la celebración comunitaria: Asistencia y participación activa de los fieles. Preferirla a una celebración individual y casi privada. Esto vale sobre todo para la celebración de la Misa y administración de los sacramentos. Cada cual desempeñe su oficio: (Ministro o simple fiel) Realizar solo aquello que le corresponde por naturaleza de acción y por normas litúrgicas. Que sea perfectamente instruido: Acólitos, lectores y comentadores desempeñan un autentico ministerio litúrgico. Ejercen este ministerio con la sincera piedad y el orden que corresponde a gran ministerio. Por esto es necesario que cada uno a su manera esté profundamente penetrado del espíritu de la liturgia y que sea instruido para cumplir esta misión debida y ordenadamente. Participación activa de los fieles: Fomentar: Las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos y también las acciones o gestos y posturas corporales. Guardar a su debido tiempo un silencio sagrado. Prevéase la participación de los fieles: En la revisión de los libros litúrgicos, téngase muy en cuenta, que en las rubricas este prevista también la parte de los fieles (Rubricas: normas para celebrar Ej: indicaciones en letra roja y pequeña en el misal) No haya acepción de personas en la liturgia: No se hará acepción de personas o de clases sociales, ni en las ceremonias, ni en el ornato externo, fuera de la distinción que deriva de la función litúrgica y del orden sagrado. Que puede ser adaptado: La iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la liturgia; por el contrario, respeta y promueve el genio y las cualidades de las distintas razas y pueblos. Examina con simpatía y si puede, conserva integro lo que en las costumbres de los pueblos encuentra que esté indisolublemente vinculado a supersticiones y errores, y a veces no acepta en la misma liturgia, con tal que se armonice con su verdadero y autentico espíritu. El lenguaje: Anuncia la buena nueva y expresa la oración de la Iglesia. También debe manifestar, con la verdad de la fe, la grandeza y la santidad de los misterios celebrados. La música y el canto: cuidar los textos que se cantan y las melodías e instrumentos, para que convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la edificación de los fieles. Los gestos y actitudes: Tienen una especial importancia. Algunos pertenecen a los ritos esenciales de los sacramentos, necesarios para su valides, y deben ser conservados como han sido aprobados y determinados por la Iglesia. Otros sirven para expresar al sacerdote que preside y a la asamblea. Se deberán elegir, en la cultura del País, los gestos y las actitudes corporales que expresen la situación del hombre ante Dios, dándoles una significación cristiana, en correspondencia si es posible con los gestos y actitudes de origen bíblico. Palmas, balanceos rítmicos, movimientos de danza: Tales formas de expresión corporal pueden tener lugar en las acciones litúrgicas... a condición de que sean siempre la expresión de una verdadera y común oración de adoración, de alabanza, de ofrenda o de suplica y no un simple espectáculo. El arte ayuda a los fieles a celebrar y a encontrarse con Dios: Por eso el arte debe tener libertad para expresarse en las iglesias de todos los pueblos y naciones... siempre que contribuya a la belleza del espacio y ritos litúrgicos y que sea significativo en la vida y la tradición del pueblo. Se dará preferencia a las materias formas y colores familiares en el País Las imágenes de Cristo, María y los Santos: En cada cultura los creyentes deben ser ayudados en su oración y en su vida espiritual por las obras artísticas que intentan expresar el misterio según el genio del pueblo. Las expresiones de la piedad popular: El ordinario debe cuidar su adecuado desarrollo y cuidar, también, que no suplanten a las celebraciones litúrgicas ni se mezclen con ellas. La introducción de las prácticas de devoción en las celebraciones litúrgicas no puede admitirse como una forma de inculturación porque, por su naturaleza, (la liturgia) está por encima de ellas. Además, es importante poner en este trabajo de adaptación toda la prudencia necesaria para no desconcertar a los fieles con cambios inútiles, con confusiones o atropellos de cultura minoritarias. LA INCULTURACIÓN DEL EVANGELIO EN LAS CULTURAS INDÍGENAS Qué es inculturación del Evangelio? -Cuáles son los criterios y actitudes para una evangelización inculturada? A estas preguntas trata de responder este artículo asumiendo el desafío de avanzar hacia el Tercer Milenio por el camino de la evangelización de la cultura, que es una tarea prioritaria de la Nueva Evangelización. Este trabajo es un esfuerzo de síntesis de esta vasta cuestión, rescatando lo más significativo y necesario para la tarea evangelizadora, buscando discernir criterios y actitudes para la actividad pastoral. En los últimos años el tema de las culturas apareció con particular insistencia en la reflexión teológico pastoral de la Iglesia. Ya Pablo VI advertía con claridad que 'la ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda el drama de nuestro tiempo' (EN 20). En qué consiste o cómo se manifiesta esa ruptura? Basta echar una mirada sobre nuestra realidad para percibir que hay muchas situaciones que no tienen explicación siendo que nuestras sociedades en su mayoría están compuestas por cristianos. Tanto el secularismo como la justicia largamente esperada revelan que el mensaje del Evangelio no ha logrado traducirse en una sociedad más justa y fraterna. Es más, en los diferentes aspectos de la vida del pueblo (social, religioso, político, económico...) se evidencian signos de una 'cultura de muerte' en la cual los valores evangélicos quedan marginados. Asistimos además a la proliferación de sectas y otras ofertas de salud y salvación, que se caracterizan por un anuncio espiritualista del Evangelio, sin ningún tipo de compromiso en el plano social. La difícil situación económica lleva a la disgregación de la familia, a la desorientación y desesperanza de los jóvenes y a la pérdida del sentido de solidaridad. Podemos enumerar muchos 'signos de muerte' pero todos ellos no nos tienen que llevar a un pesimismo pastoral. El Evangelio que anunciamos es la semilla de la Palabra que puede producir el ciento por uno cuando cae en tierra buena. Lo que sí nos podemos preguntar, a las puertas del Tercer Milenio, es: -en qué tierra ha caído el anuncio, para que no dé frutos de justicia y solidaridad? -Será que la fe sólo afecta superficialmente nuestra vida?... 'porque una fe que no se traduce en cultura, es una fe que no ha sido plenamente acogida, totalmente pensada y fielmente vivida' (Juan Pablo II al Pontificio Consejo de Cultura, 20-5-82). Ciertamente tendremos que hacer un examen de conciencia muy serio, porque en esto somos todos responsables ya que la 'cultura de muerte' se gesta en el corazón de cada hombre que se aleja de Dios, así como la 'civilización del amor y la solidaridad' surge cuando cada cristiano se convierte profundamente a los valores del Reino de Dios. La cultura de la que habla Pablo VI no es algo abstracto y desencarnado, por el contrario, es una realidad que vive en las personas. La siembra del Evangelio en las culturas es posible gracias a la acogida que da cada persona a la Palabra de Dios. Juan Pablo II, prosiguiendo la línea iniciada por la Gaudium et Spes y la Evangelii Nuntiandi continúa invitando a una auténtica evangelización de las culturas, es decir a llevar el Evangelio a la vida de cada pueblo de manera que se logre 'situar el mensaje evangélico en la base de su pensar; en sus principios fundamentales de vida, en sus criterios de juicio, en sus normas de acción'... 'y de allí proyectarse en sus instituciones y en todas sus estructuras' (Cfr. SD 229). Esta evangelización se manifiesta en 'el proceso de inculturación que es el centro, medio y objetivo de la nueva evangelización'. Ante estos desafíos se percibe la importancia que tiene hoy plantear correctamente la relación entre Evangelio y culturas. No se trata de algo absolutamente nuevo, pero hoy se hace más patente debido a la 'irrupción' de las culturas y las etnias (basta pensar en Ruanda, Bosnia, Armenia. Prepararse para la evangelización en una sociedad pluricultural no es fácil, pero es esencial al mensaje cristiano el llegar a todos los hombres y pueblos y encarnarse en sus culturas, con la fecundidad que esto significa, ya que universalidad no significa uniformidad ni indiferencia en lo cualitativo. INCULTURACIÓN DEL EVANGELIO Para abordar este tema es necesario aclarar previamente lo que entendemos por cultura, o mejor, llegar a un concepto que nos permita vislumbrar adecuadamente todos los aspectos que implica la inculturación. El concepto de cultura Los especialistas hablan de que existen más de trescientas definiciones de cultura. Todos usamos este concepto pero no siempre en el mismo sentido. El problema es que damos por supuesto que está claro lo que queremos significar. La imprecisión en este punto influye entonces en lo que se diga con respecto a la inculturación. Si buscamos un concepto para iluminar el proceso de inculturación, debemos tomar algunos criterios para no perdernos en esa búsqueda. En este sentido, nos puede guiar la perspectiva universal que tiene la nueva evangelización: sus destinatarios son todos los hombres y todas las culturas. Situarnos en una perspectiva universal implica una apertura que procede de la liberación de ciertos prejuicios: a) El etnocentrismo: es un prejuicio radicado profundamente en el ser humano. Consiste en una dificultad para percibir vivencialmente (y por tanto valorar) la cultura ajena. Ocurre que la cultura de los pueblos, es como el aire que se respira, y por ello es natural que los hombres consideren sus criterios, valores e interpretaciones, como lo mejor para ellos y para los demás; es decir, consideran su cultura como 'la' cultura, en sentido universal, como punto de referencia para juzgar a los demás. El etnocentrismo se agudiza cuando un pueblo se cierra sobre sí mismo y evita el contacto con otras culturas. Esto lleva a dividir las culturas en superiores e inferiores; y alimenta la insolidaridad, la intolerancia y la hostilidad entre los pueblos. Esta mirada subjetivista y autosuficiente sobre la cultura ajena es uno de los principales obstáculos para la nueva evangelización y hace imposible un verdadero diálogo entre los hombres. b) El elitismo: La cultura en este planteo sería algo artificial, que algunos poseen y ejercen y otros no. De allí surge una división injusta entre hombres 'cultos' y otros que no lo son. Esta actitud es una variante del etnocentrismo y se basa en una visión muy reductiva del ser humano. Por ello afecta también pastoralmente ya que lleva a reducir el campo de la evangelización de las culturas (con el riesgo y la grave responsabilidad de provocar la desaparición de la cultura de un pueblo). Una sana antropología nos indica que la cultura es algo propio de la misma condición humana. El hombre es por naturaleza un ser cultural. c) El 'culturalismo': esta actitud considera que las culturas son perfectas en sí, y que cualquier cambio en ellas, cualquier interacción, aún los que provienen de la acción misionera, considera son a las abusivos. culturas Esta en postura forma parte aislada, de cosa una que premisa errónea: históricamente y antropológicamente es falsa. La plenitud del hombre, su identidad y conciencia de sí provienen del encuentro con otras personas; lo mismo podemos decir de las culturas: un pueblo afirma su identidad cultural solamente en la medida en que se relacione con otras culturas. El culturalismo, es producto de una antropología de laboratorio y no es más que otra forma del etnocentrismo. Si bien es necesario comprender una cultura desde 'dentro' (una visión étnica), también se hace necesario tener una visión desde 'fuera' (una visión ética) que se produce en la interacción entre las culturas. De lo contrario tendríamos que mirar con beneplácito el canibalismo, el machismo, la esclavitud, la tortura y otras aberraciones humanas. d) El 'folklorismo': es un acercamiento superficial a las culturas, se queda en los aspectos llamativos de la misma. Es la actitud promovida por la publicidad y frecuentemente por los medios. Por lo general, nadie tiene mayor dificultad en probar 'alimentos típicos' de un país, o aprender 'danzas exóticas'. El problema surge cuando se vive y trabaja mano a mano con el otro-cultural. Una aproximación folklórica (etnológica dicen los especialistas) a las culturas, si bien tiene su valor en cuanto puede rescatar las expresiones profundas de la conciencia de un pueblo, si no va acompañado de un compromiso de promoción integral del hombre, puede enmascarar situaciones de injusticia. Bien podemos promover fiestas 'tradicionales' campesinas sin solidarizarnos con los problemas reales que tiene los pobladores del campo. e) identificar Evangelio con Cultura: esto llevaría a considerar que algunas culturas son preferenciales para la evangelización y por lo tanto, más que a evangelizar se tendería a 'civilizar' según los patrones culturales de los misioneros. Es una variante del etnocentrismo y el elitismo que ya señalamos, pero más sutil y por supuesto bien intencionada; el evangelizador suele ser inconsciente de su 'complejo de civilizador'. Como consecuencia de esta identificación, el concepto de cultura queda reducido y a la vez se limita la eficacia del anuncio de la buena nueva y puede llevar a estériles enfrentamientos culturales. Podríamos imaginar esta situación como la del que siembra sin preocuparse por sacar la semilla de su envase, o la del que ofrece un vaso de agua y exige que también se coma el vaso. No se puede, en estos casos, generar inculturación ya que 'el Evangelio, y por consiguiente la evangelización, no se identifican ciertamente con la cultura y son independientes con respecto a todas las culturas... Evangelio y evangelización no son necesariamente incompatibles con ellas, sino capaces de impregnarlas a todas sin someterse a ninguna' (EN 20). La palabra Cultura Para aproximarse a una concepción de cultura que evite estas reducciones y prejuicios, es necesario evaluar algunos usos de la palabra cultura: a) Cuando se dice cultura popular, cultura dominante, cultura juvenil, etc. se está teniendo en cuenta fundamentalmente la condición social o histórica del grupo que vive esa cultura (del 'sujeto' colectivo de la cultura). Esto implica una perspectiva de 'clase' o sector social. Nos permite discernir diversos campos para la 'inserción' de los agentes de la evangelización, pero sería inadecuado para plantear un proceso de inculturación del Evangelio, porque el mismo incide en todas las 'clases' o 'sectores' de un grupo humano y es un proceso que abarca todo el quehacer del hombre. b) Muy frecuentemente se escuchan expresiones como 'encuentro con el mundo de la cultura'; en los periódicos suelen dedicarse algunas páginas a la 'sección cultural'. Este uso de la palabra revela una visión idealista de la cultura: ser culto equivale a 'tener letras'. La cultura aparece vinculada a las ideas, las ciencias, las artes. Se trata de un concepto elitista y etnocéntrico, lleva a una falsa contraposición entre culturas superiores e inferiores y por tanto inadecuado para plantear la tarea de la inculturación. No se niega con esto que los intelectuales, artistas, etc. sean representantes de las culturas: pero ellos lo son en tanto miembros de un grupo humano que es sujeto de la cultura, e influyen en la medida en que vibran al compás de la comunidad. Ninguna sociedad entrega sus procesos culturales en manos de unos pocos; un individuo desarraigado de su grupo humano no puede tener influencia alguna en la transformación de la cultura. c) Usamos expresiones como 'cultura de la solidaridad', 'civilización del amor'; como también, en sentido negativo: 'cultura de muerte' o 'cultura de masas'. Al utilizar esas expresiones se hace referencia a un conjunto de valores que son supra-culturales; es decir comunes a todas las culturas. Así por ejemplo, la solidaridad es un valor que todo pueblo necesita para la supervivencia; lo mismo podemos decir de la paz, el amor, la vida, etc. De lo contrario, todo hombre se vuelve un lobo para su hermano y la convivencia se hace imposible. La inculturación es un proceso que se da en las culturas particulares, y gracias al robustecimiento de la identidad y las raíces culturales de cada pueblo se alcanza a construir la civilización universal. La articulación de las distintas inculturaciones y la solidaridad entre los pueblos puede forjar una nueva cultura planetaria. Integridad Como nuestro interés se centra en describir el proceso de inculturación en toda su amplitud, precisamos un concepto que comprenda la integridad del quehacer humano como ser cultural. El concepto expresado por el Concilio Vaticano II y luego retomado en Puebla se nos presenta muy adecuado para esclarecer este tema: 'Con la palabra cultura se indica el modo particular como, en un pueblo, los hombres cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios (GS 53) (...) Es el estilo de vida común que caracteriza a los diversos pueblos; por ello se habla de pluralidad de culturas' (GS 53; Cfr. EN 20; DP 386). Este concepto de cultura tiene en cuenta la diversidad de los pueblos y a la vez abarca la globalidad de la actividad cultural, la 'totalidad de la vida de un pueblo' (DP 387) es decir: sus condiciones materiales, su organización social y su universo simbólico e imaginario (cosmovisión). Estos tres niveles no son estáticos sino dinámicos, un cambio o una adaptación de uno de ellos determina una modificación en los otros. En este sentido las condiciones materiales no son las determinantes únicas de los cambios y adaptaciones. Al analizar una cultura podemos ver claramente cómo se refleja la articulación de estos tres niveles y cómo a la vez se genera un universo de prácticas, interpretaciones, normas de conducta, etc. que comprenden la globalidad de la vida de un pueblo; por ej. valores, normas, acciones y relaciones, creencias, leyes, tradiciones e instituciones de la sociedad, religión, rituales, lengua, canto, danza, fiestas, costumbres vitales (alimentación, medicina, reproducción) arte, actitudes, etc. Este complejo conjunto de factores hace que una persona sea individual y, al mismo tiempo, miembro de una comunidad. La cultura sobrepasa al individuo, se presenta como algo esencialmente genérico; no es rasgo exclusivo de aquel o ese individuo sino algo en lo que el individuo participa del ser-en-común. El individuo no posee toda la cultura sino que participa de ella. Se adquiere después del nacimiento y gracias a ella se inserta la persona en el universo humano. Al decir que la cultura es como el aire que respira un grupo humano, estamos diciendo que es como un segundo medio ambiente donde se desenvuelve la vida de ese grupo; es decir, es un ecosistema histórico; un medio ambiente construido históricamente. En este sentido, todos los pueblos tienen cultura; todas las manifestaciones específicamente humanas de vida, incluso de los individuos, están culturalmente determinadas. Por ello este concepto integral es el que mejor sirve cuando se trata de la inculturación ya que ésta abarca la totalidad de la vida de un pueblo. Partiendo de esta concepción es claro que una evangelización de la cultura supone una acción directa para cambiar las estructuras socio-políticas, económicas y religiosas que generan situaciones de injusticia. El Evangelio siempre se encuentra inculturado Juan Pablo II en la Redemptoris Missio toma la descripción de la inculturación que ya había elaborado en la Catechesi Tradendae: 'la inculturación significa una íntima transformación de los auténticos valores culturales, mediante su integración en el cristianismo y la radicación del cristianismo en las diversas culturas' (CT 52). En esta descripción hay un doble movimiento: - de las culturas hacia el cristianismo: sus valores se transforman al integrarse en el cristianismo, - del cristianismo hacia las culturas: el Evangelio se radica en las diversas culturas. Esta relación no puede darse en un simple acto, sino que supone un camino largo de interrelación. Por eso hablamos de un proceso. La expresión de Juan Pablo II habla de cristianismo. Pero no tenemos que pensar que el cristianismo se da químicamente puro. Por el contrario, siempre viene revestido de un hábito cultural, y esto ocurre desde el mismo anuncio de Jesús de Nazaret. Las palabras de Jesús de Nazaret fueron Palabra de Dios expresada en palabras de hombre y dirigida a hombre concretos que debían entender el mensaje auténtico que se quería comunicar. Jesús era judío, su cultura era judía y se dirigía a hombres que le podían entender porque tenían sus mismas categorías culturales. Los primeros cristianos eran judíos como Jesús. La postura de Jesús ante la Ley fue interpretada por sus primeros seguidores, no como un rompimiento sino como una fidelidad más profunda, y por tanto creativa, a su tradición religiosa. En la vida de las primeras comunidades cristianas, podemos recordar que el conflicto entre hebreos y helenistas que culminó en el concilio de los apóstoles, (Hech. 15) llevó a la Iglesia a optar por caminos diferenciados de evangelización para ambos grupos. El único Evangelio, compartido por todos los apóstoles se inculturaba así en los diversos pueblos. El cristianismo siempre viene en moldes culturales, por lo tanto el encuentro entre cristianismo y culturas es en primer lugar un contacto cultural que se da a través del encuentro entre personas. El encuentro de las culturas Teniendo en cuenta todo esto, en la acción evangelizadora se encuentran dos mundos, dos culturas. De este encuentro puede surgir: a) Un enriquecimiento mutuo b) Un enfrentamiento que puede llevar a que: - una cultura elimine a la otra. - haya una convivencia sin integración. Una cultura puede eliminar a otra cuando las relaciones entre ellas (o mejor dicho, entre los pueblos y las personas) no son simétricas, es decir, no se dan en un plano de igualdad. Es muy común entre las culturas minoritarias que reciben sólo lo negativo de la cultura dominante, la cual, en clara postura etnocéntrica, anulará a la otra. Si la acción se ejerce sobre todos los niveles de la cultura (material, social y simbólico) se produce una extinción del grupo. Para referirse a esta situación se utiliza el término 'desculturación'. En la situación de la convivencia sin integración, la evangelización, es sólo un 'barniz superficial' y los elementos fundamentales de la cultura de un pueblo o grupo quedan ajenos al Evangelio. Puede haber prácticas religiosas cristianas, pero la vida y las costumbres marchan por un camino paralelo. Muchas veces el Evangelio no impregna las raíces de nuestra cultura; hay una convivencia pero no una integración armónica. La situación del enriquecimiento mutuo es la de una auténtica inculturación. La misma implica un proceso prolongado, claramente descripto en la definición de inculturación que ofreció el p. Pedro Arrupe en 1978: 'Inculturación significa: Encarnación de la vida y del mensaje cristiano en una concreta área cultural, de forma tal que esta experiencia no solo logre expresarse con los elementos propios de dicha cultura, sino que llegue a ser el principio inspirador, normativo y unificante que transforma y recrea esta cultura, dando origen así a una nueva creación'. Se identifican tres etapas en este proceso: fecundación, asimilación y transformación. Estas etapas no son separables, sino que en conjunto constituyen un proceso unitario que envuelve a la vez a la cultura, al mensaje y al mensajero. Llegar a un enriquecimiento mutuo de las culturas que se encuentran sólo será posible en la medida en que asumamos el estilo de Jesús, estilo que no es meramente exterior (es decir una simple metodología) sino que procede de su ser más profundo: el Verbo de Dios hecho carne. Fundamentos teológicos El fundamento teológico de la inculturación es el misterio de la encarnación del Verbo: Como 'la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros (Jn 1,14), así la buena nueva, la Palabra de Jesucristo anunciada a las naciones, debe penetrar en el ambiente de vida de sus oyentes. La inculturación es precisamente esta penetración del mensaje evangélico en las culturas (CT 53). En efecto, la Encarnación del Hijo de Dios, por ser total y concreta, fue también encarnación en una cultura específica (EA 60). En la Encarnación del Verbo nos encontramos con un 'admirable intercambio' donde: por un lado se supera la distancia y diferencia que impiden la comunicación y la solidaridad, es decir la amistad entre Dios y hombre. por otra parte se mantiene la alteridad: es decir la naturaleza humana es asumida pero no aniquilada por la naturaleza divina. La inculturación significa solidarizarse, pero nunca identificarse con el otro y con su cultura. En un proceso de inculturación, hay enriquecimiento mutuo, porque se respeta la alteridad, es decir, se cuida que el mensaje, el mensajero y las culturas conserven su identidad y libertad. Supone una proximidad amistosa pero a la vez crítica ('menos en el pecado') al estilo de Jesús. La inculturación abarca, en un prolongado proceso al mensajero y al mensaje y se va dando a través de una continua aculturación. La aculturación hace referencia a la dinámica del encuentro de las culturas, a través del encuentro de las personas, donde cada una asimila los elementos de la cultura del otro y lo adapta a sus moldes propios. 'La meta de la inculturación es la liberación y el camino de la liberación es la inculturación' (SD 243) porque: 'La encarnación del Verbo no constituye un momento aislado sino que tiende hacia la Hora de Jesús y el misterio pascual... Este itinerario... es iluminador para el encuentro de las culturas con Cristo y su Evangelio... Es mirando el misterio de la Encarnación y de la Redención como se debe hacer el discernimiento de los valores y antivalores de las culturas... La inculturación... asume todos los valores humanos auténticos purificándolos del pecado y restituyéndolos a su pleno significado'. (EA 61) El Evangelio viene a iluminar las cegueras de las culturas y a liberar a los hombres de todo tipo de opresión. Hay una vinculación clara entre inculturación y liberación integral del hombre. En la medida en que el Evangelio echa raíces en la cultura a la que llega, la cultura se enraiza en el Evangelio y la Iglesia. Se va dando progresivamente la síntesis fe-cultura y la Iglesia como en 'un nuevo Pentecostés... asumiendo los valores de las diversas culturas, se hace la novia adornada con sus joyas (Is 61,10)' (EA 61). Criterios y actitudes para una evangelización inculturada La inculturación no supone una evangelización light, diluida para consumo masivo. No se trata de ceder un poco para convencer, o para vender un producto simpático. El anuncio del Evangelio es anuncio del misterio pascual en su integridad, a partir del testimonio de vida. Hablar de inculturación significa entrar en la lógica de la encarnación/redención. En este sentido no es una metodología optativa; la proximidad al 'otro-cultural' es mandato que emana de la encarnación del Verbo. Como Jesús, que se ligó a las condiciones sociales y culturales de los hombres con quienes convivió, así la Iglesia debe insertarse en todas las sociedades para ofrecer el misterio de salvación. Así como Jesús fue pobre, amigo humilde de los pecadores, de los débiles y de los que son despreciados; una pastoral que tienda a la inculturación encontrará un camino abierto para el encuentro de las culturas si parte de un amor preferencial a los pobres, débiles y sufrientes. La solidaridad con ellos es un lenguaje que se entiende en cualquier idioma y cultura. La inculturación se opone al proselitismo; en esto debemos recordar la práctica de Jesús que no bautizaba, no exigía la circuncisión sino la coherencia de vida. El motivo que le llevaba a obrar milagros era la compasión y deseaba despertar esa misma compasión en las personas que lo rodeaban. únicamente la compasión puede enseñar al hombre en qué consiste la solidaridad con el prójimo. La compasión es el fundamento de la verdad y por ello nos permite superar los etnocentrismos y captar vivencialmente la cultura que vive en el otro. La inculturación requiere una doble fidelidad, al Evangelio y a la cultura. En esto vale el principio del ecumenismo: unidad en las cosas necesarias, libertad en todo lo que no toca a la sustancia de la fe, y caridad en todo. La inculturación no pretende una ruptura con la cultura de los pueblos, al contrario, ella es la materia prima para la evangelización. La 'Carta a Diogneto' (siglo II) nos da un claro modelo de inculturación: 'Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por su modo de vida... no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito... obedecen las leyes establecidas y con su modo de vivir superan estas leyes'. En cambio toda inculturación, por tener como meta la liberación, plantea una ruptura con todo lo que esclavice al hombre. La inculturación supone la primacía de la persona y sus necesidades fundamentales. Por encima de cualquier valor cultural abstracto está la dignidad de cada ser humano concreto. En el proceso de inculturación, el evangelizador es el primer 'oyente' de la Palabra que anuncia; por eso su actitud no puede ser la del que va a Ôenseñar cómo ser cristiano sino la del que viene a hacerse cristiano con su hermano de otra cultura. Solamente así la aculturación puede darse en un plano de igualdad y las culturas pueden enriquecerse mutuamente. En la inculturación es fundamental mantener la alteridad. Por ello quien se inserta en este proceso debe partir de una clara identidad cultural, es decir ser plenamente consciente de su cultura. Esto no es algo espontáneo, nadie es experto en su cultura por el solo hecho de haber nacido y vivido en ella. Se necesita una reflexión que objetive los valores culturales propios. La situación de pluralismo cultural en la que nos movemos actualmente exige esto con urgencia. La inculturación del mensaje, iniciada por los misioneros y luego asumida por la comunidad, es un proceso prolongado, que se irá realizando en comunión con el conjunto de las Iglesias que componen la Iglesia universal. Si una cultura se cierra sobre sí misma, y se limita la comprensión de la fe a su contexto cultural exclusivamente, la inculturación fracasaría y se volvería a un etnocentrismo. La inculturación no es una tarea individual sino que 'implica a todo el pueblo de Dios', no sólo a algunos expertos... y debe ser expresión de la vida comunitaria, es decir, debe madurar en el seno de la comunidad, y no ser fruto exclusivo de investigaciones eruditas' (RM 54). El surgimiento de la 'aldea global' con dimensiones planetarias no simplifica el problema de la inculturación, al contrario, implica estrategias diversificadas para la nueva evangelización. La ideología dominante en esta aldea es un capitalismo tecno-pragmático, en tanto que la periferia está constituida por diferentes lógicas culturales, que van desde el nihilismo, los posmodernos de diferente tendencia, los neoconservadores, los grupos alternativos (como los ecologistas), las sociedades tradicionales, hasta los fundamentalistas políticos y religiosos. Todo esto supone un aprendizaje esmerado y crítico frente a las llamadas culturas tradicionales y la modernidad. El desafío es inmenso y exige a la Iglesia presentarse con una clara fidelidad al Evangelio, y con más autenticidad y apertura ante las personas. La inculturación implica apertura al diálogo y a la comunicación, lo cual supone adoptar un lenguaje comprensible a la hora de transmitir los misterios de la fe. Por ello el evangelizador procurará conocer los códigos con los que se manejan aquellos a quienes quiere anunciar la buena nueva. Una evangelización inculturada nos exige 'cambiar de oficio'. Dejar de ser 'constructores' de proyectos y ponernos en la situación del agricultor que primero se hermana con la tierra y está atento a los signos de los tiempos para sembrar y luego espera, con serena paciencia y confianza, mientras que 'la semilla germina y va creciendo sin que él sepa cómo' (Mc 4,26-29). El constructor ama su proyecto, el agricultor ama la tierra. La fiesta del constructor es un brindis, la fiesta del agricultor es gozo y plenitud, celebración de la vida. Para una evangelización inculturada 'no basta renovar los métodos pastorales, ni organizar y coordinar mejor las fuerzas eclesiales, ni explorar con mayor agudeza los fundamentos bíblicos y teológicos de la fe: es necesario suscitar un nuevo 'anhelo de santidad' entre los misioneros y en toda la comunidad cristiana' (EA 136). La 'inculturación es un camino para la santidad' (EA 87) y requiere comunidades eclesiales abiertas, capaces de integrar valores positivos de las culturas y también requiere misioneros santos, que hablen el idioma de la caridad, idioma universal, lenguaje del Espíritu de Jesús. El modelo más claro de evangelización perfectamente inculturada lo tenemos en el rostro mestizo de la Virgen de Guadalupe (cfr. SD. Discurso inaugural). Ella se aparece a un indígena marginado asumiendo los símbolos de su cultura, hablando nahualt, la lengua de los aztecas; uniendo Sol (masculino) y Luna (femenino), las grandes divinidades de ese pueblo: el rosado que identifica el dios de la vida; el azul y el verde del manto, asociados a las divinidades del cielo y de la tierra; sobre su vientre las bandas negras que llevaban las mujeres embarazadas, y la cruz indígena (quincuncio) que simboliza el encuentro entre el camino de los hombres y el camino de los dioses. Los aztecas entendieron el lenguaje de la Virgen Madre. En su concepción del tiempo la aparición representaba un Quinto sol, una nueva esperanza para el pueblo. La lección que nos da es que es posible ser plenamente azteca y ser cristiano; que los auténticos valores culturales pueden recibir el Evangelio y expresarlo con fidelidad. María al elegir a Juan Diego 'como muy digno embajador' nos está indicando cuál es el camino de la evangelización.