INCULTURACION

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SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA GUADALUPE DE AYQUINA
www.santuariodeayquina.cl
INCULTURACION
Entre los temas más frecuentemente tratados por el Papa Juan Pablo II está la
Evangelización, y como un aspecto importante de ella, la inculturación del Evangelio.
Desde el lejano 27 de Abril de 1979, a los pocos meses de su Pontificado, el Papa
hablaba en una Alocución de este tema y exponía que "la inculturación es un
componente de la Encarnación": es decir, que la inculturación de la fe y del Evangelio
es una consecuencia práctica de la Encarnación del Hijo de Dios, que salvando todo y
sólo aquello que asume ("quod non este assumptum non est redemptum", San Ireneo)
debe asumir en la Iglesia todas las culturas, purificando o eliminando lo que es
contrario a su espíritu, pero por ello mismo preservándolo de toda autodestrucción. La
fe debe penetrar hasta los niveles más profundos del hombre y de la sociedad, hasta
fermentar de vida cristiana el modo de pensar, de sentir y de actuar: éste debe ser el
resultado de la acción animadora del Espíritu en la historia, para lograr una "nueva
Creación".
Ahora bien ¿qué cosa es inculturación? ¿Qué entendemos ante todo por cultura? ¿Qué
es evangelizar la Cultura? ¿Desde cuándo entré al lenguaje de la Iglesia el concepto de
inculturación de la fe o del Evangelio? ¿Cómo hacer para inculturar el Evangelio? ¿La
liturgia?. Son interrogantes que preocupan al Pastor de hoy.
1.- CULTURA
a) Un concepto subjetivo de la cultura comprende todo cultivo personal del hombre, en
sus cualidades espirituales y Corporales (GS 53).
b) Un concepto objetivo de cultura comprende el cultivo de tres relaciones básicas del
hombre: relación con la naturaleza, para modificarla, dominarla y sacar de ella bienes
de consumo y de servicio; relación con el hombre, para hacer más humana la
convivencia, mediante el perfeccionamiento de las costumbres e instituciones; relación
con Dios, mediante la práctica religiosa (GS 53): es esencial a toda cultura la actitud
con que un pueblo afirma o niega una vinculación religiosa con Dios, por los valores o
antivalores que ello entraña (Puebla 386, 389).
c) Un concepto sociológico (etnológico) que descubre una pluralidad de culturas en la
historia, diversos estilos de vida común (GS 53), con diferentes escalas de valores,
distinto modo de trabajar, de usar las cosas, de expresarse, de practicar la religión, de
establecer leyes e instituciones jurídicas de crear arte y cultivar la belleza. Esta cultura
es patrimonio de cada comunidad (Puebla 38 7).
2.- EVANGELIZAR LA CULTURA
En 1974 se celebró en Roma un Sínodo de Obispos sobre Evangelización y culminó con
la Exhortación Apostólica "Evangelii Nuntiandi" de Pablo Vi (8 diciembre 1975). Este
documento fue el que guió todos los trabajos de la III Asamblea General del
Episcopado Latino Americano celebrado en Puebla, en febrero de 1 979, con el
resultante Documento Puebla, de tanta relevancia en la vida de la Iglesia.
El Papa y Puebla enseñan que evangelizar es evangelizar las Culturas, pues la Buena
Nueva debe llegar a todos los ámbitos y transformar desde el interior la conciencia
personal y colectiva del hombre (EN 1 8), los valores y modelos de vida de la
humanidad que no estuvieron acordes con el designio de salvación de Dios (EN 19). Lo
que importa es evangelizar la cultura y las culturas del hombre, partiendo de la
persona considerada en si misma y en sus relaciones con los demás y con Dios (EN
20).
-Puebla dedica amplio espacio a este tema (n. 388-56): llegar a las raíces de las
Culturas, transformar estructuras y ambiente social, fortalecer los valores auténticos
de las culturas, contribuir al desarrollo de los "semina verbi" (gérmenes del verbo),
purificar los desvalores apartar las idolatrías y valores absolutizados, corregir las falsas
concepciones de Dios y las manipulaciones del hombre por el hombre.
-Como punto específico de la evangelización de la cultura en Latinoamérica debe
señalarse el purificar y dinamizar por el Evangelio el "Catolicismo popular" (Puebla
457), así como la debe promoción de la persona humana según la doctrina social de la
Iglesia, para liberara de la servidumbre del pecado personal y social, y lograr una
convivencia digna de los hijos de Dios (472-506).
-Por primera vez en la historia, el tema de la cultura entró en la enseñanza formal del
Magisterio de la Iglesia en los documentos del Vaticano II. Gaudium et Spes sostiene
que el hombre no alcanza niveles, de realización si no es mediante la cultura (GS 53),
que tiene un valor propio y una legítima autonomía (GS 55:AA7), pero sólo en EN
aparece el tema de la Evangelización de la Cultura y las Culturas, ante el drama de
nuestro tiempo: la innegable ruptura ente Evangelio y Cultura (EN 20). En esta labor
hay que partir siempre de la persona humana, en sus relaciones con otras personas y
con Dios (ibidem).
Puebla desarrolla la reflexión sobre cultura de Gaudium et Spes, asimila la propuesta
de EN sobre la evangelización de la cultura y la transforma en programa pastoral para
la iglesia en América Latina: el Evangelio penetrar los valores y criterios que inspiran
nuestras culturas (Puebla 395).
Hay en toda América Latina un sustrato católico (n. 7) de una cultura impregnada de fe
que se manifiesta en las actitudes religiosas del pueblo (n, 413). La religiosidad
popular contiene un acervo de valores que responden con sabiduría a los grandes
interrogantes de la existencia (n, 448), pero hoy está amenazada por la urbanización,
el secularismo y los estructuras de injusticia que se le han impuesto (n. 437).
La importancia que da Puebla a las estructuras socioeconómicas como elemento de la
cultura y objeto de evangelización, constituyen una gran aportación y un avance al
concepto de cultura de GS y a los retos a la evangelización que señala EN.
3.- INCULTURACION
Cuando Puebla señala unos criterios para asumir las culturas, habla de una
encarnación (n. 400), pero no desarrolla el problema de la inculturación del Evangelio.
Más aún, ni siquiera emplea este Vocablo, que ya existía desde el Sínodo de 1977. Fue
Juan Pablo II quien Consagró el término "inculturación" y determinó su sentido.
En una alocución a unos fieles de Bérgamo, en 1982, sobre cultura cristiana y
evangelización de la cultura, el Papa señala dos ejes fundamentales: un sano concepto
antropológico de cultura y un concepto teológico de inculturación del Evangelio.
Estos
dos
conceptos
van
a
guiar
todo
el
Magisterio
de
Juan
Pablo
II.
Ya en la Encíclica Redemptor Hominis (4 de marzo de 1979) inicia el Papa su discurso
antropológico sobre el hombre. El hombre, en la plenitud de su ser personal y a la vez
comunitario y social, es el camino obligado que debe recorrer la Iglesia en el
cumplimiento de su misión... camino trazado por Cristo mismo, que invariablemente
lleva la senda de la Encarnación y de la Redención (nl4). Hablando el Papa a la UNESCO
(París 1980) expone que "hay que afirmar al hombre por él mismo", "no por otro
motivo o razón, únicamente por él mismo" Y allí mismo expone que "el hombre vive
una vida verdaderamente humana gracias a la cultura": por ella el hombre en cuanto
hombre se hace más hombre.
Es a través de la cultura como el Evangelio puede aproximarse al hombre, a este
hombre que es principio, medio y fin de la cultura. Hablando el Papa en la Universidad
de Coimbra, Portugal, decía: "La cultura hace al hombre y el hombre hace la cultura".
Entre cristianismo y cultura hay un nexo inseparable, orgánico, como siempre lo ha
habido entre religión y cultura, Para aproximarse el Evangelio a la cultura y a través de
ella al hombre, debe el Evangelio conocer el lenguaje y las categorías mentales de la
cultura a la que se acerca, sus formas de vida, sus valores.
Así podrá integrarlos en el cristianismo y transformarlos paulatinamente, hasta llegar a
una encarnación vital del cristianismo en esa cultura. En esto consiste la inculturación.
Podemos, pues, hablar de inculturación, cuando la fe se hace cultura, cuando
impregna los distintos espacios culturales de nuestro tiempo" cuando reencarna los
valores del humanismo cristiano ("Discurso al Congreso sobre Evangelización y
ateísmo". Roma, 1980).
Cristo vino a salvar a todo el hombre, en su existencia diaria concreta: por ello el
cristianismo entra en contacto con las Culturas, incorpora sus auténticos valores y
acaba creando cultura: "Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente
acogida, no enteramente pensada, no fielmente vivida" decía el Papa en Roma, en
1988.
En la inculturación de la fe o evangelización de la cultura hay una dialéctica que se
enmarca dentro del misterio pascual: muerte y resurrección. Se inicia con un esfuerzo
de expresar la fe en las Categorías de esa cultura, en un intento de encarnación. En el
segundo paso el Evangelio somete a juicio a esa cultura para que se despoje de lo que
no es compatible con él.
De este momento de muerte de elementos no asimilables resucita una nueva cultura
original cristiana. Toda cultura es producto del hombre, en consecuencia, estará
marcada por el pecado: también la cultura debe ser purificada, elevada, perfeccionada
(Enciclica Redemptoris Missio 54): Tres acontecimientos recientes en la vida de la
Iglesia han permitido ahondar más el concepto de evangelización de la cultura o
inculturación de la fe, así como trazar líneas de acción pastoral en ese terreno.
En primer lugar la Encíclica del Papa Juan Pablo II "REDEMPTORIS MISSIO" del 7
de diciembre de 1990.
En segundo lugar la celebración de la IV Conferencia General del Episcopado Latino
Americano (CELAM) en la isla de Santo Domingo, del 12 al 28 de octubre de 1992
sobre el tema "Nueva Evangelización promoción humana-cultura-cristiana".
En tercer lugar la Exhortación Apostólica "Ecclesia in Africa" (La Iglesia que está en
Africa) fruto del Sínodo de Obispos para Africa celebrado del 10 de abril al 8 de mayo
de 1994: el documento del Papa está fechado el 14 de septiembre de 1995.
A.- La Encíclica "Redemptoris Missio" (7 diciembre 1990)
El Papa Juan Pablo II publica esta Encíclica en las proximidades del tercer milenio,
cuando se hace todavía más urgente la necesidad de llevar el Evangelio a todos los
pueblos ("La misión se halla todavía en sus comienzos"), pues día a día crece el
número de los que no conocen a Cristo: desde el final del Vaticano II y apenas a los 25
años del Decreto conciliar "Ad" gentes casi se ha duplicado la muchedumbre de los que
no conocen a Cristo!
En el capítulo V se señalan los Caminos de la Misión: el testimonio de vida cristiana, el
kerygma o anuncio de Cristo crucificado, muerto y resucitado, la conversión y el
bautismo, la formación de comunidades cristianas, la inculturación o proceso de
inserción en las culturas de los pueblos (n. 52-54), el diálogo con otras religiones, la
educación de las conciencias para promover el desarrollo. Todo ese programa deberá
estar movido por el amor.
lnculturar es transformar íntimamente los auténticos valores culturales en valores
cristianos, integrándolos en la misma visión de vida, y a su vez enraizar el cristianismo
en las diversas culturas. Abarca la reflexión y la praxis. No es un proceso fácil, pues no
debe comprometer en ningún modo las características y la integridad de la vida
cristiana.
La Iglesia encarna el Evangelio en las diversas culturas transmitiéndoles sus propios
valores, asumiendo lo que hay de bueno en ellas y renovándolas desde dentro. La
Iglesia se enriquece a sí misma, conoce y expresa aun mejor el misterio de Cristo y las
comunidades evangelizadas podrán expresar la propia experiencia cristiana en
maneras y formas originales, El con su arte y tradiciones, cuidando de permanecer en
sintonía con las exigencias de la fe.
Ello requiere de períodos de incubación, de cuidado de los Obispos y de las voces de la
Iglesia Universal, que deben hacer oír a expertos de todo el pueblo cristiano, para la
unidad en la fe, pues es sabido que en muchos aspectos es a través de la reflexión del
pueblo cristiano como se alcanza el genuino sentido de la fe.
B.- La IV Asamblea de Obispos Latinoamericanos se celebró en la isla de Santo
Domingo a partir del 12 de Octubre de 1992, a los 500 años del inicio de la
Evangelización en América.
En el capítulo III de la 2a parte del documento resultante se trató el tema de la Cultura
Cristiana (n 228-286).
Allí se abunda sobre la inculturación (n 230) y la evangelización inculturada (n. 248).
El Papa habló de "las proporciones insospechadas" que tiene la crisis con la
desaparición de valores humanos y cristianos.
Medio para atacar ese desafío es la lnculturación del Evangelio, a la luz de los tres
grandes misterios de la salvación: Navidad (Encarnación), Pascua (sufrimiento redentor)
y Pentecostés (acción del Espíritu para entender en la propia lengua la maravillas de
Dios).
Inculturar es encarnar el Evangelio en las diversos culturas, transmitir valores,
reconocer valores de las diversas culturas, purificarlos, evitar sincretismos, En esa
labor participan Pastores y fieles, todo el pueblo de Dios (n. 2309).
Debe ofrecerse una evangelización inculturada a los hermanos indígenas, respetando
sus formulaciones culturales, aprendiendo su cosmovisión que, de la globalidad Dioshombre-mundo hace una unidad que impregna todos las relaciones humanos,
espirituales y trascendentes.
Se debe acoger con aprecio sus símbolos, ritos y expresiones religiosas compatibles
con el genuino sentido de la fe (n, 248).
Trato semejante se debe a los hermanos afroamericanos (n. 249) y a las etnias (n.
252).
La cultura moderna (n. 252-254) y la ciudad exigen una Pastoral nueva (255ss).
C.- Del 10 de abril al 8 de mayo de 1994 se celebró el Sínodo de Obispos para Africa.
Durante cuatro semanas la Iglesia que está en Africa celebró su fe en Cristo
resuscitado.
Fue un evento de esperanza para todo el Continente, no obstante los graves problemas
sociales, económicos y politicos que aquejan al Continente negro. Causó la sensación
de algo nuevo.
En 1980 el Papa Juan Pablo II celebró el En la Carta Apostólica "Tertio millenio
adveniente" (n. 38) el Papa anuncia dos Sínodos continentales: uno para las Américas,
tan distintas por su historia y por su situación social, y otro para Asia, en donde resalta
el encuentro del cristianismo con las más antiguas culturas y religiones locales.
Del Sínodo para Africa brotó la Exhortación Apostólica "Ecciesio in Africa", del 14 de
septiembre de 1995.
El capítulo III lo dedica al tema de la Evangelización y de la inculturación (n.5571),
dentro del tema general de la misión evangelizadora de la Iglesia que está en Africa,
hacia el año 2000.
La Iglesia existe para evangelizar (EN 1 4) y la evangelización tiene por objeto
"transformar
desde
dentro
renovar
a
la
misma
humanidad
(ibidem
1
8).
La Iglesia en Africa debe testimoniar el Evangelio con la palabra y con la vida, provocar
un encuentro con la persona viva de Cristo.
Para la evangelización es necesaria la inculturación, es decir, el proceso por el que la
catequesis se encarna en las diferentes culturas (Catechesi tradendae 53). La
inculturación en su doble dimensión, la de transformar los auténticos valores
culturales integrándolos en el cristianismo, y la de la enraizar el cristianismo en las
diversas culturas humanas (Redemptoris missio 52).
La
inculturación
es
propuesta
como
una
prioridad
y
una
exigencia
de
la
evangelización, un camino hacia la plena evangelización, el gran desafío a las puertas
del tercer milenio (EA 59).
La inculturación es la penetración del mensaje evangélico en las culturas, a la manera
como la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros (Juan 1, 14).
Todas las culturas deben ser iluminadas y transformadas a la luz de la Encarnación, del
despojo de sí mismo para poder ser luego exaltado (Juan 12,24.32) en la resurrección:
vendrá luego un Pentecostés gracias a la efusión y acción del Espíritu que permitirá
profesar en la propia lengua la única fe en Jesucristo y proclamar las maravillas que ha
realizado el Señor (EA 61).
La inculturación prepara al hombre para acoger a Jesucristo en la integridad de su ser
personal, cultural, político, económico, santificado por la acción del Espíritu (EA 62).
inculturación engloba los ámbitos de la vida de la Iglesia: teología, liturgia, vida y
estructura de la Iglesia.
En Africa se hace necesaria la reflexión y el estudio de las Universidades e Institutos
católicos sobre matrimonio, los antepasados, el mundo de los espírtu (EA64).
Un aspecto importante de la evangelización inculturada es descubrir al hombre el
sentido de la dignidad humana restaurada. Dios devuelve al hombre su dignidad
inalienable de persona y de hijo de Dios mediante la Encarnación de su Hijo único.
El hombre no puede vivir en condiciones lnfrahumanas de vida.
El Papa Son León Magno exclamaba en Europa en el siglo V: "Cristiano, toma
conciencia de tu dignidad! "(Sermón 21,3).
En el mensaje inculturado de la Encarnación del Hijo de Dios encontramos el
fundamento teológico de la dignidad de la persona humana y de la lucha por la justicia
y la paz social, por la promoción humana y el desarrollo integral de todos los hombres.
Con toda razón dijo el Papa Pablo VI: "el desarrollo es el nuevo nombre de la paz"
(Populorum Progressio 87).
Este ministerio de evangelización en el campo social, que denuncia y combate todo lo
que envilece y destruye al hombre es parte de la inculturación del Evangelio (E A 7 O).
La Iglesia, en su labor misionera siempre ha ejercido la inculturación.
La puso en práctica San Pablo en el mundo griego y romano.
Los hermanos Cirilo y Metodio, en la Edad Media -siglo IX - llevaron la luz del
Evangelio a los pueblos eslavos y les prepararon los textos litúrgicos en la lengua y
mentalidad eslava (cfr. la Encíclica Slavorum Apostol, del 2 de junio de 1985).
Los jesuitas apóstoles de China Matteo Ricci y Martino Martini en el siglo XVII pudieron
incorporar ritos chinos y malabares a la liturgia católica.
La inculturación no es una mera adaptación del kerygma o de la liturgia, o una táctica
para hacer atractivo el cristianismo aún a costa de mutilar la Revelación.
La inculturación es una catequesis paciente y una búsqueda amorosa de aquellas
"semillas del Verbo" que, cuando maduren, producirán frutos de una civilización del
amor.
Para penetrar y hacer fermentar con la levadura del Evangelio los modos de pensar, de
sentir y de actuar de otras culturas, es necesaria e imprescindible la acción del Espíritu
Santo:
él
es
quien
anima
la
historia
y
quien
la
puede
conducir hasta la "nueva creación" (Apoc. 21,5)
LITURGIA
Por medio de la liturgia debemos:
Expresar en nuestra vida y manifestar a los demás el Misterio de Cristo y la naturaleza
genuina de la verdadera Iglesia
Esta naturaleza es:
HUMANA
VISIBLE
ENTREGADA
LO PRESENTE
A LA ACCION
DIVINA
DOTADA DE
ENTREGADA
REALIDAD FUTURA
ELEMENTOS
A LA
QUE BUSCAMOS
INVISIBLES
CONTEMPLACION
La liturgia debe:
Edificar para ser:
Templo Santo en el Señor
Hasta llegar a la medida de la
Morada de Dios en el Espíritu
plenitud en Cristo
Por esto, la liturgia robustece nuestras fuerzas para predicar a Cristo y presentar así a
la Iglesia a los Hijos de Dios que están dispersos.

La Iglesia atribuye igual derecho y honor a todos los ritos legítimamente
reconocidos.

La vida litúrgica gira en torno al sacrificio y a los sacramentos que ejercitan la
obra de salvación.

La celebración litúrgica por ser obra de Cristo Sacerdote y de su cuerpo (La
Iglesia) es la acción sagrada por excelencia y su eficacia con el mismo titulo y el
mismo grado no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia.

La liturgia no agota toda la vida de la Iglesia, antes que los hombres puedan
llegar a la liturgia. Es necesario que sean llamados a la fe y a la conversión.

No obstante la Iglesia es culmen donde tiende toda la actividad de la Iglesia y al
mismo tiempo fuente de donde mana toda su fuerza.
El trabajo apostólico debe tender a:

Hacer hijos de Dios por la fe y el bautismo

Reunirse y alabar a Dios en medio de la Iglesia

Esto debe hacerse, participando en el sacrificio y comiendo la cena del Señor

Santificación de los hombres en Cristo y glorificación de Dios en la cual las
demás obras tienden como a su fin.
Características principales de la Liturgia:

Primacía de la celebración comunitaria:

Asistencia y participación activa de los fieles. Preferirla a una celebración
individual y casi privada. Esto vale sobre todo para la celebración de la Misa y
administración de los sacramentos.

Cada cual desempeñe su oficio:

(Ministro o simple fiel)

Realizar solo aquello que le corresponde por naturaleza de acción y por normas
litúrgicas.

Que sea perfectamente instruido:

Acólitos, lectores y comentadores desempeñan un autentico ministerio litúrgico.

Ejercen este ministerio con la sincera piedad y el orden que corresponde a gran
ministerio. Por esto es necesario que cada uno a su manera esté profundamente
penetrado del espíritu de
la liturgia
y que sea instruido para cumplir esta
misión debida y ordenadamente.

Participación activa de los fieles:
Fomentar:

Las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los
cantos y también las acciones o gestos y posturas corporales.

Guardar a su debido tiempo un silencio sagrado.

Prevéase la participación de los fieles:

En la revisión de los libros litúrgicos, téngase muy en cuenta, que en las rubricas
este prevista también la parte de los fieles

(Rubricas: normas para celebrar Ej: indicaciones en letra roja y pequeña en el
misal)

No haya acepción de personas en la liturgia:

No se hará acepción de personas o de clases sociales, ni en las ceremonias, ni en
el ornato externo, fuera de la distinción que deriva de la función litúrgica y del
orden sagrado.
Que puede ser adaptado:
La iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe
o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la liturgia; por el contrario, respeta y
promueve el genio y las cualidades de las distintas razas y pueblos. Examina con
simpatía y si puede, conserva integro lo que en las costumbres de los pueblos
encuentra que esté indisolublemente vinculado a supersticiones y errores, y a veces no
acepta en la misma liturgia, con tal que se armonice con su verdadero y autentico
espíritu.
El lenguaje: Anuncia la buena nueva y expresa la oración de la Iglesia.
También debe manifestar, con la verdad de la fe, la grandeza y la santidad de los
misterios celebrados.
La música y el canto: cuidar los textos que se cantan y las melodías e instrumentos,
para que convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la edificación
de los fieles.
Los gestos y actitudes: Tienen una especial importancia. Algunos pertenecen a los ritos
esenciales de los sacramentos, necesarios para su valides, y deben ser conservados
como han sido aprobados y determinados por la Iglesia.
Otros sirven para expresar al sacerdote que preside y a la asamblea. Se deberán elegir,
en la cultura del País, los gestos y las actitudes corporales que expresen la situación
del hombre ante Dios, dándoles una significación cristiana, en correspondencia si es
posible con los gestos y actitudes de origen bíblico.
Palmas, balanceos rítmicos, movimientos de danza: Tales formas de expresión
corporal pueden tener lugar en las acciones litúrgicas... a
condición de que sean
siempre la expresión de una verdadera y común oración de adoración, de alabanza, de
ofrenda o de suplica y no un simple espectáculo.
El arte ayuda a los fieles a celebrar y a encontrarse con Dios: Por eso el arte debe tener
libertad para expresarse en las iglesias de todos los pueblos y naciones... siempre que
contribuya a la belleza del espacio y ritos litúrgicos y que sea significativo en la vida y
la tradición del pueblo. Se dará preferencia a las materias formas y colores familiares
en el País
Las imágenes de Cristo, María y los Santos: En cada cultura los creyentes deben ser
ayudados en su oración y en su vida espiritual por las obras artísticas que intentan
expresar el misterio según el genio del pueblo.
Las expresiones de la piedad popular: El ordinario debe cuidar su adecuado desarrollo
y cuidar, también, que no suplanten a las celebraciones litúrgicas ni se mezclen con
ellas. La introducción de las prácticas de devoción en las celebraciones litúrgicas no
puede admitirse como una forma de inculturación porque, por su naturaleza, (la
liturgia) está por encima de ellas.
Además, es importante poner en este trabajo de adaptación toda la prudencia
necesaria para no desconcertar a los fieles con cambios inútiles, con confusiones o
atropellos de cultura minoritarias.
LA INCULTURACIÓN DEL EVANGELIO EN LAS CULTURAS INDÍGENAS

Qué es inculturación del Evangelio? -Cuáles son los criterios y actitudes para una
evangelización inculturada? A estas preguntas trata de responder este artículo
asumiendo el desafío de avanzar hacia el Tercer Milenio por el camino de la
evangelización de la cultura, que es una tarea prioritaria de la Nueva
Evangelización. Este trabajo es un esfuerzo de síntesis de esta vasta cuestión,
rescatando lo más significativo y necesario para la tarea evangelizadora,
buscando discernir criterios y actitudes para la actividad pastoral.
En los últimos años el tema de las culturas apareció con particular insistencia en la
reflexión teológico pastoral de la Iglesia. Ya Pablo VI advertía con claridad que 'la
ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda el drama de nuestro tiempo' (EN 20).

En qué consiste o cómo se manifiesta esa ruptura? Basta echar una mirada sobre
nuestra realidad para percibir que hay muchas situaciones que no tienen
explicación siendo que nuestras sociedades en su mayoría están compuestas por
cristianos. Tanto el secularismo como la justicia largamente esperada revelan
que el mensaje del Evangelio no ha logrado traducirse en una sociedad más justa
y fraterna. Es más, en los diferentes aspectos de la vida del pueblo (social,
religioso, político, económico...) se evidencian signos de una 'cultura de muerte'
en la cual los valores evangélicos quedan marginados. Asistimos además a la
proliferación de sectas y otras ofertas de salud y salvación, que se caracterizan
por un anuncio espiritualista del Evangelio, sin ningún tipo de compromiso en el
plano social. La difícil situación económica lleva a la disgregación de la familia, a
la desorientación y desesperanza de los jóvenes y a la pérdida del sentido de
solidaridad.
Podemos enumerar muchos 'signos de muerte' pero todos ellos no nos tienen que
llevar a un pesimismo pastoral. El Evangelio que anunciamos es la semilla de la Palabra
que puede producir el ciento por uno cuando cae en tierra buena. Lo que sí nos
podemos preguntar, a las puertas del Tercer Milenio, es: -en qué tierra ha caído el
anuncio, para que no dé frutos de justicia y solidaridad? -Será que la fe sólo afecta
superficialmente nuestra vida?... 'porque una fe que no se traduce en cultura, es una fe
que no ha sido plenamente acogida, totalmente pensada y fielmente vivida' (Juan Pablo
II al Pontificio Consejo de Cultura, 20-5-82). Ciertamente tendremos que hacer un
examen de conciencia muy serio, porque en esto somos todos responsables ya que la
'cultura de muerte' se gesta en el corazón de cada hombre que se aleja de Dios, así
como la 'civilización del amor y la solidaridad' surge cuando cada cristiano se convierte
profundamente a los valores del Reino de Dios.
La cultura de la que habla Pablo VI no es algo abstracto y desencarnado, por el
contrario, es una realidad que vive en las personas. La siembra del Evangelio en las
culturas es posible gracias a la acogida que da cada persona a la Palabra de Dios.
Juan Pablo II, prosiguiendo la línea iniciada por la Gaudium et Spes y la Evangelii
Nuntiandi continúa invitando a una auténtica evangelización de las culturas, es decir a
llevar el Evangelio a la vida de cada pueblo de manera que se logre 'situar el mensaje
evangélico en la base de su pensar; en sus principios fundamentales de vida, en sus
criterios de juicio, en sus normas de acción'... 'y de allí proyectarse en sus instituciones
y en todas sus estructuras' (Cfr. SD 229). Esta evangelización se manifiesta en 'el
proceso de inculturación que es el centro, medio y objetivo de la nueva
evangelización'.
Ante estos desafíos se percibe la importancia que tiene hoy plantear correctamente la
relación entre Evangelio y culturas. No se trata de algo absolutamente nuevo, pero hoy
se hace más patente debido a la 'irrupción' de las culturas y las etnias (basta pensar en
Ruanda, Bosnia, Armenia. Prepararse para la evangelización en una sociedad
pluricultural no es fácil, pero es esencial al mensaje cristiano el llegar a todos los
hombres y pueblos y encarnarse en sus culturas, con la fecundidad que esto significa,
ya que universalidad no significa uniformidad ni indiferencia en lo cualitativo.
INCULTURACIÓN DEL EVANGELIO
Para abordar este tema es necesario aclarar previamente lo que entendemos por
cultura, o mejor, llegar a un concepto que nos permita vislumbrar adecuadamente
todos los aspectos que implica la inculturación.
El concepto de cultura
Los especialistas hablan de que existen más de trescientas definiciones de cultura.
Todos usamos este concepto pero no siempre en el mismo sentido. El problema es que
damos por supuesto que está claro lo que queremos significar. La imprecisión en este
punto influye entonces en lo que se diga con respecto a la inculturación.
Si buscamos un concepto para iluminar el proceso de inculturación, debemos tomar
algunos criterios para no perdernos en esa búsqueda.
En este sentido, nos puede guiar la perspectiva universal que tiene la nueva
evangelización:
sus destinatarios son todos los hombres y todas las culturas. Situarnos en una
perspectiva universal implica una apertura que procede de la liberación de ciertos
prejuicios:
a) El etnocentrismo: es un prejuicio radicado profundamente en el ser humano.
Consiste en una dificultad para percibir vivencialmente (y por tanto valorar) la cultura
ajena. Ocurre que la cultura de los pueblos, es como el aire que se respira, y por ello
es natural que los hombres consideren sus criterios, valores e interpretaciones, como
lo mejor para ellos y para los demás; es decir, consideran su cultura como 'la' cultura,
en sentido universal, como punto de referencia para juzgar a los demás. El
etnocentrismo se agudiza cuando un pueblo se cierra sobre sí mismo y evita el
contacto con otras culturas. Esto lleva a dividir las culturas en superiores e inferiores; y
alimenta la insolidaridad, la intolerancia y la hostilidad entre los pueblos. Esta mirada
subjetivista y autosuficiente sobre la cultura ajena es uno de los principales obstáculos
para la nueva evangelización y hace imposible un verdadero diálogo entre los
hombres.
b) El elitismo: La cultura en este planteo sería algo artificial, que algunos poseen y
ejercen y otros no. De allí surge una división injusta entre hombres 'cultos' y otros que
no lo son. Esta actitud es una variante del etnocentrismo y se basa en una visión muy
reductiva del ser humano. Por ello afecta también pastoralmente ya que lleva a reducir
el campo de la evangelización de las culturas (con el riesgo y la grave responsabilidad
de provocar la desaparición de la cultura de un pueblo). Una sana antropología nos
indica que la cultura es algo propio de la misma condición humana. El hombre es por
naturaleza un ser cultural.
c) El 'culturalismo': esta actitud considera que las culturas son perfectas en sí, y que
cualquier cambio en ellas, cualquier interacción, aún los que provienen de la acción
misionera,
considera
son
a
las
abusivos.
culturas
Esta
en
postura
forma
parte
aislada,
de
cosa
una
que
premisa
errónea:
históricamente
y
antropológicamente es falsa. La plenitud del hombre, su identidad y conciencia de sí
provienen del encuentro con otras personas; lo mismo podemos decir de las culturas:
un pueblo afirma su identidad cultural solamente en la medida en que se relacione con
otras culturas. El culturalismo, es producto de una antropología de laboratorio y no es
más que otra forma del etnocentrismo. Si bien es necesario comprender una cultura
desde 'dentro' (una visión étnica), también se hace necesario tener una visión desde
'fuera' (una visión ética) que se produce en la interacción entre las culturas. De lo
contrario tendríamos que mirar con beneplácito el canibalismo, el machismo, la
esclavitud, la tortura y otras aberraciones humanas.
d) El 'folklorismo': es un acercamiento superficial a las culturas, se queda en los
aspectos llamativos de la misma. Es la actitud promovida por la publicidad y
frecuentemente por los medios.
Por lo general, nadie tiene mayor dificultad en probar 'alimentos típicos' de un país, o
aprender 'danzas exóticas'. El problema surge cuando se vive y trabaja mano a mano
con el otro-cultural. Una aproximación folklórica (etnológica dicen los especialistas) a
las culturas, si bien tiene su valor en cuanto puede rescatar las expresiones profundas
de la conciencia de un pueblo, si no va acompañado de un compromiso de promoción
integral del hombre, puede enmascarar situaciones de injusticia. Bien podemos
promover fiestas 'tradicionales' campesinas sin solidarizarnos con los problemas reales
que tiene los pobladores del campo.
e) identificar Evangelio con Cultura: esto llevaría a considerar que algunas culturas son
preferenciales para la evangelización y por lo tanto, más que a evangelizar se tendería
a 'civilizar' según los patrones culturales de los misioneros. Es una variante del
etnocentrismo y el elitismo que ya señalamos, pero más sutil y por supuesto bien
intencionada; el evangelizador suele ser inconsciente de su 'complejo de civilizador'.
Como consecuencia de esta identificación, el concepto de cultura queda reducido y a la
vez se limita la eficacia del anuncio de la buena nueva y puede llevar a estériles
enfrentamientos culturales. Podríamos imaginar esta situación como la del que
siembra sin preocuparse por sacar la semilla de su envase, o la del que ofrece un vaso
de agua y exige que también se coma el vaso. No se puede, en estos casos, generar
inculturación ya que 'el Evangelio, y por consiguiente la evangelización, no se
identifican ciertamente con la cultura y son independientes con respecto a todas las
culturas... Evangelio y evangelización no son necesariamente incompatibles con ellas,
sino capaces de impregnarlas a todas sin someterse a ninguna' (EN 20).
La palabra Cultura
Para aproximarse a una concepción de cultura que evite estas reducciones y prejuicios,
es necesario evaluar algunos usos de la palabra cultura:
a) Cuando se dice cultura popular, cultura dominante, cultura juvenil, etc. se está
teniendo en cuenta fundamentalmente la condición social o histórica del grupo que
vive esa cultura (del 'sujeto' colectivo de la cultura). Esto implica una perspectiva de
'clase' o sector social. Nos permite discernir diversos campos para la 'inserción' de los
agentes de la evangelización, pero sería inadecuado para plantear un proceso de
inculturación del Evangelio, porque el mismo incide en todas las 'clases' o 'sectores' de
un grupo humano y es un proceso que abarca todo el quehacer del hombre.
b) Muy frecuentemente se escuchan expresiones como 'encuentro con el mundo de la
cultura'; en los periódicos suelen dedicarse algunas páginas a la 'sección cultural'. Este
uso de la palabra revela una visión idealista de la cultura: ser culto equivale a 'tener
letras'. La cultura aparece vinculada a las ideas, las ciencias, las artes. Se trata de un
concepto elitista y etnocéntrico, lleva a una falsa contraposición entre culturas
superiores e inferiores y por tanto inadecuado para plantear la tarea de la
inculturación. No se niega con esto que los intelectuales, artistas, etc. sean
representantes de las culturas: pero ellos lo son en tanto miembros de un grupo
humano que es sujeto de la cultura, e influyen en la medida en que vibran al compás
de la comunidad. Ninguna sociedad entrega sus procesos culturales en manos de unos
pocos; un individuo desarraigado de su grupo humano no puede tener influencia
alguna en la transformación de la cultura.
c) Usamos expresiones como 'cultura de la solidaridad', 'civilización del amor'; como
también, en sentido negativo: 'cultura de muerte' o 'cultura de masas'. Al utilizar esas
expresiones se hace referencia a un conjunto de valores que son supra-culturales; es
decir comunes a todas las culturas. Así por ejemplo, la solidaridad es un valor que
todo pueblo necesita para la supervivencia; lo mismo podemos decir de la paz, el
amor, la vida, etc. De lo contrario, todo hombre se vuelve un lobo para su hermano y la
convivencia se hace imposible.
La inculturación es un proceso que se da en las culturas particulares, y gracias al
robustecimiento de la identidad y las raíces culturales de cada pueblo se alcanza a
construir la civilización universal. La articulación de las distintas inculturaciones y la
solidaridad entre los pueblos puede forjar una nueva cultura planetaria.
Integridad
Como nuestro interés se centra en describir el proceso de inculturación en toda su
amplitud, precisamos un concepto que comprenda la integridad del quehacer humano
como ser cultural. El concepto expresado por el Concilio Vaticano II y luego retomado
en Puebla se nos presenta muy adecuado para esclarecer este tema:
'Con la palabra cultura se indica el modo particular como, en un pueblo, los hombres
cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios (GS 53) (...) Es el
estilo de vida común que caracteriza a los diversos pueblos; por ello se habla de
pluralidad de culturas' (GS 53; Cfr. EN 20; DP 386).
Este concepto de cultura tiene en cuenta la diversidad de los pueblos y a la vez abarca
la globalidad de la actividad cultural, la 'totalidad de la vida de un pueblo' (DP 387) es
decir: sus condiciones materiales, su organización social y su universo simbólico e
imaginario (cosmovisión).
Estos tres niveles no son estáticos sino dinámicos, un cambio o una adaptación de uno
de ellos determina una modificación en los otros. En este sentido las condiciones
materiales no son las determinantes únicas de los cambios y adaptaciones. Al analizar
una cultura podemos ver claramente cómo se refleja la articulación de estos tres
niveles y cómo a la vez se genera un universo de prácticas, interpretaciones, normas
de conducta, etc. que comprenden la globalidad de la vida de un pueblo; por ej.
valores, normas, acciones y relaciones, creencias, leyes, tradiciones e instituciones de
la sociedad, religión, rituales, lengua, canto, danza, fiestas, costumbres vitales
(alimentación, medicina, reproducción) arte, actitudes, etc.
Este complejo conjunto de factores hace que una persona sea individual y, al mismo
tiempo, miembro de una comunidad. La cultura sobrepasa al individuo, se presenta
como algo esencialmente genérico; no es rasgo exclusivo de aquel o ese individuo sino
algo en lo que el individuo participa del ser-en-común. El individuo no posee toda la
cultura sino que participa de ella. Se adquiere después del nacimiento y gracias a ella
se inserta la persona en el universo humano. Al decir que la cultura es como el aire
que respira un grupo humano, estamos diciendo que es como un segundo medio
ambiente donde se desenvuelve la vida de ese grupo; es decir, es un ecosistema
histórico; un medio ambiente construido históricamente. En este sentido, todos los
pueblos tienen cultura; todas las manifestaciones específicamente humanas de vida,
incluso de los individuos, están culturalmente determinadas. Por ello este concepto
integral es el que mejor sirve cuando se trata de la inculturación ya que ésta abarca la
totalidad de la vida de un pueblo. Partiendo de esta concepción es claro que una
evangelización de la cultura supone una acción directa para cambiar las estructuras
socio-políticas, económicas y religiosas que generan situaciones de injusticia.
El Evangelio siempre se encuentra inculturado
Juan Pablo II en la Redemptoris Missio toma la descripción de la inculturación que ya
había elaborado en la Catechesi Tradendae: 'la inculturación significa una íntima
transformación de los auténticos valores culturales, mediante su integración en el
cristianismo y la radicación del cristianismo en las diversas culturas' (CT 52).
En esta descripción hay un doble movimiento:
- de las culturas hacia el cristianismo: sus valores se transforman al
integrarse en el cristianismo,
- del cristianismo hacia las culturas: el Evangelio se radica en las diversas
culturas. Esta relación no puede darse en un simple acto, sino que supone
un camino largo de interrelación. Por eso hablamos de un proceso.
La expresión de Juan Pablo II habla de cristianismo. Pero no tenemos que pensar que el
cristianismo se da químicamente puro. Por el contrario, siempre viene revestido de un
hábito cultural, y esto ocurre desde el mismo anuncio de Jesús de Nazaret. Las
palabras de Jesús de Nazaret fueron Palabra de Dios expresada en palabras de hombre
y dirigida a hombre concretos que debían entender el mensaje auténtico que se quería
comunicar. Jesús era judío, su cultura era judía y se dirigía a hombres que le podían
entender porque tenían sus mismas categorías culturales.
Los primeros cristianos eran judíos como Jesús. La postura de Jesús ante la Ley fue
interpretada por sus primeros seguidores, no como un rompimiento sino como una
fidelidad
más
profunda,
y
por
tanto
creativa,
a
su
tradición
religiosa.
En la vida de las primeras comunidades cristianas, podemos recordar que el conflicto
entre hebreos y helenistas que culminó en el concilio de los apóstoles, (Hech. 15) llevó
a la Iglesia a optar por caminos diferenciados de evangelización para ambos grupos. El
único Evangelio, compartido por todos los apóstoles se inculturaba así en los diversos
pueblos.
El cristianismo siempre viene en moldes culturales, por lo tanto el encuentro entre
cristianismo y culturas es en primer lugar un contacto cultural que se da a través del
encuentro entre personas.
El encuentro de las culturas
Teniendo en cuenta todo esto, en la acción evangelizadora se encuentran dos mundos,
dos culturas. De este encuentro puede surgir:
a) Un enriquecimiento mutuo
b) Un enfrentamiento que puede llevar a que:
- una cultura elimine a la otra.
- haya una convivencia sin integración.
Una cultura puede eliminar a otra cuando las relaciones entre ellas (o mejor dicho,
entre los pueblos y las personas) no son simétricas, es decir, no se dan en un plano de
igualdad. Es muy común entre las culturas minoritarias que reciben sólo lo negativo de
la cultura dominante, la cual, en clara postura etnocéntrica, anulará a la otra. Si la
acción se ejerce sobre todos los niveles de la cultura (material, social y simbólico) se
produce una extinción del grupo. Para referirse a esta situación se utiliza el término
'desculturación'.
En la situación de la convivencia sin integración, la evangelización, es sólo un 'barniz
superficial' y los elementos fundamentales de la cultura de un pueblo o grupo quedan
ajenos al Evangelio. Puede haber prácticas religiosas cristianas, pero la vida y las
costumbres marchan por un camino paralelo. Muchas veces el Evangelio no impregna
las raíces de nuestra cultura; hay una convivencia pero no una integración armónica.
La situación del enriquecimiento mutuo es la de una auténtica inculturación. La misma
implica un proceso prolongado, claramente descripto en la definición de inculturación
que ofreció el p. Pedro Arrupe en 1978: 'Inculturación significa:

Encarnación de la vida y del mensaje cristiano en una concreta área cultural, de
forma tal que esta experiencia no solo logre expresarse con los elementos
propios de dicha cultura, sino que llegue a ser el principio inspirador, normativo
y unificante que transforma y recrea esta cultura, dando origen así a una nueva
creación'.
Se identifican tres etapas en este proceso: fecundación, asimilación y transformación.
Estas etapas no son separables, sino que en conjunto constituyen un proceso unitario
que envuelve a la vez a la cultura, al mensaje y al mensajero. Llegar a un
enriquecimiento mutuo de las culturas que se encuentran sólo será posible en la
medida en que asumamos el estilo de Jesús, estilo que no es meramente exterior (es
decir una simple metodología) sino que procede de su ser más profundo: el Verbo de
Dios hecho carne.
Fundamentos teológicos
El fundamento teológico de la inculturación es el misterio de la encarnación del Verbo:
Como 'la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros (Jn 1,14), así la buena
nueva, la Palabra de Jesucristo anunciada a las naciones, debe penetrar en el ambiente
de vida de sus oyentes. La inculturación es precisamente esta penetración del mensaje
evangélico en las culturas (CT 53). En efecto, la Encarnación del Hijo de Dios, por ser
total y concreta, fue también encarnación en una cultura específica (EA 60).
En la Encarnación del Verbo nos encontramos con un 'admirable intercambio' donde:

por un lado se supera la distancia y diferencia que impiden la comunicación y la
solidaridad, es decir la amistad entre Dios y hombre.

por otra parte se mantiene la alteridad: es decir la naturaleza humana es
asumida pero no aniquilada por la naturaleza divina.
La inculturación significa solidarizarse, pero nunca identificarse con el otro y con su
cultura. En un proceso de inculturación, hay enriquecimiento mutuo, porque se respeta
la alteridad, es decir, se cuida que el mensaje, el mensajero y las culturas conserven su
identidad y libertad. Supone una proximidad amistosa pero a la vez crítica ('menos en
el pecado') al estilo de Jesús.
La inculturación abarca, en un prolongado proceso al mensajero y al mensaje y se va
dando a través de una continua aculturación. La aculturación hace referencia a la
dinámica del encuentro de las culturas, a través del encuentro de las personas, donde
cada una asimila los elementos de la cultura del otro y lo adapta a sus moldes propios.
'La meta de la inculturación es la liberación y el camino de la liberación es la
inculturación' (SD 243) porque: 'La encarnación del Verbo no constituye un momento
aislado sino que tiende hacia la Hora de Jesús y el misterio pascual... Este itinerario...
es iluminador para el encuentro de las culturas con Cristo y su Evangelio...
Es mirando el misterio de la Encarnación y de la Redención como se debe hacer el
discernimiento de los valores y antivalores de las culturas... La inculturación... asume
todos los valores humanos auténticos purificándolos del pecado y restituyéndolos a su
pleno significado'. (EA 61)
El Evangelio viene a iluminar las cegueras de las culturas y a liberar a los hombres de
todo tipo de opresión. Hay una vinculación clara entre inculturación y liberación
integral del hombre.
En la medida en que el Evangelio echa raíces en la cultura a la que llega, la cultura se
enraiza en el Evangelio y la Iglesia. Se va dando progresivamente la síntesis fe-cultura
y la Iglesia como en 'un nuevo Pentecostés... asumiendo los valores de las diversas
culturas, se hace la novia adornada con sus joyas (Is 61,10)' (EA 61).
Criterios y actitudes para una evangelización inculturada

La inculturación no supone una evangelización light, diluida para consumo
masivo. No se trata de ceder un poco para convencer, o para vender un producto
simpático. El anuncio del Evangelio es anuncio del misterio pascual en su
integridad, a partir del testimonio de vida.

Hablar de inculturación significa entrar en la lógica de la encarnación/redención.
En este sentido no es una metodología optativa; la proximidad al 'otro-cultural'
es mandato que emana de la encarnación del Verbo. Como Jesús, que se ligó a
las condiciones sociales y culturales de los hombres con quienes convivió, así la
Iglesia debe insertarse en todas las sociedades para ofrecer el misterio de
salvación.

Así como Jesús fue pobre, amigo humilde de los pecadores, de los débiles y de
los que son despreciados; una pastoral que tienda a la inculturación encontrará
un camino abierto para el encuentro de las culturas si parte de un amor
preferencial a los pobres, débiles y sufrientes. La solidaridad con ellos es un
lenguaje que se entiende en cualquier idioma y cultura.

La inculturación se opone al proselitismo; en esto debemos recordar la práctica
de Jesús que no bautizaba, no exigía la circuncisión sino la coherencia de vida. El
motivo que le llevaba a obrar milagros era la compasión y deseaba despertar esa
misma compasión en las personas que lo rodeaban. únicamente la compasión
puede enseñar al hombre en qué consiste la solidaridad con el prójimo. La
compasión es el fundamento de la verdad y por ello nos permite superar los
etnocentrismos y captar vivencialmente la cultura que vive en el otro.

La inculturación requiere una doble fidelidad, al Evangelio y a la cultura. En esto
vale el principio del ecumenismo: unidad en las cosas necesarias, libertad en
todo lo que no toca a la sustancia de la fe, y caridad en todo.

La inculturación no pretende una ruptura con la cultura de los pueblos, al
contrario, ella es la materia prima para la evangelización. La 'Carta a Diogneto'
(siglo II) nos da un claro modelo de inculturación: 'Los cristianos no se
distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su
lenguaje, ni por su modo de vida... no tienen ciudades propias, ni utilizan un
hablar insólito... obedecen las leyes establecidas y con su modo de vivir superan
estas leyes'.
En cambio toda inculturación, por tener como meta la liberación, plantea una ruptura
con todo lo que esclavice al hombre.

La inculturación supone la primacía de la persona y sus necesidades
fundamentales. Por encima de cualquier valor cultural abstracto está la dignidad
de cada ser humano concreto.

En el proceso de inculturación, el evangelizador es el primer 'oyente' de la
Palabra que anuncia; por eso su actitud no puede ser la del que va a Ôenseñar
cómo ser cristiano sino la del que viene a hacerse cristiano con su hermano de
otra cultura. Solamente así la aculturación puede darse en un plano de igualdad
y las culturas pueden enriquecerse mutuamente.

En la inculturación es fundamental mantener la alteridad. Por ello quien se
inserta en este proceso debe partir de una clara identidad cultural, es decir ser
plenamente consciente de su cultura. Esto no es algo espontáneo, nadie es
experto en su cultura por el solo hecho de haber nacido y vivido en ella. Se
necesita una reflexión que objetive los valores culturales propios. La situación de
pluralismo cultural en la que nos movemos actualmente exige esto con urgencia.

La inculturación del mensaje, iniciada por los misioneros y luego asumida por la
comunidad, es un proceso prolongado, que se irá realizando en comunión con el
conjunto de las Iglesias que componen la Iglesia universal. Si una cultura se
cierra sobre sí misma, y se limita la comprensión de la fe a su contexto cultural
exclusivamente, la inculturación fracasaría y se volvería a un etnocentrismo. La
inculturación no es una tarea individual sino que 'implica a todo el pueblo de
Dios', no sólo a algunos expertos... y debe ser expresión de la vida comunitaria,
es decir, debe madurar en el seno de la comunidad, y no ser fruto exclusivo de
investigaciones eruditas' (RM 54).

El surgimiento de la 'aldea global' con dimensiones planetarias no simplifica el
problema de la inculturación, al contrario, implica estrategias diversificadas para
la nueva evangelización. La ideología dominante en esta aldea es un capitalismo
tecno-pragmático, en tanto que la periferia está constituida por diferentes
lógicas culturales, que van desde el nihilismo, los posmodernos de diferente
tendencia, los neoconservadores, los grupos alternativos (como los ecologistas),
las sociedades tradicionales, hasta los fundamentalistas políticos y religiosos.
Todo esto supone un aprendizaje esmerado y crítico frente a las llamadas
culturas tradicionales y la modernidad. El desafío es inmenso y exige a la Iglesia
presentarse con una clara fidelidad al Evangelio, y con más autenticidad y
apertura ante las personas.

La inculturación implica apertura al diálogo y a la comunicación, lo cual supone
adoptar un lenguaje comprensible a la hora de transmitir los misterios de la fe.
Por ello el evangelizador procurará conocer los códigos con los que se manejan
aquellos a quienes quiere anunciar la buena nueva.

Una evangelización inculturada nos exige 'cambiar de oficio'. Dejar de ser
'constructores' de proyectos y ponernos en la situación del agricultor que
primero se hermana con la tierra y está atento a los signos de los tiempos para
sembrar y luego espera, con serena paciencia y confianza, mientras que 'la
semilla germina y va creciendo sin que él sepa cómo' (Mc 4,26-29). El
constructor ama su proyecto, el agricultor ama la tierra. La fiesta del constructor
es un brindis, la fiesta del agricultor es gozo y plenitud, celebración de la vida.

Para una evangelización inculturada 'no basta renovar los métodos pastorales, ni
organizar y coordinar mejor las fuerzas eclesiales, ni explorar con mayor
agudeza los fundamentos bíblicos y teológicos de la fe: es necesario suscitar un
nuevo 'anhelo de santidad' entre los misioneros y en toda la comunidad cristiana'
(EA 136). La 'inculturación es un camino para la santidad' (EA 87) y requiere
comunidades eclesiales abiertas, capaces de integrar valores positivos de las
culturas y también requiere misioneros santos, que hablen el idioma de la
caridad, idioma universal, lenguaje del Espíritu de Jesús.

El modelo más claro de evangelización perfectamente inculturada lo tenemos en
el rostro mestizo de la Virgen de Guadalupe (cfr. SD. Discurso inaugural). Ella se
aparece a un indígena marginado asumiendo los símbolos de su cultura,
hablando nahualt, la lengua de los aztecas; uniendo Sol (masculino) y Luna
(femenino), las grandes divinidades de ese pueblo: el rosado que identifica el
dios de la vida; el azul y el verde del manto, asociados a las divinidades del cielo
y de la tierra; sobre su vientre las bandas negras que llevaban las mujeres
embarazadas, y la cruz indígena (quincuncio) que simboliza el encuentro entre el
camino de los hombres y el camino de los dioses. Los aztecas entendieron el
lenguaje de la Virgen Madre. En su concepción del tiempo la aparición
representaba un Quinto sol, una nueva esperanza para el pueblo. La lección que
nos da es que es posible ser plenamente azteca y ser cristiano; que los
auténticos valores culturales pueden recibir el Evangelio y expresarlo con
fidelidad. María al elegir a Juan Diego 'como muy digno embajador' nos está
indicando cuál es el camino de la evangelización.
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